Cap 2: Bienvenido
Regulus subió las piernas de su tío a sus hombros buscando el mejor ángulo para llegar hasta lo más profundo de aquel omega. En esos momentos llevado por el instinto ya no tenía delante suyo a su maestro o su tío, sólo era un omega ofreciéndose a él. Debía marcarlo. Hacerlo suyo. Llenar ese apretado agujero con su esencia. Comenzó a penetrarlo bruscamente y sin un ritmo debido a la falta de experiencia. Sólo buscaba hacer lo que dijo su padre: liberar su excitación. Estaba cansado de soportar el dolor en su endurecido pene y más cuando la solución estaba delante de sus ojos.
Sísifo notó la falta de cuidado. Su pequeño discípulo no se preocupaba por su placer o por jugar con él cómo harían los demás. Estaba concentrado en él mismo. Era tan egoísta. Tan salvaje. Tan excitante. Estaba siendo presionado con tal bestialidad que ni siquiera era capaz de hilar alguna oración. De su boca sólo salían gemidos y gritos de placer. Aunque era joven e inexperto, por instinto Regulus era un macho dominante que no descansaría hasta saciarse y marcarlo con su semilla. Sin importarle nada ni nadie más. Y eso le fascinaba. La forma en que no se contenía y lo trataba justo como lo que era. Oh las primeras veces de los alfas eran tan gloriosas. Tan primitivas y salvajes. Tuvo las de los gemelos y la del espadachín y ahora la del pequeño león. Esta era una experiencia única que no se repetiría cuando ganará más experiencia. Este estado tan primitivo y puro era digno de ser saboreado y enmarcado en su memoria.
—Ese es mi hijo. Estoy tan orgulloso —felicitó Ilias en voz alta—. Por ser tu primera vez puedes anudarlo —permitió con una sonrisa.
—¿Anudarlo? —cuestionó el menor confundido—. ¿Qué es eso? —quiso saber.
—Es la parte favorita de tu tío, deja que él se encargue —respondió Ilias.
El omega interior de Sísifo estaba complacido con el nuevo alfa que se sumaría esta noche a su grupo. Ser tratado de esa manera lo hizo reconocerlo como un digno león. Incluso sollozaba rogando por tener más tiempo a aquel joven alfa en su interior. Con su experiencia, no fue difícil para Sísifo darse cuenta de cuando estaba cerca del momento culminante. Mientras Regulus sólo se enfocaba en embestirlo.
—Cuando no puedas aguantar más sólo déjalo salir —instruyó Sísifo mientras sus piernas se envolvían en su cadera—. El resto ocurrirá naturalmente como dictan las estrellas.
Apenas consciente de lo que estaba diciendo, Regulus ralentizó sus embestidas volviéndolas más profundas y furiosas. Hasta que finalmente su pene se hinchó y quedó trabado en el omega. Éste mantuvo su llave en la cintura del otro y acarició su rostro cuando cayó desplomado en su pecho.
—¿Esto es anudar? —preguntó Regulus queriendo saber por qué no podía salir del cuerpo de su tío.
—Así es —confirmó Sísifo acariciando sus cabellos—. Es lo que los alfas hacen cuando quieren tener un cachorro.
—¿Vas a darme un hijo? ¿Eso significa que vas a producir leche por aquí? —preguntó jalando y retorciendo juguetonamente uno de los pezones.
—Si los dioses así lo desean —respondió el omega mientras seguía acariciando el rostro del menor—. Pareces un cachorro buscando mamar la leche de su madre.
—¿Puedo? —preguntó el menor sin poder detener la tentación.
—Adelante —permitió Sísifo guiando con sus manos la cabeza del menor hasta sus sonrosados pezones—. Estaremos unidos un rato hasta que baje el nudo —explicó.
—Se siente tan bien estar dentro de ti —dijo comenzando a succionar de aquellos pezones como si de verdad pudiera extraer leche de ellos.
—También puedes morder si quieres —ofreció el omega.
—¿De verdad? —quiso confirmar el joven león.
—Sí, no te contengas y has todo aquello que te apetezca —confirmó Sísifo mientras sus manos acariciaban la espalda y las nalgas del menor apretando esa zona.
Sísifo acunó la cabeza de su sobrino entre sus brazos dejándose lamer y succionar sus pezones como si estuviera dándole de mamar a un cachorro. Incluso lo observaba de manera maternal. Si no fuera por él pene del menor descansando entre sus piernas podría pasar por una imagen familiar. El menor de vez en cuando subía su boca y mordía el cuello del otro o jugaba con su, no tan marcada, nuez de Adán. Su tío también correspondía a sus mimos lamiendo el cuello del menor, así como sus mejillas. Sus lenguas paseaban libremente por la piel a su alcance y se encontraban en húmedos besos mientras sus manos inquietas exploraban el cuerpo del otro. Los sonidos de succión producían un ruido completamente obsceno acompañado de cortos gemidos liberados por ambos.
Ilias continuaba tocándose mientras observaba la erótica imagen de esos dos mojándose y lamiéndose de esa manera tan sensual. Veía con orgullo como su hijo disfrutaba especialmente de amasar las nalgas de su tío mientras este arañaba la espalda del menor. Pero no lo hacía con salvajismo. Bajaba despacio con la punta de sus uñas marcando líneas rojizas causándole un leve escozor. Le encantaba esa imagen acompañada de los gemidos y el sonido de la humedad de sus bocas bebiendo del otro mutuamente mientras combinaban sus feromonas en reconocimiento de sus géneros secundarios. El alfa y el omega se habían apareado exitosamente y ahora se reconocían como compañeros. Oficialmente Regulus ahora formaba parte de los alfas de Sísifo.
—¿Por qué algo que está tan mal se siente tan bien? —preguntó Regulus dejando los maltratados pezones un momento.
—¿Qué quieres decir? —cuestionó el arquero mientras restregaba su mejilla con la del otro como un felino impregnando su aroma. Acción que el otro imitó.
—Eres mi maestro y mi tío y aun así yo... —dijo el menor con una expresión culpable mientras movía un poco la cadera al sentir su nudo bajando lentamente—. Estoy feliz por lo que hicimos —admitió con vergüenza—. Mi alfa ronronea de gusto ante la idea de que seas mío.
—No deberías dejar que tu mente se corrompa con el veneno del hombre —afirmó Ilias—. El incesto sólo es un tabú entre los hombres, pero en la naturaleza no existe —afirmó mientras acariciaba suavemente los cabellos de su hijo—. Si los omegas no estuvieran hechos para esto no habrían nacido con períodos de celo.
—Es muy doloroso soportarlos —complementó Sísifo mientras acariciaba las mejillas del menor—. Cuando luchas contra la naturaleza todo se vuelve doloroso. Es mejor entregarnos a lo que somos y estar en armonía con nuestro segundo género.
—Las normas del santuario, la moral y todas esas tonterías son la razón de que no puedan hablar con el viento. No pueden entender este mundo, la naturaleza y la belleza de la creación —explicó Ilias observando a sus familiares satisfecho por su actuación.
—No entiendo —respondió Regulus confundido.
—Pronto lo harás —tranquilizó Sísifo besando casualmente su frente—. Por ahora descansa —aconsejó.
El pequeño Regulus terminó quedándose dormido arrullado por el sonido del corazón de su tío dejando a los otros dos hablar.
—¿Su nudo ya bajó? —interrogó Ilias.
—Así es —respondió sacándolo de su interior suavemente antes de recostarlo en el suelo mientras el santo de leo se quitaba la capa y se la entregaba a su hermano menor.
—Tápalo. La noche es fría —ordenó dejando que él lo arrullara para dormir.
—Pobre —dijo Sísifo acariciando los cabellos del menor mientras lo tapaba—. Creo que fue demasiado pronto para él —opinó con un suspiro.
—No lo creo —dijo Ilias volviendo a sujetar la cintura de Sísifo para sentarlo sobre su regazo quedando cara a cara—. ¿Estás satisfecho? —preguntó acariciando sus muslos desnudos y manchados se sudor y otros fluidos.
—Eso debería preguntarlo yo —comentó sagitario sonriendo juguetonamente mientras le mordía el cuello—. Eres tú quién se excita al ver a su hermano menor ser sodomizado por otros machos.
—Me encanta verte hundido en un placer tan delirante y sucio que no puedes mantener la cordura —dijo Ilias mientras sus manos recorrían su pecho bajando hasta su vientre abultado por la cantidad de semen que le dejaron dentro—. Además, pronto estarás en espera —susurró mientras olfateaba profundamente su cuello embriagándose con su aroma—. Puedo olerlo —jadeo excitado—. El dulce aroma de una hembra fértil lista para concebir un hijo —aseguró con sus dientes jugando con el lóbulo de su oreja.
—¿Te preocupa quién pueda ser el padre? —preguntó mientras dejaba cortos besos en su cuello y se entretenía chupando la nuez de Adán del mayor—. ¿Quieres que te dé otro hijo? —preguntó mientras se acercaba a su oreja—. Da la orden y daré a luz otro heredero para ti.
—No —negó suavemente mordiendo su hombro—. Ni siquiera tuve dudas cuando quedaste en cinta de Regulus —aclaró tranquilamente.
—¿Algún día le diremos que es nuestro hijo? —preguntó mientras besaba con devoción el pecho del mayor.
Sísifo observaba a su hermano mayor como si fuera su dios. Él era la persona que más admiró desde joven, su hermano mayor y su maestro en todo aspecto importante en su vida incluyendo el sexual. Ilias disfrutaba de esa forma de mirarlo. Esa manera suave y respetuosa de besar y lamer su pecho le permitía apreciar el deseo del menor por complacerlo. Siempre lo hacía. Daba lo mejor de sí mismo por cumplir lo que fuera que le ordenará. Incluso cuando lo entregó a los alfas de géminis y capricornio, Sísifo no lo cuestionó. No preguntó sus motivos y sólo cumplió. De todas formas, luego le explicó algunas cosas que no afectarían a su futuro de manera negativa, pero saber hasta dónde estaba dispuesto a llegar sólo por una palabra suya era suficiente para alimentar su ego como alfa.
—No es relevante —afirmó Ilias con una mano acariciando su cabeza mientras la otra recorría sus piernas.
—Entonces ¿qué te preocupa? —interrogó curioso el arquero mientras sujetaba la mano de su hermano mayor para llevarla hasta su vientre—. Dijiste que no querías que te dé un hijo —se quejó haciendo un puchero.
—No dije eso —aclaró mientras su mano se deslizaba ligeramente hacia abajo con sus dedos acariciando peligrosamente su entrada—. No me interesa ser el único que te tome para asegurar descendencia. Las estrellas son nuestras guías y ellas elegirán la mejor semilla para que te fecunde —explicó con sus dedos hundiéndose en su interior—. Por eso es por lo que traje a los mejores ejemplares para que copulen contigo y el elegido por el destino será quien logre la concepción con éxito.
—El viento lo está susurrando —gimió Sísifo mientras Ilias retiraba sus dedos haciendo que el semen brotara de su interior.
—La diosa Hera te ha bendecido con una gran fertilidad y mi deber es buscar los mejores especímenes para corresponder su gracia —continúo hablando Ilias mientras movía suavemente sus dedos hundiéndolos de nuevo en su cuerpo—. Y tú deber como omega es procrear cuando llegue la hora dictada.
—Soy afortunado de tener tantos alfas —suspiró Sísifo agradecido por su suerte—. Todos ustedes cuidan tan bien de mí —dijo feliz mientras jugaba con sus propios pezones endurecidos y rojos por las mordidas que le dieron anteriormente—. Necesito más, mucho más. Quiero que sigan montándome toda la noche —jadeo sin poder contenerse.
—Hoy es noche de luna llena —comentó Ilias—. Tu celo será especialmente fuerte. En especial porque no podrás calmar el calor hasta que engendres nueva vida —explicó deleitándose por la imagen delante suyo.
Sísifo tenía las mejillas sonrojadas y la mirada vidriosa nublada por el deseo. El santo de leo acarició su mejilla con su pulgar viendo como el menor se apoyaba dócilmente y se restregaba como un gatito buscando la caricia de su dueño. Observó sin pudor ni disimulo el cuerpo del omega. Estaba sudoroso, manchado de semen y cubierto de diversas marcas de mordidas. Era hermoso. Le fascinaba esa imagen decadente. Su "puro" y para todos "casto" hermanito entregándose a los alfas que él personalmente seleccionó, era perfecto.
Usando ambas manos ahuecó las mejillas del menor y se acercó lentamente para besarlo. Fue suave al acercarse, pero su lengua fue implacable al buscar el dominio sobre el menor. Sísifo cerró los ojos entregándose a ese beso igual que su hermano mayor. Estaba tomándose un pequeño descanso luego de atender a tantos alfas. Ellos eran todos santos dorados capaces de moverse a la velocidad de la luz, viajar entre dimensiones, mover objetos sólo con su mente entre otras actividades completamente fuera de los límites de una persona normal, tener sexo durante más tiempo del que lo podría soportar cualquier civil, era la menos descabellada de sus habilidades. Aun así, unos momentos mimándose antes de retomar la actividad no les venía mal.
Ilias mantenía sujeta la cintura de su hermano mientras lo besaba y este lo tenía envuelto con sus brazos.
—Sería muy doloroso resistirme —jadeó el omega separándose de sus labios al comenzar a sentirse cada vez más deseoso.
—Entonces no lo hagas —aconsejó el santo de leo con obviedad—. Entrégate a tus instintos, no te resistas a ellos —ordenó con una mirada afilada listo para tomar su turno.
—Otra vez está volviendo el calor —gimió sagitario cuando el calor se concentró en su bajo vientre—. ¡Los necesito! ¡Quiero que todos me follen hasta el cansancio! —exclamó temblando de deseo.
—Y así será. Sin embargo —aclaró Ilias—. Es importante que no olvides que cuando yo muera reconozcas a Regulus cómo tu macho principal —ordenó serio—. ¿Entendiste? Muchos pueden tomar tu cuerpo cuando estás en celo, pero sólo puedes pertenecerle a alguien de la constelación de leo.
Ilias estaba enfermo y tanto Sísifo como los alfas de su "manada" lo sabían. El tiempo del cual disponía era incierto. Era triste pensar en que pronto lo perderían, pero no había forma de luchar contra la tuberculosis. El santo de leo a menudo los tranquilizó diciéndoles que para que una nueva estrella naciera, la vieja debía morir. En pocas palabras, Regulus no podría ser el nuevo santo de leo hasta que él dejara este mundo. Por eso estaba preparando a su hijo para asumir sus obligaciones. Entre las cuales estaba cuidar del omega que esos tres signos compartían. Sólo ellos tenían derecho a poseerlo, pero, así como recibían su calor, lo justo era que ofrecieran su protección y cuidado.
Sísifo amaba esa parte dominante de su medio hermano mayor. Al oír sus órdenes su omega interior jadeo deseoso por él. Era así desde que lo hizo suyo. La primera vez tuvo miedo de esos sentimientos. Cuando todavía era virgen y su celo llegó, se llenó de terror y no supo qué hacer. Intentó huir y esconderse lejos temiendo lo que pudiera ocurrir. Las consecuencias de dejar de ser casto y puro le aterraban. Temía la deshonra y la vergüenza que podría traerle a Ilias el aclamado héroe del santuario si se sabía que su hermano menor era un omega usado. También temía quedar embarazado antes de contraer nupcias o un lazo legítimo. Otro motivo de burla y humillación.
Sin embargo, Ilias como todo un león lo persiguió por el bosque hasta darle caza. Cuando lo alcanzó desgarró su ropa bruscamente asustándolo en el proceso. Al inicio rogó que se detuviera y pidió perdón sin saber muy bien por qué. Pero eso no detuvo al mayor quien siguió adelante explorando su cuerpo, acariciándole en los puntos más erógenos mientras lo intoxicaba con sus feromonas de alfa. Pronto perdió el sentido de sí mismo y para cuando volvió a sentirse dueño de su propio cuerpo estaba montando el erecto miembro de su hermano mayor.
Las poderosas manos del santo de leo lo ayudaban a moverse haciendo que se enterrara en lo más profundo de su ser. Forcejeo un poco creyendo que estaban cometiendo un error, pero una estela de besos cayó sobre su rostro de parte del mayor antes de anudarlo. Mientras estaban pegados, su héroe lo abrazó y le explicó todo. Así todo quedó claro para él. Y nunca más volvió a sentirse mal por entregarse febrilmente a sus compañeros dorados. Al contrario, se sintió bien. Se sintió útil. Tal y como su maestro le había enseñado.
Salió de sus recuerdos al sentir que el cuerpo de Ilias estaba exudando sus feromonas de alfa queriendo marcarlo como aquella vez. Quería hacerle ver que aun cuando cuatro alfas lo habían poseído él era el principal. El único al que podía pertenecerle por completo. Sagitario sintió a su omega interno reaccionando ante el llamado del alfa. Su aroma le indicaba que estaba listo para tomar su turno y él no se negaría.
—Sométete a mí —ordenó Ilias con voz profusa—. Ponte a cuatro y ofrécete para tu alfa —exigió con prisa—. Hazlo —pidió con voz más suave susurrándole en el oído mientras olía las feromonas del menor mezcladas con el aroma de los alfas anteriores.
—Sí, hermano —gimió excitado comenzando a mojarse mientras se colocaba sobre sus rodillas y apoyaba su pecho en la grava para ocupar sus manos en separar sus propias nalgas exhibiendo su entrada—. Tómame por favor —rogó.
El mayor sonrió satisfecho, pero sólo rozó la punta de su ansioso miembro contra la maltratada y usada entrada del omega. Completamente sonrojado rogaba por ser llenado con aquel enorme pedazo de carne. Sin embargo, Ilias lo torturaba sólo frotándose contra él. Haciéndole sentir un alivio tan pasajero que pronto se convertía en un deseo aún más ardiente.
—Eres como un súcubo —gruñó Ilias mientras continuaba sólo frotándose contra él menor sin penetrarlo—. Tienes un aroma irresistible y quién prueba una vez el sabor de tu piel se vuelve completamente adicto a tu cuerpo —afirmó observándolo serio—. Si no fuera por mí que medio entre los alfas que te desean, se desatarían batallas de mil días por tu culpa —acusó dándole una fuerte nalgada que dejó sus dedos marcados en el omega—. Y lo peor de todo es que eres insaciable. No puedes estar tranquilo con uno solo y seduces a varios. ¿Es eso lo que te gusta? —preguntó con dureza.
—Es mi culpa por enloquecer a los alfas con mi celo —se lamentó el menor sin negar ninguna afirmación de su hermano.
Sísifo creía cada palabra dicha por su maestro. Era cierto todo lo que dijo respecto a él. Disfrutaba de ver a quienes alguna vez lo menospreciaron deseándolo con locura sabiendo que nunca obtendrían el permiso de Ilias para tocarlo y sin eso él nunca se los permitiría. Tampoco nadie podía intentar hacerle daño, pues tenía otro tres alfas. Él nunca estaba solo. Siempre alguno de ellos estaba cerca para socorrerlo si la situación se le iba de las manos. Ellos protegían su honra ante todos y nunca lo trataron como si valiera menos. Sólo cuando estaban en privado ellos dejaban salir algunos fetiches que él cumplía gustoso. Un precio bajo si tenía en cuenta todo lo que recibía.
Además, no le desagradaba. Había desarrollado un gusto particular en ser degradado por los alfas cuando tenía sexo. Así como Ilias era vouyerista, él era masoquista. Le gustaban los insultos y el trato rudo a la hora de fornicar, pero cuando todo terminaba apreciaba ser respetado como el santo que era. Algo que sus alfas entendían perfectamente. Ninguno de ellos jamás se equivocó. Sólo cuando tuvieran sexo podían hacerle lo que desearan. Si lo llegaran a irrespetar fuera de la privacidad nunca más podrían volver a tocarlo. Y ninguno quería arriesgarse a perderlo cuando a estas alturas eran igual de adictos a Sísifo que este al sexo.
—Estás compensando todo el daño del que eres causante en estos momentos —tranquilizó lamiendo su cuello—. Yo haré de ti un gran santo y un omega respetable —prometió repartiendo besos a lo largo de su espalda haciendo que se arqueara.
—Eres tan bondadoso con un pecador como yo —gimió sagitario sintiendo deseos de llorar de felicidad por la misericordia de su hermano mayor.
—Yo evitaré tu destino fausto usando mi propio cuerpo. Por eso es que debes ser un buen omega y responsabilizarte de lo que provocas —explicó Ilias sonriendo al verlo grabar cada palabra suya en su mente.
—Lo haré —asintió el omega dócilmente—. Compensaré a los alfas que seduje usando mi cuerpo como tributo para ellos —juró decidido a cuidar de sus alfas tan bien como ellos lo hacían por él.
Sin poder soportarlo más, el alfa introdujo su enorme falo en el cuerpo de su medio hermano menor. Éste gritó de puro placer. Se sintió lleno y completo al tenerlo dentro. Sus manos desesperadas comenzaron a arañar el pasto buscando calmar el abrumador calor sin conseguirlo. Ilias observó a su pequeño hermano gritar y retorcerse. Él era más grande que el arquero y a propósito lo estaba aplastando con su peso para hacerlo sentir todo su miembro erecto en lo más profundo de su ser. Repentinamente la boca de guardián del quinto templo se aferró a la tierna carne del cuello de su medio hermano menor.
Con sus brazos se aseguraba de no aplastarlo con todo su peso y sólo sus caderas imprimían fuerza en cada embate. Sólo en esa área lo aplastaba contra el pasto. El miembro de Sísifo estaba apretado directamente contra la grava haciéndolo gritar más alto. Dolía, pero extrañamente le generaba adicción la sensación de placer que sobrevenía después de ese breve momento de escozor.
El arquero conocía esa postura. Era la que su hermano usaba cuando estaba de muy buen humor. La misma que era propia de su signo. Cualquiera que los viera pensaría que se trataba de dos gatos en celo. El omega jadeo e intentó moverse al mismo ritmo del otro. Acompañándolo. Su omega interior celebraba ser sometido de aquella brusca manera por un alfa dominante como ese. El hombre más poderoso del santuario. El héroe. El aclamado santo dorado de leo había decidido tomarlo a él pese a todo. A pesar de ser un fracaso, a pesar de ser más débil y a pesar de su profecía. Lo mantenía sujeto del cuello haciendo uso de su boca mientras sus trabajados abdominales se rozaban con su espalda en cada movimiento.
El cuerpo de Ilias superaba el suyo en masa muscular, siendo más marcado y firme de lo que jamás podría ser un omega. Usaba esa postura especialmente cuando quería reducir al menor a una masa temblorosa y excitada. Le había enseñado bien. Sin necesidad de decirlo Sísifo ladeaba la cabeza para darle el mejor acceso a su cuello donde podía saborear su tersa y adictiva piel. A pesar de no recibir estimulación por el frente sabía que alcanzaría su clímax cuando sintiera el suyo derramándose en su interior. Era un gran maestro después de todo. Lo volvió resistente en niveles inhumanos tanto como guerrero como omega. Pudiendo encargarse fácilmente de alfas que le superaban en número. Entonces sonrió malicioso y comenzó a penetrarlo lentamente y sin llegar hasta lo más hondo.
—Más fuerte, más fuerte —comenzó a suplicar Sísifo al sentir que estaba siendo cada vez menos intenso.
—Oh no, varios alfas fueron bruscos contigo —dijo Ilias con fingida dulzura acariciando sus labios con el dedo pulgar—. Debo ser considerado contigo y tratarte bien —dijo moviéndose tan despacio que el otro comenzaba a desesperar.
—No, no quiero —sollozo cuando la punta del miembro de su hermano apenas si rozó su próstata—. Te lo suplico, más rápido, más rápido —dijo con lágrimas en los ojos.
Ilias lamió lentamente aquellas tibias lágrimas. Había adoctrinado durante años el cuerpo de su hermano menor para excitarse con el juego rudo y ahora cosechaba los frutos de su educación. Sísifo no soportaba que le hicieran el amor suavemente. Le dolía y le ponía más ansioso que cuando era tratado bruscamente. Eso era lo único que lo calmaba. Tener a varios alfas jugando con su cuerpo de toda forma imaginable. Y el disfrutaba cada momento. Cada fetiche. Cada acto de humillación y sodomía a la que los alfas sometían al menor. Pudo ordenarle con facilidad que tuviera relaciones carnales con su propio hijo y lo aceptó sin preguntas, dudas o excusas. Estaba seguro de que ningún otro alfa había llegado tan lejos con su omega. Nadie más que él podría presumir con orgullo tener a su disposición por completo la voluntad de su omega.
—Te ves tan hermoso e inocente como la primera vez —dijo Ilias acariciando su rostro suavemente con sus nudillos—. No podré controlarme.
—No lo hagas, por favor no lo hagas —suplicó el castaño menor desesperado—. Quiero recibir todo de ti. Hazlo —repitió su petición.
El mayor sonrió a gusto con esa respuesta. Eso era lo que quería oír. Ya no había necesidad de contenerse. Sus caderas comenzaron a moverse con fuerza y precisión mientras el menor lo recibía gustosamente dejándole nadar con libertad entre sus muslos. Sus gritos eran una sinfonía angelical resonando por todo el bosque encendiendo los bajos instintos de los otros alfas que los miraban mientras se masturbaban. Ilias bufaba cual toro mientras embestía frenéticamente al menor haciéndolo delirar entre gritos de éxtasis puro.
La cabeza de Sísifo estaba en blanco. Para cualquiera esto debería ser antinatural y sucio. Estar fornicando con su medio hermano y su propio hijo, así como sus compañeros de armas debía ser algo profano y prohibido. Pero no le importaba. Tener a todos esos alfas mirándole con deseo no le incomodaba. En el santuario siempre recibió miradas de envidia y odio, pero aquí. Durante las orgias sólo había alfas observándole con deseo y lujuria. Haciéndolo gozar tanto que olvidaba por completo todos sus problemas. De su destino y de cualquier otra cosa que dañara su moral. Cuando era tratado como un simple pedazo de carne puesto ahí para saciar su lujuria todo era más claro. No había prejuicios por su profecía ni tampoco altas expectativas imposibles de cumplir.
Siempre le estaría agradecido a Ilias por salvarlo de una vida de opresión. Fue el santo de leo quien le hizo ver que tener sexo por primera vez con tu maestro era normal. Como entregarse a su verdadero yo era el camino correcto. Ahora era capaz de pasar largos y gratos momentos con alfas en quienes confiaba. Después de todo, ellos acordaron que si se embarazaba todos cuidarían del bebé que surgiera. Eso hicieron con Regulus. Aunque su pequeño gatito no lo recordará hubo un tiempo donde los gemelos y capricornio también cuidaron de él. Ilias se hizo cargo de ser la figura paterna porque era el padre biológico, pero el acuerdo continuaba. Todos le ayudarían si quedaba en estado. Y eso lo hacía sentir protegido. Tener a tan magníficos alfas cuidándole las espaldas le hacía sentirse amado. Y nuevamente agradecía a su hermano por guiarlo en cada paso para seleccionar los mejores machos para compartirlo. Aquellos que fueran de fiar a la hora de la verdad.
—Dilo —ordenó Ilias saliendo por completo para darle vuelta y quedar cara a cara mientras volvía a ingresar a su cuerpo—. Di que eres mío —demandó sacándolo de sus pensamientos.
—Soy tuyo —gimió Sísifo mientras le mordía el hombro hasta sacarle sangre—. Hazme un hijo, házmelo —suplicó arañando con desespero la espalda del mayor—. Si esta es la última vez que puedo tenerte, déjame tu semilla —volvió a pedir tocándose su propio vientre.
Sus piernas se cerraron con fuerza como si quisiera retenerlo allí hasta lograr su objetivo. Y quizás así era. Sabía que iba a perderlo y por mucho que Ilias le dijera que sólo perdería su cuerpo físico, pero que siempre lo acompañaría, no era lo mismo. Sentía un gran dolor en el pecho de sólo pensar en vivir sin él y cuando realmente sucediera no sabía si podría resistir. Por esa misma razón, Ilias creó aquel harem de alfas listos y dispuestos a cuidar de él mientras él criaba a Regulus lejos del santuario. Y ahora que volvieron, iniciaron al menor en su nuevo deber futuro santo de leo.
—No, no –regañó Ilias negando con la cabeza—. ¿Qué te dije antes? —preguntó serio—. Son las estrellas las que eligen eso, no nosotros —le recordó moviéndose tan despacio que apenas si lo sentía.
—Yo lo siento, lo siento me equivoqué —suplicó Sísifo intentando moverse para lograr el orgasmo que le estaba siendo negado.
—Son las estrellas las que eligen nuestro destino, yo soy el alfa que te guía por el buen camino ¿ya lo olvidaste? —preguntó quedándose totalmente quieto—. Tal vez deba dejarlo por hoy. Como castigo por tu arrogancia —advirtió mirándolo con dureza.
—No por favor —suplicó forcejeando para que no lo dejará—. No volveré a cuestionarte. Seré bueno —prometió Sísifo intentando alcanzar su rostro con sus manos.
—¿Vas a volver a oponerte a mis designios? —cuestionó Ilias sujetando sus brazos a cada lado de su cabeza manteniendo a Sísifo totalmente inmovilizado—. Deja de forcejear —ordenó—. Si quieres demostrar tu sinceridad debes ser sumiso y atender a mis instrucciones —indicó con aquella afilada mirada fija en los ojos del menor.
—Sí, hermano —aceptó dejando de forcejear—. Sólo tengo derecho a lo que tú digas que me merezco —dijo disculpándose por haberse comportado mal.
—Hmm —dijo Ilias moviéndose suavemente a sabiendas de lo que provocaba en el otro—. No estoy muy convencido. Creo que aún mereces ser castigado —comentó pensativo mientras seguía haciéndole el amor suavemente.
Sísifo comenzó a agitarse por esa forma de hacerlo. Su hermano lo estaba tratando como si fuera una frágil ninfa virgen que necesitaba cuidado y mimo para iniciar su primera vez. Gritó desesperado justo como pretendía el mayor. Sabía que esa era la forma más efectiva de torturarlo. Podría soportar correctamente el dolor, pero no la suavidad. Usar su pene para acariciar con mimo sus paredes rectales sólo aumentaba su picazón y su intenso deseo que volviera al ritmo anterior. Mas como castigo por su desobediencia, el santo de leo volvió a dejarlo vacío. Sólo para hacerle saber que no merecía ser complacido.
—Hermano... —gimió de manera lastimera.
—Antes dijiste que ibas a comportarte —le recordó Ilias con dureza—. Ahora mantén las piernas abiertas y no te muevas –ordenó sin hacer ningún movimiento.
Sísifo se quedó quieto e hizo lo pedido a pesar de lo mucho que lo odiaba. No le gustaba así, pero fue una orden de su hermano y debía obedecerla. Abrió las piernas exponiendo su intimidad para el deleite visual de todos los alfas presentes. Sus feromonas inundaron el aire y su ano se llenó de aquel líquido transparente. Estaba listo para él, pero el santo de leo lo devoró con la mirada grabando su imagen en su memoria. Volvió a acercarse a él y alineó su pene erecto antes de empujarlo de manera constante, pero suave. El arquero tenía la cabeza ladeada soportando esa dolorosa ternura con la que era tratado.
Ilias disfrutaba de verlo luchar contra sus propios deseos de rogar que fuera más rápido. Sin poder evitarlo le dio un corto beso en el cuello. Su hermanito era tan sumiso que incluso muriéndose de ganas de que fuera más rápido, obedecía y se dejaba poseer como si sólo fuera una dulce y linda muñeca sin voluntad. Él mismo se sentía demasiado excitado. Quería usar toda su fuerza con él. Morder, arañar y llenar sus entrañas con su semilla. Estaba comenzando a perder la paciencia. Una vez que se sintió en sus límites decidió levantar el castigo.
—¿Volverás a cuestionarme? —preguntó Ilias con suavidad.
—No, no. No lo volveré a hacer lo juro —prometió de inmediato el santo de sagitario.
—Te creo, has demostrado tu arrepentimiento honestamente y por eso haré una excepción pasando por alto el castigo que mereces, pero sólo será esta vez ¿lo entiendes? —cuestionó el héroe del santuario.
—¿En serio? —preguntó Sísifo sorprendido de que fuera indulgente con él—. Eres tan piadoso y amable conmigo —dijo mientras alzaba la cabeza—. ¿Puedo besarte? —preguntó sonrojado de la vergüenza.
—Sí —permitió antes de compartir un beso mientras iba embistiendo lo cada vez más fuerte—. Ahora te lo haré del modo que más te gusta —avisó dedicándole una sonrisa seductora.
—Sí es tu voluntad hazlo —gimió el omega cuidando de no ser arrogante nuevamente—. Haz lo que quieras conmigo —ofreció—. Yo sólo debo aceptar tus designios y seguirlos como mi credo.
La palabra de su hermano era sagrada e incuestionable. Lo que él quisiera que hiciera debía hacerlo sin pensarlo.
—Buen chico —felicitó mientras besaba con ternura sus labios antes de ir tornándose salvaje al igual que sus embestidas—. No debes tener miedo. Sólo entrégate a mí. Dame tu voluntad y yo me haré cargo del resto —pidió el santo de leo.
—Tú voluntad es mi voluntad, hermano —tranquilizó Sísifo acariciando su rostro viéndolo con completa devoción—. Dame más órdenes, usa mi cuerpo, toma mi alma. Haz lo que quieras conmigo —dijo en un ruego.
El mayor sonrió ante sus palabras. Así, justo así debería ser su lindo omega. Sin embargo, no dejaría pasar por alto su comportamiento anterior. Era extraño ese repentino arranque de rebeldía cuando desde hacía años su hermano había dejado de oponerse a él. Debía descubrir que lo motivó a comportarse de esa manera. Así que dejó de embestirlo sin importarle que su erección disminuyera. Sin salirse del cuerpo del menor lo atrajo hacia él haciendo que quedara sentado cara a cara con él.
—¿Qué te preocupa? —interrogó Ilias viéndolo con atención.
—Me preocupa lo que sucederá conmigo cuando ya no estés en este plano terrenal —confesó Sísifo mirándolo con tristeza.
—No es necesario preocuparse por eso —tranquilizó el mayor besando sus labios—. Regulus se encargará de cuidarte como lo hago yo. Y los demás alfas con los que tanto te encanta jugar seguramente también cuidarán bien de ti. Confía en ellos ¿sí? —pidió con dulzura.
—Sí, hermano —asintió Sísifo—. Tengo claro a quien le pertenezco desde que me desvirgaste —afirmó sagitario mientras lo besaba en los labios.
—Ustedes cuidarán de mi hermanito? ¿Verdad? —preguntó a los demás alfas para que confirmar que aún ante su ausencia no iban a descuidarlo.
Los otros tres alfas se acercaron hasta ellos hasta ellos. El Cid fue el primero en dar un paso al frente.
—Por supuesto —afirmó con seguridad—. El cosmos de Sísifo es cálido y brillante, es alguien que sirve de ejemplo para todos y lo protegeré a toda costa —aseguró mientras lo observaba.
El espadachín siempre era alguien tan recto y para todos sin sentimientos. Si supieran que en privado podía ser una persona tan amable y cariñosa. Ante sus palabras, sagitario se sonrojó tanto que su rostro parecía un tomate. Al ver esto Ilias lo giró para que le diera la espalda a él, pero manteniendo su miembro en su interior. De esa forma podía quedar cara a cara con el santo de capricornio.
—Anda, bésalo. Se ve que te mueres de ganas de hacerlo —dijo Ilias dándole permiso.
A pesar de que a menudo tenían sexo juntos, en momentos donde le dedicaba palabras de esa naturaleza, Sísifo no podía evitar sentirse pudoroso. Miraba hacia el suelo teniendo problemas para encarar al Cid por la pena. Este en cambio se acercó a él y con cuidado le sujetó el mentón guiándolo para que alzará la mirada conectándose con la suya. Con parsimonia se acercó al rostro contrario. La lengua del Cid bailó en la boca del omega mientras inconscientemente liberaba sus feromonas.
—No me importa compartirte con los demás mientras estés feliz —afirmó el espadachín cuando liberó la boca ajena.
—Me alegra que pienses igual —confesó sagitario—. Yo también quiero que seas feliz. Sabes que si quisieras terminar esto y conseguir una pareja normal y monógama no te detendré ni guardaré rencor —le recordó con una sonrisa sincera.
—No es necesario —rechazó el Cid gentilmente—. Disfruto lo que hacemos. Nunca me has obligado a nada.
Sísifo se sintió feliz de que el espadachín no quisiera abandonar el acuerdo. Él lo último que quería era atarlo a su persona por culpa o un sentido del deber cuando Ilias faltara. Jamás se atrevería a robarle la oportunidad de formar una familia normal. Con él no podría tener eso. Ya estaba demasiado hundido en ese estilo de vida y no tenía intenciones de cambiarlo. El Cid compartía ese mismo sentimiento. Llevaba años con ese acuerdo y dudaba que pudiera sentirse tan cómodo con otra forma de relación. Presentía que le sabrían insípidas y aburridas a comparación a la alocada vida sexual a la que tanto se había acostumbrado.
—¿Y ustedes? —preguntó Ilias a los gemelos una vez que estuvo satisfecho por la respuesta de capricornio.
—Incluso si se vuelve patriarca estaré ahí para protegerlo y ayudarlo como su mano derecha —respondió Aspros con convicción.
—Cómo demonio del santuario velaré por su seguridad y asesinaré a cualquiera que quiera causarle algún daño –juró Defteros de manera agresiva dispuesto a lo que fuera por proteger a Sísifo tanto como lo hacía con su hermano.
—Alfas —susurró Sísifo conmovido por su dedicación.
—¿Ves? Ellos son los más poderosos alfas del santuario y los que cuidarán de ti y cualquier cachorro que nazca —explicó Ilias satisfecho por verlos tan decididos, pero también los notó muy excitados por el espectáculo que estuvieron presenciando—. Son los dorados más dedicados al futuro líder del santuario. Acérquese y báñenlo con sus simientes —ordenó el santo de Leo siendo obedecido de inmediato.
Ilias comenzó a mover las caderas del omega para volver a ponerse a tono. Ese cálido cuerpo le daba la bienvenida como ningún otro podría ser capaz de hacerlo. Permitió que su hermano se enterrara su miembro hasta el fondo quedando de cara a aquellos tres miembros eréctiles. Sísifo comenzó a atender dos con sus manos y uno con su boca intercalándose las atenciones entre los tres alfas necesitados mientras su hermano mayor se encargaba de profanar su cavidad anal con duras embestidas.
—Buen chico —felicitó Ilias viendo lo dócil que se comportaba su medio hermano menor—. Asegúrate de no detener tus manos y que tu boca devore por completo ese pene —ordenó sintiendo que le faltaba poco para llegar al orgasmo—. ¿Listo para que te anude? —interrogó ansioso.
—Lo he estado esperando —respondió sagitario con dificultad separándose unos instantes del miembro del Cid antes de volver a tragarlo hasta lo más profundo de su garganta.
Ilias dio dos poderosas embestidas antes de alcanzar el orgasmo. Su pene se hinchó quedando trabado en la cavidad del omega haciéndolo gritar más alto. Amaba esa parte. Le encantaba cuando los alfas anudaban. Lo había experimentado con todas sus parejas sexuales y nunca se cansaba de esa sensación de plenitud. El santo de leo recostó su cabeza sobre el hombro de Sísifo apoyando su mentón en su clavícula antes de besarlo en el cuello. Éste tembló, pero siguió concentrado en su tarea de aliviar a los demás alfas.
—Ya casi —anunciaron los gemelos cuando las manos de Sísifo los estaban por llevar al orgasmo.
—Yo también estoy a punto —advirtió el Cid quien tenía su miembro en la boca de Sísifo.
—Abre grande la boca y trágate la semilla de los tres —ordenó Ilias viendo como su hermanito hizo caso a sus instrucciones y se separó del miembro de capricornio justo antes de que liberará su simiente quedando unidos brevemente por un hilo de saliva que pronto se mezcló con el semen de los tres alfas—. Saboréalo despacio —ordenó—. Quiero ver como recoges esos restos con tu lengua —dijo observando la rosada lengua lamerse como si fuera un gatito—. Límpiate también los dedos —ordenó viendo al menor obedecer.
—Es tanto semen y tan cálido —jadeo mientras se chupaba los dedos con gula disfrutando el sabor de los tres alfas—. El sabor de varios machos —dijo relamiéndose antes de cerrar los ojos y respirar profundo—. Y el aroma. Este aroma que me impregna por completo —dijo acariciando su propio pecho y vientre esparciendo el líquido blanquecino.
—Ahora estás lleno por dentro y por fuera —afirmó Aspros con una sonrisa arrogante.
—Sin dudas nos darás un buen hijo —mencionó Defteros con ilusión.
—Uno que entre todos protegeremos —prometió el Cid.
—Los amo, chicos —gimió Sísifo sintiendo a su hermano mover levemente la cadera haciendo que su nudo estirara en advertencia—. Y también amo tanto tenerte dentro —expresó mientras jugaba con su cabello—. Dices que no te importa dejarme tu semilla, pero no te negaste a anudarme.
—Te conozco —respondió Ilias con sus manos acariciando su vientre—. Adoras tenerme dentro, es lo único que te hace sentir completamente lleno —presumió mientras lo besaba en los labios y jugaba con su lengua—. Pero también gozas de que los otros tres te anuden, ¿verdad?
—Acoger la virilidad de los alfas lujuriosos entre mis piernas es parte de mi deber como omega —recitó sagitario de memoria como se le había educado mientras sonreía al ver el orgullo en los ojos de su hermano—. Y también lo disfruto cómo me enseñaste. Ese momento es único y especial en nuestra unión —continuo mientras se movía un poco para sentir el ligero tirón del miembro de su hermano trabado en su cavidad anal—. Qué aquello que los dioses han unido no lo separe el hombre —dijo mientras se relajaba completamente con aquel falo en su interior.
—Bien, bien —felicitó Ilias abrazándolo con ternura—. Tengo el mejor omega que los dioses jamás hayan creado —presumió con una sonrisa vanidosa—. ¿Eres mi omega?
—Lo soy —asintió Sísifo—. Eres mi hermano mayor, mi maestro y mi macho. Me sometí voluntariamente a ti y nunca me arrepentí de ello.
—Eres tan dulce y considerado con nosotros —dijo Ilias acariciando sus mejillas—. Me haces el alfa más feliz del mundo y te lo agradezco.
—No hace falta que me agradezcas —dijo correspondiendo a sus mimos acariciando sus duros pectorales—. Tú me salvaste. Me liberaste de la dolorosa prisión de la castidad y eres tan generoso que me compartes con otros alfas para que no sufran sus rut y satisfacer mi lívido.
—Yo sólo quiero lo mejor para mi hermanito.
—Lo sé —asintió el omega obedientemente—. Te seguiré y obedeceré incondicionalmente en todo lo que me órdenes hacer porque soy la persona que nació para atenderte.
—Atenderme a mí y a los alfas que elija te posean —corrigió Ilias recordándole que debía ser bueno con ellos también.
—Tienes razón —aceptó su error el arquero—. Soy un omega y mi deber satisfacer los deseos sexuales de los alfas que sean aprobados por ti.
—Te he criado muy bien. Te has convertido en un omega digno de mí —dijo Ilias satisfecho—. Ahora descansa. Necesitarás fuerzas para el resto de la noche —le recordó—. Ahora no debes complacer cuatro alfas sino cinco.
—Estaré listo para recibir la semilla de todos ustedes en mi cuerpo —prometió Sísifo mordiéndose los labios, completamente excitado—. No puedo esperar para que retomemos nuestros juegos ahora que mi pequeño gatito se unirá a nosotros.
—Será incluso mejor que antes —mencionó Ilias observando a los alfas exudando feromonas mientras veían con gula a su pequeño hermanito—. Míralos —ordenó mientras lamia su cuello—. Están deseosos por ti. Deseosos de presionarte y llenarte con su simiente buscando embarazarte. ¿Te gusta la idea?
—Mis alfas son tan buenos conmigo —gimió ansioso—. Debo corresponder a sus buenos deseos —afirmó comenzando a liberar nuevamente sus feromonas para llamarlos hacia él—. ¿Pueden anudarme? —preguntó a su hermano mayor.
—Has sido un omega muy bueno —felicitó Ilias mientras su lengua invadía la boca ajena—. Como premio por tu esfuerzo y dedicación está noche todos te anudaremos y no te dejaremos descansar hasta que hagas un cachorro para nosotros.
—Qué maravillosa noticia. Seré sometido y anudado por todos ustedes. No puedo esperar a ver el nuevo santo que será concebido esta noche —expresó acariciándose el vientre anhelando que una nueva vida lo llenara.
—¿Oyeron, alfas? —preguntó Ilias viéndolos cambiar su mirada.
Al igual que él, ellos eran orgullosos alfas deseosos de poseer al omega. Tener la oportunidad de dejar descendencia era demasiado tentador. Y el proceso era la mejor parte. Poder anudarlo. Manosearlo. Explorar cada rincón de su cuerpo que les llamara la atención. Aún si debían compartir, no dejaban de disfrutar el turno que les tocaba.
—Está noche podré anudarte —jadeo el Cid emocionado por aquel inesperado premio.
—Y nos dará un hijo —celebró Aspros deseando hacer un heredo de géminis.
—O un sobrino si es de uno de nosotros —comentó Defteros pensando que si su hermano lograba su objetivo él sería tío.
Aun debían esperar a que el nudo de Ilias bajara para que Sísifo estuviera listo para el siguiente. El omega ni siquiera se molestaba en ocultar lo mucho que le atraía la idea. Los miraba intensamente a cada uno de ellos intentando adivinar quién sería el primero de ellos en anudarlo cuando fuera liberado de su hermano. Y el siguiente hijo que concibiera ¿de cuál de ellos sería? Se mordía los labios viéndolos sin pudor alguno. Todos esos guapos alfas con cuerpos fornidos y enormes penes erectos serían recibidos entre sus piernas. Mientras ellos estaban en sus cavilaciones, vieron al joven león levantándose de su siesta.
—Regulus veo que despertaste —mencionó Ilias.
—Así es, padre —confirmó el menor con una voz grave y baja caminando hacia ellos.
—¿No quieres descansar un poco más? Aun eres joven y esto podría ser demasiado para ti —aconsejó Sísifo con calma y cariño.
—¿Por qué? —preguntó sujetando su mentón para obligarlo a verle directamente a los ojos cuando estuvo lo suficientemente cerca—. Eres un omega y yo un alfa. ¡Tu alfa! —remarcó de manera dominante antes de besarlo—. ¿Vas a complacerme esta noche? —preguntó con voz grave propia de su género.
El alfa interior de Regulus había despertado completamente y tal como notó el león más viejo, había reconocido a Sísifo como su omega y este a su vez lo había convertido en su alfa. Por lo tanto, al igual que los demás, se sentiría atraído por él y viceversa. El arquero no puso ninguna resistencia a la exploración del más joven. Aún era torpe con los movimientos de su lengua, pero no dudaba que algún día alcanzaría el nivel de los demás. Incluso podría superarlos fácilmente en poco tiempo por su capacidad de aprender a gran velocidad.
—Sí, alfa —respondió Sísifo en un gemido lastimero—. Haré todo lo que me pidas —aceptó al sentir aquella presencia dominante que lo instaba a someterse.
—Buen chico —felicitó Regulus copiando el trato que vio a su padre darle—. Padre ha hecho un gran trabajo educándote —dijo con sus dedos dentro de la boca de su tío jugando con su lengua.
—Me halagas, hijo —dijo Ilias observando como su hijo asumía naturalmente el mando sobre el omega.
—Sólo digo la verdad —mencionó el joven león viendo como Sísifo chupaba sus dedos, desesperado—. Has conseguido que mi tío sea un omega perfecto, dócil y obediente.
—Lo he estado criando desde que tenía tu edad —respondió Ilias con orgullo—. Ahora es un omega perfecto fiel a su naturaleza —mencionó sonriente.
—Eso veo —asintió complacido el menor—. Está tan bien entrenado que chupa mis dedos como si fuera mi pene. Me dan ganas de hacerle tantas cosas sucias.
—Muy bien, hijo al fin te has convertido en todo un alfa —halago Ilias—. ¿No te parece, Sísifo?
—Sí, sin dudas es todo un león ahora —gimió el aludido en respuesta.
—Ahora eres su nuevo macho principal, hijo —afirmó Ilias—. De ahora en adelante tú decides qué alfas puedes aparearse con él y cómo.
—¿También cuándo? —interrogó bajando la cabeza hacia el pecho de su maestro mordiendo los pezones de su tío—. ¿Qué pasa si me excito repentinamente y tengo ganas de hundir mi polla en su estrecho agujero?
—Depende la situación. Si no están haciendo nada importante puedes hacerlo en el momento que desees mientras nadie fuera de nosotros se entere —explicó el héroe del santuario señalando a los alfas presentes quienes asintieron en confirmación.
—Fuera de estas orgías somos compañeros de armas y no podemos permitir que el honor de Sísifo sea manchado —completó Aspros con seriedad.
—Va a ser el patriarca y tendrá muchos ojos encima —mencionó el espadachín.
—Y seguramente muchos enemigos en busca de su cabeza —recordó Defteros sabiendo que si resultaba embarazado tendrían aún más motivos para protegerlo.
—Entiendo —aceptó Regulus con entendimiento.
El joven león había oído un poco acerca de la conversación anterior al menos el final donde estaba lo importante. Su padre iba a morir, su tío iba a concebir un bebé esa noche y los alfas presentes tenían todos igual de derecho de estar con su tío. Todos eran sus parejas sexuales, si bien reconocían a leo como "el líder", realmente no había muchas diferencias. Sólo era la persona que mediaba para que nadie se matará y todos convivieran en armonía por el bien mayor.
—Sí entras en celo o no puedes controlarte siempre puedes inducir su celo con tus feromonas, pero debes hacerlo sin que los demás se enteren y más ahora que tu tío será el patriarca —explicó Ilias observando a su hijo.
—Mmm patriarca vestirá túnicas blancas largas... —se regodeo Regulus teniendo sucios pensamientos sobre esas vestimentas.
—Hay muchas cosas que podremos hacerle bajo esas túnicas —comentó Aspros quién sería la persona que más tiempo pasaría a su lado durante el trabajo como su mano derecha.
—Entonces todo está aclarado —aceptó Regulus satisfecho con su nuevo deber—. Ahora eres mío. Dilo —ordenó a su tío.
—¿Hermano? —preguntó Sísifo volteando a mirar al santo de leo más viejo.
—Te lo dije antes, ¿verdad? —preguntó Ilias—. Sólo puedes pertenecerle por completo a alguien de la constelación de leo. Ahora responde, no hagas esperar a tu alfa —apremio con una sonrisa de orgullo.
—Sí, soy tuyo, Regulus —aceptó el omega sonriéndole.
—Gracias, padre por este regalo lo cuidaré muy bien –juró el joven león acariciando el rostro de su tío.
—Ese es mi hijo —presumió el mayor con orgullo.
Sísifo podía oler las feromonas del joven león inundando sus fosas nasales. Le recordó a cuando fue tomado por primera vez por Ilias. Esa mirada salvaje clavada en su persona junto a un aroma tan opresivo que le dificultaba respirar con normalidad. No podría negarse a él, aunque lo quisiera. Y no quería. Ese joven león se relamía los labios al observar su aspecto lánguido y decadente. Luego de ser profanado múltiples veces esa noche aún conservaba una apariencia frágil e inocente que invitaba a ensuciarlo con sus calientes simientes.
—Entonces continuemos con lo que dejamos pendiente —dijo Regulus tocando la erguida polla de su tío impregnando sus dedos con su liquido preseminal antes de lamerlo delante de los demás alfas—. Aprenderé de ustedes cómo le gusta ser follado.
—¿También disfrutas de verlo siendo sometido por otros alfas en celo? —preguntó Ilias curioso.
—Así es, padre —respondió mientras sus manos se deslizaban por los muslos internos de su tío—. Verlo entregándose a ti me excito más de lo que hubiera imaginado. Incluso antes cuando el Cid lo presionó contra el suelo con tal precisión o recibió a los gemelos al mismo tiempo fue un espectáculo hermoso. Y ni hablar ahora que se encargó con tal maestría de recibir la semilla de todos ustedes —dijo observando su cuerpo manchado de semen—. Se ve tan hermoso y seductor. No entiendo por qué, pero sentir el aroma de los demás alfas me hace querer saltarle encima.
—Es porque los santos de leo somos territoriales y nos gusta proteger lo nuestro, pero también nos encanta luchar por nuestro derecho a poseer algo como a un omega en celo —informó Ilias viéndose reflejado en su hijo.
—Entiendo —dijo Regulus mientras retiraba los dedos viendo una sustancia pegajosa de olor dulce—. Puedo olerlo. Su celo, está rogando por engendrar una nueva vida —dijo chupándose los dedos—. Quiero verte una y otra vez mostrando ese lado tan erótico suyo. ¿Me lo mostrarás? —interrogó ansioso con una mirada más felina que humana.
—Eres tan parecido a tu padre —suspiró Sísifo con una sonrisa maternal.
—Responde mi pregunta —exigió el menor con impaciencia.
—Te mostraré qué tan lujurioso puedo ser —contestó Sísifo a gusto viendo su potencial para ser el nuevo líder—. Tú sólo debes decirme que deseas que me hagan o si sólo debo permitir que hagan su voluntad con mi cuerpo —explicó ladeando un poco la cabeza y moviendo sus piernas sugestivamente.
—Quiero que todos se diviertan contigo del modo que más disfruten —respondió Regulus con emoción—. ¿Les parece alfas? —preguntó mirándolos en busca de aprobación—. Les daré la libertad de hacer lo que gusten con él.
Esas palabras los hicieron emocionarse. Habiendo pasado un mes en abstinencia tuvieron que satisfacer sus bajos instintos con sus propias manos. Así que tuvieron muchas fantasías con las cuales darse placer propio y ahora podrían llevarlas a cabo. Además, podrían anudarlo y como cereza del pastel, esa noche iba a engendrar un hijo para algún afortunado.
Sísifo amaba cuando su celo llegaba. Y más cuando los alfas no lo dejaban tranquilo. Pronto los notó acercarse interesados respondiendo mudamente a la invitación de jugar con él. Todos querían montarlo y él no se negaría.
OWARI
