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El día de la graduación, luego de la ceremonia de clausura y el discurso, Badd se despidió de su equipo de béisbol y de alguno que otro compañero de clase. En cuanto se desocupó, buscó a Garou.
Sus manos temblaban demasiado, su pecho se sentía pesado, apenas podía respirar con normalidad, su frente sudaba y era capaz de sentir los escalofríos en su piel aún cuando hacía mucho calor. Él se quitó su chaqueta del uniforme buscando refrescarse un poco. En su mano llevaba el segundo botón de su chaqueta. Esta sería la primera vez que se le confesaría a alguien, una confesión para lo que se consideraría su primer amor.
Garou estaba por las puertas del dojo despidiéndose del viejo Bang, su querido maestro de artes marciales, alguien que era lo más cercano a un padre para él. Badd nunca había hablado con ese profesor pero conocía mucho de él gracias a todo lo que Garou le contaba. Garou en verdad tenía un gran aprecio por su maestro.
Badd decidió acercarse y Bang captó su presencia a lo lejos. El rostro de Garou mostró cierto nerviosismo al verlo entrar.
Su nombre fue llamado con la voz de Bang pidiéndole que se acercara, dejándole a Badd no otro remedio más que obedecer.
—Así que tú eres Badd. —Dijo Bang sonriéndole y palmeando su hombro. —Te reconocí al instante el día que viniste a ver a Garou en la competencia, pero fue una pena que no tuviera la oportunidad de hablar contigo en persona hasta ahora.
Badd asintió sin mucho por decir. Garou estaba intercalando su mirada entre él y Bang, había una tenue sonrisa en su rostro, parecía estar aliviado.
—Garou me ha hablado mucho de ti. —Continuó Bang. —De hecho, eres de la única persona de la que habla.
Y esas palabras no sólo hicieron revolotear el estómago de Badd, sino que también hicieron enrojecer el rostro de Garou.
—¡Oye, viejo, tampoco lo digas así!
Su molestia era extraña, casi adorable. Badd quería hacerle burla también, pero sabía que seguramente sus nervios entorpecerían sus palabras. Así que, para estar seguros, se limitó a asentir en silencio.
Guiándose por el ambiente emocional y melancólico de otros, Badd esperó ver a Garou llorar o algo durante la despedida, pero en realidad él lucía más determinado y serio que nunca. Bang le sonreía de forma triste diciéndole que debería volver cada que tuviera la oportunidad, que él siempre sería bienvenido para ayudarle a entrenar nuevos alumnos. Garou prometió visitarlo de vez en cuando, aunque Badd se preguntaba cómo su maestro podría hacerlo prometer algo así sabiendo que Garou se iría lejos.
Una vez terminado con las despedidas, Garou lució más calmado de regreso a casa. Badd caminaba a su lado con su chaqueta entre los hombros y el segundo botón dorado escondido en su puño.
Ambos salieron y Badd comenzó a dirigir sus pies hacia el parque más cercano, a donde están rodeados de árboles grandes que pueden ocultarlos de las personas alrededor, a donde los sonidos se silenciaban y las hojas podrían cubrirlos del sol.
—¿Estás bien? Te ves pálido. —Soltó de pronto Garou, viéndolo detenerse en medio del camino.
Badd asintió con la cabeza. —No pasa nada. Es sólo que... —Dejó salir un suspiro profundo, aumentando la presión en sus puños al grado de estar seguro que el botón dejaría marca en su mano. Teniendo sus rápidos latidos hasta en sus oídos. Tomando todo el valor que tenía. —Necesitamos hablar.
Garou alzó una ceja extrañado, pero no se opuso.
Los ojos de Badd se colocaron sobre los amarillos de él, de frente, serio, apretando los labios antes de hablar.
Garou esperaba confundido sin tener idea de lo que dirá, más curioso que paciente. —Oye, ¿en verdad no estás enfermo? Pareces más tonto de lo normal. —Después él trató de echarse a reír pero la mirada seria, casi aterrorizada de Badd, lo detuvo. —Badd, en serio, ¿qué ocurre? No me digas que algo malo le pasó a Zenko.
Sus manos estaban temblando y no podía detenerlas. Badd bajó la vista un momento, respirando profundo, y luego regresó a los ojos de Garou, su vista estaba iluminada por la luz de la mañana de forma tenue y eso era tan solo lo suficiente para llenar de dicha su pecho.
Badd nunca fue alguien que se fijara en la belleza de las personas, pero Garou en ese momento lucía de cierta forma cautivador, atrayente, como su sonrisa, como sus ojos y su delgado mentón.
De pronto Badd se dio cuenta que quería seguir reteniendo todo eso en su vida, aunque fuera sólo un poco más.
—¿...Badd? —Dijo Garou, esta vez en un susurro con el ceño fruncido y una mueca en su boca, en sus delgados labios. Delatando una extraña preocupación en sus ojos que sólo hizo sentir peor a Badd.
No quería verlo odiándolo. No se sentía capaz de arruinar su amistad.
—N-no es nada, es sólo... —Badd trató de sonreír y fingir indiferencia y esa era la cosa más difícil que ha hecho en un largo tiempo: fingir que no se estaba muriendo por dentro. —Esto de las despedidas de la escuela me ponen sentimental. —Badd no pudo evitar sentir sus ojos llorosos y retrocedió varios pasos cuando Garou quiso acercarse.
Garou estaba perplejo, luego de un rato intentó sonreír burlesco aunque se notaba que esto no era nada divertido para él. Más bien, enternecedor. —Eh... no sabía que eras del tipo sentimental. —Desvió su vista y volvió a sonreír, su sonrisa fue más amable que la anterior. —Pero tiene sentido, tú lloras hasta en los recitales de tu hermana.
Badd se limpió sus lágrimas con cierta molestia y torpeza. —¡Cállate! —Gritó sin admitir que él tenía razón. Después intentó recomponerse lo más rápido que pudo. Las lágrimas se detuvieron pero sus ojos siguieron ardiendo, su nariz moqueó un poco. El botón dorado fue escondido en la bolsa de su pantalón.
Él era feliz a su lado, Badd no necesitaba más. No quería borrar sus buenos recuerdos juntos con ese amargo, confuso y repugnante sentimiento.
Porque él podría no rechazarlo pero igual tendría que irse para siempre y eso le rompería el corazón definitivamente pero quizás también le daría la oportunidad de olvidar esos sentimientos sin sentido, una molestia menos en su día a día. Garou era la primera persona que amaba de forma romántica, también fue su primer amigo y compañero de luchas. Badd lo ha amado por años, ha sufrido en darse cuenta y en aceptarlo, aún con esa incertidumbre, el mundo seguía girando y el cielo ya estaba despejado, el sol brillaba en lo alto. Viéndolo de forma optimista, Garou no necesitaba saber de esos sentimientos.
Si ya no se iban a ver, qué más daba mantener un buen recuerdo de lo que fueron y serán: mejores amigos.
Restarle importancia era algo que Badd aprendió de él y era algo que estaba tratando de hacer, desestimar sus sentimientos como siempre, someterse a la misma tortura de esconderlos.
Retomaron el camino al poco tiempo. Garou lo seguía en silencio. Ambos se detuvieron a comprar refrescos y pasaron un rato sentados en la banca. Garou reía mientras describía las ganas que tenía de patear traseros de chicos de preparatoria.
Los escalofríos por los nervios y la nariz roja era algo que Badd aún no podía quitarse de encima, el viento le pareció muy frío para su gusto por lo que decidió volver a colocarse por última vez la chaqueta de su uniforme. Entonces escuchó cómo Garou se callaba de súbito y su vista se enfocaba en algo en su ropa. Badd siguió su mirada y se dio cuenta que Garou había notado el botón que faltaba.
—Ah... —Badd hizo lo mejor que pudo para no balbucear. —C-creo que se me cayó... o algo.
Garou frunció su ceño sin separar la vista, su boca era una línea recta. —Y precisamente fue el segundo botón. — Alzó su mirada a él, sus ojos lucían pasmados y filosos. Miró la chaqueta de arriba hacia abajo. —Pero todos los demás lucen bien.
Después de removerse incómodo sobre la banca, él asintió. —Raro, ¿no?
Garou había dejado de hablar y, al voltea a verlo, se encontró de inmediato con su ceño fruncido de sus ojos amenazantes mirándolo fijamente. Los nervios estaban consumiendo por dentro a Badd. Él fue directo al grano.
—¿Te le declaraste a alguien?
El rostro de Badd se sintió palidecer. —No fue así. —Dijo más rápido de lo que lo pensó. Quizás la intranquilidad lo delató porque esa excusa no fue tomada en serio.
—¿A quién le diste tu segundo botón?
Badd tragó seco y mantuvo firme su mirada, no se iba a dejar intimidar ahora. —No se lo di a nadie. —Insistió, buscando en la bolsa de su pantalón para sacar el botón. —Sólo... se despegó o no sé, este uniforme es viejo.
Garou miró la pequeña pieza de metal dorado y su rostro cambió a sorpresa, luego se tornó a enojo. Cuando se dio cuenta, Garou ya le había arrebatado el botón para analizarlo entre sus dedos. Badd intentó quitárselo pero entonces él se puso de pie y estampó con su brazo el cuerpo de Badd, obligándolo a quedarse sentado sobre la banca, acorralándolo con su pie. Su voz sonó grave, pausada y severa. —¿Aquiénplaneaste darle esto?
El calor en su cuerpo y el rojo en su rostro llegó con más facilidad que las palabras. Su silencio hizo molestar más a Garou quien comenzó a alzar el volumen de sus palabras.
—No soy estúpido, yo también conozco la tradición de darle el segundo botón a la persona que te gusta. La cosa aquí es que yo no sabía que te gustaba alguien. —Su boca se torció en una mueca. —¿Cuál es su nombre? ¿De qué clase era?
Con una patada consiguió quitárselo de encima y ser capaz de ponerse de pie. Badd no se iba a dejar intimidar por ese interrogatorio. —Eso a ti no te incumbe.
Garou sólo pareció enojarse más con su respuesta. —¿Ni siquiera porque hemos sido amigos durante tanto tiempo me vas a decir?
Pero Badd pensaba que, por el tiempo que llevaban juntos, era precisamente la razón por la que él no podía decirle.
—No quiero hablar de eso.
Garou apretó sus puños y trató de empujarlo hacia atrás, como queriendo provocar una pelea. Badd no era alguien paciente y al instante se puso en guardia, listo para atacar.
—¡Dilo!
—¡Olvídalo!
—¿Tan importante es esa chica que piensas que te la voy a quitar o algo? ¿Es eso?
La sospecha clavó una estaca en el corazón de Badd.
Garou creía que a él le gustaba una chica, una mujer.
La falta de respuesta desesperaba aún más a Garou. Badd tuvo que empujarlo para alejarlo y después también alzó su voz. —¿Qué pasa contigo? ¡¿Por qué de pronto estás tan enojado?!
Esa última cuestión hizo detener a Garou en el acto, su ceño fruncido se relajó y su rostro lució perplejo por un par de segundos. —Yo... pues... —Era muy raro verlo titubear y apretar los dientes de esa forma, como quedándose sin insultos para replicar. Antes de poder seguir reclamando, Garou chistó la lengua y se dio la media vuelta buscando ocultar su rostro. —¡Tengo hambre, nos vemos mañana! —Gritó.
El calor del momento decreció con la misma rapidez con la que había aumentado. Súbito. Inesperado.
Badd se mantuvo pensando en eso por un segundo antes de regresar su vista a su chaqueta. De pronto se dio cuenta de que algo seguía faltando. —¡Oye, regrésame mi botón!
Garou paró su caminar en seco y Badd vio cómo su puño hizo más presión en el agarre. Él apenas se giró para verlo de mala gana igual que antes, Badd correspondió esa mirada.
—¿Me vas a decir quién es ella?
Badd afiló su mirada y arrugó su nariz. Podrían torcerle un brazo y romperle una pierna, pero no iba a hablar.
Garou reconoció su intención de inmediato y su rostro expuso un tenue dolor. —Entonces me lo voy a quedar. —Dijo él yéndose de ahí.
Al final pareció que no había sido necesario que Badd le diera su segundo botón, Garou se lo había robado.
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Al día siguiente ambos se reunieron en casa de Badd para jugar videojuegos. Habían planeado eso el día anterior antes de su discusión y ninguno de los dos había cancelado el plan. No se miraban a los ojos, apenas y estaban hablando. Garou seguía molesto y extrañamente más pensativo de lo normal. Badd no estaba muy diferente.
—¿Siquiera es bonita? —Soltó de pronto Garou y a Badd le tomó un buen tiempo comprender el mensaje.
Garou lo miró de reojo de forma seria, muy seria. —Hablo de la chica que te rechazó.
Badd abrió sus ojos con sorpresa, por poco y escupía su refresco. —¿Eh?
—No te hagas el idiota conmigo ahora, si no quieres hablar sobre esto está bien, pero tampoco puedo permitir que... — Su mirada regresó al frente, bajando su voz en susurros inaudibles antes de detenerse, considerar sus palabras y proseguir. —Te dije que dejes de cargar todo el dolor tú solo. Es una burla que ella ni siquiera te haya aceptado el botón.
Seguía sin entender hasta que la realización lo golpeó de frente, Badd abrió sus ojos y trató de disimular su estupefacción.
Desde ese momento hasta ahora, Garou había estado creyendo que su nerviosismo y consecuente llanto había sido el resultado de una declaración fallida. Lo cual, al final, era más o menos lo que había sucedido.
El problema era que Garou continuó preguntando sobre esta chica que no existía y sobre una confesión que nunca se hizo. Badd nunca imaginó que podría sentirse aún más incómodo tratando de ocultar dos mentiras a la vez.
Badd pasó toda la mañana esquivando la pregunta lo mejor que pudo hasta que Garou finalmente se dio por vencido. —No estoy hecho para tener novia, eso es todo. —Sentenció él y no mentía. Mientras Garou estuviera en su vida, él nunca podría amar a alguien más.
Garou lo miró de soslayo y falló en tratar de no sonreír con plenitud. Por alguna razón, encontró divertido ese comentario.
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El día siguiente fue el peor, de los más lúgubres en su vida. Garou estaba a punto de irse en el tren, Badd estaba a su lado en la estación. No sabía si era porque él siempre había sido el más sentimental de ambos, o si era porque las emociones regadas por el aire tenían un tono mucho más alegre y esperanzador para Garou, porque él simplemente no podía dejar de sonreír ni parar de hablar.
Sin embargo, era notable que en el aire quedaba algo por decir, esa tenue pero latente tensión de algo que luchaba tanto por salir como para contenerse. Badd sabía que se trataba de la propia voz de su corazón, era un secreto pero, por primera vez, tuvo la ligera sensación de que podría ser libre una vez confesado.
Al final del día, él regresaría a casa solo, ¿qué más daba si lo decía de una vez por todas?
"Me gustas."
No, "creo que estoy enamorado de ti", y el "creo" sería únicamente para que la confesión no sonara tan brusca en los oídos de alguien que no tenía idea de lo que estaba pasando por su mente.
El tren llegó a la estación y Badd supo que era hora. Era hoy o nunca.
—Garou. —Comenzó él, la primera sílaba sonó fuerte y la segunda casi se extingue, pero fue capaz de sostenerla, de llamar su atención.
El aludido volteó a verlo con curiosidad, deteniéndose en seco.
Badd no podía mirarlo a la cara, diría que sus ojos estaban enfocados en el tren de frente pero él sabía muy bien que eso sólo era una fachada. Su boca estaba seca. Sus labios entreabiertos. Su corazón latiendo con fuerza.
—Garou. —Repitió y el segundo llamado le hizo entender que esto podría ir para largo, así que Garou volvió a dejar la maleta en el suelo y esperó.
—¿Qué pasa?
—Creo que me gus... —Su voz temblaba tanto que se sentía como un completo cobarde, lo odiaba, no podía detenerse. Nunca se imaginó que se encontraría a sí mismo actuando de forma tan impotente. Era frustrante. Su voz apenas era un susurro, ni siquiera él mismo estaba seguro si estaba hablando o sólo moviendo los labios.
Garou alzó una ceja e hizo una mueca. —¿Qué dijiste?
Badd se permitió tragar saliva y se obligó a mirarlo a la cara. —¡Que creo que deberías irte ya, se te está haciendo tarde! —Sus puños se apretaron a sus costados, bajando el volumen de su voz para no lucir demasiado nervioso delante de su verdugo. —M-mucha suerte... o lo que sea...
—¿Eh? Oh, oh... Claro. —El rostro curioso de Garou cambió a uno confundido, ojos atentos. Como siempre, él pareció restarle importancia y después le sonrió ladino y comenzó a avanzar hacia las puertas del tren. — Aunque no creo necesitarla, voy a patear traseros y destrozar espíritus. —Luego se detuvo a medio escalón y giró su cuerpo hacia él, alzando su mano de forma casi desinteresada. —¡Hasta pronto, Badd!
"No puedo." Pensó Badd mientras escuchaba el anuncio del tren a punto de partir. "Soy un idiota, no puedo hacerlo".
El tren se fue y todo lo que pudo hacer Badd fue esconder sus manos en las bolsas de su pantalón y abrirse camino con pasos pesados, un hueco en el pecho y una mente nublada que trataba de convencerlo con posibilidades desastrosas del por qué esa había sido la mejor decisión, del por qué esto era un simple sentimiento que podría superar tarde o temprano.
Olvidar aún era una opción.
