—Estoy componiendo una nueva canción.
A Hikari le brillaron los ojos.
—¡Qué bien! Me alegro mucho por ti, Yamato-san.
Él se mantuvo serio.
—¿Por qué no pareces contento? —quiso saber, preocupada.
—No sé si es correcto que lo esté haciendo.
—Tu alma necesita expresarse. El arte es una parte importante de ti.
—Ese no es el problema.
—¿Entonces?
La última vez que vio a su psicóloga salió de la consulta sintiéndose verdaderamente mal porque tomó consciencia de que podría terminar hiriendo a Hikari con su propia inestabilidad mental y emocional, tal y como ya había hecho con Mimi.
Si bien la vez anterior que se reunió con la menor de los Yagami fue capaz de abrirse con ella, aún tenía miedo, dudas e inseguridades. No sabía cómo debía comportarse, porque si empezaba a actuar muy distante retrocedería en su relación con ella, lo cual sería absurdo porque él mismo fue quien empezó a buscarla; y si se apoyaba demasiado en ella, se estaría aprovechando de su amabilidad y del amor que sentía por él, sobrecargándola. Qué difícil era encontrar el punto medio…
—No puedo decírtelo —dijo finalmente.
—¿Por qué?
—Son cosas que debería hablar con mi terapeuta.
—Podemos cambiar de tema si quieres —le sugirió con amabilidad.
Además, la letra que estaba escribiendo era rara y algo incómoda porque en ella volcaba sus sentimientos por Hikari, y él era alguien que siempre había tenido problemas para lidiar con sus propias emociones. Esta era una canción diferente a todo lo que había hecho hasta el momento, algo muy íntimo, y hablar de ello en profundidad le daba mucha vergüenza.
Se generó un silencio incómodo entre ambos, pero el rubio lo rompió preguntando:
—¿Cómo te ha ido con los covers?
—¡Bien! Ya subí el primero a mi cuenta, creé mi lista(1) y he recibido varias visitas. A Miyako le encantó y dijo que también quiere intentarlo.
—Sería genial que formaran un dueto.
—Sí, sería entretenido, pero —hizo una pausa—… más me gustaría cantar contigo.
Ishida se puso rojo como un tomate. Aquello lo había tomado completamente desprevenido.
—Lo siento, quizás fue muy atrevido de mi parte —se apresuró a decir, avergonzada.
—No es eso —musitó, agachando la cabeza y masajeándose el cráneo.
La castaña lo miró, expectante. Yamato se tomó su tiempo para contestar.
—Pensaré en ello —le aseguró, mirándola a los ojos—. Cuando lo haya decidido, te daré mi respuesta.
Ella sonrió, emocionada.
Cuando llegó el momento de que Hikari se marchara, Yamato se ofreció a llevarla hasta el paradero de bus debido a que ya había oscurecido.
Se quedaron platicando un rato. A los pocos minutos vieron al vehículo acercarse.
El rubio le colocó la mano encima de la cabeza a la castaña de manera cariñosa.
—Cuídate —le dijo.
—Tú también —respondió ella con timidez. Subió al bus y él se quedó unos segundos viendo cómo se alejaba.
Con las manos en los bolsillos de su chaqueta, emprendió el camino de regreso. Estaba en eso cuando recibió una llamada de Sora. Contestó, muy animado:
—¿Qué tal?
—Hola, Yamato. ¿Cómo te has sentido?
—Bastante bien.
Al llegar a casa, continuó su plática con Sora durante unos minutos. Tras terminar, fue a preparar la cena para dos, puesto que su padre llegaría del trabajo en más o menos una hora.
De pronto, sintió un sonido de notificación y la vibración de su celular. Lo miró, era Takeru. El mensaje decía:
«Tenemos que hablar.»
Se le heló la sangre.
Eran pasadas las diez de la noche cuando Yamato acudió a una repentina reunión con su hermano menor. El alumbrado público del parque emanaba una luz mortecina, como si presagiara algo desagradable. En aquel lugar no había nadie más que ellos dos.
—¿Y bien? —preguntó Ishida—. ¿Qué era eso tan importante que tenías que decirme en persona?
Takeru fue directo al grano:
—Dime, ¿te parece muy bonito salir con mi exnovia?
Yamato lo miró, intimidado. Si bien Takaishi se mantenía sereno en el exterior, el odio y la rabia se asomaban por sus ojos.
—No sé de qué estás hablando —respondió, tenso.
—Estás mintiendo.
—No estoy mintiendo, es la verdad.
—Sé que te ves con ella a escondidas.
—¡¿De qué hablas?! —exclamó.
—¡Los vi hablando en el templo en año nuevo! —reveló.
Yamato abrió mucho los ojos. ¿Cómo pudo reconocerlo aquella vez si iba vestido de incógnito, como casi siempre que salía a la calle? Trató de pensar en algo que responder y que sonara convincente, pero su mente estaba en blanco. Lo habían atrapado.
—Además —añadió Takeru—, ya me enteré de que la estás ayudando a grabar canciones.
—¿Quién te dijo eso?
—Ella misma me lo dijo cuando le pregunté.
—¡Eso no significa nada!
—¿Y tú crees que nací ayer? ¡Está claro que le gustas! Se pone toda tímida y contenta cuando habla de ti —habló, apretando los dientes y los puños, hirviendo de celos.
—Quería agradecerle porque le debía un favor, eso es todo.
—Tus excusas me importan poco, hermano.
—¡Lo que Hikari y yo hagamos no es asunto tuyo!
—¡Sí lo es, porque Hikari es mi ex! —gritó.
No podía creerlo: su hermano menor estaba comportándose de un modo sumamente irracional, pero lo que más le dolía era estar peleando con él. ¿Y tenía que ser por una chica?
—Maldita sea, ¡ella no te pertenece! —declaró—. Y a mí tampoco. Es un ser humano, es libre y puede pasar el tiempo con quien ella quiera.
—Pero lo que ustedes hacen no es solo "pasar el tiempo" —insinuó Takeru, entornando los ojos.
—¿Acaso te molesta?
—¿Ya se besaron?
—¡¿Qué te importa?! —bramó, furioso.
—Ah, o sea que si pregunto ese tipo de cosas te enojas.
—¡Si a ella le preguntaras algo como eso, se ofendería!
—Pero te lo estoy preguntando a ti.
—¡Da igual, es una falta de respeto!
—¿Y no te importa que sea la hermana menor de tu mejor amigo?
—¡Me da igual, Takeru! —gritó—. ¡Me da igual todo!
—Primero engañas a tu novia y luego seduces a la ex de tu hermano, eres un sujeto ejemplar.
—¡Deja de provocarme, no quiero seguir peleando contigo!
—¡Pues haberte mantenido alejado de Hikari!
—¡Lo de ustedes dos ya se terminó, nada de lo que ella haga con su vida amorosa debería importarte!
—Entonces reconoces que ustedes dos tienen algo.
Yamato bajó la mirada. Guardó silencio.
—¿Qué harías si yo saliera con Mimi? —le preguntó Takaishi.
Ishida se quedó pasmado, pero decidió responder con honestidad:
—Se me haría muy incómodo al principio, pero no podría detenerlos ni recriminarles nada a ninguno de los dos porque Mimi y yo terminamos por mi culpa y ella es libre de estar con quien quiera, al igual que Hikari.
A Takeru le irritó comprobar que su provocación no había surtido ningún efecto.
—¡Eres terrible, Yamato! ¿Cómo pudiste hacerme esto? —le recriminó, con los ojos vidriosos.
—¡Esto no tiene que ver contigo, entiende!
—¡Sí tiene que ver, porque aún la amo! —confesó.
—¡No es mi culpa que aún sientas algo por ella!
—¡Dime, ¿cómo hago para olvidar a la mujer que he amado desde hace diez años?! ¿Qué fue lo que hice mal? ¿Qué podría haber hecho para que lo nuestro no se terminara? Yo —sollozó— ¡no quería que se acabara nunca! ¡Quería estar con ella para siempre! Y, aun así… —su voz se quebró y se largó a llorar, cayendo de rodillas al piso.
La rabia de Yamato disminuyó al ver a Takeru así. Sintió lástima por él y cierta vergüenza ajena.
—¿Qué tendría que haber hecho para que se quedara conmigo? —se lamentó en voz alta—. ¿Acaso no fui lo suficientemente bueno para ella?
—No creo que haya sido ese el problema —opinó, reservándose lo que ya sabía al respecto.
—De entre todos los hombres del mundo ¡¿por qué tuvo que elegirte a ti?! —gritó, rabioso.
—Hikari y yo no somos novios —aclaró, aunque sabía que era inútil.
—¡No importa! ¡Es cuestión de tiempo que ustedes dos estén juntos! Y no podré evitar que suceda —masculló, frustrado.
Yamato se llevó una mano al rostro y cerró los ojos. Era una situación incómoda, difícil y dolorosa para ambos. Lo miró y le dijo:
—Takeru, yo… no quería hacerte daño.
—Ya es tarde —masculló, con los labios apretados de la rabia y los ojos llenos de lágrimas.
El hermano mayor bajó la mirada, pesaroso.
—No tengo nada más que decir —concluyó.
Takaishi lloró aún más fuerte. Ishida le dio la espalda y se marchó, dejándolo solo.
Sin embargo, la culpa lo golpeó con fuerza a los pocos días, y en su siguiente sesión con la psicóloga le contó todo lo acontecido.
—Entonces tu hermano sigue enamorado de ella.
Yamato guardó silencio, entristecido.
—Pero lo que le dijiste igualmente era cierto —destacó.
—¡Pero, aunque lo fuera! —saltó—. Aunque lo fuera…
—Es complicado —comprendió.
—Hice llorar a Takeru —habló, hundiendo el rostro en sus manos—. Es mi único hermano, y está sufriendo por una situación que yo provoqué.
—Escucha —le dijo la mujer, muy seria—: que tu hermano no tenga resuelto su pasado con ella no es tu culpa, le corresponde a él solucionarlo y sanar por su cuenta. Tú mismo le dijiste que Yagami es una mujer libre, y ella debe pensar de la misma manera, por eso te eligió a ti.
—Oiga, usted misma me dijo que debía tener cuidado —señaló, molesto.
—Y lo mantengo. Sobre todo después de este incidente con tu hermano que, claramente, les afectó a ambos.
—Ya no sé qué hacer —suspiró, apesadumbrado.
—Estás confundido.
—Sí, lo estoy.
—Si ese es el caso, conviene que te tomes tu tiempo para reflexionar. No apresures nada.
—Tomarme mi tiempo, ¿eh?…
Si bien tenía claros sus sentimientos, consideró que lo más conveniente era distanciarse de Hikari por una temporada. Tuvo una plática sincera con ella donde le explicó sus motivos: el incidente con Takeru, el hecho de que seguía en terapia y que aún necesitaba ordenar sus ideas y su propia vida, pero, sobre todo, que…
—En el tiempo que me queda para recuperarme no quiero herir a nadie más.
«Esta vez voy a hacer las cosas bien» declaró en su fuero interno.
La joven apretó el puño que tenía libre, y la mano con la que sujetaba su celular temblaba ligeramente.
—Yamato-san, de verdad, si hay algo más que pueda hacer por ti…
—Ya has hecho suficiente —la interrumpió con firmeza—. Gracias a ti visité lugares nuevos, me enseñaste una nueva habilidad, por ti recuperé las ganas de componer música.
La castaña sintió el pecho apretado.
—Suena como si te estuvieras despidiendo —habló, tensa.
Yamato hizo una pausa.
—No —dijo finalmente—, no es una despedida. Quiero que sigamos en contacto.
La llama de la esperanza se hizo un poco más grande dentro del corazón de Hikari.
—Está bien. Entiendo por lo que estás pasando, aunque —suspiró—… te voy a echar mucho de menos.
El rubio guardó silencio unos instantes.
—Tengo que colgar —respondió con prisa y finalizó la llamada.
Se encorvó y dejó caer los brazos sobre sus rodillas. Sintió angustia, un nudo en la garganta. Apretó los puños y las lágrimas brotaron de sus ojos sin control.
—¡Maldición! —aulló, frustrado a más no poder—. ¡¿Por qué tenía que suceder ahora?! —se lamentó—. Justo cuando todo parecía ir bien…
Se agarró la cabeza con ambas manos y lloró amargamente.
Hikari se había quedado pasmada ante esa despedida tan abrupta. Separó el celular de su oreja y miró el fondo de pantalla con claveles rosa, sobre el cual empezaron a caer pequeñas gotas. Se enjugó las lágrimas con una sola mano.
Durante el año que pasó soltera no se sintió sola, estaba muy tranquila con su vida y consigo misma, pero ahora que quería a Yamato y que no podrían verse durante un tiempo sentía una gran inquietud. Era una persona paciente y no mintió al decirle que no tenía problema con esperarlo, pero no podía descartar la posibilidad de que Yamato al final decidiera alejarse de ella de forma permanente. La salud mental de otra persona era algo que escapaba de su control, lo único que podía hacer era darle tiempo, apoyarlo a la distancia y mantener la esperanza de que, una vez recuperado, elegirá estar con ella. Tenía que confiar en él.
Sin embargo, había algo que la irritaba profundamente, y era saber que Takeru había tratado de interponerse entre ellos dos.
—Esto no se quedará así —declaró para sí misma.
Al día siguiente, el estudiante de literatura le escribió a su exnovia por Line:
«¿Cómo está la mejor fotógrafa de Japón?»
»No me hables así» respondió, cortante.
El rubio se sorprendió.
«¿Por qué estás molesta?» quiso saber.
»Takeru, por favor, sabes perfectamente lo que pasó».
El joven se puso tenso.
«¿Quieres que te llame?»
»Como quieras.»
Takaishi abrió la agenda de contactos de su celular y llamó a Yagami. Ella contestó casi de inmediato.
—¿Aló, Hikari? ¿Pasó algo?
—No te hagas el desentendido —le exigió. Pese a que su tono era tranquilo, era evidente su irritación.
—Pero…
—No tenías por qué hacer eso y lo sabes.
—Eh… ¿hacer qué?
—¡Armarle un escándalo a Yamato-san! —alzó la voz.
Takeru tragó saliva.
—Pero…
—Lo que hiciste estuvo muy mal.
El joven frunció el ceño.
—Pues lo que tú hiciste también estuvo mal —le espetó—: nos escondiste a todos que te estabas viendo con mi hermano.
—¿Por qué tendría que haberles dicho?
—Porque somos tus amigos.
—¡Tú no eres mi amigo, eres mi exnovio celoso! —gritó.
Aquello le sentó como una puñalada en el estómago.
—¿Y qué será lo siguiente? —continuó quejándose ella—. ¿Que me hagas una escena de celos cuando vuelva a tener novio?
—No, Hikari, yo…
—No digas nada más. No tendríamos que haber vuelto a ser amigos —zanjó y colgó el teléfono.
Takaishi se quedó en shock.
Esa misma noche, aprovechando que sus padres dormirían donde unos parientes, Ken invitó a Takeru a su casa a beber.
—Esto es terrible —concluyó el rubio tras contarle lo ocurrido—, terminé peleando con mi hermano y con Hikari.
—Dos de las personas más importantes para ti —empatizó Ichijouji.
Takaishi dio un trago largo a su cerveza y preguntó:
—Dime, Ken, ¿qué harías tú en esta situación?
«No entiendo por qué me han pedido tantos consejos sentimentales últimamente: primero Jou-senpai, luego Daisuke, y ahora, Takeru» meditó para sus adentros. «La única pareja que he tenido es Miyako, y todos los consejos que doy son de sentido común.»
—Esperar a sentirme mejor para hablar con ambos —respondió, justo antes de comerse el último trozo de pizza que quedaba en la caja.
—¿Y qué puedo hacer mientras tanto? Esperar en una situación así…
—Es duro —completó su frase.
Takeru soltó un quejido.
—Ojalá algunos sentimientos se pudieran borrar —deseó, angustiado.
Ken lo miró con tristeza.
—Oye, no le vayas a contar a Daisuke que me viste así —demandó, empezando a ponerse ebrio—. Si supiera lo patético que soy ahora mismo, se reiría de mí.
—Daisuke no haría eso, es un buen tipo —lo defendió su mejor amigo—. De hecho, eso es más algo que harías tú.
El rubio soltó una risa apagada.
—En realidad —pidió, esforzándose en ser coherente pese a estar perdiendo la lucidez—, preferiría que no le contaras a nadie lo que pasó. Ya fue bastante fuerte la pelea de Mimi con mi hermano. No quiero que todo empeore por mi culpa.
—Descuida, no le diré a nadie —le prometió.
—Ah, mi vida apesta —suspiró.
Ken se levantó un momento para traer botanas de la cocina. En ese lapso, Takeru abrió Line y se quedó un buen rato mirando el chat grupal de elegidos.
Sora abrió el chat para ponerse al corriente de lo que habían hablado sus amigos. Entonces, al llegar al final de la conversación, vio que Takeru había salido del grupo.
«Qué extraño. ¿Habrá pasado algo?»
Entró a la cocina a lavar los platos, esta noche le tocaba a ella. Entonces, mientras fregaba, ató cabos sueltos y comprendió lo que podría estar sucediendo.
—Oh, no.
Echó una mirada a la sala de estar. Mimi estaba platicando alegremente por teléfono con una amiga, acostada en el sofá.
«Cuando se entere de esto…» pensó, temiéndose lo peor.
Takeru se quedó dormido, y Ken lo llevó hasta el sillón y lo cubrió con una manta.
Una media hora más tarde sonó su celular. Contestó, y lo primero que escuchó fue a su novia gritando su nombre, escandalizada; acto seguido, le contó el chisme a toda velocidad, a lo que él respondió, muy tranquilo, que ya estaba enterado y que Takeru se quedaría a dormir en su casa. Miyako dijo que apoyaría a Hikari, mientras que Ken decidió mantenerse neutral. Sin embargo, Ichijouji captó que Yagami no le había dicho a ella quién era la persona que le gustaba ahora, y como él había prometido guardar silencio, esto siguió siendo un misterio para Inoue.
Pocos minutos después de que terminaran de hablar, Miyako volvió a llamarlo para decirle:
—¡Takeru se fue del chat!
Ken se palmeó el rostro.
—Hablaré con él mañana —le aseguró.
Pasaron tres semanas durante las cuales Hikari se centró en sus estudios —al encontrarse en la recta final del semestre académico, estaba hasta el tope de evaluaciones— y Yamato se dedicó a componer canciones inspirándose en todo lo que había vivido durante el último tiempo. Pese a que ya no podían verse, mantenían el contacto por Line a diario, aunque fuera para escribirse dos líneas o darse las buenas noches.
Una noche, Sora llamó a Yamato para saber cómo le iba con los tratamientos, a lo que este respondió que el psiquiatra le había reducido la dosis del antidepresivo y que la terapia con la psicóloga le había hecho muy bien. Además, había dejado el cigarro de forma definitiva.
—Me alegra mucho, Yamato —le dijo Sora, sonriente—, de verdad, te felicito.
—No sé cómo lo hice, pero creo que finalmente estoy saliendo de esto.
—Siempre tuve la esperanza de que te recuperarías —le expresó con sinceridad.
En ese momento se sintió agradecido de tener en su vida a personas que se preocupaban por él de manera genuina, y comprendió que debía tomar en cuenta el consejo de su psicóloga de abrirse más con el resto y no apoyarse solo en Hikari. Ahora sí se sentía capaz de hacerlo.
—Sabes, Sora —habló, mirando las estrellas a través de su ventana—… quiero viajar.
(1) En Niconico (explicado en las notas del capítulo 5) existe algo llamado MyList, una herramienta que te permite archivar videos en una lista, y los usuarios que suben sus propios covers suelen crear su propia MyList con sus canciones para que sea más fácil acceder a ellas y visualizarlas de forma ordenada.
