¡Atención! Este capitulo contiene escenas explícitas
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Aunque Draco había protestado internamente a la hora de realizar ese viaje, pronto descubrió que se trataba de la mejor decisión que había tomado jamás.
No se había dado cuenta de la opresiva atmósfera que le rodeaba en Londres hasta ahora. Los clientes europeos le trataban de forma diferente. La mayoría no había seguido las noticias de la Guerra Mágica de Inglaterra, y si lo habían hecho, no guardaban memoria de los detalles.
Para ellos, el apellido Malfoy no significaba nada especial, y Draco era un joven rico más que trataba de incrementar sus ganancias dedicándose a la compraventa de arte.
Tras unos días, Draco notó cómo su confianza aumentaba. Ya no se sentía inseguro cada vez que acudía a una reunión o iniciaba una negociación. No debía preocuparse de los insultos velados ni de las amenazas.
Su estado de ánimo también mejoró, y Draco recuperó su antiguo porte tieso y orgulloso.
Si algo enturbiaba la experiencia era la ausencia de Astoria. La echaba de menos y pensaba en ella todo el tiempo. Le escribía todos los días, preguntando por su salud y hablándole de sus viajes y de la gente a la que conocía. Le recomendaba nuevos artistas y lugares que visitar.
Y para su sorpresa, las respuestas comenzaron a llegar.
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Primero fue una corta misiva escrita con una caligrafía que no reconoció.
"Hola Draco, soy Daphne,
"Astoria todavía no tiene fuerzas para escribir, pero ha escuchado tus noticias con interés.
"Deberías saber que los Aurores nos visitaron el otro día. Querían interrogar a Astoria acerca de lo que pasó en la fiesta. Nos dijeron que otras dos chicas más y yo fuimos drogadas de la misma manera.
Yo tuve suerte: vomité justo a tiempo y mi amigo Lucas me trajo a casa, pero he oído que Millicent Bulstrode y otra chica corrieron la peor de las suertes. Las encontraron en una de las habitaciones, igual de inconscientes que mi hermana, y ahora se está buscando a los agresores. Espero que les encuentren pronto.
"Algunos testigos han hablado a tu favor. Alguien vio a Astoria dirigirse sola a la habitación de Blaise. Él también ha sido interrogado, pero en ningún momento estuvo cerca de las chicas afectadas.
"Creo que los Aurores están interrogando a todo el mundo, pero van a tardar mucho en preguntarles a todos; debía haber más de trescientas personas en el yate.
"De momento nadie ha vuelto a acusarte de nada, y no creo que vuelva a pasar. Espero la verdad salga pronto a la luz y todos podamos descansar tranquilos.
"Mucha suerte con tu viaje.
"Un saludo,
Daphne"
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Unos días después, le llegó una corta nota escrita con letra irregular y temblorosa. Parecía escrita por un niño pequeño.
"Querido Draco,
"Estoy mejorando poco a poco. Los curanderos han disminuido la cantidad de medicación. Ya puedo escribir y andar un poco, pero sigo cansándome.
"Gracias por las muestras de papel pintado que me enviaste, era lo que buscaba para el nuevo comedor.
"Espero que disfrutes de Berlín.
"Muchos besos,
Astoria."
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"Querido Draco,
"Me encuentro mucho mejor. Siento como si me hubiese despertado de un sueño largo y terrible. Por fin vuelvo a ser yo misma.
"Sigo cansándome si camino mucho, pero los curanderos dicen que es normal, después de estar tanto tiempo sentada. Espero recuperar las fuerzas pronto.
"Me alegro de que visitases la fábrica de cristales. Siento mucha envidia de no poder estar allí contigo. Gracias por mandar las fotografías, creo que servirán de referencia para la fachada.
"Espero que puedas hacerte con ese dichoso jarrón, creo que a estas alturas deberías cobrar más comisión sólo por el dolor de cabeza que te está causando. Algunos anticuarios son de lo más irritantes.
"Hoy ha salido una noticia en el Profeta acerca de la fiesta. Han detenido a tres estudiantes que estaban haciendo prácticas en el Departamento de Pociones de San Mungo. Al parecer, robaron la receta de una poción anestésica y la modificaron para potenciar la libido.
"Se está investigando si la usaron con más personas o si la vendieron en el Callejón Knockturn. Es horrible que haya gente así en el mundo. Espero que su condena sea lo más dura posible.
"Aún no puedo creer lo afortunada que fui de que tú me encontraras. Jamás podré agradecértelo lo suficiente.
"Espero que llegues bien a Lyon y que puedas disfrutar de la ciudad y del buen tiempo.
"Muchos besos,
Astoria."
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"Querido Draco,
"Ya he vuelto a mi apartamento. Mis padres no querían dejarme ir, pero estaba cansada de vivir en su casa. Echaba de menos mi independencia, y así puedo estar más cerca de las obras del hotel.
"Manawa no pierde el tiempo, ha estado trabajando por la noche. Creo que podremos inaugurar la exposición en menos de un mes. Si quieres, iré encargando las invitaciones y el catering.
"Esta mañana he vuelto a hacer magia. Hasta hoy no me había sentido con fuerzas de coger mi varita, pero afortunadamente no he tenido ningún problema, me siento como antes de la fiesta. Ojalá mi familia dejase de preocuparse tanto.
"Te echo mucho de menos. Me gusta mucho leer tus cartas, pero preferiría tenerte cerca. Ojalá pudieses regresar antes, aún tenemos que planear nuestra tercera cita.
"¿Has decidido a qué ciudad vas a ir ahora?
"Muchos besos,
Astoria."
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Draco leyó la última carta con una sonrisa en los labios. Se alegraba de que Astoria estuviese recuperada. Podía verlo no sólo en sus palabras, sino también en la energética caligrafía.
Sin perder tiempo, decidió responder de inmediato para que la lechuza pudiese llevar la carta ese mismo día.
"Querida Astoria,
"Te sorprenderá dónde estoy sentado ahora mismo.
"Al final he debido posponer la búsqueda del huevo enjoyado. El antiguo dueño ha fallecido y hay que esperar a que se resuelva la herencia para saber a cuál de todos los herederos he de asediar.
"Teniendo en cuenta que hay varios hijos ilegítimos que han aparecido de la nada, esto promete ser largo y caótico. Quizá deba dejarlo para otro momento.
"Como al final no necesitaba ir a Viena, decidí satisfacer mi curiosidad y visitar el hotel Greengrass de los Alpes. No bromeabas cuando decías que era el más pequeño pero también el más espectacular. Las vistas son increíbles.
"Me gustaría que estuvieses aquí. Me gusta mucho más cuando podemos hablar en persona. Apenas queda una semana para que pueda regresar a Londres, pero si adelanto las siguientes reuniones quizá pueda volver antes.
"¿Quieres salir a cenar? No es necesario que vayamos muy lejos, me conformo con estar a tu lado.
"Besos,
Draco."
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Draco no había mentido, las vistas eran espectaculares. El sol se reflejaba en las montañas, coloreando el paisaje de dorado y rojo. Aquel debía ser el destino favorito de muchos magos en invierno, cuando la nieve cubría todo lo que abarcaba la vista.
Draco daba vueltas al vaso en la mano, haciendo tintinear los hielos. Apenas tocaba el alcohol esos días, y por fortuna, el Greengrass Austria contaba con una gran variedad de cócteles sin alcohol.
Suspirando, se preguntó de nuevo si de verdad merecía la pena reunirse con su último cliente. Era un encargo pequeño, pero quizá se complicase demasiado. Quizá podría ir a la reunión a primera hora, rechazar la oferta y volver a Londres.
Así podría ver a Astoria.
Draco sintió una profunda pesadez en el pecho. La echaba mucho de menos.
Y de repente, alguien le tapó los ojos desde atrás, haciendo que se sobresaltara. Por un segundo pensó en lo peor, pero sus temores se evaporaron con la misma rapidez con la que habían llegado.
-¡Sorpresa!
-¡Astoria! ¿Cómo...? ¿Qué haces aquí? -Draco atinó a ponerse en pie, casi tirándose la bebida encima. Estaba tan sorprendido y contento que no supo cómo reaccionar. Ella sonrió, mostrándose complacida por su reacción.
-Dijiste que estabas en mi hotel, y pensé que podría aprovechar la oportunidad para reunirme con el gerente para repasar ciertos asuntos. Como nuestra reunión es mañana a primera hora, creo que lo más adecuado será quedarme a cenar -explicó con una sonrisa coqueta.
Dejándose llevar por la alegría, Draco la abrazó.
-Me alegro mucho de verte. Estaba pensando en ti -confesó.
-¿De verdad?
-Pensaba que era una lástima que te perdieses el atardecer en este mirador.
-Razón de más para venir -sonrió ella. Un camarero se acercó de forma cortés, y Astoria se quitó el abrigo y se lo tendió.
Draco tuvo que dar un paso atrás para admirarla mejor. Astoria llevaba un vestido negro cortado a la altura de las rodillas que se ataba al cuello de forma elegante y dejaba la espalda al aire. Sus ojos estaban enmarcados por un maquillaje oscuro y atrevido, haciendo que su mirada pareciese misteriosa y penetrante.
No atinó a decir nada de lo impresionado que estaba, pero su expresión anonadada con la boca abierta reveló lo que pensaba. Astoria sonrió complacida.
-¿Te importa si me uno a ti?
-Si alguna vez digo que no, tienes permiso para maldecirme -bromeó él, tomando asiento. Astoria cruzó las piernas seductoramente y se inclinó ligeramente hacia él, dejándole de nuevo sin palabras.
-Nunca se sabe, no estaba segura de si te gustaban las sorpresas.
-Estas sorpresas siempre son bienvenidas -Draco también se inclinó hacia Astoria, sin poder apartar los ojos de ella.
-Cuéntame ¿Qué es lo que te queda por hacer? En tu carta parecías hastiado.
Draco suspiró, pero le hizo un resumen de la situación, explicándole el dilema que tenía con su último cliente.
-No parece un encargo muy importante. Es una caja de nácar sin valor histórico o económico... parece una pérdida de tiempo -comentó-. Y sin embargo, me da la sensación de que es importante. Me recuerda al libro de tus abuelos. De hecho, desapareció durante la misma época. Creo que lo que hay en esa caja es algo personal.
-Y por eso no quieres rechazar el encargo -comprendió ella.
-Sé que suena ridículo, pero me sentiría culpable si no intento al menos averiguar si fue destruida o no -Draco suspiró, agitando la cabeza.
Astoria le cogió la mano, entrelazando sus dedos con los de él.
-Eres una buena persona -le miró con ternura, acariciándole el dorso de la mano-. Y espero que la encuentres.
-Haré lo que pueda -Draco apretó su mano, pero no la soltó-. ¿Y qué hay de ti? ¿De qué vas a hablar con el gerente?
-Tenemos que prepararnos para la temporada de invierno. No sé qué implica organizar la estancia de tantos visitantes en un tiempo tan corto, y quiero estar preparada.
-Quizá necesites quedarte más días. Lo cual sería irónico ¿Vas a dejarme solo en Londres? -bromeó.
-No necesitas regresar ¿Por qué no te quedas conmigo?
-Lo haría si pudiera alargar mi visado. Pero no querría distraerte en mitad de tus negociaciones.
-Quizá necesito que me distraigan -su mirada se volvió seductora, con un matiz de desafío. Su sonrisa volvió a atraer los ojos de Draco hacia sus labios, haciendo que su corazón latiese más fuerte.
-Ten cuidado con lo que deseas -susurró Draco, tragando saliva. Ella alzó las cejas y sonrió de forma picara.
-¿Por qué? ¿Tienes algo en mente?
Antes de que Draco pudiese responder, otro camarero se acercó para presentarles el menú de la cena. Tras pedir y sentarse frente a frente, continuaron con su conversación.
-¿Esto cuenta como una tercera cita? -preguntó Draco, sirviendo el vino, aunque sabía que no iba a tocar su copa.
-Tú sugeriste que saliésemos a cenar.
-Dije que no hacía falta que fuésemos muy lejos.
-Estamos en mi hotel. Técnicamente, es mi casa.
-¿Cómo haces para que siempre acabemos en tus dominios? -bromeó Draco.
-¿Tienes algún problema? -Astoria le dedicó una sonrisa burlona, jugando con su copa.
-Temo que algún día no sea capaz de alejarme.
Astoria bajó la mirada, pensando en sus próximas palabras.
-Quizá no quiera que te vayas -dijo al final. Draco alargó su mano por encima del mantel y ella se la cogió. Se miraron a los ojos en silencio, transmitiéndose con la mirada lo que sentían.
La cena prosiguió con normalidad, mientras ellos seguían conversando y flirteando. Les parecía que no había nadie más en la sala a parte de ellos. Por una vez, la cita parecía ir a la perfección.
Prosiguieron sentados tras los postres, tratando de alargar la velada todo lo posible. A Draco le vino a la mente la primera cena que habían compartido juntos, y cómo habían acabado hablando en la calle hasta bien avanzada la noche. Por lo menos ahora estaban a cubierto.
-¿Quieres venir a mi habitación? -ofreció envalentonado, haciendo que Astoria le mirase sorprendida. Al instante, el pánico le inundó, al darse cuenta de lo que sugerían sus palabras, pero ya era tarde para echarse atrás-. Podemos seguir hablando allí. Tengo una chimenea -bromeó, tratando de disimular su nerviosismo.
Pero Astoria sonrió, sin mostrarse molesta.
-Tú sí que sabes cómo convencerme -se rio.
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Draco estaba nervioso, pero logró disimularlo mientras abría la puerta y encendía las velas con un hechizo. No sabía lo que iba a pasar, y no quería estropearlo.
Debo pensar antes de hablar.
-¿Te apetece algo? -ofreció, mirando a su alrededor a toda prisa-. Tengo una botella de licor sin abrir, me la ha regalado un cliente. También puedo preparar té. O si lo prefieres... -se giró hacia ella, pero las palabras no llegaron a salir de su boca.
Astoria le había estado mirando fijamente desde que habían entrado en la habitación. Entonces se acercó a él, y agarrándole de la parte delantera de la túnica, hizo que se inclinase hacia ella y le besó.
La sorpresa le paralizó durante un segundo, pero Draco no tardó en responder a su beso y abrazarla por la cintura. Sentía el corazón latiendo con fuerza en su pecho, y un cálido escalofrió le recorrió el cuerpo.
Los labios de Astoria eran tan suaves como había imaginado y su cuerpo era cálido y firme. Su beso continuó durante varios segundos, en los que rozaron sus labios con suavidad, tanteando y probando por primera vez cómo besar al otro.
Se separaron ligeramente y rieron con una mezcla de alivio y euforia.
-Por fin -sonrió ella-. Tenía muchas ganas de hacer eso.
-Yo también.
Esta vez fue Draco el que inició el beso, hundiendo una mano en el pelo de Astoria. Ella suspiró, pegándose a él y pasando sus brazos alrededor de su cuello. Una extraña sensación de familiaridad les embargaba, como si hubiesen estado besándose toda la vida.
Tras unos minutos, profundizaron el beso. Draco probó a jugar con su lengua, tanteando, acariciando primero los labios de Astoria y luego explorando el interior de su boca. Astoria gimió, dejándose llevar y agarrando suavemente el pelo de Draco.
Draco volvió a separarse de ella, luchando por recuperar la respiración. Sentía cómo su corazón latía apresurado en la base de su garganta. Rozó la nariz de Astoria con la suya, acercando sus labios a los de ella, sin llegar a besarla. Jugó retirándose unos milímetros, retándola, haciendo que ella se pusiera de puntillas, rogando por un beso.
Por supuesto, cedió encantado. No podía pensar en nada que no fuesen los labios de Astoria. Su cuerpo parecía querer beber de ella.
Al mirarla a los ojos, se dio cuenta de que sus pupilas estaban totalmente dilatadas, reduciendo sus irises a una fina línea verde.
-¿Puedo tocarte? -preguntó con timidez. Ella le miró sorprendida, sin haber esperado la pregunta, pero asintió con una sonrisa.
Tentativamente, Draco movió lentamente su mano, acariciando la espalda desnuda de Astoria. Su suave piel se erizó bajo sus dedos, y un quejido sordo abandonó sus labios. Ella cerró los ojos, con una expresión inconfundible de placer en la cara.
Esa reacción provocó una descarga eléctrica en la ingle de Draco. Notó cómo su corazón se aceleraba y se dio cuenta de cuánto la deseaba.
Tranquilízate.
Intentando controlar su respiración agitada, Draco la besó con suavidad. Quería mantener la cabeza fría. Era la primera vez que se besaban y no quería ir demasiado lejos.
Ella se estremeció, pegando su cuerpo contra su pecho, poniendo a prueba su autocontrol. Draco intentó corresponderla, pero estaba demasiado nervioso. Astoria debió notar su vacilación, y se separó de él, mirándole preocupada.
-¿Pasa algo?
-No, para nada, sólo... -Draco retrocedió un poco y se pasó una mano por el pelo. Nunca le había pasado nada así; parecía un adolescente-. Me gustas mucho, y no quiero... no quiero que te sientas incómoda.
La mirada de Astoria se ablandó, y alargando una mano le acarició la cara con suavidad.
-Tú también me gustas, Draco. Quería quedarme a solas contigo -confesó, y mordiéndose el labio de esa forma que él comenzaba a adorar, dio un paso hacia él-. Me gusta cómo me besas. Y cómo me tocas -cogiendo las manos de Draco, las llevó de nuevo a su cintura-. Me gustaría que siguieses tocándome -susurró.
Draco volvió a besarla, esta vez con más fuerza, pasando las manos alrededor de su cintura, sintiendo cómo ella se tensaba. Astoria le abrazó y le mordió el labio, jadeando.
Comenzaron a tocarse por encima de la ropa, ganando confianza. Los gemidos ahogados de Astoria le confirmaron que ella era receptiva a sus avances. Eso sólo hizo que la desease más.
Envalentonado, Draco movió su mano poco a poco, hasta tocar un pecho. Tal y como había imaginado, sintió el pezón erecto y desnudo debajo de la fina tela. Apretó con suavidad, haciendo que ella gimiese de nuevo.
Aquel sonido casi le volvió loco.
Quería escucharla gemir de nuevo. No sabía que aquellas muestras de placer pudiesen despertar su propio deseo.
Comenzó a besarla en la comisura de los labios, en la barbilla y el cuello. Llegó a un punto debajo de la oreja que provocó un nuevo jadeo. Gimiendo, Draco apretó sus labios con fuerza contra su piel, haciendo un ligero vacío, y luego mordió con suavidad.
Al instante notó las uñas de Astoria clavándose en su espalda, y escuchó encantado los sonidos ahogados que ella profería. Animado por esa respuesta, comenzó a jugar con su oreja, primero lamiendo el lóbulo y luego mordisqueando suavemente la fina piel.
Ahora no tuvo la menor duda. Un pequeño grito de placer resonó en sus oídos.
-Draco... -el sonido de su nombre, flotando en un gemido, sólo le excitó más. Volvió a besar a Astoria, perdiéndose en su boca, y sin darse cuenta la empujó hasta llegar a la mesa.
Ahora que sus cuerpos estaban totalmente pegados, pudo notar el calor de la pelvis de Astoria a través de sus pantalones. No podía disimular lo excitado que estaba, y de forma instintiva frotó su erección contra ella.
-Draco... Draco para -había algo nuevo en su voz, una nota de preocupación. Draco se detuvo, respirando agitadamente.
-¿Te he hecho daño? -preguntó preocupado, retrocediendo un paso.
-No es eso. Yo... no puedo. No puedo hacerlo.
Al ver su expresión mortificada, Draco se alejó ligeramente, preocupado y decepcionado a la vez.
-¿Es por algo que he hecho?
-No, no eres tú -Astoria se llevó una mano al vientre, avergonzada-. Hoy no... no me encuentro bien.
Debido a la situación, Draco tardó unos segundos en comprender, pero cuando lo hizo abrió mucho los ojos.
-¡Oh! No te preocupes, no pasa nada.
-Lo siento, no quería provocarte así -ella agachó la cabeza, avergonzada.
-No me pidas perdón -Draco se acercó a ella y suavemente le cogió la cara con las manos-. No has hecho nada malo.
Ella apretó los labios, expresando su decepción y malestar, pero Draco la obligó a mirarle.
-Astoria, no pasa nada. Podemos esperar. Además, tenemos que estar descansados para nuestras reuniones de mañana.
Astoria sonrió débilmente, algo más aliviada, y acariciándole la cara, le dio un suave beso en los labios.
-Ha sido divertido -confesó.
-Sí, lo ha sido -asintió él-. ¿Puedo hacer algo para que te encuentres mejor?
-No hace falta. Debería ir a dormir -añadió, con un deje de decepción.
-Quédate aquí -Draco la abrazó por la cintura, mirándola de forma suplicante-. Duerme conmigo. Sólo dormir -aseguró.
-¿Seguro? -Astoria le miró con timidez, pero Draco la besó suavemente, disfrutando del roce de sus labios.
-No quiero separarme de ti.
Astoria accedió, pero fue al aseo a cambiarse de ropa. Draco también aprovechó para ponerse el pijama. Su corazón seguía latiendo con fuerza, pensando en que iba a pasar la noche junto a Astoria, y respiró hondo para calmarse.
Dormir, sólo vamos a dormir.
Su resolución se puso a prueba cuando Astoria regresó a la habitación con la cara lavada, el pelo recogido y luciendo un pantalón corto y una camiseta de tirantes. Sin embargo, Draco se había propuesto ser todo un caballero, así que retiró las sábanas y se tumbó boca arriba, intentando calmar los latidos acelerados de su corazón.
Astoria se acomodó junto a él, abrazándole y apoyando la cabeza contra su pecho. Y en aquel momento, ambos sintieron que sus cuerpos se amoldaban como las piezas de un puzle. Como si hubiesen estado destinados a abrazarse así.
Draco le besó la cabeza con ternura. Le parecía imposible ser capaz de dormir con esa sensación de euforia llenándole el pecho. Pero por alguna razón, la cercanía de Astoria le hizo sentirse seguro y querido, y poco a poco su cuerpo se relajó. Cerró los ojos, arropando a Astoria entre sus brazos, y dejó que el sueño le arrastrase.
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El ruido del aseo le despertó, y por unos segundos no supo dónde estaba. Reconoció la figura de Astoria regresando en silencio a la cama, y recordó todo lo que había ocurrido la noche anterior.
Astoria se acostó de lado, dándole la espalda, y él la abrazó, pasándole un brazo por la cintura. Astoria suspiró y pegó su cuerpo contra él. Cada una de sus curvas se adaptaba a la perfección a su pecho y a sus piernas.
-¿Cómo estás?
-Bien, pero no podía dormir.
-¿Te preocupa tu reunión?
-Sí.
-Todo va a salir bien -le dijo de forma tranquilizadora. Ella se acurrucó más cerca de él.
Draco hundió la cara en el pelo de Astoria, respirando su olor. Sin pretenderlo, le hizo cosquillas en el cuello y se ganó un gemido como protesta. En respuesta, le besó el cuello y la nuca, y esta vez el gemido que recibió como respuesta fue diferente, invitador.
Volvió a besarla, rozando con sus labios la suave piel de su nuca. Lentamente, movió su mano por el costado de Astoria, acariciándola por encima de la ropa, palpando sus formas apenas escondidas. Ella se estremeció y suspiró.
-¿Quieres que pare? -murmuró Draco en su oído. En respuesta, Astoria movió las caderas contra él, rozándole la entrepierna. La reacción de su cuerpo fue inmediata, y su erección se elevó contra las nalgas de Astoria, traicionando su súbito deseo.
Mierda. Le prometí que sólo íbamos a dormir.
Se lo tenía merecido. Había sido culpa suya empezar algo que no podía terminar.
Intentando disimular su excitación, y no queriendo torturarse más, Draco se alejó de Astoria. Ella le miró por encima del hombro, con expresión interrogante. Obviamente, había sentido el bulto dentro de sus pantalones.
-Lo siento, no he podido evitarlo -se excusó Draco, un poco avergonzado. No sabía si el escaso control sobre su cuerpo se debía a su inexperiencia, pero no quería dar la idea equivocada. Se había prometido a respetar a Astoria y lo iba a cumplir-. No quería molestarte.
-No me molestas -con una sonrisa cómplice, Astoria apartó las sábanas y se sentó a horcajadas sobre él, sorprendiéndole con su súbito movimiento.
-¿Qué haces?
-¿Tú qué crees? -mordiéndose el labio, Astoria se inclinó, apoyándose sobre el pecho de Draco, y le besó apasionadamente, como había hecho la noche anterior.
Draco no pudo evitar exhalar un suspiro. Por Merlín, como la deseaba. Sus besos, cálidos y hambrientos eran como un elixir que despertaba mil emociones en su cuerpo.
Y entonces, Astoria comenzó a mover sus caderas lenta y rítmicamente, frotándose contra él. Su erección, estimulada de nuevo, sufrió una brusca palpitación que ambos notaron.
Astoria pudo ver la ligera expresión de pánico y alarma en los ojos de Draco y sonrió tranquilizadoramente.
-No te preocupes, puedes disfrutar de ello -susurró, llevando las manos de Draco a sus caderas-. Sólo dime si te hago daño -indicó, modificando la posición de su pelvis para tocarle mejor.
Draco no pudo evitar exhalar un gemido, cerrando los ojos. Los movimientos de Astoria le excitaban de una forma que no podía controlar. Su calor traspasaba las capas de tela, envolviéndole.
Astoria siguió moviéndose, dándose impulso con las piernas, presionando cuidadosamente su erección. Apoyada sobre sus manos, le miraba fijamente, estudiando su expresión, intentando adivinar cómo seguir.
Draco gruñó de frustración, apretando los labios.
-Si sigues así... no creo que pueda...
-¿Quieres que pare? -Astoria se detuvo, respirando entrecortadamente.
-No voy a poder controlarme.
-Esa es la idea -sonrió ella-. Quiero que te dejes llevar... hasta el final.
-¿Segura?
-Quiero ver cómo te corres -confesó, con una mirada en la que se mezclaban la picardía y el deseo-. Pero si te incomoda, pararé.
-¿Y qué hay de ti?
La sonrisa de Astoria se ensanchó.
-¿De verdad crees que esto no me gusta? -se inclinó de nuevo sobre él y le mordisqueó la oreja-. Me pone muy cachonda verte disfrutar -jadeó, comenzando a moverse de nuevo. Esta vez Draco la agarró con fuerza por las caderas, guiando sus movimientos.
Astoria se irguió, y sin dejar de moverse, se quitó la camiseta. Sus pechos quedaron al descubierto, coronados por sus pezones erguidos. Hipnotizado, Draco levantó ligeramente la cabeza. Quería tocarlos y besarlos.
Acomodándose mejor, Astoria acercó su pecho a él. Draco cogió un pezón entre sus labios, succionando y jugando con la lengua. Casi al instante un gemido de placer gratificó sus oídos. Usando ambas manos, acarició sus pechos, masajeándolos, pinchándolos, pasando su boca de uno a otro.
Astoria se puso tensa y lanzó un breve grito. No mentía cuando decía que ella también disfrutaba. Envalentonado, Draco la abrazó, evitando que se alejara. Usó su boca para seguir dándole placer, y ella respondió con gemidos y jadeos, acelerando sus movimientos.
Pero como había pasado antes, esas deliciosas muestras de placer sólo aceleraron el clímax.
-Astoria... -Draco apretó los dientes. No iba a aguantar mucho más, no con ese cuerpo maravilloso tocándole de esa manera.
Astoria volvió a recostarse sobre él, sin dejar de moverse, jadeando.
-Hazlo... vamos, córrete para mí.
Draco hundió los dedos en sus caderas, apretándola contra sí, y con un gruñido sordo eyaculó. Astoria no dejó de moverse, prolongando su orgasmo, mordisqueando su oreja y su cuello, hasta que él perdió todas sus fuerzas y dejó caer los brazos, extasiado.
Riendo suavemente, Astoria le besó con ternura, antes de abandonar su posición y tumbarse a su lado.
-Ha sido divertido -sonrió. Draco parpadeó, recuperando los sentidos.
-Me gustaría devolvértelo.
-Lo estoy deseando.
Se besaron suavemente, con calma, recuperando la respiración. Draco aún trataba de asimilar lo que acababa de ocurrir.
Comenzó a ser consciente de la pegajosa sensación de sus pantalones húmedos, y decidió que era buena idea darse una ducha. De pronto recordó que ambos tenían planes para ese día.
-¿A qué hora tenías tu reunión?
-A las nueve, aún tengo una hora -confirmó Astoria, mirando el reloj.
-La mía es a las diez -Draco le hizo un gesto indicando que le cedía el turno en la ducha.
-¿Quieres que comamos juntos? -preguntó Astoria, incorporándose.
-Elije el sitio y la hora y allí estaré.
Dándole un beso, Astoria se encerró en el baño.
A pesar de sus deseos de postponer sus obligaciones y pasar el día juntos, ambos consiguieron ducharse y vestirse a tiempo, sin dejar de mirarse con picardía, sonriendo.
Astoria invocó la ropa que quería llevar, y se dio los últimos retoques mientras Draco se peinaba. Aún les quedaban unos minutos para desayunar algo antes de despedirse.
Draco observó que Astoria volvía a llevar su colgante de aguamarina.
-¿Vas a llevar a tus abuelos a la reunión?
Ella se sonrojó, acariciando la gema.
-Me trae suerte -replicó.
-No la necesitas. Lo vas a hacer de maravilla -la animó, besándola. Ella sólo se rio y escapó de su abrazo. La idea de quedarse en la habitación era demasiado tentadora.
Sonriendo, se montaron en el ascensor, para bajar a la planta principal. Aprovechando que estaban solos, Draco la arrinconó contra la pared, besándola apasionadamente mientras recorría su cuerpo con las manos. Justo a tiempo, se separó de ella, y Astoria sonrió jadeante, con las piernas temblorosas.
-Espero que tengas esta tarde libre -murmuró, clavando sus ojos sobre él.
-¿Sólo esta tarde? -se burló Draco, rozando su nariz tentadoramente contra la de ella. Astoria quiso replicar, pero entonces las puertas se abrieron y ambos volvieron a comportarse con recato.
Cogidos de la mano, se encaminaron al comedor. Sentían como un halo de complicidad les unía. Sus ojos brillaban tanto como su sonrisa.
Fue entonces cuando se vieron repentinamente rodeados por Aurores de Inglaterra y de Austria. Aturdidos, observaron cómo uno de ellos desplegaba un pergamino y se lo mostraba.
-Draco Malfoy, quedas detenido por el uso de la maldición Imperius contra Astoria Greengrass.
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Tal y como se había prometido, la tercera cita fue mucho mejor que la segunda. Al menos, hasta que salieron de la habitación.
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