A petición del público he llegado con la sensual actualización (?). Bueno, ya que andaba encarrilada pues aproveché para poner mi granito de arena con la historia y subir algo. Espero sea de su agrado. Quiero agradecer a mis dos comentaristas por darme su visto bueno sobre la historia. Y bueno, Guest, aquí tienes más de esta historia. Sin más, lindo domingo y nos estaremos leyendo.


Preamble


No quería seguir escuchando el molesto tono de su alarma, pero tampoco deseaba levantarse de su cama cuando todavía no salía el sol en el horizonte.

Dos golpes en la puerta bastaron para espantar su pereza. Se vistió y arregló. Desayunó rápidamente y se encaminó hacia Seidō. Ese día se enfrentarían a la Academia Sensen y tenía que hacer algunas tareas previas con las mánager antes de dirigirse al estadio.

Al llegar se vio inmiscuida en la aburrida tarea de picar un mar de ingredientes. Mas eso era preferible a luchar con aquel arroz pegajoso para que adquiriera una primorosa forma triangular.

«¿A qué hora llegaron para tener todo listo antes de que nos reuniríamos para elaborar los aperitivos?», pensaba Sora mirando a la chica de tercero y las otras dos que compartían su grado.

—¿Ya está listo el camarón? —interrogó Sachiko desde el área de las mesas del comedor.

—Ya casi queda —respondía Yui.

—Están quedando de buen ver. Estoy segura de que a los chicos les encantarán —comentaba alegremente Takako.

—¿Serán suficientes? —Natsukawa se acercó con un tazón lleno de camarones trozados.

—Quizás deberíamos preparar un poco más, ¿no lo crees, Yūki-kun?

La pregunta tan directa de Umemoto provocó que Sora dejara de picar y la mirara por encima de su hombro.

—Y-yo creo que unos cuantos más no vendrían mal...

—Umemoto, no la presiones — señaló Fujiwara como un suave llamado de atención.

—Perdón.

Sora se volvió hacia su labor. No era buena con las tareas de la cocina por lo que estaba siendo lenta a la hora de picar. Y eso quisiera o no le provocaba estrés; sobre todo porque sabía que no tenía tiempo de sobra.

—Desearía no estar haciendo esto. Sin embargo, es mucho mejor que preparar las bolas de arroz —murmuró.

—Ya te había dicho que ella no es de la clase de chicas que habla demasiado —murmuraba Takako para la se segundo año—. Es tan reservada como Tetsu-kun.

—Quizá... Sin embargo, veo que con los chicos no es igual. Aparte de los de tercero también veo que interactúa bastante con Miyuki-kun y Kuramochi-kun —mencionaba Natsukawa.

—Es admirable que pueda dirigirse hacia los chicos tan sueltamente. Yo estaría aterrada...—Haruno todavía se sentía intimidada por la mayoría de los miembros de Seidō.

—He crecido rodeada de chicos. Para mí es normal interactuar con ellos, aunque sean mayores que yo.

Las jóvenes se sobresaltaron y se vieron nerviosamente. O habían hablado muy fuerte o ella tenía buen oído.

—L-lo siento...—Se disculpaba Sachiko por todas.

—Descuida. Es normal escuchar esta clase de comentarios. —Se giró hacia ellas con un tazón lleno de surimi—. ¿Necesitan que pique otro ingrediente?

—No. Con eso es suficiente —hablaba Takako—. Más bien necesitamos abastecernos de algunas cosas. Calculamos mal.

—Puedo ir a comprar. Solamente díganme qué necesitan.

Recurrió al supermercado que visitaba con su madre para hacer la despensa. Aparte de estar cerca de la escuela siempre estaba bien surtido y sus precios eran asequibles.

Compró frascos de mayonesa y varias latas de atún. Y gracias al calor que hacía aprovechó para comprar un jugo de manzana.

Sus pasos eran rápidos y llevaba buen tiempo. Y hubiera continuado así si no hubiera atendido al ladrido de su izquierda.

—Un perro esponjoso como algodón...

Nunca había visto un perro como ese: tan blanco, tan peludo y con una notable sonrisa que invitaba a cualquiera a saludarlo.

—Sólo serán unos segundos. No demoraré mucho.

Acariciarlo era su punzante deseo. Mas tenía que contenerse. No podía ir agarrando mascotas ajenas. Una foto sería suficiente.

—Eres tan adorable.

—Nun siempre sabe cómo conquistar los corazones de las personas que lo conocen.

Sora casi suelta su teléfono móvil cuando conectó con esos ojos color miel.

—Una disculpa. No quise ser grosera. —Guardó su celular, ofreciendo una rápida reverencia.

—Descuida. A Nun le gusta la atención —explicó el hombre—. Y si te está mirando así es porque quiere que lo acaricies.

Sus ojos relucieron, se llenaron de la luz propia de quien al fin tiene a su alcance lo que ha añorado por mucho tiempo.

Si las nubes pudieran ser tocadas seguramente se sentirían como el pelaje de aquel encantador perro que pagó sus caricias con húmedos lengüetazos.

—Podría acariciarte todo el día... ¡Espera! Siento que estoy olvidando algo muy importante.

Miró las bolsas de plástico y entró en pánico. ¿Qué tan atrasada iba?

—Tengo que irme. ¡Gracias por dejarme acariciar a Nun! —exclamaba recogiendo las compras, rogando para que esos ingredientes aún fueran necesarios—. Van a asesinarme.

—¡Cuando quieras puedes venir a jugar con Nun!

La amable invitación de aquel hombre fue como un regalo adelantado de Navidad.

—¡Gracias!

Pudo haberse quedado sin aliento y sintiendo el desagradable sudor sobre su frente, pero llegó en tiempo récord.

Las mánager no quisieron preguntar el porqué de su demora. Optaron mejor por terminar las bolas de arroz faltantes.

«Todo esto pasó por distraerme con ese suave perrito... Aunque no tengo arrepentimiento alguno», recapacitaba Sora alegremente.

Sus pensamientos estaban resguardados dentro de su cabeza. Sin embargo, su sentir quedó expuesto.

—¡Está sonriendo! —exclamaron estupefactas las cuatro chicas.

—Empezaré a llevar las cosas para subirlas al autobús —propuso Sora.

Seguían asombradas.

—Quizás recibió una buena noticia. —Infería Haruno.

—O tal vez era un mensaje de su novio —señalaba Yui.

—Tal vez jamás lo sepamos. —Sachiko sabía que los hermanos Yūki eran todo un misterio—. Tocará imaginárnoslo.

El segundo partido de las semifinales comenzó, causando curiosidad e intriga entre los espectadores. La Preparatoria Sakurazawa, con dos décadas sin saborear la victoria, había trabajado arduamente para llegar hasta las semifinales; en aquel escenario que resultaba inverosímil para muchos, se encontraría con el contendiente más temible y aplastante de todos: la Escuela Vocacional Inashiro.

Pese a la impresionante nudillera de Akira Nagao, los feroces y fulminantes lanzamientos comandados por Narumiya Mei mermaron la moral y espíritu de sus contrincantes que solamente veían cómo todos sus esfuerzos por anotar, por mantenerse en el torneo de verano, se desvanecían, convirtiéndose en una ilusión de verano.

Después de cinco entradas con el marcador 11 a 0, Inashiro avanzó a la final. El siguiente partido determinaría quién se convertirá en el representante del Oeste de Tokio.

—Entonces… ¿Qué piensa el único hombre que consiguió dos bases de Narumiya el año pasado? —preguntaba Ryōsuke modificando el ambiente, centrando la atención de todos en su capitán.

—Contamos con un primer y segundo bateador que pueden alterar al oponente. Tenemos bateadores que pueden adaptarse a la situación. Y, lo más importante, todos saben abanicar con confianza. En este momento, podemos acabar con Narumiya. ¡Juguemos nuestro béisbol hasta el final!

—¡Sí!

—¡Es increíble! ¡El ambiente cambió en un instante! —Haruno estaba asombrada por el cambio anímico de los chicos.

—¡Ese es nuestro capitán!

—¡Demos todo para apoyarlos! —establecía Yui con motivación de sobra.

«Mi hermano siempre ha sabido cómo motivar a quienes lo rodean. Ya sea a través de sus acciones y palabras. Y en este instante lo que todos necesitan es motivación y confianza… Y ninguno de ellos está dispuesto a perder contra aquel muro», razonaba viendo a cada uno de esos chicos tan centrados que se olvidaban de la hora que era.

—¡Miren! La banda de música lo hizo para nosotros.

—¡Vaya, mil grullas! —espetaba Isashiki, admirando el colorido obsequio—. Es mucho trabajo.

—Bueno, nos vamos por hoy.

—Oigan, chicas. —Les habló Jun—. Contamos con ustedes durante estos dos días. Nosotros nos esforzaremos como si se nos fuera la vida en ello.

Sora escuchó las quejas de Isashiki, las palabras de su hermano y las carcajadas de las gerentes, y sonrió.

—Te acompañaré a casa y volveré con los chicos para seguir entrenando —expresó para su hermana que todavía permanecía en el comedor.

—Tetsu, —enunció, palmeando el hombro de su hermano mayor— necesitas prepararte y enfocarte para el juego contra Inashiro. No te preocupes por mí... Es mi única forma de ayudarte.

Él acarició su cabeza como lo venía haciendo desde años atrás cuando ella era pequeña y realizaba una buena acción.

—Hermano, para. Es vergonzoso. —Sujetó su mano entre la suya, parando su acción. Él sonrió y ella refunfuñó—. Tramposo.

La mañana rebosaba con la entrega del equipo y los gritos entusiastas de quienes vinieron a apoyarlos previo a su encuentro. Los chicos se esforzaban por mejorar, por aumentar las posibilidades para acercarse a la victoria contra aquel enemigo que había frustrado sus sueños de ir a las nacionales el año anterior.

Sin embargo, había otro causante de murmullos entre jugadores y fanáticos. La presencia de aquel ex jugador de Seidō que había llegado sonriente con un montón de cajas.

—¿Pueden ayudarme con esto? —preguntó Azuma al grupo de cinco chicas que le seguían los pasos.

—¡S-sí!

—¿Aún hay más?

—¡Claro! ¿Quién se creen que soy? —Las miró con una sonrisa engreída, eufórica—. ¡Hay mucho más en el auto! Es un regalo para ellos. —Parpadearon con asombro y él continuó: — ¡No es nada si así pueden sacar fuerzas!

—¡Azuma-senpai! —Isashiki no podía ocultar su sorpresa y alegría de ver a su antiguo compañero de equipo.

No solamente él se aproximó hasta el alto y robusto muchacho. El resto de los de tercero repitieron la acción. Incluso el público estaba conmocionado al ver a un profesional dentro del campo de entrenamiento de Seidō.

—Azuma-senpai, ¿te hiciste más grande? ¿Cómo engordaste tanto después de hacerte profesional?

—¡Cállate! Es por el estrés de no jugar.

«Únicamente Jun-san tendría el valor para decirle esas cosas mientras juega con su barriga», pensó Sora divertida mientras el resto de chicas no asimilaban la escena.

—¿De qué te estás riendo?

No fue la pregunta la que la hizo apretar la caja que sostenía, sino la persona que llegó hasta ella sin que la escuchara.

—En primer lugar, no me estoy riendo. Segundo, ¿de dónde saliste Kuramochi-kun?

—Vi la conmoción y quise saber qué estaba pasando.

—Pues se trata de Azuma-san. —Seguía viendo la escena de los de tercer año con el ex cuarto bateador—. Tal parece que está en el segundo equipo por su sobrepeso.

—Seguramente el entrenador le dijo que tenía que bajar de peso.

—¿Cómo van las cosas con Sawamura-kun?

Yōichi se pasmó por unos segundos. No entendía el cambio repentino de tema.

—¿Por qué me preguntas por él?

—Porque comparten el mismo dormitorio. En general pasan mucho tiempo juntos.

—Supongo que bien. Como siempre —contestó, atendiendo al semblante de la chica en busca de algún cambio en sus expresiones—. ¿Será que te gustan menores e idiotas?

—Jamás me he interesado por alguien menor que yo. Y en general los chicos son idiotas; la edad no está ligada a ello. —Lo miró de soslayo, sonriendo tan vagamente que él no lo notó—. Lo único que los diferencia es su grado de idiotez, Kuramochi-kun.

¿Lo estaba insultando pasivamente?

—¡Ey! ¿Qué me quisiste decir con eso?

—Ya vete a practicar.

—¡No me cambies el tema!

Llegó tarde para ver los lanzamientos de Sawamura contra Kiyokuni. Mas logró ser alcanzada por esa escena que le resultaba tan añorante. Había pasado tanto tiempo desde que fue testigo del fuego de la persistencia y la pasión encendiéndose tan armoniosamente en los corazones de tantas personas. Y algo tan abrumador la envolvió y la obligó a permanecer de pie, incapacitándola para apartar los ojos de quienes no dejaban de demostrarle día a día lo entregados que eran al equipo, a ese deporte que tanto amaban.

Entonces las palabras de su hermano mayor adquirieron peso y veracidad.

—Es imposible apartar tus ojos de ellos una vez que entran al diamante a jugar.

—¿Takashima-san? —Se sobresaltó. Su ensimismamiento la desconectó de quienes no formaban parte de la práctica—. Lo siento. No noté cuándo llegó.

—Me disculpo por asustarte. —Pasó de ella a los dos muchachos que admiraban el entrenamiento con asombro por razones diferentes a Sora—. No pueden creer lo que dijo Azuma-kun, ¿verdad?

—Mi hermano me contó un poco al respecto.

—Ustedes únicamente los han visto en tercer año, así que es lógico que no le crean. Mas lo que dijo es cierto —expresó con una cálida sonrisa—. «El año sin esperanzas». Así nos llamaban los demás cuando se unieron al equipo.

Sus confiables compañeros iniciaron desde abajo, con torpeza, pero con ímpetu y persistencia. Jamás dejaron de luchar, de soñar y de apoyarse mutuamente. Y ahora eran la inspiración para quienes llegaron al equipo con el mismo anhelo con el que lo hicieron ellos la primavera de hace dos años atrás.

—Yūki-kun bateó un jonrón en un partido de práctica y todos se alegraron tanto como si lo hubieran hecho ellos mismos —contaba Rei para esos dos curiosos lanzadores de primer año—. Pueden trabajar duro porque reconocen a sus compañeros. En esta generación se juntaron todos esos jugadores con un gran corazón

«Has crecido tanto desde aquel día, hermano», pensaba Sora.

Con la caída de la noche se vino el pulimiento de los detalles finales para el esperado juego de mañana. Y aunque muchos habían decidido despejarse para no saturarse y estar mentalmente preparados para el gran reto, otros más no podían con las ansias que cargaban su cuerpo de emoción.

—Me quedaré esta noche en los dormitorios. Deberías volver a casa. —Era la petición de Tetsuya para su hermana menor.

—Aunque vivas cerca es peligroso que una chica ande sola en la noche —mencionó Isashiki para quien estuvo observando su práctica de bateo en silencio.

—Incluso el resto de las mánager se han retirado. —Kominato sonrió. Había pensado en algo que no compartiría—. Supongo que todos los hermanos menores son así en algún punto.

—En realidad estoy aguardando que terminen para darles esto. —Sora se hizo a un lado, exponiendo una hielera azul con blanco—. Es un encargo de nuestros padres.

—Huele muy bien. —Masuko tenía buen olfato y ya se podía saborear lo que había dentro.

—Dijeron que, aunque no puedan apoyar al equipo personalmente, esperan que estos panqueques esponjosos los animen para el enfrentamiento de mañana. —Alzó la tapa y dejó que los ojos curiosos apreciaran su contenido—. Mamá dice que si no son suficientes prepararía más.

—¡Saben deliciosos! —Jun fue el primero en comer. Aquel postre era tan suave como un pedazo de nube.

—Coman. Hay suficientes para todos —invitaba Sora a quienes estaban cerca, escuchando su conversación.

Kuramochi llegó con el bate recargado sobre su hombro, notando que sus camaradas de tercero continuaban entrenando. O así fue hasta que decidieron comer felizmente aquellos panecillos.

—Vaya, todavía siguen aquí.

—¡Ey, Miyuki, Kuramochi vengan a probar esto! —La voz de Isashiki no podía ser ignorada—. Rápido antes de que se terminen.

—¿Y esto? ¿Quién lo trajo? —Kazuya miró el esponjoso pan antes de propinarle un primer mordisco—. Bastante bueno.

—Me cuesta creer que los hayas cocinado tú —habló Yōichi.

—No —contestó rápidamente—. Los prepararon nuestros padres. Yo únicamente me encargué de traerlos.

—Diría que me sorprende lo bien que saben, pero acabo de recordar que tus padres dirigen un restaurante —comentaba Jun para el capitán—. Fuimos a cenar allí en nuestro primer año en un fin de semana.

—Jamás olvidaré esa deliciosa chuleta empanizada. —Tōru empezó a salivar.

—Y allí conocimos a esta revoltosa.

El adjetivo no era importante. La acción que Isashiki realizaba era lo verdaderamente interesante. ¿Qué tanta confianza había entre ellos dos como para que Sora permitiera que acariciara su cabeza mientras revolvía su cabello?

—Parece que quiere terminar como aquella vez. —La sonrisa de sus labios emanaba bondad, pero escondía malicia. Todos identificaron la mala intención de sus palabras—. ¿Verdad, Jun?

—¡Pequeño bastardo! —gruñó—. Sora y yo nos llevamos bien, ¿cierto?

—Deberíamos repetir lo de aquella ocasión para recordar viejos tiempos. —Le sonrió dulcemente. Él por su lado tomó una distancia prudente.

—Sora, te daré 500 yenes si lo haces en un solo movimiento.

¿Qué era más aterrador? ¿Qué Ryōsuke se dirigiera tan familiarmente hacia la mánager o que le estuviera entregando el dinero prometido para cumplir su petición?

—Miyuki, vámonos de aquí antes de que nosotros seamos las siguientes víctimas.

—¿No me digas que tienes miedo?

Primero un delicioso postre y ahora Kuramochi en estado de pánico. Su noche estaba completa.

—¡Idiota! —Él estaba a la defensiva y el receptor tan calmado que lo molestaba—. Isashiki-senpai se apartó después de que Ryō-san habló sobre su primer encuentro… Las chicas que se rodean solamente de chicos son peligrosas.

—Exageras. —Disfrutaría de este momento divertido tanto como le fuera permitido.

—Tal parece que quieren jugar con sus queridos compañeros de tercero —hablaba Jun mientras yacía detrás de ellos para evitar que escaparan—. Descuiden, es una experta.

Correr por los laterales les permitiría escapar. No obstante, su mente se bloqueó. Estaban concentrados en el teléfono móvil de Tetsuya que apuntaba hacia ellos y en Ryōsuke que murmuraba al oído de Sora.

—No temas. Te cubriremos. —Palmeó su hombro en son de apoyo.

—¡E-espera…! ¡¿Qué vas a hacernos?!

—Fue Kuramochi quien dijo que eran unos exagerados. —Era su pellejo o el del corredor en corto.

—¡Fuiste tú quien empezó a hablar mal de los de tercer año!

—Tú eres el que siempre se queja de ellos.

—Si no se oponen no dolerá —advertía Sora caminando hacia ellos—. Será rápido, lo prometo.

—Miyuki, haz algo. ¡Sedúcela o qué sé yo! —Yōichi tuvo que morder su orgullo para pedirle ayuda al receptor.

—¿Seducirla? ¿Qué te piensas que soy? —Obviamente quería largarse.

Mas era imposible, sus laterales estaban bloqueados por Kominato y Masuko.

—El idiota más popular de todo Seidō. —Odiaba admitir una realidad como esa—. Cualquier chica caerá ante tus encantos si le dices un par de cosas bonitas.

—Es el plan más idiota que ha salido de tu boca.

—Pues piensa en otra cosa porque ya la tenemos delante.

Kazuya no sabía qué es lo que esa chica pensaba hacerles. No obstante, deducía que debía ser algo altamente vergonzoso y humillante como para que los de tercero sonrieran ansiosos por verlos envueltos en semejante situación.

No quería seguir el absurdo consejo de Kuramochi.

La propuesta de negociación se les ocurrió cuando sintieron la fuerte mirada de la mánager y pereció cuando sintieron esos delgados, ágiles y rápidos dedos sobre sus costados.

Resistirse fue imposible. Ella sabía perfectamente dónde encontrar sus centros de cosquillas y explotarlos. Se carcajearon. Sus estómagos dolían y pequeñas lágrimas se asomaban desde la comisura de sus ojos mientras reposaban sobre el suelo.

—¿Lo grabaste todo, Tetsu? —preguntóo Isashiki para quien respondió con un suave movimiento de cabeza.

—Ahora estarán más relajados para el partido de mañana —señalaba Kominato con una marcada sonrisa—. De nada.

—Vamos, Sora. Te acompañaré a casa.

—Está bien —agradeció—. Descansen, chicos. Nos veremos mañana para el partido contra Inashiro.

Se despidió y abandonó el lugar en compañía de su hermano mayor.

—Esto me ha relajado bastante —decía Jun estirando su parte superior—. Ahora tomemos un buen baño.

—Estoy de acuerdo. — Ryōsuke miró a quienes continuaban tumbados, recuperando su dignidad—. Disfruten la noche.

Se habían marchado no sin antes reírse abiertamente de ellos.

—Parece que al final sí estabas en lo correcto.

—¿Sobre qué?

Kuramochi creía que estaba alucinando. Miyuki Kazuya nunca le daría la razón en nada.

—Las chicas que crecen rodeadas de chicos son peligrosas.

—Te lo dije.

El estadio rugía como una feroz tormenta que ambicionaba volverse destructiva. Un ímpetu justificado. La consecuencia de la euforia emergida cuando Seidō anotó su primera carrera en la parte alta de la primera entrada. Mas aquel instante de festejo sería apabullado por los imparables lanzamientos de Narumiya Mei; él no permitiría que aumentaran la diferencia entre ambos equipos.

Aun cuando Furuya mantuvo al margen a los bateadores, Harada logró llevar a Carlos a home con un roletazo dirigido al jardín central. Y antes de ser eliminados una carrera más se sumó para finalizar la quinta entrada, impulsando a Inashiro y preocupando al chico de primero que ya resentía todos los lanzamientos acumulados.

Tanba, sugestionado por sus fallas del pasado, empujó al equipo hacia un insondable acantilado. La desesperación que sentía tuvo que ser sosegada; y guiado por las atrevidas instrucciones de Miyuki encontró su centro. Y ante la magnífica cobertura de Seidō se abrió ante ellos la posibilidad de remontar.

La lesión de Kōichirō llevó al entrenador a cambiarlo. Sawamura subió al montículo aligerando el ambiente. Aquel cambio tan favorable y necesario le consintió al equipo despabilar y concentrarse enteramente en combatir los lanzamientos de Mei.

—¡Vamos, Kuramochi-senpai!

—¡Continúa la buena racha, Kuramochi!

En la octava entrada Seidō afianzó su segunda carrera gracias al toque de Yōichi tras dos strikes. Y el bateador designado, Haruichi Kominato, impresionó a todos con el hit conseguido a costa de un bate de madera completamente destruido. Entonces la balanza pareció inclinarse hacia ellos. Con las bases llenas gracias a Isashiki, el destino de aquella entrada quedó en manos del capitán: Tetsuya Yūki.

La convicción y pasión que dirigió sus pasos. La entrega a sus prácticas, a sus partidos y a sus confiables compañeros de equipo se transformaron en la conexión inquebrantable que permitiría el nacimiento de un entrañable milagro.

—¡Los hombres de segunda y tercera anotan! ¡El limpiador le dio la vuelta al juego con un hit!

Con un double play, Inashiro perdió su oportunidad para anotar.

Sin embargo, pese a que Sawamura siguió las indicaciones del entrenador, bateando el lanzamiento de Narumiya, este consiguió recuperar la pelota para lanzarla rápidamente hacia Harada; quien conseguiría frustrar el intento de Miyuki por llegar a home. La ofensiva de Seidō concluyó sin poder anotar.

Eijun sentía la presión que amenazaba con aplastarlo. Entendía que estaba en un punto de ganar o perder, de vida o muerte. Y aun con ese sentimiento abrumador continuó atacando porque Seidō se encontraba a un out de su etapa soñada. No obstante, ante la impotencia de todos, su último lanzamiento impactó contra la cabeza de Shirakawa, destrozando la confianza y estabilidad mental del joven pícher.

Incluso con Kawakami luchando por impedir más carreras, Carlos llegó a home, empatando el marcador. Y pese a que se resistieron al estrés mental que sus rivales ejercían sobre ellos, Narumiya erigió un milagro sobre los cimientos de sus quebradizas esperanzas.

El Torneo del Oeste de Tokio terminó con la victoria de Inashiro.

Saludaron a los vencedores, soportando el dolor y la frustración que humedecía sus ojos. Callaron sus cuestionamientos internos que juzgaban sus errores y sus deficiencias. Y agradecieron el apoyo de su público que nunca dejó de creer en ellos.

Mas el verdadero duelo advino cuando debían mantenerse lejos de las garras del dolor y la autocompasión. Es lo único que podían hacer por los de tercer año mientras ellos continuaban luchando contra la realidad, incapaces de detener su llanto.

—Lo siento —repitió una vez que se alejaron de todos para tomar asiento a un lado de la expendedora.

—No entiendo tu disculpa, hermano —expresó. Sus ojos no se atrevían a enfocarlo aquella noche.

No soportaba ver el dolor en aquella mirada que siempre le mostró confianza y optimismo.

—Has tenido que soportar el estado tan deplorable de tu hermano mayor sin quejarte ni mostrarte afectada —habló calmadamente—. Pese a que soy el hermano mayor eres tú quien desempeña mejor esa posición que yo.

—Tal vez se deba a que las mujeres solemos madurar antes que los hombres —indicó con neutralidad, girándose hacia él—. Eso me confiere una ventaja sobre ti, Tetsu.

—Sora, no tienes que…

Sus brazos rodearon suavemente su cuello. Y en su acercamiento la distancia que los separaba desapareció con la misma celeridad con la que aquella punzante melancolía emergía, susurrándole que todavía no era lo suficientemente fuerte para recordar su derrota y no hundirse en la asquerosa y punzante miseria.

—Perdona a tu hermana menor por ser incapaz de hacerte sentir mejor…—susurraba con impotencia.

Deseaba que Seidō se hubiera coronado con la victoria para que ni su hermano ni ninguno de los chicos estuviera luchando para escapar de aquel desgarrador infierno.

—Lo único que puedo hacer por ti es ser fuerte para que puedas desahogarte, para que en algún punto regreses a ser el hermano que tanto admiro y quiero.

Con los de tercer año retirados el equipo debían continuar avanzando. Su derrota contra Inashiro se convertiría en un recordatorio de que todavía no eran lo suficientemente hábiles para llegar hasta lo más alto. Debían seguir esforzándose si ambicionaban su boleto a las nacionales, tanto por su propio ego como por sus ex compañeros que anhelaron pisar aquel increíble escenario.

Y para progresar tenía establecerse quién sería el nuevo capitán que lideraría e inspiraría al equipo a seguir evolucionando.

—¡Nunca olviden la frustración de la derrota!

—¡Sí!

—A continuación, unas palabras del nuevo capitán —dijo Takashima para los expectantes jugadores.

Miyuki salió de la formación para quedar frente de sus compañeros. No se molestó en ocultar lo escasamente acostumbrado que estaba a esa clase de situaciones.

—Bueno… Eh, ¿qué debería decir?

—Haz un saludo. Unas cuantas palabras bastarán —respondía Kazuyoshi.

—¡Compórtate, aprendiz de líder! —gritaba Sawamura. No lo respetaría ni siquiera cuando era su nuevo capitán.

—A ver… Todavía tengo mis dudas, pero les diré unas palabras. —Aspiró profundamente. Necesitaba ser claro y firme con quienes evaluarían su desempeño de ahora en adelante—. No creo que alguna vez pueda olvidar la final del torneo… Aprendí sobre mi debilidad y lo bueno que era el oponente. Y, sobre todo, descubrí lo aterrador que es el béisbol.

Si bien su hermano nunca le mencionó quién sería el próximo capitán, nunca dudó de que Miyuki Kazuya fuera uno de los candidatos a ostentar aquel importante título. No solamente comprendía el béisbol a la perfección, sino que poseía más presencia que nadie más en el equipo.

—Lo lamento por los de tercero que se retiraron. Sin embargo, nosotros tenemos otro año para saldar cuentas. Personalmente, quiero ver resultados. Quiero ganar por encima de todo.

Todos estaban de acuerdo con él. Eran los únicos que podían vengar a los de tercero. Jugarían para ganar.

—Dicho eso, no voy a tener pelos en la lengua. Recuérdenlo.

—¡Oye! ¡Lo dijo como si nada!

—Parece que hablaba en serio.

—Empecemos con el entrenamiento.

—¡No te escucho, capitán! ¡Habla más fuerte! —Maezono sonreía ante su recomendación.

—¡Empecemos con el calentamiento! —Kazuya gritó avergonzado con un poco de rubor en sus mejillas.

Las vacaciones de verano todavía no concluían. Mas para ella que era parte del club de béisbol no serían días de esparcimiento en los que despertaría tarde para pasar el resto de la tarde disfrutando del clima de su habitación. Tenía que apoyar a las demás mánager, así como hacer malabares con sus tareas escolares que había rezagado por todo el trabajo extra que tuvo desde que comenzaron los juegos de práctica.

Los entrenamientos eran mucho más intensos y prolongados. Era apremiante adquirir experiencia para encarar el Torneo de Otoño que iniciaría en octubre. Construirían una formación fuerte y consistente que igualara a la que tenían cuando todavía se encontraban activos los de tercer año.

—Entiendo perfectamente que quieran repasar su partido contra Kayo. No obstante, tenemos otro asunto importante entre manos que tienen que resolver antes de que agosto termine. —Parecía que hablaba con la pared. Allí nadie le ponía atención—. Olvídenlo. Le diré a Umemoto-kun que se encargue de todos ustedes también.

Antes de que Sora pudiera tomar sus cosas vio entrar a quien quería delegarle su actual responsabilidad.

—¡Por favor! ¡No te vayas! —rogaba—. Sé que pueden llegar a ser necios y que esto no corresponde a nuestras actividades. No obstante, siempre tratamos de ayudarlos en la medida de lo posible.

Anteriormente había apoyado a Miyuki y a Kuramochi con sus exámenes por petición de su hermano mayor. Mas en esta ocasión había sido un acuerdo entre las cuatro chicas; podía negarse y seguir preocupándose únicamente por ella misma.

La suplica de Umemoto era tan notoria que se veía obligada a repensar su decisión.

—Una oportunidad más —sentenció—. Si la desperdician, me marcho.

—¡Gracias! —Tomó sus manos entre las suyas, agitándolas con dicha—. La mayoría ya han acabado sus tareas de verano.. Sin embargo…estos de aquí tienden a dejarlo todo para el último día.

—Admiro su valor. Porque son bastantes deberes. —Los veía. El tema actual de su charla era el partido de Inashiro contra Seiho—. Puedes seguir con lo tuyo, Umemoto-kun. Me haré cargo de estos cuatro.

Sachiko asintió percibiendo cómo los gestos indiferentes de Yūki se alineaban con lo que la joven sentía por ser ignorada por esos jugadores mientras intentaba ayudarlos. Decidió salir y dejar que se hiciera cargo a su modo.

Saltaron asustados por la potencia de los instrumentos y aquella voz que se desgarraba con cada grito con el que el vocalista acompañaba sus versos. El hard rock fue demasiado para ellos.

—Y ya que tengo su atención —decía con su celular en manos y aquella canción pausada—, empecemos desde el inicio.

—¡¿Qué demonios fue eso?! —Kuramochi lucía un tanto nervioso—. Ya te dijimos que haremos esas estúpidas tareas cuando nosotros…

No quiso terminar su oración porque ella tenía su dedo sobre la pantalla de su teléfono, dispuesta a reproducir nuevamente esa estruendosa canción.

—No sé ellos, pero yo me siento listo para hacer mis tareas pendientes.

Kazuya intentó aprovechar para escapar. No obstante, se quedó a medio intento de levantarse de su asiento. Por unos cuantos segundos sintió que quien lo estaba mirando fijamente era su ex capitán. Esa chica tenía esa misma presencia intimidante. Maezono y Kawakami ni siquiera intentaron luchar.

—Entre más rápido terminen sus tareas, más tiempo tendrán para practicar su bateo después de la cena —hablaba hojeando una de las libretas que llevaba—. Todo dependerá de ustedes.

—Es tan firme como su hermano…—susurraba Norifumi para los chicos—. Si nos aplicamos podríamos acabar todo hoy mismo.

—Sí que eres optimista. —Yōichi tenía una perspectiva más realista—. Al menos de nuestra parte, nuestros profesores nos dejaron bastantes trabajos. Una noche no será suficiente.

—Y por ello deberíamos empezar ya. —Kenta había sido el único en aceptar el apoyo de Sora desde el comienzo.

—Claro que se puede lograr en una sola noche —asegurada Kazuya sonriente—. Solamente hay que conseguir un acuerdo que beneficie a las dos partes.

—Idiota, no me digas que estás pensando en pedirle prestadas sus tareas para copiarlas. —Kuramochi lo conocía lo suficiente como para aventurarse a acusarlo de algo tan infame—. Estás loco. No aceptará.

—Miyuki, eso es demasiado hasta para ti. —Kawakami era alguien justo, con principios—. Lo mejor será hacerlo por nosotros mismos.

—Disculpa, ¿cómo es que resolviste este problema? No entiendo bien cómo plantear la ecuación. —Maezono se estaba esforzando.

—Oh, déjame leer el enunciado para ver cuál fórmula es la más adecuada para este caso. —Tomó el cuadernillo para centrarse en el problema matemático—. El planteamiento es engañoso, pero la solución es simple, Maezono-kun. Te lo explicaré para que no vuelva a pasarte.

—Si te propone un duelo de comida picante vas a perderlo —sentenciaba Yōichi—. Piensa en otra cosa.

Miyuki siempre lograba completar sus tareas de verano un par de días antes de volver a clases. Sin embargo, sería agradable terminarlas con antelación y sin esfuerzo.

Los entrenamientos lo dejaban muerto. Quitarse la preocupación de sus estudios sería maravilloso.

—¿Y ustedes dos por qué no están escribiendo? —interrogaba Sora.

Ambos chicos sonreían e intercambiaban una mirada de complicidad.

—Queremos desafiarte a cambio de tus tareas —expresaron Kuramochi y Miyuki en conjunto.

—Ustedes en verdad que no conocen la palabra descaro. —Exhaló. Siempre necesitaba dosis extras de paciencia para lidiar con ambos—. Los escucho.

—Será un encuentro de tres juegos. Quien gane dos de tres será el vencedor —explicaba Yōichi—. Cada uno de nosotros participará en un juego.

—¿Cuáles serán esos tres juegos?

Menko, adokku y shogi —contestó el cácher—. No me mires así. Son los únicos juegos que hay aquí.

—Comenzaremos con el menko.

Yōichi puso una pila de cartas sobre la mesa. Ambas partes se sentaron frente a frente y tomaron una carta.

—¿Sabes cómo se juega? —Ella asintió—. Comencemos.

A simple vista parecía sencillo arrojar la carta para voltear las contrarias, mas se requería cierta maña que Sora no poseía. Nunca participó tanto de aquel entretenido juego como para asegurar una victoria contra aquel experto. Tuvo que aceptar su derrota.

La siguiente partida vino de mano del actual capitán. Aprovecharía su facilidad con los números para llenar los cuadros con números del 1 al 9; donde cada fila y cada columna debía tener uno de esos números sin repetirse.

—En el adokku cada cuadro, representado por una jaula, no puede poseer un número repetido. Y para sumar un nivel más, los números deben colocarse en las zonas delimitadas por colores de manera que sumen la cantidad indicada en la esquina —explicaba el cácher para quien le sonreía con la misma confianza que él.

Aquel pequeño enfrentamiento que desafiaba su agilidad mental y afinidad hacia los números se había vuelto inesperadamente interesante hasta el punto de motivar a Kawakami y Maezono a mirar, ansiosos por saber quién se postularía como el vencedor. No obstante, no hubo un ganador, solamente un empate que buscaba romperse con otra contienda.

—¿Ya cuántas rondas van? —Kenta no salía de su asombro. Estaban demasiado concentrados calculando y escribiendo simultáneamente—. Nunca imaginé que Miyuki pudiera ser tan competitivo en algo como esto…

—Casi se acaban el cuadernillo. —Norifumi descubrió una nueva faceta de su capitán—. La hermana de nuestro ex capitán también es muy competitiva.

—Ey, ¡no se piquen tanto con eso! —Les gritaba Kuramochi. Ninguno le prestó atención—. Y todavía nos queda el shogi

Sora era consciente de que debía determinarse un ganador pronto o el cuaderno que le había sido entregado sería rellenado en su totalidad. Empero era estimulante competir contra alguien que comprendía los números tanto como lo hacía ella. Por lo que ignoró las quejas de Yōichi y se centró exclusivamente en los números que debía poner y en esos ojos chocolate que la desafiaban silenciosamente.

Su obstinación no nacía de su orgullo o su necesidad de demostrarle que ella era mejor en el adokku, sino como consecuencia de la melancolía y el anhelo. Porque era una realidad incuestionable que desde que regresó a Tokio la vida que se vio forzada a abandonar nunca volvió a estar a su alcance.

Esa competencia infantil que aceptó le recordaba sus años previos a la preparatoria donde pasaba tardes divertidas al lado de quienes podía considerar como sus amigos más cercanos y entrañables. Mas el tiempo y las circunstancias los condujo por caminos que no estaban destinados a cruzarse pronto.

Y aquel par que la desafiaron tan despreocupadamente podían llegar a ser tan absurdos y entretenidos que no le importó apostar sus tareas escolares con tal de divertirse un rato.