¡Bonita madrugada a todas! Hoy me armé de valor y abrí el documento de S.T. y le di rienda a mi limitada imaginación. Y esto fue lo que salió. Espero sea de su agrado. Y sin más, nos leemos en la siguiente actualización.
Sign
Para su hora de receso había optado por estirar un poco las piernas y deambular por los jardines escolares para distraerse y olvidarse de sus clases. Y como no tenía apetito se bastaba con el jugo que llevaba.
—No ha querido darme su número de teléfono…—Chasqueó la lengua y arrojó la caja vacía al bote de basura—. Sora puede ser tan terca.
Avanzó hasta la parte trasera de los salones de primer año. Allí era un buen sitio para pasar el rato y no ser visto por los alumnos o algún profesor. Y no había sido el único que pensó así.
—Es…—Se quedó de pie, observando la escena. Conocía de antemano esa clase de comportamiento y lo que sucedería en cuanto esa chica quisiera escapar—. Será mejor que vayan a molestar a otra parte —habló con hostilidad para ese grupito.
—¿Y quién se supone que eres para meterte en nuestra conversación?
—Acaba con él, Onitsuka —agregaba el más bajito tras una risotada.
—¿No es Kuramochi Yōichi de segundo año? —Uno parecía conocerlo.
—Ciertamente —afirmaba un cuarto.
—¿No creen que es bajo asediar a una chica como lo están haciendo?
Tenía su historial y no iba a intimidarse solamente porque lo superaban en número. Sabía pelear, mucho mejor de lo que esos sujetos podían imaginarse.
—Es el amigo de Sora…—musitaba Miu.
—Continuaremos contigo cuando acabemos con este bocón.
—Oh, se ven muy seguros de sí mismos.
La sonrisa de Kuramochi auguraba su victoria. Inclusive cuando ni siquiera se había puesto a medir su fuerza contra ellos. Y eso los irritó.
No únicamente era buen beisbolista, sino también era capaz de destacar en otros ámbitos. Tales como encuentros cuerpo a cuerpo. Que por algo había sido catalogado como un chico problemático en su escuela secundaria.
—Más habladores no pudieron ser.
No se había ni esforzado. Al menos algo positivo surgió de usar a Sawamura de saco de boxeo todos los días.
—I-increíble… ¡Les has dado a todos! —Hayami estaba asombrada. No se esperaba que el chico supiera defenderse.
—No deberías acompañar a sujetos como estos a sitios tan apartados.
No era un regaño como tal, pero Miu lo sintió así.
—No vine por voluntad propia, que lo sepas —aclaró—. Y cuando me di cuenta ya no pude escapar.
—Pues sé más cuidadosa.
—Apenas y te conozco y ya me andas regañando —objetó.
—Soy Kuramochi Yōichi. —Se presentó nuevamente por si no recordaba su nombre.
—Ya lo sé. Sora me ha hablado de ti. —Tampoco tenía tan mala memoria para no recordarlo—. Por cierto, muchas gracias.
—Descuida. —Le restó importancia a su acto—. ¿No deberías estar desayunando con ella?
—¿Te refieres a Sora? —Él asintió—. Se ha ido a desayunar con Tetsuya.
—No me sorprende.
—Por cierto, ¿quieres que intercambiemos números telefónicos?
Existían numerosos motivos por los cuales alguien como Kuramochi podría estar de tan buen humor iniciando la práctica. Y uno de ellos, conocido por todos los jugadores de Seidō, era burlarse de Sawamura cada que tenía la oportunidad. Sin embargo, el lanzador no era el motivo de su regocijo. Para asombro de todos lo trataba como un ser humano. Ni siquiera lo había apaleado ni una sola vez en todo el tiempo que llevaban de entrenamiento.
—¿Qué creen que le suceda a Kuramochi-senpai? —No es como si Sawamura fuera masoquista. Tenía miedo de que estuviera juntándole todas las palizas.
—¿Tiene algo de malo que se esté comportando así, Eijun-kun? —preguntaba Haruichi tranquilamente.
Ambos corrían energéticamente previo a iniciar la práctica de bateo.
—¡Por supuesto que lo es! —replicaba—. ¿No lo crees así Furuya?
—Sí. Es extraño.
—Menos charla, más acción.
Allí estaba, dándolo todo en el calentamiento y adelantándose. No por nada era el corredor más rápido de Seidō.
—En serio, ¿alguien sabe qué lo trae tan motivado? —Maezono también se lo preguntaba. Y seguramente otros más.
—Ha estado actuando así desde hace unos días para acá. Aunque hoy parece mucho más entusiasta…—Miyuki no se quejaría.
—¡Se están viendo muy lentos, chicos!
Cuando todos apenas iban, él ya estaba de regreso. ¿Qué tanta energía tenía? Era un enigma.
—¡¿Qué diablos le ha picado?! —Sawamura ya estaba preocupándose—. ¡¿Es que no les da miedo que se comporte así?!
Todos suspiraron. A veces ese chico exageraba.
La hora de la comida fue posiblemente lo que dejó a más de uno patidifuso. Nadie lograba explicarse un par de cosas: la primera, ¿con quién se escribía? Segundo, ¿de quién era ese teléfono? Hasta donde todos sabían, el móvil de Kuramochi había quedado inutilizable en uno de los entrenamientos.
—Me pregunto a quién le estará escribiendo. —Para Eijun era el momento de cobrarse las intromisiones que había tenido al responderle los mensajes a Wakana.
—No deberías hacer eso…—Le advirtió Kominato.
—M-maldita sea…
Los deseos de Eijun se quedaron meramente en eso. Yōichi le había propinado un buen golpe para que se quedara quietecito y con la cara sumida en su tazón de arroz.
—Se le ha acabado la batería. —Depositó el pequeño aparato a un lado y prosiguió a comer sus sagrados alimentos.
En definitiva, todos empezaron a cuestionarse quién era ese hombre y dónde estaba el ruidoso corredor.
—Supongo que es una etapa…—comentaba Tōjō.
—¿En verdad lo crees? —A los ojos de Kanemaru ese asunto iba para largo.
—Mientras no nos afecte para los siguientes juegos, estaremos bien. —Kazuya sentía un poco de curiosidad sobre lo que estaba provocando ese cambio de comportamiento.
—Si fueran más observadores sabrían la razón que tiene así a Kuramochi-kun. —Umemoto robó la atención de los que aún quedaban en el comedor tras entrar en compañía del resto de las mánager del equipo.
—Nunca imaginé que él tuviera un lado como ese. —Sonreía Yui al observar al tranquilo joven.
—Chicas, no deberíamos estarles contando eso —habló Haruno con recelo.
Sus dos amigas solamente le sonrieron y le guiñaron el ojo.
—Sí. Deberían respetar la privacidad de los demás.
Esas tres chicas callaron. ¿Cómo no hacerlo? Que Yūki lo defendiera era inconcebible porque conocían las riñas que tenían desde que se conocieron.
—Sora…—Yoshikawa estaba feliz de recibir el apoyo de alguien—. Yo estoy contigo.
—Al parecer a Kuramochi-kun le gusta una chica. Y está esforzándose mucho ya que ella viene a ver las prácticas todos los días. —Sachiko no era precisamente una chismosa, pero era un momento único que quizás no se repetiría en mucho tiempo.
—¡¿Eh…?! —exclamaron todos con el asombro estampado en sus rostros. El aludido los ignoró.
—Tal como lo oyeron —secundaba Natsukawa.
«¿Cómo terminaron las cosas de esta manera? ¿Por qué fui tan descuidada? Eso me pasó por sacarle la vuelta en cuanto lo vi con mi hermano».
—¿Crees que podrías cargarlo? Me he quedado en medio de una conversación muy interesante.
Sora tenía el celular en sus manos. El cínico le sonreía socarronamente, indicándole que era una petición que debía ser cumplida en la brevedad posible.
—Me niego rotundamente.
—Ah, sí. ¿Cómo era? —Fingió como si de verdad estuviera tratando de recordar algo sumamente importante—. Oh, creo que fue durante octubre que tú hiciste…
Esa boquita ya no hablaba más. Ahora se encontraba tapada por las manos de Sora.
—Estará listo en dos horas…
No podía simplemente poner a Kuramochi en su sitio. No. Tenía todas las de perder y no podía arriesgarse.
«Es mucho más perverso que el mismo Miyuki. Lo he subestimado».
Todo se hizo silencio cuando vieron que Yūki iba a hacer lo que le dijo sin objetar. ¿El mundo estaba loco?
—Has estado haciendo un buen trabajo, Sora. —La felicitaba—. Y no olvides lo que te he pedido.
—Ya me largo…—Trasladó su humanidad hacia la salida del comedor. Ya no quería saber nada de la escuela, del equipo de béisbol o de la gente.
—La está chantajeando. Indudablemente lo está haciendo…—Fue la sabia conclusión grupal.
La vida no era demasiado buena como para dejar que su pequeño martirio personal se limitara a la escuela y las prácticas. No. También debía de haber un poco de eso en su propio hogar a manos de sus dos queridísimos hermanos que parecían estársela llevando muy bien con la pelirroja que se había unido para cenar.
Huyó a su habitación. Una pena que alguien decidiera quedarse a dormir ese día con ella.
—Gracias a ti mi vida es un infierno.
Ya estaba metida en su cama. Miu por su lado se encontraba poniéndose una mascarilla en la cara mientras peinaba su cabello.
—¿Por qué tenían que mostrarle Tetsu y tú ese vergonzoso vídeo? —recriminó.
—Es tu culpa por no borrarlo. —Se sentó en la esquina de la cama. Ahora era el turno de pintarse las uñas—. No debiste de haberlo grabado en un principio.
—¡Yo no fui! Fue el mismo Tetsu quien lo hizo.
—¿Te imaginas lo que pasaría si los miembros del equipo lo vieran? Bueno. Deja eso, ¡los de la clase misma! —Se escuchaba como que si se estuviera divirtiendo con su desgracia—. No se pueden imaginar la clase de persona que puedes llegar a ser en verdad.
—¿Dijiste algo? —Se hizo la desatendida tras arrojarle una almohada directo en su bonita cara.
—¡Sora, me has arruinado la mascarilla!
—Dudo que funcionen. —Se excusó, girándose en sentido contrario a la joven—. Además, ¿por qué rayos le diste tu número de teléfono a Kuramochi?
—¿Eso que escucho son celos? —preguntó divertida.
—Tú no sueles hacer esa clase de cosas a menos que te interese el chico. —Enfocó su atención en la pelirroja—. Y sé que él no es tu tipo.
—A veces las personas cambian. Y digamos que me impresionó un poco. ¿Por qué rayos me sigues viendo con desconfianza?
Sora no estaba nada convencida.
—Cuando su celular quede reparado, te devolveremos el tuyo —prometió—. Igual nadie te escribe ni te marca. Por lo que no tienes nada de qué preocuparte. —Esa sonrisa destellante, casi de comercial, le crispaba los nervios a Sora.
—No entiendo lo que estás pensado.
—Tú deja de preocuparte. Todo saldrá bien.
—Es difícil asegurarlo considerando tu fama.
—Tenme un poco más de fe.
—Yo tengo límite, ¿sabes? —suspiró desfallecida—. Denme un respiro.
—¿No me digas que te está chantajeando? —Sonrió nuevamente—. Tiene agallas. Le daré puntos por eso.
—¿Por qué te oyes como si lo alabaras por ello?
¿En qué momento pasó a ser el centro de su diversión? ¿Por qué congeniaban tan bien?
—No creo que suceda nada malo.
«Si ella le pidiera borrar ese vídeo y nunca más mencionarlo, sé que él lo haría con tal de quedar bien. Pero conozco a Miu y sé que pierdo mi tiempo. Lo peor es que ahora hasta Miyuki se une a su disfrute. Maldigo el momento en que me metieron a esa escuela».
—Por cierto, ¿le has regalado algo por su cumpleaños?
—¿A quién?
—Vamos, no te hagas la tonta…—Sora se limitó a darle la espalda otra vez—. ¿No me digas que lo has estado evitando todo este tiempo? Van en la misma escuela, te recuerdo.
—No lo evito —habló—. Sin embargo, no creo que sea prudente darle algo considerando las circunstancias.
—Supongo que no. Si tú estás bien de ese modo, no creo que interese lo demás. —Concluyó con sus uñas y se dispuso a limpiar su cara—. Se me olvidaba decirte, pero hace unos días mandé a tu correo las fotos que nos tomamos en el viaje escolar de quinto de primaria. ¿Recuerdas? Las vi y me dio mucha nostalgia. Sé que no las tenías, por eso te las he pasado. Hasta sale el tonto de Ohsaka.
—Vuélveme a repetir lo que has hecho…—Mandó a volar las cobijas para aproximarse a esa descarada amiga suya—. ¿Te das cuenta que mi correo es de acceso total en mi celular y que la persona que lo tiene en estos momentos es Kuramochi?
—¡Nos vemos terriblemente lindas allí!
—¡Ese no es el problema, tonta!
—Mañana saliendo de clases vayamos por un parfait. ¿Te parece bien?
«Ese momento en que a nadie le importa lo que piensas o sientes… Me pregunto por qué sigo llevándome con personas como ella».
Sabía que no era la mejor persona del mundo, mas no recordaba haber hecho algo tan malo como para tener que venir a pagarlo todo en Seidō.
—Ya mejor duérmete, Miu.
Miyuki había estado disfrutando enormemente de no tener a ese ruidoso jugador echándole carrilla durante los recesos o a la hora de las prácticas. Incluso había logrado tener conversaciones normales con Sora; quien casi siempre terminaba regresándole sus asertivos comentarios. Y si las cosas marchaban tan maravillosamente, ¿por qué se sentía extraño?
Hasta la situación con Maezono se había calmado.
Y haciendo a un lado la mala actitud del entrenador Ochidai, todo marchaba perfectamente bien dentro del equipo.
—¿No crees que ya has limpiado demasiado esas pelotas? Estás que les sacas brillo —comentó Kazuya.
De camino a los dormitorios se encontró con esa chica que todavía continuaba con el balde de pelotas.
—¿No es raro el comportamiento de Kuramochi? —cuestionó desde su cómodo asiento en el suelo.
—Se me hace más extraño el tuyo —inquirió burlesco con una esplendente sonrisa que la incitaba a responderle hostilmente—. ¿Eh?
Ni la más pequeña de las reacciones se hizo presente. Hasta juraba que le aventaría una pelota, pero nada.
—Podría ser cierto. A este punto todo es factible.
—¿Me estás dando la razón…?
¿Quién era esa de allí y dónde estaba Yūki Sora? ¿Dónde?
—Quizá…
—¡Decídete!
—¿Has hecho algo de lo que te has arrepentido enormemente? —Le preguntó, viéndolo por encima del hombro.
—No en realidad. ¿Tú sí?
—Haberlos presentado. ¡Ese ha sido uno de los más grandes errores de mi vida!
Si no lo hubiera hecho ahora mismo tendría su celular. No estaría siendo chantajeada y no tendría que soportar a ninguno de esos dos por separado.
—Pues eres la única que se queja. —Nada como burlarse un poco de su desgracia. Reír tampoco estaba de más.
—Tal vez a ti también debería presentarte a alguien a ver si pasa lo mismo —dijo claro y fuerte para que la escuchara.
—Si quieres puedo ayudarte a recuperar tu celular…
Sora creyó que había oído mal. Sí. Tenía que estarle fallando la audición. Ya que bajo ningún otro precepto Miyuki Kazuya se dispondría a ofertarle una mano ayuda.
—¿Por qué presiento que no me has creído?
—Mejor dime qué quieres.
—Qué desconfiada eres. —Su mirada inducía a cualquiera a creer en sus palabras, mas esos labios curvados en una burlona sonrisa hacían desistir de tal suicidio—. Estoy hablando en serio.
—¿Qué es lo que ganas con todo esto?
—¿Te han dicho que siempre estás muy a la defensiva? —Rio un poco y se cruzó de brazos—. Si quieres recuperar tu celular la única opción es cuando esté jugando. Cuando está metido en ello se olvida de todo. Es la oportunidad ideal para tenerlo de vuelta.
—Eijun-kun me contó lo que le hiciste en su primer día. No me fío de ti.
—Creía que querías recuperar tu libertad.
Yūki deseaba dejar de estar en medio de esos dos y regresar a su vida normal. ¿Estaba bien dejarse convencer por la labia de Kazuya? Que por algo era un zorro astuto de cuidado.
—¿Cuál es el plan?
El plan consistía en una sesión amigable de videojuegos para que Kuramochi se distrajera y se desentendiera del celular el tiempo suficiente para quitárselo. Entonces, ¿cómo es que la reunión había pasado del dormitorio de Yōichi a la sala de su casa? Lo único claro es que ya había sido mandada a la cocina por bebidas y botana.
—No debí mencionar que en casa tenía un televisor más grande que el que tenía en su habitación…—Llenó la charola de frituras y sirvió las bebidas.
—Vamos. Deberías poner mejor cara. Pronto recuperarás tu celular.
Allí estaba el vago de Miyuki parado en la entrada de la cocina, mirándola divertido mientras llevaba sus manos hasta los bolsillos delanteros de su pantalón. Seguramente era el único que se la estaba pasando bien.
—Hasta el momento no he visto que lo suelte.
—Ten un poco de paciencia.
—Para ti es fácil decirlo. —Como modo de agradecimiento por su buena voluntad le dio la charola de papas—. Sé un buen capitán y llévales algo de comer.
En cuanto empezaron a jugar a lo único que esos hombres ponían atención era a la pantalla y a los controles de la consola. Por lo visto Miyuki no la había timado.
Kuramochi había hecho polvo al pobre de Sawamura antes de que el segundo round llegara. Haruichi lo había intentado, pero se lio con los controles y no resultó ser un digno rival para el invicto vencedor. Furuya pese a lo serio que se veía lo estaba haciendo bastante bien para no tener experiencia en ese campo y de alguna manera eso enfadaba un poco a Eijun; quien pedía un combate uno a uno contra él.
Sora permanecía a una distancia prudente de esa panda de ruidosos chicos, observando cuidadosamente los movimientos de Yōichi. Él era su objetivo.
«Al menos lo ha sacado de su bolsillo…», pensaba. Su celular estaba demasiado cerca y a la vez, demasiado lejano.
—Miyuki, ¿estás seguro de que quieres intentarlo? La última vez te di una buena paliza.
—Ya he visto de qué va. No te será tan fácil como en ese momento.
Las primeras veces que jugó contra él le ganó vilmente. Sin embargo, a través de sus derrotas había cogido el truco a los controles.
—¿Qué te parece si lo hacemos más interesante?
—¿A qué te refieres? —Miyuki ya tenía el control en manos.
Hasta estaba sentado al lado de Kuramochi a la vez que el resto observaba.
—Una apuesta.
¿Qué era eso que lo hacía sonreír como si fuera un pequeño desquiciado?
—¿Y qué se supone que apostaremos? —Kazuya estaba totalmente seguro de sus habilidades. Esta vez lo derrotaría.
—El que pierda hará todo lo que el otro diga por un día entero. ¿Qué te parece?
Todas las miradas se trasladaron hacia el de gafas. ¿Aceptaría? Sabía que no lo dejarían escapar.
—No lo sé…—Para él vencer era más que suficiente.
—¿No me digas que tienes miedo?
—Por supuesto que no. —El cácher presentía que algo tramaba y no quería verse arrastrado a ello.
—Serán cuatro rondas. Cada una de ellas se basará en un juego diferente. Y todos los has jugado anteriormente. Simple, ¿no lo crees?
—¿Por qué no?
Había un problema cuando se consideraba que ambos gustaban siempre de dar lo mejor de sí y ser sumamente ambiciosos cuando de obtener la victoria se trataba. Esa tan buena cualidad podría estarlos condenando mutuamente.
—¿Estás seguro de lo que has hecho? —Yūki se había acercado hasta el confiado capitán.
—Ninguno de esos juegos es difícil y ya les he pillado el truco —informó—. Será pan comido.
—¿Tan confiado estás de tus habilidades?
No es como si a Sora le importara que él mordiera el polvo. No obstante, algo muy dentro de ella le decía que debía asegurarse de que Kazuya ganara si no deseaba estar metida en un embrollo. Porque conocía a Kuramochi y sabía que a algo se debía esa maquiavélica sonrisa que intentaba ocultar.
—Ya lo tengo prácticamente en la bolsa. —Fue su comentario alentador.
—Tengo un mal presentimiento…—murmuró girándose en dirección al televisor. La masacre estaba a punto de dar inicio.
