—¿Cómo está Yamato? —preguntó Taichi al otro lado del celular.

—Bien —respondió Sora—. Dice que ha bebido poco y que está fumando menos.

—Me alegra.

Mientras Taichi observaba en París el sol del mediodía desde su balcón, Sora miraba el cielo nocturno de Tokio a través de la ventana de su cuarto.

—Ya sabes que él no me habla de esas cosas —se lamentó el moreno.

—Pero cuando viniste a verlo te dijo algo, ¿no?

—Sí…

—¿Qué fue lo que te dijo?

—Hmm —trató de hacer memoria—… dijo que tocar en la banda y dar conciertos ya no lo llenaba, y que estaba harto de ser famoso.

—La fama lo abrumó —comprendió Takenouchi.

—También dijo muchas cosas malas sobre sí mismo y sobre su vida en general —guardó silencio unos instantes—. Y habló un poco de Mimi y de lo que pasó en la fiesta.

—¿De Mimi? A mí no me ha dicho nada sobre ella. ¿Qué te dijo?

—Que sabía que lo que le hizo estuvo mal, y que no la culpaba por odiarlo.

Sora se quedó en silencio.

—¿Y te contó algo más Yamato? —quiso saber Yagami.

—Sí, dijo que ahora pasa más tiempo con su padre.

—Eso sí me lo contó —dijo, sonriendo.

—¿Y sabes? Últimamente lo noto más animado.

—Sí, incluso está contestando en nuestro chat de Line.

—La terapia debe estar funcionando.

—O tal vez le pasó algo bueno —especuló el joven.

Unos minutos después, al terminar su charla telefónica, Sora se quedó pensativa.

Cuando Taichi le contó que Yamato estaba arrepentido, sintió alivio, pero no podía decírselo a Mimi. Después de la infidelidad de Yamato, Mimi había dicho abiertamente que no quería saber nada de él. Probablemente por eso mismo Taichi aún no le había contado nada a ella. Además, Sora estaba llamando al Ishida una vez a la semana para acompañarlo en su proceso terapéutico, y si le contaba a su exnovia lo que había escuchado de terceros quizás perdería su confianza. Por último, Mimi y Yamato habían quedado en malos términos y todos los elegidos querían que hicieran las paces, pero de nada serviría presionarlo a él para que le pidiera disculpas ni a ella para que accediera a hablar con él, porque ni ella estaba dispuesta a escucharlo ni él estaba preparado para tener esa conversación.

Qué complicado…


Mimi y Sora se encontraron en la sala de estar.

—¿Estabas hablando con alguien?

—Sí, con Taichi.

—Ah —pronunció, con aire ofendido—, pensé que estarías hablando con Yamato.

Sora suspiró.

—¿Hay algo que me quieras decir?

Mimi apretó los puños, muy molesta.

—¿Acaso no te importa lo que me hizo? —le espetó, taladrándola con los ojos. Su amiga le devolvió la mirada, poniéndose muy seria.

—¿Por qué me estás diciendo esto ahora? —replicó Takenouchi.

—Porque lleva todo este tiempo molestándome.

—Podrías habérmelo dicho antes.

—¡Pero no lo hice! —estalló—. ¡Y lo estoy haciendo ahora porque ya no aguanto más! ¡No me gusta que estés hablando con él como si nada después de lo que me hizo!

Sora respiró hondo y se sinceró:

—Por supuesto que me molesta saber que él le fue infiel a mi mejor amiga, pero le prometí a Taichi que lo ayudaría.

—Ah, claro, a él sí le puedes hacer terapia.

—¡No le estoy haciendo terapia a Yamato! —replicó—. Yo solo lo orienté al comienzo sobre lo que son las terapias, para qué sirven, qué podía lograr él si las tomaba y le desmentí algunos mitos relacionados con las mismas, y últimamente estoy llamándolo para saber si se encuentra estable y si ha hecho algún avance. Sé que no te agrada la idea, pero si puedo ofrecer mi ayuda y mis conocimientos para que un compañero no se suicide, lo haré sin dudarlo.

Mimi apretó la tela de su falda con las manos.

—Yo tampoco quiero que Yamato se muera —dijo, y rompió en llanto.

—Mimi, ven aquí —Sora se levantó y se acercó a su amiga—. Vamos, siéntate —y tomó asiento en el sofá junto a ella. Se abrazaron.

—¡Todavía lo quiero, Sora! ¡Es tan frustrante!

—Tranquila.

Tachikawa lloró con ganas durante varios minutos. En un momento dado, Sora deshizo el abrazo para traerle pañuelos desechables y un vaso de agua. Mimi se sonó la nariz, bebió el agua lentamente y, aunque con la voz afectada, al fin pudo hablar:

—El otro día dijiste que las personas pueden pasar mucho tiempo escondiendo cómo se sienten, y que eso las puede enfermar.

—Así es.

—¿Y si Yamato ya quería morirse cuando estábamos juntos? —se le ocurrió de pronto, y sus ojos volvieron a humedecerse.

—Eso no lo sabemos, aún no se ha abierto con nadie al respecto.

—Si hubiera sabido que él estaba así de mal —sollozó—, habría tratado de ayudarlo. ¿Por qué no me lo dijo?

Y volvió a llorar.

Sora la abrazó una vez más hasta que se calmó.

—Quizás fui muy dura con él… —pensó la castaña en voz alta.

—Él te engañó —le recordó—, es normal que te afectara, incluso que reaccionaras mal. Tu dolor es válido.

—Lo sé… y todavía no lo entiendo —se quedó pensativa un rato—. Sí que lo noté más distante el último tiempo, pero nunca pensé que me haría eso —hizo otra pausa—. ¿Por qué tuvo que terminar así? ¿Habré hecho algo mal? —se preguntó en voz alta.

—No creo que hayas tenido la culpa de nada —opinó la pelirroja.

Mimi suspiró de pena.


—¿Mimi?

—¿Sí?

—Vas al supermercado, ¿verdad?

—Sí, ¿por qué?

—¿Podrías comprar cebollín? Te pago después.

—¡Claro!

Takenouchi iba saliendo hacia su consulta, le tocaba trabajar. Poco después, Tachikawa agarró su bolso y fue al supermercado, donde hizo sus compras como de costumbre.

A la salida pasó por afuera de una ferretería, y recordó que unos días atrás se había roto una de sus figuritas decorativas y necesitaba un pegamento especial para repararla. Entró, echó una mirada al interior de la tienda y, entonces, un tipo alto con una cabellera azul se le hizo familiar.

—¡Jou-senpai! —exclamó.

—¡Mimi-kun! —habló él—. Qué sorpresa, no esperaba encontrarte en un lugar como este.

—Sí, bueno, ya sabes, son las cosas que pasan cuando te independizas.

—¿Estás viviendo sola?

—No, con Sora.

—¿Con Sora-kun? ¿Desde hace cuánto?

—Desde hace un mes.

—Espero que les vaya excelente —sonrió. Ella desvió la mirada, con el ceño fruncido, y él captó que algo le pasaba—. ¿Mimi-kun?

—¿Sabes? Eres el único de nuestro grupo que no me ha preguntado si acaso estoy bien después de... —y dejó su frase inconclusa.

—¿Eh? —musitó— ¿Después de qué?

Lo observó un par de segundos, incrédula.

—¿Es que no ves las noticias?

—La verdad es que he estado tan ocupado últimamente que no he tenido ni tiempo para ver la televisión —confesó.

—¡Pero esta noticia salió en todas partes! —casi chilló, exasperada. Jou se sobresaltó.

—¡Ah! Pero… ¿es muy malo que no lo sepa? —preguntó con ingenuidad.

Mimi se sintió tonta y caprichosa, asumiendo que todo el mundo debía estar enterado de lo que le pasaba solo porque era famosa. Jou siempre había sido así, no podía esperar algo distinto de él.

—Supongo que tendré que contarte yo —suspiró—. ¿Ahora tendrías tiempo como para que vayamos a tomar un café y charlar como viejos amigos?

Jou se veía cada vez más extrañado. Meditó unos instantes y respondió:

—Sí, aunque solo puedo por una hora.

—¡Genial! Vayamos.

—Por supuesto. Pero antes déjame pagar esto.


—¡¿QUÉEE?! —exclamó Jou, golpeando la mesa con las palmas de sus manos. El líquido dentro de las tazas de ambos se agitó con brusquedad. Su amiga lo miró con ojos de plato—. Mimi-kun, ¿hablas en serio? ¿Eso fue lo que te pasó?

—Sí, Jou-senpai. Por eso me extrañaba que no lo supieras, fue la noticia del momento.

Kido manifestó su terror y preocupación al saber que en un país tan tranquilo como el suyo estaban haciendo atentados, empezó a quejarse de la seguridad del evento en el que Tachikawa y su grupo hicieron su presentación, y finalmente preguntó:

—… ¿Y estás bien?

La joven sonrió de puro gusto al oír la pregunta que deseaba escuchar desde que se encontraron.

—Pues… no sé.

—¿Quedaste con alguna secuela? —quiso saber él.

—Estoy yendo a terapia, ya no tengo problemas para dormir y me siento más tranquila, pero siento que todavía no lo supero del todo.

—Bueno, es natural que te esté costando, después de todo, estuviste tan cerca de una explosión…

—No sé qué pretendían esos tipos —habló, refiriéndose al grupo terrorista—. Y aunque los hayan atrapado a todos, aún me siento insegura.

—Me alegra que no te haya pasado nada grave.

—Como sea. Lo bueno es que gracias a eso estoy viviendo con Sora.

—Sora-kun… Hace años que no la veo. Literalmente.

—Oye, ¿qué te parece si un día nos visitas? —le propuso—. Así también podrías verla a ella.

—Es complicado, la carrera me quita mucho tiempo, pero trataré de hacerme un espacio en mi agenda. Te confirmo luego.

—¿Por dónde me confirmas? ¿Por Line?

—Sí, por Line —asintió.


Jou se presentó puntual en la puerta de su departamento diez días después. Mimi lo recibió muy animada, lo condujo hacia a la sala de estar y lo invitó a sentarse en el sofá. Platicaron de manera breve, hasta que Jou sintió algo fuera de lo común. Miró hacia el pasillo, extrañado.

—¿Hay alguien en el baño?

—Ah, debe ser Sora.

«¡¿SORA-KUN?!» pensó él, muy nervioso.

—Como te iba diciendo —continuó hablando Mimi, sin darle la menor importancia al asunto—, anoche hablé con Miyako y me contó que pronto se va a casar con Ken, y yo le dije «¡aaah, qué emoción!»

«Esto es malo» pensó Jou. «Mientras converso con Mimi-kun, hay una mujer desnuda en el baño, ¡y precisamente tenía que ser Sora-kun!»

De repente, se oyó un silbido.

—¡La tetera! —saltó Mimi, y fue a buscarla.

Jou se quedó solo en la sala de estar.

Por algún motivo terrible y desconocido, su sentido de la audición se agudizó y podía oír claramente el agua de la ducha correr. Se apretó las rodillas con las manos.

«No le des importancia» se dijo a sí mismo, tratando de mantener la compostura.

Agua cayendo por el cuerpo de Sora…

«Ignóralo, Jou, ignóralo, simplemente ignóralo.»

El tonificado cuerpo de deportista de la pelirroja…

«No pasa nada, no la estás viendo.»

Sus muslos fuertes…

«No la estás viendo.»

Sus brazos ligeramente marcados…

«No la estás…»

Su abdomen plano…

«…»

Sus pechos firmes…

«No.»

Todo rociado de finas gotas de agua…

«NO PUEDO IGNORARLO. DIOS, CASTÍGAME POR TENER ESTOS PENSAMIENTOS IMPUROS».

—¡Volví! —anunció Mimi, trayendo una bandeja con la tetera, tazas, platos, cucharitas y una caja dispensadora de bolsitas de té. Dejó todo en la mesa de centro y le preguntó— ¿Cuál quieres?

—Eh… ¿cuáles tienes?

—Hay té verde, té negro, té oolong, té de flor de cerezo…

Entonces, Jou oyó una puerta abrirse y otra puerta cerrarse.

Sora había salido del baño para entrar a su habitación.

La tortura solo había durado dos minutos, pero él sintió como si hubieran sido horas.

Respiró hondo y se echó hacia atrás, dejándose caer sobre el respaldo del sillón.

—Jou, ¿qué pasa? ¿Estás cansado?

—No —hizo una pausa—, solo estoy aliviado…


Cuando Sora se hubo cambiado de ropa y secado el cabello, fue a sentarse junto a Mimi y Jou.

—¡¿Cómo?! ¡¿Ustedes viven juntas?! —exclamó él.

—¡Sí! ¿No te había dicho?

—N-No. Olvidaste darme esa importante información.

Tachikawa hizo memoria y replicó:

—¡Sí te dije! Por lo menos dos veces.

—¿Hablas en serio?

—¡Sí!

Kido hundió el rostro entre sus manos.

—No puedo ser tan olvidadizo.

Sora miró a Mimi, entornando los ojos, pero cambió por completo su expresión para decirle a su invitado:

—No sabía que ibas a venir, Jou-senpai. Qué gusto me da verte.

—A mí también me da gusto verte, Sora-kun —hizo una leve reverencia, sonrojándose.

Platicaron acerca de lo que había pasado con sus vidas en el último tiempo. Mimi contó que había conseguido trabajo en una tienda de ropa y que estaba encantada con ello, porque era de sus marcas favoritas y le gustaba atender público. Sora habló acerca de su trabajo en la consulta de psicología, que en ocasiones era difícil, pero le gustaba poder ayudar a otros. Jou les dijo que estaba en su último semestre de medicina y que ya tenía ganas de terminar, porque, si bien la carrera le gustaba, se le había hecho muy larga y quería empezar a trabajar.

También hablaron sobre la boda de Ken y Miyako, que aún no tenía fecha definida, pero todos en el grupo pretendían asistir.

—¡Tú no puedes faltar! —le dijo Mimi a Jou.

—Haré lo posible para ir, lo prometo —aseguró.

Mimi invitó a Jou a cenar con ellas, pero él se negó amablemente diciendo que estaba corto de tiempo.

Cuando su invitado ya se había ido, Sora le gritó a su compañera:

—¡Te dije que me avisaras si querías traer visitas!

—¿Eeeh? Pensé que ya te había dicho.

—¡Pero no me dijiste cuándo!

—Ay, lo siento —le dijo, divertida—. La verdad es que Jou-senpai me confirmó a último minuto, y como justo a esta hora estábamos las dos libres, le dije que sí. A todo esto, ¿por qué te estabas duchando tan tarde?

—Porque hubo un corte de agua en el club deportivo y no pude ducharme allá.

—Qué mala suerte.

Sora gruñó.


Kido yacía tendido sobre su cama, derrotado.

Mintió al decir que estaba corto de tiempo, en realidad le habría gustado quedarse a cenar, pero estar cerca de Sora lo ponía demasiado nervioso y prefirió marcharse antes.

No entendía qué pasaba con él. Rara vez tenía fantasías sexuales, ¡y de pronto escuchar a Sora duchándose lo volvió loco! ¿Pero por qué Sora? ¿Y por qué de forma tan repentina?

Había decidido que no tendría una pareja hasta terminar su carrera, y pretendía cumplir con ello.

Se levantó. Intentó distraerse revisando su horario académico, su agenda, sus apuntes de las últimas clases y el grupo virtual de sus compañeros de medicina, pero no podía dejar de pensar en ella.

Ruborizado, se cubrió la cara con las manos.