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Al día siguiente los dos se encontraron en la entrada de la escuela y fue una suerte que Garou no tocara el tema pero era notable lo callado que estaba. Antes de entrar al salón de clases, le preguntó de forma discreta si se sentía mejor y Badd tuvo que fingir una tos para disimular.

El resto del día, para su alivio, Garou no volvió a meter el tema sobre la persona que le gustaba. O al menos así fue hasta que iban de regreso a casa, estando ambos los dos solos de nuevo, lado a lado.

—¿Estás seguro que no te gusta nadie?

Badd pensó su respuesta con detenimiento, con los nervios a flor de piel y un enorme peso en su estómago, dando un suspiro de fastidio a propósito. Negó con la cabeza antes de hablar. —No estoy listo para salir con chicas.

—¿Y esa es tu única opción?

Sus pasos por poco y se detuvieron en seco, sintió su rostro palidecer, sintió que la sangre iba hacia sus pies. Era un susto terrible, intempestivo. Imposible. Podía ser que Garou supiera, sospechara, quisiera confirmar. Era su culpa. Él y su impulsividad del día anterior. Él y su torpeza al fingir y al hablar.

Badd lo volteó a ver y no supo qué clase de rostro estaba haciendo pero, cuando Garou lo vio, se corrigió con prisa.

—¡No me mires así idiota! E-estoy hablando de que, bueno, está bien no salir con chicasahorapero, ¿qué tal salir con alguien mayor?

El aire regresó a sus pulmones, Badd movió la vista hacia otro lado. —No me gustan las ancianas.

—No hablo de una gran diferencia de edad, sólo unos cuantos años... no sé, tal vez dos... o uno.

Badd se tuvo que detener antes de mirarlo de reojo, recordándose a sí mismo que Garou era casi un año mayor que él. Sería hipócrita decir que un año de diferencia era algo más que nada para él.

—Me da igual. —Dijo y no mentía en ningún sentido. En verdad esperaba tener más opciones en el futuro. Pero, por ahora... —Ya te lo dije, no me interesa nada de eso. —Insistió.

Garou lo observó en silencio, su expresión y sus movimientos. Luego asintió y dio por terminado el tema.

Por alguna razón, él parecía decepcionado.

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Garou y Kiiro comenzaron a hablar más seguido. Ella un día lo invitó a comer y eso fue todo para Badd.

De pronto fue evidente que Garou tenía un interés genuino por esta chica y, para terminar de sellar su ataúd, se volvió aún más evidente que el interés era correspondido.

Por primera vez podría decir que a Garou le gustaba alguien y el dolor era tan intenso y horripilante que Badd sintió que podría morir en ese mismo instante. Él se fue a casa lo más rápido que pudo el viernes por la tarde, evitando a Garou todo el fin de semana hasta que se veía obligado a encontrárselo de nuevo en clases.

Badd detestaba la forma en la que Garou se convertía en un pequeño gatito, un niño, alguien amable, tranquilo y casi tímido cuando estaba con Kiiro. Ella se limitaba a reírse de sus reacciones. Ellos se veían bien juntos.

Garou y Kiiro pasaron más tiempo juntos, ella le tomaba del brazo y ambos hablaban en los jardines de la escuela. Garou empezó a poner excusas para no acompañarlo a casa. Badd estaba seguro de que ellos habían comenzado a salir pero, al preguntarle a Garou, él evadía la pregunta y cambiaba de tema. Badd no podía evitar sentirse como un estúpido y odiaba no ser capaz de simplemente golpear tanto a Garou hasta dejarlo como un vegetal.

Un día en el salón alguien afirmó que Garou y Kiiro habían comenzado a salir y Garou se vio rodeado por tantos testigos que simplemente no pudo seguir negándolo. Badd volteó a verlo para examinar su reacción. Él lo observó y agachó la mirada con incomodidad, suspirando cansado y finalmente confirmando los rumores. Ellos habían comenzado a salir. Las terribles ganas de vomitar regresaron.

El profesor de la siguiente clase llegó y Badd fue incapaz de concentrarse en lo absoluto. Su cabeza daba vueltas, estaba seguro de que estaba pálido. Necesitaba irse. En cuanto la campana sonó, él salió ahí. Cuando Garou lo buscó con la mirada, él ya había desaparecido.

El regreso a casa a solas le permitió a Badd tomarse un tiempo para respirar profundo, tomar las cosas con calma y hacer el esfuerzo en convencerse de que eso estaba bien, todo iba a estar bien. Justo ahora sentía como si fuera a morir y deseaba que así fuera porque la herida era demasiado profunda pero tenía que soportar. Tenía una hermana pequeña por la cual ver, tenía un mejor amigo al que debería estar apoyando, tenía un corazón que debía seguir latiendo porque sería muy estúpido morir por algo que llevaba soportando durante años. Él era fuerte, su resistencia siempre había sido su mejor habilidad.

Badd pasó el resto de la tarde encerrado en su habitación, comenzaba a sentir como si se fuera a enfermar. No tenía fuerzas, su pecho dolía. Zenko había llegado a casa y fue el único momento en el que Badd salió para recibirla. Su rostro en verdad debió lucir terrible porque ella le pidió que se recostara y le trajo comida caliente a la cama, ella ni siquiera le recriminó por olvidar recoger su ropa sucia del suelo.

Pensar lo mucho que se había esforzado su hermana en preparar la cena fue lo que lo obligó a comer, aunque sólo un poco, no tenía nada de hambre.

Por la noche, Badd no podía conciliar el sueño, mucho menos cuando una serie de fuertes golpes comenzaron a escucharse desde su ventana. Al voltear, se encontró a Garou tratando de entrar.

El muy maldito había escalado la pared hasta el segundo piso con sus propias manos.

Con sus propias manos.

Él estaba diciendo algo que Badd no podía escuchar y consideró la idea de simplemente cerrar las cortinas y dejarlo ahí pero entonces Garou comenzó a golpear el vidrio tan fuerte que podría romperlo y asustar a Zenko.

Así que Badd lo dejó pasar y Garou de inmediato lo sujeto por sus hombros, con sus ojos muy abiertos, el contorno de su espalda y sus cabellos iluminados por la luna detrás. Él se apresuró a decir algo bastante agitado y un poco molesto pero, al mirarlo a los ojos, se deshizo por completo y el volumen de su voz bajó.

—Ey, tú... ¿Qué te pasa?

Badd apretó sus puños, sabía que de seguro sus ojos estaban rojos e hinchados. —¿Qué te pasa a ti? —Casi gruñó él en respuesta. —Viniendo a mi casa a esta hora y sin invitación.

—Tú me dejaste entrar.

—¡Estabas a punto de romper mi ventana!

Extrañamente, Garou no se rió ni se burló, su rostro lucía serio y se mantuvo firme delante de él.

—Es... es una fiebre, ¿sí? Me he estado sintiendo cansado todo el día, así que salí temprano para descansar, supongo que mañana estaré mejor o algo...

Garou lo miró en silencio con sus labios apretados. Las palabras que soltó después sonaron más suaves y lentas.

—Badd, yo... lo siento.

Badd se encontró confundido e intentó preguntar pero Garou continuó.

—Por no haberte dicho lo de Kiiro antes, sobre lo de que ella ahora es mi novia.

El cuerpo de Badd dejó de responderle. Garou siguió hablando.

—Somos amigos. Supongo que no debí ocultarte algo así, ni siquiera sé por qué lo hice.

—No... no vengas hasta aquí sólo por esta clase de cosas.

Garou trató de reír para disimular su incomodidad, se rascó la nuca. —No es nada serio, ¿sabes?

Badd sintió sus puños cerrarse con fuerza. —En realidad, no me importa. —Dijo de forma seca. El daño ya estaba hecho.

La mirada de Garou volvió a él y de nuevo pareció querer decir algo, de nuevo se detuvo. De pronto se veía indefenso, como un cachorro. —Sí, como sea, igual te lo voy a compensar.

—Puedes hacerlo largándote de mi casa.

Garou soltó una risa, como si fuera un chiste, con su cuerpo aún tenso. Después fue y se recostó sobre su futón. —¿De qué hablas? Si ya es hora de dormir.

El enojo era intenso pero no tenía la fuerza mental para lidiar con eso. Sintiendo que no tenía más opción, Badd se dirigió a su armario y sacó el futón extra, el mismo que usaba Garou cada que se quedaba a dormir. Badd le pidió de mala gana y con mala cara que se fuera ahí pero Garou fingió no escucharlo. Badd intentó mover su cuerpo pero entonces él lo tomó de los brazos y lo hizo recostarse a su lado.

—¡Lárgate al maldito futón extra o te mato!

—Cierra la boca, el tuyo es más cómodo.

Badd le dio una patada que Garou pudo bloquear. Harto de la situación, Badd finalmente decidió que tampoco tenía tiempo para eso y se aventó sobre el otro futón. Deslizándolo a una distancia amplia lejos de Garou.

A pesar de estar recostados, ninguno dormía. Badd intentaba obligarse a dormir sin conseguirlo, Garou permanecía quieto mirando hacia el techo.

—¿...odias a Kiiro?

La pregunta hizo que Badd tuviera un escalofrío. —¿Qué carajos con eso?

Garou estaba muy pensativo, su voz lo delataba. —Ella es como... me recuerda a mi madre, sólo que un poco... ya sabes, ¿amable? Mgh, no lo sé... —Susurró.

Eso definitivamente consiguió hacer que Badd volteara a verlo perplejo. —En serio, ¿qué mierda?

Garou tenía el ceño fruncido, con sus manos sobre su estómago, todavía mirando al techo. —Te juro que si le dices esto a alguien, te mato.

Badd rodó los ojos y se volvió a recostar buscando dormir. —Lo que sea, es tu problema.

—Sí, pero, ¿es raro? ¿Tú crees que soy alguien raro? Me acabo de dar cuenta de esta mierda y ahora no puedo dormir.

Badd no era nadie para juzgar a alguien de "raro", él mismo también lo era.

En todo caso, si Garou también fuera "raro" pero en otro sentido, las cosas serian mucho más fáciles.

Ambos guardaron silencio. De repente Garou se levantó y arrastró su futón para acercarse a Badd. Él escuchó el ruido pero no notó lo cerca que estaban hasta que sintió la espalda de Garou chocar contra él. Ambas encorvadas, ambos tocándose.

—Hace frío... —Dijo Garou en un susurro.

Badd no estuvo de acuerdo, él sentía que la temperatura en la habitación había aumentado de súbito. Sus manos sudaban, su respiración le parecía demasiado ruidosa y su corazón herido latía con fuerza, temor, dolor y, sobre todo, amor.

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Al día siguiente a la hora del receso, Garou no comió con él, sino que se fue directamente con Kiiro y en la salida ella lo tomó del brazo y lo arrastró de camino a casa. Ahora que ellos eran novios, Badd sabía que debía conformarse con eso. Garou no tenía la culpa de no poder corresponderle, Badd no tenía la culpa de haberse enamorado de alguien que no podía corresponderle. Así eran las cosas. Así serían para siempre.

Quizás ellos no eran muy cariñosos, pero los comentarios sobre la buena pareja que hacían seguían doliendo. Y Badd todo lo que podía hacer era fingir una sonrisa burlesca, alzarse de hombros y sentir el familiar sabor amargo de la mentira al asegurar que no sólo no le importaba, sino que le alegraba que su mejor amigo finalmente hubiera tomado la iniciativa de conseguirse una novia, que era un alivio no tener que verlo, escucharlo y hablar con él todos los días como antes.

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Kiiro era alguien agradable, elogió sus logros en el béisbol y su resistencia física. Muchas veces ella los acompañó durante el almuerzo. Compartieron algunos chistes entre sí y se saludaban al encontrarse por los pasillos. Al cabo de los meses y el comienzo del tercer año, Badd más o menos había conseguido acostumbrarse, incluso podía decir que era feliz de verlos felices.

Badd sabía que no debía sentirse aliviado al recordar lo que Garou mencionó antes sobre ella. Sobre que no era que a Garou realmente le gustase ella, sino que sólo se sentía cómodo teniéndola de novia porque era amable y bonita. Alguien que llenaba el vacío de una familia conflictiva, de una madre que lo repudiaba. Nada más. Garou no la amaba de verdad y eso era todo lo que importaba.

Con esto en mente, Badd fue capaz de sobrevivir lo que restaba de preparatoria.

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Como era de esperarse en una familia rota, Garou fue echado de casa a los dieciocho y sus padres no quisieron saber nada de él. Garou no quiso decir la verdadera razón por la que lo echaron, pero básicamente se resumía con que lo consideraban un inútil y un problemático que sólo quería llamar la atención. Además, ya era mayor de edad.

Como era de esperarse, sin más remedio, Badd lo acogió en su casa.

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Ambos se graduaron y Garou al poco tiempo consiguió un trabajo, Badd también se dedicó a trabajar porque ninguno de los dos podía costearse ir a la universidad.

Los dos vivían juntos. Compartían cuarto porque la casa era pequeña y Zenko necesitaba su propio espacio.

Badd trabajaba en seguridad privada con un sueldo bastante remunerado que le permitió inscribir a Zenko en mejores colegios y, juntado todos sus ahorros obtenidos con sangre y sudor, comprarle su propio piano.

En cambio, Garou trabajó como cargador de mudanzas a medio tiempo y luego a tiempo completo.

Ambos decidieron compartir sus finanzas para mantenerse vivos.

A Garou no podría importarle menos que la mayor parte de las ganancias de Badd se destinaran a la educación de Zenko, de hecho, lo alentó a hacerlo y esto sólo consiguió profundizar más su lazo de amistad, así como desgarrar un poco más la sensación del dolor de un amor no correspondido en Badd, en sentirse conmovido y agradecido.

Estar tanto tiempo juntos era un recuerdo sempiterno de lo mucho que amaba a Garou, lo doloroso que era estar consciente de eso, lo mucho que se despreciaba a sí mismo. Sobre todo cuando Garou pasaba sus fines de semana enteros con Kiiro y, aunque siempre llegaba con una boba sonrisa en el rostro, rara vez hablaba de su relación. Badd nunca preguntaba y, aunque Zenko siempre quería conocerla, Garou siempre daba excusas para no traerla a casa.

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Garou se encargaba de la limpieza y Badd de cocinar, ambos de mala gana porque odiaban las tareas domésticas. A veces discutían sobre el programa de televisión que verían durante la cena o por quién apagaría la luz antes de dormir, pero últimamente era más por diversión que por un verdadero conflicto.

—A veces siento que somos una pareja de casados.

Badd negó con la cabeza e intentó golpearlo al escucharlo. Garou seguía encontrándolo divertido.

Aunque, había veces donde Badd contemplaba el silencio cómodo entre ambos mientras recogían los platos después de comer, cuando hacían la lista de compras y se turnaban para sacar la basura. Era un hogar junto a él y, sólo por ese momento, sólo ahí, Badd no sólo no podía evitar pensar lo mismo, sino que también quería imaginar que eso era algo que podría durar para siempre.

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Había otros días nublosos y grises, cuando Zenko estaba en la escuela y Badd llegaba a casa antes que Garou. La casa se sentía muy sola. Badd solía tomarse un tiempo para mirar por su pequeño balcón y reflexionar sobre sus emociones. Deseando simplemente poderlas arrancar de sí y ser feliz de una maldita vez por todas. Había veces donde se sentía miserable, perdido y acorralado; atrapado en un ciclo vicioso de eterno sufrimiento.

Había veces donde sólo quería escapar. No de la ciudad, sino del país. Comenzar de nuevo. Irse lo más lejos posible de Garou.

Había veces en las que Garou llegaba a casa y lo sorprendía por detrás, riendo con burla y hablando de los idiotas que tenía por compañeros de trabajo.

Había veces donde Garou parecía notar la tristeza en los ojos de Badd y, en lugar de bromear, se callaba. Justo como en esa ocasión.

—¿Qué? —Preguntó Badd luego de sentirse observado por un largo rato.

Garou lo vio de nuevo y su sonrisa se volvió tenue, casi como con lástima. —Estoy seguro de que cada que pones esa mirada, es porque estás pensando en alguien. —Él bajó su rostro y suspiró. —¿Estás preocupado por Zenko otra vez?

Badd negó, luego se contradijo. —Ah... sí, sí, es que... bueno, no sé cómo le esté yendo en la escuela.

La tristeza mal disimulada en los ojos de Garou no desapareció, sino que se intensificó. —Mentiroso. —Dijo él. —Estás pensando en alguien más.

Los ojos de Badd se abrieron con lentitud, más confundido que nada.

Garou resopló. — En ella, la chica que te rechazó.

Badd no entendió y quiso replicar.

Pero él lo detuvo. —Miras a la nada luciendo como un saco de basura triste, es patético de ver. —Garou miró al frente y exhaló con pesadez. —Y justo comenzaste a hacer eso desde el día de la graduación. La verdad es que nunca imaginé que después de todo este tiempo seguirías tan dolido.

Las palabras abandonaron a Badd y lo dejaron a su suerte. No había respuesta a eso, ¿cómo podría haberla? ¿Qué clase de excusa podría inventarse cuando Garou no hacía más que mirarlo de esa forma, tan melancólica y penetrante?

Garou trató de sonreír sin mucho afán. —Supongo que así son las cosas cuando no eres correspondido, ¿eh?

Badd bajó su mirada, alzándose de hombros y siguiéndole la corriente. Necesitaba atarse a cualquier mentira que pudiera proteger su secreto. —Los sentimientos no son algo que simplemente pueda hacer pedazos ¿sabes?

—Lo sé.

Badd rodó los ojos, chistó la lengua y resopló con cansancio, volviendo a entrar a la casa. —Claro, como si tú supieras lo que es amar y no ser correspondido.

Garou se quedó en el balcón sin responder.