Historias de amor para contar por la noche

I Can See You


Sinopsis

Te rozas contra mí en el pasillo y seguramente crees que no lo noto, pero te he estado observando desde hace mucho tiempo. La misma cantidad de tiempo que he invertido en tratar de no sentir. Pero, ¿qué harías si te tocara? ¿y si nadie nos descubre? ¿y si no hacemos ruido? Seremos profesionales, pero los dos sabemos que algo ya cambió. Y no hay vuelta atrás.

Disclaimer

Twilight y sus personajes le pertenecen a Stephenie Meyer. Queda prohibida la reproducción total o parcial de este trabajo, que solamente es publicado en Fanfiction /./ Net


Por supuesto que no diría nada malo de Edward. Por supuesto que se quedaría callada y continuaría masticando su comida. Por supuesto que ella no creía que Edward Cullen era el peor jefe del mundo. Claro, él no era el mejor, pero es que un jefe nunca sería El Mejor. Contrario a todo lo que Michael Scott pudiera decir. Ni siquiera él obtuvo su taza de "El mejor jefe del mundo" como regalo, sino que se la compró el mismo.

Pero Edward era un buen jefe. Dentro de lo que cabía.

Respondía correos, respondía mensajes, bromeaba, enviaba memes el fin de semana, lanzaba comentarios aprobatorios que equivalían a una palmada en la espalda, programaba correctamente los aumentos de sueldo… al menos con Bella Swan era así.

Si Bella enviaba un correo exigente, pero siempre con educación, Edward le respondería en privado, diciéndole "wow."

Eso la hacía sonreír, pero borraba su sonrisa rápidamente para que él no la viera. Y era difícil lograrlo, dado que sólo una mampara los separaba.

Si Edward estaba atorado en algún asunto, Bella le enviaba un mensaje, en donde resolvía alguno otro (siempre que le correspondiera) y Edward contestaba con un "gracias, eres la mejor."

Edward le enviaba un meme o algún reel gracioso por Instagram los fines de semana (desde que habían empezado a seguirse) y Bella respondía con una risa o con otro igual de gracioso.

Cuando estaban teniendo una conversación sobre los cumplidos, Bella había dicho que ella no sabía cómo responderlos, ni cómo reaccionar. Edward entonces deslizó su silla para lograr verla sin que la mampara estuviera en el medio.

—Eres muy inteligente, Bella—le dijo.

Bella sólo se rio, al igual que el resto.

—Gracias, Edward—masculló incómodamente, intentando responder apropiadamente.

Las risas aumentaron.

Y Bella ya había tenido dos aumentos de sueldo en el año que llevaba trabajando ahí.

Y acababa de enterarse de que el resto de las chicas de la oficina no habían tenido uno en un tiempo.

—Es un desgraciado—ladró Heidi—. Sigo esperando mi maldito aumento desde que le dije que tenía una oferta en otro lugar.

—Oh, cielos, eso ya lleva un buen rato—coincidió Lauren—. Vuelve a decírselo.

—Sólo prometieron un aumento, pero no lo hicieron—continuó Heidi—. ¿Por qué sólo aprobó un aumento para Félix?

—Machismo—picoteó Jessica—. La última ocasión sólo le aumentó a él.

Bella bebió de su jugo. Eso no era cierto. A ella también le habían dado uno.

—No es justo tener que estárselo recordando cuando es algo que sabe que tiene que hacer—dijo Heidi.

—Eso es cierto—Jess se lamentó.

—Andando, ya debemos volver—interrumpió Lauren, viendo la hora—. ¿A qué hora es nuestra junta?

—A la 1:30—respondió Bella, dándole un último trago a su jugo, terminándolo en el proceso.

Cuando caminaban rumbo a la oficina, Jessica le picó el brazo.

—¿Por qué tan callada? ¿Estás bien?

—Si, claro—Bella se echó el cabello detrás de los hombros.

—¿Qué piensas entonces?

Bella se hizo tonta. Ajustó su lonchera en su brazo.

—¿Pensar de qué?

Jess soltó una risita.

—De lo que hablábamos, ¿no te parece que ya es hora de que nos dé un aumento a nosotras?

—Ah, claro—respondió—. Ya va siendo hora.

—Es un idiota—dijo Jessica.

Por suerte, Lauren ya estaba abriendo la puerta de la oficina, así que Bella ya no tuvo que decir nada.

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No era como si Bella lo estuviera defendiendo, claro que no, sólo que la plática de la hora de la comida no coincidía con ella. Era como inscribirse al torneo de tenis, ¿para qué? Ella no jugaba tenis, no le aplicaba.

¿Pensarían ellas que lo defendía? ¿Qué era una tonta y ciega y sorda? Obviamente Edward era un loco y peculiar y un tanto molesto. Era un hombre, después de todo. Y obviamente que ella lo había notado, había escuchado cada comentario fuera de lugar, cada gesto, cada seña, cada acción… era difícil de ignorar. Dado que era su jefe y dado que lo tenía justo al lado todo el tiempo. Bella podía ver su cara todo el día, algunas veces sólo su frente y su cabello revuelto cuando ella se desparramaba en la silla.

No quería quedar como una defensora del jefe frente a ellas. No era correcto. Pero tampoco era correcto hablar pestes de él, de la persona con el poder de mirarte a los ojos y decirte "estás despedida."

Bella necesitaba el trabajo… como el 95% de la población mundial.

Tampoco estaba muy segura de ese porcentaje.

Pero si sabía que incluso Leonardo DiCaprio necesitaba un trabajo.

Se inclinó sobre el lavabo y escupió la espuma de la pasta de dientes.

Si la conversación se repetía (que claro que lo haría), Bella se aseguraría de lanzar un comentario lastimero y mal agradecido sobre cómo su trabajo era una mierda y de cómo su jefe era la peor escoria del universo y de cómo su miserable sueldo no le alcanzaba para comer la semana completa.

Así podría quitárselas de encima.

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Bella tecleaba un correo cuando Félix interrumpió la armonía que los teclados y los interminables clics creaban.

—¿Si vamos a tener junta?

—Claro—Edward respondió unos segundos después, demasiado concentrado en su pantalla—. Andando.

Abandonaban sus asientos mientras Bella intentaba terminar de enviar su correo. La oficina se quedó vacía y rápidamente presionó "enviar" al tiempo que alcanzaba su agenda.

Apagó la luz tras ella.

Edward estaba en el pasillo, con su laptop contra su pecho y su otra mano ocupada con su teléfono, parecía esperar por ella.

—¡Bella! —la reconoció, aunque no esperaba una respuesta.

—Hey—ella contestó, caminando hasta su lado. Edward reanudó la marcha—. ¿Está bien si esas muestras llegan el martes a destino?

—Seguro—le dio un encogimiento—. Esperaba que llegaran el jueves o viernes.

—Lo trabajaré desde hoy. El martes deberían de estar ahí.

—Excelente—arrastró las palabras—. ¿Ya viste la película que te recomendé?

Bella le dio una mirada. Él sonreía.

—Me has recomendado un sinfín de películas.

—Y no has visto ninguna—él señaló.

—¿Qué? Claro que sí.

—Sólo una—él picó.

—Si veré el resto—ahora él le dio una mirada—. Lo prometo—agregó cuando Edward abrió la puerta de la sala de juntas para ella.

—Bien—él aceptó en voz baja.

Edward era alto, Bella le llegaba debajo del hombro. A veces su estatura la intimidaba, como en esta ocasión, así que se apresuró a entrar para ocupar un asiento. Su brazo entero se rozó con el torso de Edward.

Esa era otra razón por la cual no hablaría mal de Edward.

Bella… ella… como que… estaba algo enamorada de él.

Eso era algo que todavía no se atrevía a aceptar en voz alta y en sus pensamientos seguía flotando con puntos suspensivos y comillas.

De acuerdo, no era amor, no era enamoramiento… era atracción, era algo diferente.

O al menos eso era lo que ella pensaba.

Pero no se sentía mal por eso, intentaba no ser muy dura con ella misma, pues cualquiera que tuviera ojos podría notar el atractivo de Edward, con su cabello revuelto y sedoso, que se sacudía cada vez que él le pasaba la mano por encima y que caía suavemente como piezas de dominó, con sus profundos ojos verdes debajo de sus pobladas cejas, con su nariz recta y quijada afilada, con sus sonrisas coquetas ladeadas y con su barba de tres días.

Era imposible no notarlo.

Y Bella lo notó desde el día que lo conoció.

Cuando él atravesó la puerta de la pequeña sala en donde la entrevistó para el puesto.

Lo notó cuando ella llegó a la oficina, con su bolso sobre su hombro y con él haciéndose a un lado, permitiéndole pasar.

—Hola, Bella—él la saludó, como arrastrando las palabras—. Este es tu lugar. Ponte cómoda.

Bella se esforzó en no echarle miradas cada vez que él se movía, cada vez que murmuraba para sí mismo, con su ceño fruncido en concentración.

Y había pasado el último año esforzándose en no notarlo.

Y sólo se concentraba en reír cuando él platicaba sobre sus desafortunadas citas.

Edward era todo un coqueto. Y parecía encontrarle un "pero" a todas las chicas. Las chicas que no terminaban, las chicas que esperaban su turno en la fila, las chicas rubias, las chicas pelirrojas, las chicas con tatuajes, las chicas con lentes, las chicas sexys, las chicas locas obsesionadas capaces de destrozar un auto con un bat de beisbol, las chicas que eran todo menos lo que Bella era.

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—¿Con cuántos hombres planeas besarte? —le preguntó Rosalie a través del espejo el sábado por la noche.

Bella alejó la vista de su teléfono y le rodó los ojos.

—Con ninguno.

—Puaj, ¿por qué no? —Rose continuó ahora con el brillo de labios. Bella se entretuvo viéndola.

—Leí en internet sobre una chica que se besó con un desconocido en el bar y despertó con la boca llena de herpes.

Rose soltó una risita.

—¿Reddit otra vez?

Bella regresó la vista a su pantalla.

—Tal vez—dijo bajito.

—Estás obsesionada con esa cosa.

—¿Y qué? Alice está preguntando si ya llegamos.

—Dile que vamos en camino.

—Ya llegó el Uber.

Rosalie se echó el gloss al bolso y caminó detrás de Bella, que cerró la puerta de su apartamento tras ella.

—Tendrás que cuidarme las llaves—le dijo, estampándoselas en el pecho—. No llevo bolso.

—¿Y tu identificación?

Bella le mostró el teléfono, que tenía pegado un tarjetero en la parte trasera.

—La mejor invención del mundo—presumió.

—Ni que fuera el labial rojo—masculló Rosalie, abriendo la puerta trasera del auto.

Alice ya estaba en la acera cuando el coche se detuvo frente al bar. Al verlas, le dio una última calada al cigarrillo y lo aplastó con su pie cuando ellas estaban acercándose.

—Hey—las saludó, haciendo una mueca con su boca para lanzar el humo hacia un lado—. ¿Cómo están? Se ven muy lindas.

—Genial—respondió Bella—. ¿Sí? Estoy estrenando este atuendo—dijo, alisándose la falda.

Llevaba un atuendo rosado, de un crop top sin tirantes y una falda ligera y brillosa.

—Ah, ahí viene Ángela—interrumpió Rose—. Y Kate.

Ángela sonrió y dio brinquitos hasta llegar a ellas, contenta.

—¡Hola! —arrastró la palabra, mientras les daba abrazos—. Ay, tenía tanto tiempo sin verlas. ¿Cómo han estado, lindas?

—Excelentemente bien—canturreó Rose—. Andando, ya hay una buena fila.

—Por aquí—un chico las guio cuando estaban adentro. Las luces mareándolas y la música reventando sus tímpanos—. Sillón para cinco. ¿Ya saben qué van a pedir?

—Vodka, necesito vodka—dijo Bella—. Y tequila.

—Y todo lo que hay en medio—coincidió Alice.

Algo pasó luego del tercer trago de vodka y antes del primer shot de tequila dentro de Bella. Había una laguna en su mente y no estaba muy segura de en qué momento había intercambiado lugares con Rose, pero ahora se estaba llevando las manos al cabello mientras bailaba al ritmo de un remix de alguna canción pop y su atolondrado cerebro seguía recordando las letras.

Luego tenía sus antebrazos sobre los hombros de Ángela mientras meneaba las caderas y gritaba el coro.

Rosalie se acercó a ella para tomarle algunas fotos. Bella poso para cada una, llevándose la mano a la cadera y arrojando besos.

—Mierda, Bella, te quiero tanto—dijo Alice, rodeándola por los hombros, casi la tira—. Deberíamos de vernos más seguido.

—¿De qué hablas? Nos estamos viendo en este momento.

Alice boqueó, abriendo mucho los ojos y luego comenzó a sonreír.

—¡Estás en lo cierto! ¡Oh por Dios!

—¡Un brindis! —Rose llamó su atención, alzando su chupito desbordante.

—¿Por qué estamos brindando? —preguntó Ángela.

—¡Porque sí!

—Deberíamos de ir por más tequila—Kate animó a Bella—. Andando.

—Seguro, tengo algo de sed—Bella arrastró las palabras, lanzando una risita.

Se concentró en no tropezar en el camino, en el liso y libre piso.

—Enserio tengo sed—dijo Bella, tras Kate.

—Oh, de acuerdo, cielo. Tal vez el barman pueda darnos una botella de agua.

Bella permaneció ahí, quieta, esperando que Kate terminara de hacerle ojitos o de pedirle al barman su agua o lo que fuera que estuviera haciendo.

—Toma esto—Kate se giró, pasándole un shot de tequila.

—¿Qué? No. Yo sólo quiero agua.

—Ay, bébelo, Bella, no seas una marica—le ordenó mientras chocaba los vasos.

Un codo golpeó levemente la espalda de Bella mientras ella terminaba su trago. Dejó el vaso sobre la caoba de la barra y arrugó la cara.

—Toma tu agua—le dijo Kate, pasándole una botella.

—Gracias al…—se detuvo, intentando abrirla. Había olvidado lo que iba a decir y había olvidado que no tenía las fuerzas suficientes.

Otro codazo.

Se alejó, pegándose a Kate para darle espacio al gigante a su lado. Lo miró entre sus pestañas y luego alzó el rostro, viéndolo dos veces.

Edward Cullen, su jefe, la estaba viendo desde arriba.

—Lo sien…—comenzó, pero se detuvo. Exhaló pesadamente. Bella pudo oler la cerveza en su aliento, se le alborotaron los cabellos de la frente con la brisa—. ¡Bella!

—¡Hey! —saludó de regreso, algo confundida—. ¿Edward?

—¿Qué? ¿Demasiado borracha como para recordarme?

Ella le rodó los ojos. O eso intentó hacer. No estaba segura si eso había funcionado.

—¿Por qué me golpeas? —le preguntó en su lugar.

—Me estaban empujando esos… idiotas de allá—dijo esto último entre dientes, viendo a la distancia.

Bella siguió su mirada. Un grupo de cuatro chicos se alejaban de la barra rumbo a la pista de baile.

—¿Qué estás haciendo aquí?

Edward le alzó las cejas, aunque sonreía. Tenía los ojos nublados y el cabello alborotado. Llevaba una camisa azul, con los dos primeros botones desabrochados y las mangas enrolladas.

—Bebiendo, bailando.

—¿Bailas? —Bella le arrugó la frente. Sintió que Kate le daba toquecitos en el brazo—. Eh, oye, esta es Kate. Kate, este es Edward.

—Hey—la rubia lo saludó con un gesto de barbilla—. ¿De dónde se conocen?

—Del trab…

—De por ahí—Edward la interrumpió. Bella se quedó callada.

—Edward, ¿quieres venir con nosotras? Quiero alejarme de aquí—dijo Kate, mirando a la distancia y comenzando a andar.

Bella la siguió, dado que la rubia le sujetaba fuertemente la mano. Bella miró sobre su hombro y se sorprendió de ver a Edward ahí, siguiéndolas también.

—¿Quién viene contigo? —preguntó Bella. Edward ya estaba sentándose junto a ella.

—Unos amigos, deben de estar por ahí—agitó su mano desdeñosamente. No dejaba de observarla. Bella le tendió su botella de agua.

—Abre esto.

—¿Quieres uno, Edward? —Alice interrumpió, tendiéndole su caja de cigarrillos.

Bella no estaba muy segura de cuándo habían hecho las presentaciones.

—No, gracias, no fumo—le respondió él, pasándole a Bella su botella de agua abierta.

Bella dio un gran trago.

—Necesito ir al baño—Rose dijo, inclinándose en la mesa, rebuscando en su bolso. El humo de su vape le cayó sobre todo el rostro a Bella—. Angela, vamos al baño.

Alice tomó la mano de Kate y caminaron lejos. Bella vio que Kate tomaba un cigarrillo de la cajetilla de Alice. Se iban a fumar.

—¿Estás bien? ¿Ya te sientes mejor? —Ángela le preguntó a Bella, viéndola desde arriba.

Parecía que la borrachera comenzaba a bajárseles, o tal vez todas estaban demasiado borrachas y se identificaban como sobrias las unas a las otras, como si estuvieran completamente bien.

—Ni siquiera me sentía mal—le dijo Bella.

Ángela se fue tras Rose sin decir más. Bella se giró a ver a Edward, quien terminaba su trago.

—¿Qué bebes? —ella preguntó, apoyando su espalda en el sofá.

—Cerveza, ¿no reconoces la cerveza?

—No ahora—ella exhaló, aguantándose un eructo ebrio. Edward rio entre dientes—. ¿Quiénes son tus amigos?

—Seth, Paul—dijo él. Ya antes los había mencionado, así que Bella sólo asintió—. Y Mike.

—¿Dónde están? No te estarán buscando, ¿cierto?

—Nah—él agitó su mano—. Y siempre pueden enviarme un mensaje.

—Mi teléfono está muerto—dijo Bella, agitándolo en su mano—. Creí que tendría batería suficiente. Debería comprarme otro. Ya hace ruidos raros.

—¿Ruidos? —Edward volvió a reír—. Los teléfonos no hacen ruido.

—El mío si—dijo ella, inclinándose para rellenar su vaso con vodka—. La alarma.

Otra risa por parte de Edward. Se veía guapísimo. Una ligera capa de sudor le cubría las sienes, Bella quiso pasarle la mano para limpiárselo, así que lo hizo.

—Tienes sudor—le dijo.

—Te ves sexy—Edward dijo en su lugar. Me está diciendo sexy, lo está haciendo, le gusto, es obvio que le gusto, así como él me gusta a mí, pensó Bella—. ¿Eso es nuevo? —preguntó, pasándole una mano por el muslo, tocando la falda.

—¿Qué te hace pensar que es nuevo?

—No lo has usado antes—dijo él, sin retirar su mano.

—¿En el trabajo? —ella rio—. No creo que pueda ir en mini falda y sin sujetador.

Los ojos de Edward aterrizaron rápidamente en sus pechos. Se relamió los labios y alcanzó la botella de agua de Bella.

—¿Qué? ¿No estás usando?

—¿Te importa? —Bella resopló una risa, arqueándole las cejas. Sostenía su trago entre sus manos, sintiendo el deshielo del vaso en su rodilla.

Edward sonrió contra la boca de la botella. Bella vio su manzana de Adán moverse mientras tragaba.

—Te ves guapo también—siguió ella—. ¿Quieres bailar?

—No sé bailar muy bien—dijo él—. Pero claro.

—Terminaré mi trago y las cosas…—arrastró las palabras, señalando los bolsos de sus amigas sobre la mesa.

—Ah, claro. Esperemos entonces.

Edward volvió a colocar su gran mano en el muslo de Bella y mientras ella daba otro trago, la subió y la bajó, frotando.

Vamos, Edward, da un apretón, haz algo que me haga saber que quieres esto tanto como yo, siguió pensando Bella.

Él se estiró cómodamente en el sofá, estirando un brazo sobre el respaldo.

Eso es, justo así.

Bella se relajó más en su lugar, el antebrazo de Edward ya le rozaba los hombros desnudos.

—¿No fumas nada? —ella preguntó.

—No, ya no—dijo él—. Fumé por un rato en la universidad, pero hace años que no. Tú tampoco fumas—aseguró.

—Sólo cuando me encuentro con el vape de Rose—se rio entre dientes—. ¿Quieres darle una calada?

Se estiró para alcanzarlo. Era sabor moras.

—Está bueno—dijo ella, pasándoselo.

Edward fumó desde su mano. Su quijada se movió y su ceño se frunció.

—Si, es bueno—dijo, exhalando hacia el frente.

Bella observó su boca, su cuello, su pecho que subía y bajaba. Se pegó a él.

—Te ves guapo fumando—le dijo. Su corazón latía muy rápido dentro de ella, lo podía sentir por todo el cuerpo, ¿podría él escuchar sus latidos sobre toda esa música?

—¿Sí? —él la miró, le observaba la boca.

—Sí—ella asintió. Podía ver cómo se contenía, como estaba a nada de besarla. Ahora todo se veía muy claro. Él dándole miradas, riéndose con ella, esperándola en el pasillo, tocando su muslo, llamándola "sexy." Él también lo quería. Podía verlo.

Puedo verte, pensó.

—Voy a besarte—él advirtió.

A Bella no le dio tiempo de reaccionar. De un segundo a otro, la boca de Edward estaba sobre la suya. Sus suaves y rojos labios se tallaban contra los hambrientos de Edward. Él gimió contra su boca. La mano en su muslo dando un fuerte apretón, fuertísimo. Bella lo tomó de la nuca, pegándolo más a ella.

Edward le pasó la lengua por el labio inferior, así que Bella lo dejó entrar, rozando su lengua con la de él. Sabía a cerveza y a calor, a fuego y a prohibido. Bella le lanzó un mordisco. Edward se lo regresó.

Y entonces terminó.

Él rompió el beso y regresó a su posición inicial.

Pero Bella seguía pegada a él y no se movería nunca. Un apretón a su hombro, abrazándola completa.

Rose y Ángela venían en camino, subiendo patosamente los escalones hacia su sofá.

—Voy a bailar—les dijo Bella.

—Claro, amor—asintió Rose—. ¿Dónde está mi vape?

Bella se lo tendió y entonces se puso de pie, dejando su trago a medias ahí y tomando la mano de Edward. Él la siguió de cerca, podía sentir su pecho en su espalda y su trasero se rozaba contra los muslos de Edward.

Edward le colocó una mano en la espalda baja y Bella bailó contra él. Él la miraba desde arriba con una sonrisa torcida colgando de su boca. Se inclinó para hablarle al oído después de un rato.

—Ya lo sabes, ¿verdad?

—¿Qué? —ella le habló de vuelta, rozándole la oreja con su boca.

—Que me gustas.

Un escalofrío le recorrió el cuerpo entero.

—¿Lo sabes tú? —le preguntó de regreso.

—¿Qué? Claro que no—le dijo él, alejándose para verle el rostro—. Siempre me mandas al diablo.

Bella se carcajeó.

—¿De qué hablas?

—No contestas mis mensajes—dijo él—. Los del fin de semana.

Otra risa por parte de Bella. Se pegó más a él. Edward le acarició la espalda, desde los omoplatos hasta la cadera, dejó su mano justo en la curvatura hacia su trasero. El tipo de toque íntimo que grita "eres mía."

—¿Qué quieres que te diga? Además de reírme y de seguirte la broma.

—De todo—aceptó él en un caturreo.

La sonrisa en la cara de Bella se borró y le miró la boca. Edward rápidamente se inclinó para besarla de vuelta.

Tan delicioso, pensó ella.

No había manera de rastrear el tiempo, el espacio, los alrededores, la borrachera… sólo una interrupción que se sintió como un balde de agua fría luego de tanto roce, tanto beso y tanta electricidad. Bella tenía sudor en la nuca cuando una voz profunda habló junto a ella.

—Hombre, me voy—anunció la voz—. Seth ya se fue.

—De acuerdo, Paul—Edward le respondió—. ¿Dónde está Mike?

—Se fue a una fiesta. De la clase alta, hombre.

Edward se rio.

—Está bien—aceptó otra vez. Paul se inclinó para hablarle en el oído. Edward sólo asintió a lo que sea que él le estuviera diciendo.

—Es tarde, ¿no? —Edward le dijo una vez que Paul se fue.

—Ah, no lo sé. ¿Te vas ya? Iré con ellas.

Edward le sujetó la muñeca y se inclinó para hablarle al oído.

—¿Quieres venir conmigo? —él preguntó—. Podemos comer algo.

Bella cerró los ojos, sintiéndose mareada, ligera, como elevándose. Edward entonces dejó un beso húmedo y largo en su cuello, debajo de su oreja.

—Iré a despedirme—fue todo lo que necesitó decir.

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—Mierda…—Edward resopló cuando su colisión hizo que se cayera el portarretrato en su mesita del recibidor. Bella le estaba besando el cuello y se rio contra su piel. Él dejó las llaves ahí junto con su billetera, se tanteaba los bolsillos mientras Bella comenzaba a desabotonarle la camisa.

Para cuando llegaron a la sala, entre tropezones, su camisa ya estaba completamente abierta y su cinturón desabrochado hacía ruido mientras Bella se sacaba los zapatos, dejándolos caer al piso de madera. Algo cayó con un sonido sordo sobre la alfombra.

Edward gimió contra su boca cuando cayeron en el sofá. Pasó su gran mano por todo el costado de Bella y atrapó su muslo, enterrando sus dedos ahí mientras le guiaba la pierna hacia su cadera. Bella enredó ambas en él y arqueó el cuello cuando él hizo intento de besarlo.

Abrió los ojos.

Estaban a media luz.

Había una lámpara encendida en el rincón de la sala y un pasillo oscuro a la izquierda. Había también una gran televisión frente a ellos y la cocina estaba a sus espaldas. Edward ahora besaba sus clavículas.

Con un movimiento fuerte y certero, la tomó de la cintura y la alzó. Ella quedó sentada sobre los muslos de Edward y le alborotó el cabello cobrizo.

—Quería tanto esto—confesó él contra su piel—. Todo esto.

—¿Enserio? —ella preguntó—. ¿Besarme o tenerme aquí?

—Todo esto—repitió, finalmente viéndola. Tenía el cabello revuelto y los labios rojos y amasados. Su mirada seguía estando nublada.

—Aún no lo hacemos.

Él dejó otro beso sobre su boca.

—¿Enserio no estás usando brasier?

—No lo sé—ella arrastró las palabras.

Edward ya no dijo más. Se inclinó para llevar su boca a la base de la garganta de Bella y luego con ambas manos sujetó el costado de sus pechos, juntándolos. Entonces su boca estaba en su escote, contra el inicio de sus senos. Gimió contra la piel.

—Están perfectos—dijo con voz ahogada. De pronto, Bella tenía su blusa enrollada en su abdomen. Edward la había bajado con un movimiento—. Mierda—soltó entre dientes, en un silbido.

Bella no había mentido.

Él los sostuvo con ambas manos primero, dándoles un ligero apretón, luego los sopesó, después los sujetó fuertemente antes de llevar su boca a ellos.

Bella arqueó la espalda.

—Me estás poniendo muy…

—¿Muy qué?

—Muy caliente—resopló ella, arañándole los hombros.

—Vamos a la habitación.

Había habido un cambio.

¿Era la borrachera la que le impedía pensar? ¿O era el deseo que sentía en todo su cuerpo?

Parecía que no había pasado ni un segundo entre el sillón y entre Edward completamente desnudo sobre ella.

Moviéndose sobre ella. Contra ella. Dentro de ella.

No estaba usando un condón.

Y a Bella no le importaba.

Sólo quería frotarse, quería apagar el fuego, pero quería encenderlo también. Quería la perdición y el viaje. Las vibraciones y los temblores. Quería la boca de Edward en todo su cuerpo, quería que sus manos apretaran y quemaran.

Él la estaba sujetando por el cuello mientras se movía sobre ella, apoyado en su antebrazo, mirando su unión, subiendo y bajando, meneando, agitándose.

Bella apuñó la almohada y la sábana. Lo arañó y se sujetó de su brazo.

Luego tenía el abdomen contra el colchón y Edward se movía detrás de ella, podía sentir los muslos de él contra su trasero. Seguía sujetándola por el cuello, arqueando su espalda sin dejar de embestirla.

Se dejó caer, jadeante y pulsante, con piernas temblorosas y manos que perdían la fuerza.

—Ah, nena—Edward gimió tras ella.

Bella alzó el trasero cuando sintió el primer rastro de Edward contra su piel. Luego un poco más en su espalda baja y finalmente un poco más en su muslo.

Cuando terminó, dejó salir una respiración pesada detrás de Bella. Le propinó un azote en el trasero.

—Eres jodidamente perfecta—Edward resolvió.

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Bella tardó mucho en despertar, aunque sentía un dolor en el vientre bajo. Se esforzaba en abrir los ojos, pero la bruma no se iba. Intentó respirar profundamente, pero tampoco podía hacerlo.

El dolor se intensificó y alzó la cabeza de pronto, arrugando los ojos, como si tuvieran que acostumbrarse a la oscuridad. Una luz cálida se colaba por la puerta abierta de la habitación.

Un ruido a su lado la hizo mirar hacia allá.

Edward dormía profundamente, boca arriba, completamente desnudo y roncaba… demasiado.

Lentamente se apoyó en sus codos y salió de la cama. También estaba completamente desnuda y tenía frío.

Y tenía que ir al baño. Urgentemente.

Había una puerta del otro lado del cuarto, así que fue hasta allá.

No, era el clóset.

La vejiga le iba a explotar.

—Mierda, mierda—dijo entre dientes, sintiendo el dolor y la presión en su vientre.

Salió de la habitación y se encontró con otra puerta en el pasillo. La abrió rápidamente.

Finalmente había encontrado el baño.

Sintió una humedad en su trasero cuando llegó al inodoro, hizo una mueca y suspiró al orinar. Enterró su cabeza entre sus manos.

—Ugh—se quejó cuando descubrió la razón de la humedad en su espalda y trasero. Terminó por limpiarse el rastro de Edward y se miró al espejo.

Su cabello era un desastre, pero al menos su maquillaje no estaba corrido.

Ya en la habitación, tanteó en la oscuridad y se metió a la cama, deshaciéndola. Edward no había dejado de roncar, así que le echó una manta, que reposaba en la esquina de la cama, encima.

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Bella despertó con unos labios en la espalda y una mano en su abdomen, que se movía de arriba abajo.

—Mmm—dijo, enterrando medio rostro en la almohada.

La boca en su espalda se partió en una sonrisa.

Otro beso.

Lentamente, se giró sobre su otro costado para encarar a Edward.

—Hey—él saludó con voz suave y baja, ronca.

—Hola—ella dijo, presionándose los párpados con dos dedos.

—¿Cómo estás? Tenías frío—dijo él, volviendo a cubrirle la espalda con el edredón.

—Si, ¿tú no?

—No sé—él bufó una risa—. Pero veo que me diste una manta.

—Roncas horriblemente.

—Claro que no. Yo no ronco.

Bella rio entre dientes.

—Oh, claro que lo haces. Sólo pude dormir porque estaba igual de ebria que tú.

—Ronco cuando estoy borracho.

—Pues bueno—ella aceptó.

Se quedaron en silencio un momento. Bella observó la cama, el espacio entre ellos. Edward ya estaba adentro de las mantas también, pero no podía ver su cuerpo.

La realización llegó a ella, pero no como un balde de agua fría. Sino como una manta sobre sus hombros.

Enserio lo hicimos, pensó maravillada, finalmente. Finalmente pude besarlo y tocarlo.

Edward se acercó y le alzó la barbilla con su dedo índice. Ya estaba acercando su rostro al de ella, así que Bella cerró los ojos y lo besó de vuelta.

Él no tardó en profundizar el beso y en arrastrarse más cerca. Bella dejó caer su espalda en el colchón y lo sintió cernirse sobre ella.

Edward rompió el beso para llevar su boca a su quijada y a su cuello. Bella le pasó una mano por el cabello.

—¿Me dejas hacerlo otra vez? —él preguntó contra su piel.

—Si—Bella suspiró—, ¿tienes condones?

Edward se alejó para rebuscar en el cajón de su buró y volvió con un empaque plateado en su mano izquierda, mientras que la derecha la deslizó por el torso de Bella, dándole un apretón a uno de sus pechos y luego enterrándola entre sus piernas.

Volvió a besarla, mientras que trazaba círculos en su centro. Ella gimió contra su boca cuando él introdujo un dedo.

Luego de algunos minutos, él se dedicó a abrir el empaque con ambas manos. Los dedos de su mano derecha brillaban con humedad. Ella frotó sus muslos, sintiendo el desastre y las ansias crepitar bajo su piel anhelante.

Lo observó mientras se lo colocaba.

Ocultó un jadeo y cerró la boca antes de que él pudiera verla.

Parecía tener el tamaño perfecto. Se relamió los labios, mientras imaginaba su sabor.

Sin decir nada más, Edward se colocó sobre ella y se introdujo lentamente con un siseo.

Ya no importaba nada más, al igual que la noche anterior. Sólo eran las ganas y la piel. La humedad y los temblores. La boca rosada y abierta de Bella mientras exhalaba y gemía, sin saber, justo como a él le gustaba. Bella le pasó las manos por los músculos de la espalda y alzó una pierna. Edward entendió el mensaje y no titubeó en colocarla sobre su hombro izquierdo.

Con cada embiste, él dejaba salir un gemido esforzado. Bella se tragó un ruido anhelante cuando Edward rozó el lugar indicado.

Más y más, cada vez más rápido.

Edward observaba su unión y Bella lo imitó.

Una imagen tan sensual y vulgar que se quedaría tatuada en su memoria.

No quiero olvidar esto nunca, pensó, quiero pensar en esto siempre, en cada momento.

Bella no terminó tan estrepitosamente como la noche anterior, pero se deleitó viendo a Edward contraerse en cada gemido.

Cayó sobre ella por unos segundos, antes de rodar lejos y lanzar un suspiro.

Bella observó su regazo. El condón estaba lleno y la pelvis de Edward estaba húmeda. Ella podía sentir la suya del mismo modo.

Volvió a enredarse en la manta y se tiró sobre su costado.

—No me quiero ir—dijo.

—No tienes por qué irte—anunció él, que ya se deshacía del condón—. ¿Tienes hambre? ¿Sed? ¿Quieres dormir más?

—Necesito el baño. Y si, tengo sed.

—Pasa—dijo él, señalando con su barbilla la puerta a su izquierda—. Te traeré agua y una Aspirina.

Bella miró a sus espaldas.

No había visto esa puerta en la madrugada.

Demasiado borracha todavía, se dijo.

Él salió de la habitación, sin importarle su desnudez y Bella caminó hasta el baño. Estaba desordenado, pero parecía estar limpio, a excepción de una mancha de pasta dental en el lavabo.

Alcanzó el cepillo de dientes de Edward y lo observó por un momento, antes de decidir que daba igual. Con un encogimiento de hombros, se lo llevó a la boca y cepilló. Él ni siquiera se daría cuenta.

Cuando salió de ahí, Edward ya estaba de regreso y bebía un vaso de agua. Había traído una jarra de cristal.

La miró sobre el borde del vaso. Ella caminó hasta la cama, algo cohibida por su estado desnudo.

—Mira—Edward dijo—. Puedes usar esto—le tendió una playera negra y Bella la alcanzó.

—¿Sí?

Él le dio un encogimiento. Ya tenía unos calzoncillos puestos.

—Por mí no uses nada—le dijo—. Tienes un cuerpo de infarto, pero por si te sientes incómoda. Sigues siendo una dama.

Ella rio bajito y observó cómo él la miraba mientras se colocaba la prenda. Era una playera de Metallica.

—Y tu aspirina.

Bella tomó la pastilla de la palma de su mano y alcanzó el vaso que él le tendía.

Luego recordó su teléfono muerto.

—¿Qué hora es?

—Como las 10—dijo él—. ¿Tienes hambre?

—No realmente. ¿Tú?

—Nop—sacudió la cabeza.

—¿Tienes un cargador? Mi teléfono está muerto. Ni siquiera sé dónde está.

—Estaba en el suelo—dijo él, tendiéndoselo también—. El cargador está allá—le señaló con la barbilla el buró junto a ella.

Bella se entretuvo conectando su teléfono y cuando se giró a la cama, él ya estaba adentro, con un brazo detrás de su cabeza.

Se le unió y él abrió su brazo libre para ella. Sin pensarlo mucho, Bella reposó su cabeza en su hombro y Edward la abrazó, cubriéndola a su paso.

—Tenía muchas ganas de hacerte el amor—le dijo él.

El interior de Bella se estremeció, sintió la emoción en su piel, en el cuerpo entero.

—¿Sí? Creí que sólo te caía bien.

—Lo haces—respondió—. Me caes bien.

Ella resopló una risa.

—Tú también me caes bien.

—Wow—dijo él—. ¿Tu jefe te cae bien? Debes de ser la única.

—Algunas veces no lo haces, no te sientas tan genial tampoco.

Él rio.

—¿En qué ocasiones?

—Algunas—ella resolvió.

Edward ya no dijo nada, sólo suspiró y trazó patrones ausentes en el brazo de Bella. Ella le colocó una mano en el abdomen y enredó su pierna en las de él.

—¿Es cierto que las chicas no tuvieron un aumento? —preguntó después de un rato.

—¿Esta última vez?

—Ajá.

—No—resolvió—. Es mentira. Todos lo tuvieron.

Ella frunció el ceño.

—Ellas dicen que no.

—Te están mintiendo.

—Heidi dijo que ella no ha tenido uno desde…

—Está mintiendo—la interrumpió—. Acaba de tener el segundo desde que iba a dejar el trabajo.

—¿Por qué mentirían entonces?

Él se encogió de hombros.

—Les gusta quejarse. Por eso tú me caes bien.

—Vaya, gracias.

Edward rio en silencio y se movió para dejarle un beso en la cabeza.

—Tengo algo de sueño—dijo ella.

—Duerme entonces. Aquí estaré cuando despiertes. No roncas, ¿cierto?

—No soy tú, Edward.

Él volvió a reír y Bella se removió en su lugar, poniéndose cómoda.

—Despiértame si tu brazo se queda sin sangre—dijo antes de cerrar los ojos.

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La siguiente vez que Bella despertó fue por voluntad propia. Edward respiraba tranquilamente detrás de ella. La abrazaba y tenían las manos entrelazadas a la altura del pecho de Bella, aunque el agarre se había aflojado durante la relajación del sueño.

Quiso saber la hora, pero no quería despertarlo.

Ambos necesitaban el descanso.

Se deshizo lentamente de su mano y se deslizó suave y lentamente por la cama, intentando alcanzar su teléfono.

Lo logró.

Lo encendió.

Antes de que pudiera ponerlo en silencio, miles de notificaciones llegaron.

—Maldición—susurró, quitando el volumen.

Edward despertó con el ruido.

—¿Qué pasa, corazón?

Otra vez todo el interior revuelto.

Lo miró. Él fruncía el ceño. Tenía el rostro ligeramente hinchado por el sueño.

—Nada—ella dijo—. Es mi teléfono.

Él se giró para beber más agua.

Las notificaciones eran mensajes de Rosalie. Desde la madrugada hasta ese momento, hacía media hora.

Rosalie: ¿Llegaron bien?

Rosalie: ¿Todo bien?

Rosalie: Me iré a dormir. Llámame si regresas y necesitas que te abra la puerta.

Rosalie: ¿Enserio estás follándote a tu jefe?

Rosalie: ¿Enserio?

Rosalie: ¿Por qué no te llegan los mensajes?

Rosalie: BELLA.

Rosalie: Responde, hija de puta.

Rosalie: No te entran las llamadas.

Rosalie: ¿Está todo bien y me estoy preocupando por nada? ¿Te lo está dando bien?

Rosalie: ¿A qué hora regresas?

Bella se frotó el rostro y ocultó una sonrisa. Tecleó una respuesta.

Bella: Estoy bien. Estaba dormida y mi celular se quedó sin batería en el bar. Regreso en un rato.

Edward se había perdido en el baño.

Rosalie: ¡Gracias al cielo! ¿Sigues con él? ¿Te lo follaste?

Bella: Si, sigo aquí, necesitaba un cargador. No, Rose, claro que no.

Rosalie: No te creo.

Bella: Folla como un dios, Rose.

Rosalie: JA. Lo sabía. Esto no traerá problemas, ¿cierto?

Bella cerró los ojos. No quería regresar a la realidad todavía.

Bella: Nah, fue todo lo que pudo responder.

Rosalie: Bien. Voy a pasar la tarde con mis papás. ¿Te dejo la llave en la maceta?

Bella: Si, por favor.

Rosalie: De acuerdo. Pásatela bien, sucia asquerosa. Y usa un condón. Te quiero.

Bella: Seguro. Yo también te quiero, basura.

Rose le lanzó un corazón al final y Bella dejó su teléfono lejos otra vez. Ya eran las 2:30 PM.

—Debería alimentarte—dijo Edward al salir del baño—. ¿Quieres pizza o algo así?

De acuerdo, él no quería que se fuera todavía.

—La pizza suena bien—aceptó.

Antes de que la pizza llegara, Edward volvió a balancearse sobre Bella.

Y después de la pizza, ignoraron la película que Edward había elegido y ahora fue Bella quien se balanceó sobre él.

Bella finalmente llegó a casa a las 8 PM del sábado.

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Esto puede ser difícil, Bella pensó cuando aparcó en el estacionamiento de su trabajo el lunes por la mañana.

Aún era temprano, así que luego de sacar la llave de la ignición se quedó ahí, quieta, observando la entrada.

¿Sera difícil?, se preguntó, ¿podré verlo a la cara luego de verlo desnudo sobre mí? ¿luego de besarlo? ¿luego de que él me vio temblar y gemir y abrir mis piernas para él?

No debí haber hecho eso, pensó con una risa.

Con un suspiro, alcanzó su bolso y se dirigió a la oficina. Tendría tiempo de asimilar la situación antes de verlo.

Heidi era la única que estaba ahí cuando llegó.

—Hola, buen día—la saludó. Heidi se estaba viendo en su espejo, poniéndose labial.

—Hola, Bella, ¿cómo estás?

—Muy bien—respondió ella, luego recordó su mentira—. ¿Nada de aumento entonces?

Ya debería de saberlo, ya había pasado una semana desde su conversación en la cafetería. Le daría una oportunidad para ser honesta.

—De hecho, si—respondió—. Hablé demasiado rápido.

—¿Tú?

—También—Bella asintió, algo extrañada. Parecía que, a solas ellas si podían ser honestas, pero en manada eran Regina George y su sequito—. Y que bueno.

—Ay, lo sé—Heidi suspiró, guardando su labial—. ¿Trajiste comida?

—De hecho, no—Bella finalmente tomó asiento—. No tuve ganas de hacer nada.

—Deberíamos de comprar algo. ¿Se te antoja sushi?

—Claro. Que rico—su conversación se vio interrumpida por Félix entrando y saludando.

Eventualmente, los lugares comenzaron a llenarse. Y Bella mantenía su mirada en su pantalla, aunque no estuviera haciendo nada.

Vio el reloj.

Edward llegaría en cualquier momento.

Edward entrando.

Edward saludando.

Un saludo coreado respondido.

Ella no respondió.

Ojos fijos en la pantalla. No desvíes la mirada. Aguanta la respiración.

Edward deslizando su silla lejos y sentándose. Bella podía sentir su mirada en ella.

—Buen día, Bella—la saludó en un murmullo.

Félix ya platicaba con Lauren y Jessica sobre el partido de futbol del día anterior.

Un escalofrío le recorrió el cuerpo entero.

—Buen día, Edward—lo miró brevemente.

Él extendía un brazo en la mesa. Bella miró hacia allá. Edward intentaba darle su labial olvidado discretamente.

Finalmente lo miró a la cara. Él tenía una media sonrisa en su boca.

—Encontré esto en mi alfombra—susurró.

—Oh, gracias—ella lo tomó de su mano, pero no antes de que él enredara las puntas de sus dedos con las de él.

Se observaron intensamente antes de que él la dejara ir.

Será mi muerte, ella resolvió.

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¿Qué haría si me levanto y paso una mano por sus hombros? ¿Se le borraría ese ceño fruncido?, Bella imaginó.

Maldición, su camisa… se ve muy bien con camisas.

Si le paso una mano por los hombros y deslizó su silla lejos del escritorio y luego me coloco a horcajadas sobre él… continuó, quiero besarlo, quiero lamerle esa maldita quijada.

No se dio cuenta de que lo estaba viendo hasta que él le correspondió. Volvió en sí.

—¿Le enviaste la notificación de envío a Garret? Me está preguntando.

Bella tardó en responder. Estaba segura de que lo veía como boba.

—Ehh…—carraspeó—. No, lo olvidé.

—¿Puedes hacerlo?

—Sí, sí, claro—regresó sus ojos a la pantalla—. Lo siento.

—Está bien—él dijo ahora suavemente.

Ese si había sido un cubetazo de agua fría.

Luego de eso, Bella se colocó los audífonos y se deslizó en su silla. De esa forma ya sólo vería su frente y podría trabajar sin distracciones.

Más tarde, ella tuvo que ir al baño. Edward le mostró la palma cuando pasó junto a él. Bella chocó los cinco, luego le chocó el puño.

—¿Cómo estás, Bella?

Ella se detuvo en la puerta y lo miró. Lo atrapó cuando él pasaba su mirada por sus piernas.

—Bien, muy bien—respondió. Sentía su cuerpo entero arder.

—¿Qué hiciste el fin de semana?

Bella se mordió el interior de la boca. Ahogó un ruidito en su garganta. Él ahora le estaba viendo el trasero.

—Na-nada emocionante.

El pecho de Edward se movió cuando exhaló una risa silenciosa.

—Ni yo.

Finalmente huyó de ahí.

Se tocó la frente en el baño. Luego las mejillas. Sentía el rostro increíblemente rojo.

Me está seduciendo, se dijo, eso es lo que está haciendo. Idiota.

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El martes, se lo encontró en el pasillo. Él subía la cintura de su pantalón, con su pecho expandiéndose debajo de su camisa y Bella regresaba del baño. Se echó el cabello detrás de los hombros.

—Hey—él saludó en voz baja, como si necesitara hacerlo.

—Hey—ella respondió, bajando la mirada.

Edward rozó sus brazos, como si el pasillo no fuera lo suficientemente amplio.

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Bien.

Ambos podían jugar este juego, Bella decidió dos días después.

Luego de que él se inclinara demasiado cerca junto a ella, viendo su pantalla, cuando Bella le preguntó si había visto el nuevo correo de Garret.

—No estás en copia—le había dicho.

—¿No?

Edward se había levantado de su silla y fue hasta su lugar.

—¿Qué dice?

Bella podía oler su loción. Edward tomó su mouse, antes de que ella pudiera alejar su mano. El correo ni siquiera era tan largo como para que él no se moviera. Permaneció ahí unos segundos más. Con su mano cubriendo la de Bella, porque no le había dado permiso de escapar.

—De acuerdo, respóndele, pero agrégame—resolvió.

—Está bien.

La mano le ardió por un buen rato.

Más tarde, Bella paseó por ahí cuando necesitó su firma. Regresando de la impresora, se apoyó en la mampara y cruzó los tobillos, agitando la hoja frente a su cara.

La única persona en la oficina era Jessica, que parecía reventarse los tímpanos con su música.

—¿Qué? —él preguntó.

—¿Me firmas esto? —preguntó ella con una sonrisa coqueta.

Edward le observó la boca y tomó la hoja lentamente.

—¿Qué es?

—Autorización para un aumento de sueldo—dijo.

Edward le alzó las cejas, comenzaba a sonreír.

—¿Crees merecer un aumento?

—Más que nadie—le respondió en un canturreo.

Edward resopló una risa y firmó la hoja. Era otra autorización de envío.

Bella la tomó del borde del que Edward la sostenía, rozándole los dedos.

Edward observó el movimiento.

—Bien. Lo tendré en cuenta—respondió.

Tenían una junta luego del almuerzo.

Bella fue la última en salir de la oficina y Edward estaba en el pasillo.

Bella le rozó el brazo al pasar. No pasó mucho tiempo para que él la siguiera, aunque continuaba a sus espaldas. Bella contoneó las caderas. Entonces lo sintió justo detrás, peligrosamente cerca.

—¿Pantalones nuevos?

—No—ella sacudió la cabeza—. Ni de cerca.

Volvió a rozarse contra él cuando Edward abrió la puerta de la sala de juntas para ella.

—¿Bella? —Edward la llamó al finalizar la reunión—. ¿Me permites un segundo?

Mierda, ella pensó.

El resto de sus compañeros salieron de la habitación muy conversadores. Reían y hablaban en cuchicheos mientras cerraban la puerta tras ellos.

Edward estaba girando la silla junto a Bella. Ella pretendió que no le afectaba. Se entretuvo presionando la tapa de su pluma, sacando y metiendo la punta.

Cuando se quedaron solos y hubo silencio, Edward giró bruscamente su silla, haciendo que lo encarara. Bella se sujetó de la mesa, algo asustada.

—¿Qué está mal contigo?

¿Qué? ¿De qué hablaba? ¿Qué había hecho?

—¿Qué? —preguntó en una exhalación. Edward se acercó a ella, apenas dejando su rostro a escasos centímetros del de Bella.

—Sabes lo que estás haciendo.

La ansiedad dentro de Bella se convirtió en una de anticipación.

—Yo…

—¿Estás intentando matarme?

Apretó los muslos, sintiendo una deliciosa presión en su centro. Edward observó el movimiento por un momento antes de volver a clavar sus profundos ojos verdes en los de Bella.

—No.

—Entonces detente.

—No.

—¿No?

Más presión en sus muslos, cerró el puño.

—No puedo—resolvió.

—¿No puedes? —Bella podía oler el aliento mentolado de Edward. Él se estaba acercando más y más, su respiración comenzaba a calentarle la boca.

—No.

De un momento a otro, la boca demandante de Edward estaba sobre la suya, besándola apasionadamente mientras la sostenía por la nuca. Bella jadeó y abrió la boca para él, dejando que la lengua de Edward la engullera como serpiente. Le gimió contra su humedad. Bella apretó su bíceps y llevó la otra mano a la entrepierna de Edward. Estaba duro. Le dio un apretón.

Él se alejó tan pronto como se había unido. El ruido de sus bocas tronando rompiendo la calma. Un teléfono sonó a la distancia, siendo interrumpido por alguien que lo respondía.

—Edward…—ella exhaló, sorprendida.

No debían de hacer eso. Acababan de romper las reglas. Alguien pudo haberlos visto.

¿Quién?, se preguntó Bella, las cortinas están echadas, la puerta está cerrada.

Solos, completamente solos.

Edward dejó su silla, haciéndola deslizar y chocar contra la mesa. Ella vio cómo se acercaba a la puerta con grandes zancadas y le echaba el seguro.

Bella jadeó.

—Edward—advirtió.

Pero él ya la estaba colocando sobre la mesa y ya podía sentir su respiración contra su cuello, que no tardó en besar. Bella enterró las uñas en sus hombros.

—Bésame… por favor—imploró con los ojos cerrados.

Edward obedeció y la sostuvo por el cuello. Ella llevó su mano derecha al regazo de Edward, desabrochando sus jeans y tocando su dureza piel contra piel.

Él siseó.

—Bella…—dijo entre su aliento.

—Sólo un poco—pidió ella, subiendo y bajando su mano tanto como el confinamiento se lo permitiera.

Edward ya no objetó más, sólo observó los movimientos y Bella se concentró en su cara, en la boca roja de Edward abierta, jadeando en silencio, en su ceño ligeramente fruncido por el placer. Bella le apoyó la frente en la mejilla sin dejar de mover su mano.

—Quiero probarte—gimoteó.

—Bella, no…

—Sólo un poco.

Bella lo guio por los hombros a la silla, en donde cayó sin gracia.

—Sólo un poco—repitió en un susurro al arrodillarse lentamente.

Le rodeó la punta con su boca. Ahogó un gemido, pero logró escuchar el de Edward, que había dejado caer su cabeza hacia atrás.

—Sólo un poco—repitió contra su piel palpitante.

Pero Bella no se detuvo ni tuvo suficiente con un poco. Se movió rápidamente, de arriba abajo, succionando fuerte y lamiendo. No pasó mucho tiempo para que él le diera un toque en el hombro con su mano izquierda, mientras que la derecha le sujetaba el cabello.

—Bella—le advirtió.

Ella se quedó ahí, engullendo todo lo que Edward tuviera para darle. Se lamió los labios antes de que él se inclinara para besarla apasionadamente. La ayudó a levantarse y luego se concentró en acomodar su ropa.

Bella alcanzó su agenda y cuando Edward hizo ademán de avanzar hacia la puerta, lo detuvo por el pecho para plantarle un último beso.

—Acabamos de hacer algo indebido—susurró él, mirándola desde arriba, seguía teniendo la mirada nublada de placer.

—Podemos repetirlo cuando quieras—ofreció Bella.

En silencio, dejaron la sala de conferencias.

Bella miró alrededor, pero nadie parecía prestarles atención.

Nadie tenía idea de lo que acababa de ocurrir a unos cuantos metros.

Tan pronto como llegaron a su oficina, Bella se apresuró a ir al baño. Tenía que limpiarse el desastre entre las piernas.

Recibió un mensaje.

Edward: ¿Muy mojada?

Se mordió el labio inferior.

Bella: Demasiado.

Edward: ¿Hay alguien ahí?

Bella: No, nadie.

Edward: Introduce un dedo.

Bella: Edward.

Edward: Hazlo.

No tardó mucho tiempo en hacerlo. Gimió bajito.

Edward: ¿Ya?

Bella: Ya.

Edward: Frota entonces.

Bella obedeció, bajándose los pantalones hasta los tobillos.

Bella: Se siente bien.

Edward: Introduce dos dedos.

Bella: Cristo.

Edward: Y gime. Deberías de gemir.

Ella abrió la boca y dejó salir un sonido, aceleró sus movimientos.

Edward: Puedes tomarte el tiempo que quieras.

Bella ya no le respondió. Apoyó la cabeza en la pared del cubículo y no dejó de frotarse hasta que sintió que las piernas se le doblaban. Un hilo de humedad le escurrió por el muslo.

Cuando regresó a la oficina, Edward no la miró.

Luego de unos segundos, vio por el rabillo del ojo que él le tendía un trozo de papel doblado, pero seguía concentrado en su pantalla.

Bella atrapó la nota.

Ven a mi casa esta noche.

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Hacían tres semanas que Bella y Edward habían comenzado la serie de eventos que ahora los mantenían al borde del asiento.

Contemplando la invitación a la fiesta de aniversario de la compañía, Bella comenzaba a imaginarse lo guapo y tentador que Edward luciría en su esmoquin, ¿se peinaría el cabello hacia atrás? ¿o lo llevaría alborotado como siempre?

Edward, por su parte, le daba golpecitos con la esquina de la invitación a su escritorio, pensando en cómo no podría resistir la tentación de llamar a Bella "sexy" cuando la viera usando un vestido. Ojalá llevara uno escotado, entallado y que dejara ver su espalda también. Quería pasar su mano por su suave piel y dejarle otra marca sobre uno de sus pechos.

Bella se envaró en su asiento, ansiosa y frotó sus muslos. Edward ya la estaba viendo y enganchó sus ojos chocolatosos con los verdes de él.

El tiempo pareció detenerse, el corazón de Bella latió deprisa, su boca se abrió ligeramente al jadear, el oxígeno estaba desapareciendo de la habitación. Edward alejó sus ojos de los suyos brevemente para verle la boca, luego otra vez la ancló a su asiento con su mirada.

Bella cerró los puños sobre su escritorio.

El timbre del teléfono de Edward sonando fue capaz de romper el hechizo. Bella observó la manzana de Edward moverse cuando él tragó fuertemente antes de alzar el auricular y saludar.

—Wow, esta vez no escatimaron en gastos—dijo Jessica, agitando la invitación al aire—. Hacen que en realidad me den ganas de ir a esa fiesta.

—¿Pensabas no ir? —preguntó Lauren.

—No, pero la fiesta del año pasado si estuvo media extraña—recordó Jessica.

—Mmm, cómo olvidar al borracho de Jenks—se burló Félix.

Antes de que Edward pudiera terminar su llamada, las chicas le hicieron señas a Bella para que fuera hacia allá.

—Estamos viendo vestidos—cuchicheó Jessica—. ¿Ya sabes qué color vas a usar? Ya sabes, para las fotos por departamento, para no repetir color.

Bella rodó los ojos internamente.

—Oh, no, no lo sé. ¿Ustedes ya se decidieron? —se apoyó en la mampara junto a Lauren y observó el monitor.

—Lauren dice que ella usará azul—comenzó Heidi—. Tal vez yo use rojo.

Bella miró a Jessica.

—¿Y tú?

—Ugh—ella se frotó las sienes, como estresada—. Aun no lo sé.

—Bueno, está bien, de todas formas, aún tenemos tiempo—Bella la animó, frotándole el hombro.

Pasaron un rato ahí, mientras Lauren deslizaba el puntero por la pantalla de su computadora, viendo los posibles diseños que podrían usar. Luego de veinte minutos, ya tenían dos diseños para Lauren y tres para Heidi.

—¿Qué están haciendo ahí? —Félix preguntó, acercándose. Cargaba su taza llena de café.

—¿Por qué tomas café luego del medio día? —Heidi le arrugó la nariz.

Félix le dio un encogimiento de hombros.

—Necesito energía. ¿Ya están viendo vestidos? Falta como toda una vida para eso.

—Tres semanas no es toda una vida—Jessica le dijo, rodándole los ojos.

—Puaj, chicas—él se alejó, mirándolas despectivamente sobre el hombro.

—También puedes usar un vestido tú—Jess peleó—. Entenderemos si usar un traje se siente como algo aburrido, predecible o nada relevante.

Ellas rieron. Bella escuchó la suave risa de Edward también.

—¿Un favor?

—¿Sí? —Jess respondió.

—Cállate.

Las risas se hicieron más fuertes.

—Bueno—Lauren resolvió—. ¿Jess, Bella? Decidan un color entonces.

—Claro—Jessica asintió, deslizando su silla otra vez hacia su escritorio.

Bella regresó a su asiento y luego de unos minutos un movimiento en la esquina de su ojo llamó su atención. Edward estaba tendiéndole una nota doblada por la mitad. Ella la tomó discretamente.

Me gustaria verte de verde.

Ella se mordió la boca para no sonreír.

—¿Lauren?

—¿Sí, Bella?

—Usaré verde.

—¡Genial! —Lauren y Heidi celebraron.

—Entonces yo usaré purpura—respondió Jessica.

Bella pudo ver cómo Edward sonreía ligeramente con una esquina de su boca.

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—De acuerdo, si él no se muere viéndote usar esto, entonces definitivamente deberías dejar de acostarte con él—Rose le dijo a Bella. Sacaba la cadera y daba golpecitos a la palma de su mano con una brocha de maquillaje.

Bella rio bajito.

—¿No crees que es demasiado? —observó su reflejo en el espejo y luego se echó una ojeada—. Es decir, el vestido es bellísimo y el peinado y maquillaje también—le guiñó a Rose. Ella sonrió complacida—, pero… es una fiesta del trabajo después de todo. ¿No debería de usar un chal para cubrirme el escote?

Rose rodó los ojos.

—Absolutamente no. Y ni siquiera tienes un chal.

—Tengo uno blanco. El que usamos para la boda de…

—No, Bella—la detuvo—. Está bien así—. Rose se situó detrás de ella y la observó a través del espejo—. Le quitarás la vista al vestido.

—La mitad de mis pechos se están saliendo por los costados, Rose.

Era un vestido divino, Bella podía aceptarlo. De un verde vivo, como de serpiente, de tela metálica, con una falda entallada de tubo. Su espalda estaba descubierta, pero tres delgadas líneas de tela la cruzaban, para darle un mejor diseño. Los tirantes, del mismo grosor, se presionaban contra la piel de sus hombros y las copas, de tamaño reducido concienzudamente, se apretujaban contra la tierna piel de sus pechos, haciéndolos ver abundantes, tersos y suaves. Y como si estuvieran a punto de romper las perfectas y ocultas costuras. No ayudaba que las copas tuvieran una ligera terminación en pico.

Como si necesitara que se vieran más grandes, pensó Bella.

Bella se sintió un poco más tranquila cuando Rose pareció contemplar verdaderamente la situación. Se quedó observando su escote por un rato, con el ceño fruncido en concentración. Incluso se dio golpecitos en la barbilla.

—A ver, muévete—le instruyó, dejando la brocha de maquillaje lejos—. Mueve los brazos y todo eso.

Bella entonces la obedeció. Alzando sus brazos y colocándolos en jarras.

—Mmm—más ceño fruncido por parte de Rose.

—Tienes algún vestido, ¿no? Que me puedas prestar.

Rose la miró extrañada.

—Pero… ¿acaso no habías prometido ir de verde? Tienes que ir de verde.

—Ay, eso ni siquiera importa—dijo, intentando no pensar en la decepción de Edward—. Con que no vaya de azul, rojo o morado está bien.

—A ver, finge que me vas a dar un abrazo.

Bella obedeció.

Cuando Rose no dijo nada, volvió a mirarse en el espejo. Se alisó la falda y luego alcanzo la brocha desechada, pasándola suavemente por su zona T.

—Pues yo creo que está perfecto—fue el veredicto de Rosalie.

Bella le entrecerró los ojos.

—Mira—su amiga la aplacó—. Podemos llevarnos el chal, esperaremos afuera un rato para poder echar vistazos al resto de las chicas. Si la mayoría van medio mojigatas, te llevas el chal. Si no, nada de chal.

—De acuerdo. Puedo aceptar eso.

—Ahora, ¿en dónde está? Tengo que plancharlo, se nos está haciendo tarde.

El chal estaba junto con las bufandas y las pashminas de Bella, así que Rose corrió hacia fuera en busca de la plancha de vapor.

Bella terminó de acomodar su cabello (como si lo necesitara) y volvió a pasarse la brocha por el rostro.

Rose le había hecho algunas ondas suaves, aunque pesadas, en su cabello. Incluso le hizo un poco de volumen. Se detuvo hasta que estuvo satisfecha, diciéndole que parecía que usaba extensiones carísimas. Maquilló sus ojos con sombra dorada, los acentuó con un verde metálico y los delineó sutilmente con un café oscuro. Los labios se los dejó suaves y discretos, delineándolos con un lápiz, aplicó labial del mismo tono y terminó con algo de gloss, haciéndolos lucir respingones y besables.

Se entretuvo colocándose los aretes: largos y lineales, una imitación de diamantes armoniosamente unidos uno después del otro para caer grácilmente. Se colocó un delicado brazalete y dos anillos, uno en cada mano, del mismo set.

Se sentía hermosa y sensual, aunque lo de los pechos seguía preocupándole, pero no podía negar que el vestido le acentuaba muy bien la figura y la copa triangular hacía una ilusión óptica que le favorecía bastante. La tela brillante que se pegaba a su trasero también lo hacía lucir más respingón de lo usual.

Sonrió ante su reflejo.

Espero gustarle así, espero que no pueda dejar de verme en toda la noche, espero que acaricie mi mano sutilmente cuando nos saludemos… o que bese mi mejilla. Espero que se peine el cabello, espero que use perfume, espero que su traje se frunza en su espalda y que los pantalones le aprieten los muslos cuando esté sentado.

—Deja de babear—Rose le dijo, demasiado cerca para su gusto.

Ella se ruborizó.

—Lo siento, yo…

—Está bien—resolvió la rubia—. Una chica puede soñar y tener fantasías salvajes.

Bella ya no dijo nada, sólo le dio una sonrisa agradecida y Rose volvió a acomodarle el cabello en su espalda. Le ajustó los tirantes y luego alcanzó su botella de perfume.

—A ver—ordenó.

Bella le dio espacio en su cuello y Rose roció. Echó un poco más en su escote.

Le dio un guiño.

—Por si se pasa.

—¡Rose!

Rosalie se rio y luego se entretuvo llenando el bolso plateado de Bella.

—Te prestaré mi gloss, pero no lo pierdas—le dijo, señalándola decididamente con él—. Es Pat McGrath.

—Si, sí—Bella la aplacó.

Como si el vestido y el peinado no fueran suficientes para hacerla sentir como una celebridad, el hecho de que Rose hubiera usado su maquillaje costoso en ella la hacía sentir invencible. Tenía la cara llena de McGrath, Tom Ford y Chanel. Rose se dio por vencida con el labial de Dior porque ni siquiera pigmentaba lo suficiente.

—Odio esa cosa—había dicho—. El dinero peor gastado.

Rosalie le daría un aventón al lugar y había prometido recogerla al terminar… a menos que algo se le atravesara a Bella.

—Pero por favor carga tu teléfono—Rose le dijo—. No quiero estar despertando varias veces en la madrugada preguntándome si estás con él o si eres la única que queda en el lugar y ya te pusieron a acomodar sillas.

Bella soltó una risita y subió el volumen de la música.

—De acuerdo, mamá.

Cuando una balada sonó, Rose aprovechó para bajar el volumen y Bella le echó un vistazo.

—Oye, Bella…—comenzó.

—¿Sí?

—¿Alguien más sabe de ti y Edward?

—No—ella respondió rápidamente—. Nadie más, ¿por qué?

Rose se encogió de hombros.

—Bueno, eso está bien y ya sé que eres una chica grande, pero… ten cuidado, ¿sí?

Bella le frunció el ceño, luciendo confundida, así que Rosalie se apresuró a explicar.

—Porque él es el jefe y tú eres la chica y si se descubre… bueno, en cualquier escenario tú serás la más afectada… ¿entiendes lo que quiero decir?

—Sí, Rose—ella aceptó, dirigiendo su mirada al frente.

—Puede que los altos mandos los dejen tener algo, pero incluso tus compañeras hablarán de ti a tus espaldas, habrá conflicto de intereses y bueno, serás una zorra.

—Ya sé—la voz de Bella sonó decepcionada.

—O si sale mal y no lo permiten, tú serás la que perderá el empleo.

—No he querido pensar en eso.

—Lo lamento, Bella, pero creí que era algo de una sola vez, ¿sabes? Pero lo has estado viendo por casi un mes ya y… esto tendrá consecuencias. Si no lo formalizan y si es puro sexo, cuando se acabe y él consiga a una chica… te va a doler. Te conozco, Bella, y tú serás la que va a sufrir.

—Maldición.

—Sólo quiero que seas consciente de eso.

—Estás removiendo mi inconsciente, Hale—masculló Bella—. He estado ignorando eso activamente.

—Y, sobre todo, ten cuidado hoy. Un vestido escotado y un esmoquin son suficientes para hacerle perder la cabeza a cualquiera. Y habrá muchos ojos.

—Bien. Puedo hacer eso. Puedo concentrarme en el ahora.

—Perfecto—Rose le regaló una sonrisa y le acomodó un mechón detrás del hombro—. Lamento haberlo dicho hoy, pero tenía que hacerlo tarde o temprano.

—Lo entiendo. Gracias por no juzgarme.

—El respeto por las jerarquías no es lo mío, nena.

—Y por ser brutalmente honesta.

—Está en mi sangre—la rubia aceptó, curveando los labios hacia abajo.

Al llegar al lugar, Rose estacionó sin hacerle caso al valet parking.

—No voy a quedarme, cielo—ella le dio una sonrisa deslumbrante al chico. Él se quedó embobado ante eso—. Sólo vengo a dejarla, ¿crees que pueda estacionarme allá por el momento?

—Cl-claro, adelante—él respondió, incluso haciéndose a un lado, como si estorbara.

—Sabes cómo impresionar—Bella tarareó, observando por la ventanilla la fila de carros y las personas que entraban al lugar.

Hasta el momento, eran vestidos normales, nada aparatosos.

—De acuerdo—Rose exhaló, incluso se desabrochó el cinturón y se giró en su asiento—. Es hora de fisgonear.

—Todas usan vestidos normales, Rose.

—Siempre puede haber alguna descarriada.

El teléfono de Bella vibró con algunos mensajes. Echó un vistazo. Era el chat grupal con las chicas de la oficina.

Heidi se estaba quejando del valet parking y Jessica y Lauren ya estaban adentro.

Heidi: ¿Ya llegaron Felix y Edward? ¿Cuál es nuestra mesa?

Jessica: Es la 13. En la entrada te lo dicen, y no sabemos, vinimos al baño a tomarnos fotos. Hay muy buenos espejos y todo es muy lindo.

Bella rió bajito.

Heidi: Me da ansiedad entrar, vengan a la entrada por mí.

Heidi: ¿Bella ya llegaste?

Bella: Estoy en camino.

Heidi: Bueno, te esperaré.

Lauren: Háganos saber cuándo ya hayan entrado, para tomarnos una foto antes de ir a la mesa. Hay un sofá hermoso en donde cabemos las cuatro.

—Rose, tal vez si debería de usar el chal. Mira…—señaló a lo lejos—. Siobhan, de Finanzas, ella viene muy decente.

Rose gruñó.

—Bella, es una mujer madura y algo pasadita de peso, en sus 50s, es razonable que quiera cubrir la mayor parte de su cuerpo.

—Bueno, te daré la razón en eso.

—¡Oh, mira eso! —Rose le golpeó el brazo, llamando la atención—. ¿Quién es ella? La del vestido negro. Amo su vestido, tiene finta de Versace.

—¿Quién? Y dudo que alguien esté usando Versace aquí en Forks.

Rose volvió a reírse antes de señalarle a la rubia que estaba entrando al lugar.

—Mira su escote y su espalda descubierta.

—Ah, ella es Tanya, es la asistente presidencial.

—¿Lo ves? Es joven y bella y está aprovechándolo. ¡Sin chal! —ordenó.

—A la mierda, tú ganas—Bella resolvió—. Me iré ahora. Heidi está esperándome.

—¿En dónde está ella?

—No estoy muy segura, pero no la haré esperar más.

—De acuerdo—Rose se inclinó para besarle la mejilla—. Te ves hermosa. Sonríe y pásatela bien. Y ten cuidado, por favor.

—Lo haré—Bella juró, seria, asintiendo con su cabeza.

En su camino hacia la entrada, logró escuchar que Heidi gritaba su nombre. Bella la saludó a la distancia y esperó por ella. Al verla, Bella pudo respirar correctamente. Ella también usaba un escote y su vestido tenía aberturas a cada lado, a la altura de su cintura.

Se veía muy linda.

—¡Bella! Te ves preciosa—aplaudió Heidi—. Es un vestido hermoso.

—Gracias, Heidi—Bella le terminó por acomodar el cabello, que se le había alborotado con su trote—. Luces divina también.

—Oye y estoy aliviada de que también estés usando escote, tenía algo de miedo con el mío—ella se llevó una mano hacia allá.

—Ni me lo digas.

Encontrar a Lauren y Jessica no fue difícil y ya adentro, Bella vio que había tomado la decisión correcta. Todas las mujeres jóvenes parecían haber aprovechado la ocasión para lucir sus mejores atributos: desde escotes o vestidos ajustados que les abrazaban el trasero, hasta cabellos relucientes, labios rojos o delineados que sobresaltaban su mirada.

El baño era un hervidero de conversaciones y de fotografías. Era enorme, incluso con un sofá y un sillón.

Las cuatro lograron hacerse de un par de fotos antes de decidir que era mejor volver a la mesa.

El estómago de Bella se revolvió y su corazón vibró de anticipación. Las manos empezaron a sudarle. Mala suerte que su vestido no era del tipo de tela para secar el sudor. Amasó un trozo de papel en su puño y se concentró en el sonido de sus tacones contra el piso mientras avanzaban.

La decoración era maravillosa. Con candelabros y velas, con rosas al centro de cada mesa y con los meseros yendo y viniendo, cargando bandejas con vino y champagne. Realmente no habían escatimado en gastos.

Lauren y Jessica lideraban el camino y Bella, segura de que lograría ver a Edward antes de que él la viera a ella, no estaba preparada para lo contrario.

Su mirada se cruzó con la de Edward al mismo tiempo. Tuvo la satisfacción de ver cómo el trago de vino se le atoraba en la garganta y cómo sus ojos se abrían por la sorpresa. Había dejado de prestarle atención a la plática de Félix y de James, de Finanzas, desde el momento en que la vio.

Bella se tragó el suspiro cuando sus ojos quedaron enganchados a los de Edward.

Iba de negro, desde la camisa hasta su saco, pero las solapas de este eran de un profundo y oscuro verde. Se había peinado el cabello, pero parecía que ya se había pasado la mano por el pelo incontables veces, aunque siguiendo el patrón hacia atrás. Un mechón rebelde le caía en la frente.

Bella sonrió con una esquina de su boca.

Al parecer, ellas ya habían saludado, así que ella balbuceó un saludo general y tomó asiento. Sólo una silla la separaba de Edward. Se colocó el bolso en el regazo y se frotó los labios, en un gesto nervioso.

La atracción, la fuerza, la estática, el magnetismo… eran innegables.

Bella tuvo que esforzarse demasiado en escuchar la conversación de las chicas para dejar de echarle ojeadas, aunque no de pensarlo. Podía sentir su penetrante mirada encima, podía verlo sin siquiera hacerlo.

Ellas rieron, así que ella también lo hizo.

No se dio cuenta de cuando James se fue y notó vagamente cómo Félix movía las dos sillas vacías contiguas a él del otro lado de la mesa.

—No se escucha ni mierda—dijo él, dejándose caer junto a Heidi.

—No hablamos de nada que te importe—rezongo ella.

—Cierra la boca. ¿Te vas a tomar tu vino? Planeo emborracharme.

—Ay, Felix, ¿serás el Jenks de este año?

—Me sacarán de aquí arrastrando—juro él, antes de alcanzar la copa de Heidi.

—¡Hey!

Lo sintió antes de verlo.

Podía olerlo también.

Se apoyó en el respaldo de la silla y finalmente lo miró.

—Hola, Bella—saludó el, casualmente.

—Hey, Edward. ¿Cómo estás?

—Feliz—él le dio una sonrisa torcida—. Feliz de no haber quedado como un idiota usando verde—susurró.

Los ojos de Bella se suavizaron y se echó el cabello hacia atrás. Edward siguió el movimiento.

—Te dije que usaría verde—ella dijo suavemente. Esperaba no pasarse con su siguiente comentario—: ¿Te… te gusta?

—Estás perfecta—le respondió de regreso, con voz baja y ronca—. Te ves hermosa.

—Y tú te ves muy bien—ella le palmeó el muslo por debajo del mantel.

Los ojos de Edward se entrecerraron. Luego de un momento, Bella retiró la mano.

Lo más sano que podía hacer era tratar de seguir el hilo de la conversación de sus compañeros de trabajo. Bella tenía que esforzarse en no dejar que sus ojos vagaran libremente por el cuerpo de Edward, tenía que apuñar las manos para evitar que avanzaran hacia él como arañas, ignorar la forma en la que su pantalón se fruncía contra su muslo masculino, no ver su camisa estirándose cuando Edward movía su brazo y su pecho se expandía, no prestarle atención cada que él bebía de su copa y sus labios reposaban en el borde, alejó su vista de los dedos de Edward, que sostenían el cristal.

Se frotó los muslos y luego enredó su meñique con el de Edward por debajo del mantel cuando la audiencia se oscureció y el único lugar iluminado era el escenario, en donde el presidente de la compañía daba su discurso.

Si alguien observaba atentamente, se preguntarían por qué las manos de ambos estaban perdidas en la oscuridad. El pulgar de Edward frotó el dorso de la mano de Bella cuando fue hora de ver el vídeo que habían preparado.

El programa transcurrió sin contratiempos y mientras los meseros llenaban las mesas con comida, Edward alcanzó su teléfono.

El de Bella vibró con un mensaje y se apresuró a tomarlo.

Edward: Ven conmigo esta noche.

Se mordió el labio para no sonreír.

Bella: ¿Vas a seguir tomando vino? Uno de los dos tiene que conducir.

Edward: No. Necesito estar lúcido para cuando te quite ese vestido.

Bella tragó.

Bella: Quiero que lo hagas.

Edward: Te ves deliciosa. No puedo dejar de verte.

Si, Bella ya lo había notado.

Edward: Quiero tocarte toda. No pensé que tus senos pudieran verse mejor. Pensé que lo máximo era verlos sin nada que los cubriera… me equivoqué.

Bella: Detente.

Edward: ¿Elegiste ese escote para mí?

Bella: Sí.

Edward: Me estás matando.

Bella: ¿Lo lamento?

Edward: Sabes bien que no lo haces.

Bella sonrió sin mostrar los dientes. Sentía la mirada de Edward sobre su rostro.

Edward: Lo sabía.

Bella: Quiero besarte. Quiero arrancarte esa camisa. Te quiero tocar todo.

Edward: Vámonos ya.

Ella rio entre dientes.

Bella: Imposible hacer eso.

Edward: Maldición.

Bella: Todavía ni siquiera cenamos.

Edward: No quiero comida. Quiero comerte a ti. Completa.

Bella apretó los muslos.

Edward: ¿Se sintió bien eso?

Bella: Sí. Si se sintió bien.

Edward: ¿Me concederás un baile?

Bella: ¿Sólo uno?

Edward: Supongo que tendré que compartirte para no levantar sospechas.

Bella: Supones bien.

La cena era cordero con algún tipo de guarnición de papas. Vino tinto y un postre de menta que no fue suficiente. Todos en la mesa hicieron saber su inconformidad.

—¿Edward? ¿Bella? ¿Vamos a bailar? —Lauren preguntó, cuando todos se ponían de pie rumbo a la pista.

—Ah, esperaré a Bella—respondió él—. Irá al baño, en un momento los alcanzamos.

—De acuerdo—la rubia asintió contenta y se fue.

—No tengo que ir al baño—Bella lo miró.

—Ahora tienes qué—Edward dijo, estirando su pierna por debajo de la mesa—. Dame tu bolso.

Bella frunció el ceño, pero sin objetar se lo tendió. Él se entretuvo debajo del mantel, con la vista pegada a ella. Bella intentaba ver lo que hacía, pero no era como si pudiera mover el largo y pesado mantel para espiar.

—Dejé algo ahí. Ve al baño y regresa.

—¿Qué? —exhaló, confundida—. ¿Qué es? —hizo ademán de abrir su bolso.

—No—él la detuvo, con voz peligrosa. A Bella le temblaron las rodillas—. Ve al baño y regresa, mujer.

—Uhm, de acuerdo—accedió en voz baja, poniéndose de pie.

Tuvo que esperar algunos minutos para que un cubículo se desocupara y luego ansiosa abrió el bolso. Todo el aire se le salió de golpe. Alcanzó su teléfono.

Bella: Tienes que estar bromeando.

Edward: No es ninguna broma.

Edward: Obedece.

Bella cerró los ojos de puro placer. Se saboreó y volvió a mirar dentro de su bolso.

Edward había escondido un vibrador rosado y pequeño y Bella ya se imaginaba que él lo controlaría con ayuda de su teléfono o algo por el estilo. Sería su muerte.

Edward: ¿Listo?

Bella: No, dame un minuto.

Edward: Me estás matando, Bella.

Si, claro. Ahora la víctima era él.

Bella se alzó la falda, enrollándola y sosteniéndola con un brazo mientras abría las piernas. Lentamente, insertó el vibrador en su interior, ni siquiera sorprendiéndose con la ligera humedad que le cubría la piel. Lo ajustó y luego terminó por acomodar su falda.

—Eres un pervertido desviado—fue lo primero que le dijo cuando regresó a su lado, en un cuchicheo molesto.

Edward le arqueó la ceja y bufó una risa.

—La mayoría de las personas ya están en la pista. Hablemos un rato.

—¿Hablar? ¿Entonces por qué…? —sus palabras se le atoraron en la garganta cuando la sensación vibrante le recorrió todo el cuerpo—. Puta madre—siseó, aferrándose al borde de la mesa.

—¿Decías? —otra ceja arqueada por parte de él, con los ojos oscurecidos por el deseo, pero también por el jugueteo.

Era inútil decir que lograron conversar algo. Ese no había sido el plan de Edward. El plan de Edward había sido retorcido desde el principio. Ahora Bella apretaba los muslos y enterraba las uñas en sus rodillas, exhalaba pesadamente y se mordía el interior de la boca para no gemir. Edward la controlaba por debajo de la mesa, echaba ojeadas de vez en cuando y justo cuando lo hacía, la intensidad aumentaba o disminuía, el patrón de vibraciones cambiaba y obligaba a Bella a dar saltos en su lugar.

—Amo como tu espalda se arquea…—le susurró Edward, antes de dar el último trago a su copa de vino tinto—, porque tu culo sobresale y sólo quiero morderlo.

—Me vas… joder, me vas a matar, Edward. Por favor…

—¿Por favor qué? —otro susurro macabro que amenazaba con agitar aún más las olas de placer.

—Por favor detente.

—¿Quieres que lo haga? —Bella enganchó su mirada a la de él, a su verde oscurecido por el placer, a su ceño que comenzaba a fruncirse. Le echó una mirada a su regazo. Su erección se acomodaba agraciadamente hacia un lado, tenía las piernas abiertas, así que la estaba disimulando como si fuera una protuberancia natural de la tela de sus pantalones.

—No—ella resolvió—. Quiero terminar. Justo aquí. Con todos alrededor.

Los ojos de Edward le recorrieron el cuerpo con la mirada, su boca se abrió. Tragó. Las vibraciones se intensificaron, el patrón era continúo, un minuto más y Bella estaba segura que estaría gritando de placer, con espalda arqueada y piernas abiertas y temblorosas debajo de la mesa.

Se recostó en la silla y miró el techo.

—Así es, nena, respira—él canturreó bajito. Bella cruzó sus brazos sobre su estómago, esforzándose por parecer casual—. Justo así, eso hace que tus tetas se vean más grandes.

Santísima madre.

—Puedo verte—Edward susurró—. Puedo sentirte temblar. Hazlo, bebé, termina.

—Sí…—Bella exhaló.

—Termina para mí.

—Sí…

Bella le apretó la rodilla derecha mientras sus piernas temblaban, se mordió el interior de las mejillas con demasiada fuerza y exhaló pesadamente a través de su nariz.

—Te ves tan linda así—él finalizó.

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Luego de algunos bailes, Edward y Bella dejaron el recinto.

La mayoría de los asistentes aún no se iban, lo que les permitió avanzar libremente por el estacionamiento. Edward rehusándose a que el valet parking trajera su auto hasta la entrada. El chico le dio una mala mirada.

Ahora, a media luz en la habitación de Edward, Bella lo observaba salivar frente a ella. Respiraba pesadamente por su nariz al tiempo que se sacaba el esmoquin. Bella observó su cuerpo atentamente, deteniéndose en su pecho y dejando que sus ojos vagaran hacia abajo cuando él finalmente liberó su erección.

Bella había hecho intento de deshacerse del vestido, pero él no se lo permitió.

Ahora, Edward bajaba lentamente el cierre que reposaba sobre el culo respingón de Bella y gimió en su garganta cuando descubrió la lencería que había debajo. Llevaba medias hasta el muslo y una tanga de encaje, ambas prendas a juego, en color negro.

Sus grandes manos se posaron en su piel antes de hacer cualquier otro movimiento. Le dio un apretón a su trasero y luego sus largos dedos le causaron cosquillas en la espalda cuando llevó sus manos a sus hombros, tratando de deslizar sus tirantes.

La giró para verla de frente y muy lentamente, los bajó, liberando los abundantes y tersos senos de Bella de su confín. Otro gemido amortiguado.

—Sólo mírate—tragó.

Bella obedeció y observó las marcas que la apretada tela había dejado en su blanca piel. Edward pasó las puntas de sus dedos por ahí y luego con ambas manos sostuvo cada pecho, apenas abarcándolos.

—Jodida…—siseó.

Embelesado como estaba ante la simple vista de sus senos, Bella terminó de deslizar el vestido por su abdomen y caderas para que cayera hecho un bulto a sus pies.

—Eres tan hermosa—Edward susurró.

Él dejó que Bella quitara su joyería y los pasadores de su cabello, dejándolos sobre el buró. La observó atentamente y se sentó al borde de la cama, pasando su lasciva mirada por todo su cuerpo, siendo tan descarado como para fruncir el ceño y morder su labio inferior en puro deseo, hambre y necesidad.

—¿Quieres que me quite el resto de la ropa?

—Aún no—él tragó. Parecía que tenía la boca seca—. Voy a follarte con todo este trajecito puesto… para eso te lo pusiste, ¿no?

—No—mintió.

Edward la atrajo por la cintura, descansó sus manos en su trasero y apoyó la mejilla en su abdomen.

—¿Entonces por qué? —dejó un beso de boca abierta sobre su piel, haciéndola temblar.

Bella se inclinó y colocándose a horcajadas sobre él, comenzó a besarlo duro. Pronto los jadeos y los gemidos llenaron la habitación, como si el oxígeno se estuviera terminando y la única solución para seguir viviendo fuera encontrar la cima juntos.

La ávida boca de Edward se deslizó por su cuello y atrapó un pecho, haciéndola gemir y lanzar su cabeza hacia atrás. Pasó su lengua por la punta antes de engullirlo y chupar, mirándola a los ojos antes de continuar con el otro. Besó los alrededores también, donde la brillante y tentadora tela había dejado su marca.

Con un certero movimiento, Edward deslizó su miembro por todo el centro de Bella y prosiguió a enterrarse en ella.

—Tan… cálida—gimió, tomándola por la cintura para obligarla a moverse sobre él—. Tan… apretada.

Él no estaba usando un condón y a ninguno de los dos parecía importarle, puesto que sus movimientos parecían buscar nada menos que el final. Cabalgándolo en pura pasión y sin ánimos de detenerse, Bella tembló sobre él. Edward, volviendo a atrapar su pecho en su boca, fue suficiente para hacerla gemir en su clímax.

La ayudó a ponerse de pie y sin perder más tiempo, deslizó sus manos por las piernas de Bella para sacarle las medias. Terminó por sacar su tanga y regresarla a la cama, instándola a colocarse en cuatro puntos.

Esperando sentir la masculinidad de Edward en ella, se sorprendió al sentir su hambrienta boca en su humedad y apresó las sábanas en sus puños. La tortura fue larga, con vaivenes, entre el borde y el abismo.

—¿Te gusta así? —Edward sopló contra su piel enrojecida y húmeda.

—Si—Bella exhaló, enterrando su frente en el colchón—. Justo así.

Edward le sujetó los muslos fuertemente y pasó la lengua por ella. Bella podía sentir su cabello en el trasero.

—Buen Dios—Edward gimió—. Amo tu sabor, bebé.

Bella alzó el trasero y lo presionó contra la cara de Edward, deseando tenerlo todo, pero sus planes eran diferentes, puesto que él terminó sus atenciones con una lamida y un azote. Ella respingó.

—Tengo que tomarte otra vez—le advirtió, pasando su miembro por su trasero hasta dejarlo en su entrada—. Inclínate más.

Ella obedeció y con un rápido y certero embiste, se introdujo en Bella.

—¿Qué harías si…—ella dijo entre gemidos—te besara frente a todos?

—Moriría justo ahí.

—¿Y si te tocara?

—Te…—embiste combinado con un gemido—diría que más rápido.

—Hazlo más rápido—pidió.

Cuando las piernas de Bella parecían ceder debajo de ella, Edward la sostuvo por la cintura y el abdomen, obligándola a permanecer sobre sus rodillas. Edward podía sentir las vibraciones, los espasmos de Bella que le ordenaban terminar. Sin detenerse, continuó bombeando hasta que sintió su final cerca. Bella temblaba y se retorcía debajo de él.

—Edward—imploró.

Se vertió en ella, sintiendo que el oxígeno en la habitación no era suficiente.

—Eres…—exhaló sobre su mejilla, cayendo sobre ella—mi mejor secreto.

Bella terminó por deslizarse debajo de él, escapándose. Edward le dio un apretón a su trasero.

—No usé un condón—dijo, como recordando.

—No importa—Bella arrastró las palabras—. Podría tener a tus bebés.

Edward lanzó una risa ronca, hizo que el pecho le retumbara.

—Bueno, pero no tan pronto.

Es una broma, Bella, él no está hablando enserio, pensó para sí misma.

—Está bien. No estoy ovulando.

—Mmm, pareciera que sí—él ronroneó—. Con ese vestido y ese puto trajecito debajo… Es que tú me vas a volver loco, Bella.

Bella se acercó, para dejar un beso en su hombro.

—¿Qué otro color te gustaría ver en mí?

—Morado. Te compraré uno de esos numeritos. ¿Lo usarías?

—Sí—otro beso en el hombro. Edward llevó una mano a su cintura y la atrajo a él. Bella descansó medio cuerpo sobre el suyo—. Ahora ya puedes hacer lo que quieras—anunció.

—¿Lo que yo quiera? —preguntó él, pasándole la mano por el costado y llevándola hasta su muslo, enredándola detrás de su rodilla, subiendo su pierna.

—Si. Puedo ver que quieres. Todo el tiempo. Puedo verte, Edward.


¡Hola! Un placer regresar a este lugar.

Espero que les haya gustado esta breve historia.

"Historias de amor para contar por la noche" es una serie de one shots inconexos basados completamente en algunas de mis canciones favoritas, pero eso no quiere decir que no tengan algo de verdad en ellos. Después de todo, son canciones favoritas por una razón.

No hay un tema central: vamos a encontrarnos con la inocencia del primer amor, con el dolor de una ruptura, con la emoción pura de la vida... en fin. Ya ustedes decidirán qué historia es su favorita.

Aún no tengo un calendario de actualizaciones muy bien establecido pero esperemos que la próxima sea más pronto que tarde.

Háganme saber que piensan y si son nuevas, son bienvenidas al grupo de Facebook: Redana Crisp.

Les mando un fuerte abrazo.

Muchas gracias.