¡Buenas! Sí, sé que muchas han de estar asustadas de que ande actualizando tan seguido este fic. Créanme, yo también tengo miedo. Pero mientras haya inspiración y tiempo, hay que darle duro, porque escribo en muchos fandoms.
Message
Sorpresa. La primera emoción que la abordó al abandonar la protección de su hogar y encontrarse con aquel confiado corredor. Él parecía estarse riendo en silencio de su reacción.
—Esa es la cara de alguien que no creía en que cumpliría con mi palabra. —Kuramochi la atrapó. Y su victoria trajo consigo el silencio de la joven—. Será mejor que te muevas o no cumpliremos la meta.
—Me has impresionado. —Se aproximó hasta él—. No volveré a decir que eres poco confiable.
—Ey, ¿cómo demonios debo interpretar eso? —Era demasiado temprano para sulfurarse, pero ella ya lo había conseguido.
—Como que eres un hombre de palabra. Ya no eres el yanqui de tus años mozos de secundaria.
Llevó sus manos hasta sus hombros y le dio suaves y rápidas palmadas. ¿Así lo felicitaba?
—Síguele así y me largaré de aquí. —Una amenaza que estaba dispuesto a cumplir.
—Sabes que estoy bromeando. —Se disculpó. Lo veía directamente a los ojos, como si con ello quisiera mostrarle que estaba siendo sincera—. Oye, correrás como el resto de la gente normal, ¿verdad?
—Correremos a mi ritmo.
—¡Estás loco! —exclamó con sobresalto—. Kuramochi, ¡eres el más veloz de todo Seidō! No existe manera de que alguien como yo pueda correr a tu nivel.
—Tendrás que esforzarte.
Sora estaba muy segura que el esfuerzo no sería suficiente para lograr lo que ese guepardo humano deseaba.
—Piensa en ese peso extra que tienes y entonces todo será más fácil.
—Kuramochi, la vida no funciona de esa manera —suspiró, intentando obtener toda la fuerza de voluntad necesaria para realizar aquel ejercicio matutino.
Claramente sabía que salir a trotar en compañía del más rápido de todo el equipo de béisbol era una especie de suicidio que más pronto que tarde la orillaría a renunciar y buscar otro método menos demandante para cuidar su peso. No obstante, pese a lo rudo que podía llegar a ser Yōichi, había tenido la delicadeza de bajar su velocidad para que ella no sufriera demasiado. Incluso le había dado algunos consejos para no salir lesionada.
Era bueno enseñando y poseía la suficiente paciencia como para lidiar con ella.
—¿Seguro que tendrás energía para el entrenamiento de la mañana?
Habían terminado. Y sentados en el escalón inferior de la escalinata que conducía al interior de su domicilio, se hidrataban.
—Por supuesto que sí —aseguró—. Esto fue como un juego de niños para mí.
—Gracias por bajar tu ritmo. Estoy segura de que hubiera claudicado en algún punto del camino si te ponías a correr como lo haces en los partidos.
Él no estaba esperando a que le agradeciera. Le fue inevitable no sentirse plenamente desconcertado.
—Aun así, tienes resistencia y soportaste bastante bien. —Adjetivos tan positivos no solían salir muy seguido de su boca. Ella optó por escuchar atentamente—. Si consideramos a lo que te dedicabas, resulta normal que correr no sea lo tuyo. Además…
—¿Además?
—También tienes otro obstáculo por el cual te resultará algo impráctico el correr.
Que la evadiera al tiempo que sus mejillas se colorearan tenuemente lo volvía todo muy sospechoso.
—¿Y puedo saber a qué obstáculo te estás refiriendo, Kuramochi Yōichi?
Solamente su madre lo llamaba por su nombre completo.
Fue así hasta que ella lo hizo, provocándole algo parecido a la incomodidad y la vergüenza. Definitivamente no dejaría que lo volviera a nombrar de esa forma nunca más.
—Ya debo regresar a Seidō antes de que se den cuenta que me escabullí. ¡Nos vemos en clases! —Nada como ejecutar una graciosa huida.
—Escapó.
El muy bribón había hecho gaje de su celeridad para irse.
—Lo dejaré pasar por esta ocasión ya que me está ayudando.
Kuramochi no tenía problema con el ejercicio extra del que se había hecho acreedor desde que decidió ayudar a Sora. No obstante, el madrugar tanto, empezaba a cobrarle factura. Y eso no pasaría desapercibido por quienes convivían a diario con él en el aula de clases.
—¿Otra vez te has desvelado jugando videojuegos? —preguntaba Miyuki para quien llevaba su quinto bostezo desde que inició el receso—. Tatsuhisa, si dejas que el vicio te consuma terminarás del mismo modo que él.
Yōichi estaba sentado frente al puesto del receptor, descansando su rostro en el pupitre. El francés yacía a un costado de este, sorbiendo un jugo de caja.
—Juego de manera moderada. —Se defendía Souh.
—No he jugado en toda la semana —alegaba de mala gana. Lo último que necesitaba era que se metiera con él—. Solamente he tenido noches en las que no he podido conciliar el sueño apropiadamente.
—Kuramochi, te recuerdo que tenemos un trabajo de traducción muy importante que entregar para la clase de inglés. —Le recordó a cierto despreocupado muchacho que los deberes no se hacían solos—. Descuida, ya lo terminé y puse tu nombre en él.
Lo cual mencionó hasta después de que el pobre Yōichi se levantara todo atormentado, pensando cuándo iban a hacerlo.
—¡Maldito!¡¿Por qué no dijiste eso desde un principio?! —Sus fuerzas regresaron para agredir el cuello de la camisa de Tatsuhisa.
—A todo esto, ¿no tenemos un reporte de Historia por hacer? —Kazuya recordó que lo habían emparejado con Souh en aquella clase tan aburrida—. Se me había olvidado porque hemos estado bastante ocupados con el entrenamiento.
—Ah sí. Lo tenemos.
Ahora era el de gafas el que se notaba en apuros por no tener adelantos del susodicho deber. Y es que ni siquiera se acordaba de qué iba.
—No hay nada de qué angustiarse. Ya está terminado igualmente.
—¿Qué? ¿Qué ya lo acabaste? —Kazuya estaba impresionado. El rubio sacó un folder de su mochila y lo depositó en su pupitre—. Si es…—En sus manos estaba un paquete de hojas sujetas con un clip. Todo estaba en orden y forma; incluso tenía una portada bien elaborada—. ¿Cuándo?
—Tú entrenas tanto como todos nosotros. No entiendo cómo es que haces tus tareas en tiempo y forma. Incluso las adelantas. —Yōichi no era el único que veía a Tatsuhisa como un bicho raro—. ¿En qué momento lo haces? ¿Le pagas a alguien para que te hagan los deberes?
—La vida sería más fácil si le pagara a alguien por hacerme la tarea, pero no es así. —Vio a esos dos muchachos que empezaban a dudar de que fuera un ser humano o que durmiera más de cinco horas diarias—. Mi familia es muy estricta en el ámbito académico. Y que forme parte de un club deportivo no es excusa para que mis notas sean mediocres.
No tenían duda alguna de ello tras recordar al intimidante padre que poseía.
—Al final es cuestión de que te organices bien. También es como una costumbre.
—Viejo, tu vida suena a una total pesadilla. —Kuramochi ya se hubiera vuelto loco con un estilo de vida tan exigente como ese—. Vive un poco o te volverás loco.
—Si la vivo demasiado me meteré en muchos problemas.
Yōichi se echó a reír. Después del lío que los llevó a ser castigados, sabía perfectamente que ese muchacho tenía el potencial de provocar muchos embrollos.
—Y con un padre como el que tienes no me sorprende que te andes con cuidado —agregó Miyuki para quien dio un largo suspiro.
—Ahora que lo pienso. ¿De dónde se conocen tu padre y el entrenador? —Ciertamente aquella relación no había sido aclarada del todo—. Se ven bastante cercanos.
—Se conocieron cuando el entrenador iba en la universidad. Él fue su alumno cuando mi padre trabajó un tiempo en la Universidad Meiji. Desde entonces han estado en contacto. Incluso forjaron algo muy parecido a la amistad.
—Y ahora tú estás bajo la tutela y cuidado del entrenador. La vida sí que es irónica —decía Kazuya para quien se estaba comiendo un bollo relleno de anko.
—No puedes imaginarte cuánto.
«Ciertamente la vida es jodidamente irónica en ocasiones».
Kuramochi veía en silencio a ambos jugadores, sonriendo con descaro y regodeo mientras ellos se enfrascaban en una conversación sobre béisbol profesional.
«Por un lado está la ex pareja de Sora y por otro, el falso novio actual. Y para colmo, ambos están en el mismo club. ¿Es que esto podría ser más entretenido?».
El día había concluido y no podía sentirse más agradecido de escuchar la voz del entrenador diciéndoles que ya podían retirarse a ducharse, cenar y descansar. Y eso era justamente lo que quería hacer, pero lamentablemente su retirada se vio interrumpida.
—¿Qué pasa?
Ella no aparecía sólo porque sí. Y si consideraba que no la había visto durante toda la práctica, algo debía de estar maquinando.
—Tú sígueme y no cuestiones nada.
Avanzaron. Él no tuvo más remedio que seguirla hasta que llegaron al solitario almacén.
—¿Por qué tanto misticismo? —La joven husmeaba dentro de una mochila negra que había puesto junto a la caja de pelotas—. ¿Y eso?
—Me supongo que debes estar hambriento. Traje esto.
El paquete que sacó de la mochila era una caja de almuerzo de tres pisos. Los separó y colocó sobre el suelo tras haber extendido un pequeño mantel de cuadros rojos y blancos.
—Come.
—¡Esto es demasiado!
Era mucha comida para él solo. Sin embargo, la pinta era excelente y el olor que noqueó a sus fosas nasales no hacía más que abrirle el apetito.
—¿Por qué has traído todo esto? —pedía explicaciones. Estaba confundido ante lo que podía ser catalogado como amabilidad.
—Es mi manera de agradecerte lo de esta semana.
Yōichi parpadeó. No creía lo que estaba escuchando. Pensó que estaba soñando por lo que se pellizcó ambas mejillas.
—Y descuida, lo prepararon en el restaurante de mis padres. Es comestible.
—En realidad no tenías que hacer nada.
Mientras hablaba, ella lo condujo a sentarse para entregarle una de esas vistosas cajas.
—Por supuesto que sí —objetaba—. Toda la semana te has estado cabeceando en clases. Y todo como consecuencia de mi capricho. Me disculpo.
Que alguien grabara ese momento porque probablemente no se repetiría nunca más en su vida.
—Estás actuando muy extraña. ¿No estás en esos días especiales que toda chica posee cada mes? —Estaba listo para recibir un buen golpe. Mas la arremetida jamás llegó—. ¿Ah? ¿Por qué no estoy tumbado en el piso, sufriendo? ¿Qué rayos está ocurriendo aquí?
—De ahora en adelante correré por mi cuenta. No tienes que venir a mi casa por las mañanas.
—Tú misma dijiste que correr sola te resultaba sumamente aburrido.
Para él era mejor dormir una hora más y, sin embargo, allí estaba diciéndole indirectamente que estaba bien, que no había problema.
—Sí, sé que lo dije. —Y se veía arrepentida por haberlo mencionado—. Sin embargo, que estés en óptimas condiciones tanto para tus entrenamientos como para tus partidos es mucho más apremiante. Además, ¿qué clase de persona sería si perjudico a uno de los miembros del equipo?
—Eres muy extraña. —No era eso lo que quería decir, pero fue lo primero que carburó su cabeza para transformarlo en palabras—. No quiero discutir sobre ello. Será cómo tú quieras.
—¡Excelente!
Había otra cosa que la joven trajo consigo.
—Ninguna cena está completa sin su correspondiente postre. —Depositó una cajita blanca de cartón frente a él—. Saben muy bien.
—Tengo el presentimiento de que estás intentando engordarme.
—Claro que no. Son alucinaciones tuyas. Come.
Kuramochi le dio una primera probada y después siguió devorando el resto de su cena. La verdad que entre el hambre que tenía y lo bien que cocinaban los padres de Sora, era imposible no devorar la primera caja en tiempo récord.
—Mastica bien o te vas a ahogar.
—¡Eso no va a pasar! —replicaba con la boca llena.
—Debes ser más cuidadoso con los bates. No puedes estropearlos de esa manera.
La voz que ambos escucharon era inconfundible y los llevó a voltear hacia la entrada, topándose con el cácher titular de Seidō.
—¡Sora-senpai, Kuramochi-senpai, buenas!
Porque allá donde fuera Miyuki iba Sawamura. Eran como mamá gallina y su pollito.
«¡Maldición! Justamente tenían que llegar estos dos».
Yōichi estaba pensando en una excusa que sonara creíble y que le salvara el pellejo.
—¡Oh, eso se ve delicioso! —Eijun no se detenía a pensar en el porqué de las cosas; él se limitaba a disfrutar de la vida. Pronto estuvo al lado del moreno, babeando ante las cajas de almuerzo que quedaban.
—Puedes tomar uno si gustas —invitaba Sora a quien claramente le había aflorado el hambre.
—¡Muchas gracias! —No necesito que le dijeran dos veces. Él ya estaba comiendo muy plácidamente.
—Y bien, ¿a qué se debe esto? —preguntaba Miyuki.
—Mi madre me mandó comida con Masa ya que Tetsu se iba a quedar a estudiar hasta tarde en la biblioteca. Como siempre, se excedió e hizo más de los que mi hermano podía comer. Así que me quedé con los almuerzos extra y pensé en compartirlos con ustedes.
Incluso ya se había levantado para darle la tercera y última caja.
—Pesa. —Kazuya sabía que esa caja contenía mucho más de lo que se percibía—. Tus padres siempre se exceden.
—Ya sabes, ellos y sus ideas extravagantes de que son deportistas y deben alimentarse bien-
Yōichi estaba asombrado ante lo buena que era Yūki para mentir cuando la situación lo requería. Era como una profesional enfrentándose a otro.
—Si no lo quieres puedo dárselo a otro de los chicos. —E iba a quitarle la caja, pero él la había sujetado bien.
—Nunca dije que no la aceptaría. —¿Quién va por la vida rechazando comida, que además de deliciosa era gratuita? Nadie—. Solamente que me parece extraño.
—¿Qué es lo que te parece raro?
Sawamura y Kuramochi ya veían venir una futura discusión entre esos dos por lo que se mantuvieron en sus lugares y fingieron que no estaban escuchando absolutamente nada.
—Que no estés comiendo tú también.
¿Iba a empezar de nuevo con ese tema? Tenía que estar de joda.
—Para tu información ya comí y estoy más que satisfecha.
—Estás a dieta.
Los oyentes se sorprendían más y más de la gran idiotez que poseía su capitán frente a las mujeres. Ya solamente estaban aguardando que la chica se exasperara y lo mandara al suelo.
—Claro que no. —Jamás admitiría que estaba comiendo más saludable para cuidar su peso. No frente a él.
—Entonces un bocado extra no te hará daño. —Sujetó un pedazo de camarón empanizado con sus palillos y lo dirigió hacia su boca.
«¡Eres un pequeño…!».
Tenía que calmarse. Si se dejaba llevar por su temperamento y sus burlas todo se pondría en su contra, dándole a él la indiscutible victoria. Y su orgullo no consentiría semejante desliz.
—Lo correcto sería que comieras tú. Debes estar hambriento tras hacer todo ese extenuante ejercicio.
Kazuya no supo lo que le esperaba hasta que fue demasiado tarde. Aquel camarón estaba dentro de su boca tras la rápida maniobra ejecutada por Sora.
—Delicioso, ¿verdad?
Él masticó y tragó. Pronto otro camarón fuera directo hacia su boca.
—Puedo comer por mí mismo.
¿Vergüenza, incomodidad, desconcierto? ¿Qué era exactamente lo que sentía al recibir la comida directamente en la boca? Eso es lo que hacían las parejitas. No obstante, ellos no eran una real. Ella únicamente lo estaba haciendo para molestarlo. Y siendo ese el caso, ¿la dejaría ganar?
—Si tanto quieres seguir, no hay problema. —Sora había detectado lo que quería hacer y lo estaba usando en su contra con tremenda maestría.
—¿Qué es lo que hace, Kuramochi-senpai? —El menor lo había visto sacar su celular, sonriendo con vileza.
—Guarda silencio, idiota. —Le regaló un puntapié—. Esta es una gran oportunidad. Una que no va a repetirse.
—¿De qué está hablando?
—Claramente estoy hablando de nuestro capitán.
Sawamura le echó otro vistazo al odioso cácher. Este continuaba degustando su almuerzo gracias a la ayuda de Sora.
—Momentos como estos no son algo que se vea todos los días. Hay que inmortalizarlos y si es necesario, compartirlos con otras personas para que sean testigos de este evento sin precedentes.
—Ese es el...—Eijun reconocía perfectamente el nombre del chat que Kuramochi había abierto para enviar la fotografía que inmortalizaba la escena de aquel par de falsos novios—. ¡Están escribiendo!
—A esta hora todos están libres. Así que pueden estar en sus celulares un rato.
¿Cuánto se habría metido Miyuki con su persona para disfrutar tanto el haber mandado aquella foto en el chat grupal del equipo de Seidō? ¿Tanto regodeo le producían los comentarios de los chicos?
«Y gracias a que ese tonto únicamente se comunica por mail no existe manera de que se entere de lo que está pasando hasta que sea demasiado tarde. Es perfecto».
—Kuramochi-senpai, mire todas las respuestas. ¡Son demasiadas!
Las notificaciones no dejaban de sonar hasta el punto en que tuvieron que silenciar sus móviles por el bien de sus oídos.
—Esto es mejor de lo que esperaba. —Yōichi aprovecharía para tomar otro par de fotos para subirlas de inmediato al grupo. Los chicos amaban el cotilleo y más si este involucraba a su reservado capitán—. Y como Sora tampoco está, tampoco se enterará de nada. ¡Esto va a ser muy divertido!
—¿Pasa algo?
¿En verdad tenía el descaro de preguntar cuando él era el motivo por el que la situación se desarrolló de aquel modo?
—En lo absoluto. ¿Tendría que?
Negó. No iba a claudicar. No después de que casi terminaba de «alimentar tan amorosamente a su novio».
—Supongo que no.
Muchas chicas estarían pérdidas en su amplia sonrisa, cayendo ante él y su innegable atractivo. Sin embargo, a ella le producía quitársela de los labios de formas nada gentiles.
«¿Por qué tiene que ser así de cínico? ¡El muy desvergonzado se está divirtiendo con todo esto! Me desquicia».
Y era un milagro que no descargara su frustración con los palillos que usaba para darle de comer.
«Quién diría que ella misma se pondría en una posición tan desventajosa».
Su día estaba siendo recompensado con poder molestarla como era debido.
—Sora-chan.
Algunos amaban el peligro y luego estaba Miyuki Kazuya.
«¡Se lo advertí y aun así lo ha dicho! ¡Lo ha hecho aprovechándose de la situación!».
Le daba crédito por hacerlo, incluso cuando lo amenazó.
—¿Pasa algo, Kazu-chan?
Miyuki sintió una pequeña puñalada cuando se dirigió a él con tal aberración. Tenía que tolerarlo o perdería ante ella.
—Nada en realidad, Sora-chan. —Hizo énfasis en su nombre y honorífico.
—Oh, muy bien entonces, Kazu-chan.
«¡Mierda! A ninguno de los dos se le nota feliz llamándose el uno al otro con tal honorífico. ¡Esas sonrisas son falsas y esconden otras intenciones!».
Sabía que lo mejor era escapar y ponerse a salvo. No obstante, su intuición le pedía que se quedara, que aguardara, que algo relevante ocurriría.
—No vuelvas a llamarme así.
Miyuki sabía que ella claudicaría mucho antes que él. Y por estar consciente de ello, empezó a incordiarla.
—Si vuelves a hacerlo te arrepentirás.
—Tenemos que trabajar con esa escasa paciencia que posees, Sora-chan.
Ella podía fácilmente atentar contra su integridad física sin sudar. Pero él era consciente de que no se atrevería a hacerle algo demasiado severo porque aún con sus diferencias nunca lo lesionaría.
—Si continúas haciéndolo, te haré callar y no te gustará el método que usaré. —Su calma voz era engañosa.
Y fue un detalle al que Miyuki no prestó atención.
—Sora-chan.
—Te lo advertí.
Aquellas pupilas trepidaban como consecuencia de lo que el resto del cuerpo sentía; reflejaban a quien había desatado esa cadena de reacciones.
Sus palabras fueron sepultadas, sus labios permanecían estáticos, envueltos en la calidez y la humedad de los de ella.
—Espero que con esto hayas escarmentado.
De nuevo consintió su mirada en él, tan fija, ansiando indagar en sus pensamientos.
«¿Qué es lo que le causa tanta gracia?
Lo peor era que él esbozaba una sonrisa amplia y juguetona como la que solía poner cada que algo se volvía sumamente interesante.
«Eso sí que me tomó por sorpresa. Sin embargo...», caviló Miyuki inmutado por su acción.
Ella tomó distancia. Mas no fue eso lo que captó su atención, sino el carmín que afloró en sus mejillas.
—Sigue molestando con eso y haré algo mucho peor. —Kazuya permaneció en silencio, viéndola—. Me largo.
Dio media vuelta y se fue.
—¡Ella acaba de...!
Kuramochi tenía la boca abierta ante lo que atestiguó. No esperaba que ella se atreviera a tanto. Asimismo, estaba extrañado por Miyuki. Desde lo ocurrido pasó de sonreír con cinismo a concentrarse en otra dirección mientras su dedo índice rascaba su mejilla reiteradamente.
«¡Un momento! ¡¿Miyuki se ha sonrojado?! ¿Por qué? ¡No me digas que es a causa de…!».
—¡Kuramochi-senpai, yo también he hecho mi aportación al grupo! —exclamó orgulloso, como un hijo que ha hecho algo verdaderamente trascendental y necesitaba compartirlo con su progenitor.
—Esto es...
Yōichi aceptaría que al fin hizo algo bien para variar. Porque mientras él se maravillaba con el espectáculo suscitado entre Sora y Kazuya, Eijun se había encargado de fotografiarlo.
Fotografía que mandó al grupo de Line.
—¡Esto no hace más que mejorar!
Yūki ya se encontraba bastante lejos de la bodega. Lejos de los hostigosos comentarios de Kazuya y de todo lo que había acaecido. Y, sin embargo, sus ojos y su sonrisa continuaban frescos en sus memorias. Inevitablemente pensó en lo que había hecho, desencadenándose una sensación opresiva y desagradable en su pecho.
—No sé qué demonios pensaba cuando se me ocurrió callarlo así... Golpearlo hubiera sido la mejor opción. —De nada servía arrepentirse. No podía cambiar el pasado. Tenía que lidiar con las consecuencias de su precipitación—. Va a molestarme con eso también...
Demasiado abstraída, tan metida en sus pensamientos como para notar a la persona que se atravesó en su camino; con la que terminó chocando.
—¡L-lo siento! —Se disculpó inmediatamente.
—No hay problema.
—Tendré más cuidado la próxima vez. —Lo mejor era irse de allí.
—Yūki-kun, ¿te encuentras bien?
—Sí. Estoy bien.
¿Por qué no tendría que estarlo?
—Es que estás un poco roja.
Sora sospechaba que sus mejillas estaban ruborizadas, pero el que se lo dijeran lo empeoraba. Estaba apenada; lo que agravaba su situación.
—Es que los chicos hicieron algo vergonzoso. —Se excusó.
—¿Por qué no vienes con nosotras?
—¿A qué se refiere, Takashima-sensei?
—Compré helado para ustedes como agradecimiento por su gran dedicación al equipo.
Sonaba bien. El helado era delicioso y más si era gratuito.
—¿No te apetece un poco?
—Claro que me gustaría. —Y entonces recordó la lista de prohibiciones que le dio su madre. Y ese postre frío estaba en ella—, No obstante, estoy satisfecha. Acabo de comer.
—Yūki-kun.
No fue el tono que empleó para dirigirse a ella lo que prendió la alarma, sino la inquisición y desaprobación en sus ojos.
—Espero que no estés rechazando el helado porque estás haciendo una dieta absurda.
Sora mantuvo la calma. No iba a ser descubierta.
—No. En lo absoluto. Es que acabo de comerme unos cuantos soufflés de chocolate y he quedado empalagada. —Mentir se le daba genial cuando su pellejo estaba en juego—. Por eso estoy declinando su oferta. Igualmente le agradezco el gesto.
—Estoy segura de que a Miyuki-kun le gustas tal cual eres. Él no se pondría quisquilloso con temas tan superficiales como lo es el peso.
Yūki no sabía si ese hombre podía llegar a ser tan comprensivo con ese tema o si la profesora era muy ingenua con respecto a él.
—Que por algo te eligió para que fueras su novia.
—Sí, supongo que tiene razón.
El meollo es que ninguno de los dos se había elegido como pareja. Ambos tenían una relación falsa y a este punto sonaba hasta absurdo que continuaran sosteniendo esa mentira.
—Vamos, no seas tan reservada. —Palmeó su espalda para romper su fachada de seriedad—. Vayamos a comer helado.
Sora quiso escapar, mas fue una causa perdida. Pronto estuvo reunida en el comedor con la profesora de inglés y el resto de las mánager.
«Al final fui incapaz de huir. Y acabé aquí».
Había cuatro botes de helado en medio de la mesa. Y todas se habían servido, excepto ella.
—Toma. Te va a encantar. —Yui le dio un plato hondo con cuatro bolas de helado.
Chocolate, menta, vainilla y fresa.
—Gracias. —A este punto ya qué más daba caer en el pecado—. Sabe bastante bien.
—¿Ya vieron las fotos que mandaron al grupo? —preguntaba Sachiko con sumo interés.
—No. No las he visto —expresaba Haruno.
—¿Ahora qué hicieron? —Natsukawa podía esperarse cualquier cosa con los chicos.
—Oh, eso es bastante enternecedor —soltaba Rei tras ver las fotografías de las que hablaba Umemoto. El resto compartía su opinión.
—Esto sabe a gloria. —Estaba tan feliz por comer algo con alto nivel calórico que no notó a esas cuatro mujeres que la veían fijamente mientras sonreían y tapaban su boca en un intento de mitigar una pequeña risilla de emoción—. ¿Me he perdido de algo?
Ellas se miraron entre sí. Y Sora halló enternecimiento de su parte.
—¿Qué pasa? No estoy entendiendo…
Yoshikawa le mostró su celular. Había dos fotografías que explicaban en su totalidad el comportamiento de las cuatro féminas.
El apetito se le estropeó. Y el pánico le advertía que su vida estaba a nada de convertirse en una auténtica pesadilla.
