¡Buenas! Ya llegué para darles una pequeña dosis hetero de Diamond no Ace. De momento agradezco sus lecturas, comentarios y demás cosillas que le dan felicidad a mi oscuro y torcido corazón. Disfruten, comenten, quéjense o coman pizza. ¡Lindo inicio de semana!
Belonging
Cerca del final de las vacaciones de verano llegó la noticia de que Inashiro había perdido contra Komadai Fujimaki. Un acontecimiento que fue palideciendo conforme se analizaban las victorias obtenidas en los partidos de práctica que Seidō realizó durante el mes de agosto. Y aquel pobre desempeño de bateo quedó evidenciado con mayor fuerza contra Yakushi; donde aparte de enfrentar una aplastante derrota se volvieron conscientes del problema con el que venía luchando Sawamura ante el trauma que todavía lo perseguía por lanzar una pelota muerta contra Shirakawa.
Mas era apremiante avanzar. El Torneo de Otoño iniciaría dentro de un mes y el primer equipo todavía no estaba conformado.
—Ey, capitán, ¿qué vamos a hacer? —Era el cuestionamiento que por largo tiempo deseó expresar Kuramochi.
Incluso su atención estaba puesta en el relejado chico.
—¿Respecto a qué? —No lo miró. Tenía más interés en el cuadernillo que sostenía.
—¡A Sawamura! —exclamó molesto—. Se vino abajo en el juego contra Yakushi. Sin embargo, es un zurdo importante para el equipo… ¿No lo necesitamos para el torneo de otoño?
Hasta él reconocía el potencial del muchacho.
—Te ves muy preocupado por él.
—¡No! ¡Idiota! —Menos mal que nadie notó el tenue sonrojo que invadió sus mejillas—. ¡Me molesta que siga deprimido en mi habitación!
—Nuestra prioridad actual no es cuidar de los de primero, sino hacer algo para mejorar la alineación de bateo, ¿no crees? —Le dedicó una mirada seria y seca.
—Tienes razón, sin embargo… —Algo no estaba bien. Simplemente no lo sentía correcto—. Él siempre ha sido el que motiva al equipo…
—Ahora que se acerca la temporada hay que priorizar el equipo sobre los individuos. El entrenador dijo que usará a los jugadores que sean buenos, ¿no?
Sabía que Kazuya era de ese modo, mas estaba esperando una respuesta un poco diferente.
—¡Eso también lo sé!
El brusco y fuerte sonido de su palma derecha estrellándose contra el pupitre del capitán levantó un silencio incómodo. Y las miradas indiscretas se posaron en ambos.
Una mueca de desconcierto se asentó en quien permanecía más cerca de ellos, escuchando su conversación sin desearlo realmente.
—¡Los mayores no podemos seguir ignorándolo!
—En el juego del otro día yo también fui culpable de que Sawamura jugara tan mal. Porque durante las vacaciones de verano le insistía en que se centrara en su control.
Cada una de sus palabras hicieron sacudir la mirada de Yōichi. No estaba seguro si la frustración y estupefacción que lo envolvían era a causa de su altiva sinceridad o porque nunca esperó a que hiciera una confesión como esa.
—Seguramente afrontase el partido contra Yakushi siendo consciente de que tenía en manos una gran tarea que cumplir… Sobre todo, porque su rival lanzó tan bien frente a él —expresaba—. Ya había perdido mentalmente antes de subir al montículo.
—Si sabías todo eso, ¿por qué…? —espetó confuso.
No comprendía las acciones y palabras de ese hombre; no cuando caían en la contradicción absoluta.
—Porque es una parte importante del equipo…—estableció—. Por eso le pido mucho. Porque necesitamos que siga mejorando. Nos traerá un problema si se viene abajo por los yips.
—Lo que dices no tiene coherencia. —Expulsó una risa nerviosa. Ese nuevo capitán suyo iba a sacarlo de sus cabales.
—Lo sé.
«No es la primera vez que dice y actúa tan discordante. Parece formar parte de su persona. Aunque probablemente eso le provoque muchos problemas en el futuro», pensaba Sora al ver que ambos chicos habían cambiado su tema de plática.
Ignoró la hora, así como lo hizo con la sugerencia de que lo mejor era que volviera a casa. No tenía prisa por abandonar el campo de entrenamiento. Su única preocupación era la indecisión que la retenía frente a la máquina expendedora.
No sabía qué bebida elegir. Tampoco entendía la frustración que la dominó desde que aquella alegre sonrisa se desvaneció para entregarle sólo secos monosílabos.
—Solamente hay una bebida de café en esta expendedora.
Un pequeño brinco dejó entrever el susto que la presencia de Takigawa le causó.
—Lo lamento. No era mi intención asustarte.
—N-no ha sido tu culpa —suspiró agobiada—. Estaba muy centrada.
—Pues ya deberías irte a casa. El resto de las chicas ya se fueron.
—¿Tú también? —Oficialmente se sentía regañada—. Me iré después de que le entregue una bebida a Sawamura-kun.
—Has estado preocupado por él.
Ella le dio la espalda. Mejor se concentraba en comprar su bebida. Yū sonrió.
—Recuerdo que actuabas de esta misma manera cuando Reiji pasaba por malos momentos.
—Ambos son tontos y alegres. Así que cuando dejan de actuar como lo que son, se siente extraño…e incómodo. —Apretó un botón y recogió la fría bebida—. Aunque al igual que en esa época jamás fui buena con las palabras.
—¿En verdad lo piensas? Si siempre estabas animándolo. Por eso todos pensábamos que eran pareja —comentó con una mezcla de seriedad y burla—. Todos hablaban de lo adorables que se veían juntos.
—Tú también lo pensaste —expresó, girándose con lentitud hacia él—. Mas no puedo enfadarme por ello. Si no me emparejaban con él lo hacían con Ki-chan o con el malhumorado de Sae.
—Vayamos a entregarle esa bebida a Sawamura.
—Sí. —No pudo ignorar ni su petición ni su afable sonrisa—. Y quizás el verte sea lo que necesita para volver en sí mismo.
Esperó bajo la protección del umbral. Desde esa posición privilegiada podía ver los lentos y firmes pasos de quien alguna vez fue un receptor afamado y prometedor. Asimismo, vio la sorpresa y la incredulidad en los ojos de Eijun; sonreía genuinamente por primera vez desde que perdieron el pase a las nacionales.
—¿Quieres jugar conmigo?
—¡Chris-senpai!
Se acercó en silencio. No quería interrumpir las explicaciones de Takigawa ni romper la concentración de Sawamura. Le bastaba con ser observadora.
«Si tan sólo no te hubieras lesionado se hubieran convertido en una gran batería», razonó con amargura.
Aquel incidente llegó a ella gracias a los medios de comunicación. Y, sin embargo, no tuvo el valor para llamarlo o escribirle. Suponía que sus palabras solamente empeorarían su sentir y lo hundirían más en el dolor del que fue incapaz de escapar.
Y del mismo modo en que Sawamura se lamentaba por no ser lo suficientemente bueno para portar un dorsal, ella se arrepentía por ni siquiera intentar apoyarlo.
—Te ha traído algo.
La voz del receptor la orilló a incorporarse. Qué vergüenza ser encontrada en un estado de ensimismamiento dos veces en el mismo día por la misma persona.
—Supuse que tendrías sed. Por lo que te traje esto. —Entregó la bebida y el muchacho la tomó de inmediato—. Espero sea de tu agrado.
—¡Muchas gracias, Yūki-senpai!
—Me alegra que estés de mejor humor, Sawamura-kun.
—Ella ha estado muy preocupada por ti. Deberías animarte un poco,
—¡Yū!
El cácher sonreía. Ella sentía que sus mejillas al fin tenían un poco de color. Eijun disfrutaba de su bebida mientras se percataba de que ninguno usaba formalidades con el otro; los veía cercanos. Y entonces pensó en una única posibilidad con respecto a ellos.
—Ustedes dos se llevan demasiado bien como para ser únicamente amigos.
Ambos dejaron su parloteo y sus cuerpos adquirieron rigidez. Sabían que se venían las preguntas invasivas.
—¡Deben ser mejores amigos!
Estaban aliviados. También impresionados ante la ingenuidad del lanzador.
—Justamente. Por eso nos llevamos tan bien, Sawamura-kun —dijo Sora con una sonrisa.
—Ahora a enfriar ese hombro.
Desde hace días atrás quiso preguntarle a su hermano sobre lo que había pasado aquel día cuando fue llamado por el director para hablar sobre su futuro como beisbolista; mas presentía que no era pertinente y que aquello que afectó tan marcadamente su estado de ánimo debía corresponderle únicamente a él y a los miembros del equipo.
—¿Cómo han estado las cosas desde el enfrentamiento contra Seishō?
—Tensas —respondió para Tetsuya—. Cuando el partido finalizó el entrenador mostró su inconformidad y molestia hacia los chicos. Y los ha hecho correr desde entonces.
Tetsuya se detuvo. Y ella guardó su distancia.
—Ya veo.
—Te lo he querido preguntar desde hace un buen rato…—Se acercó, quedando a su costado—. ¿Practicarás junto a los chicos? Lo digo porque traes el uniforme.
—No fui el único que pensó en esto —expresó con una sonrisa plena y unos ojos llenos de convicción—. Todos necesitamos cambiar de panorámica para seguir avanzando, Sora.
—¿Lo dices por los chicos o por…?
—Andando. El partido va a comenzar.
Empezó a caminar. Ella lo alcanzó y suspiró.
—No sé por qué esperé que me dijeras todo directamente cuando siempre terminas yéndote por las ramas…
Su hermano no fue el único que pausó sus estudios para ponerse su uniforme y entrar al campo de entrenamiento como meses atrás cuando todavía formaban activamente parte del equipo.
—¡Oigan, ¿por qué caminan tan lento?!
Todo el ambiente se inundó de la fuerte voz de Isashiki. No estaba complacido con la calma mostrada por esos chicos de primero.
—¡Corran!¡Les doy diez segundos!¡Uno…! ¡Dos…!
Existía cierta diversión en contemplar a todos esos jóvenes en cuclillas, siendo sermoneados. Hasta Miyauchi se encargó de regañar a los que recién arribaban.
—Los de segundo se han vuelto muy importantes en este tiempo —indicaba Keisuke.
Miyuki y compañía se limitaron a escuchar atentamente.
—Su desempeño en la fase de grupos fue horrible. Así que vinimos a fastidiarlos. —La destellante sonrisa de Ryōsuke y sus palabras cargadas de ponzoña les dieron una cálida bienvenida.
—¡Les faltan ganas!¡Los batearemos mil hits para entrenar todos los días!¡Prepárense!
La tensión era palpable para todos los que permanecían en silencio, aguardando a que el partido comenzara. Era sencillamente un preciado instante que no volvería a repetirse. Aquella conjunción entre excelentes jugadores y el deseo ferviente de dejarlo todo dentro de la cancha para poder seguir adelante sin remordimiento fue lo que robó íntegramente la atención de los espectadores.
—¡Esto será emocionante! —expresaba Sachiko. Y las demás chicas apoyaron la noción.
—No puedo esperar a que el partido dé inicio. —Las ansias de Yui se reflejaban en cada una de las gerentes.
«Mi hermano y el resto estaban preocupados por sus ex compañeros de equipo. Por lo que adelantar el partido de despedida era lo único que podían hacer por ellos».
—Llevan el uniforme —habló un tanto perplejo uno de los visitantes.
—¿El partido de despedida se hacía en esta época? —siseaba otro más.
La audiencia estaba anonadada y emocionada.
«¿En serio entrenador? Mañana tenemos el sorteo», razonaba Miyuki sintiendo la presión que los de tercer año ejercían con sólo estar de pie a sus espaldas.
—Haremos toques y sacrificios de ser necesario. Recuérdenlo —expresó Chris con una sonrisa de confianza hacia sus compañeros.
Aun cuando los de tercero comenzaron con un gran impulso, dificultándoles el anotar a los de segundo y primer año, no se respiraba un ambiente de tensión. Todos disfrutaban del partido, aprendiendo a través de sus cuerpos y fallas lo que aquel grupo de jugadores deseaba mostrarles.
—¡Tal como lo imaginaba, idiota! ¡Siempre quise golpear esa estúpida bola alta!
—¡Los de tercero se hacen notar!
—Y el siguiente es…
—Lo peor es que ya viene Tetsu. —No iba a negar lo orgullosa que se encontraba de su hermano mayor. Mucho menos cuando llegaba su turno—. Enséñales lo que sabes hacer.
—¡Directo al centro!
—¡El corredor de tercera anota!
El segundo llegó a base. El tercero consiguió una oportunidad. El cuarto anotó una impulsada y el quinto añadió una carrera.
Mas no fue la desventaja que llevaban lo que arrastró a la conmoción a los de primer y segundo año. La noticia que Kuramochi les entregó los aplastó. Fue un golpe que los desconectó del presente, del partido…
—Vamos.
—¿Qué te pasa? Lo aceptaste como si nada —habló molesto Maezono ante la indiferencia de Miyuki—. En realidad, ya lo sabías, ¿no?
—¿Ah? ¿De qué hablas? —espetó—. Pensaba que podía pasar eso desde que vino un entrenador que no era de la escuela.
Sora se enteró de que su hermano propuso a Miyuki Kazuya para ser el nuevo capitán. Y aunque comprendió que esa decisión fue respaldada por sus grandiosas habilidades para el béisbol, vislumbraba que había algo que faltaba en él para llenar ese puesto. Y ese espacio faltante fue llenado justo ahora cuando todos dejaron ver su frustración y enojo.
Todavía no se habían percatado, pero él ya estaba desempeñándose como su capitán al no mostrarse perdido ante lo que les deparaba el futuro.
«Ser quien guíe a los demás con sus acciones y que tenga prácticamente prohibido mostrar duda y debilidad es una carga muy pesada que puede aplastarte. No es fácil. Mas parece que Miyuki-kun está demostrando que puede hacerlo», pensaba Sora sin desatender a las palabras y expresiones del receptor.
Ella no solía depositar su atención directamente en él.
«¿Por qué está mirándome tan fijamente? ¿Habré hecho algo que la molestara? Aunque bien podría no tratarse de nada…Es tan extraña como Tetsu-san», meditó con duda.
Yūki notó el error que cometió en centrarse tanto en él cuando sus ojos se encontraron. Y optaría por fingir que aquello no sucedió.
—En fin, lo discutiremos después. Ahora vamos a enfocarnos en el juego. Los de tercero se tomaron la molestia de hacer esto por nosotros.
Pese a que el partido era para despedir a los de tercer año, estos eran los más animados. La voz de Jun podía ser escuchada hasta la zona donde yacían los espectadores.
—¡Acabemos con los mayorees usando la fuerza bruta! ¡Vamos a enfrentarlos directamente!¡Jardineros, tendrán que encargarse de las bolas que salgan volando!
—¡¿Qué clases de indicaciones son esas?! ¡Furuya va a enloquecer! —exclamaba Kuramochi, molesto.
—¡Veamos si te atreves, Miyuki! ¡Aceptamos esos enfrentamientos! ¡No vayan a echarlo a perder!
Furuya lanzó con todas sus fuerzas contra Tanba. Logrando con ello, dos ponches seguidos.
Mientras Kazuya disfrutaba de enfrentarse directamente contra los mejores de la alineación, el resto del equipo tenía que soportar su imprudencia y audacia.
—Entiendo que no puedan centrarse después de saber lo del entrenador, pero ahora estamos en un juego —habló Miyuki para quienes comprendían cada vez menos su toma de decisiones dentro del partido—. Los de tercero están jugando en serio. ¿Qué seríamos nosotros si no jugáramos de la misma manera?
Todos percibieron que nunca se trató de indiferencia. Él era consciente de la situación, y a su modo, experimentaba la frustración ante una decisión que no le correspondía, pero que igualmente le provocaba culpa. Y sólo entonces se dieron cuenta que en su ahogo estaban faltándole el respeto a sus preciados ex compañeros de equipo.
—Seremos ofensivos y esperaremos un lanzamiento fácil hasta que estemos arrinconados… Si conseguimos un corredor, debemos dejarlo en posición para anotar. Hagamos lo que el entrenador nos dice todos los días.
—¿Ocurre algo, Yūki-kun? —interrogó Sachiko.
Ella estaba sentada a su costado derecho más callada de lo usual.
—Oh, nada. Es simplemente que ahora se ven mucho más encauzados y motivados. Parece que las palabras de Miyuki-kun tuvieron un buen impacto en todos.
—Tal parece que ya está aprendiendo a comportarse como un verdadero capitán. —Sonrió burlesca.
Sora estuvo de acuerdo con ella.
—¡Anímense! ¡Los atacaremos poco a poco!
Baja de la tercera. Dos outs y un corredor en primera.
Inesperadamente Furuya ponchó a Tetsuya. Y la rotación se reinició.
—Ganaremos el torneo de otoño.
La seguridad con la que se expresó Kazuya sacudió el corazón de todos.
—¿Por qué mencionas eso de repente?
—Aún no se han sorteado los grupos. Y tal vez los presione innecesariamente, pero si ganamos el torneo de otoño, iremos al invitacional —continuó el receptor.
«Podría ser un razonamiento bastante asertivo por parte de Miyuki-kun el afirmar que si ganan el torneo de otoño el entrenador no tendrá más remedio que quedarse», pensaba Yūki, sonriendo con suavidad ante las miradas esperanzadas de los chicos.
—Al fin te veo disfrutar plenamente de un partido.
Ella se olvidó de que no estaba sola y que incluso sus micro expresiones podrían ser detectadas fácilmente. Mas no esperaba que fuera Umemoto la que le dedicara tanta atención.
—No soy muy expresiva la mayor parte del tiempo —aclaró para que no cavilara de más—. Quizás se deba a que es un partido interno.
—Cuando ocurrió lo de Inashiro no lloraste como el resto de nosotras.
Probablemente la tachaba de insensible. Y si era de esa forma, no iba a contradecirla.
—Sin embargo, había mucha nostalgia en tus ojos —habló apenada. Sentía que no debía ser tan directa o dirigirse a ella como si fueran tan cercanas—. Quizás solamente estabas siendo fuerte por tu hermano, no lo sé… Lo siento. Fui demasiado entrometida.
No se giró hacia quien descubrió su verdad a medias. En este momento, mientras todos entregaban el corazón y hablaban a través de sus jugadas, recordó su viaje desde Sendai, sus primeros días en Seidō y como fue prácticamente obligada por sus padres a unirse al club de béisbol como mánager.
Había iniciado por obligación, mas conforme los días transcurrieron y conocía más de cerca a aquellos imperiosos chicos, el tedio se desvaneció. Por primera vez en mucho tiempo sintió que estaba en un lugar donde podía estar tranquila.
—Tu comentario no ha sido impertinente. Lo que has dicho es acertado —habló, atendiendo a la remontada que los de primer y segundo año lograron gracias al bateo de Miyuki—. No te sientas ansiosa ni pienses que has hecho algo malo.
—Tan formal como tu hermano. —Sonrió para encontrarse con esas chispeantes pupilas grisáceas—. Ya eres toda una mánager.
—Sí, eso parece —expresó suavemente.
Tras el jonrón de Maezono y tres outs, Sawamura subió al montículo para enfrentar sus propios miedos y a quien durante ese tiempo se convirtió en su mentor. Aquella persona que lo apoyó tanto, estaba frente a él, aguardando por su mejor lanzamiento.
Y sin ninguna carrera cedida por parte de Eijun, el partido concluyó. Fue así hasta que el entrenador Kataoka estableció que todavía había varios miembros de tercer año que no habían jugado.
—¡Voy a terminar con el juego, así que prepárense! —gritó Isashiki, calentando aún más los ánimos de sus compañeros.
—¡Vamos!
Y tras catorce entradas y el cálido manto de la tarde, los chicos de tercero se despidieron del campo de entrenamiento que durante tres años se convirtió en su segunda casa. Miraron satisfechos y expectantes a quienes se encargarían de luchar por ver cumplido el sueño que los convirtió en un verdadero equipo.
—Tomen. Son los únicos que faltan.
Kuramochi y Miyuki, todavía abstraídos por las palabras de su ex capitán, apenas notaron a quien los esperó con paciencia.
—Gracias. —Yōichi disfrutó del fresco líquido de su termo.
—Al final todos se divirtieron. —Sora identificó la satisfacción en ambos—. Y nadie se quedó sin jugar.
—Esos lanzamientos de Jun-san jamás serán olvidados.
—Al menos nadie salió lastimado en el proceso —agregaba Miyuki—. Y ustedes dos, vayan a enfriarse de una buena vez. Ni crean que hoy recibiré sus lanzamientos.
—Por esta ocasión hagan caso a las indicaciones de Miyuki-kun —hablaba Sora para los dos lanzadores que ignoraron la petición de su capitán—. Descansar también forma parte del entrenamiento.
—Sora-senpai tiene mucha razón —apoyaba Sawamura—. Andando, Furuya.
—Le hacen más caso a ella que a ti. —Y su escandalosa carcajada emergió—. Además, ¿desde cuándo Sawamura se dirige a ti por tu nombre?
—Yo misma le dije que no existía problema alguno en llamarme por mi nombre. —Atendió a la extraña duda del muchacho y luego se dirigió hacia Kazuya—. Tal vez después de la actuación de este día se vuelvan más cooperativos contigo, Miyuki-kun.
—La hermanita de nuestro ex capitán se está burlando de ti.
—No lo estoy haciendo. —Se defendió—. Únicamente digo lo que todos vimos hoy.
Miyuki parpadeó. Kuramochi lucía enredado.
—Hoy hablaste y te comportaste como un verdadero capitán, Miyuki-kun —comunicaba—. Aun cuando nadie quería ser arrastrado por tu propio ritmo, lo hicieron. Asimismo, comprendieron que, aunque les pediste lograr algo tan a la ligera, pueden hacerlo si se esfuerzan y se aferran a ello.
—Parece que te estuvieron evaluando este día, capitán.
—Ustedes también descansen. Nos vemos en clases. —Realizó un suave ademán con su mano y se marchó.
—Tan seria y directa como su hermano mayor —farfullaba Kazuya, sonriente.
La mañana siguiente comenzó con un creciente barullo a su alrededor y una enorme sonrisa socarrona que se dibujó en su rostro como consecuencia del trozo de papel que sostenía entre sus manos. Era un momento que Kuramochi no podía ni debía pasar por alto. Situaciones como esas no se veían todos los días.
—Quién ha sido la pobre incrédula que te ha visto interesante en esta ocasión, ¿eh? —preguntó con fingida inocencia. Ocultaría sus verdaderas y oscuras intenciones.
—Parece que todavía quedan personas con buenos gustos en esta escuela —siseó Miyuki trasladando su mirada de él al reverso del sobre rosa.
—¡Deja de hacerte el interesante y genial! —gruñó—. Mejor dime el nombre de la pobre chica que ha tenido la desgracia de fijarse en ti.
Gracias a su temperamento volátil a Kazuya no le costaba demasiado esfuerzo el sacarlo de sus cabales.
—Mejor enfoquémonos en el entrenamiento de esta tarde. Posiblemente podríamos…—Y continuaría hablando al respecto si alguien no le hubiera arrebatado aquella carta.
—Veamos. —Examinó el exterior del bonito sobre rosa, encontrando con lo que tanto ansiaba conocer—. ¿Y. Sora?
Dudaba de que ese nombre perteneciera a la persona que ambos conocían.
—Si pusieras ese empeño en los entrenamientos quizás ganaríamos partidos más fácilmente…
Yōichi no iba a dejarlo terminar ninguna oración esa mañana de lunes.
—¡Tiene que ser una broma…! —gritó, ignorando la atención indeseable que captó hacia ellos dos—. Alguien como tú no podría lograr que una chica como ella te viera como algo más que una molestia.
Kazuya se limitó a mirarlo. Lo estaba insultando abiertamente.
—Seguramente fue una estúpida apuesta que perdió y por eso terminó escribiéndote esto —indicaba Yōichi ya más relajado.
El actual capitán de Seidō salió del salón de clases y tomó un poco de aire fresco. Allí pudo tener sus ansiados minutos de paz. Se desharía de esa carta que tantos problemas le había causado mientras pensaba cómo evitaría que aquel escandaloso hablara de más ante sus compañeros de equipo.
—¿Por qué me estás viendo tan fijamente, Kuramochi-kun? —preguntó desde que tomó asiento.
El moreno la observaba con enorme diversión, como si tuviera el mejor chiste pegado en la cara.
—Nada en particular. —Fingió locura.
Lo mejor era evaluar la situación un poco más antes de decir o hacer algo respecto a cierta bochornosa carta.
—Estás actuando muy sospechoso. Más de lo habitual.
—Sé que dije que seguramente se trata de una apuesta, pero ¿cabe la posibilidad de que alguien como ella haya escrito una carta tan comprometedora? Es decir, fue nuestra tutora y nos pasó toda la tarea de verano. También es con quien más hablamos de las mánager. Aparte se sientan lado a lado y charlan ocasionalmente en los descansos. Y esa es más convivencia de la que le he visto a Miyuki en todo un año escolar… ¿Eso es suficiente para lograr que una chica como ella se fijé en un tipo como él?
Sus murmullos parecían rezos que únicamente él y alguna deidad podrían entender. Y es que entre más lo pensaba, más se irritaba. Inclusive sus facciones se torcieron abruptamente.
Sora sencillamente no comprendía qué le pasaba.
—¿Te ha hecho enfadar Miyuki-kun? —Sabía que amaban reñirse mutuamente.
Se lo demostraban a diario en la escuela y en los entrenamientos.
—Ni me menciones a ese idiota insensible.
—Y los hombres se atreven a decir que nosotras somos complicadas.
Las clases concluyeron. Y la hora de la práctica llegó. Empezaron a correr alrededor de la cancha pese al extremoso sol que se cernía sobre sus cabezas. Mas no existía otro modo si deseaban estar en forma para el torneo de otoño que estaba a la vuelta de la esquina. No obstante, había barullo en la parte trasera de ese grupo de jugadores.
—¡Kuramochi-senpai, deje de golpearme!¡No he hecho nada en esta ocasión!
Las fuertes quejas de maltrato de Eijun se escucharon por todo el campo. Pero poco o nada les importaba su situación. Ya estaban acostumbrados.
—Un idiota como él no puede conseguirse una novia antes que yo. Primero tú y luego ese narcisista —bufó mientras continuaba ofertándole suaves y amigables patadas sobre la espada.
—¡Que Wakana no es mi novia! —refunfuñó enfurecido—. Aparte los rumores cuentan que ya ha salido con un par de chicas. Por lo que…
Su atrevimiento tuvo como pago otra delicada patada en sus asentaderas.
—Parece ser que Kuramochi-senpai está de peor humor que de costumbre —susurraba Haruichi a su amigo.
—¡Deje de golpearme!
—Ah, creo que ya me siento más tranquilo ahora.
Yōichi volvió a ser el de siempre. Todo gracias a la terapia que Eijun le proporcionó.
—Quiero lanzar ya…
Palabras que no podían venir de nadie que no fuera Furuya.
—¿Algo malo ha pasado? —curioseaba Kominato a su superior.
—El idiota de Miyuki recibió una carta de amor esta mañana…—relató.
—Seguramente es una broma.
Por algo Sawamura le caía tan bien. Ambos compartían su misma visión hacia su actual capitán.
—Vamos, Miyuki-senpai no es tan mala persona como creen. Tiene puntos buenos a su favor. Que por algo recibe tantas declaraciones. —Haruichi había sido ignorado totalmente—. ¿Chicos…?
—Como iba diciendo, es imposible que él haya atraído una chica como esa.
—¿Por qué lo dice Kuramochi-senpai? —Su pregunta era movida tanto por curiosidad como por esa palpable oportunidad de cobrarse alguno de los abusos verbales del receptor.
—Se trata de la hermana de Tetsu-san.
—¡¿La hermana del líder?! —gritó tan sorprendido que creyó haber escuchado mal—. Seguramente la amenazó.
—¿Está seguro de que es ella? —meditaba Haruichi, incrédulo.
—Es la única Yūki Sora que hay en toda la escuela —aseveró, confiado de sus amplios conocimientos sobre el nombre de todas las chicas que asistían a Seidō—. Además…
—¿Además? —Sawamura era bastante impaciente para todo.
—Deberíamos preguntárselo directamente.
—¡¿Qué…?! ¡N-no creo que esa sea una buena idea! —Kominato sabía que era una pésima idea con gravosas consecuencias.
Los de primero, incapaces de frenar el plan del mayor, recurrieron a seguirlo en silencio, rogando que no encontraran a la joven; o si lo hacían, que por lo menos estuviera sola. Lamentablemente solo una de sus peticiones se cumplió.
Hallaron a Sora recolectando las pelotas usadas en el campo A.
—¿Pasa algo, Kuramochi-kun? —Se enfocó en quien lucía feliz por haberla hallado.
No debía confiarse de ese gesto engañoso de euforia.
—Algo así…—Rascó su nuquilla y delineó una sonrisa en sus labios—. Únicamente quiero comprobar algo. Un detalle sin mucha importancia.
—Soy toda oídos.
—Se trata sobre una carta.
—¿Una carta…? —No entendía la relación entre ella y ese objeto.
—Esta mañana dejaste sobre el pupitre de Miyuki una carta donde confesabas tus sentimientos hacia él.
Esa simple revelación fue como una bomba atómica, como un tsunami que se tragaría una ciudad entera.
—¡¿Q-qué has…dicho?!
Si pudiera verse a sí misma notaría la turbidez en sus pupilas y esos labios que se abrieron para acentuar su espasmo.
—¡Que le has dejado una carta de amor a Miyuki!
Bravo. El cabrón lo escupió lo suficientemente fuerte como para que todos allí lo escucharan y susurran.
—¿Yo…? ¡Jamás he hecho algo como eso! —agregó presurosa—. Debes estar confundiéndome con alguien más Kuramochi-kun.
—La carta estaba firmada con tu nombre y apellido. No hay otra Sora en esta escuela.
Por si no le creía llevaba consigo la muestra del delito que le quitó a Miyuki sin que se diera cuenta.
—Déjame ver eso —pidió por mera cortesía porque ya tenía la carta—. Y. Sora…
Gracias a que el sello había sido retirado pudo mirar el contenido del sobre sin inquirir en ninguna desfachatez.
—«Sé que no hemos cruzado demasiadas palabras significativas y que quizá esto suene demasiado apresurado y vergonzoso, pero debo confesarte lo que siento por ti antes de que el tiempo siga corriendo…» —calló.
Todo ese mundo de palabrería era demasiado para ella.
—Estás roja —sentenció previo a estallar en una estruendosa carcajada.
Silenció su burla cuando halló intransigencia en esos ojos que no dejaban de prestarle atención.
—Yo no escribí nada de esto —replicó.
—Tu cara te delata.
Sora bufó ante la conclusión que estaba sacando Yōichi.
—Admito que la caligrafía es idéntica a la mía. Sin embargo, eso no prueba nada. Alguien más pudo haber hecho esto.
Kuramochi sonreía más y más.
—Ya todo mundo sabe que te le has confesado a Miyuki. ¿Qué puede ser más vergonzoso que eso?
—¡¿Cómo que todos lo saben?! —vociferó con el humor perturbado.
—Ya sabes, Miyuki es muy egocentrista y no dudó ni un momento en presumir esta bonita carta con todos los de nuestra clase.
Era el momento de vengarse de cierta molestia andante.
—No me sorprende que lo haya contado. Es tan propio de él —comentaba Eijun—. Si me engañó tan vilmente en mi primer día, ¿de qué otra cosa no sería capaz?
—Eijun-kun, no creo que sea el momento para sacar ese tema a colación…
—Quiero lanzar…—murmuraba Furuya.
«Técnicamente él no hizo nada. Mas esos son detalles sin importancia. Lo que interesa es que reciba su merecido», pensaba Kuramochi.
Disfrutaría de la tormenta que se avecinaba.
—Lo que me faltaba. —Apretó esa carta entre sus manos intentando calmar sus impulsos—. ¿Así que por esa razón sentía que todos me veían raro mientras cuchicheaban? Esto tiene que ser una mala broma…
Sabía que no había sido ella. Y, por ende, la persona que le jugó la bromita posiblemente estaba esperando a que se volviera loca y actuara precipitadamente.
«¿Quién pudo hacer esta jugarreta de tan mal gusto? ¡Un momento! Quizá Kuramochi-kun se adelantó en decir que soy la única Sora en todo el colegio. Mi nombre es tan común que seguramente hay alguien más. ¡Debo tranquilizarme y pensar mejor las cosas! Probablemente la verdadera Sora esté aguardando la respuesta de Miyuki-kun y no la obtenga porque piensan que se trata de mí», cavilaba apresuradamente.
—Tengo algo más que decirte.
Yūki parpadeó con expectación. ¿Qué más querría agregar?
—Pensaba que tenías mejores gustos, Sora-chan… He errado —mencionó melodiosamente—. Tu hermano debe sentirse muy decepcionado por esto.
—¡Pequeño rufián!
La exposición de aquella carta amargó su inicio de semana. Sin embargo, estaba convencida que rápidamente pasaría a formar parte de su pasado cuando dejara de estar de moda, cuando nadie más se acordara de que otra chica se había confesado al malicioso receptor.
Erró. El ambiente escolar se impregnó del rimbombante chisme del que todos hablaban.
¿A dónde se había ido el pudor y el respeto por la vida personal de cualquier ser humano? ¿Por qué hacían un melodrama entero por una absurda confesión que ni siquiera había hecho? ¿Y qué era esa extraña hostilidad que respiraba cuando entraba a su salón de clases?
—Kuramochi-kun, ¿no te aburres de hacer esto? —No despegó su atención de la revista que tenía sobre su pupitre.
Todo era mejor que prestar atención a sus compañeros de clase.
—Vamos en el mismo salón —informó—. Estamos en la misma fila. Y Miyuki se sienta a un lado tuyo.
—¿Y qué sucede ahora? —Lo miró al fin, aguardando a que le dijera lo obvio.
—¿Por qué eres tan cursi? —Sora frunció el ceño, absteniéndose de responder precipitadamente—. Primero la carta. Luego ese delicioso almuerzo con un enorme corazón y esos pastelillos rosas… ¿Cómo lo haces sin que nadie se dé cuenta? ¿Madrugas? ¿Mandas a alguien más a que entregue tus encargos?
Podría seguir, pero enmudeció cuando aquel álgido mirar lo hizo sentir que estaba frente a su ex capitán cuando se concentraba totalmente a la hora de enfrentarse a un gran lanzador.
—Como ya he mencionado desde la semana pasada, yo no le mandé nada a Miyuki-kun. —Azotó la palma de sus manos contra su pupitre, reforzando su postura—. Segundo, no sé cocinar nada.
—Pudiste mandarlo a hacer. —Rio estruendosamente antes de darle la espalda—. El amor te hace hacer cosas muy locas.
—¿Qué tanto odio le tienes a Miyuki-kun como para estar haciendo todo este tipo de cosas?
—Simplemente quiero que conozca las mieles del amor. Que empiece a divertirse y no tenga arrepentimientos de que ha desperdiciado su juventud.
—Aclaro que ustedes viven, respiran y comen béisbol. Teóricamente no tienen vida social, no conocerán el amor y seguramente la gente piense que existe algo más que mero compañerismo entre todos ustedes por ausencia de todo lo antes mencionado. Y bueno, tú formas parte del equipo de Seidō…—expresó sonriente, sintiéndose orgullosa por la reacción que causó.
—¡Yo no le hago a esas cosas! —Se levantó, señalando a la descarada joven que le ofertaba su mejor gesto de amabilidad.
—Pues no es lo que todos en la escuela piensan…—relataba sin darle mucho interés al asunto—. El amor es el amor, ¿no? No importa si es de un chico con otro.
«Jamás creí que podía llegar a ser tan vengativa. Eso solamente significa que tengo que ser cuidadoso de ahora en adelante…», razonó. Y como el buen sabio y temeroso chico que era, optó por no hablar más.
El viernes llegó y eso no significaba descanso. Era el suave precalentamiento para lo que vivirían el fin de semana.
Ya estaban acostumbrados al entrenamiento militar que imperaba en el campo de béisbol. Y mientras todos corrían a marcha forzada bajo las órdenes del capitán la situación que vivían las mánager no era menos ajetreada. Parecían estar batallando para meter en el depósito de materiales un gran número de cajas de cartón.
—Muchas gracias, Yūki-kun —gratificó Natsukawa cuando le quitó ese peso extra de encima.
—Son demasiadas cosas —espetó Sora antes de depositar la caja que cargaba—. Seidō se ha vuelto más popular de un tiempo para acá.
—Ah, sí. No dejan de llegarnos este tipo de cosas —habló Sachiko.
—¡Lo siento! ¡De verdad lo siento! El profesor me retuvo para hablar de algunas cosas.
Haruno arribó con la respiración hecha un desastre. Tuvo que esperar unos segundos para recomponerse.
—Por cierto, sobre Miyuki-kun…—Tanteaba Haruno.
—De verdad tienes que ir en serio como para haberle mandado todos esos regalos en la semana —habló Sachiko despreocupadamente.
—¿Chicas…? No creo que esté bien que abordemos este tema tan delicado…—Yoshikawa, la única sensata.
—Justamente he estado dándole vueltas a ese asunto —mencionó, causando la emoción de esas tres jóvenes. Nada como un drama romántico—. Y lo correcto es aclarar este malentendido.
—¿Malentendido?
Esas tres estaban confundidas.
—Así que estás ansiosa por escuchar su respuesta, ¿eh?
Genial. Lo que le faltaba a Sora, que Kuramochi apareciera para continuar burlándose del malentendido que él mismo engrandeció para su deleite personal.
—Deberías estar entrenando.
Tenía razón, mas al otro le importaba poco.
—Tuve que ir al baño. —Se defendió.
—Está al lado contrario, Kuramochi-kun —contraatacó.
—¡E-eso duele!
Podría ser muy rudo, pero esos buenos jalones de mofletes no eran dulces caricias.
—Todo esto se ha salido de control por tu culpa, Kuramochi-kun. Eres el único causante de todos mis problemas. —Zarandear al corredor no iba a arreglar nada, pero la ayudaba a liberar un poco de estrés.
—Te dije que aquí lo encontraríamos.
—¿No se supone que iba al baño?
Tōjō y Kanemaru llegaron buscando al graciosito que se fue en otra dirección.
—Pensar que la hermanita de Tetsu-san se pondría a conquistar a nuestro capitán. —Se dirigió Shinji a quien no estaba dispuesta a dejar ir al corredor.
—Le dijiste a todo el equipo…
Su tono podría sonar dulce y melodioso. Sin embargo, Yōichi sintió el miedo escurriéndosele desde su nuca hasta su espalda cuando lo asió del cuello de su camisa.
Él podía golpear a diario a Eijun. No obstante, nunca levantaría su mano contra una dama; menos si se trataba de la hermanita querida de su ex capitán.
—Sabes que somos buenos amigos, ¿verdad?
Sora no era la única que debía mantener la calma y pasar de largo de todos esos comentarios. Miyuki enfrentó una situación parecida. Porque cuando todos los miembros del equipo se enteraron de aquella declaración amorosa los cuchicheos a su alrededor se volvieron cínicos y hasta cierto punto, empapados de una pizca de envidia. Pareciera como si estuviera siendo castigado por ofertar sus honestas y brutales opiniones.
—Haruichi, ¿no crees que es de mala educación no responder a una confesión de amor? —cuestionaba Eijun fingiendo concentrarse mientras lanzaba la bola directo al guante.
—Alguien no quiere salir en el próximo partido —comentó, sonriendo ávidamente antes de devolverle el esférico
—¡Eres un tirano! —refutó, irrespetando a su superior—. ¡Yo sólo pregunto lo que todos desean saber!
Y por extraño que pareciera, las palabras de Eijun eran ciertas. Todos aun cuando se les veía metidos en la práctica paraban oreja para enterarse del chisme.
—Concéntrate y dame tu mejor lanzamiento, Sawamura —demandó.
La práctica finalizó. Finalmente podían darse un refrescante y terapéutico baño. Y con andar recompuesto se encaminaron hacia los dormitorios hablando de cualquier trivialidad. Fue de esa manera hasta que uno de ellos se detuvo y los llamó para que prestaran atención a quien esperaba a que concluyera el entrenamiento de cierto jugador.
—Capitán, parece que lo están esperando impacientemente.
No sorprendía en nada que Kuramochi estuviera al lado de Miyuki, codeándolo y hablándole divertidamente.
—Parece que se ha cansado de esperar, capitán. —Eijun, el otro integrante del dúo cómico copió la acción del moreno como monito cirquero.
—Si serán…
Él jamás fue alguien violento, pero aceptaba que tenía muchos deseos de poner en su sitio a esos dos graciositos.
—Miyuki-kun, necesito hablar contigo. Tengo un par de asuntos que aclarar antes de que pase más tiempo.
Esos grisáceos ojos se posicionaron en el de gafas. Se le veía estoica
—Qué coincidencia. Justamente la persona con la que estaba buscando hablar. —Gesticuló, esbozando una media sonrisa cargada de cierta picardía—. Debo admitir que tus regalos y esa carta fueron algo…enternecedores.
Intentó sonar agradecido por los detalles, mas la manera en que hablaba ponía en manifiesto lo ególatra y burlón que podía llegar a ser.
—No es lo que parece. —Dictaminó, cortando la ilación del chico—. Yo no escribí esa carta y mucho menos te di esos regalos. —Una verdad que tomaban a mentira—. Así que, ¿puedes olvidarte de todo eso?
Eso era una orden pasiva con todas las de la ley. Kazuya lo sabía y únicamente le sonrió con naturalidad.
—Seguramente se siente mal porque Miyuki-senpai no respondió de inmediato —mencionaba alguien para los demás chismosos.
—Eso le pasa a cualquiera. Mira que hacer esperar a una chica tan linda por todo este tiempo —agregaba uno más.
«Estos chicos…», pensaba Kazuya.
Él preferiría no tener todo un público observándolos.
—En lo más mínimo. Yo no tengo ningún problema con ello porque no soy la autora —habló de nuevo.
Todos parecían mirarla con cierta compasión por haberse fijado en un mal hombre.
Sora no sabía qué era peor: que no le creyeran que no fue ella o que tuvieran en tan mala estima a Miyuki.
«¿Me está mirando con lástima?».
Era un buen observador y deducía sin demasiado esfuerzo que ella estaba viéndolo con pena.
—Y ya que he dicho lo que tenía que decir, me retiro.
Estaba lista para dar media vuelta y olvidarse de ese tema por completo. Tristemente las cosas nunca salían como se planeaban.
—Espera.
Ella despabiló cuando esa voz llegó hasta sus oídos. Era Kazuya frustrando su partida.
—¿Qué sucede ahora? —Ansiaba el frenético barullo de todos los allí presente.
El silencio que percibía permitiría que esos indiscretos escucharan todo.
—¿Te vas sin que te dé mi respuesta? —Se cruzó de brazos con el orgullo del capitán de Seidō.
—Ya te aclaré que no soy la persona que buscas.
—No seas tímida. —Se burló—. Solamente estaba tomándome mi tiempo de reflexión.
«¡Esperen! ¡¿Ha dicho que se lo ha estado pensando?!¡¿Él?!¡ Eso es impensable! Miyuki-kun no parece del tipo que piense en cosas tan intrascendentales. Si fuera de Kuramochi-kun lo creería…», recapacitaba apresuradamente.
—Así que decidí…—estuvo a punto de ser interrumpido, pero él no se lo permitió— darte una oportunidad.
—¡¿Q-qué tú…?!
Los labios entreabiertos de Sora temblaban, intentando infructuosamente ofrecer resistencia a su respuesta. Por primera vez en mucho tiempo se paralizó.
¿Por qué Miyuki Kazuya aceptaría darle una oportunidad? Era imposible que la atracción naciera cuando ambos eran punto y aparte.
¿Cómo enfrentaría la situación a la cual fue empujada por una estúpida confusión?
