—Eres un buen modelo —lo elogió Hikari. Yamato no pudo evitar hacer una mueca de disgusto—. Lo siento, ¿no te gusta que te digan eso?
—Cuando estaba en la banda me tocó posar demasiadas veces ante las cámaras.
—Y estabas harto de eso —comprendió ella.
Yamato respondió afirmativamente con su silencio.
—¿Estás seguro de que quieres continuar?
—Tú no eres de la prensa ni de la farándula.
—Quién sabe, algún día podría llegar a serlo.
—No lo creo, tú no encajas en ese mundo.
Para la primera salida fueron a un parque que estaba al lado de un río.
Yamato sentía cierta culpabilidad, pero pensó que, si ella misma ya lo había invitado una vez de manera tan casual a tomar fotografías al aire libre, el que ahora hubiera nacido de él la iniciativa de reunirse y realizar la misma actividad no tenía nada de malo.
Ella le mostró la foto que acababa de tomarle para explicarle conceptos básicos sobre composición fotográfica.
—Ahora tómame una tú —le pidió.
—De acuerdo.
Con cierta timidez, recibió la cámara de su compañera y se la colgó al cuello. Ella se alejó y se colocó en diferentes lugares, en los cuales el joven aprovechó de capturar su imagen. Se sentía algo torpe porque era la primera vez que tenía una cámara fotográfica en sus manos y, además, ni siquiera era suya.
—Lo haces bastante bien —opinó Yagami tras revisar la galería—. Ahora te mostraré la diferencia entre los distintos planos.
Ishida escuchó atentamente sus explicaciones. A pesar de que pedirle estas clases había sido una mera excusa para volver a verla, se estaba entreteniendo bastante.
De esta manera, se reunieron una vez a la semana en distintos parques de la capital durante un mes.
Para cuando tuvieron su última clase era invierno y había nieve por todas partes. Tomaron fotos bellísimas de la ciudad vestida de blanco. Sin embargo, la sesión fue más corta que las anteriores porque ese día en particular hacía muchísimo frío.
—Vayamos a un café, no quiero que te enfermes.
—Estoy bien —dijo ella—, pero sí, sería bueno que tomáramos algo caliente.
Entraron a un local cercano y, por primera vez en semanas, se sentaron a platicar sobre su vida personal.
—¿Cómo te está yendo en la universidad?
—Bien. Me encanta mi carrera y todo lo que he aprendido.
—Es algo que te ha gustado desde que eras niña.
—Me sorprende que te acuerdes —sonrió, muy contenta.
La mesera se acercó a ellos para tomar su orden. Yamato pidió un café americano, y Hikari, un chocolate caliente.
—Eres afortunada de que un pasatiempo tuyo coincida con tu vocación —le dijo Yamato, con una mirada cargada de melancolía. Ella lo miró con tristeza.
—¿Y qué cosas haces en tu tiempo libre? —preguntó la joven.
—No mucho. Escuchar música, navegar en Internet, ver películas con papá.
Hikari guardó silencio. La duda se asomó en su mirada.
—Si hay algo que quieres preguntarme, hazlo —la incitó Yamato.
—Es que no quiero incomodarte.
—Solo dilo.
Ella lo miró, preocupada.
—¿Ya no compones música?
—No.
—¿No cantas?
—A veces, cuando estoy solo.
—¿Puedo preguntar por qué?
El rubio meditó su respuesta unos instantes.
—Supongo que me agotó el tanto hacerlo para los demás y ahora solo quiero hacerlo para mí mismo.
—Es una lástima. Quería proponerte algo.
—¿Qué cosa?
Hikari le comentó que llevaba tiempo escuchando covers de canciones en Niconico(1) y le habían dado ganas de intentarlo también. Sacó su teléfono celular, buscó un video en la página y se lo pasó a Yamato. Él se puso audífonos y empezó a escuchar. En eso, llegó el pedido de ambos. El rubio tardó en probar su café porque se quedó navegando un rato.
—Y tú quieres que te ayude con esto —concluyó.
Yagami lo miró con timidez, sujetando su humeante bebida sobre la mesa para calentarse las manos.
—Me parece bien —dijo finalmente—. Será la mejor manera de pagarte por las clases que me diste.
—Ya te dije que no es necesario que me pagues —rio ella.
Yamato permaneció unos segundos más escuchando uno de los tantos covers caseros del sitio web y pensó en lo mucho que le gustaría que alguno de ellos fuera de Hikari.
La siguiente vez se reunieron en casa de los Ishida, principalmente porque allí tenía Yamato su computador fijo con los programas de edición de música y un micrófono profesional.
Hiroaki estaba encantado de que Yamato tuviera visitas, así que les dio su espacio y se dedicó a revisar pendientes del trabajo en su portátil.
Yamato condujo a Hikari hacia su habitación, llevando botanas y bebestibles para ambos.
—¿Qué es lo que quieres cantar?
—Hice una lista porque no puedo decidirme.
La lista tenía veintidós canciones.
—No esperarás que las revisemos todas, ¿o sí?
—¿Me estoy entusiasmando demasiado? —preguntó, avergonzada.
—Elige unas tres o cuatro y comencemos con eso.
—De acuerdo.
La joven cantó una canción tranquila, una popera y una balada. Yamato la observó, muy atento y en completo silencio, hasta que hubo terminado.
—Tienes buena voz y entonación —evaluó—, lo que te falta es técnica.
Hikari lo miró, expectante.
—Comenzaré enseñándote ejercicios de respiración.
Ella sonrió, ilusionada.
A la semana siguiente, grabaron un cover de prueba. Yamato dijo que serviría para comprobar el avance de Hikari con el pasar del tiempo. Encontraron el karaoke de la canción elegida en Internet, grabaron la voz de ella por separado y unieron ambas pistas de audio. El resultado dejó contentísima a Yagami, quien no podía creer que al fin había conseguido grabar una de sus canciones favoritas. Antes de marcharse, le dio las gracias a Yamato efusivamente, a lo que este respondió diciendo que no era para tanto.
Cuando se halló solo en su habitación, reprodujo la canción varias veces. Pese a sus errores y ocasionales desafinaciones, su voz era agradable, dulce y suave.
«Como ella» pensó.
Hiroaki golpeó la puerta de su habitación. Yamato pausó el archivo.
—Pasa.
Su padre entró.
—¿Se fue ya Hikari-chan? Es que me pareció oír su voz.
—Sí —respondió, muy nervioso.
«Debo ser más cauteloso» se reprochó en su fuero interno.
—Necesito que compres unas cosas para la cena.
—Voy.
Como había sucedido muchas veces antes, a Hiroaki le tocaba trabajar hasta muy tarde en nochebuena, por lo que le avisó con tiempo a su hijo mayor. De este modo, Yamato hizo planes con Takeru. Tuvieron que hacer una larga fila para pedir almuerzo en un local, luego fueron a un parque a comer y platicaron sobre un montón de cosas. Entonces, el menor le contó que todo el grupo de elegidos planeaba reunirse en el templo para año nuevo.
—¿Irá Mimi?
—Seguro, ella nunca falta.
—Entonces no iré. No quiero arruinar el ambiente.
Takeru frunció el ceño.
—Algún día tendrás que enfrentarla, hermano.
—Pero no ahora, Takeru —declaró, cortante.
El joven estudiante suspiró. En otras circunstancias habría tratado de convencerlo, pero esta vez prefirió darle la razón y cambiar de tema.
Se separaron unas pocas horas después, dado que Takaishi ya se había comprometido a cenar junto a su madre y la pareja de ella y tenían que hacer los preparativos.
Yamato podría haber asistido a esa cena, pero no estaba en buenos términos con su progenitora.
—¿Terapia? Eso es para enfermos mentales —le había dicho Natsuko con severidad—. Lo tuyo es solo una mala racha, deberías volver a trabajar lo antes posible y dejar de causarle problemas a tu padre.
—Claro, porque todas las personas que pasan por malas rachas intentan matarse —le había contestado con sorna.
—No seas insolente, Yamato.
—¡Te estás burlando de mí!
—No me estoy burlando de ti, tú lo estás haciendo.
—¡Nunca te importó nada de lo que yo hiciera mientras no te causara problemas a ti, así que no metas a papá en esto! ¡Y no vengas a decirme ahora lo que tengo que hacer con mi vida! ¡No sabes nada sobre mí!
Aquella vez, la mujer terminó echándolo de su casa, y llevaban varias semanas sin hablarse desde entonces.
Yamato regresó al departamento de su padre. Le tocó cenar solo.
Pensó en su madre y su hermano, que en ese preciso instante debían estar teniendo una agradable cena. Taichi le había dicho que se reuniría con Catherine y los padres de ella, y seguramente sus otros amigos estarían pasando las fiestas con sus respectivas familias y parejas.
Recordó a sus excompañeros de banda, preguntándose cómo les estaría yendo y frustrándose consigo mismo por no haber sido capaz de contactarlos desde que disolvieron el grupo.
Nunca había sido un fanático de la navidad, sin embargo, en aquel preciso momento, haberse alejado de sus seres queridos le causaba un gran pesar.
Mientras lavaba los platos, la vibración de su celular lo tomó por sorpresa. Era un mensaje de Hikari deseándole unas felices fiestas.
En el chat de elegidos ya todos se habían mandado saludos y buenos deseos, pero ella se había comunicado con él por interno, lo que disipó todos sus pensamientos deprimentes al instante. No pudo evitar sonreír.
«Pásalo bien» le escribió de vuelta.
Cuando Hiroaki volvió del trabajo a medianoche, Yamato lo estaba esperando con cerveza. Pese a que al oficinista le tocaba trabajar al día siguiente, se quedaron platicando hasta tarde.
—Te noto de buen humor —comentó su padre de pronto.
—Bah, estoy igual que siempre.
—Nada como una mujer en la vida de un hombre, ¿eh?
Yamato casi se atragantó con su bebida.
—¿Qué estás diciendo? —casi gritó, avergonzado.
Hiroaki lo miró, contento.
Ya estaba oscuro cuando las diez personas que habían confirmado su asistencia se congregaron en el templo. Daisuke fue el último en llegar, Iori se quejó de su impuntualidad y Takeru lo molestó con que debía invitar al grupo entero a beber para compensar su atraso.
Teniéndolos a todos reunidos al fin, Jou carraspeó para hacerse oír y dio uno de sus típicos discursos de fin de año sobre la importancia de las festividades tradicionales y de mantener sus vínculos de amistad, pero todos notaron que tartamudeó y se le trabó la lengua en más de una ocasión.
—Disculpa, Jou, ¿te pasa algo? —preguntó Sora, con extrañeza y cierta preocupación.
—¡E-Estoy p-perfectamente! —exclamó, nervioso y erguido.
Miyako y Mimi comenzaron a susurrarse cosas entre ellas, elucubrando sobre la sospechosa actitud de su superior. Cuando este terminó de hablar, deseándoles que tuvieran un excelente año, sus amigos aplaudieron.
Sora les preguntó a Ken y Miyako sobre su boda, quienes confirmaron que se casarían en marzo, después de que Ichijouji terminara su formación como policía. Sus amigos los felicitaron y les desearon lo mejor, prometiendo que no faltarían a la ceremonia.
Hikari les pidió que se acomodaran para tomar una fotografía grupal. Takeru la ayudó colocando el trípode y, una vez hechas las tomas, se ofreció a llevar el aparato para que ella pudiera andar más ligera. Daisuke estuvo a punto de decirle algo, pero Ken lo detuvo antes de que metiera la pata.
—Faltan exactamente veintisiete minutos y cuarenta y dos segundos para medianoche —anunció Koushiro.
Recorrieron el lugar con calma, bebieron sake dulce y se tomaron más fotos con sus celulares hasta que dieron las doce.
Los fuegos artificiales no se hicieron esperar. Contemplaron, emocionados, cómo ascendían hacia el cielo y estallaban en colores una y otra vez.
Entonces, cuando todo estaba a punto de terminar, Hikari recibió un mensaje. Al comprobar de quién era, miró hacia un lado y, bajo un árbol, vio a Yamato. Sorprendida, se acercó a él. Se saludaron. Trató de hablarle, pero con el ruido del espectáculo pirotécnico apenas podían oírse. Unos segundos después, vino el silencio.
—Al final viniste —sonrió ella.
—Sí, pero ya me voy.
—Es una lástima, me habría gustado que nos acompañaras.
Se quedaron unos segundos en silencio, sin captar que alguien los estaba mirando a lo lejos.
De pronto, oyeron que los más jóvenes del grupo llamaban a Hikari.
—Nos veremos pronto —le dijo Yamato, y se despidió de ella.
La joven regresó con sus compañeros.
—¿Dónde estabas? —le preguntó Daisuke.
—Fui a saludar a un amigo —respondió, muy contenta.
Miyako chilló.
—¿Y para cuándo nos lo presentas? —le preguntó con picardía.
—¿Quéee? —exclamó Motomiya— ¿Hikari-chan tiene novio? ¡Eso me convierte en el único de nosotros seis que está soltero! —gimoteó.
—Que no es mi novio —rio la castaña.
—Y Takeru también está soltero —señaló Iori.
—Pero es mucho más probable que yo encuentre novia antes que tú, Daisuke-kun —le dijo el rubio, con tono burlón.
—Ah, ¿quieres apostar? —lo desafió el moreno.
Hikari volvió a mirar hacia el árbol donde hace un minuto atrás se encontró con Yamato, pero él ya se había ido.
Para Yamato, ir a terapia era ese desagradable momento en el que entraba a un cuarto a hablar sobre aspectos incómodos de su vida personal con alguien que le decía cosas que no quería escuchar pero que sabía que eran ciertas.
En los últimos dos meses y medio habían conversado sobre la relación con su padre, su madre y su hermano menor. Habló de su ruptura con Mimi, de la banda a la que pertenecía y su separación, que ya no componía música y que se había alejado por completo del mundo de la fama. También contó que se había alejado de la mayor parte de sus amistades, pero que tenía un amigo y una amiga de su misma edad que se comunicaban con él con frecuencia.
Y en aquella, su primera sesión psicológica del año, decidió hablarle a su psicóloga sobre Hikari.
—Tienes sentimientos por ella —captó de inmediato.
Yamato se sonrojó con violencia. Intentó negarlo, pero fue inútil, él estaba siendo demasiado evidente y esa señora no era ninguna estúpida.
—¿Dónde la conociste?
—Es la hermana menor de mi mejor amigo.
—Hmm —asintió.
—… Y es la ex de mi hermano menor.
Ella levantó las cejas.
—Soy terrible, lo sé —suspiró, llevándose una mano a la frente.
—Bueno, ¿y ellos hace cuánto terminaron?
—Hace más de un año.
—Ha pasado un tiempo más que prudente como para que esta chica de la que me hablas quiera intentarlo con alguien nuevo.
—Si, pero dudo mucho que Takeru se lo tome bien.
—Pero más importante que tu hermano, primero estás tú. ¿Qué es lo que esperas de tu relación con ella?
—No lo sé, solo —hizo una pausa—… solo sé que me siento bien con ella.
—¿Te sientes preparado como para iniciar una nueva relación de pareja?
—No quiero ser su novio —dijo, mintiéndose a sí mismo.
—Eso es ahora, pero más adelante…
Yamato chasqueó la lengua.
—Si algún día ustedes dos llegan a estar juntos—prosiguió la mujer—, debes ser consciente de que las parejas no están para cumplir un rol de terapeutas. Puedes apoyarte en ella, pero no solo en ella, ¿entiendes?
Él asintió con la cabeza.
—Sé que no es fácil para ti en este momento, pero intenta abrirte con alguien más respecto a lo que sientes, o estarás depositando una carga demasiado pesada sobre los hombros de esa chica.
Bajó la mirada, acongojado.
—Ten cuidado —le aconsejó.
—No sabía que te gustaban las bandas anglo.
—Sí, desde hace mucho —comentó la joven.
Yamato y Hikari habían vuelto a reunirse para continuar con la práctica vocal, pero habían terminado hablando de cualquier cosa.
—Mi banda extranjera favorita es Keane.
—Rock alternativo.
—¿Los conoces? —preguntó, ligeramente sorprendida.
—Un músico debe escuchar de todo un poco.
—Tengo todos sus discos, aunque el último me lo tuve que comprar yo.
—¿Quién te compró los otros?
—Los primeros tres me los regalaron mis padres, y el cuarto me lo dio Takeru.
Se creó un silencio incómodo.
—Todos pensábamos que ustedes algún día se iban a casar —le contó Ishida de forma inesperada—. No entiendo por qué terminaron.
Hikari y Takeru habían comenzado a salir a sus catorce, cuando cursaban segundo de secundaria, y fueron muy felices, sin embargo, cuando llevaban juntos casi siete años, ella decidió poner fin a su relación.
—Sentí que faltaba algo.
—¿Qué crees que faltaba?
—No lo sé. No estoy segura —hizo una pausa—. Nos llevábamos bien, no discutíamos nunca, estábamos de acuerdo en prácticamente todo.
—¿Acaso te gusta pelear? —bromeó.
—No —rio ella—, pero tampoco me gusta aburrirme. Había demasiada paz. Quizás era todo demasiado perfecto.
—¿Entonces qué es lo que buscas?
—Aún no lo tengo del todo claro, pero sé que cuando lo encuentre lo sabré. Cuando encuentre a la persona indicada, lo sentiré.
Y miró a Yamato con dulzura. Él hizo como que no se dio cuenta de esto y propuso:
—Hagamos un calentamiento.
La siguiente vez que se reunieron, Hikari le dijo:
—Te noto raro.
Yamato la miró, tenso.
—No es nada. Sigamos con la edición del audio y…
—Ayer —lo interrumpió— te despediste de mí como si quisieras que me fuera pronto, y hoy has estado muy serio y callado. ¿Acaso hice algo que te molestó?
Se quedaron en silencio durante unos segundos que se le hicieron eternos a la joven.
—Fue la forma en la que me miraste ayer —respondió—, cuando hablábamos de lo que buscabas en una relación, y ahora no sé cómo tratarte porque no quiero hacerte daño.
La castaña se quedó de piedra, temiéndose un rechazo amoroso.
—¿Qué quieres decir?
—¿Qué ves de bueno en mí, Hikari? Soy un artista fracasado, tuve que volver a la casa de mi padre, perdí el control de mi vida y tengo que tomar pastillas para no pensar en matarme —pronunció, apretando los puños y entornando los ojos.
Los ojos de la joven se tornaron vidriosos.
—Perdón, te hice llorar. ¡Mierda, soy un estúpido!
—No estoy llorando.
—Parecía que ibas a hacerlo.
—Es que me da pena, Yamato-san. Estás sufriendo tanto, y no sé qué decir para hacerte sentir mejor.
—¡No tienes que hacer nada por mí, Hikari, no es tu rol! —le gritó.
—¡Pero sería cruel si te diera la espalda y te dejara sufriendo solo! —levantó la voz. Lo miró fijamente—. A menos que necesites espacio y prefieras que me vaya.
«No» pensó él.
Pasaron unos largos segundos en los que ninguno de los dos fue capaz de hablar. Yagami se tomó el silencio de él como una afirmación. Sintiéndose fatal, se levantó de la silla para recoger su bolso.
«No».
Ishida recordó cómo dejó ir a Mimi.
«No».
Recordó cómo su propia madre también se había ido.
«¡NO!»
Y decidió que a Hikari no quería perderla por nada del mundo.
La tomó del brazo. La joven volteó y se quedaron atrapados en la mirada del otro.
—No te vayas —le pidió, casi con desesperación.
La joven puso su propia mano sobre la mano de él que tenía sujeto su brazo. En todo el tiempo que llevaban viéndose, esta era la primera vez que se tocaban. Asintió con la cabeza en forma de respuesta, y él la soltó.
Así fue cómo, por primera vez en meses, Yamato fue capaz de abrirse con alguien.
Le contó a Hikari que, en un inicio, él genuinamente disfrutó lo que hacía: componer canciones, tocar con los chicos de la banda, la magia de los conciertos, el clamor de la gente, cantar sus sentimientos a todo pulmón. Pero todo se complicó cuando ganaron demasiada popularidad. Le tocó dar entrevistas, tener sesiones fotográficas para revistas y anuncios, y viajar al extranjero, cosas que lo desgastaban bastante. Lo reconocían en lugares públicos y completos extraños lo señalaban, murmuraban y lo detenían para pedirle autógrafos o tomarse una foto con él, y en cierto punto esto llegó a agobiarlo.
La cuenta regresiva inició cuando su mánager comenzó a presionarlos para que crearan música del gusto popular. Tuvo discusiones con sus compañeros porque tenían diferente visión respecto al futuro de la banda y el camino que debían seguir: Sohta estaba de acuerdo con volverse más comerciales, Touya no estaba seguro de que fuera una buena idea y a Hiroyuki le daba igual. Y él pensaba ¿para qué iba a componer y tocar música que no disfrutara haciendo? ¿En qué clase de músico se iba a convertir si perdía su autenticidad?
Entonces, su relación con Mimi se convirtió en un problema más: tener una relación con una chica famosa como él, los mensajes de acoso que recibió por parte de los fans ardidos cuando se enteraron de que estaban juntos, que la prensa quisiera conocer detalles de su vida privada para exponerlos a ambos, verse a sí mismo junto a ella en afiches y pantallas publicitarias como si fueran un producto más del mercado, que ella lo forzara a disfrutar del exceso de atención que recibían y no ser capaz de hacerlo, porque, en el fondo, solo quería que los reflectores dejaran de apuntarlo, esconderse de la mirada de todos, volver a ser alguien normal…
—Ella me dijo que soy un imbécil, y tiene razón. Todavía no entiendo por qué la engañé.
—La engañaste porque querías destruir todo lo que no te hacía feliz —le explicó Hikari.
Yamato abrió mucho los ojos. Nunca había considerado dicha posibilidad, y ahora que lo estaba haciendo, todo encajaba.
—¿Por qué, Hikari? ¿Por qué me entiendes tan bien? ¿Por qué tú?
—¿Es muy malo que sea yo?
—Eres la hermana menor de mi mejor amigo, y la exnovia de mi hermano.
La joven se molestó mucho.
—En primer lugar, mi hermano no tiene por qué meterse ni opinar, ya soy mayor de edad. Y, en segundo lugar, Takeru y yo terminamos hace un año.
—Él todavía siente algo por ti.
Ella se sorprendió.
—¿De verdad?
—Te sigue bañando en cumplidos cada vez que te ve, y pareció molestarle que presentaras una foto mía en la exposición de tu universidad.
—Bueno, lo lamento por él, pero no es asunto suyo con quién esté yo ahora.
—Pareces una persona que se preocupa de la felicidad del resto, pero también puedes ser egoísta —sonrió.
—Tengo derecho a ser egoísta si estoy persiguiendo mi propia felicidad.
—Pero yo no puedo hacerte feliz —hizo una pausa—. Aunque me gustaría —confesó justo antes de quebrarse. Apoyó las manos sobre los muslos, agachó la cabeza y, lentamente, comenzó a llorar.
Hikari se sentó frente a él, lo miró, se acercó despacio, colocó una mano en la espalda de Yamato y con la otra le acarició el cabello.
—Ya me has hecho muy feliz —le susurró con dulzura—. No me molesta esperarte porque prefiero ir con calma, así que tómate tu tiempo para sanar. Ya verás que al final todo va a estar bien.
Era irónico, pensó Yamato. Hikari, siendo tan menuda, tenía la capacidad de contener a un tipo alto y mayor que ella. Apoyó la cabeza en su hombro. Sollozó.
Esa tarde se despidió de ella dándole unas palmaditas en la cabeza.
—Cuídate —le dijo, mirándola con cariño.
—Buenas noches.
Yagami dio media vuelta y se alejó a paso rápido para que Ishida no viera la gran sonrisa que se le había dibujado en la cara. Un gesto tan simple como aquel se había sentido demasiado bien.
El rubio la siguió con la mirada hasta que la perdió de vista. Regresó al departamento y se encerró en su habitación.
De repente, una nueva melodía sonó en su cabeza. A toda prisa entró a su computador, abrió el programa de producción musical, agarró el micrófono y comenzó a grabar antes de que se le olvidara.
(1) Niconico es una web japonesa de alojamiento de videos, algo así como un YouTube, donde es muy común que los usuarios suban sus propios covers de canciones.
Doy gracias a LaBaus por compartir conmigo sus head canons sobre la música que escuchan Yamato y Hikari.
