Personajes: Harry, Draco, Regulus
Tropo: viaje en el tiempo
— Sirius está raro.
Draco alzó una ceja al estilo Black, sin despegar la mirada de su libro.
— Sirius es raro —respondió por fin.
— Le pasa algo. Ha estado paseándose por la casa las últimas noches.
— Yo no he oído nada.
— Porque tú duermes como un lirón, Draco.
Fue a abrir la boca para responderle, seguramente una bordería, cuando un estruendo y una serie de gritos les hicieron dar un salto y salir corriendo del dormitorio de Draco para correr pasillo abajo hasta esa habitación que había estado cerrada durante años.
Preocupados se asomaron a la puerta abierta y encontraron un escenario extraño: la habitación era sin duda la de un Slytherin, pulcra y ordenada, y en ese momento había un joven de su edad arrodillado sobre el colchón apuntando a Sirius. A medio metro de su padrino, una butaca pequeña parecida a la que había en el cuarto de Harry estaba con las patas hacia arriba y el relleno al aire.
— ¿Qué ocurre, Sirius? —preguntó Harry desde la puerta, con la varita también en la mano.
— No os preocupéis, está todo bajo control.
— ¡James! —escucharon el grito ahogado del chico.
— No es James, Reggie, es su hijo. Déjame explicarte —contestó Sirius, con las dos manos alzadas en son de paz y un tono suplicante y dulce que no le habían oído más que para dirigirse a Remus cuando pensaba que nadie más alrededor podía escucharlo.
Pero cuando fue a acercarse, el chico apuntó hacia él y disparó, destrozando otra butaca.
Ellos dos entraron en tromba en la habitación y apuntaron a su vez al chico. Harry lo desarmó con su habitualExpelliarmus,haciéndose con la varita que salió disparada con la agilidad de un buscador. La mirada que le dedicó el menudo desconocido fue de molestia y admiración combinadas. Y la que le dedicó a Draco cuando se alineó hombro con hombro con Harry con el ceño fruncido fue de molestia pura y dura.
— Reggie, por favor.
— No tiene gracia, Sirius. Odio vuestras malditas bromas.
— No es ninguna broma. ¿En qué año estamos, Draco? —cuestionó Sirius, sin apartar la mirada del joven.
— 1996.
Los ojos del chico, iguales a los de Sirius y muy parecidos a los de Draco, mostraron duda, pero no bajó la varita.
— Te prometo por mi alma que no es una broma, hermano. Padre y madre están muertos, ¿cómo iba a estar yo aquí si no?
— ¿Muertos? —preguntó con voz ahogada.
— Totalmente muertos. Y Voldemort también.
— ¿De verdad?
— Sí —intervino Harry con dulzura, dejando la varita sobre la cama— Él mató a mis padres y retornó el año pasado, pero había infiltrados entre los mortífagos que lo mataron definitivamente. Por eso Draco y yo vivimos aquí. No tienes que tener miedo, ya no hay guerra.
Los ojos, grandes en el rostro menudo y delgado, se llenaron de lágrimas.
— ¿James está muerto?
— Todos lo están —respondió Draco con aspereza— sus padres, los míos, mi padrino…
Sirius apretó el hombro de su sobrino para hacerlo callar, porque Regulus había soltado la varita y lloraba con la cara entre las manos. Despacio, se acercó a él y lo abrazó.
— Vamos —Harry cogió la ropa de Draco y lo arrastró fuera de la habitación— ¿eso era necesario?
Draco no respondió, solo bufó, porque no iba a explicarle que había sentido a ese chico como un peligro para él y sus cuidadosos planes de conquista.
Aún así, como Harry insistió en quedarse en el pasillo frente a la habitación de Regulus, él se quedó también, hasta que media hora después salió Sirius con los ojos rojos e hinchados, cerrando con cuidado la puerta tras él.
— ¿Qué demonios está pasando? —cuestionó Draco con sequedad, de un modo que le recordó a su padre—. Se suponía que tu hermano estaba muerto.
Sirius los cogió a los dos por los hombros y los llevó hasta el salón.
— ¿Sabes que es un doncel, Draco?
— Claro. Un hombre que puede concebir. Es una rareza mágica que aparece en las familias sangrepura por la endogamia.
— Mi hermano lo es. Mis padres lo prometieron a Voldemort cuando tenía siete años.
— Yo no entiendo, ¿me explicáis por favor? —intervino Harry.
— De vez en cuando la magia crea hombres con la posibilidad de gestar, Harry —explicó Sirius, dejándose caer pesadamente en uno de los sillones.
— Espera —cuestionó su ahijado con los ojos muy abiertos, lleno de pena por el joven—, ¿Regulus iba a tener los hijos de Voldemort?
— Exacto. El fanatismo de Bellatrix se queda corto al lado del de mis padres. Pero Regulus se enamoró de otra persona y bueno, trazamos un plan para librarlo de ese matrimonio. No podíamos esconderlo en ningún lugar, había un contrato de sangre y le habrían rastreado a donde huyera, por eso lo escondimos en el tiempo.
— ¿Qué? —exclamaron los dos chicos al unísono.
— Un giratiempo. Lo mandamos lo más lejos que pudimos porque ese cacharro estaba muy viejo y no nos permitía elegir. Calculamos que sería este verano del 96.
— ¿Quienes?
— Oh vamos, Potter, ¿no has visto al chico? Fue tu padre.
Harry miró a su padrino, que asintió con la cabeza despacio.
— James y yo decidimos que era mejor tenerlo vivo y lejos. Remus nos llamó de todo, porque lo hicimos a espaldas de Reg. Yo ya no vivía aquí, tuvimos que colarnos en la casa. Fue nuestra última gran trastada. Pero sí, fue en realidad tu padre el que me convenció, porque odiaba la idea de que Regulus se convirtiera en la máquina de parir hijos de ese psicópata.
— ¿Qué va a hacer ahora? ¿Cuántos años tiene?
— Diecisiete. No lo sé, de momento está furioso conmigo.
— Tiene que estar muy desubicado, pobre.
— Hermanita de la caridad Potter en acción —masculló Draco.
Harry lo miró con el ceño fruncido y salió de la habitación.
— Se te ve el plumero, sobrino —comentó Sirius, aún con los ojos en la puerta por la que había salido.
— No sé de qué me hablas, tío. ¿Qué tal Remus, también viene a cenar hoy?
Sirius se sentó a su lado y lo miró en silencio.
— En realidad tú puedes entender mejor a Regulus, os parecéis.
— ¿El padre de Harry le correspondía?
— Sí.
— ¿Y su madre?
— Lily era muy inteligente, supo darles espacio a los dos para quererse. No sé si ella también amaba a Regulus románticamente, pero sí sé que lo quería. Mucho. Todos lo querían, Draco. Él era el mejor amigo de tu padrino.
Su tío sabía muy bien que ese era uno de los puntos débiles de Draco. Había adorado a Severus mientras crecía y tras su muerte parecía necesitar conocerlo más. Ya había frito a preguntas a Remus y a Sirius, pero esta oportunidad era muy tentadora.
— Harry no es su padre —murmuró Draco, mirando la puerta por la que había desparecido, sin duda para subir a consolar a Regulus.
— Ni tú Lily. Pero Draco, los muggles dicen que hay que saber nadar y guardar la ropa. ¿No piensas ser honesto con Harry?
Draco lo miró con los labios apretados. Aunque no quisiera reconocerlo, las personas en esa casa, eran toda la familia que tenía. Le importaba la opinión de Sirius y le aterraba perderlo todo si daba un paso en falso.
— ¿Tú... lo apoyarías? Nosotros juntos.
— ¿Quién soy yo para juzgaros? solo quiero que estéis bien, Draco. Ya habéis perdido los dos demasiadas cosas. Lánzate.
Con un suspiro, Draco se frotó las manos en los pantalones y se puso en pie.
— Me alegro de tenerte, tío. Tú deberías usar tu propio consejo y lanzarte también, por cierto.
Y salió del salón para subir al dormitorio. Cuando Sirius fue unas horas después a llamarlos para cenar, Regulus dormía aferrado a Harry, que a su vez era abrazado desde atrás por Draco.
