Jou no había dejado de fantasear con Sora ni un solo día, y reflexionó mucho al respecto. Por un lado, consideraba que tener sentimientos meramente sexuales por la pelirroja estaba mal, y por otro, no podía ignorar sus propios deseos, los cuales, afortunadamente, habían disminuido en intensidad y frecuencia.

Si lo pensaba bien, tenía muchas cualidades: era una mujer inteligente, amable, bondadosa, sensible y valiente. También era linda de cara y de cuerpo. Y le tenía mucho cariño. Había compartido valiosos y significativos momentos con su compañera de aventuras, pero también con todos los demás elegidos. Entonces ¿por qué sintió esa atracción tan intensa y repentina por ella en específico, alguien a quien solo había visto como una amiga durante tantos años? Al ser incapaz de entenderlo, decidió que lo mejor que podía hacer era estrechar su relación, quizás así encontraría una respuesta. Buscó libros de psicología en la biblioteca de su universidad y aprovechó de leerlos en sus escasos tiempos libres para tener un tema de conversación en común, y aunque había dado resultados, se le estaba haciendo difícil mantener esa estrategia.

«No es necesario que te esfuerces tanto» le había escrito Koushiro, a quien decidió confiarle sus sentimientos porque era una persona que sabía guardar secretos. «¿No podrías hablarle de cosas más simples que no requieran una investigación previa?»

»¿Como qué?»

Koushiro se quedó en blanco. Tardó en contestar.

«No soy la mejor persona para responder esa pregunta».

»Rayos. ¿A quién podría pedirle consejo ahora?»

«Taichi-san tiene experiencia, y está casado».

»¡Ni hablar! Conociéndolo, revelaría mi secreto en un pestañeo».

«Entonces Mimi-san, ya tuvo tres novios».

»¡Es la mejor amiga de Sora-kun, le contaría todo! Y no quiero pedirles consejos a las chicas».

«Yamato-san tuvo varias novias».

»Él está luchando contra una depresión, no quiero molestarlo con mis problemas amorosos».

«Takeru-kun tuvo una relación larga».

»No tengo suficiente confianza con él».

«¿Ichijouji-kun? Se va a casar con Miyako-san».

»Lo mismo que con Takeru-kun».

«Daisuke-kun».

»Ambos sabemos que a él no le va bien con las chicas».

«Hida-kun está en una relación».

»Me da vergüenza pedirle consejos románticos a un menor de edad».

«Ya agotamos todas nuestras opciones. No puedo ayudarte más».

Jou se llevó las manos a la cabeza y soltó un quejido.

—Supongo que tendré que escoger a uno…


Terminó contactando a Ken por Line porque era el más discreto del grupo junto con Iori y no le daba tanta vergüenza escribirle como a este último. Eso sí, cuidó no revelarle que su interés amoroso era Sora. Ichijouji le respondió de manera muy amable, prometió que no le diría nada a nadie y le dio un par de consejos bastante básicos pero útiles.

Lo primero era buscar intereses en común.

«¿Qué te gusta hacer en tu tiempo libre?» le preguntó Kido a Takenouchi por chat.

»Jugar al tenis, ver deportes en televisión, dar paseos. Antes hacía ikebana, pero ya no tengo tiempo».

Sin contar los paseos, por ahora no coincidían en nada. Siguiente pregunta…

«¿Qué géneros de libros/películas/series te gustan?»

»Romance y comedia».

—Uff, menos mal no dijo terror —murmuró, aliviado. No era un fanático del romance, pero la comedia sí le gustaba, al menos.

«Cuál es tu comida/bebida favorita?»

»Me gusta mucho la comida japonesa como el sushi, el okonomiyaki y el katsudon. También me gustan el té, el café y la cerveza.

¡Y a él le gustaban las mismas cosas! Ya sabía adónde llevarla si un día la invitaba a comer o beber.

»Pero ¿por qué me estás preguntando todo esto, Jou-senpai? Hoy te noto muy conversador».

El joven soltó un grito de desesperación.

—¡¿Qué le digo?!

«Por nada, Sora-kun» mintió.

La pelirroja tardó un poco en responder.

»Debo dejarte, hoy me toca preparar la cena. Si algún día quieres volver a visitarnos, escríbeme a mí o a Mimi».

El estudiante de medicina se sonrojó de golpe.

«Muchas gracias por la invitación, lo tendré en cuenta. Que disfrutes tu cena con Mimi-kun».

«Gracias» le dijo, enviándole un emoji con carita feliz.

Se quedó un buen rato mirando la pantalla, releyendo su conversación. ¡Sora le había dicho que podía volver a verla! Qué alegría. Y ahora que conocía mejor sus gustos, podría hablarle de más cosas.

—Pero aún me quedan dos meses de clases —cayó en cuenta—. Tendré que esperar hasta entonces para aplicar el segundo consejo de Ichijouji-kun —agachó la cabeza, pesaroso.


—Jou-senpai acaba de preguntarme acerca de mis gustos.

—¿Y eso? —dijo su compañera de piso, con una mirada sugerente.

—Ni idea.

Desde la reunión de año nuevo que las chicas del grupo venían hablando de lo raro que andaba Kido esa noche, pero con lo que acababa de contarle Takenouchi, Tachikawa ahora estaba más que convencida.

—¡Tú eres la persona que le gusta a Jou-senpai!

—¿Qué? Mimi, no digas tonterías.

—Estaba raro cuando vino a vernos, y en el templo se veía super nervioso.

—También podría ser que le gustes tú.

—Soy tan popular que no me sorprendería —habló con una total falta de modestia—, pero no lo creo, a mí no me ha preguntado sobre mis gustos —señaló.

—¡P-Pero podría ser por cualquier otra razón! —respondió, sonrojándose.

—Ya lo veremos —sonrió de lado.


—¿Cómo te has sentido?

—Bastante bien —respondió Ishida al otro lado de la línea—. Ya se lo conté a Hikari, así que puedo contártelo a ti: volví a componer música.

—¿Hikari?

—¡Ah! No es nada.

Sora quiso indagar más, pero decidió no hacerlo. Si se trataba de él, prefería ser prudente.

—Es un gran avance. Me alegro por ti, Yamato —lo felicitó de corazón.

—Ya quisiera ponerme a tocar en la calle, pero enseguida me reconocerían, ¡qué fastidio! —dijo, y se echó a reír.

La pelirroja se sorprendió. Era la primera vez en mucho tiempo que oía la risa de su amigo.

—Estás de buen humor —observó.

—Papá dice lo mismo.


Mimi ya se había reunido con sus padres para navidad, y ellos habían vuelto a invitarla para mediados de enero. Ese día llegó temprano a la casa del matrimonio para ayudar con los preparativos del almuerzo, madre e hija cocinaron una comida exquisita y la familia platicó durante horas. La pareja se alegró de corazón al enterarse de primera mano de que le estaba yendo bien y había logrado rehacer su vida, además de que la notaban optimista y de muy buen ánimo.

Pasaron una agradable tarde.

Poco antes de que la joven se fuera, Satoe le preguntó:

—¿Estás segura de que no quieres volver con nosotros, Mimi?

«Ahí va otra vez» pensó. «Ya es como la quinta vez que me lo pide».

—Estoy bien con Sora —respondió, tensa.

—Yo quería que te quedaras aquí —dijo con ojitos tristes.

—Mi amor, ya hablamos de esto —le recordó Keisuke a su mujer, con una sonrisa incómoda.

—No puedo creer lo rápido que creció nuestra bebé —y comenzó a llorar. Su esposo la abrazó con ternura.

Después del atentado, sus padres no querían que siguiera viviendo sola. Le habían pedido que regresara a casa con ellos, pero Mimi se negó firmemente. Su padre fue el primero en comprender que ella no quería perder su independencia, y habló con Satoe para que ella también lo entendiera. Aun así, ambos estaban de acuerdo en que no querían que su amadísima y única hija se fuera a vivir sola después de haber estado tan cerca de la muerte, por lo tanto, le pidieron que buscara a una compañera de piso. Tenía que ser mujer porque, mientras no fuera una pareja formal, no aceptarían la idea de que viviera con un hombre. Y justo para esas fechas, Sora tenía estabilidad económica y pretendía dejar de vivir con sus padres. El señor y la señora Tachikawa sabían que ella era su mejor amiga, se conocían desde hace años y era una buena chica, la mejor candidata que podía haber. De todas maneras, siguieron pendientes de Mimi, manteniendo el contacto telefónico a diario durante semanas hasta que supieron que había empezado a trabajar, lo cual les pareció una buena señal y pudieron relajarse.

—Cuídate mucho, Mimi —se despidió su padre.

Su madre se sonó la nariz con un pañuelo y le dijo:

—Te amamos.

—Y yo a ustedes —les respondió con cariño.


Camino a casa, sintió cierta culpabilidad por no haber sido del todo honesta con sus padres.

En primer lugar, no fue capaz de contarles que estaba yendo a terapia puesto que aún existían muchos prejuicios sobre la psicología y la psiquiatría y no podía adivinar cuál iba a ser la reacción de ellos dos. Temía que se preocuparan en exceso o, peor aún, que la tomaran por loca y la presionaran para abandonar el tratamiento que tanto bien le había hecho.

En segundo lugar, si bien no había mentido al decir que estaba contenta con su trabajo, lo cierto es que no era uno en el que pudiera proyectarse a largo plazo ni mucho menos coincidía con su vocación.

Cuando le comentó su preocupación a Sora al llegar al departamento, esta le dijo que no era necesario que les contara todo a sus padres y tampoco tenía que sentirse mal por guardarles secretos.

Pero eso no era todo…

En la calle, el transporte público, el centro comercial e incluso en su trabajo había sido reconocida varias veces por sus antiguos admiradores.

—¡Mimi-chan, me alegra que estés bien!

—Te extrañamos muchísimo.

—Sigo siendo tu fan.

—Ojalá pudiera volver a oírte cantar.

—¡Pagaría por volver a verte en el escenario!

—Te apoyaremos por siempre.

Y lo que más quería decirles era que algún día volvería al mundo del espectáculo, pero no podía prometer cosas que no sabía si iba a poder cumplir.

—La misma terapia podría ayudarte con eso, ¿no? —señaló Sora.

—¿Tú crees?

—Solo tienes que decirle a tu terapeuta que quieres superar tu miedo a los escenarios.

—¿De verdad es tan sencillo? —preguntó Mimi, con tristeza.

—Mientras antes empieces a trabajarlo, mejor, porque estas cosas toman tiempo, pero tómatelo con calma. No es como si fueras a hacer una presentación la próxima semana, ¿o sí?


Pero, aunque fuera popular y aún tuviera fans, nadie duraba toda la vida siendo idol. Tenía veintitrés años, ya estaba demasiado vieja como para volver a aquel trabajo, y se sentía irresponsable por no haber planificado mejor su vida adulta al estar tan enfocada en vivir el momento y disfrutar de la fama.

También había una parte de sí misma que evitaba todo lo relacionado con ese mundo. Amaba el arte y el espectáculo, ansiaba volver, mas no estaba preparada… o eso creía.

—¿Mimi-chan?

La castaña volteó para ver a la persona que había pronunciado su nombre. Se trataba de una antigua compañera idol que era cinco años menor que ella, de piel blanca, ojos grises, cabello negro y liso con flequillo recogido en un moño.

—¡Azu-chan!

Se saludaron muy contentas.

—Tanto tiempo.

—Y que lo digas.

—¿Qué haces aquí?

—Estoy trabajando.

—¿De verdad? —preguntó, mirándola con preocupación.

—Tachikawa-san —la regañó su jefa—, deja de parlotear y vuelve a tu trabajo ahora mismo.

—¡Sí, señora! —saltó la castaña, asustada—. No has cambiado tu número, ¿verdad? —se dirigió a la chica— ¡Te llamo esta noche! —y se marchó a ordenar la ropa que había sobre un mesón.


Esa misma noche, al volver a casa, Mimi cumplió con su palabra contactando a Azumi por celular. Comenzaron poniéndose al día con sus vidas y terminaron hablando de todo lo relacionado con su antiguo trabajo, como los ensayos, las presentaciones, su relación con las demás integrantes del grupo, anécdotas memorables y lo felices que eran antes del atentado. Entonces, la chica le comentó que junto a dos excompañeras más pretendían estudiar actuación de voz.

—La próxima semana iremos de oyentes a una clase. ¿Te gustaría probar? —la invitó de manera inesperada.

—¿Quieres que vaya con ustedes?

—¡Claro que sí! Estoy segura de que te encantará.

—Este… ¿me das tiempo para pensarlo?

—Está bien, avísame antes del lunes.

Tras despedirse, la castaña fue corriendo al cuarto de su compañera de piso y, desde afuera, gritó:

—¡Soraaa! ¡Ayudaaa!

Asustada, la Takenouchi fue a abrirle la puerta a toda prisa.

—¿Qué pasa?

—¡Me invitaron a una clase de actuación y no sé qué haceeer!

Y se tiró sobre la cama de su amiga de forma dramática. La pelirroja suspiró.

—Pensé que era algo grave —gruñó.


A la semana siguiente, Mimi se reunió con Azumi, Yurina y Chieko a una cuadra de la academia. Caminaron juntas, ingresaron al edificio y esperaron en el recibidor hasta que un encargado las condujo hacia una sala. Allí dentro encontraron a un profesor dando clases a un grupo de personas. El método de enseñanza era bastante didáctico, consistiendo la primera mitad en ver la parte teórica, y la segunda, en trabajar la parte práctica, permitiéndoles a los aspirantes actuar y grabar diálogos de prueba para escucharse a sí mismos, recibir correcciones y, con ello, pulir sus habilidades.

La castaña estaba muy entusiasmada y observaba todo lo que hacían con mucho interés. Levantó la mano para hacer una pregunta, pero el profesor dio un aviso general de que solo atendería a los oyentes al finalizar la clase.

Llegado el momento, Mimi por fin pudo hacer sus consultas.

—¿Los actores de voz pueden cantar?

—No es un requisito —respondió el hombre—, pero sí es muy común que lo hagan quienes se dedican al anime y videojuegos o al doblaje de dibujos animados extranjeros.

—¿Y dónde se graba todo eso?

—En estudios.

—¿En esta academia no hay escenarios?

—Ninguno.

«¡Genial!»

Y cuando todo parecía ser seguro para ella, Chieko intervino para decir:

—Pero si nos volvemos famosas sí podría tocarnos estar en uno.

—¿Eh? —musitó Tachikawa.

—He ido a eventos de actores de voz y siempre los realizan en escenarios —contó la chica.

—Así es —explicó el profesor—, cuando un anime se vuelve famoso, suelen realizarse eventos donde se presenta el elenco principal.

—Pero esto no se hace para series o películas dobladas —habló Chieko.

Mimi sintió consternación.


Al salir de la academia, camino al metro, Yurina y Chieko se mantuvieron conversando entre ellas, y Azumi se quedó unos pasos más atrás para hablar con la mayor del grupo.

—Mimi-chan —le dijo—, eras una de las mejores idols de nuestro grupo, y sería una lástima que tu talento se perdiera. Incluso si decides no convertirte en actriz de voz, espero que algún día vuelvas a brillar como antes.

No supo qué responderle.


Esa misma noche, después de que Sora volvió del trabajo, habló con ella otra vez. Le contó acerca de la clase, de su conversación con el profesor y sus excompañeras, y las palabras de Azumi.

—¿Y no podrías escoger papeles que no te lleven a subirte a un escenario?

—¡Es que quiero hacerlo, Sora! ¡Quiero volver a cantar!

Su amiga recordó la conversación que tuvo con Yamato unos días atrás y le sorprendió captar el paralelismo.

—Eso es muy bueno —sonrió—. ¿Y cuánto tiempo dura el curso?

—Dos años.

—Tiempo más que suficiente para trabajar tus miedos en terapia.

—¿Y si no lo logro? —se preguntó de pronto, preocupada.

La pelirroja se acercó a ella, le tomó las manos y la miró fijamente a los ojos para decirle:

—Yo creo en ti, Mimi. Tú puedes hacerlo. E incluso si tropiezas en el camino, siempre te voy a estar apoyando.

Los ojos de la castaña se llenaron de lágrimas.

«La adoro» pensó. «No sé qué sería de mí ahora mismo si ella no formara parte de mi vida.»

—Eres la mejor amiga del mundo —sollozó.


Unos días más tarde, Mimi fue con Sora, Miyako y Hikari a brindar en un restaurante por haberse matriculado en la academia de actuación de voz.

—¿Ves cómo todo salió bien? —le dijo Takenouchi—. No tenías de qué preocuparte.

—Gracias a las cosas que me dijiste pude dar el paso —respondió Tachikawa.

—Seguro que te irá estupendo —aseguró Inoue—. Eres talentosísima, tienes una voz hermosa y mucho carisma.

—No me halagues tanto, que después se me sube a la cabeza —bromeó.

—Lo importante es que es algo que te hará feliz —opinó Yagami.

—¡Por supuesto! Estoy muy contenta —sonrió, emocionada—. ¡Muy bien! ¡Seré la mejor actriz de voz que haya visto este país!

—Así se habla —rio Hikari.

—¡Eres la mejor, Mimi! —chilló Miyako.

Y pasaron el resto de la noche celebrando y platicando animadamente.


Aclaraciones:

Primero, la edad de Iori en esta parte de la historia es de 19 años, pero en Japón, la mayoría de edad se cumple a los 20, por eso Jou dice que es un menor.

Segundo (esto olvidé explicarlo en el capítulo anterior), en Japón, la gente no suele ir a terapia psicológica o psiquiátrica porque existen muchos prejuicios al respecto.