Universo alterno
Su nave aterrizó sobre un suelo plano, la compuerta se abrió hacia arriba y ella dió un salto afuera. Cayó como una roca, dio un paso y noto que las huellas de sus botas estaban en la tierra árida y seca.
— Posiblemente una gravedad de 12 — busco su aparato y sonríe al haber acertado. Busco una de sus cápsulas y lo expulsó.
El humo reveló una plataforma plana con una palanca larga que hacía de manubrio, parecía un monopatín más profesional. Subió a la plataforma, al encender, ascendió por encima del suelo y comenzó a dirigir.
El calor se sentía tan seco y pesado, la poca brisa caliente golpeaba su rostro, fruncía el ceño, disgustada por el clima. Una gota de sudor resbaló desde su frente hasta su mentón. Con su dorso de mano limpió el rastro.
— debí ponerme el casco — ajustó sus goggles. Bajo la mirada para observar en el radar si se estaba acercando a la ubicación.
Sabía que lo que estaba haciendo era temerario, pero él debía saber que esa palabra la caracterizaba en todo su esplendor. Una sonrisa soberbia apareció en su rostro, sabía que él estaría molesto.
Se detuvo entre un campo de árboles seco con el tronco más grises que había visto. Todo el planeta era tan extraño. Debajo de la pendiente que estaba, observó unas pequeñas casas circulares, algunas personas caminando o volando, haciendo sus oficios. Medito si era buena idea ir hasta la habitación de él, o esperarlo aquí.
Su cuerpo se estremece de miedo al notar a dos sujetos enormes, con el zoom de sus goggles.
— ¡Ugh! — negó con la cabeza y se quitó sus goggles — será mejor que le avisé.
Sin demora guardó su transporte y se sumergió en el bosque, el cual no merecía ese nombre por lo poco árboles que tenía, ni siquiera daba sombra. Se sentó en una roca, pero chillo al sentir el calor de esta.
— Odio este planeta en decadencia — rugió molesta acariciando sus posaderas lastimadas —, como es que puede soportar vivir aquí — nunca lo entendería.
De mala gana envió un corto mensaje para que supiera que ella ya se encontraba en el planeta Sadala. Busco entre sus hoi poi un camping que no fuera tan vistoso pero ni tan pequeño, que tuvieras las comodidades necesarias para su larga espera.
...
Los minutos se volvieron horas, el calor se sentía dentro del camping y él aún no llegaba.
— ¡Pero qué mierda le sucede! — furiosa salió de su escondite, el atardecer se estaba poniendo, y él aún no llegaba. No era de los que llegaba tarde a sus citas, siempre estaba en menos de veinte minutos frente de ella, y menos cuando estaba en su planeta.
Llevo una mano a su pecho, tuvo una horrible corazonada. Sin pensarlo, se puso una capucha y sacó nuevamente su transporte.
— por favor — suplicó dirigiéndose hasta el castillo.
Tuvo que rodearlo, dejar su transporte para caminar con sigilo, esquivar a los saiyajins, y soldados. Hasta tuvo que usar su camuflaje, el cual proyectaba la imagen de un saiyajin robusto, con tal de pasar desapercibido.
Y al fin llegó a la anhelante habitación, duda por unos minutos si era buena idea entrar. Empero, sus temores de que algo malo está ocurriendo se volvieron fuertes, porque la habitación del príncipe nunca estaba sin soldado custodiando la puerta de mármol.
Tomó valor y con los nervios palpitando en la palma de su mano, empujó la pesada madera, la habitación estaba en un silencio, desolada, sin él ni nadie a la vista. Ingresó, caminando en busca de alguna pista; entró al baño enorme, no había rastro de que vino a darse una ducha.
Volvió al cuarto y se sentó sobre la cama.
— ¿Dónde estás? — afligida mira su comunicador, no tenía ningún mensaje de él, nada. Sus labios temblaron al no saber qué hacer.
— ¿Bulma? — la pregunta llama su atención, pálida busca la pulsera, pero está estaba activada, aún tenía su camuflaje. Tarble ingresa a la habitación con una sonrisa confiada — Ningún soldado puede entrar a la habitación de los príncipes sin su consentimiento. Es una suerte que te encontré yo, y no alguien más — suelta una pequeña risa nerviosa.
Bulma desactiva el holograma.
— ¿Dónde está Vegeta?
— ¿No lo sabes?
Bulma frunció el ceño.
— ¿Por qué crees que te estoy preguntando tonto?
Tarble hace una mueca de disgusto.
— Uhgg, son tal para cual — suspira — estaba entrenando, se distrajo y tuvo un accidente. Está en la sala de enfermería, no es nada grave — asegura al notar la clara preocupación de ella.
— ¡Llévame con él! — exigió levantándose de golpe.
— Estás loca, si te ven, el rey te matara.
— No me importa.
— Te dije que él está bien, solo debe mantenerse en reposo por un par de horas, con tal que la sutura no se habrá.
— Si no me llevas, lo buscaré yo sola — terca camino hasta la salida, Tarble veloz se pone enfrente de ella — apártate o gritaré.
— Solo harás que estés en una mala posición.
— Cuando se entere, tu hermano se enojara mucho contigo — sabiendo la relación de ambos, se cruza de brazos y le mira con una arrogante sonrisa — acaso, es eso lo que quieres.
Tarble tensa la mandíbula, resignado le muestra el camino. Dichosa lo sigue detrás de él.
Ambos iban con cuidado, evitando los pasillos transcurridos, evitando cualquier tipo de saiyajin o esclavos.
Hasta que al fin llegaron al área donde estaba el príncipe Vegeta IV. Bulma lo busco con la mirada y corrió hasta él.
— ¡Vegeta! — abraza con fuerza su espalda, se aferra a ella. Este se sobresalta, al voltear su rostro, vio de reojo un manto de cabello azul, se tensó aún más.
— ¡Estás loca mujer! ¡¿Qué haces aquí?! — rápido la aparta para estar frente a ella.
— Yo sé lo dije — Tarble mira ofendido a la terrícola.
— Y tú la trajiste — los ojos de Tarble se abrieron. Pero el mayor levantó la mano para que guardara las excusas — ve a la puerta y avisa si alguien quiere entrar.
— ¡Tu mujer es una terca! — Tarble molesto obedeció.
Bulma no pudo evitar sonrojarse al escuchar las palabras de su cuñado, la estaba reconociendo como la mujer de Vegeta. Se sentía tan bien escucharlo, que pronto iba a ostentar el título de la realeza.
Un chasquido la despierta de su sueño.
— ¿Y bien? — Vegeta molesto espera una respuesta.
— Nunca llegaste y ni siquiera un mensaje — Bulma empezó a golpear su pecho desnudo — desconsiderado, estaba preocupada por ti, pensé que algo malo te había ocurrido y no me avisaste.
Particularmente los puños de Bulma no le hacían daño, ni siquiera cosquillas, pero uno de ellos le dió directo a su costado, los nudillos tocaron los hilos que unían la piel cortada. No pudo evitar soltar una onomatopeya de dolor que detuvo a Bulma.
— ¿Qué sucede? — curiosa mira su cuerpo, tenía parches en el hombro, las cicatrices viejas, y otras nuevas, cuál guerrero saiyajin, parecía un vikingo. Y apretó los dientes para no gritar, en un costado tenía una larga línea costurada, pero en ella, antes limpia, brotaba una mancha de sangre — Eres el príncipe de los saiyajins — Vegeta le miro molesto, no quería más regaños por no poder esquivar el ataque de una espada, su padre ya lo había llamado la atención — ¿Por qué no te ponen en un tanque de recuperación inmediata? ¡Son unos desconsiderados!
— La herida no es profunda y tampoco fue un ataque tan grave — Vegeta toma asiento en la cama, enfrente de ella —, sanará para mañana.
— Ustedes los saiyajins son unos salvajes — Bulma sacó su propio kit de primeros auxilios.
— Mujer ya me han curado.
— Sabes que eso no me detendrá — una idea se le vino a la cabeza — espera aquí — sin dar más explicaciones, ella se retira hasta el baño.
— Como si me pudiera ir — ironiza dejándose caer en la cama de espalda.
Unos minutos pasaron y ella volvió.
— Paciente Vegeta, se amable con la enfermera Bulma — aquello llamó mucho su atención, se reincorpora, y la sorpresa se apoderó de su rostro.
Bulma estaba vestida de un vestido muy corto, de un tono rosado, un mandil blanco sobre la falda, que tenía bordado una cruz roja. Sus hermosas piernas pecaminosas, tenía vestida unas medias que se ajustaba a la mitad de sus muslos, una liga blanca con bordes. Su taco rosado. Su cabello azul revoloteaba cuál salvaje olas del mar, y un gorrito sobre esta. Sus manos tenías unos guantes de seda blancos.
La respiración de Vegeta se volvió pesada. La imagen de su mujer vestida de esa manera le encendió.
— Voy a tener que limpiar esa herida — sus labios rojizos se movían, pero el no escuchaba ninguna palabra — pórtese bien — con coquetería se quita los guantes delante de él que no perdía ningún movimiento.
Se inclinó hacia la caja de kit, dejando una bonita vista de la lencería de encaje que estaba usando para la ocasión. Traga saliva.
— Paciente — Bulma lo pilló, con el índice tocó el mentón y le obligó a subir la mirada hasta su escote, los cuales resaltan gratamente, los botones parecían que pronto explotaría — Será mejor que no sea impertinente con la enfermera.
Vegeta suelta una risa.
— Va tener que dejar esa herida para más tarde — tomó su mano y la acercó a él — tengo otro dolor más fuerte — beso los nudillos de ella.
Bulma se sonrojó de golpe, aquella caricia era tan romántica.
— ¿Q-qué, digo, dónde le duele?
— Vera — con su cola la empuja hasta él, su mano acariciaba el largo de su pierna, Bulma se estremece, cierra los ojos para disfrutarlo aún más. Accede a subir a la cama su rodilla, luego la otra. Vegeta empuja su cadera hacia abajo.
— Ah — gime gustosa al sentir el duro palpitante y caliente centro del saiyajin — Vegeta — se movió en círculo, lentamente. Su sexo se aprieta de deseo.
— no sabes lo doloroso que es. — murmura en su oído y baja hasta su cuello, deja un hilo de besos — debes —, besa su clavícula — tratarlo — Bulma asiente, inclina la cabeza hacia atrás, junto con su espalda, ofreciendo sus senos.
Vegeta olisquea su dulce olor, y se suelta al manjar, lo lame y besa. Rompe la tela, los botones salen disparados, aprieta los senos y los muerdes sobre la tela de la lencería rosada traslúcida. Las manos de Bulma se hunde en su manto oscuro, gimiendo, suplica que no se aleje de su piel caliente. Su cadera se movía aún más rápido.
— Oh, Vegeta — gime al sentir la cola de este acariciando su retaguardia, intentando ingresar debajo de la braga.
— ¡Príncipe Vegeta IV! — el nombre retumbó con fuerza, bajando la calentura de ellos.
Vegeta alzó la mirada, mirando por encima del hombro femenino. Palidece al encontrarse con la furiosa mirada de su padre, detrás estaba Tarble, avergonzado, con una mejilla roja y esquivaba la mirada.
— Rey Vegeta — posiblemente estaba condenado, y aún más lo estaría si es que el rey quería tomar medidas con Bulma. Tenía estrictamente prohibido tener un romance o sexo con una alienígena, con una mujer que no compartía su misma raza saiyajin.
Bulma no pudo evitar temblar de miedo, ni siquiera tenía ganas de dar la cara. No quería alejarse de los brazos fuertes de Vegeta.
— Solo me está curando las heridas — su excusa patética enojó aún más al rey.
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