Por más que lo intentaba, Garou no respondía sus mensajes y sus llamadas eran directamente enviadas a buzón de voz. Badd seguía negándose a creer que Garou hubiera bloqueado su número.

Sintiendo la desesperación de que algo grave le pudiera haber pasado, decidió ir con la única persona en la que Garou pondría su confianza, el único ser que lo apreciaba como si fuera un hijo y lo había apoyado en su entrenamiento durante todos esos años: el viejo Bang.

Badd nunca había sido cercano a él y sólo habían hablado en contadas ocasiones con no más de dos frases compartidas. El tema siempre era de Garou y esta vez no sería diferente. Bang lo dejó pasar a su casa y le dio un poco de té para beber. A pesar de su semblante sereno, era notable que también se encontraba preocupado.

—Garou siempre ha sido alguien impredecible, pero esto fue muy apresurado incluso para él. —Le explicó Bang.

Badd se negaba a creerlo, su bebida incluso había perdido el sabor. —¿...una residencia? ¿En dónde?

—No estoy seguro, aunque me pidió las direcciones de dojos y centros de entrenamiento de conocidos míos. Nunca me imaginé que estaba buscando irse de la ciudad sin avisar.

Bang siempre había sido alguien amable, un anciano que genuinamente se preocupaba por sus alumnos, especialmente por Garou, a quien consideraba abiertamente no sólo como su mejor estudiante, sino también al que más cariño le guardaba. Si él confiaba en que Garou estaría bien, entonces Badd no tenía más remedio que creer en eso.

Aunque, por alguna extraña razón, Badd tenía la sensación de que él estaba evitando darle información de su paradero a propósito.

—No sé el motivo por el que Garou tenía tanta prisa por alejarse de aquí, pero me preocupa que se haya metido en serios problemas. Nunca lo había visto tan desesperado por algo, es casi como si estuviera huyendo, ¿tienes alguna idea?

Badd lo pensó un instante y luego negó con la cabeza. Él no podía pensar en nada coherente. Había veces que Garou era difícil de leer.

Aunque la visita con el viejo Bang le ayudó a mantenerse tranquilo y confirmar que Garou había desparecido por cuenta propia, eso no disminuyó su malestar en lo más mínimo.

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Él nunca había estado muerto, pero estaba seguro que su apariencia no estaba lejos de eso. Era esa clase de tristeza en la que el lamento no era en lágrimas gruesas y quejidos roncos ahogados, sino más bien un amplio nudo en su garganta que apenas le permitía respirar como era debido, la vista nublosa por ojos humedecidos en los momentos más silenciosos y solitarios, la penumbra en su pecho que si bien no estaba vacío, porque las trizas de su corazón no eran menos que nada, se sentía tan hueco como un oscuro, profundo y amplio pozo.

La casa de pronto se sentía muy solitaria. Las sombras de lo que alguna vez fue la presencia Garou lo seguían a todos lados. A veces creía escuchar su voz, a veces creía que en cualquier momento él cruzaría por la puerta de su habitación y se lanzaría a sus brazos de nuevo. Nada de eso pasó.

Las miradas de lástima que sus compañeros le lanzaban eran fáciles de olvidar, lo que se estaba volviendo una tarea sumamente difícil era esconder su estado de Zenko, su querida, notablemente angustiada e increíblemente preocupada hermana menor.

Lily trató de darle palabras de ánimo sin saber realmente el contexto de lo que estaba ocurriendo, salieron a beber en más de una ocasión y al llegar a casa, Zenko comenzó a pasar más tiempo junto a él. Era curioso que ella fuera la que comenzara a prepararle sus comidas favoritas y dormir junto a él para no dejarlo solo. Ella era verdaderamente una chica muy dulce y considerada, la pequeña calidez que al menos lo ayudaba a fingir una fiebre y disimular el entumecimiento de su ser.

¿Cómo se curaba ese dolor? Badd no sabía si así era como se sentía ser desechado de la noche a la mañana.

Zenko era muy lista, ella no hacía preguntas. Sólo observaba en silencio y le sonreía con amabilidad, tratando de ser paciente cuando sus pasos eran más lentos de lo normal o su cabeza se distraía tan seguido que comenzaba a olvidar las cosas simples como las llaves o tomar una ducha, cuando su apetito era nulo y debía forzarse a comer, cuando las ganar de dormir eran escasas y la taza del té relajante se había enfriado sin siquiera haberlo probado.

Al encontrarse incapaz de asimilar esa clase de tristeza, Badd comenzó a dejar que la rabia fluyera en sus venas porque sólo así fue capaz de ponerse de pie y por fin salir de la cama con la frente en alto. Abrió las cortinas, recogió la ropa sucia de su habitación y se dio un buen baño con agua fría. Puso toda su concentración y convirtió todo su dolor y lamento en la agresividad que requería su trabajo y entonces, una vez que las miradas extrañadas, con miedo y preocupación, fueron ignoradas, él fue capaz de darse a notar.

En menos de cuatro meses consiguió ser promovido, luego recomendado a una nueva modalidad como seguridad privada donde las cosas se volvieron menos extenuantes y más exigentes. Él ahora se encargaba de acompañar a magnates de negocios y destacables empresarios en sus estadías temporales y sumamente privadas. Su tenacidad para actuar rápido y someter a sospechosos al instante lo hizo codiciado, lo que le ayudó a permitirse muchas cosas más.

Badd hacía lo mejor que podía para dejar de pensar en Garou y nunca lo conseguía, a veces pensaba mucho en él, a veces el pensamiento era más tenue, como el de un fantasma que lo seguía. Era como si Garou en verdad se hubiera vuelto indestructible, al menos en su mente. Garou había desaparecido de ahí, pero Badd no podía hacerlo desaparecer en él. Un tormento más tortuoso y nublado. Insatisfecho, insaciable, incesante; lleno de un sinfín de malestares efímeros.

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Badd no se llevaba bien con sus compañeros del trabajo, eran muy ruidosos y prepotentes; sin embargo, la paga no estaba nada mal así que en la mayoría del tiempo todo le daba igual.

El aumento del sueldo fue un golpe de suerte luego de que los ingresos se vieran disminuidos con la desaparición de Garou. Al menos Badd pudo permitirse darle a Zenko la oportunidad de tomar clases privadas de diversos temas y pasatiempos. Cuando ella finalmente se graduó de la secundaria y las opciones de diversas preparatorias se pusieron a sus pies, la idea de irse lejos de esa ciudad volvió a su cabeza con una emoción reconfortante, muy palpable en él.

Esa idea poco a poco se convertía en un deseo.

Al final, Zenko optó por una preparatoria con bastante prestigio y un buen club de música en esa misma ciudad y, en esa misma primavera, Badd comenzó a rentar un departamento bastante elegante para su hermana, él y su gata Tama.

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Al séptimo mes de la desaparición de Garou, Badd recibió una llamada en plena madrugada. Era de un número desconocido.

Badd nunca mantenía su celular en silencio en caso de que Zenko necesitara comunicarse por cualquier cosa, pero eso no significaba que tuviera ánimos de interrumpir su sueño sólo para responder.

Badd decidió bajar el volumen e ignorar la llamada. Si era urgente, volverían a marcar.

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En la siguiente semana ocurrió lo mismo, esta vez al menos fue antes de la media noche. Badd estaba a punto de conciliar el sueño cuando la llamada entró. Somnoliento y demasiado cansado para siquiera sentarse, respondió.

No hubo respuesta, sólo un ruido blanco.

Badd se cansó de esperar y colgó.

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Había pasado alrededor de un año desde la desaparición de Garou y las cosas parecían tener un poco más de color. Poco a poco, los días comenzaron a tener sentido.

Aunque había veces donde Badd se mantenía despierto hasta largas horas de la noche pensando en Garou, a veces odiándolo, a veces extrañándolo; deseando encontrar por fin una forma de desaparecer el hueco pesado, ese agujero negro, en su pecho. Fue en una de esas noches donde él recibió una nueva llamada del mismo número desconocido.

Esta vez sí hubo respuesta, o más bien sonido. Era una voz agitada, muy nerviosa. La notable inquietud captó la curiosidad de Badd y lo hizo sentarse sobre el futón para escuchar mejor. —¿...Hola? —Preguntó de forma cautelosa, podría ser algo grave después de todo.

La voz del otro lado se calmó de inmediato en cuanto lo escuchó, como si estuviera conteniendo su respiración.

Badd juró que sentía una extraña tensión en medio de la línea. La persona del otro lado no respondía.

A su mente llegó un pensamiento intrusivo y no pudo evitar considerarlo como posible y enredarlo entre sus acciones. Después de todo, sólo había una persona que acostumbraba a buscarlo hasta altas horas de la noche.

—¿...Garou? —Preguntó él.

La llamada se cortó al instante.

Badd miró el número de su celular lleno de confusión, tratando de asimilar lo que acababa de pasar. Aunque al final decidiera restarle importancia y volver a dormir, no pudo evitar mantenerse despierto un largo rato más pensando en eso con más seriedad de la que le gustaría.

Dos días después, con la mente más calmada y el corazón más acelerado. Badd llamó al número desconocido y la llamada fue enviada a buzón de inmediato.

Habían bloqueado su número.

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En su tercer semestre de preparatoria, Zenko se hizo novia de un chico de su mismo grado. Badd lo odiaba a muerte pero aprendió a soportarlo únicamente porque el tipo parecía ser una buena persona y siempre trataba a su hermana con respeto en su presencia.

La sensación de ver a su hermana feliz cuando estaba con ese chico lo colmaba de una extraña mezcla de alegría y desagrado. Nadie era suficiente para su hermosa, adorada, querida, dulce e inteligente hermana menor; pero ella le había advertido no entrometerse demasiado en su vida y Badd tuvo que aceptarlo de mala gana, con mala cara y a duras penas con un poco de amabilidad.

Si había algo que tampoco le gustaba, era lo que esto le estaba haciendo a él. De pronto se preguntaba si él hubiera conseguido salir con Garou desde que estaban en secundaria si él hubiese sido una chica; si ambos hubieran permanecido juntos de ahí en adelante.

Deberían haber podido. Los dos eran tercos e idiotas; Badd no hubiera sido una mujer muy bonita como Kiiro, pero al menos él no lo hubiera dejado botado para irse a otro país.

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Zenko y el chico terminaron después de dos meses, algo predecible para ser su primera relación. A pesar de que fue ella quien decidió terminar, las lágrimas brotaron de sus ojos en cuanto llegó a casa y sus pestañas permanecieron húmedas el resto de la tarde hasta el anochecer. Badd la abrazó todo el tiempo, acariciando su cabello y su espalda; luego besó su frente y se acurrucó con ella en el sofá, esperando que el pastel de chocolate que le compró y su película favorita en la televisión le sirvieran de consuelo.

Un poco más calmada, aún limpiándose los restos de su tristeza, Zenko le preguntó si un corazón roto era capaz de sanar.

Badd sabía que lo que ella tenía no era un corazón roto, él ni siquiera sabía si lo que él mismo tenía era un corazón roto. Pero a su mente llegaron todas las clases de heridas por las que tuvo que pasar a lado de Garou, tanto las que dejaron cicatriz como las que seguían sangrando.

¿Cuántas veces Garou golpeó su corazón? ¿Cuántas veces lo había estrujado, pisoteado y retachado contra la pared?

Estaba cuando intentó irse lejos, cuando robó su botón dorado, cuando comenzó a salir con Kiiro, cuando lo besó por primera vez y luego lo olvidó por completo, cuando decidió irse lejos sin despedirse.

Badd se tomó un buen tiempo pensando en sí mismo, recordando su malestar, sus miedos e inquietudes a lo largo de los años; lo mucho que tuvo y que ha soportado. Después le respondió que sí, que un corazón roto podía salir adelante incluso si no parecía ser capaz de sanar pronto.

Esa respuesta fue suficiente para reconfortar a Zenko y, en un diferente nivel, también a sí mismo.

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Cerca del segundo año transcurrido, Badd tuvo un sueño.

Era sobre él recibiendo una llamada de Garou con la noticia de que volvería, de que tenían que reunirse en el puente que siempre cruzaban de regreso a casa después de la escuela. Al encontrarse, lo primero que hizo Garou fue confesarle que siempre lo había amado. Pero para ese momento, Badd ya había tomado la decisión de irse de la ciudad.

Entonces Garou insistió y logró convencerlo de darse una oportunidad. Garou no podía seguirlo pero podía esperar, llamarlo todos los días por las noches y hacer una promesa de vivir juntos una vez que regresara.

Y fue justo lo que hicieron. Garou lo visitaba los fines de semana sin falta, llamaba todos los días a todas horas hasta niveles que se comparaban al de un acosador. Aparecía de sorpresa en su casa y enviaba miles de fotos sin sentido, sólo porque estaba aburrido sin él y lo extrañaba demasiado.

Después de dos años a larga distancia, Garou finalmente decidió mudarse y vivir junto a él. Lo besó en una noche bajo las estrellas y lo estrechó entre sus brazos por un largo rato. Rentaron un pequeño departamento juntos, hicieron el amor hasta que se cansaron, rieron y pelearon por cualquier cosa, se desvelaron hablando de tonterías y luego se levantaron muy tarde en la mañana.

Zenko se enteró de que ellos habían estado saliendo de forma romántica y se sorprendió, mas no los juzgó. Fue de esperarse, ella era una buena chica.

En ese sueño, Badd no se sentía tan enfermo de sus sentimientos. Garou se enamoraba de él. Nadie los miraba con asco. Nadie sufría en el proceso.

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El tiempo pasó más rápido de lo esperado, afortunadamente. Las fotografías de Garou permanecieron en su cajón de noche guardadas con recelo, luego se dio cuenta que mantenerlas sólo lo hacía sentir peor porque volvía más difícil la tarea de tratar de borrar su imagen de su mente. Así que, en una mañana mientras sacaba la basura, Badd las rompió y tiró todas. Ya era momento de que se concentrara en lo que en verdad importaba en lugar de seguirse lamentando por las cosas que no regresarían. Incluso si Garou regresaba, las cosas no podrían ser nunca igual que antes.

Ahora Badd tenía 25 años, un trabajo decente y una hermana a punto de entrar a la universidad.

Habían pasado 3 años completos sin tener ninguna noticia de Garou.