Gracias a Li por su lectura previa.


Disclaimer: la mayoría de los personajes mencionados son propiedad de Stephenie Meyer.

Capítulo 3

Todas las aclaraciones habidas y por haber se hicieron. Bella sabía que nunca estuvo con un travestí y su madre entendía que no era gay. Debería estar todo en su lugar; él y su novia dormidos o quizá teniendo un buen maratón de sexo, sin embargo, no era posible porque continuaban en el patio, frente a la piscina mientras la noche los cobijada y su familia lo destrozaba.

Edward se aclaró la garganta. Pasó una mano por el pelo broncíneo y bostezó, no era por sueño sino porque no encontraba un buen pretexto para escabullirse con Bella a la habitación.

― Mira esta foto, Bella.

Su madre llevaba alrededor de una hora mostrando sus fotos de infancia. Esme había roto récord y lo mantenía avergonzado desde el momento que la vio.

Él alargó el cuello y vio esa imagen que su madre mostraba con orgullo; era simplemente él siendo un bebé robusto y de mejillas sonrojadas, sentado en la tina de baño y tocando con fuerza, o mejor dicho tirando de diminuto pene. Su mente terminó por deducir la razón de que las madres hicieran ese tipo de fotos.

Un día se cuestionó: ¿Con qué afán? Hoy sabía el porqué; era evidencia recolectada y guardada con el único propósito de humillar cuando hubiera oportunidad, tal y como Esme lo hacía con él.

― Mi hijo era muy curioso ―dijo la mujer.

Su novia se cubrió la boca amortiguando la risa. Aunque fuera inaudito, su chica le seguía el juego a su progenitora, lo cual se volvía más vergonzoso.

― Oh, le aseguro que sigue igual de curioso ―aseveró la castaña.

Fue cuando su padre empezó a toser para hacerse presente.

― Pero hijo ―dijo Carlisle― ¿por qué te avergüenzan tus fotos? Eras un niño hermoso, no hemos dicho que eras llorón y asustadizo, eso nunca lo diríamos.

Edward rodó los ojos.

― Papá, en serio ―susurró― no hace falta que me ayudes. Mamá, por favor, deja de mostrar esas ridículas fotos ―pidió.

― Mi Edward, no seas amargado ―fue lo último que escuchó antes de que su paciencia estallara.

― ¿Por qué solo hablan de mí? ―increpó molesto―. ¿Por qué no cuentas que Alice comía barro y Rosalie era exhibicionista?

Esme soltó un suspiro. La conversación bien pudo quedar ahí, pero que su hermana interviniera, fue aún peor.

La rubia salió de la piscina y envolvió el voluptuoso cuerpo en un albornoz afelpado, se acercó a todos con una hermosa sonrisa.

― Mamá, ¿ya contaste la anécdota del Burger King?

Edward pudo ver la maldad en los ojos miel de Rosalie.

― Bella, vamos a dormir ―se incorporó como si de resorte se tratara, no lo pensó más y tiró de la mano de su chica que estaba cómodamente sentada.

― Oh, Edward ―se quejó ella― la estamos pasando bien.

Su hermana fue más hábil y sujetó los hombros de Bella para que no tuviera oportunidad de escapar.

― Cada viernes acostumbrábamos ir a Burger King ―explicó Rose con una voz burlona―. Edward amaba jugar en el área infantil y subir en la parte más alta, mientras que Alice y yo dábamos marometas en la colchoneta de abajo, todo parecía paz y felicidad hasta que los niños que también jugaban ahí empezaron a gritar que estaba lloviendo adentro.

― ¡Oh por Dios! ―vio que Bella se cubrió la cara―. No me digas qué…

― Edward se había orinado porque no quiso dejar de jugar ―terminó por decir su hermana―. Tenía once años y había lanzado lluvia dorada a los niños que jugaban en la parte de abajo, esa vez expulsaron a mi hermano del área de juegos y desde entonces no pisa un Burger King.

Las risas agónicas estallaron. Lo de su familia no era novedad, pero que Bella estuviera doblada de risa y sin poder respirar sintió que era una alta traición hacia él.

― Vamos a dormir, Bella ―rumió malhumorado.

― Buenas noches, señora ―vio que Bella besó las mejillas de su madre en una muestra de cariño sincero. Lo que internamente a Edward le provocó una sonrisa―. Estoy encantada con usted.

― También yo, cariño. fíjate que en televisión pareces una chica seria y veo que no eres así, me agradas ―comentó Esme con ese brillo en la mirada.

Edward apenas sopló un beso a sus padres y gruñó a su hermana, se alejó de todos sin soltar la mano de Bella. Subió casi a zancadas cada escalón y olvidó por completo que las piernas de su novia no eran tan largas como las de él.

Se adentraron en la habitación que ahora ocupan. Un poco más pequeña, pero con un hermoso balcón que les brindaba la mejor vista al mar.

― Tu mamá es muy linda ―fue lo primero que dijo Bella cuando estuvieron solos.

Edward asintió secándose la camiseta para hacer lo mismo con el bonito vestido de ella, que cayó a los delicados pies con pedicura rosa fucsia.

― Toda tu familia es agradable ―añadió sonriente.

Los ojos de Edward recorrieron lascivamente el menudo cuerpo.

― Me alegro que te cayeran bien ―confesó sin darle importancia.

La tomó de la cintura y la subió en la cama donde sujetó el rostro para besarla con pasión. El beso lleno de hambre y necesidad les hizo tumbarse sobre el colchón.

Se metieron bajo las sábanas blancas. Entretanto él era precavido y cuidaba de no aplastar el cuerpo de su chica. Con una mano recorrió sus tentativas curvas hasta que dejó su mano sobre una teta que amasó y sus dedos hicieron giros con el pezón.

― Te necesito nena ―apenas pronunció al abandonar los labios rosados y bajar sigilosamente quedando a la altura de los pechos.

Edward no dudó en devorar esos dos globos pesados.

Sintiéndose completamente duro se empezó a frotar sobre su mujer, todo estaba bien, teniendo el mejor previo; su boca en las tetas y uno de sus dedos hundiéndose en la vagina.

Fue entonces que de pronto escuchó la puerta.

― Hola Bella ―era la apacible voz de su hermana menor, Alice.

Rápidamente su cuerpo se tensó. ¿Qué hacía ella ahí? Como si se tratara de un oso hibernando, se quedó inmóvil bajo las sábanas mientras el corazón de su chica palpitaba como si quisiera salir del pecho.

― Ah, hola ―oyó que Bella respondió casi sin voz― ¿sucede algo, Alice?

Sintió cómo la cama se hundió a su lado. Su hermana se había tumbado ahí mismo.

― Mi hermano duerme, verdad.

Su chica se removió. Comprendió que buscaba acomodar la cabeza en una almohada, así que le permitió que lo hiciera, de todos modos su hermana ya se había tumbado en la cama. Él pensó en sacar la cabeza y hacerse notar, sin embargo prefirió fingir que dormía y siguió con su boca en las tetas de su mujer.

― Nunca has pensado el porqué estás aquí ―dijo Alice― ¿cuál es la verdadera razón de cada uno para pisar esta tierra?

Él bajo las sábanas puso los ojos en blanco.

― Bueno, no en realidad no me hago ese tipo de cuestionamientos ―respondió Bella fingiendo un bostezo tal falso que lo hizo sonreír.

― Es tan extraña la vida ―su hermana prosiguió―. A mis dieciséis años me hice novia de Jasper, se convirtió en mi mundo entero mientras dejaba atrás la adolescencia y cuando le di la bienvenida a mi edad adulta me fui a vivir con él. Hoy soy mamá y digo: ¡caramba! ¿Este es mi propósito de vida?

Edward frunció las cejas, mas nunca dejó de degustar el pezón de su chica.

― Alice, ¿estás arrepentida de haberte casado con él?

A Edward le sorprendió la confianza de su hermana. Luego reconoció que Alice poseía una personalidad espontánea, podía hablar de todo y con quién fuera.

― Para nada, son dudas que me abordan ―argumentó la pelinegra― así como a veces me pregunto si a todos lo hombres les gusta que se la chupen antes de tener sexo.

Edward empezó a toser mientras la mano de Bella lo aplastaba contra la blandura de la piel. Escuchó cómo también fingía tosiendo y comprendió que lo hacia por ocultar sus tosidos.

― Tranquila ―escuchó de nuevo a su hermana―. No te preguntaré sobre tu vida sexual con mi hermano, no soy tan enferma.

― Yo no estaba dispuesta a decir nada ―musitó Bella.

― Pero si me interesa saber sí pasó lo mismo con otras parejas tuyas. Es que fíjate que Jasper…

Edward bufó sacando la cabeza de las sábanas y vio furiosamente a su hermana.

― ¡Alice ya basta! ―exclamó―. Puedes salirte y dejarnos en paz, solo te pido eso, ¡un poco de maldita paz!

― Oh, ¡estás despierto! ―manifestó Alice con demasiada alegría.

Él rodó fuera de las sábanas y salió de la cama; vestido en bermudas y descalzo, tiró del frágil brazo de su hermana y la sacó de la habitación. Por supuesto que nunca fue rudo, aunque deseó serlo, cerró la puerta en la cara de la chica y se giró a ver a Bella que parecía divertida con todo lo acontecido.

― Mi familia me odia ―pronunció― de ellos puedo esperarlo todo, Bella. Todo.


De verdad sé qué me estoy tardando en actualizar esta historia y fíjense que nunca lo imaginé, por lo regular soy rápida con el humor, solo que no negaré que Bluebonnet es la causante. Bueno, no haremos sufrir más a Edward, ¿qué opinan ustedes? Este capítulo fue hecho con las experiencias que se atreven a contarme en los reviews, espero no se molesten por el atrevimiento. ¿Quieren contarme más anécdotas?

Agradecida siempre con sus reviews, favoritos y follows.

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Gracias totales por leer 🌞