Disclaimer: Los personajes son propiedad de Shiori Teshirogi y sólo la historia es de mí autoria.
Perdóname, Atena, pero andaba ovulando. La verdad es que no tenía planeado participar en el kinktober sino en el flufftober. Tengo ideas a medias para terminar el día 1 igual que con el SNS Month de este año, pero el otro día los gatos de los vecinos andaban peleándose en mi techo a las 3 am y me puse a pensar en el omegaverse. A mí me gusta mucho la monogamia así que siempre he escrito parejas donde sólo hay dos personas.
Incluso en mi fic "el estafador de dioses" que se ubica en la Grecia antigua donde eran comunes las orgías las parejas principales son bien fieles a sus respectivas parejas. Sin embargo, me di cuenta de que no he leído fanfics de orgías en Saint seiya y eso que siendo griegos debería ser común si a eso le sumamos que algunos eran omegaverse que es un mundo basado en el celo de los animales domésticos caracterizado por la cópula con varios machos se me hacía raro que no hubiera alguno de ese estilo. Y bueno una cosa llevó a la otra y terminé juntando las ideas dispersas que me surgieron para el kinktober en un sólo fanfic. No tengo suficientes fetiches para hacer 31 one shots hornys. Así que este será mi único aporte a la causa.
Amable recordatorio de que lean con atención las etiquetas y si es la primera vez que me leen sepan que tengo literalmente más de 100 historias hechas con toda la intención de que causen diabetes tipo 2 más rápido que una coca cola. Además, siento que lo que escribí es leve comparado a las historias que tengo en mis marcadores o las que leí en mangas y vi en animes hentai.
Two shot. Omegaverse. Canon divergente. PWP. Incesto entre gemelos, hermanos y padre e hijo. Trío. Orgia. Mpreg. Doble penetración. Diferencia de edad. Consentimiento dudoso. Violación referenciada. Violación no violenta. Manipulación emocional. Lavado de cerebro. Ninfomanía. Adicción al sexo. Paloma muerta no comer. OOC. Retraso del orgasmo.
Día 1: Dirty Talk
Día 11: deepthroat (garganta profunda)
Día 22: Public Sex
Día 23: vouyerismo
Día 28; Bukkake
Día 31: Mind break
Cap 1: Noche de luna llena
Regulus nunca había estado interesado en las asignaciones de los subgéneros. Su padre le había educado libre de prejuicios y por lo mismo fue una sorpresa llegar al santuario y descubrir la relevancia de ser alfa, beta u omega. Para él, el valor de una persona se determinaba de otras maneras. Por ejemplo, quien fuera su tío y maestro Sísifo de sagitario, era un omega y eso no le impedía ser un poderoso santo dorado. Uno con tal poder que estaba siendo considerado para el puesto de patriarca. De hecho, entre todos corría el rumor de que era el preferido. Superando así al alfa de géminis quién ocupaba el lugar de segundo candidato.
A veces se quedaba largos minutos observándolo, preguntándose por qué no tenía pareja. Luego se respondía así mismo que su tío era un hombre poderoso y respetado en el santuario. Pocos alfas podrían estar a su lado sin sentirse inferiores o poco merecedores de él. Y sí debía optar por alfas más poderosos que él, las probabilidades decaían bruscamente dado que sus opciones se limitarían a los santos dorados. Y la mitad de ellos tenían una pareja oficial; Degel de acuario y Kardia de escorpio, Manigoldo de cáncer y Albafika de piscis, Dohko de Libra y Shion de Aries. Todos ellos ya tenían un lazo irrompible. Eran parejas enamoradas que jamás romperían su relación por una aventura. Y honestamente así lo prefería. Siempre se les veía cariñosos y acaramelados cuando tenían algún momento libre de sus obligaciones.
—Regulus —llamó su padre repentinamente sacándolo de sus pensamientos.
—¿Sí, padre? —preguntó poniendo atención.
—Está noche hay luna llena —respondió tan parco como siempre permaneciendo sentado en el pasto en la postura que siempre usaba para conversar con el viento—. Debemos ir al bosque —informó de manera natural.
—¿Por qué? —cuestionó curioso el león más joven.
—Ya te has manifestado como alfa y es hora de que asumas tu papel como tal —contestó el mayor con un rostro carente de expresiones haciéndole difícil predecir sus emociones en ese instante.
—No entiendo —admitió Regulus confundido.
—No te preocupes —tranquilizó Ilias con una muy tenue e imperceptible sonrisa—. Esta noche todo se aclarará —dijo con calma.
A Regulus no le quedó más opción que asentir ante el pedido. No sabía exactamente qué es lo que quería decir con eso, pero su padre siempre tenía alguna razón detrás de sus decisiones. Por ejemplo, durante toda su vida había estado cerca de la naturaleza viviendo en las montañas. Fue cuando repentinamente llegó el santo de tauro diciéndole que debían volver al santuario que su padre, quién primero se negó, al otro día aceptó regresar diciendo que él sería su sucesor. Tampoco entendía sus razones para no entrenarlo personalmente. Según le dijo, era para que pasara tiempo con su tío, Sísifo de sagitario. Aún creía que podría haber pasado tiempo de calidad con él cuando no estuviera entrenando, pero era el patriarca quien aceptó la sugerencia del santo de leo alegando que Ilias tenía misiones y tareas importantes que atender.
Durante el día no tuvo mucho que hacer. Con su habilidad para aprender técnicas sólo con mirarlas, no requería demasiado esfuerzo avanzar en su entrenamiento. Su única dificultad era mantener la concentración. El aroma dulce de su tío lo distraía demasiado. Lo hacía respirar agitado y un calor brotaba desde su bajo vientre. Se controló yendo a bañarse con agua fría buscando calmar esa repentina fiebre. ¿Se habría enfermado? Eso no podía ser. Pero para prevenir tomó una larga siesta buscando reponer fuerzas para lo que fuera que lo solicitó su padre. No quería que llegara la hora acordada y tuviera que ausentarse por algún resfriado.
Llegada la noche acudió al bosque como se le indicó. Caminó asegurándose de estar solo, pues su padre enfatizó que no debía comentar con nadie a dónde iría ni permitir que lo siguieran. Regulus se sintió emocionado por eso. Estaban contando con él para un secreto de altos mandos. Quizás alguna misión secreta, algún enemigo que amenazaba la paz del mundo o incluso la cacería de los traidores. Puede que la razón de tanto secretismo fuera no poner en alerta a los rebeldes. Sin embargo, a medida que se adentraba en el bosque sentía cada vez más un aroma muy familiar. Los gemidos bajos y los ronroneos indiscretos llegaban a sus oídos. Agudizando su mirada se dio cuenta que más adelante había luz de fuego. Probablemente alguna fogata.
Se acercó sigilosamente queriendo capturar a los que estaban invadiendo el santuario. Tal vez era esto lo que quería su padre: ayuda para una emboscada. Se mantuvo detrás de un árbol y asomó un ojo para ver el rostro de sus oponentes llevándose una gran sorpresa.
—¿Qué es esto? —preguntó horrorizado.
—Es algo similar a las antiguas fiestas organizadas por Dionisio y Pan —respondió Ilias apareciendo detrás suyo dándole un gran susto—. Todos los que están aptos han manifestado su segundo género y vienen aquí para honrar a nuestra diosa concibiendo nuevos santos para la causa —explicó de golpe sin siquiera darle tiempo de recuperarse del susto.
—Esto... esto... —tartamudeo el joven león apartando la mirada.
—Estás aquí para aprender y quién mejor para hacerlo que tu maestro —mencionó Ilias señalando a un lugar en particular.
Regulus lo siguió con la mirada encontrándose con su tío vestido con una ligera túnica mientras era manoseado por tres alfas. Los reconoció rápidamente. Se trataban de Aspros y su gemelo junto al Cid. Apenas si podía reconocer a su maestro por el estado en el que estaba. El santo de capricornio tenía la parte de abajo desnuda y mientras Sísifo estaba sentado encima. Aunque no alcanzaba a verlo presumiblemente tenía su miembro enterrado en su interior. La túnica que aún vestía servía para hacer una carpa donde se perdía la cabeza de Defteros entre las piernas del castaño. A su lado estaba Aspros recibiendo una felación de sagitario. Sus ojos estaban nublados de lujuria mientras lo saboreaba con tal goce que la saliva escurría de sus labios.
—¿Tanto te gusta chupármela? —preguntó Aspros separando la cabeza del otro de su miembro al sujetarlo por los cabellos.
—Me encanta —jadeo Sísifo mientras sacaba la lengua intentando volver a lamerlo fallando por el agarre en su cabello—. Tu sabor... —susurró viéndole suplicante—. Quiero sentir tu semilla cálida y pegajosa deslizándose por mi garganta —pidió ansioso.
Aspros soltó su agarre y jaló la cabeza del castaño desde la nuca. Lo atrajo hacia su rostro para darle un largo y húmedo beso. Con sus lenguas siendo claramente visibles para Regulus. La saliva escurría entre ellos y el sonido producido por su beso era igual de obsceno que los producidos por Defteros devorando el pene del omega o el del Cid haciendo chocar sus pieles en cada penetración.
—Has recibido tantas veces mi semen en tu boca y sigues siendo un goloso —señaló el gemelo mayor con una sonrisa satisfecha—. La noche es larga y vamos a llenar cada rincón de tu cuerpo con nuestra semilla —avisó mientras le mordía con cuidado los labios.
—Nos darás un hijo a alguno de nosotros —mencionó el Cid en un ronco jadeo.
—O quizás a dos de nosotros si son gemelos —mencionó el demonio del santuario dejando su tarea brevemente para reemplazar su boca con su mano.
—¿Te gusta la idea, Sísifo? —interrogó Aspros viéndolo de frente.
—Me encanta —respondió sagitario moviendo su cadera con mayor ímpetu para disfrute del espadachín—. Hagan lo que quieran conmigo —ofreció mientras echaba la cabeza hacia atrás exponiendo su pecho cubierto por la tela—. Ha sido un largo mes de abstinencia —se quejó.
Defteros con su mano rompió su túnica dejando expuesto su pecho. Al hacerlo de inmediato comenzó a succionar sus pezones con gula. Apenas si quedaban jirones de lo que antes fue una túnica blanca. El gemelo menor masajeaba con fuerza los pectorales de Sísifo. Eran tan grandes y suaves. Eran sin dudas su parte favorita para morderlo. Especialmente por los agudos que eran sus gemidos cuando los torturaba lo suficiente.
—Oh sí, así —gimió sagitario a gusto de la manera en que aquellos alfas jugaban con su cuerpo.
Sísifo liberó sus feromonas. Dulces y atrayentes demostrando que estaba en celo. Era su período más receptivo donde todo lo que podía pensar era en alfas poseyéndolo salvajemente. En esos momentos no era el santo dorado de sagitario, sólo era un omega puesto ahí para follar. Y tenía a tres alfas acostumbrados a hacerlo. Desde hacía unos años que tenía encuentros carnales con ellos durante sus celos. Su hermano Ilias fue el primero en poseer su cuerpo y mostrarle el mundo del placer. En explicarle que, aunque sirvieran a una diosa virgen, no tenía sentido luchar contra la naturaleza.
Nació como un omega y el calor abrumador que lo azotaba cada cierto tiempo era insoportable. Intentó luchar contra sus deseos considerándolos sucios e indignos, pero Ilias le explicó que la naturaleza debía seguir su curso. Si los omegas estuvieran hechos para la monogamia no existiría el celo. La naturaleza siempre era sabia y fue ella quién lo hizo nacer con un cuerpo promiscuo. Uno que cada cierto tiempo demostraba necesitar ser ultrajado. El santo de leo le había dado a elegir si reprimirse sufriendo el dolor de negar su propia identidad o entregarse a sus deseos y dejarse guiar con total honestidad por lo que era. Se decidió por lo segundo. Y fue la mejor decisión que tomó. Cuando dejó de luchar contra sus deseos comenzó a disfrutar de ser lo que era.
Además, los alfas que lo deseaban también sufrían a causa suya. Por culpa de su aroma se les embotaban sus sentidos y los volvía animales salvajes en busca de saciar sus bajas pasiones con omegas que no siempre estaban dispuestos. Ninguno de ellos en su sano juicio violaría a un civil inocente, pero cuando el rut los enloquecía no había garantías de que salieran ilesos y menos cuando el poder de un santo dorado era difícil de manejar. Era ahí donde él entraba en acción. Su hermano se lo había explicado. Las estrellas y la naturaleza eran sabias. Ellas todo lo sabían y todo lo preveían. Él nació para que esos machos pudieran liberar sus bajas pasiones sin manchar su honor como caballeros.
—Más fuerte, Defteros —ordenó el Cid—. Me aprieta mejor cuando succionas como se debe.
—No me des órdenes, cabra —se quejó el aludido.
—No pierdan su tiempo —ordenó Aspros dejando descansar la boca de Sísifo—. Si discuten ¿quién podrá complacer a nuestro futuro patriarca? —se burló metiendo su dedo índice y corazón en la boca de sagitario—. Anda, chupa o te dejaré sin nada —ordenó con dureza.
Sísifo obedeció las órdenes de Aspros y comenzó a chupar sus dedos dejando correr la saliva por los mismos. Su lengua se movía con la destreza adquirida de años de practicarle sexo oral a los alfas. Conocía los gustos particulares de cada uno al momento de unirse. Por ello sabía que a Aspros le gustaba ver sus ojos llorosos mirarle suplicante mientras tragaba su semilla al momento del orgasmo. Y estaría especialmente exigente ese día. Ilias les había dicho que durante todo un mes no tuvieran relaciones. No sabían de la razón para eso, pero no lo cuestionaron. A menudo no entendían sus charlas con el viento y hacía tiempo que dejaron de intentar hacerlo. Así que sólo se limitaron a obedecer.
Sin embargo, fue más difícil decirlo que hacerlo. Los alfas apenas si podían contenerse de no saltar sobre Sísifo y romperle las ropas para hacerlo suyo cuando lo veían en el santuario. Fuera el campo de entrenamiento, el salón del patriarca, donde sea, todo lo que podían pensar era en empotrarlo en la primera superficie disponible. Y el omega estaba igual o peor que ellos. Le costaba pensar y concentrarse en sus tareas diarias cuando sentía su entrada humedecida. Le picaba su interior y sabía que sólo podría calmarse cuando tuviera a un alfa dentro. Sus dedos eran insuficientes y lo sabía.
No paró de fantasear con sus alfas durante todo el tiempo que estuvo en abstinencia. Cuando los veía entrenar, refrescarse o incluso cuando estaban en su tiempo de ocio no dejaba de sentirse tentado de acercarse y seducirlos. Empero, su hermano les dijo que resistieran. Alguna buena razón debía tener, aunque aún no la conocieran. Por lo mismo, cuando finalmente les permitió copular sintieron que alcanzarían el orgasmo sólo con esas palabras. En cuanto tuvieron el permiso, los tres alfas no tardaron en cumplir su deseo de saltar sobre su omega terminando en la posición actual.
Aspros gozaba del dominio. El poder era lo que realmente lo excitaba. Ver a su principal competidor por el puesto de patriarca sometido a sus deseos era algo que lo ponía en extremo duro. Todavía recordaba como su primera vez con un omega había sido con él. Gracias a la guía de Ilias, en cuanto manifestó ser un alfa le permitió desahogar sus bajas pasiones con él. Siempre que sentía deseos de copular lo buscaba y Sísifo siempre lo recibía generosamente. Permitía que le hiciera y dijera lo que quisiera. El santo dorado de géminis amaba eso. Le encantaba sentirse superior a su rival. Verlo allí lamiendo desesperado sus dedos era un pequeño juego previo de su parte. Sabía cuánto el omega deseaba recibir su clímax en su boca y por eso adrede se lo negaba.
El santo de sagitario no se conformaba con lamer esos dedos. Quería tener de nuevo aquel pedazo de carne entre sus labios. Respiraba hondo sintiendo las feromonas de los alfas mezcladas con el aroma del sudor. Olía a machos. Su omega interior ronroneaba de deseo. Su boca salivaba con anticipación. Ese sabor amargo del líquido preseminal dejado anteriormente todavía persistía en su paladar. Culpaba a su celo por sentirlo igual que un afrodisíaco. Quería más de ese sabor. Y haría lo que fuera por complacer a esos alfas si apagaban el calor en su cuerpo.
Cuando Aspros no pudo soportar más, sacó sus dedos de la boca ajena y se los llevó a la propia saboreando la saliva del omega. La mano del gemelo mayor sujetó los suaves cabellos de Sísifo y lo movió con fuerza en dirección a su ingle. El castaño, que vio sus intenciones, abrió la boca recibiendo su miembro en lo más profundo de su garganta llegando a atragantarse un poco. El alfa de géminis comenzó a mover su cadera marcando el ritmo que deseaba. Cerró un momento los ojos acomodándose mejor antes de mirarlo con superioridad.
—Mírame —ordenó mientras seguía embistiendo con rudeza su boca—. ¿Quieres que te llene? —preguntó soltándolo un momento para que pudiera recobrar el aire y responder.
—Sí —asintió Sísifo relamiéndose los labios—. Dispáralo directamente dentro de mí boca —pidió abriendo grande mostrando su lengua de manera descarada.
—Cómo tú quieras —concedió Aspros retomando lo que hacía—. Ah viene mucho —advirtió antes de liberar su semen en la boca del otro.
Sísifo comenzó a tragar sonoramente viéndose su nuez de Adán subir y bajar durante la descarga de géminis. Algunos hilillos corrían por la comisura de sus labios, pero sonreía tontamente lleno de satisfacción. Sacó la lengua recogiendo los restos de sus propios labios sin estar dispuesto a desperdiciar nada. Había extrañado tanto ese sabor. Esa sensación que sólo Aspros podría brindarle. Estaba tan perdido en su sabor que por poco olvidaba que tenía al Cid dentro suyo aun embistiendo con desespero y a Defteros devorando su miembro. Eran demasiados estímulos al mismo tiempo y se encontraba incapaz de responder a todos al mismo tiempo.
—Chicos —llamó Ilias acercándose hasta ellos para horror de Regulus—. ¿Les molesta si miramos? —preguntó haciendo reír a los alfas.
El joven santo de leo los observó avergonzado por haberlos interrumpido en un momento de privacidad. Sabía que no deberían haber visto aquello, pero mentiría si dijera que no le había puesto caliente. De un momento a otro se vio atrapado en el erótico y depravado espectáculo siendo incapaz de apartar la mirada. Con sumo cuidado detalló cada movimiento y los siguió a todos sin obviar ninguno. Sin embargo, jamás esperó que su padre revelará la presencia de ambos en ese lugar. Y peor aún, los presentes no se horrorizaron ni sorprendieron. Actuaron con total naturalidad ante la presencia de su padre. Lo único que habían hecho era detenerse brevemente, pero en ningún momento intentaron cubrirse o separarse. Su tío todavía seguía sentado con el pene del Cid en su interior como si fuera lo más cómodo del mundo.
—¿Cuándo ha importado ser vistos? —preguntó Aspros al santo de leo antes de atacar el cuello de Sísifo.
Defteros se había apartado del miembro del arquero para permitir a su gemelo llegar a su objetivo. Él mismo imitó su acción y mientras el mayor dejaba varias marcas en el cuello del omega, el menor se entretenía torturando uno de sus pezones. El omega tenía las mejillas sonrojadas y respiraba con dificultad observando a su hermano sin ninguna pizca de vergüenza. Como si no fuera nada estarse entregando impúdicamente a tres alfas.
—Además a Sísifo le encanta cuando lo miran —aseguró capricornio dándole una sonora nalgada.
—No hagas eso —se quejó Defteros con su mano en el miembro olvidado del omega sintiendo como se manchaba de un líquido caliente—. Maldición, se vino demasiado rápido por tu culpa —bufó mientras llevaba su mano hasta su propia boca lamiendo la esencia recién derramada.
—No es mi culpa que sea tan depravado —se defendió el Cid sin dejar de moverse.
—Ya termina de una vez para poder penetrarlo —ordenó Aspros cansado de esperar a que se viniera capricornio.
—Son tan desesperados —bufó el Cid manipulando el cuerpo de Sísifo para dejarlo a cuatro—. No todos somos precoces como tú —insultó a Aspros haciéndolo fruncir el ceño.
Los gemelos se apartaron un poco para darles espacio y se unieron al público conformado por los santos de leo. Los cuatro vieron al dueño de Excalibur acomodar al omega como si fuera un perrito de cara a ellos. Con el pecho tocando el pasto, sagitario se dejó hacer. Sus nalgas estaban en alto gracias a que estaba apoyado sobre sus rodillas permitiendo que el Cid lo apuñalara con su hombría a placer. Era igual que cuando manejaba su espada; firme, duro e implacable. Y le encantaba. No era delicado ni romántico. Era tan estricto como en batalla. Atacaba sus puntos débiles con precisión desarmándolo completamente.
—Cid —gimió Sísifo intentando alzar la cabeza.
—Vamos, mueve más esa cadera —ordenó sin detenerse el alfa de capricornio feliz de cuanto había prolongado su propio orgasmo—. Siempre tan cálido y blando por dentro y por fuera —jadeo en su oreja antes de venirse finalmente.
—Y tú tan duro e implacable —felicitó Sísifo cuando recuperó el aliento mientras se sentaba en el suelo frente al alfa—. Por dentro y por fuera —dijo acariciando el rostro del otro con suavidad antes de compartir un corto beso.
Regulus quería huir. Se sentía fuera de lugar en ese sitio. Además, estaba caliente y avergonzado. Él no debería sentirse de esa manera al ver a su tío siendo sodomizado. De hecho, no debería estar viéndolo, pero no tenía el valor de huir cuando su padre lo mantenía sujeto por los hombros. Sus grandes manos lo habían dejado quieto en su lugar y cuando intentó apartar la mirada se había topado con otro espectáculo: los gemelos besándose y masturbándose mutuamente mientras observaban de reojo al Cid y a Sísifo fornicando.
—Es nuestro turno ahora que terminó la cabra —mencionó Aspros de manera demandando, acercándose a los otros dos abrazando por detrás a Sísifo antes de girar levemente su rostro para besarlo.
—¿No es muy pronto? —preguntó el Cid preocupado, pero sin detenerlo—. Acaba de tener un orgasmo. Estará cansado —mencionó de manera comprensiva.
—No te preocupes, Cid —tranquilizó Sísifo sonriendo dulcemente por su cariño y cuidado mientras rodeaba el cuello de Aspros con sus brazos—. Los dioses me bendijeron con este cuerpo lascivo para el goce de los alfas —gimió un poco cuando Defteros su ubicó delante suyo y comenzó a jugar con su miembro usando su mano—. Mírame, acabo de venirme y ya quiero otro pene en mi interior —señaló siendo manoseado por los gemelos.
Estuvieron dándose alivio entre ellos, pero era temporal. Sus manos no bastaban para saciar sus deseos. Empero, era lo mejor para poder controlarse y esperar pacientemente a que capricornio acabara su turno. Por los muslos de Sísifo se deslizaban hilos blanquecinos de la esencia del Cid. Aspros le permitió apoyar su espalda en su fuerte y marcado pecho. Las manos del gemelo mayor jugaban con los pezones del omega. Los aplastaba y retorcía con la presión exacta para estimularlo. Sabía cómo jugar con él para volver a ponerlo a tono. Al frente tenía al otro gemelo ubicado entre sus piernas. Fue Defteros quien comenzó a usar sus dedos para quitar la esencia dejada e incluso comenzó a sorber para dejarlo vacío nuevamente. Los alfas estaban acostumbrados al sabor de otro de ellos, después de todo compartían el mismo omega desde hacía demasiado tiempo.
—Estás de suerte porque serán dos —susurró Aspros al oído de sagitario con la voz ronca.
—Mmm —gimió Sísifo mordiéndose los labios—. Son tan buenos conmigo —dijo acariciando el cabello de Defteros al sentirlo chupando el semen del cid directamente de su entrada—. Todos te tratan tan injustamente —lamentó por el gemelo menor.
—Pero tú eres el único que es bueno con nosotros, realmente bueno —afirmó el demonio del santuario deteniendo brevemente su tarea—. Y para mí eso es suficiente —afirmó mientras besaba la cara interna de su muslo.
—Disfruta —pidió sagitario abriendo aún más las piernas dándole una maravillosa visión—. Esta noche no eres el demonio del santuario. Eres un sexy alfa tomando un omega cachondo —dijo con una sonrisa—. Todo esto —habló mientras su dedo índice recorría desde su propia ingle de manera lenta hasta sus labios—. Es para ti.
La sombra de géminis estaba acostumbrada a ser maltratado por todos en el santuario con excepción de su hermano. Siempre había sido estigmatizado por nacer bajo una estrella de mal augurio y tuvo pocas esperanzas de que eso cambiará. Hasta que él y su hermano se manifestaron como alfas. Siempre supo de la estrecha amistad de Aspros con Sísifo, así como la admiración que ambos tenían por el santo de leo. Lo que nunca hubiera previsto es que Ilias los guiará en los inicios de su vida sexual. Fue él quien les explicó cuando todos ellos eran pequeños lo que eran los alfas y omegas así como sus naturalezas.
Cuando el rut de los géminis llegó, el santo de leo envió a su hermano menor a satisfacerlos. Estuvo en el tercer templo usando su cuerpo para calmar sus bajos instintos durante un tiempo indeterminado. Sólo cuando estuvieron satisfechos, Sísifo se fue. Y desde entonces seguían manteniendo relaciones sexuales cada vez que llegaba el celo o el rut. Incluso había ocasiones en las que sin necesidad de eso fornicaban sólo por el deseo de hacerlo. Defteros jamás pensó en conseguir una pareja, Sísifo era lo más cercano que podría conseguir a una, pero era más que suficiente para él.
Estaba acostumbrado a compartirlo todo con el gemelo mayor; constelación, armadura, ¿qué más daba también compartir el mismo omega? Sagitario siempre fue amable con él desde que lo conoció. Era agradable y dulce a la vez que insaciable y lujurioso cuando estaban en momentos íntimos. No conocía nada mejor y tampoco tenía intenciones de buscarlo teniendo este arreglo que tan bien le había funcionado por años.
—Qué amable de tu parte —agradeció Aspros al castaño—. Debo tratarte especialmente bien —mencionó el géminis mayor.
—La forma de tratarme bien es haciéndome todo lo que sus depravados cerebros estén imaginando —expresó Sísifo antes de robarle un beso—. Aquí en la privacidad de nuestras reuniones no existen tabúes y yo estoy totalmente disponible a lo que deseen hacerme —ofreció.
Los gemelos compartieron una mirada cómplice decidiendo mudamente cómo iban a divertirse a continuación. Cuando la entrada de Sísifo quedó nuevamente vacía, Defteros se alejó y se tumbó en el suelo quedando extendido. El omega vio el enorme y oscuro miembro chorreando el líquido preseminal. Se relamió los labios, sediento de aquel falo. Conociendo su postura, supo de inmediato lo que quería. Sísifo se acercó a él y se colocó de rodillas sobre el alfa quedando en la posición del sesenta y nueve. A la sombra de géminis le encantaba el sabor del omega y a éste el suyo.
Saborearon con gula el miembro del otro mientras el gemelo mayor se colocaba a espaldas de Sísifo. Con su mano separó ambos montículos de carne encontrándose con aquel líquido transparente que servía de lubricante natural. Acercó su nariz e inhaló profundamente la excitación del omega. Ingresó su lengua allí provocando un espasmo que casi hizo que Sísifo mordiera a Defteros, pero se controló a tiempo. Cuando el santo de géminis se sintió satisfecho ubicó su erguido pene en su anillo de carne e ingresó con fuerza.
Comenzó a embestirlo suavemente mientras el arquero continuaba con su labor de darle sexo oral a su gemelo. Defteros siempre era amable y de baja autoestima. No creía merecer nada y no pedía nada, pero el mayor opinaba lo contrario. Sísifo y Defteros siempre fueron blanco de críticas y habladurías de gente más débil que ellos. Aun así, en vez de aplastarlos con su fuerza, terminaron protegiéndolos, aunque no se lo merecieran. Los amaba a los dos, pero en ocasiones no podía soportar que fueran tan blandos. Sólo cuando mantenían relaciones carnales, su gemelo se permitía ser un poco codicioso y Sísifo se permitía ser libre como él mismo decía. Libre de las expectativas de todos, de las críticas y de los juicios a sus habilidades y carácter. Aquí con sus alfas que le atendían como a un rey, pero a la vez lo trataban como alguien puesto ahí para satisfacerlos. Era una combinación extraña.
—Quiero cambiar la postura —anunció Aspros a los otros dos.
Ellos se separaron para darle libertad de maniobrar como quisiera. Estuvieron tan cerca de alcanzar el clímax, pero si el gemelo mayor prefería otra cosa iban a complacerlo. El mencionado era consciente de los maleables que eran su gemelo y su amigo en ocasiones. Eso era lo que lo excitaba tanto de ellos. Podía hacer u ordenar lo que fuera y ellos correrían a cumplirlo para él. Era imposible no excitarse teniendo a las dos personas que más apreciaba desnudas y dispuestas a cumplir sus caprichos. Se sentó en el suelo y atrajo a Sísifo a su regazo.
—Abre las piernas, ya sabes lo que viene —dijo Aspros sujetando su propio miembro para facilitarle las cosas al otro.
El omega sonrió alegremente. Oh sí, claro que sabía lo que venía. Separó las piernas y alineó su entrada con el pene del gemelo mayor. Cuando estuvo todo listo, se empaló de un sólo movimiento. Se quedó quieto unos momentos acostumbrándose a él. Movió ligeramente las caderas de forma circular mientras cerraba los ojos disfrutando de la sensación. El santo de géminis se apoderó de sus labios e invadió su boca de manera posesiva antes de mirar significativamente a su gemelo menor. Éste entendiendo la indirecta se acercó. Se masturbó un poco para estar completamente duro. Aspros usó sus manos para separar las nalgas del omega permitiendo ver el punto de unión entre ellos. Con mucho cuidado Defteros ubicó su miembro y comenzó a ingresar también. Fue a paso lento, pero firme hasta estar totalmente dentro al igual que su hermano.
Sísifo soltó un largo y placentero grito al tenerlos dentro a ambos. Lo amaba. Le encantaba tener sexo con los alfas. Cada quién tenía una forma particular de volverlo loco. Los gemelos lo hacían con la doble penetración. Luego de años de tener sexo con ellos nunca se aburría. Es más, sentía como si su cuerpo estuviera perfectamente adaptado para ellos y ellos también lo sentían así. Los santos de géminis jamás buscaron a otro omega, pese a poder hacerlo y sentar cabeza como correspondía. Ellos mismos preferían esto. Les gustaba más la idea de compartirlo a tener a un omega aburrido y hogareño.
Con la práctica adquirida de todos sus encuentros anteriores, los alfas comenzaron a penetrarlo de manera sincronizada. Sísifo se sentía pequeño atrapado entre aquellos fornidos cuerpos siendo abrazado por ambos. Sentía cómo entraba y salían de su cuerpo, pero sin dejarlo vacío en ningún momento. Si no era uno era el otro, pero siempre tenía a uno de ellos dentro. Cada uno apuntando a su próstata y otras zonas erógenas. Todo su interior era rascado febrilmente haciéndolo perder la cordura. Además, no podían tener sus bocas quietas, por lo cual los alfas mordían con saña cada lado de su cuello y hombros. A la vez que intercalaban largos y húmedos besos.
Sísifo echó la cabeza hacia atrás y puso los ojos en blanco cuando finalmente alcanzaron su clímax llenando su interior con espeso y caliente semen. El omega abrió la boca dejando caer un hilo de saliva al sentirse lleno. Llevó una de sus manos a su propio vientre viéndolo hinchado. Lo habían llenado hasta el tope y él mismo se había venido sin ser estimulado al frente. No sabía en qué momento logró su orgasmo, pero se sintió bien. Los alfas se tomaron un momento para retomar el aliento antes de salir del cuerpo del arquero. El exceso de semen salió como ríos blanquecinos que fluyeron por sus muslos desde su ano hasta el suelo.
—Eso fue muy bueno —felicitó Defteros sentado en el suelo recuperando el aliento.
—Hoy estás muy animado —señaló Aspros—. ¿Tanto te excita que tu sobrino te vea en este estado? —preguntó el gemelo mayor con una sonrisa burlona.
—Ustedes también se han esforzado mucho en dar una actuación digna —rebatió Sísifo de manera divertida—. ¿Querían presumir que son unos alfas hechos y derechos? —preguntó recibiendo unas miradas lascivas de su parte.
—Muy bien —dijo Ilias una vez que los gemelos terminaron de llenar a Sísifo con su semilla—. ¿Estás satisfecho con todos los machos que te tomaron hoy? —preguntó sacando su enorme y erecto miembro de sus pantalones sujetando con la otra mano a su hijo por si intentaba huir.
—No —negó Sísifo relamiéndose los labios—. Aún tengo calor —dijo jadeando al sentir el olor de la polla de su hermano mayor.
—¿Lo deseas? —preguntó el mayor acariciando su propio miembro con su mano—. Ven —ordenó, pero cuando lo vio hacer amague de ponerse de pie lo detuvo—. Gateando —instruyó viéndolo fijamente—. Muestra cuanto me deseas.
—Déjame satisfacerte —jadeo necesitado haciendo lo que se le ordenó. Gateando por el suelo hacia Ilias—. Quiero complacerte —dijo deteniéndose delante suyo para abrir las piernas mostrando el semen aun fresco de los demás alfas—. Usa mi cuerpo para saciar tus deseos —pidió metiéndose los dedos para sacar los restos de los otros.
—Eres tan insaciable —dijo Ilias antes de sujetar su nuca y atraer lo para darle un beso necesitado—. Regulus —llamó haciendo respingar al mencionado—. Ahora te enseñaré como se trata a un omega —anunció cuando separó su boca de su hermano aun manteniéndose unidos por un hilo de saliva.
—¿Qué quieres decir? —preguntó asustado presintiendo lo que se venía.
—Debes copular con Sísifo —respondió el león mayor de lo más natural.
—¡¿Qué?! —exclamó el menor conmocionado e impactado por esas palabras.
—Es lo que dictan las estrellas —exclamó Ilias como si fuera lo más obvio del mundo.
—Pero es tu hermano... —señaló Regulus con reticencia.
—¿Y eso qué importa? —preguntó sujetando a Sísifo para sentarlo en su regazo—. Es un omega entregado por los dioses para deleitar a los alfas —dijo abriéndole la piernas para exponer su pene semi erecto y su entrada humedecida al menor—. Mira cómo se moja —dijo introduciéndole dos dedos los cuales se impregnaron con su lubricante natural—. La idea de recibir tu primera vez lo está calentando —dijo chupándose los dedos manchados de aquella sustancia.
Aunque la moral le dictaba que aquello era incorrecto, lo cierto es que se había sentido atraído sexualmente por su tío. Intentó negarlo y reprimirse sabiendo que eso no debía ser, eran familiares consanguíneos, pero aún si no fuera por él cosmos y la fuerza de su padre reteniéndolo en su sitio observando cómo era sodomizado por los otros tres alfas, tenía el presentimiento de que se habría quedado a observar por voluntad propia. Ser intimidado por su padre simplemente le daba una excusa conveniente para encubrir sus sucios deseos hacia su maestro.
—¿Tú estás de acuerdo con esto, tío Sísifo? —interrogó el menor queriendo buscar su apoyo o su permiso. Ya no sabía qué era exactamente lo que quería.
—Es lo que dictan las estrellas —afirmó en respuesta el omega mientras besaba los labios de Ilias y este acariciaba sus piernas con las manos—. Al inicio yo tampoco lo podía creer, pero es mi naturaleza —expresó riendo un poco ante las suaves mordidas de su hermano mayor en sus hombros—. Los celos son dolorosos, sentirme caliente y necesitado. No poder calmarme yo solo, pero cuando varios alfas me toman es... —dijo mordiéndose los labios—. De sólo pensarlo ya quiero tenerte dentro, hermano —expresó observando al mayor de reojo.
—No impacientes —pidió el santo de leo mientras lo hacía inclinarse hacia atrás para exponer su pecho y morder sus erectos pezones—. Debemos enseñar a Regulus cómo es su propio placer —advirtió dejando un beso en la zona donde estaba su corazón.
—Tienes razón —asintió el omega antes de levantarse de su regazo para ir acercándose al jovencito.
—Yo no podría —dijo Regulus retrocediendo al ver a su tío desnudo yendo hacia él.
No podía negar que sentía el deseo de replicar todo lo que había observado anteriormente. El aroma de su tío aún se percibía con fuerza a pesar del baño de feromonas de los alfas con los que había fornicado anteriormente. Su maestro se veía tan tranquilo a pesar de estar desnudo lleno de fluidos y marcas de dientes en su piel que parecía exhibir con orgullo. Regulus sintió la boca reseca y el ferviente deseo de dejar su huella también en el cuerpo del omega. Sin embargo, el raciocinio que le quedaba le instaba a irse de allí antes de cometer algún error irreparable. No obstante, estaba tan nervioso y excitado que terminó tropezando con sus propios pies y cayó de espaldas al suelo. Momento aprovechado por el arquero para encerrarlo con sus brazos contra el suelo.
—Tu cuerpo parece opinar lo contrario —dijo Sísifo mientras acariciaba con su mano el miembro del menor por sobre la tela—. Estás excitado y eso debe dolerte mucho —dijo sintiendo pena por el menor—. Es tu primera vez... es normal estar asustado y confundido, por eso estoy aquí para ti. Para guiarte como tu maestro y usar mi propio cuerpo para que practiques —explicó susurrando de manera dulce directamente sobre la oreja del pequeño alfa.
Sísifo dejó un beso allí y comenzó a jugar con el cuello del menor buscando sus puntos débiles. El joven león estaba sonrojado dejándose hacer. Permitía que jugará con su oreja y su cuello. Se sintió igual a ser acicalado por un gato. Su respiración se volvió pesada mientras el omega continuaba besando y lamiendo con mimo sus labios sin descuidar la tarea de estimular su miembro con su mano. Mientras Regulus cerraba los ojos disfrutando de sus atenciones, el mayor comenzó a bajar lentamente hacia su cintura.
—No, no hace falta ahh —gimió cuando su miembro desatendido encontró cobijo en la boca de su tío.
—Disfruta, hijo —aconsejó Ilias con calma colocándose a espaldas de su hermano menor—. Este es el omega donde desahogaras tu lujuria cada vez que llegue tu rut —dijo introduciendo sus dedos en su hermano menor sintiendo el semen de los gemelos aún dentro—. Esos dos se vinieron tanto dentro de ti y ni teniendo a dos alfas dentro estás más calmado —dijo en voz grave y baja.
Sagitario simplemente gimió en respuesta. En las noches de luna llenas no podía controlarse. Su cuerpo quemaba como si estuviera en llamas y sólo cuando tenía a varios alfas jugando con él lograba saciarse. La noche apenas comenzaba. Faltaba mucho para poder estar nuevamente tranquilo. Luego de sacar el semen dejado por los géminis, Ilias procedió a separar la boca de su medio hermano del miembro del confundido Regulus. Acomodó a Sísifo sobre sus propias piernas dejándolo de cara a Regulus. Se aseguró de abrir las piernas de su hermano menor exhibiendo su cavidad anal ante el confundido santo de leo.
—Te ayudaré a encontrar tu lugar, Regulus —comentó antes de guiarlo para que finalmente pudiera penetrar a su tío.
—No, no puedo —dijo el menor asustado retrocediendo al tener una oportunidad.
Buscó con la mirada a los demás alfas y los encontró sentados descansando cómodamente. Ninguno parecía horrorizado por lo que estaban haciendo y pocas probabilidades había de que quisieran intervenir para ayudarlo. Incluso si salía de ese bosque, ¿a quién podría contárselo? El héroe del santuario y el futuro patriarca tenían una reputación intachable que no podría ser destruida sólo por su palabra. Nadie le creería que semejantes figuras cometían actos tan lascivos y pecaminosos cuando no eran vistos. Y seguramente los dorados presentes mentirían para encubrirlos de ser necesario. Asustado usó sus manos para arrastrarse hacia atrás antes de perder el equilibrio y caer quedando boca arriba tendido en el suelo.
—Parece que necesitarás más ayuda de la que esperaba —susurró Ilias antes de apartar a su hermano de sus piernas para acercarse a su hijo y sujetarle las manos por encima de la cabeza inmovilizándolo, aprovechando la posición en la que quedó —. Esto me trae recuerdos, ¿a ti no? —preguntó mirando al arquero.
—Es tan nostálgico —respondió Sísifo mientras abría las piernas acomodándose a cada lado de la cintura del menor—. La misma posición en la que me desvirgaste —suspiró con melancolía mientras manipulaba el pene de Regulus y lo alineaba con su propia entrada.
—En aquel entonces yo era el león experimentado y tú el omega virgen —comentó Ilias mientras miraba a su hijo asustado—. Tienes la misma mirada que tenía Sísifo en su primera vez —mencionó rememorando ese día.
—Y estamos en lugar donde todo comenzó —gimió Sísifo comenzando a introducir el miembro de su sobrino en su interior—. Esto sólo puede ser obra de las estrellas. Un santo de leo tomó mi virginidad y ahora soy yo quien toma la virginidad de un leo.
—Tienes toda la razón, Sísifo —dijo Ilias mientras guiaba las manos de su hijo a las caderas del otro.
—Ya se vino —anunció el omega decepcionado al sentir como apenas ingresar se derramó.
—Es su primera vez. Es normal ser precoz —tranquilizó Ilias—. Mueve las caderas como te enseñé para volver a excitarlo —instruyó al omega.
—Sí, hermano —respondió obedientemente.
Comenzó a rozar suavemente su cuerpo contra el del menor estimulándolo de a poco. Sus labios fueron a su cuello lamiéndolo con mimo y los besos no se hicieron esperar. La cadera de Sísifo se movía en círculos pequeños y lentos aumentando la profundidad a la que llegaba el pequeño Regulus. Aún en contra de su voluntad el cuerpo del joven león estaba respondiendo a los estímulos recibidos. Incluso su alfa interior del menor comenzaba lentamente a despertar ante la llamada del omega sobre él.
—¿Y qué tal? —preguntó Ilias ignorando las protestas de su hijo y la forma en la que se retorcía para liberarse de su agarre—. ¿Su pene te satisface? —preguntó curioso.
—No es tan grande y grueso como el de ustedes, pero tiene un gran potencial —respondió el arquero sin detener su tarea—. Será un gran santo de leo en todos los aspectos.
—¿Oíste, Regulus? —preguntó Ilias—. Le gustas a tu tío, pero debes esforzarte si quieres ser un santo de leo completo.
—¿Esto que tiene que ver con ser un santo de leo? —se atrevió a cuestionar frunciendo el ceño.
—Todo tiene que ver —contestó el león más viejo con total calma—. Esto es parte de tus funciones. Además de custodiar la quinta casa y luchar por Atena, debes mediar entre el Cid y los gemelos para que no se peleen por tu tío —explicó.
—Ellos también son mis alfas y pueden tener relaciones sexuales conmigo cuando lo deseen, pero no puedo ser exclusivo de uno solo —agregó Sísifo mientras compartía una mirada deseosa con los mencionados.
Ese era el acuerdo dispuesto por Ilias. Él fue el primero en tomar el cuerpo de Sísifo, pero no estaba satisfecho con eso. Aunque amaba dominarlo y tenerlo para él, debido a los regímenes morales de la sociedad estaría mal visto que fueran una pareja normal por su parentesco. Aquello en vez de decepcionarlo o entristecerlo, le agradó. Si su relación era profana y prohibida. ¿Qué más daba dar rienda suelta a sus más oscuros deseos? Fue así como fue capaz de satisfacer sus fetiches vouyeristas. Sólo tuvo que seleccionar a los alfas que mejor se adaptaran tanto a su gusto como al de su hermano. Fue por eso por lo que eligió personas con las que compartía un fuerte lazo.
Los primeros fueron los gemelos. Aspros era un buen amigo de Sísifo desde aspirantes y más temprano que tarde notó que tenía una gota de maldad en su interior. Una bomba de tiempo que lo haría corromperse si no se tenía cuidado. Y su gemelo Defteros no estaba en mejores condiciones siendo un fiel seguidor del mayor. Entonces se le ocurrió que además de satisfacer sus bajos instintos podría traer un beneficio a futuro. Si Sísifo los convertía en sus alfas, su deseo de protegerlo y cuidarlo sería suficiente para mantener bajo control aquella oscuridad dentro del santo de géminis. Después de todo, sagitario era un omega particular.
Según las Pitonisas no sólo iba a provocar una guerra santa en el futuro sino una interna en el santuario. Varios alfas lucharían queriendo marcarlo, pero Sísifo tercamente se negaría a todas las propuestas alegando ser fiel a Atena en cuerpo y alma. Eso sólo iba a incentivar más la lucha por poseerlo y no saldría nada bueno de eso. Cuando consultó con el viento qué debería hacer para evitar eso, se le dijo que su medio hermano era capaz de marcar a los alfas. No sólo a uno, sino a los que quisiera. Eso era demasiado peculiar, pero lo tranquilizaron diciendo que esa era su naturaleza. ¿Por qué un omega tendría un aroma tan embriagador que atraía a varios alfas si no era para unirse a ellos? Tenía sentido. Su cuerpo estaba hecho para eso.
Así que cumplió con los consejos de las Pitonisas y guio a su hermano a la casa de géminis con la orden de cuidar de ellos durante su rut. Los marcó a los ambos ese día y las cosas habían ido bien. Ahora que Aspros y Sísifo eran candidatos para el puesto de patriarca lejos de llenarse de celos y envidia, ambos se sentían a gusto fuera cual fuera la elección. Priorizaban el sentimiento de protección por sobre el de competitividad. Defteros estaba ganando confianza en sí mismo para luchar en la guerra santa para proteger a su diosa, hermano y omega. Ellos se encargaban de atender los celos de Sísifo cuando él se encontraba lejos por diversas misiones puestas por el santuario.
El siguiente al que unió a su manada fue al Cid. Él había mantenido una buena amistad casi sincera con Sísifo. Era "casi" debido a que sagitario nunca le contó acerca de las relaciones que mantenía con los géminis o con Ilias, por lo demás confiaban mutuamente y se admiraban como compañeros de armas. Empero, luego de una misión en particular removiendo dolorosos recuerdos del pasado en el dueño de Excalibur, Ilias decidió que necesitaba otro tipo de consuelo. Además, en ese tiempo el Cid iba a empezar a viajar con Sísifo por órdenes del patriarca en busca de pistas para vencer a los dioses del inframundo. Sería un largo viaje y sin dudas es arquero iba a sufrir de abstinencia, pues era un adicto al sexo. Llevaba tanto tiempo acostumbrado a tener a alguno de los tres alfas jugando con él que estar semanas, meses o incluso años sin ser tocado podría llevarlo a cometer alguna estupidez.
Decidido a que cuidará de su hermano y aliviará sus celos, envió al Cid al lugar donde los géminis estaban fornicando con el arquero. Al igual que estaba haciendo ahora con Regulus, el espadachín se resistió al principio a la idea, pero luego de copular con sagitario él mismo lo buscaba incapaz de pasar demasiado tiempo sin probar su piel. Sólo le bastó esa primera vez para sentirse incapaz de pensar en otra cosa que no fuera repetir el acontecimiento. No sabía que tenía el arquero, una vez que estuvo dentro de su cuerpo se sintió en su hogar. Como si Sísifo hubiera sido hecho a la medida para ser la funda de su pene.
—Tu deber es mediar para que todos compartan y mantengan la armonía —explicó Ilias a su hijo con paciencia.
—¿No le ves nada de malo a esto, Sísifo? —preguntó Regulus alarmado mirando al aludido.
—No, soy el que más disfruta haciéndolo —respondió sagitario de manera firme y segura—. Y ahora tú también te convertirás en mi alfa —avisó robándole un beso largo y húmedo.
—¿Entiendes, hijo? —preguntó ayudando a que las manos de su hijo movieran la cadera del otro—. Marca a tu omega con tu propia esencia. Busca liberar tu excitación en su interior —instruyó marcando el ritmo mientras ellos continuaban con su beso.
—No te preocupes por lastimarme —consoló Sísifo jadeando, separando su boca del otro—. Me gusta rudo y sin piedad —ronroneo en su cuello.
Regulus continuó luchando por mantener su cerebro lúcido, pero le era difícil. El dulce aroma de las feromonas de su tío le causaba intoxicación en su nariz y corrían sus pulmones como una neurotoxina destinada a cortarle la respiración. Su padre había soltado sus manos y se dio cuenta que era él quién por su cuenta continuaba moviendo la cadera de su tío. Éste se acercó su boca al oído del menor para susurrarle.
—¿No estás feliz ahora que puedes cumplir tus deseos? —preguntó sugerentemente.
—¿Cómo dices? —preguntó pálido el menor.
—¿Crees que no hemos notado como me miras? —interrogó Sísifo lamiendo la mejilla de su tierno sobrino—. Todos mis alfas se dieron cuenta de la forma en la que me desnudas con la mirada y cómo te relames los labios cuando no te veo. Tal vez yo no lo haga, pero ellos sí.
—Eso no... —intentó negar el joven león.
—No hay que tener vergüenza —tranquilizó Sísifo moviendo su cadera con ímpetu—. Esto estaba decidido por las estrellas, incluso tu padre ya les habló a los demás acerca de esta noche.
—¡Todos ustedes están locos! —gritó horrorizado Regulus.
—Dices eso, pero tu alfa interior no tardará en salir a reclamar lo que por derecho le pertenece —advirtió sagitario mientras envolvía su cuello con los brazos—. No te resistas o será doloroso para ti —aconsejó con suavidad.
Regulus no entendía bien a qué se refería con aquellas palabras hasta que lo sintió. Una bestia durmiente el fondo de su conciencia. Su alfa interior. Aquel que se manifestaba cuando los alfas alcanzaban la madurez sexual. El omega sobre él lo había despertado y el instinto fue tan fuerte que la consciencia de Regulus no fue capaz de frenarlo. Tomó por completo el control de su cuerpo. Por un momento bajó la cabeza mirando hacia el suelo mientras el cabello le cubría los ojos.
—¿Estás bien, gatito? —preguntó Sísifo de forma cariñosa acariciando el mentón del menor con la yema de sus dedos—. Podemos descansar si no te sientes bien —ofreció con sinceridad y preocupación por el menor.
Pese a que no iba a oponerse a las órdenes de Ilias, tampoco iba a causarle daño al más joven. Así que estaba dispuesto a hablar con el líder de los alfas para permitirle descansar. Sin embargo, el joven león lo empujó bruscamente haciéndolo caer de espaldas contra el pasto mientras sacaba su miembro de su interior. Antes de que Sísifo pudiera reclamar o decir algo sintió cómo su sobrino entraba de forma brusca nuevamente en su interior haciéndolo gritar de la sorpresa.
—Omega insolente —gruñó Regulus con voz grave—. Entregándole tu cuerpo a otros alfas teniéndose a mí aquí —habló sonando casi como un rugido.
—Tú no querías —se excusó el mayor hablando con dificultad.
—Pero ahora sí —afirmó Regulus sujetando su mentón con una mano antes de besarlo largamente—. Ahora vas a conocer lo que es un alfa de verdad —avisó sonriendo maliciosamente.
Continuará…
