Muy buenas tardes a todas. Espero que estén teniendo una buena semana y hayan disfrutado del capítulo de DnA de este lunes. Porque yo sí y me duele saber que ya se va a acabar. Pero al menos tenemos el manga. Pasando a otro tema, les traigo la continuación. La iba a subir ayer, pero creo que me odiaba porque no quería dejarme iniciar sesión. De paso darle las gracias a Shirakaru Kazuya tanto por su review como por darle Fav a la historia. ¡Sin más, disfruten la lectura y nos veremos cuando los astros vuelvan a alinearse!
Mirror
Al descender por las rechinantes escaleras pudo sentir el olor a humedad y polvo anidándose dentro de sus fosas nasales, provocándole un ataque casi frenético de estornudos. Nadie podía estar allí abajo sin sufrir semejantes consecuencias. Lo pensó hasta que encontró a esa vieja compañera suya con un cubrebocas, el pelo recogido y todas las ganas de acomodar y limpiar cada objeto que había sido almacenado por años en ese frío lugar.
—¡Yūki-san! —Esa voz chillona y entusiasmada era más que suficiente para molestar cualquier oído sensible.
—Estoy bastante ocupada como para estar lidiando contigo, Kokone. —Su meticulosa mirada no se despegaba de la tarea que tenía—. Te pediré que vuelvas en otra ocasión.
—¡Yūki-san, tengo importantes noticias para ti!
—¿Por qué estás ignorándome? —No tuvo mayor elección que atenderla—. ¿Por qué mi madre te habrá dejado entrar en primer lugar?
—¡Véalo con sus propios ojos! —La muchacha sacó un panfleto de su bolsa para entregárselo—. Es dentro de unos días. Sería grandioso que pudiera asistir. Ya les dije a todas las demás que irá.
—Esto es…—Sus manos instintivamente corrugaron el papel.
—¡Eso no es lo mejor! Se rumorea que esa persona también estará allí. Es la oportunidad perfecta para demostrarle quién es la mejor.
Sora enmudeció con su confesión. Lo único perceptible que mostraba era una plana sonrisa que escondía más de lo que su mirada era capaz de proporcionar.
La sola mención de aquella persona le congestionó el corazón hasta el punto de ser ridículamente doloroso.
—No estoy interesada en algo tan infantil como eso.
Ese anuncio no era más que una bola de basura que fue apilada junto con el resto de barreduras que juntó.
—Y lo mejor será que te olvides de ese tema de una buena vez por todas.
—Pero Yūki-san…—No quería desistir sobre el tema.
—No lo sabes. Sin embargo, todo lo que rodea a esa persona se vuelve problemático. Y tú no debes verte arrastrada por alguien así.
No estaba amenazándola. Solamente estaba advirtiéndole sobre lo que pasaría si continuaba presionando sobre algo que no le competía. Ese era su manera de preocuparse por su seguridad.
—¿Ocurrió algo entre ustedes dos? —Quería comprender su repentina frialdad hacia alguien con quien nunca mostró ese nivel de indiferencia.
—Nada importante —contestó—. Simplemente algunas relaciones están destinadas a terminar.
—Lo siento. Estoy forzándola a hablar sobre algo con lo que ya no se siente cómoda…
—Si lo entiendes, está bien. —Suavizó su voz. Tampoco quería comportarse groseramente—. Y si tienes tanta energía, ven y ayúdame con todo esto.
—¡Claro que sí, Yūki-san! —Nuevamente se llenó de ánimos. Era bastante voluble.
«Ambos eventos tenían que ser precisamente el mismo día. Justo cuando Seidō enfrentará a Ugamori… Qué extraña coincidencia, ¿no?», pensó Sora melancólica.
Un par de manos extras siempre sería beneficioso, especialmente a la hora de limpiar. Ya podían darse el lujo de una pequeña merienda.
—Las cosas que cocina su padre siempre son deliciosas.
Namikawa era feliz con lo que el padre de Sora les cocinó antes de irse a abrir el restaurante.
—Jamás pensé que hubiera tanta basura aquí.
—Ey, Yūki-san. —La llamó y esta se limitó a escucharla—. ¿Es cierto que estás saliendo con ese tal Bakayuki?
—Ese es un buen apodo. Aunque, ¡¿cómo demonios sabes tú eso?! Tu escuela está del otro lado de la ciudad.
Aterrarse no estaba de más. No cuando un chisme como ese fue esparcido más allá de Seidō. Llegó la hora del pánico.
—Tengo compañeras de equipo que tienen amigas en tu escuela…
—Eso sigue sin aclarar nada, ¿sabes? —Su instante de paz fue perturbado nuevamente y por el mismo sujeto.
Ya urgía que aquel receptor terminara con ella.
—Ah, es que al parecer en mi salón de clases hay una chica que estuvo en secundaria con él. Fue algo así como la mejor amiga de la chica con la que salió —susurró como si se tratase de un secreto nacional.
—Antes sí era medio normal.
Masajeó su barbilla y meditó sobre los posibles problemas que se le vendrían encima con esa mejor amiga.
—Y por lo que me cuentan se le veía muy sorprendida por la noticia. Supongo que no creía que él se echaría novia después de su amiga.
—Siento que me han insultado.
—Lo han hecho, Yūki-san.
—Gracias por solventar mi duda —ironizó.
—¡No tiene nada de qué preocuparse! —aseguró sonriente—. Yo misma les he dicho que la actual novia de Bakayuki es una chica hermosa, de buen cuerpo, buena en los estudios y atlética por naturaleza. ¡Y que claramente tiene un mundo de cualidades!
Alguien estaba muy feliz por la promoción que hizo a sus espaldas.
—Acabas de cavar mi propia tumba, Kokone…
Justo lo que le faltaba, que alguien se dedicara a echarle flores a su persona. Definitivamente no podía estar más jodida.
—Usted puede ser todo eso y más si se lo propone.
Le echaba porras con el entusiasmo de una adolescente que al fin pudo reunirse con su más amado idol.
—Eres demasiado fantasiosa…—Jaqueca, así se llamaba lo que estaba a punto de darle.
Levantarse temprano se convirtió en parte de su rutina diaria. Sin embargo, aún no manejaba apropiadamente la euforia que su padre experimentaba por el béisbol y lo que esto ocasionaba cada que se enteraba que debía ir a un partido oficial a echar porras.
Fue así como terminó llamando al resto de las mánager para que la ayudaran a transportar los almuerzos que su padre elaboró para los jugadores de Seidō.
—Apenas y lo logramos. —Haruno habló.
—Tu padre nos ha dado bastante. —Yui miró las tres hieleras llenas de almuerzos.
Todos lucían impecables y con una buena porción de carne.
—Así es él… Se emociona como un niño pequeño en una juguetería —comentaba Sora para las chicas mientras jugaba con el megáfono que tenía—. ¿Por qué no tengo padres normales como el resto?
—Será mejor que nos formemos pronto. El juego no demorará en comenzar —sugirió animosamente Natsukawa.
«A esta hora debería de estar dando inicio… Para haberle dado ese sermón a Kokone, estoy muy ansiosa por saber lo que ocurrirá allí. Qué hipócrita me he vuelto. Aunque dudo rotundamente que se presente, no después de todo lo acaecido aquella primavera», pensó Yūki.
Intentó concentrarse en el partido, en todos esos giros cargados de adrenalina y tensión que volvieron loca a la audiencia. No obstante, lo único que hizo fue imitar las acciones de sus compañeras y fingir que tenía la cabeza allí y no en otro lugar.
Para cuando pudo enfocarse, Seidō se había alzado con la victoria en un cierre espectacular que solamente alguien como Sawamura Eijun era capaz de ofertar.
—Bien, vayamos con los chicos ahora. Deben de estar hambrientos —propuso Yui.
—El partido ha estado espectacular.
Y las palabras de Haruno no estaban erradas. Solamente que Sora no estuvo viendo realmente el partido.
—Sí. Eijun-kun lo ha hecho muy bien —comunicó. Debía parecer enterada del partido o podrían cuestionarla sobre si le pasaba algo—. Iré al tocador. Las alcanzo en el autobús.
Se despidió y salió calmadamente. Lo mejor era reordenar sus ideas y sacarse unos temas de la cabeza.
—Debería cambiar nuevamente mi número de celular…
Su buzón de mensajes nunca se percibió tan numeroso como ese día. Durante todo el partido los estuvo recibiendo y cada uno de ellos pertenecía a un grupo de chicas que ella conocía perfectamente.
No es que fuera torpe, sino que no tenía la mirada puesta donde correspondía y eso irremediablemente la llevaría a chocar contra alguien que fuera en dirección contraria a la suya.
—¡L-lo siento! —Se excusó tan pronto como se puso de pie y se percató de quién fue su víctima—. No estaba viendo por dónde iba.
—No te preocupes. Yo también estaba despistada…
Fueron las amables palabras que surgieron de la jovencita que recién se levantaba del suelo.
—Bueno, hay que tener más cuidado la próxima vez —agregaba Sora con pena. Odiaba ser torpe—. Lindo día. —Continuó todo recto hasta alcanzar los sanitarios—. Ya quiero que este día termine…
Pudo tomar la misma ruta para regresar con el resto del equipo, pero decidió una alterna que la librara del gentío. Misma que la arrastró hasta una incómoda posición. Había sido un mal día para ir con el uniforme de Seidō y toparse con los jugadores que perdieron contra su equipo.
—Ah… ¿Buenas tardes? —No extrañaba ser el centro de atención—. ¿Y si finjo demencia y me retiro?
—¡Sora!
Tanto Yūki como el resto del equipo estaban confusos ante el nombramiento de Seiichi.
—¿La conoces, Ume-chan? —interrogaba Kondō.
—Así es. —Umemiya no se guardaba nada. Allí estaba con su sonrisa cínica y su mirada encendida.
—¿Sei…? —parpadeó varias veces antes de asimilar la situación.
Recordó que no estaba al tanto de los miembros de Ugumori. Y tampoco lo notó cuando jugó porque estaba en las nubes.
—¡¿Por qué me miras como si estuvieras sorprendida?! —Se quejó.
—¿Acaso serán viejos conocidos?
—Ambos se están llamando por su nombre. —Los murmullos no se hicieron esperar.
—Dudo que sea su novia. —Reía uno al fondo—. Alguien como Ume-chan no podría conseguirse una chica como ella.
—¡Ey, idiotas, cállense!
—Sigues igual de ruidoso…—decía Sora—. Supongo que unas palabras de ánimo estarían bien para la ocasión, ¿no?
—¡Ni se te ocurra! —replicó—. Mejor ve y molesta a Kishō.
—¿Estás despreciando mi buena voluntad, Seiichi?
Quizás él podría sacarle poco más de veinte centímetros de altura, pero eso no le impedía a ella reprenderlo mediante una inmutable mirada.
—N-no. Claro que no…
Los presentes no sabían qué le causaba más gracia, que una chiquilla estuviera poniendo en un predicamento a su estrella o que él se hubiera aplacado tan fácilmente.
—Nunca creí encontrar a alguien que te contuviera tan fácilmente, Umemiya-kun. —Porque la sonrisa angelical de Nao siempre escondía oscuras intenciones—. Cuando gustes puedes venir a visitarnos.
—¡No la invites! —vociferó la futura víctima.
—Deja de quejarte por todo. —Le reprochó—. Yūki Sora, mucho gusto.
Se presentó ante el mánager del equipo en cuanto dejó de molestar al gamberro.
—Matsubara Nao, encantado.
Umemiya estaba aterrado por lo rápido que esos dos congeniaron. Ya hasta hablaban tranquilamente.
—Nada bueno surgirá de que estos dos se junten…—Sólo Seiichi podía oler el peligro de tan sana convivencia.
—Sei-chan, nos veremos en otra ocasión.
Una oración tan simple le regresó la serenidad al pícher. Simultáneamente le provocó un escalofrío.
—Hazle caso a Nao y sigue sus entrenamientos.
—¡Es un demonio! —refutó—. Además, ¡¿ya tan rápido lo llamas por su nombre?!
—Él me dijo que no había problema. —Sonrió burlonamente—. No seas celoso que a ti también te llamo por tu nombre.
Que Umemiya fuera rudo e imponente no significaba que podía serlo con las chicas y menos cuando le lanzaban un guiño así de pícaro.
—¡Se ha sonrojado!
Y más risas se acumularon ante el momento de vulnerabilidad que el as mostró. No lo habían visto así desde que lo conocían.
—¡Deja de hacer eso de una buena vez!
Sora únicamente ignoró su rabieta.
—¡El idiota de Kishō tiene la culpa por convertirte en esto! ¡Te convirtió en un peligro para todos!
—Antes eras más divertido, Sei-chan.
Gracias a que se encontró con Umemiya se distrajo un buen rato charlando con él y con aquel simpático mánager. Fue un mal día para ser social. Aunque agradeció que el equipo apenas estuviera abordando el autobús. Eso al mismo tiempo condenó.
—¿Qué significa todo esto…?
Ser la última en subir al camión no le importaba. Mas lo que sí la calaba era que el único asiento que quedaba libre estuviera justamente al lado del fastidioso capitán de Seidō. ¿Cómo podía ser eso posible?
—Esto tiene que ser obra de él.
Miró a Yōichi y este le sonrió divertido. El resto del equipo compartía sus ánimos.
—Vas a pagarme cada una de tus bromitas, Kuramochi.
—Creía que únicamente Sawamura se perdía en el estadio. Por lo visto también le pasa a otras personas.
No había nada más agradable que recibir comentarios así al tomar asiento mientras se intenta olvidar que se ha tenido un día cansado.
—No me perdí —esclareció, cruzándose de piernas—. Me entretuve platicando con un viejo amigo. Es todo.
—Por cierto, ¿por qué te has sentado aquí?
Bravo, alguien quería hacerla explotar esa tarde.
—Quizá porque no hay otro lugar. Y los posibles asientos que deberían estar libres los ocuparon para poner sus maletas.
Menos mal que el camión empezó a moverse. Entre más rápido llegaran, mejor para ella.
—Alguien parece tener un mal día.
—Felicidades por su victoria. —Se tranquilizó, optando por encararlo desde otro ángulo.
—Todavía queda una brecha por zanjar. Sin embargo, ya estamos mucho más cerca de nuestro objetivo.
La propulsión ganada por su victoria estaba presente tanto en él como en el resto de los jugadores. Las motivaciones sobraban y la perseverancia no escaseaba en ninguno de ellos. No obstante, estaba ese pequeño ruido fastidiándolo y orillándolo lentamente a perder el rumbo de su convicción.
—Pues vaya que suenas súper motivado.
A su parecer sus palabras sonaron demasiado genéricas para alguien que había ganado.
—Ser capitán debe estarse convirtiendo en un verdadero dolor de cabeza.
Él rehuyó su mirar. La panorámica de su ventana era más acogedora.
—Es en ese momento cuando la gente empieza a tener más expectativas sobre ti. Creen que eres capaz de cumplirlas sin derramar ni una sola gota de sudor.
Miyuki permaneció en silencio. Una parte de él sentía curiosidad por lo que tuviera que decir. Asimismo, era como si tratara de encontrar algo dentro de su palabrería.
—Es cuando te conviertes en una especie de imagen impecable que debe mantenerse de pie ante cualquier inclemencia. Debes ser fuerte frente a todo pronóstico…—Pausó, entrecerrando sus ojos. Su única vista era el asiento delantero—. Posiblemente suene muy drástico, pero es como si fueras orillado a olvidarte de tus propias debilidades y miedos. Y tuvieras que concentrarte en solventar los problemas de todos…
No era una sonrisa como tal la que quebrantó el estoico rostro de la chica. Tampoco era un gesto que reflejara plena satisfacción por su propia conclusión.
—Sí. Todo tiene pinta de que ser capitán realmente apesta, ¿no?
—Cada quien tiene su propio punto de vista al respecto. —Se centró en el fragmento de atardecer que su ventanilla le regalaba.
Estando así solamente podía percibir lo que estaba más allá del cristal y su propio reflejo.
«No estaba esperando tener esta clase de conversaciones con ella. Además, algo no parece encajar…», cavilaba Miyuki.
—En eso tienes mucha razón —agregó—. Tampoco significa que todo sea malo. La satisfacción de fortalecerte a su lado y que confíen en ti tan plenamente es posiblemente una de las mejores dichas que se pueden llegar a tener.
La miró de reojo por mero acto reflejo. Lo último dicho tocó una fibra sensible. La misma que lo hizo conmemorar las razones por las que se convirtió en el capitán, la incógnita de por qué Tetsuya lo consideró como el mejor candidato a dicho cargo y a la vez, los roces que estaba teniendo con los miembros de su equipo.
Sí. Existían demasiadas preguntas y no tenía nada claro. Lo único que hacía era seguir la corriente y tratar de cumplir con las expectativas que todos pusieron en él.
¿Era eso lo correcto?
—Te oyes como toda una experta —inquirió bribón.
Jamás se mostraría perturbado ante nadie y menos frente a ella.
—Únicamente doy mi punto de vista objetivo —comunicó—. Para mí es fácil decirlo porque no lo he vivido. Y supongo que algo de verdad debe de haber en ello. Tú eres el capitán. Tú sabrás.
—Exageraste en todo —mencionó campante con esa risilla que incitaba a Sora a querer golpearlo.
—Mejor quédate callado. Me agradas más así.
Tan pronto y se había arrepentido de ser buena persona con él.
—Vaya final para este día —murmuró.
No era sorpresa para ella permanecer más tiempo del necesario dentro del campus. Lo que estaba fuera de la rutina de esos jugadores era la tensión que imperaba dentro del comedor, y que surgió cuando Maezono y Miyuki se enfrascaron en una conversación.
—Este ambiente es asfixiante…
Por mero acto reflejo se hizo a un lado, dejando pasar a Kazuya. Él no estaba interesado en continuar más tiempo allí.
«Escuché por Kuramochi que esos dos estaban peleados. No pensé que siguieran así», repasaba Yūki.
—Pensé que ya te habías ido —hablóYōichi mientras la joven se acercaba hasta donde estaba él, peleándose con Eijun.
—Se me hizo tarde, como siempre. —Tomó asiento, enfocándose en ese intimidante bateador—. Me sorprende que todavía sigan con estos roces tras su desempeño en el juego contra Ugumori.
Kuramochi se calló y observó a ambas partes.
—Él es quien no lo entiende —añadió Maezono aún molesto.
—Ambos tienen la razón.
Claramente Yōichi compartía su punto de vista. Mas no iba por allí echándoselo en cara a alguien tan volátil como Kenta.
—No tiene caso enojarse por algo que no pueden decidir ninguno de los dos.
«¡Lo ha dicho!¡La ha hecho en grande!», cavilaba el corredor.
Kuramochi no estaba sorprendido de que Maezono estuviera más encendido por lo que Sora dijo tan deliberadamente.
—¡¿Qué has dicho?!
—Que no tiene sentido que se estén peleando por una diferencia de opiniones cuando aquí el único que importa y tiene la última palabra es Watanabe-kun —estipuló firmemente sin agachar la mirada—. No puedes obligar a nadie a permanecer en un equipo si no quiere, por la razón que sea. Y tampoco está mal expresarle que es un miembro importante que debería pensárselo dos veces antes de claudicar. Mas corres el riesgo de que sólo se quede porque ha sentido presión en esas palabras de ánimo.
Todos estaban en silencio. Quedaron pasmados por lo poco que le importaba a esa chica decirle las cosas en la cara a alguien como Maezono Kenta.
—Dejen que él mismo decida si quiere quedarse o no, basándose en sus propias convicciones y deseos. Ustedes solamente pueden alentarlo, no influir sobre su decisión. No serán ustedes los que se arrepientan después.
—¿Has venido a decirme esto para defenderlo? —A su parecer esa era la razón de todo su sermoncito.
—Lo que he dicho ha sido por mí y nadie más, Maezono-kun —siseó tajantemente—. Es mi opinión al respecto y la de nadie más. Sin embargo, puedes tomarla como una agresión si así lo prefieres.
Oficialmente esa chica tenía un temple digno de la hermana de Tetsuya. Simultáneamente y sin demasiado esfuerzo, comprendieron que su mal carácter podría ser algo con lo que serían incapaces de lidiar.
—Dejen de comportarse como un par de niños de primaria porque es patético.
Podrían continuar con la plática, mas la chica optó por irse.
Abandonó el comedor y giró hacia su izquierda para marcharse y dejar de armar más alboroto. Entendió que debía ser más precavida con lo que decía y en dónde lo hacía.
—¿No se supone que ya se había ido?
Se quedó helada cuando notó a Kazuya sentado en el banquillo que había justo al costado de la expendedora.
—Empiezo a creer que quieres venirte a vivir aquí.
Fue su modo particular de saludarla.
—Suena bien, excepto por los entrenamientos infernales y que te vería más horas de las necesarias —comentó dulcemente.
—No tiene sentido que te metas en asuntos que no te competen.
La escuchó. Ella maldijo su mala suerte.
—Expresar un punto de vista no es meterse en los asuntos de terceros. Es una opinión, al fin y al cabo. Que puede ser tanto ignorada como considerada.
Miyuki suspiró ante su buena respuesta.
—Te ves espantoso.
—Tú también.
—Mi caso está justificado. —Obviamente no se iba a dejar de sus abusos verbales—. ¿Sigues dándole vueltas a ese asunto?
Ya se le había hecho tarde, qué más daba que se quedara un poco más a hablar con él. Curiosamente ella también se relajaba charlando al respecto.
—Entre más lo pienses es peor. Al menos en tu caso.
Se acomodó a su lado y miró hacia lo alto del cielo. Las pequeñas estrellas brillaban tímidamente para ella.
—Tú misma te lo has preguntado.
—Es más simple para mí hallar la respuesta —certificó firmemente—. En cierto modo, creo que tengo una vaga idea al respecto. Mas los dos sabemos que lo que pasa por la cabeza de Tetsu es un total enigma.
—Tú también fuiste capitana, ¿no es verdad?
Nadie podría darle unas palabras así sin haber estado en esos zapatos.
—¿Qué te hace pensar una tontería como esa?
Lo veía desde el rabillo del ojo. Una cínica sonrisa invadió sus labios. Allí tenía su respuesta silenciosa.
—El punto es que no eres tan malo como piensas… Y es normal que estés tan perdido y con esos conflictos de por medio.
No le gustaba hablar sobre su pasado. Mucho menos tocar esa parte que decidió borrar para su propia conveniencia. Sin embargo, estaba acorralada y no tenía sentido continuar negándolo. Menos cuando fue ella misma la que se condenó al tocar nuevamente el tema.
—Para muchos es fácil hablar al respecto. No obstante, hasta que no estás en esa posición no entiendes lo que en realidad significa tener un puesto donde todos te miran y juzgan.
No existía ninguna sonrisa sobre sus labios. Tampoco ese ánimo burlón que siempre lo acompañaba. En cambio, podía sentir esa extraña punzada sobre su pecho, incordiándolo de un modo extrañamente agradable. Era una mezcla irracional entre confort y pesadez. Una que estaba empezando a aligerarlo.
¿Acaso estaba esperando a que fuera precisamente ella la que tuviera que decirle eso?
Se sentía ridículo por haberse expuesto. Tal vez porque consideraba que una debilidad como esa no estaba permitida para alguien que ostenta el título de capitán.
—Nunca sabrás lo que pasa si no lo intentas hasta el final. ¿No lo…?
No completó su interrogante. Un peso extra se apiló sobre su hombro, indicándole que el silencio sembrado iba más allá de la incomodidad que le producía a Kazuya hablar sobre la capitanía.
—¿Miyuki…?
El cansancio acumulado en conjunto con el estrés que estuvo viviendo le pasaron factura, doblegándolo en el instante menos oportuno.
¿Qué debía hacer con ese dormido chico que usaba su hombro como una almohada provisional?
—Se quedó profundamente dormido. Supongo que eventualmente se despertará.
Ella sonrió discretamente.
