¡Hola mundo! Esta vez regresé mucho antes de lo esperado. Hasta yo me sorprendí. Pero creo que la musa de la inspiración no fue tan mala conmigo y me dejó escribir algo decente que pudiera publicar. Ya me darán su opinión y percepciones cuando terminen de leer. Ahora rueguen porque vuelva actualizar así de rápido.

Cote.- ¡Gracias por pasarte por la historia y dejarme un comentario! Me alegra que te guste. Y sí, irremediablemente esas escenas llegarán sí o sí. Debes tener paciencia.

Joha.- Te agradezco que leas mi historia y comentes. Ya no tendrás que esperar más, al fin sabrás qué pasa.


Answer is easy

La interpretación había concluido hacía varios minutos atrás. Sin embargo, aquel par de espectadores continuaban carcajeándose escandalosamente en su cara, sin dejar de señalarlos.

—Debí suponer que saldría con algo como esto. —Miu no podría recuperar su dignidad en mucho tiempo. Sus mejillas quemaban de lo sonrojadas que estaban.

—Realmente no la hicieron —refunfuñaba Kuramochi con la cara roja de la pena—. Vaya show que montamos esta noche.

—Estuvieron muy bien. —Sora secaba las lagrimillas que se le habían escurrido por las mejillas de tanta risa—. Tienen mucha razón. Salir con ustedes es divertido.

—Si no triunfas en el béisbol podrías intentar ser bailarín —decía risueñamente Miyuki.

—Ya vayámonos de aquí…—balbucieron los humillados adolescentes.

Si pensaron que tras abandonar el karaoke podrían irse felizmente y olvidarse de todo ese caótico día, se equivocaron. Esos dos todavía tenían suficiente cuerda y ansias de cobrarse la humillación propinada.

—¿Por qué pones esa cara, Sora? Estoy segura que haber cantado por dos horas debió de abrirte el apetito. —Las dulces palabras de Miu estuvieron acompañadas de unas cuantas palmadas.

—La verdad es que no tengo apetito, por lo que yo…

Sus intentos de escape se quedarían en eso. Antes de siquiera darse la vuelta y evitar entrar a ese restaurante, se encontró con Yōichi y más material comprometedor.

—Tal vez una hamburguesa y papas fritas no caigan mal.

—El día todavía no termina, Miyuki. —Con esas palabras de consuelo el de gafas prefería que no le dijera nada.

El restaurante estaba lleno de estudiantes y universitarios que al igual que ellos habían aprovechado para salir y divertirse un poco para olvidarse de lo opresivos que podían ser los estudios.

Tomaron una mesa pegada a la ventana y esperaron con paciencia a que les trajeran sus respectivos platillos. Y cuando eso ocurrió, un mal augurio trazó su recorrido en las espaldas de Kazuya y Sora.

—Necesitarás esto. —Kuramochi había entregado amablemente un par de palillos a la mánager.

—Son míos —estipulaba Kazuya.

—Lo sé. Por eso se los he dado.

Con esa sencilla declaración el rompecabezas en sus cabezas se ensambló y obtuvieron una desagradable conclusión.

—¿No es propio de una novia el darle de comer a su pareja de vez en cuando?

—¡C-claro que no! Eso es innecesario y arcaico. —Sora por poco y rompe los palillos entre sus manos.

—Como dije antes: el día aún no termina. —Les indicaba que entre más rápido cooperaran, sería mejor para ambos.

—Ya entendí…—Dividió los palillos. Miró de soslayo al receptor y después al apetecible cerdo empanado—. Te lo advierto: más te vale que abras esa boca cuando tome esa chuleta y te la dé de comer —amenazó sutilmente tomando un trozo de la chuleta capeada.

Se preparó mentalmente para la bochornosa tarea que le fue ordenada.

Jamás le había dado de comer a alguien en la boca. Sin embargo, ahí estaba, dándole de cenar al chico que la sacaba de sus casillas; el que le sonreía con burla porque se divertía con su predicamento.

—¡¿Q-qué han hecho?!

No había ni siquiera terminado el penoso acto cuando escuchó un clic familiar. Kuramochi se encargó de fotografiar la escena con sumo detalle.

—¡Con esto realmente lucen como una verdadera pareja!

Al diablo las apariencias y los buenos modelos. Lo que importaba era recuperar ese teléfono y destruirlo de ser necesario.

—¡Ey, suéltalo!

Su forcejeo no terminó bien. Lo supieron al ver el electrónico salir volando y estamparse justamente sobre la cabeza de un pobre incauto que estaba pasando por allí con su orden en manos.

—¿Ves lo que ocasionas? —Se quejaba Yōichi. Obvio la culparía.

—Esto no habría pasado si te hubieras comportado y no pidieras cosas como estas.

—¿Miyuki? ¿Realmente eres tú?

La atención se volcó automáticamente hacia el aludido. Y Kazuya parecía sentirse igual o más extrañado que sus acompañantes ante la coincidencia de encontrarse con alguien que lo conociera.

—¿Acaso no me recuerdas? Estuvimos juntos en el mismo equipo de béisbol durante la secundaria —informaba el chico.

—Oh, eres tú, Sawano. Qué coincidencia.

—Lo mismo digo, Miyuki.

Y como si le hubieran invitado a cenar, tomó asiento, empujando a Sora aún más contra el cácher.

—No recuerdo que fueras alguien tan sociable en secundaria.

«¿Cómo rayos fui a terminar en medio de estos dos?».

Sora tenía razones de sobra para lamentarse. Estaba más pegada a Kazuya de lo que desearía.

—Digamos que sucedieron ciertas cosas —expresó sin humor. Estaba muy junto de Sora. Y lo peor, es que tenía un agregado más a la cena.

—¡Oh, así que están saliendo en parejas! No estaba esperando algo así.

De todos los que pudo haberse encontrado, tuvo que ser el más parlanchín.

—Se nota que con el tiempo las personas cambian… Y pensar que antes eras más reservado cuando de pareja se trataba. Hasta te encargabas de que nadie se diera cuenta de ello.

—¿En serio? Cuesta creerlo, considerando que Miyuki-kun es bastante extrovertido. —Para Miu fue imposible no formar parte de la plática.

—Y nosotros que pensábamos que sólo vivías para el béisbol. —Yōichi sentía cierto interés al respecto. Especialmente porque podría usar esa información para su propio beneficio.

—Y aquí entre nos, su novia era sumamente bonita —cuchicheó para el par de entrometidos.

«Agradezco enormemente que no me topé con alguien que me conociera y fuera tan lengua larga como este chico…».

La sabia decisión de Yūki fue guardar silencio.

—¿No creen que ya se nos está haciendo tarde? —Kazuya quería irse cuanto antes. Ya habían ventilado suficiente de su vida privada.

—Lamento estar interrumpiendo su cita.

¿Por qué dirigió su atención precisamente hacia ella? ¿Qué es lo que buscaba? ¿Por qué sentía que la evaluaba al mismo tiempo que lucía desilusionado?

—Descuida, no sucede nada. —Ella también podía regalarle el mismo grado de escrutinio—. Las cenas son más divertidas entre más sean, ¿no?

Que sonriera alertó a la única persona de la mesa que la conocía mejor que nadie.

—Por cierto, Sawano-kun, ¿asistes actualmente a Kichijoji?

—Sí, justamente —respondió inmediatamente—. ¿Lo conoces?

—Tengo un conocido que estudia allí actualmente —explicaba—. Me sorprende verte por esta zona considerando la distancia a la que se encuentra aquel colegio.

—Oh, sí. Está algo retirado. Pero de vez en cuando me puedo permitir venir hasta acá.

—Hace un par de años atrás se convirtió en un instituto mixto —informaba Sawano—. Y en este año se creó formalmente el equipo de béisbol. —Estaba lleno de júbilo—. Es posible que nos enfrentemos, Miyuki.

—Lo estaremos esperando ansiosos —comunicaba con humor recompuesto. Si se ponían a hablar sobre béisbol podía soportar la velada.

—No la tendrán nada fácil —agregaba Kuramochi. Pareciera que la actual temática estaba motivándolos de más.

—Por cierto, disculpa por no haberme presentado. Mi nombre es Sawano Daisuke, encantado —extendió su mano hacia ella.

Y aunque dudó en devolverle el gesto, lo hizo.

—Yūki Sora.

—Miyuki-kun, tu novia es bastante seria y tímida —dijo deliberadamente—. Supongo que forma parte de su encanto.

«¿Cómo que "supones"? Comienza a convertirse en un pesado».

Tal vez estaba viendo cosas donde no, pero perjuraba que estaba comenzando a meterse con ella.

—No soy tímida. Y que sea seria no significa que no sepa divertirme. Por favor, no categorices cuando apenas hemos cruzado un par de palabras. Porque yo podría hacer exactamente lo mismo contigo.

Su tono tan calmo le dio mala espina al bocón chico.

—L-la tienes difícil, ¿verdad? —soltó quedito para el receptor.

«Alguien sabe cómo hacer callar a las personas sin demasiado esfuerzo. Es mejor no hacerla enfadar».

Miyuki sonreía ante lo que había visto. El tipo que más parloteaba durante las prácticas había sido callado con simples oraciones.

—Con que aquí estabas, Sawano. Te estuvimos esperando en la planta de arriba.

—Parece que sintió nostalgia en cuanto vio a Miyuki.

Nadie alucinaba. Habían llegado otros tres nuevos rostros portando uniformes de béisbol.

—Eres más popular de lo que imaginaba —mencionaba Yūki para el de gafas.

—Justo lo que me faltaba…

El hablador era una cosa. Mas los que habían llegado no eran tan soportables. Los reconoció. Habían sido sus superiores mientras jugaba béisbol en secundaria.

—¿Por qué no jalamos unas sillas más y nos sentamos? Todavía queda espacio —propuso el más alto de ellos.

—Por supuesto. No es mala idea. —Secundaba uno más.

—¿Son tus amigos y tu novia?

Se venían los cuestionamientos.

—Así es —afirmaba Daisuke—. Su nombre es Sora-chan.

El parloteo continuaba sin indicios de que fuera a cesar. Y esa premisa estaba consumiendo la paciencia de quienes únicamente deseaban acabar su cena.

—¿A dónde vas, Sora? —Al ver a su amiga de pie supo que ya estaba harta y se largaría de allí importándole poca cosa lo que todos pensaran.

—Tenemos cosas que hacer. Debemos irnos —habló para los que se invitaron solos—. Disfruten de su cena.

Se las arregló para abrirse paso entre los recién llegados. Y ante la sorpresa de todos, no huiría de la escena sola. Dejó a todo el público sorprendido.

—¿Por qué ponen esa cara de anonadados? ¿Que no es normal que las parejas se tomen de la mano cuando salen? —Fueron las inocentes interrogantes que lanzó para los cuatro conocidos de Kazuya—. ¿O es que no han salido nunca con una chica? —Eso último fue como una puñalada directa a sus orgullos.

—¡Por supuesto que sí! —replicaron todos.

—Y como la pareja ejemplar que son, no les importará demostrárnoslos.

Sora quería deshacerse de Kuramochi. ¿De qué lado se supone que estaba?

—¡Sí! ¿Qué tal un beso?

—¡Eso es lo que hacen las parejas!

Ese grupo de pelmazos estaban aprovechando las ideas de Yōichi para poner en una posición comprometedora al de gafas. Y si bien cada uno poseía sus razones para meterse con ambos, era evidente lo que motivaba a esos ex compañeros de Kazuya.

—No tienes que seguirles el juego —murmuró Miyuki para Sora. Él los conocía y sabía hacia dónde dirigirían todo—. Vámonos.

—¿Y dejar que se salgan con la suya? Por supuesto que no, Miyuki. Haré que se traguen sus palabras sin importar el costo que deba pagar.

Existía un grave problema con su obstinación. Y era que no le gustaba huir de nada ni de nadie. Tampoco permitía que las personas impusieran su voluntad si podía evitarlo. Para ella, la cobardía era una compañera indeseable.

Mudez. Fue lo que reinó cuando ella aceptó su desafío.

Sora haló al confundido chico hacia ella para robar momentáneamente lo que falsamente le pertenecía. Y aun aturdido por la estupefacción, avanzó por inercia hacia la salida del restaurante, sujeto de la mano de quien lo calló usando sus labios.

Todos esos años de observar cuidadosamente a los jugadores dentro de la cancha para analizar y destripar sus estrategias le permitían adelantarse a las jugadas que se podían realizar dentro del campo de béisbol. Incluso lo aplicaba con la gente de su vida diaria. No obstante, esa clase de análisis no podía ser aprovechado con eficiencia en Sora

—Con esto nos hemos encargado de librarnos tanto de Kuramochi como de ese grupo de chicos. Puedo considerarlo como una victoria.

Miyuki continuaba turulato por su arranque. Simultáneamente estaba aliviado por haberse ido.

—¿Te ha comido la lengua el ratón?

—Por supuesto que no. —Recuperó la compostura—. ¿Esa fue tu mejor solución? —interrogó socarronamente.

—¿Se te ocurre algo mejor?

Se detuvo ante el semáforo que le advertía de que el paso estaba negado para los transeúntes.

—Solamente les has dado más material a ese par. —Apostaba que lo que había pasado entre ambos fue muy bien documentado—. Eres demasiado impulsiva.

—Y tú demasiado pasivo. Pero ¿no ves que te lo esté reprochando?

—En realidad lo estás haciendo.

El comentario no molestó a Sora. Lo que la hizo encauzar su atención hacia el frente fue que todavía tenía capturada su mano pese a que ya estaban lejos del restaurante. Y sin querer analizó la aspereza de su tacto; tan esperable para un jugador de béisbol.

—La comida ni siquiera era destacable. —Cambiar de tema era lo mejor antes de que le señalara que demoró en soltarlo.

—¿Acaso te has apenado por lo que hiciste? —Él sonría despreocupadamente, con sus manos dentro de los bolsillos y el frío aire de la noche agitando suavemente sus castaños cabellos—. Te comportaste muy ruda hace poco y ahora rehúyes la mirada.

—No. —Allí estaba, cayendo ante sus provocaciones—. No soy una chica que se avergüence tan fácilmente como tú piensas. —Lo veía de reojo, torciendo el entrecejo.

—A veces eres tan fácil de leer.

—Haciendo eso a un lado. Hay algo que quiero preguntarte.

—Qué extraño de tu parte.

—Deja de burlarte y déjame hablar, Ore-sama. —Ese apodo jamás iba a olvidarlo. Nunca—. ¿Ya pensaste en alguien que disfrutara de verte envuelto en una relación ficticia conmigo?

—Se me ocurrieron algunos nombres. Sin embargo, nadie se atrevería a tanto.

—Comprendo —suspiró—. Yo tampoco he tenido suerte. Y dudo muchísimo ser tan importante en la vida de alguien a quien le caigo mal para fraguar semejante plan.

—Aunque los regalos se detuvieron después de que todo mundo se enterara de nuestra falsa relación.

—En eso tienes mucha razón. Después de que fuimos la comidilla de todos ya no hubo más presentes para ti. Y eso es muy raro… ¿Cómo debemos interpretar eso?

—Quizá esa persona está observando todo cuidadosamente.

—Algo bastante perturbador, si me lo preguntas.

—Estamos atados de manos.

—Por cierto, ese grupito de chicos aparte de lenguas suelta son bastante irritantes.

Kazuya era consciente de que Daisuke no solamente atacó indirectamente su apariencia, sino que la acusó de ser algo que no era. Por ello consideraba obvio que le provocara tan mala impresión.

—Ignóralos.

—Esa clase de aptitudes pasivas son las que más engrandecen a sujetos como ellos —reprochó—. Y si estuvieron comportándose de esa forma durante la cena es porque era igual o peor en el pasado.

Miyuki conservó su ecuánime postura. Hurgar en su pasado no merecía su tiempo a menos que el tema englobara al béisbol. Y revivir los días en que sus antiguos compañeros de equipo lo atacaban por hacer su trabajo eficientemente, no estaba en sus planes esa noche.

—No necesitas contestar. Ya lo hiciste.

No sabía si su irritación provenía de su silencio estratégico, de su nulo interés por salvaguardar su integridad o su irrisorio pacifismo. Con una boca tan suelta como la que él tenía fácilmente hallaría gente que quisiera callarlo a marcha forzada.

—No soy nadie para entrometerme en tu vida. Sin embargo, ¿por qué no reaccionaste contra unos incordios como esos?

—Se llama tolerancia —habló con una risilla—. Y veo que tú no la pones demasiado en práctica.

—Mi paciencia no aplica para todas las personas.

La luz verde les permitió avanzar y a la par los alertaba de que tuvieran cuidado con la masa de personas que cruzaban en sentido contrario por el camino de cebra.

—Ey, ¿estás bien? —preguntó tras ver la caída que sufrió Sora.

—Ese chico salió disparado hacia mí y terminó tirándome…

El problema no era que todavía estuviera sentada sobre la calle, sino que le faltara su bolso. Afortunadamente salvó al pequeño cuyo que estuvo a nada de salir corriendo.

—Justamente lo que me faltaba, un carterista. Al menos tú estás bien —dijo para el asustado animal que intentaba calmar con caricias.

—¿Piensas seguirlo?

Sus palabras salieron en automático al hallarla de pie, dispuesta a perseguir al descarado ladrón. Hasta le había entregado al animalillo.

—Mi dinero y pertenencias iban en ese bolso. Tengo que recuperarlo.

Se había olvidado que no se encontraba sola y que independientemente de la personalidad de Miyuki, él no dejaría que saliera corriendo en medio de la noche correteando a un individuo que podía ser potencialmente peligroso.

—Déjame ir —exigió al sentir el agarre del chico.

—Lo mejor que podemos hacer es ir con la policía. No arreglaremos nada yendo tras él.

—Eres un aguafiestas.

—Y tú bastante despreocupada.

Los papeles se invirtieron abruptamente. Hasta hace poco ella lo había sacado del restaurante y ahora era él quien la llevaba del brazo directo a la jefatura de policía más cercana.

—No soy una niña de cinco años —protestó. No le gustaba que la trataran como tal. Se sentía exhibida.

—A veces te comportas como una. —Su buen sentido del humor nunca lo abandonaba.

—Toda la gente nos está mirando…—Quisiera admitirlo o no, él tenía razón. Debía controlar sus arrebatos y atender a la solución más factible—. Esta noche solamente va de mal en peor.

—Hemos llegado —estableció Kazuya. Ella fue liberada.

—Si eres tú, Sora.

Otro motivo por el cual no quería ir a la jefatura era precisamente porque la conocían.

—¿En qué problema te has metido en esta ocasión? —curioseó el uniformado de castaños cabellos.

—En ninguno, Kitahara-san. —Desvió su atención al lado contrario de donde permanecía Kazuya—. Me robaron mi cartera y el ladrón escapó.

—Es extraño que vengas a reportar eso. Usualmente hubieras salido detrás de él. —Había llegado un segundo oficial para integrarse a la charla.

—De modo que esta era la razón real por la que no querías venir.

Miyuki no había sido el único expuesto esa noche. Sin embargo, lo que venía enterándose sobre esa chica resultaba mucho más jugoso que su olvidada vida social de secundaria.

—Cállate y no le menciones esto a nadie.

—¿Por qué no entran a la jefatura y toman un poco de chocolate caliente mientras levantamos el acta de robo? —invitó cordialmente—. Ey, Shikata, prepara un poco más para Sora y su amigo.

Mientras ella levantaba la denuncia ante el amable Kitahara, Miyuki permanecía sentado, disfrutando de su bebida caliente en compañía del otro policía.

—Menos mal que la detuviste —señalaba—. Su impulsividad suele meterla en muchos problemas.

—No me sorprende.

Después de saber lo que le ocurrió a sus acosadoras y cómo pone en su sitio a Kuramochi se hacía a la idea de que se atrevía a cometer cualquier locura.

—Lo más extraño es que haya accedido a venir hasta aquí. Con lo necia que es no suele atender a la petición de las personas.

—A veces puede ser razonable. —Sonrió cínicamente.

—Desde pequeña siempre se ha metido en líos…—relató con cansancio—. Los niños del vecindario salían corriendo cuando la veían venir... A ella y sus tres amigos. —Exhaló—. Y por una u otra razón terminaba aquí, quejándose del mal comportamiento de los niños de la cuadra.

—Al menos ya se comporta. O eso parece.

Tal vez había madurado o tal vez eso quería hacerles creer.

—No estarás contándole cosas innecesarias, ¿verdad, Shikata-kun?

La pequeña pesadilla había regresado y estaba frente a esos dos hombres.

—Nada que el vecindario no conozca de antemano.

Una cosa era que revolviera su cabello cuando iba en primaria y otra muy distinta es que lo hiciera ahora a su edad. Era vergonzoso y había provocado una suave risilla por parte de Kazuya.

—Tetsu-san la tenía difícil con una hermana como tú —decía animadamente Miyuki.

—Cómete esto y déjame en paz. —Lo enmudeció tras atipujar medio pan de melón en su boca—. Vayámonos.

—Bueno, tendrán que esperar un rato…—Kitihara apuntó hacia el exterior, hacia ese mundo nocturno siendo dominado por la lluvia.

—No puede ser…—Sora pasó a segundo plano el llegar a casa y dormir. Su preocupación principal radicaba en que la lluvia no se transformara en una pesadilla torrencial con truenos y relámpagos o expondría uno de sus secretos mejor guardados.

—Si tienen prisa puedo prestarles mi paraguas para que regresen a casa.

Miyuki halló esperanza en el amable policía que les ofrecía su paraguas. Yūki tuvo que forzarse a serenarse para que su incipiente malestar no fuera notorio para él.

—¿Realmente tenemos que usar esa cosa?

—Si quieres salir de aquí, sí —sentenciaba Sora. Él permanecía receloso de salir con esa clase de sombrilla—. Tú decides. —Agradecía ese tierno parasol porque la ayudaba momentáneamente a distraerse y olvidarse de su fobia.

Un cielo con escasas estrellas, la luna en cuarto menguante y la fría lluvia creaban una sinfonía que los acompañaría esa noche hasta alcanzar su destino final.

—Jamás pensé que tendríamos tan mala suerte este día… Todo por culpa de Kuramochi. —Maldecirlo era mejor que angustiarse porque la lluvia no cesaba.

El parasol cumplía con su función. Mas el tono rosa pastel y ese estampado de mariposas, arcoíris y pollitos podría romper la masculinidad frágil de algún chico.

—Creo que estás más pálida de lo usual —comunicó el cácher para quien sujetaba la sombrilla pese a ser más baja que él.

Sora apretó con mayor fuerza el mango del parasol. Estaba luchando para ignorar el clima y él se lo recordaba de la peor forma posible. Mas tomó aquello como una prueba que tenía que superar para no ser descubierta.

La última persona que deseaba que se enterara de que tenía pluviofobia era él.

—Hay días en que mi piel se ve más pálida de lo usual —contaba—. Quizás tenga que ver con que últimamente no he podido dormir bien.

Ella agradecía que su problema no fuera tan extremo como para no ser capaz de soportar la lluvia moderada.

—Y dime, ¿tú tienes un color parejo de piel?

—¿Eh? —Sus preguntas extrañas lo confundían bastante—. ¿Qué quieres decir con eso?

—Bueno, los beisbolistas entrenan mucho bajo el sol. Y hay zonas que su uniforme no cubre. Por lo que terminan con un bronceado extraño.

Antes de poder siquiera procesar su razonamiento, fueron empapados por un vehículo que no redujo su velocidad ni siquiera cuando los vio caminando por la acera.

Avanzaron e ignoraron la absurda tradición que se tenía cuando una chica y un chico compartían una sombrilla. Ellos únicamente eran dos individuos fingiendo ser una pareja.

—Al fin en casa. Y como mis llaves fueron robadas, no tengo más remedio que tocar.

El timbre sonó cuatro veces. Sin embargo, no hubo respuesta.

—Mira, te dejaron una nota. —Kazuya no bromeaba. El susodicho mensaje se encontraba pegado a un costado del portón.

—«Sora, tu padre y yo hemos tenido que salir de la ciudad para abastecer las provisiones del restaurante por lo que llegaremos mañana por la tarde. Descuida, hemos dejado suficiente comida para ti en el refrigerador».

No podía dejar de estrujar esa hoja. ¿Por qué tenían que salir de la ciudad justamente ese día? ¿Qué tenía el mundo contra ella esa noche?

—Tetsu y Masa, ¿dónde se supone que están? —Para sus dudas existenciales existía la sección de postdata—. «Tampoco te angusties por tus hermanos. Tetsu fue a estudiar a casa de unos amigos por lo que no pasará la noche en casa. Y Masa se ha ido con nosotros».

—Alguien allá arriba debe de odiarte lo suficiente como para hacerte pasar por todo esto en un solo día.