Parte 2


Suigetsu observó a Karin en busca de algo que le hiciera no poner atención en esa rubia molesta. La mueca de la Uzumaki era igualmente irritada, cansada de escuchar las quejas de esa chica que no dejaba de moverse, totalmente inquieta y no dejando de exigir el respeto que se merecía por ser una sacerdotisa de la realeza.

Obito intentaba alivianar el ambiente al explicarle ―de nuevo― la razón por la cual habían ido a recogerla en una de las tantas casas de refugiados que Konoha mantenía en el País del Té, el Cuarto y Hokage lo único que quería era cuidarla y protegerla de posibles atacantes que rondaban últimamente, completamente interesados en Moryo, el demonio sellado en el País de los Demonios. Pero la rubia de cabello platinado no entendía y no dejaba de patalear encima del hombro de Menma que lucía completamente fastidiado.

―No la mates, Menma, aguanta otro poquito ―Obito suplicaba, realmente rezando a todas las divinidades en turno de que el joven Uzumaki no perdiera la paciencia y asesinara a la sacerdotisa.

―Si patea una vez más, me obligaré a dormirla sin su consentimiento ―dijo entre dientes, apretando más el agarre contra la espalda de la chica que soltó un grito por el dolor que las bruscas manos del shinobi le producían.

―¡¿Acaso a los ninjas mal educados y groseros como ustedes no les enseñan modales?! ―exclamaba completamente enojada la joven Shion, ignorando el calor en sus mejillas por ser llevada como si fuera un vulgar saco de patatas―. ¡No saben nada de delicadeza! ¡Exijo me bajen en este instante...!

El cuerpo de Shion quedó inconsciente en menos de un parpado. El Equipo Obito suspiró aliviado de verse librados por fin del griterío de la mujer. Obito desactivó su Sharingan, haciendo lo posible por no sentirse culpable pero esa chica no le dejó otra opción. O la ponía a dormir a través de su doujutsu o dejaba que Menma se ocupara de la sacerdotisa a su ortodoxa manera.

―¿No pudo hacer esto desde el principio, sensei? ―Suigetsu preguntó fastidiado observando al Uchiha mayor que solo atinó a sonreír nerviosamente por las miradas fulminantes de los dos Uzumaki.

―Perdón ―solo pudo dar como respuesta―. Pensé que se callaría por su cuenta pero me equivoqué.

―No sé por qué tanto lío en rescatar a esta tipa ―comentó Karin, arrugando el ceño al observar la figura femenina que Menma cargaba como si nada sobre el hombro―. Es una maldita mimada.

―Y escandalosa. Nunca creí que alguien fuera capaz de superar a Karin pero he aquí ―señaló a la platinada, logrando que a su costado Karin bufara y le brindara un codazo que le hizo perder por un momento el equilibrio―. ¡Hey, digo la verdad!

―Cállate.

―En lugar de estarse peleando como dos mocosos, deberían apresurarse más, quiero deshacerme de esta cosa ―la voz molesta de Menma intervenir detuvo la pelea del chico tiburón y Karin que le dieron un vistazo al estado del Uzumaki, notando el claro mal humor que se reflejaba en la cara por ser él quien cargaba a la sacerdotisa.

―Ya escucharon a Menma-chan. A mover las patitas. Un, dos, un, dos...

―Obito-sensei, por favor, no imita a Gai-sensei. Ya de por sí usted es algo ridículo, tenga un poco de orgullo por su clan.

―Karin-chan, eres tan mala con tu sensei. ¡¿Qué te hice para que me trataras así?!

Karin prefirió ignorar las quejas del Uchiha así como las lágrimas de cocodrilo que recorrían por las mejillas. Dedicó mejor su tiempo a rastrear posibles chakras alrededor de la zona en la cual caminaban. Casi estaban cercanos a la frontera del País del Fuego con el País del Viento, no tardarían en llegar a Konoha ahora que la sacerdotisa estaba dormida gracias a Obito. Bufó con molestia al recordar toda la maldita misión cuyo único propósito era salvarle el trasero a esa tipa escandalosa que se comportaba como una maldita princesa.

«Y creí que esa Frentona era molesta» pensó al recordar los gritos de Sakura en cuanto se enfadaba con Naruto por alguna tontería o porque Lee le seguía invitando a salir sin aprender a entender un rechazo.

―Suigetsu ―llamó Menma al Hozuki que volteó para verlo.

El ex ninja de la Niebla abrió los ojos sorprendidos cuando la figura de la rubia fue lanzada hacia el pecho sin avisos ni mucho menos con delicadeza, no teniendo de otra que atrapar a la chica inconsciente entre sus brazos de manera rápida para que ésta no sufriera ningún rasguño.

―¡Pudiste avisar! ―gritó cuando tenía a Shion en sus manos, roncando levemente y con el cabello rubio completamente hacia adelante, ocultando el rostro.

Menma simplemente tronó su cuello y se adelantó sin mirar al chico que le acuchillaba con la mirada por hacerlo a él ahora el caballito de la sacerdotisa.

―Te habrías negado, ahora cárgala tú. Pesa un montón ―masculló.

―¿Por qué yo? Obito-sensei no lleva nada. Yo llevo una espada que, si no lo sabes, pesa un montón también.

Karin soltó una risa burlona ante las quejas del Hozuki, haciendo a éste mirarle mal.

―No sabía que eras así de débil, Dientes Chuecos. Mira que no puedes cargar tu espada y una chica. Qué vergüenza.

―Escucha, pequeña...

―No peleen niños. Lo importante ahora es llegar a Konoha en una pieza y con Shion-san viva, no muerta ―comentó Obito, dando una especial mirada a Menma que ya iba adelante de todos―. Eso va para ti también Menma, no avientes sacerdotisas a tus compañeros sin avisar antes. El Cuarto dijo que quería a Shion-san sana y salva, sin ningún rasguño.

Al no recibir respuesta él bufó en silencio, viendo a Suigetsu y encogiéndose de hombros, diciéndole que se tenía que aguantar. Obviamente el chico se quejó, sujetando a Shion como podía, sin tener el más delicado de los cuidados, Karin tuvo que hasta ayudarle cuando la cabeza de la chica rozaba peligrosamente con la enorme espada que el espadachín llevaba, dándole un golpe a la cabeza de Suigetsu al reclamar su falta de cuidado.

Obito rió por la pelea de ese par, siempre lograban alivianar los pesados ambientes a los cuales su equipo se sometía en ocasiones. Observó los cielos, sintiendo la cercanía de Konoha en el aire por los frondosos árboles que rodeaban la aldea. No habían pasado demasiado tiempo fuera de su hogar natal pero a él siempre le daba alegría ver de cerca la entrada de Konoha, ser bienvenido por Izumo y Kotetsu que siempre vigilaban al pendiente las puertas y sonreír cuando les entregaba el pase de entrada, anunciando que su equipo había regresado de otra exitosa misión.

El frío helado aún estaba presente al igual que la escarcha blanca en las copas de los árboles totalmente desnudos debido a los vientos y a la temporada, a excepción de unos cuantos pinos que sobrevivían ante el exigente tiempo. Eso no impidió que aspirara hondamente ni observar cómo el aliento expulsado de su interior se evaporizaba. Un aire helado repentinamente alborotó sus azabaches cabellos y le hizo temblar, por ello decidió abrigarse más con la bufanda de tono naranja que Hinata le regaló.

No se la había quitado casi para nada ―bueno, quizá cuando fue al baño y cuando se puso a comer por miedo a mancharla―, durante la noche que se quedaron cerca de las tierras del País del Té para descansar por un momento descansó realmente bien, calientito dentro de su bolsa para dormir en lo que dormitaban por un momento, mirando el cielo desde su lugar, una costumbre que compartía con Shikamaru Nara pues consideraba esencial encontrar momentos de relajación. A pesar de que Karin llamaba eso holgazanería.

―Neh, Menma-chan, no te adelantes. Tenemos que llegar juntos ―gritó al notar que la distancia que Menma trazaba entre ellos era cada vez mayor.

Obito no tenía por qué preocuparse por Menma, él sabía cuidarse solito pero aún debían mantenerse juntos ya que era una misión en equipo, el chico no podía desbalagarse cuando se le diera la gana, a no ser que fuera por motivos necesarios como para dar aviso sobre algo o pedir refuerzos. Sin embargo, los llamados no sirvieron en el chico que pareció ignorarlo con más notoriedad, provocando algo de molestia en el Uchiha al sentir que la actitud de ese mocoso le estaba terminando la paciencia.

Generalmente trabajaban bien, todos esos años juntos habían construido una confianza funcional al momento de realizar las misiones. Tenían sus diferencias, como todos los equipos ―no había equipo perfecto, o bueno, quizá el de Kurenai fuera lo más cercano a la perfección― pero consideraba que sus solecitos eran lo suficientemente maduros para acatar órdenes sobre gustos o preferencias personales.

Claro que les permitía un respiro de vez en cuando, como en esos momentos. Shion no había dejado de quejarse desde que se dio cuenta que sería trasladada a Konoha para refugiarse temporalmente en lo que consideraban su hogar ―en el País de los Demonios― un lugar seguro para ella siendo escoltada por ellos y no por una guardia real cómo se imaginó ―unos guardias de estar a la altura de alguien como ella―, provocando disgusto en más de uno de ellos por el comportamiento caprichoso de la chica. Hasta se quejó que no quería caminar porque era mucho camino, no dejándole otra opción que pedirle a Menma que la cargara. Al principio éste le miró como si estuviera loco pero bastó darle esa miradita de "Nope, estoy hablando en serio" para que el Uzumaki tomara a la chica ―sin poner atención a los histéricos gritos de la rubia― y se la llevara casi todo el camino en el hombro. Entendía que quizá por eso estaba de mal humor, probablemente cargar a la chica le había agotado ―cosa que no creía pues Menma siempre había poseído una gran estamina― o fastidiado, aunque se inclinaba más por lo segundo pues Obito no dudaba que al hijo menor del Hokage le hubiera gustado ser tratado como una especie de mula que se encargaba de llevar sobre el lomo a sacerdotisas caprichosas y gritonas.

Sin embargo, podía intuir que la actitud del azabache había estado rara desde antes de presentarse con la rubia. Si podía decir cuándo fue que lo notó diría que desde que salieron de la aldea. Menma no era un chico muy sociable y amable, de hecho, si podía compararlo con alguien la única persona con la cual podía congeniar sería con el mini demonio de Sasuke; por algo los llamaba Cubitos de Hielo por tener un carácter de perros ―no, peor―. De verdad que no entendía cómo a las chicas le gustaban ese tipo de hombres. No podía dejar de compararlos a cómo Kakashi se comportaba cuando era más joven, igualito de engreído y con eso de "Un shinobi debe seguir las reglas" y más tonterías como esas. Bendito Kami-sama que éste maduró y abrió los ojos para darse cuenta que esa personalidad de amargado estirado no lo iba a llevar a ningún lado.

La cosa era que Menma andaba molesto y Obito no sabía por qué. Lo más probable es que el responsable del bad mood del Uzumaki seguramente era Naruto. ¿Quién más? Suigetsu podía hacerle competencia al rubio pero nadie ―de verdad, nadie― lograba enfadar a Menma cómo el primer hijo de su sensei lo hacía. ¡Si hasta Kushina-san tuvo que noquearlo cuando éste había querido usar el chakra del Kyuubi contra Naruto cuando a éste se le ocurrió hacerle una travesura al chico!

Sí, era muy probable que Naruto tuviera algo que ver.

―Sensei.

La voz de Karin interrumpió los pensamientos de Obito que miró a la chica que le veía con una mueca completamente serie e sin inmutarse, señalando adelante.

―¿Uh?

―Su preciosa bufanda ―señaló al aire donde la prenda volaba con total libertad gracias a las ventiscas salvajes.

Los ojos se le abrieron como platos y a la velocidad de la luz se alzó en los aires para cogerla, temeroso de que ésta sufriera algún desgaste o que se perdiera en las profundidades de los bosques. Pero alguien más se adelantó. Obito reconoció aquel borrón negro que arrebató la prenda naranja de sus manos antes de siquiera tocarla.

Ambos cayeron sobre el camino nevado, Obito casi a punto de resbalarse pero logrando mantener el equilibrio para girarse y ver a Menma con la bufanda que Hinata le dio.

Dedicó una sonrisa completamente aliviada al joven por ayudarle. No quería imaginarse qué cara pondría Hinata si se enteraba que por un descuido suyo perdió el obsequio que con tanto cariño ella le hizo. No se lo perdonaría.

―Gracias, Menma-chan ―caminó hacia el chico con la intención de que éste le diera la bufanda.

Pero cuando el chico no soltó la prenda, Obito le miró confundido.

―¿Menma? ―preguntó con una ceja en lo alto.

Por toda respuesta, el joven Uzumaki bufó para luego estrellar la bufanda enredad alrededor del puño cerrado a su pecho en un golpe fuerte. Obito trastabilló e incluso tosió levemente. Eso se había sentido como un gancho al corazón.

―¿Y eso por qué fue? ―inquirió con molestia al colocarse de nuevo la bufanda.

Menma solamente se dedicó a verlo en silencio, otra vez con esa mueca aterradora que heredó de Minato-sensei. Tembló en su lugar, demonios, eran igualitos. No se hubiera quejado si Menma reaccionara como Kushina o Naruto cuando se enfadaban, yéndose directamente a los golpes. Pero el hijo menor de su sensei había heredado más las características paternas del Cuarto, en especial ese modo de dar a conocer el enojo a través de una silenciosa y amenazadora mirada.

Hasta escalofríos le dio.

―¿Estás enojado conmigo? ―cuestionó con una sonrisa nerviosa, intentando rebuscar en sus memorias si había hecho algo para que el joven se enojara con él.

―No ―contestó de manera cortante el chico, mirando al frente y dejando atrás la figura del jounin.

―Ajá, claro. Se nota ―musitó sin creerle nada al chico. Sí, estaba enojado con él. ¿Por qué? No sabía. Menma no era comunicativo con casi nadie.

Y tampoco era que pudiera leer el pensamiento. Ese era el campo de los Yamanaka. Sí, tenía el Sharingan, uno de los doujutsu más poderosos de las Cinco Naciones Ninja ―junto con el Byakugan― pero esa herencia ocular no le proporcionaba la perfección como muchos opinaban ni habilidades que aparecían mágicamente. Pensó en ir con Inoichi-san a pedirle algún consejo o decirle que si podía darle una miradita a la cabeza de su alumno e investigar por qué siempre estaba de mal humor.

Desde niño Menma se destacó por ser completamente distinto a su hermano y madre, más parecido a cómo se comportaba Minato-sensei cuando era más joven, con la excepción de que Menma en lugar de tener esa actitud amable, tímida y gentil que el Namikaze siempre mostró en sus días de la Academia, el Uzumaki menor se comportaba de manera rebelde, brusca, ruda y hasta cierto punto cruel. No negaba que las habilidades ninja de Menma eran poderosas, no solo dominaba la técnica característica de su padre ―misma que mejoró después de su creación por Tobirama Senju― sino también era capaz de realizar fuinjutsu, jutsus de sellado que el clan Uzumaki eran expertos. A Obito le daba cierto miedo cada vez que veía a su alumno y ahora compañero de equipo luchar con esas bestias enmascaradas que invocaba, destruyendo con facilidad a los enemigos y cualquier cosa que estuviera cerca. El chakra arrasador que poseía la bestia en su interior le brindaba el poder adecuado para que Menma realizara jutsus de enorme potencia.

Por algo se le consideraba uno de los genios de esa generación, tal como Minato Namikaze lo fue en su tiempo. Hasta los vejetes del Consejo decían que Menma era mejor opción para ser Hokage que Naruto. Aún así, el sueño de ser el futuro Hokage era de Naruto, Menma nunca se mostró interesado de la misma ocupación que su progenitor. De hecho, le resultaba a Obito sorprendente que el chico quisiera una vida sencilla, hasta podría darse el lujo de catalogar los sueños y metas del joven Uzumaki como algo aburridas.

«Enfocarse tanto en el trabajo no es sano» se dijo al observar la espalda de Menma, su figura siempre adelante, ignorando lo que dejaba atrás. Aunque no quisiera preocuparse por ese mocoso, le tenía cariño, aún recordaba ese 10 de octubre cuando nació, una bola rosada, fea y llorona que Kushina abrazó de manera protectora, jurando amar a ese par de niños.

Bufó, mirando al cielo. Era un jounin, un Tokebutsu Jonin, no una niñera de mocosos caprichoso y engreídos. Pero bueno, caprichoso o no, le tenía un especial cariño a Menma, igual a Naruto. Era una especie de tío para ellos. Sabía que no debía meterse en asuntos que no eran de su incumbencia pero si Menma iba a pegarle constantemente en el pecho por sabe por qué, Obito haría el esfuerzo de encontrar la razón e intentar llegar a un acuerdo o en el siguiente golpe el Uzumaki probablemente le vendría matando.

Y aún era muy joven, él quería casarse y tener muchos hijos, con su preciosa Rin-chan, unos mini él corriendo por la casa que su abuela le heredó diciéndole papi y jugando con él, con Rin-chan saludándolo desde la entrada con un bebé en sus brazos, su bonita sonrisa...

A Kakashi le gustaba la vida de soltero, a Obito no tanto. Él realmente quería formar una familia con la mujer que amaba, cumplir con sus misiones y retirarse para pasar tiempo con sus hijos y esposa. Desde la infancia que no disfrutaba de un período de paz tan extenso cómo el de ahora, Obito de verdad quería aprovecharlo y sentar cabeza. Sin embargo, con los constantes rechazos de Rin a sus propuestas de ser algo más allá que amigos y simples compañeros, esa meta poco a poco se iba alejando. Respetaba a su amiga, no se iba a comportar como un intenso yendo detrás de ella a todos lados, como un perrito faldero ―tenía orgullo―, las chicas necesitaban su espacio y tiempo, eso lo había aprendido a las malas ―gracias a una explicación de Kushina que a él le pareció más bien una sesión de golpes―; por ello bajaba su intensidad, dejando a Rin hacer sus cosas y cumplir las metas que tenía en mente. Ahora mismo estaba siendo reconocida como una de las más grandiosas médicos ninja con uno de los más hábiles ninjutsu medicinales. Incluso Tsunade se detenía de su viaje de trotamundos para darle seguimiento a las lecciones de Rin. Era así de increíble que ya hasta tenía bajo a su tutela potenciales talentos como Sakura Haruno e Ino Yamanaka.

Cada quien estaba cumpliendo sus sueños. O casi.

Obito sintió nostalgia al recordar esa meta infantil que quería alcanzar cuando los días de guerra eran normales en esos lares. Ser Hokage. Quiso reír. De niño eso se veía tan cercano y alcanzable, pero ahora que era un adulto y se daba cuenta de muchas cosas quería darse un golpe por decir aquellas palabras a la ligera. Era mucha responsabilidad ser el protector de muchas personas, además, ese constante papeleo al que Minato-sensei siempre estaba sometido, día a día. Además, la idea de protegerle el trasero a unas personas que ni merecían la pena no le agradaba del todo. Por ejemplo, esos vejetes del Consejo. Ni qué decir del payaso del Daimyo.

Era curioso como el modo de pensar cambiaba. A pesar de que su pensamiento sobre algunas cosas se mantenía intacto ―consideraba aquellas personas más que basura por abandonar a sus compañeros― otras habían cambiado, una de ellas sin duda eran sus metas a futuro, mismo que ya no estaba tan lejos considerando la edad que tenía. Tía Mikoto no paraba de decirle que ya debería casarse con una mujer e iniciar una familia o pronto el tiempo se le caería encima. Hasta insinuó que había más opciones que Rin. Tontamente pensó que él se libraría de ese regaño por parte de la matriarca de su clan pero suponía que ese era el pago al ser invitado con frecuenta a las comidas familiares con el resto de la familia del líder del clan.

Pero él era bastante terco. Rin era la única mujer que le interesaba, quien había sido amable hacia su persona desde pequeño y que no ponía atención a la cicatriz en su cara, cosa que muchas mujeres no pasaban desapercibido cuando le veían. Eso le hacía sentir inseguro pero cuando estaba cerca de la castaña, su adorada Rin, todas esas inseguridades se disipaban cuando ésta le sonreía así de bonito.

«Así de bonito como Hinata-chan cuando me dio esta bufanda...».

Los pasos de Obito se pararon en seco y la sonrisa que comenzó a formarse en sus labios se congeló. Tuvo un período de silencio mental en el que intentaba reorganizar sus ideas y recuperar la lógica.

¿Había pensando que la sonrisa de Hinata Hyuga era bonita? En sí no era un mal pensamiento ni algo falso, Hinata era de las pocas personas de ese clan tan tradicional que sonreía de manera amistosa y honesta, todo lo contrario al gruñón de Neji y sus demás parientes. Desde niña le parecía linda con esa carita tierna y las mejillas que se sonrojaban, era una monada. Para él no le resultaba incómodo decirle lo que pensaba de ella, siempre la había visto de ese modo, como una hermanita que pedía ayuda en silencio. Pero nunca había llegado a comparar a Hinata con Rin porque no tenía sentido; Rin era el amor de su vida, desde siempre, mientras Hinata-chan era una hermanita para ella, nunca podría verla de ese modo, se sentía incapaz de hacerlo siquiera, de hecho el solo pensarlo lo escandalizaba.

No era únicamente la edad el problema sino muchas otras cosas. Ella era una Hyuga, Obito un Uchiha, habría sangre ante la posibilidad de siquiera considerar una cita con la chica. De hecho, ni siquiera debía pensar en eso porque Hinata Hyuga nunca la debería considerar dentro de esas opciones.

Nunca.


―¿Una cena en la casa del Cuarto?

Hinata asintió a la pregunta de Neji, ambos en el dojo de la Mansión Hyuga, limpiando el sudor en los cuerpos de ambos gracias a las toallas que Natsu trajo para ellos en cuanto terminaron de entrenar por ese día.

―Sakura-san me pidió acompañarla ―explicó Hinata. Los dos se hallaban sentados en la parte que daba al patio, el aire era fresco pero se sentía tan aliviador para ella en esos momentos. Aún el color del cielo era azul pero no tardaría mucho en tornarse en naranja nacarado.

―Ya veo ―contestó con tranquilidad el joven de ojos perlados―. Si es una invitación supongo que no se pudo negar, Hinata-sama.

―Sakura-san realmente quería que la acompañara ―dijo con una sonrisa culpable al percibir en el tono de su primo algo de cansancio por ver nuevamente que ella no pudo rechazar hacer algo―. Dijo que no le gustaría ser la única chica en toda la velada.

―¿Hiashi-sama ya lo sabe?

―Sí. Me ha dado permiso ―contestó, balanceando sus pies, ignorando el frío―. Él está más que de acuerdo que me mantenga cerca del Cuarto. Dice que me ayudará a mantener una buena relación con él en cuanto lidere el clan.

―Su padre no está del todo equivocado ―mencionó Neji, cerrando por un momento los ojos.

―No, no lo está ―secundó aunque a comparación de la posición relajada y a la vez firme de Neji, en Hinata se pudo percibir la duda reflejarse en sus ojos siempre que tocaban el tema sobre su futuro como líder.

Ya no podían llamarla una débil cómo solían hacerlo antes pero tampoco se consideraba a sí misma una genio como Neji. Éste destacaba en cada ocasión a pesar de ser del Bouke, cosa que le enorgullecía completamente ya que las cosas ―con Neji a su lado― cambiarían dentro del clan, quizá hasta habría la posibilidad de abolir la tradición de sellar a los miembros del Bouke, no dudaba que Minato-sama estuviera totalmente de acuerdo con aquella propuesta, especialmente si contaba con su apoyo total al saber que a pesar de que el Hokage tuviera la más grande de las autoridades, los problemas internos de cada clan eran solucionados por los integrantes del mismo clan, estaba prohibido para el Cuarto entrometerse más allá de lo permitido.

Aún así siempre existía esa rivalidad silenciosa entre el clan Hyuga y Uchiha. El segundo siendo una de las familias fundadoras de la aldea a pesar del historial oscuro que Madara Uchiha representó, casi borrando su nombre de la existencia por causar grandes pérdidas no solamente al clan por seguir sus fines egoístas, sino también a los demás en el Mundo Shinobi, haciendo temblar incluso a las generaciones de hoy en día por lo poderoso y peligroso que representó su figura en sus tiempos. Por ello esa disputa entre los líderes por verse más favorecidos no solo por el Hokage, sino por el Consejo de Konoha.

Sasuke Uchiha siendo uno de los amigos más cercanos de Naruto ―por no decir su mejor amigo― los rumores rondaban que éste podría manipular al chico para hacerle ganar más poder al clan. Eso sin duda era algo estúpido considerando que Sasuke era demasiado orgulloso para emplear tan bajo truco en alguien que consideraba un gran amigo. O bueno, es lo que ella imaginaba, realmente no conocía a la perfección al hijo menor de Fugaku-san cómo para decir confiada aquello pero si Naruto aceptaba al Uchiha como un gran amigo es porque el rubio había visto algo bueno en él.

Su padre muchas veces le insistió en ser cercana a los hijos del Cuarto. Hinata quiso hacerlo pero se sintió tan deshonesta de sí misma que prefirió mantenerse al margen. Si quería ser cercana a los gemelos sería porque así lo deseaba, no porque fuera un movimiento calculado de su padre para ganarse más el apoyo del Hokage ni de los miembros del Consejo para el clan. Naruto realmente le agradaba, era un estupendo chico, de sonrisa alegre y optimismo carácter. Y a pesar de que no convivía mucho con Menma, éste siempre era firme con sus misiones y convicciones e igual que Naruto entrenaba hasta el punto de dañarse a sí mismo con tal de hacerse más fuerte, demostrar lo que valía por su cuenta y no solamente por ser el hijo del Hokage. Eso era algo que admiraba de ese par.

―¿Hinata-sama?

La voz de Neji y el rostro tan cerca del suyo hicieron a Hinata volver a la realidad y dejar los pensamientos para otro momento. Parpadeó un par de veces para observar con más atención a los ojos de su primo y sonreír con algo de nervios por no prestarle atención.

―L-Lo siento, nii-san. ¿Decías?

Neji por toda respuesta simplemente suspiró para luego verle, sonriendo un poco.

―Le decía que debe ir a prepararse. Sakura no tardará en pasar por usted.

De inmediato ella se puso de pie, recordando que era verdad y que necesitaba darse un baño. Estaba completamente sudada por el entrenamiento, no podía mostrarse de esa manera al hogar del Hokage. Sería una descortesía.

―Sí. Gracias por el entrenamiento de hoy, nii-san ―Hinata hizo una reverencia educada y después corrió con suavidad hacia la dirección de su habitación―. T-Te veré más tarde. Con permiso.

―Trate de no presionarse tanto, Hinata-sama ―alcanzó decirle Neji a su prima que solamente le vio asentir antes de desaparecer por los innumerables pasillos de la Mansión Hyuga.


Sakura alcanzó a quitar los instrumentos de la camilla cuando Suigetsu ―como un bruto salvaje― dejó caer el cuerpo de una dormida muchacha sobre la colchoneta que hizo un ruido metálico el peso chocó contra la base de metal.

Fulminó al chico poseedor de dientes afilados que simplemente se quejó del calambre en su brazo por cargar a alguien tan pesada durante horas.

―Pudiste ser más delicado. Recuerda que es alguien importante, cualquier daño es crucial ―regañó al ninja mientras acobijaba a la chica.

Según el informe que recibió, Obito-san la había sometido a un gengutsu de nivel uno, nada riesgoso ni leve, lo suficiente para hacerla dormir por un tiempo. Después de haber pasado a la Torre de Hokage para dar personalmente el reporte sobre la exitosa misión y con la joven sacerdotisa con ellos, Minato-san había pedido que la rubia se quedara en el hospital para que descansara, en cuanto despertara él personalmente iría a hablar con ella para conversar sobre el estado de la situación actual y el cómo procederían.

―Bueno, el daño que mi hombro está sufriendo también es crucial ―se quejó Suigetsu, con las cejas elevadas en un notable gesto de molestia, tomando asiendo en una de las camillas de la recámara del hospital―. Yo también necesito atención, comprensión y ternura.

―Lo que tú necesitas es un buen ajuste de tuercas ―regañó Sakura, bufando mientras revisaba el pulso de la joven, notando con total alivio que no había nada por lo cual preocuparse. La platinada estaba bien, solo dormía. Probablemente despertaría hasta el día siguiente.

El turno de Sakura estaba a punto de terminar, solo haría unas cuantas anotaciones y dejaría Shion a cargo de Shizune. Confiaba plenamente en la asistencia principal de su gran maestra, la gran Tsunade Senju, que igualmente que la rubia, ésta mostraba una habilidad increíble para ser no solo una kunoichi certera y mortal, sino también una gran medic ninja. Además estaba Rin-san, no habría ningún problema.

―Ya deja de quejarte y ven para que te arregle ese hombro ―se quejó al notar que el chico no dejaría de quejarse.

Sin embargo, Suigetsu bufó.

―No, gracias. Prefiero a tu amiga, es más linda y tiene lindas manos. No como las tuyas que parecen de marimacho.

―Tienes suerte que aún esté en turno y tenga pacientes. Si fuera por mí, ya te hubiera roto todos los huesos ―amenazó Sakura, furiosa del comentario del chico. ¿Qué podía esperar de ese dientón? Por algo Karin y él estaban en el mismo equipo.

Se complementaban a la perfección.

―Si no tienes nada qué hacer aquí, largo, adiós. Esa cama la necesito para un próximo paciente, ve a buscar otro lado en donde poner el trasero.

―Ay, tranquila, qué humor de perros te manejas, Haruno. No hay duda de por qué a Sasuke no le interesas. No tienes nada de delicadeza.

Sakura apretó el puño, muy molesta. Lo alzó para que el Hozuki se diera cuenta de lo dispuesta que estaba a perturbar el sueño de Shion con tal de hacerle aprender unos cuantos modales.

―Okay, okay. Entendí. Ya me voy ―Suigetsu tenía experiencia con mujeres violentas, por ello no dudó en salir apresuradamente de la habitación para librarse de una dolorosa paliza brindada por la joven de cabellos rosados.

Al salir afuera y permitirse dar un profundo respiro de verse a salvo, Suigetsu se encaminó por los caminos del hospital, refunfuñando por lo que Karin y Menma le obligaron a hacer, todo porque ellos tenían algo importante que hacer. Bah, lo único que querían era dejarlo solo con la maldita sacerdotisa y lidiar con el maldito papeleo en el hospital. Hasta Obito le había dicho un "Buena suerte" al desaparecer en una bola de humo como solía hacerlo cuando se escapaba de sus responsabilidades, especialmente las que más fastidio daban. Sin embargo, ya se las cobraría, a su tiempo.


―¡Menma-chan! ¡Karin-chan!

Ambos jóvenes se encresparon ante el llamado de la mujer de colorido cabello que saludaba en medio de la calle del distrito comercial de Konoha, con bolsas llenas de las nuevas adquisiciones y una sonrisa alegre. Menma y Karin suspiraron al darse cuenta que era demasiado tarde para escapar, solo una persona se atrevía al dirigirse a ellos de esa manera sin recibir castigo alguno.

Kushina Uzumaki.

―Ah, qué alegría verlos ―la jovial esposa del Cuarto y ex jinchuriki del Nueve Colas se paró en frente de su hijo menor y sobrina, mirándolos con alivio y orgullo de tenerlos de vuelta en la aldea en una sola pieza.

―No tienes que ser exagerada, tía, nos fuimos como por dos días ―dijo la joven de caballera rojiza, observando con cierta pena a la mujer.

―Para mí fue una eternidad. La casa no es la misma sin ustedes. Además, resulta muy fácil ganarle a Naruto en las cartas ―comentó la madre, sonriendo con cierta arrogancia al recordar las veces que Naruto perdió contra ella en el juego de ayer mientras Minato lavaba los platos después de la cena.

Sin que le dijera nada, Menma en silencio tomo las bolsas de su madre que sonrió orgullosa de contar con un hijo así de caballeroso ―aunque Obito le decía que Menma era todo menos caballeroso― mientras los tres lideraban el camino hacia la casa.

―Hoy cenaremos un banquete especial.

―¿Hay algo que celebrar hoy? ―cuestionó Karin, interesada.

Kushina soltó una risita.

―Claro que no. ¿Debemos celebrar algo en especial para que haga una rica cena con las personas más importantes para mí?

―Supongo que no te refieres solo a nosotros cinco, tía ―musitó Karin con una sonrisa algo nerviosa al imaginar que por el resto de la tarde no tendría la paz y tranquilidad que hubiera deseado.

―Invité a Sakura-chan a cenar ―confesó la mayor con una sonrisa traviesa.

―¿Sakura Haruno? ―repitió Menma el nombre de la chica a lo que la pelirroja menor mostró una notable mueca de desagrado.

―Así es ―asintió Kushina, como si no encontrara ningún problema―. Ese idiota de tu hermano no se atreve a hacer los pasos adecuados, solo se comporta como un idiota. A este paso espantará a la única chica disponible para él. Es mi misión ayudar al atolondrado de mi hijo cómo debe tratar a una chica. Además, Sakura-chan me resulta una nuera perfecta.

―Si Sakura se casa con Naruto, yo me separo de la familia ―dijo con total seriedad Karin, sin duda en su tono. Eso le hizo ganarse un tirón de orejas por parte de Kushina―. ¡Tía, eso duele!

―¿Duele, verdad? ¡Pues a mí también me duele cuando hablas así, Karin-chan! Tú eres familia y la familia no se separa.

―Ya entendí ―cuando estuvo libre del famoso Estira Orejas al estilo Habanero Sangriento de Kushina, Karin sobó la parte afectada con el ceño fruncido―. Pero piénsalo mejor, tía Kushina, estoy segura que hay mejores opciones que esa Frentona para Naruto. Digo, será idiota y lo que quieras, pero al menos es un buen chico, no merece un castigo así de cruel.

―Pero a Naruto siempre le ha gustado Sakura-chan. Ella me cae bien. Una mujer de carácter fuerte es lo que Naruto necesita.

―Lo que Naruto necesita es un cambio de cerebro ―comentó Menma, desviando la mirada, sin mostrar el menor interés en esos temas que su madre recurría con frecuencia. Suponía que era la edad y esas cosas lo que le hacía hablar con más intensidad sobre encontrar una buena mujer para formar una familia.

―Quizá lo que Naruto necesita es alguien opuesto a él, tía.

―¿Opuesto?

―Sí, como tú y tío Minato.

―¿Y a quién propones Karin-chan, eh? Te recuerdo que el bobo de mi hijo no es así de popular como Sasuke.

―No sé. A la mente no se me vienen muchas chicas ―susurró Karin, cerrando los ojos en señal de entregarse completamente a la tarea de pensar.

Sin embargo, una idea traviesa se le atravesó. Observó con especial interés a Menma que se mostraba absolutamente indiferente ante la conversación, pensando quizá que era un desperdicio de tiempo poner atención a lo que Kushina y ella conversaban.

«A ver si con esto sigues manteniendo esa cara».

―¿Qué tal Hinata Hyuga?

―¿Uh?

Karin sonrió interiormente, no solo por la expresión confundida de la pelirroja sino por ese diminuto cambio en el flujo de chakra en el interior de Menma. Podía dominar a al perfección la máscara de inexpresividad pero ante los ojos carmesí de la muchacha el chakra era totalmente honesto debido a la gran relación que mantenía con los sentimientos.

―¿Hinata Hyuga? ―repitió Kushina, haciendo un mohín. A la mente le llegó el recuerdo de una pequeña siempre escondida de la matriarca Hyuga, hija del aburrido de Hiashi―. Ah. La rarita ―señaló.

―Sí. Ella ―confirmó la pelirroja, sonriendo sin malicia, como si en esos momentos esa aura asesina en el aire no le asustara―. ¿No crees que se vería mejor con Naruto? Es tranquila, linda y viene de una familia importante. Creo que es mejor opción.

―Pero es una rarita ―siguió Kushina.

Karin soltó una risa por el comportamiento de su tía. Pese a ser una mujer grande, a veces se portaba como una niña.

―Tía Kushina, recuerda que llamabas de igual modo al tío Minato y mira cómo terminaste. Casada y con dos hijos.

El rostro de la matriarca Uzumaki se tiñó del mismo tono que su llamativo cabello. Incluso movió los brazos al ritmo que su acelerado corazón por el comentario de su sobrina.

―¡¿Qué dices, Karin-chan?! ¡Yo en ningún momento...! ―ante las risas de la menor, Kushina tomó de los brazos a la chica de gafas para hacerla callar pero por el contrario, Karin rio con más fuerza por saber que dio en el clavo―. ¡Ahora sí, pequeña mocosa, vas a enterarte por qué me llamaban el Habanero Sangriento...!

―Mamá ―la voz cansada de Menma les recordó a las dos pelirrojas que estaba ahí―. Estamos en público. Por más que favorezca que ahorques a Karin, eso no te daría una buena imagen. Eres la esposa del Hokage. ¿Recuerdas?

Kushina se quedó quieta como estatua, observando a los alrededores donde unos aldeanos miraban con curiosidad el caos rutinario y protagonizado por la familia Uzumaki. La ex jinchuriki se sonrojó levemente mientras soltaba a su sobrina, carraspeando un poco para recuperar la compostura y comportarse al margen.

―Cuando lleguemos a casa no habrá nada ni nadie que pueda salvarte ―le dijo entre dientes a Karin con una sonrisa de fingida dulzura mientras el aura detrás de la mujer se ensombrecía.

Karin desvió los ojos mientras acomodaba las gafas en un intento de ignorar los nervios y el miedo. Ahora quería que el camino a casa nunca se acabara.

―Neh, neh. ¿De qué hablamos? Yo también quiero saber el chisme.

Las dos Uzumaki gritaron cuando de la nada apareció Obito en cuclillas frente a ellas, mirándolas desde abajo con sus puños apretados debajo de su barbilla como un niño pequeño que quiere escuchar los chismes de las tías en fin de semana.

―¡Sí tenía que ser Obito...! ―Kushina sacó un rábano de las bolsas ecológicas para pegarle a la cabeza de Obito quien de inmediato borró la sonrisa para protegerse de los rabanazos con sus brazos en vista que sus goggles solamente se aplastaban en su cabeza, doliéndole más los golpes que la pelirroja mayor le daba.

―¡Kushina-san, piedad, piedad! ―gritaba Obito como―. ¡¿Tú también Karin-chan?, auch! ¡No era mi intención asustarlas! ―ahora también la sobrina de Kushina se sumaba a la tortura, dándole de golpes a la cabeza a su sensei.

Menma bufaba, caminando hacia el frente, haciendo caso omiso a los gritos de auxilio que Obito soltaba a todo pulmón como si hubiera sido atrapado en las garras de los más fieros ninjas existentes. Fingió no conocerlos y se encargó de disminuir la distancia para llegar a su hogar.

Por lo general no era tan complicado lidiar con el entusiasmo y particular comportamiento de Obito durante las misiones ya que éste siempre mostraba un lado serio al tratarse de asuntos importantes, podía bromear, portarse como un payaso de feria e incluso aparentar ser un niño; ese tipo de personalidad era lo que hacía a su sensei alguien peligroso pues no sabías cómo iba a reaccionar a ciertas circunstancias. A pesar del tiempo de estar a su lado en misiones, aún le sorprendía cómo el Uchiha podía arrebatar vidas sin mostrar nada de misericordia en su rostro, con sus ojos teñidos del Sharingan rojizo, el doujutsu nacido del odio.

La primera vez que le vio matar a un ninja que los había arrinconado en una de las misiones, prácticamente con Karin y Suigetsu a sus espaldas, muy heridos e incapaces de levantarse, tembló cuando esa figura se izaba para cortar los cuellos de sus persecutores y quitarles la vida sin parpadear. Algo de sangre manchó el rostro de Menma, recordó que ni siquiera pudo cerrar los ojos, pensando que era un sueño, que el sensei que siempre llegaba tarde, se portaba como un payaso y decía las excusas más ridículas no era la misma persona que había degollado a dos potentes ninjas que les había hecho el resto de la misión en el País de los Pantanos una verdadera pesadilla.

Quizá en ese momento sintió un enorme respeto por Obito Uchiha. Pero bastó que éste se volteara para revisar que ninguno estuviera muerto para volver a sonreír como de costumbre, ignorando la sangre aún tibia caer de los kunais que sostenía en las manos.

«Los tipos sonrientes y amistosos dan más miedo ―pensó al observar de reojo cómo patéticamente Obito caminaba siendo regañado por su madre que le tomaba de la oreja como si se tratara de un pequeño niño que hizo una travesura―. Piensas que son tan idiotas cómo para mostrar un instinto asesino que la primera vez que lo hacen, te sorprende de lo que son capaces de hacer».

Aún así esa sensación molesta implantarse en la parte profunda del estómago seguía, molestando.

Todo se debía cuando Obito dijo que la Hyuga le regaló esa estúpida bufanda que aún usaba. La visión le dio nauseas y dejó de verlo para enfocarse en el camino, apretando con fuerza las agarraderas de la bolsa ecológica. Podría decir que eran imaginaciones suyas, que la razón de su molestia no era algo tan infantil e insignificante como los celos. Pero de nada servía molestarse o escudarse detrás de un comportamiento cobarde que no reconocía sus propios sentimientos.

Era tonto confesar tamaña verdad, incluso para sí mismo.

No obstante, si no ponía en claridad lo que sentía todo eso se le volvería en contra y alguien cómo él no podía tener el juicio nublado, no porque fuera débil sino porque era mejor atar cabos sueltos, por más estúpidos que sean.

En un principio, cuando era un mocoso, el nombre de Hinata Hyuga nunca tuvo un significado especial en su vida.

Una chica tímida, simple y algunas veces tonta, eso era para él; nunca destacaba de los demás, siempre en los últimos lugares, silenciosa y pasando la mayoría del tiempo al lado del pulgoso de Kiba y su perro Akamaru. Notó que tuvo cierto acercamiento con Naruto cuando ésta le pasaba las tareas que el desobligado del rubio no hacía por haber perdido el tiempo con cosas tan insignificantes como ayudar a Jiraiya a reunir información para su próxima novela o jugar con Shikamaru, Chouji y Kiba por toda la aldea a ser unos poderosos ninjas; ñoñerías. No le prestó atención, al menos no la primera vez, pero cuando se dio cuenta que la Hyuga repetía más de una vez sus acciones, eso comenzó a enfadarle.

Siendo sincero ni supo por qué le irritó el acto de "amabilidad" de la tonta Hyuga por su hermano, quizá se debía a que quería ser cercana a él por el hecho de ser hijo del Hokage, varios quisieron hacer lo mismo con él como si con eso fueran a tener grandes privilegios. Mas la Hyuga parecía no ocultar malas intenciones, era tan fácil de leer que descartó de inmediato la idea al observar que el comportamiento de la niña era demasiado gentil. Extremadamente gentil para un ambiente tan rudo como el de los shinobis.

Podían estar en paz pero si algo había servido la historia del Mundo Shinobi era que las temporadas de paz nunca eran duraderas, siempre habría el peligro de una guerra o un enemigo en el aire, un ciclo que siempre se ha repetido. Quizá en esos momentos estuvieran viviendo en armonía, sin pleitos entre otros países pero nadie aseguraba que en el futuro la dichosa tranquilidad durara. Por el momento Menma podía decir con toda seguridad que Konoha era la aldea más fuerte de las Cinco Naciones, no solo por tener a alguien tan fuerte como Minato Namikaze como el Cuarto Hokage ―considerado el shinobi más rápido en todo el mundo―, sino también por ser la cuna principal de los dos doujutsus más deseados: Byakugan y Sharingan, además de poseer al Kyuubi, la Bestia de las Nueve Colas sellada en Naruto y él, con la mitad del chakra del zorro legendario en cada uno. Si las demás aldeas eran inteligentes, sabrían que cualquier levantamiento contra Konoha acabaría en un rotundo fracaso al verse superados. No dudaba que el momento en que las fortalezas de la aldea desaparecieran, las demás Naciones comenzaran a moverse para encontrar el momento adecuado para declarar otra guerra. Por ello continuaba activo la enseñanza ninja en la Academia, las generaciones de shinobis de Konoha seguiría porque nadie podía asegurar una era absoluta de paz, ese era el fin, estar preparados para cualquier circunstancia.

Hinata Hyuga era demasiado gentil para ello. O eso opinó de ella.

La imagen que tenía de ella en la Academia, esa chica con la mirada pegada al piso, sin nada de dignidad, esos ojos siempre miedosos y con la cabeza oculta en los hombros rígidos, de voz siempre baja que exasperaba tener que repetirle una y otra vez la misma pregunta para lograr escucharla; sí, esa misma que se levantó tras recibir severos golpes por parte de Neji al usar el Puño Gentil en la Etapa Semifinal de los Exámenes Chunnin que casi la orillaron a la muerte de no haber sido por la intervención oportuna de los jounin.

Reconoció la valentía de la Hyuga en ese momento, no era tan debilucha como pensó, tenia agallas, las suficientes cómo para seguir haciendo pelea a pesar de estar herida. Pero sin duda lo que le interesó fue ese cambio en la mirada perlada de la chica, ese rostro lleno de firme convicción, sin ningún rastro de la niña miedosa que recordaba. Ese día se trató sus propias palabras en silencio.

Inesperadamente después de aquel suceso y de haber ayudado a Neji a encontrar a su prima después de que ésta fuera llevada por algunos ninjas que se inmiscuyeron en la aldea después de un intento de toma de poder por uno de los Tres Sannin, Orochimaru, para robarse el Byakugan y venderlo al Raikage ―quien aún se mostraban interesado en adquirir dicho doujutsu―.

No importó que los músculos le dolieran después de la pelea que tuvo con Shino Aburame o qué tanto de los insectos del chico insecto hubieran absorbido su chakra, parte de Kurama vivía en su interior, ni todos los insectos de todo el clan Aburame podría drenarlo él fue al lado de Neji para atrapar a esos ninjas, pensando que era necesario actuar o sino el Byakugan sería robado y utilizado en contra de Konoha ya que Hinata no pertenecía al Bouke, sus ojos no desaparecerían si ella moría. Tardó en convencer al estirado de Neji de acompañarle, diciéndole que le importaba un carajo si eran o no asuntos internos del clan Hyuga, él como recién nombrado chunnin de Konoha tenía la obligación de proteger los secretos de la misma, eso incluía el Byakugan; al verse sin más argumentos para rechazar la ayuda del hijo menor del Cuarto, Neji no tuvo más opción que dejarlo asistirlo mientras Kiba se unía a ellos para rastrear el rastro de Hinata en lo que los demás ninjas se ocupaban de solucionar los problemas ocasionados por los planes viles de Orochimaru haciendo uso de algunos ninjas de la Aldea Oculta del Sonido y la Arena.

Durante el camino se recordó que esa misión era puramente por el bien de la aldea, el estado de la Hyuga no importaba, eso se repitió a cada segundo, no dejando que una memoria del pasado, bastante lejana, de una niña extenderle una nueva máscara de zorro interviniera en su concentración. Ni mucho menos con ese rostro infantil, de ojos enormes perlados y mejillas sonrojadas, destellando entre la blancura de una piel tersa, sonreírle de una manera tan asombrosa que su pequeña mente de aquel entonces no pudo lograr hallar una palabra que realmente describiera tal sentimiento en el pecho.

Respiró profundamente al no gustarle la dirección de sus propios pensamientos. Demasiadas vueltas, a él le gustaba lo directo. Estaba algo lejos de donde Obito, Karin y su madre venían, no faltaba para llegar a su casa pero él estaba ahí, en medio de un cruce de calles, con nieve por todos lados y el aire frío remover sus cabellos.

«Sé hombre, idiota, y simplemente confiésalo. Te gusta la Hyuga. De no ser así, no te habrías imaginado todos esos escenarios de ahorcar a Obito con esa maldita bufanda que parece amar tanto» se dijo al apretar el puño.

Con el paso de los tiempos Hinata Hyuga dejó de parecerle indiferente. Por un momento creyó que todo se debía a la peculiaridad de los cambios de la chica a comparación del resto de las kunoichi en su generación. Aunque consideraba esos cambios absurdos, eran algo natural en la anatomía humana, cosa que Jiraiya con todo el gusto del mundo se encargó de explicarles ―a pesar de los reclamos de su madre por dejarle tal tarea a él― y no podía evitarlos. Eran molesto pero no podía simplemente decir que lo dejaran en paz, era algo con lo que debía aprender a vivir. Y aunque Menma no le prestó atención, involuntariamente sus ojos buscaban la figura de Hinata cuando se reunían en lugares comunes, o incluso veía desde las sombras cómo Karin conversaba alegremente con la chica de cabello azulado debajo de las copas de los árboles de una zona cercana a su campo de entrenamiento, tratando de adivinar desde cuando Karin se volvió tan cercana a la Hyuga y por qué estaba la susodicha ahí.

Hubo una vez que se le cruzó el pensamiento que Hinata estaba ahí para espiarlos. Sin embargo, Hinata no lograba ocultar por completo su chakra y había sido demasiado fácil reconocer alguien ajeno al Equipo 5 ―en aquel entonces― en las cercanías. No era tan talentosa, sintiéndose irritado e incluso molesto que una niña tan boba estuviera viendo el entrenamiento de ellos. Especialmente antes de llevarse a cabo la Etapa Final de los Exámenes Chunnin. Sin embargo, Hinata no pareció utilizar nada en contra de ellos, tampoco es como si hubieran sido tan idiotas como para revelar tan fácilmente los ataques secretos que cada uno estaba puliendo para el día especial. Pero cuando la vio regalarle aquel ungüento a Obito, el interior de Menma se retorció con mucho fastidio.

¿Esa Hyuga había ido ahí solamente para darle esa basura a Obito? Sí que era tonta. Los Uchiha y Hyuga eran enemigos naturales, como los gatos y los perros, no había razón por la cual la heredera, la princesita Hyuga, le obsequiara algo a un Uchiha, en especial a Obito. De haberse tratado de Sasuke lo consideraría algo normal, incluso tacharía a la chica como otra estúpida fangirl que pertenecía al ridículo séquito del Uchiha. Pero el Equipo 7 estaba en otra dirección, no ahí con ellos.

Esa molestia no se había repetido, no con la misma intensidad al menos. Pero el día de ayer, cuando se enteró por la misma boca de Obito que Hinata Hyuga le había tejido una bufanda con el logo Uchiha en ésta ―el clan enemigo de su familia; enemigo natural― esa sensación se plantó nuevamente en el estómago pero con más fuerza, casi tirando. Se hundió en un profundo silencio, observando a Obito presumir de la prenda como si fuera algo tan valioso para restregarles en la cara. Supuso que era normal considerando que su sensei no era un hombre que atrajera constantemente la atención femenina, debido a su apariencia como inmaduro comportamiento ―así como su declarado amor hacia Rin Nohara―, quizá el regalo de una chica joven como Hinata había removido algo dentro de él y elevado un poco su ego.

Después de todo, Hinata era preciosa.

«Ahí vas otra vez» se regañó al fruncir el ceño, intentando no pensar demasiado en los bonitos ojos de Hinata, los únicos que se le hacían así de bellos de todos esos tipejos paliduchos de su clan ni cómo su voz sonaba melodiosa cuando reía sin taparse la boca por un chiste de mal gusto dicho por el Inuzuka o la manera en que sus mejillas se sonrojaban cuando daba un mordisco a sus rollos de canela que vendían recién horneados en la Panadería Momo.

Menma bufó, mirando al cielo. ¿A quién engañaba? Hasta Kurama se burlaba de sus pensamientos.

Le gustaba Hinata, se le hacía atractiva e interesante, o por lo menos no tan aburrida cómo solía pensar de ella en el pasado. El hecho de que no estuviera detrás de los Uchiha le hizo pensar que era inteligente o que contaba con algo de materia gris en el cerebro a comparación del resto de las chicas. Quizá salir con ella no resultaría ser tan molesto, era silenciosa, prefería chicas silenciosas.

―¿Esa bufanda te la regalo la rarita?

La voz de su madre interrumpió los pensamientos del joven Uzumaki que observó de reojo que las figuras que dejó atrás ya lo habían alcanzado. Para su molestia Obito continuaba presumiendo la bufanda, Karin no paraba de rodar los ojos, sin duda fastidiada de escuchar lo mismo, pero Kushina se mostraba genuinamente sorprendida como si alguien le afirmara que la Luna sí estaba hecha de queso.

Obito rio algo nervioso por cómo Kushina llamaba a Hinata.

―Kushina-san, no le digas así a Hinata-chan. Solo es tímida.

―Una cosa es ser tímida y otra es ser rara. Esa chica es demasiado extremista, así que es una rara para mí. Aunque no niego que es algo amable ―musitó de lado, como si no quisiera admitirlo―. Ayudó al idiota de Naruto con algunas tareas, incluso le ofreció algo de la pomada que el clan Hyuga hace exclusivamente para ellos...

―Sí, es demasiado gentil ―comentó Obito, sonriendo ante el recuerdo que él también recibió de parte de una Hinata de apenas 12 años un ungüento―. Por eso no le digas rarita, Kushina-san.

―Aún así insisto que prefiero a Sakura-chan con Naruto. Ella le dará la estabilidad que ese idiota necesita.

―Ah, es como si viera un déja vu ―musitó Obito al recordar la convivencia entre la Haruno y el hijo mayor de su sensei. Le recordaban mucho a Kushina y Minato, aunque en este caso Minato no decía tanta estupidez como Naruto.

La figura de pie y en medio del cruce de calles desvió la atención sobre ellos. Obito dejó de hablar con Kushina para observar a su alumno. Éste le devolvió una mirada irritada para después seguir caminando. Él ni siquiera entendió por qué estaba tan enojado.

«Mendigos adolescentes» se dijo con los parpados levemente caídos por la irritación con un tic en el ojo derecho.

―Como sea, hay que darnos prisa. No quiero que Minato queme la cena ―dijo Kushina, rompiendo con el silencio que se había formado. La pelirroja ni siquiera pareció importarle que su hijo se adelantara, parecía acostumbrada―. Sakura-chan ya debe estar en camino, espero que Jiraiya-san no haya llegado todavía, no quiero que siga pervirtiendo a Naruto ―comentó con las manos en la cintura, dando pasos firmes sobre la nieve ante la idea de tener a uno de los Sannin corrompiendo la mente de su hijo mayor.

Naruto debía seguir fielmente los códigos shinobi. Nada de mujeres, alcohol ni perversiones, aún era muy joven para eso.

―¿Yo también? ―se señaló a sí mismo Obito, con una sonrisa esperanzadora que Kushina devolvió con un gesto cariñoso, pegándole en la cabeza como solía hacerlo cuando el Uchiha medía menos que ella.

―Claro que estás invitado, tarado. Eres parte de la familia ―dijo la mujer con una sonrisa amplia y limpia.

Obito correspondió con el mismo gesto y Karin suspiró, intentando no llenarse también de la misma energía optimista brotar de ese par. Era demasiado luz para su alma oscura.

Maldito Menma, había escapado justo a tiempo.


―¡Hazte a un lado, hazte a un lado!

Menma arrugó el ceño cuando recién salió del baño, dejando que Naruto entrara. Le soltó un insultó cuando abrió el agua, quejándose de que le había robado toda el agua caliente.

―Tuviste todo el día para bañarte, imbécil ―gruñó caminándose a su habitación para vestirse.

En el comedor, su madre seguía arreglando los detalles para la cena con ayuda de Obito. Al parecer su sensei no sería el único pues Kakashi también estaba invitado, incluso Rin pero ésta se había disculpado con su madre cuando le dijo que tendría que estar en el hospital todo el turno pero prometía asistir la próxima vez. No era nada fuera de lo común que su madre hiciera ese tipo de cenas para que todos comieran, eran una especie de familia, los ex alumnos de su padre cuando fue jounin en su tiempo eran como unos tíos para ellos mientras Jiraiya se consideraba el padrino. Una familia bastante pintoresca si se lo preguntaban.

Ignorando los gritos de Naruto en el interior de la ducha por lo fría que estaba el agua mientras Kushina le gritaba que fuera hombre y se aguantara, Menma cerró la puerta de su habitación detrás de sí, yendo hacia el mueble para ponerse ropa cómoda. Era una simple cena, nada especial, no tenía por qué vestirse de manera formal. Ni siquiera cuando recibían a Gaara, siendo éste el Quinto Kazekage, se ponían sus mejores ropas, sabiendo que a su madre todas esas cosas de etiqueta le daban igual, saltándose los protocolos y abrazando a Gaara como si fuera otro de sus ojos, avergonzado al joven Kage que se sonrojaba por las muestras de afecto tan abiertos de la pelirroja. Bueno, esa era la parte cariñosa del temible Habanero Sangriento.

Se puso una playera holgada de tonalidad negra junto con unos pantalones ninja que la mayoría usaban, no era ajustados sino cómodos, por ello los usaba en casa. Las correas que siempre llevaba en los antebrazos las dejó en el interior del cajón donde guardaba las herramientas de su equipo ninja, para que no se perdieran ni se picara el trasero como el idiota de Naruto cuando dejaba todas regadas las cosas en su propio cuarto o en la sala, ganándose un regaño tremendo de parte de su madre que se había herido con un kunai.

Con una toalla secó la humedad de su cabello, no gastando tiempo en acomodarlo, estaría en su lugar una vez que se secara. Además, Kakashi y Obito lo conocían de siempre, no tenía por qué esmerarse tanto. Y Sakura, realmente le interesaba poco la opinión de la Haruno en él, no era como Naruto que en esos momentos estaba peleando con los productos de belleza para lucir más atractivo a los ojos de la chica de cabello de chicle.

―Imbécil ―masculló, sintiendo lastima y vergüenza por compartir sangre con ese rubio atolondrado.

Salió de su cuarto, conviviría porque moría de hambre. Durante la misión no habían comido mucho ya que no era mucha la distancia entre el País del Te y su aldea, tampoco era que hubieran llevado un festín, simplemente lo básico. La comida de su madre era rica, aunque no le dijera abiertamente, disfrutaba mucho de la comida casera a comparación del ramen que Naruto religiosamente consumía, sin mencionar los envases que guardaba de edición especial y por los cuales su madre y él llegaban a pelear, haciéndole rodar los ojos para irse de la sala y buscar otro lugar más tranquilo en el hogar Uzumaki donde pudiera estudiar sus misiones en silencio sin ser interrumpido por las riñas infantiles de quien era su madre y dizque hermano mayor.

Escuchó un nuevo conflicto que Obito y su madre protagonizaban mientras su padre, el Cuarto, el temido Relámpago Amarillo de Konoha, usaba el acostumbrado mandil tono rosado mientras acomodaba ―con total tranquilidad, sin perturbarse de la riña que se llevaba atrás donde Kushina le jalaba las mejillas al Uchiha porque éste había querido lamer la cuchara directamente, algo que a los ojos de la pelirroja era asqueroso― los platos en el comedor.

A Menma le resultaba irónico el comportamiento de su progenitor en la intimidad de su hogar.

Era conocido por la mayoría de los aldeanos como un hombre amable, fuerte y lleno de la Voluntad del Fuego heredada por los antepasados que rigieron las tierras de Konoha antes de su gran florecimiento, pero por el resto de las naciones, especialmente por el propio Raikage ―con quien se enfrentó personalmente en la Gran Tercer Guerra Shinobi― como un enemigo al que hay que temer por su rapidez y letales técnicas, siendo llamado un genio en su generación.

Le desconcertaba en ocasiones que ese mismo hombre que había hecho temblar al mismo Raikage de la Aldea Oculta de la Nube fuera ese esposo sumiso que acomodaba las cosas en el comedor e hiciera caso absoluto a su esposa.

El timbre sonó y Menma observó la puerta desde su posición. Su madre y Obito continuaban enfrascados en la estúpida pelea, Naruto seguía intentando tener un mejor aspecto ―escuchó que gritó debido a una loción que su padre usaba después de rasurarse― y su padre le dio una mirada en silencio pidiéndole abrir. Él bufó pero hizo caso, no se le iba a secar la mano, además podría tratarse de Sakura porque Kakashi se aparecía en el interior de la casa con total libertad, diciendo su acostumbrado Yo.

Caminó hacia la puerta, casi con fatiga. Antes de abrir aspiró aire, sabiendo que sería una noche difícil.

Envidiaba a Karin y su suerte, justo antes de llegar a casa había sido solicitada por otra misión de urgencia que no pudo rechazar, aunque la pelirroja estaba extasiada de no tener que convivir esa noche con Sakura Haruno. A pesar de las quejas de su madre, ésta se disculpó y le dijo que no se preocupara, la calmó al decirle que comería algo en el camino y que era una mujer fuerte, tal cómo le enseñó todo ese tiempo, sacando lágrimas de orgullo a Kushina por las palabras de su sobrina.

Abrió la puerta. Lo primero que vio fue un cabello similar a un chicle de cereza masticado acompañado de unos ojos verde esmeralda que lucía nerviosos. Sin embargo, al abrir completamente la puerta, notó una segunda figura que le hizo sorprenderse.

Orbes nacarados, luminosos y rodeados de espesas pestañas. Inocente rostro. Sonrisa tímida. Cabello similar al manto nocturno que gustaba tanto observar encima del rostro de su padre en el Monte Hokage.

―¿Qué haces aquí? ―cuestionó con el ceño fruncido, disfrazando la sorpresa con molestia.

Hinata se puso tensa ante el tono malhumorado del Uzumaki. Nunca imaginó que él fuera a recibirlas, esperaba ver a Kushina-san en la entrada o incluso al Cuarto.

―¿Hah? ¿Qué clase de recibimiento es este, Menma? ―gruñó Sakura, nada contenta de ver cómo ese gruñón se había dirigido a Hinata―. Yo la invité, tu madre me dijo que podía invitar a cualquiera.

―¿Y qué te hizo pensar que la Hyuga era una buena opción, Sakura? ―gruñó Menma.

Sakura frunció el ceño e Hinata se encogió de hombros. Pensaba que Ino-san era la única que detestaba a Menma pero parecía que a Sakura no le agradaba tampoco.

―Hinata es una preciada amiga para mí. La invité porque quise. Ahora hazte a un lado, queremos entrar.

―Qué grosera, Pelo de Chicle, hablas como si fueras la dueña del lugar. ¿Ya te consideras la esposa de Naruto cómo para ordenarme como si fueras la esposa del Hokage?

―¡Tú...! ―Sakura lucía completamente molesta por el comentario, dispuesta a estrellar el puño en el rostro del Uzumaki que simplemente sonrió de lado.

La rosada era idiota si esperaba que él fuera a recibir los golpes como el tarado de Naruto. El hecho de que fuera mujer no iba a impedirle defenderse ante un obvio ataque a su persona.

―¿No pueden esperar a que comencemos la cena para después pelearse? Van a hacer enojar más a Kushina-san.

Las mejillas de Hinata, anteriormente teñidas de rosa, enrojecieron de golpe al observar cómo la figura de Obito se materializó en medio del espacio entre Menma y Sakura, deteniendo con facilidad el puño de la Haruno y evitando que ésta le diera directo al rostro del chico quien desvió la mirada, irritado.

Sakura quedó sorprendida que su golpe fuera detenido pero al ver de quién se trataba, rápidamente quitó su puño e hizo una ligera reverencia. Era Obito Uchiha, el primo lejano de Sasuke-kun. Oh Gran Sabio, ¡qué vergüenza! Haberse comportado como un animal rabioso, sin control y nada digno de una señorita encantadora como ella, sin duda era una mala impresión.

―O-Obito-sensei, buenas tardes ―saludó Sakura, con una sonrisa dulce, como si la fiera rosada de ojos esmeralda nunca hubiera existido, sino una linda chica de cabello rosado.

―Buenas, Sakura-chan ―saludó Obito con su ojo sonriente, alzando la mano, ignorando cómo ésta temblaba por haber evitado que a Menma le destrozaran el rostro. El poder de esa chica era tremendo.

Obito distinguió una figura silenciosa al costado de la Haruno. La reconoció de inmediato. Sonrió ampliamente.

―Hinata-chan, hola. ¿También te invitaron a cenar?

La susodicha asintió, con timidez, intentando no jugar con los dedos al traer en sus manos una especie de regalo, era como una bolsita con cosas.

―B-Buenas tardes, Obito-san ―saludó cortésmente, como la señorita educada que era. Después observó la figura de Menma, a quien no había saludado adecuadamente cuando la pelea entre él y Sakura comenzó―. Menma-san ―nuevamente inclinó la cabeza a modo de respeto.

Menma por toda respuesta bufó, girándose sobre sus talones y dejando a Obito encargarse de todo. Sakura no escondió su completo fastidio por la apática personalidad de Menma.

―Es un grosero ―musitó, disgustada y algo enojada. Miró a su compañera y amiga, notando lo nerviosa que lucía―. Lo siento, Hinata-chan. No esperaba que Menma nos abriera. Por Kami, algo de amabilidad no le vendría mal. En serio no dejo de preguntarme qué te gusta de él.

―¿Uh? ―Obito alzó una ceja por el comentario de la chica rosada, logrando que el rostro de Hinata luciera por unos momentos confundido para después tornarse rojizo―. ¿A Hinata-chan le gusta Menma? ―preguntó, interesado.

Hinata de inmediato se giró hacia Obito, totalmente avergonzada y sin saber qué decir para aclarar que eso no era cierto. Sin embargo, Sakura se adelantó, suspirando como si la situación ya estuviera perdida.

―Así es, Obito-sensei. No niego que Menma sea algo atractivo, por supuesto, nunca como Sasuke-kun ―la Haruno no perdió oportunidad de alabar la belleza de su primer y único amor―, pero tiene una actitud podrida. Ni siquiera los perros han de querer estar con él, por algo Akamaru siempre se esconde cuando se topa con él. Espero que Hinata-chan pueda ver todo eso y mejor decida buscar alguien mejor para ella.

―S-Sakura-san. E-Esto... N-No es... ―intentaba cortar la plática de la rosada, nunca imaginó que Sakura realmente pensara que la persona que ella gustaba era Menma Uzumaki.

Esto se estaba tornando en una pesadilla. Ahí delante estaba Obito Uchiha, el hombre que la salvó una noche oscura en la cual se hundió en la soledad momentánea de un parque para darse la libertad de llorar ya que en su propio hogar tenía prohibido mostrar tal signo de debilidad, el que le brindó una flamita de calor para ayudarla a levantarse, el hombre que le dijo que estaba bien caerse, incluso sentirse bien de perder porque con cada derrota te hacías más fuerte, no había necesidad de sentir vergüenza.

Eso aprendió de Obito Uchiha a sus escasos seis años.

La mano callosa de ese hombre, con su sonrisa amplia, su ojo brilloso de tonalidad negra pero que en ese momento resplandeció como ninguna otra estrella y ese calor destellar de él que descongelaron sus miedos, el mismo hombre que la salvó estaba escuchando ―erróneamente― de parte de Sakura algo que debió aclarar en su momento.

―Ya veo, ya veo ―Obito asintió, comprensivo. Para espantó de Hinata, éste alzó el pulgar, similar a cuando Gai-sensei lo hacía al decir su acostumbrada frase motivadora sobre el poder de la juventud―. No te preocupes, Hinata-chan, no diré ni una sola palabra. Concuerdo con Sakura-chan respecto a tus gustos pero, hey, yo no soy nadie para juzgarte. Al contrario, tienes mi apoyo. Es más, con todo gusto te revelaré los secretos más vergonzosos de Menma. Hasta te puedo decir cuál es su platillo favorito para que ataques por ahí. Después de todo, un hombre se gana desde el estómago.

Hinata quiso decir que todo lo estaban mal interpretando. A ella no le gustaba Menma, ni siquiera era cercana a él, hasta confesaba que el chico le daba cierto temor, como Sasuke. Sin embargo, ya era demasiado tarde porque la sonrisa tan despreocupada que Obito le regaló le hizo doler un poco el corazón.

«Obito-san no me ve de otra manera» pensó con tristeza, intentando aparentar que todo estaba bien, entrar a la casa del Cuarto cuando el Uchiha se hizo a un lado e invitarlas alegremente a pasar directo al comedor donde los estaban esperando.

―Bienvenida, Sakura-chan y... ―Kushina al escuchar las voces femeninas y el cómo Obito parecía recibir a los recién invitados después de librarse de una de sus famosas llaves letales mostró una sonrisa amplia para luego congelarse de notar la figura de Hinata Hyuga en su hogar―. ¿La rarita?

―Kushina ―habló Minato, avergonzado de que su esposa no se guardara nada. Notó cómo la joven Hyuga respingó en su sitio para después sonreír de manera forzada, como si no le hubiera dolido el apodo que Kushina le puso a la chica desde pequeña―. Por favor, compórtate con las visitas.

―Ah, sí. Eso ―Kushina se mostró algo avergonzada. Aunque la chica le pareciera rara, no era mala gente―. Uh, ¿Hinata, verdad?

La susodicha asintió a la pregunta de la pelirroja.

―B-Buenas noches, Kushina-sama ―dijo la joven, haciendo una reverencia―. H-Hokage-sama.

Minato de inmediato negó con el rostro y las manos.

―Neh, Hinata-san, estamos en mi casa, no en la Torre Hokage, puedes llamarme Minato.

De inmediato la chica se incorporó, abrazando con fervor lo que llevaba en sus manos contra su pecho, negando completamente avergonzada, más que el mismo Minato.

―¡N-No podría! ―nunca de los nunca podría hacer eso, estaba delante de Minato Namikaze, su Hokage actual, figura de respeto y una de las leyendas vivas en el Mundo Shinobi―. U-Usted es mi Hokage, debo mostrarle el respeto que se merece. N-No puedo llamarle así...

―Vamos, vamos, no es para tanto ―dijo Kushina como si no fuera la gran cosa. Señaló a su esposo como si fuera cualquier otra persona―. Dudo que con ese mandil desprenda tanto respecto a como lo hace en la Torre Hokage. Por ahora es mi esposo. Puedes llamarlo por su nombre.

Minato rio nerviosamente por la manera en que su esposa se refería a él. Sakura incluso rio detrás de sus manos al esconder la sonrisa por las ocurrencias de Kushina.

―Aún así... ―musitó la joven Hyuga, coloreada del rostro.

―Pues en mi casa no existen formalidades. Yo te llamaré Hinata y punto. Tú puedes llamarme Kushina y a Minato igual. Ahora somos los anfitriones de esta cena, no tus jefes.

Hinata asintió, lidiando con su propia mente. Nunca podría tratar con tanta familiaridad a los héroes de Konoha, sería una falta de respeto, su padre le recriminaría haber arruinado una posible buena relación con la familia del Cuarto por su natural estupidez.

―I-Intentaré no incomodarla, Kushina-sama...

―Nada de sama. Ugh, detesto eso. Me hace sentir vieja ―gruñó Kushina, con el ceño fruncido. Hinata se dio cuenta que Naruto se parecía mucho a ella cuando hacía eso, sin duda eran madre e hijo. Sin embargo, algo desvió la atención de la pelirroja, era esa bolsita de algodón de tonalidad café, porosas, rupestre―. ¿Qué es eso? ―señaló la bolsita e Hinata dio un respingo.

Los ojos de Kushina eran agudos.

―Ah, uhm ―Hinata aclaró la garganta―. E-Es un regalo que traje para la ocasión, p-por ser la primera vez que visito el hogar de Hokage-sama ―mentalmente se disculpó con el rubio que mostró una mueca vergonzosa por el título―, s-son semillas de Flor de Luna.

―¡¿Flor de Luna?! ―los ojos violeta de Kushina brillaron como una galaxia entera, sorprendiendo a varios de los presentes por el enorme cambio en la pelirroja que sin aviso tomó las manos de la joven entre las suyas.

Obito no pudo evitar recordar que de ese modo reaccionaba la pelirroja con Rin cuando habían sido unos gennin.

―S-Sí ―asintió la joven, sonrojada y sorprendida por la cercanía de Kushina.

―¡Esas semillas son ultra, mega, increíblemente difíciles de conseguir! ―aclaró Kushina, dando un contexto de cuán importantes eran las dichosas semillas. A Sakura le parecían la cosa más simple del mundo―. ¿Cómo las conseguiste?

Las mejillas de Hinata se sonrojaron nuevamente pero a comparación de los tonos de rojo que se mostraron en la palidez de la joven, ese color rosa melocotón adornar los pómulos altos de la joven la hicieron lucir hermosa. Especialmente cuando sonrió.

Obito se halló inesperadamente atento a las facciones de la joven, pensando lo realmente hermosa que lucía Hinata sonriendo de esa manera tan dulce.

―M-Mi madre cuidaba las flores en el invernadero del clan ―empezó a explicar―. E-Es una flor muy rara con muchas propiedades curativas, e-es muy común usarla en mi familia para los procesos herbolarios de nuestros ungüentos y medicina natural... E-Es por ello que resulta difícil de hallar. S-Según la leyenda que me contaba mi madre, era un flor que crecía en el antiguo hogar de mis ancestros, solo unos pocos saben cómo cuidarlas a-adecuadamente. M-Mi madre me heredó los tips para hacerlo. P-Padre regularmente los regala a modo de agradecimiento, y-ya que también la flor, además de ser hermosa, s-se puede hacer un té cuya esencia natural es dulce y ayuda a conseguir el sueño por las noches, p-por ello su nombre... Y-Yo... Como es una ocasión especial, p-pensé que...

―Hinata.

Para sorpresa de la chica, el rostro de Kushina se hallaba completamente conmovido por las palabras de la jovencita. Hasta Hinata soltó un confundido "¿Uh?" por los drásticos cambios en la personalidad de la pelirroja que invadía su espacio personal sin problema alguno, restregando su mejilla contra la suya, acariciando su cabeza diciéndole que era una "Dulce chica" y que lamentaba llamarla rarita sin saber su verdadera naturaleza.

―K-Kushina-sama... D-Digo, Kushina-san... ―se apresuró a decir sin saber cómo reaccionar ante las muestras de cariño de la pelirroja.

―Eres tan dulce ―Kushina ya chillaba―, trajiste algo tan valioso, tan significativo, tan importante para ti a nuestro hogar ―otro sollozo. Hinata miró con notable preocupación la figura de Minato quien lucía completamente relajado―. ¡Prometo cuidar con todo el cuidado del mundo tus flores! ¡Y cuando den hojas no dudes que te invite a tomar el té! ¡Eres totalmente bienvenida a mi casa! ¡No me importa que seas la hija del amargado de Hiashi, eres tan gentil!

―Kushina, vas a hacer que Hinata-san se incomode ―intervino Minato, tomando con gentileza los brazos de su esposa para pasarle un pañuelo desechable que ésta usó sin dudas para limpiarse los mocos―. Lamento esto, Hinata-san, mi esposa suele ser sensible con ciertos temas ―sin embargo, la pelirroja le dio un codazo al rubio que se quejó con una sonrisa mientras la pelirroja alzaba la barbilla, orgullosa.

―E-Eso no es cierto, s-solo me entró algo al ojo ―masculló Kushina.

La risa cantarina de Obito se escuchó.

―No solo en el ojo, también en la nariz, Kushina-san ―se burlón el Uchiha a lo que la pelirroja de inmediato le brindó un golpe en la cabeza que dio la sensación de que le quebró el cráneo.

Hinata sintió que a su lado Sakura tragaba ruidosamente, impresionada por la fuerza física de la mujer.

El grito de dolor de Obito no se hizo esperar.

―¡¿Por qué me pegas, Kushina-san?!

―¡Por decir estupideces! ¡Nunca conseguirás esposa si sigues siendo tan idiota!

―¡¿A qué viene eso?!

―¡Tonto, tonto Uchiha!

Minato se acercó a ellas, tan normal, acostumbrado a que ese tipo de peleas entre su ex alumno y esposa fuera algo rutinario.

―Esto durará un poco más. ¿Por qué no pasan al comedor? La cena está lista ―invitó el rubio mayor, sonriendo a las chicas que asintieron al comando de Minato mientras éste recibía cuidadosamente el regalo de Hinata.

Minato le sonrió gentilmente a la chica y ésta hizo todo lo posible para no sonrojarse otra vez. No había notado que el Cuarto fuera así de hermoso.

―Atesoraremos tu regalo, Hinata-san ―prometió Minato, con una sonrisa y sus ojos celestes brillosos de honestidad―. Realmente agradezco tu gesto. Eres bienvenida a nuestro hogar cuando lo necesites.

―G-Gracias, Hokage-sama.

―No hay de qué ―Minato sonrió algo penoso―. Pero insisto, puedes llamarme por mi nombre cuando estemos fuera de la Torre Hokage.

―I-Intentaré, Hokage-sama, pero no prometo mucho.

―Está bien, seré paciente a que llegue ese momento. Ahora vayamos a cenar.

La breve tranquilidad no duró mucho en el hogar Uzumaki ya que la puerta del baño se abrió repentinamente dejando ver la figura de Naruto que salía con una sola toalla rodeada su cintura, a vista de todos. Ante el asfixiante silencio, Naruto se giró lentamente, como esas películas de horror de ninjas zombie para notar la presencia de más personas que no eran Obito-nii, Kakashi-sensei o sus padres. Eran Sakura e Hinata.

―¿Hinata-chan? ―le sorprendió ver a la chica que se olvidó por un momento que casi estaba desnudo frente a la joven que parecía enrojecerse de pies a cabeza―. ¡Oh, Hinata-chan, es bueno verte! Ha pasado tiempo desde la última vez que nos...

―¡Naruto! ―los gritos de Kushina y Sakura se mezclaron, la segunda algo sonrojada mientras la primera se amarraba la manga de su blusa, caminando directo hacia su hijo que no mostraba nada de vergüenza.

Hinata se giró de inmediato, con sus ojos tapadas, intentando olvidar la apariencia de Naruto casi desnudo de su mente. Por el Gran Sabio, nunca imaginó que visitar el hogar de los Uzumaki sufriera tales emociones. Su corazón no dejaba de latir apresurado.

―¡Ve y ponte algo, exhibicionista!

―¡Ay, mamá! ¡No me pegues! ¡No lo hice a propósito, se me olvido la ropa en mi cuarto...!

―¡Es por eso que te repito hasta el cansancio que cheques todo antes de meterte a bañar! ¡Ahora ¿qué van a pensar Sakura-chan e Hinata-chan de ti?!

―¡Pero mamá, no tengo vello en el pecho y tengo músculos! ¡Sakura-chan probablemente le parezca más atractivo así! ¡Ero-sennin dice que a las mujeres les gusta los hombres sin vello y pezones rosados!

Kushina tronó los nudillos de su mano para estampar sin misericordia el puño en la cabezota hueca de su hijo mayor.

―¡Y tú que le crees el pervertido de Jiraiya-san! ¡Ni tienes los pezones rosados! ¡Ahora ve y vístete, la cena está lista y ya hicimos esperar a los invitados! ¡Estoy segura que Kakashi va a llegar, tarde, como siempre, y todavía ni cenamos!

―¡Ok, ok, mamá! ¡Ya no me pegues! ¡Qué ya voy!

Minato nerviosamente se disculpó con las chicas. Sakura tenía mejor aspecto que Hinata pues a pesar del leve sonrojo que permanecía en el rostro de la Haruno ésta no lucía tan desconcertada como la Hyuga que no dejaba de temblar ni taparse los ojos.

El Cuarto pensó en cómo le explicaría a Hiashi Hyuga esa situación vivida en su casa y de la cual la primogénita del clan fue testigo de observar.

―Ya pasó, Hinata-chan, ya puedes mirar. Te aseguro que el trasero de Naruto no está más para aterrorizarte.

Otra vez el corazón le latió con fuerza cuando escuchó esa voz tan cálida y varonil cerca de ella. Lentamente quitó las manos sobre sus ojos para toparse con el rostro de Obito mirándole con cierta ternura. Eso la hizo bajar de inmediato la mirada al no tener la fortaleza para aguantarle la mirada al Uchiha por tanto tiempo.

―Uhm ―atinó a decir, sintiendo que la lengua se le hacía una enredadera cuando Obito estaba demasiado cerca de ella.

―Ahora vamos a cenar, ¿sí? Kushina-san es ruda y todo pero tiene muy buen sazón.

―C-Claro, Obito-san. Gracias.

―¿Por qué me agradeces? ―soltó el Uchiha, sonriente―. No he hecho nada bueno, digo, no aún. Digo, no es que sea mala persona pero no he...

―Uhm ―Hinata negó, de pronto sonriendo también, admirando esa humildad de Obito. A veces se le olvidaba que era un Uchiha, sin duda Obito-san era un hombre de alma amable y gentil carácter―. Ha hecho más de lo que imagina, Obito-san.

Él se quedó mudo por el tono usado de la chica. No solo no había tartamudeado, sino que la oración dicha por ella tenía un peso inusual, tan grande y abrumador que un retorcijón se le implantó en el estómago y las mejillas se le sonrojaron. Tuvo que desviar la mirada, algo ansioso, frotándose la nariz como cuando hacía de niño y ajustando los goggles que llevaba en la cabeza.

―A-Ah, sí. B-Bueno, no tienes qué agradecer, por nada, eh. Pero supongo que es normal considerando lo genial que soy... D-Digo, no es que quiera presumir ni nada pero...

La risa de Hinata le hizo detener su trabalenguas verbal para ver asombrado a la joven que escondía su sonrisa detrás de la mano. Se veía tan linda, frágil y preciosa. Deseó tanto quitar la mano de su boca para verla reír en todo su esplendor, sin la necesidad de esconder tan maravilloso sonido. Por los Sabios, hasta sentía que todo a su alrededor se iluminaba.

«Qué bonita es» pensó como un bobo, sin dejar de verla.

Hinata dejó de reír para alzar la mirada y conectar los ojos con los pozos oscuros del Uchiha que tampoco dejaron de verla, embelesado. Las mejillas de los dos se tiñeron de rosa y desviaron la mirada al puntos distintos, tratando de quitar el bochorno.

―L-Lo siento ―se disculpó Hinata.

―N-No te disculpes, f-fue mala educación mirarte así como si tuvieras un moco... ¡No es que tengas un moco ni nada por el estilo! ¡Es solo que...!

―¿Vamos a seguir perdiendo el maldito tiempo o qué? He estado esperando por horas y ustedes no dejan de hacer su circo.

Todos los presentes elevaron la mirada para toparse con los ojos zafiro de Menma que relampagueaban con enojo y molestia, recargado en una de las columnas de la cocina, brazos cruzados, dando la impresión de que había estado guardando silencio durante todo ese tiempo, quizá fastidiado de tener que esperar.

―Oh, Menma ―el primero en reaccionar fue Minato, mirando con curiosidad a su hijo. Era verdad que estaban atrasados con la cena pero eso a Menma nunca le molestó, incluso era de los que servían antes―. Perdón, debes tener hambre ―se disculpó el rubio, escuchando cómo Kushina regresaba, bajando las mangas de su blusa después de haber regañado severamente a Naruto―. Creo que ahora todo ha quedado solucionado.

Menma bufó.

―Lo que digas ―masculló para después caminar hacia el comedor, mirando de reojo a Obito y a Hinata. Verlos tan juntos le hizo sentir más irritación―. Oi, Obito, mueve el trasero. Sabes que el que no trabaja, no come ―regañó.

El Uchiha mayor respingó ante lo dicho por el Uzumaki.

Mira ese mocoso.

Solo porque estaba en la casa de su sensei no significaba que podía tratarle así.

―Cuidadito con el tono que usas, Menma-chan ―acusó Obito, alzando el dedo a su dirección―. Aún puedo darte unas nalgadas por tu mal comportamiento, eh. Tengo el permiso de Kushina-san.

Menma ladeó el rostro con una ceja en lo alto.

―¿Tú crees? Creo que a estas alturas te haría comer el polvo ―siseó.

Minato y Kushina de inmediato sintieron una repentina tensión provenir de Menma. Ese comentario no había sonado cómo solía decir su hijo menor, con ese tono burlón que usaba cuando peleaba con Obito de cualquier cosa.

Menma sonó amenazador. Hasta Obito lo detectó.

―Aunque seas fuerte, no es bueno presumir.

―No presumo, solo escupo verdades.

Los ojos de Menma se tiñeron de rojizo con las pupilas alargadas, la presencia del chakra del Kyuubi en Menma. Minato puso una expresión seria.

―Menma, basta ―ordenó, no solo como padre sino como el Hokage. Sabía que Menma era mejor manejando el chakra de Kurama a comparación de Naruto, quien parecía siempre pelear y salir espantado de las meditaciones que mantenía con Jiraiya para poder entablar una amigable conversación con el zorro que parecía rechazarlo siempre, prefiriendo a Menma.

―Menma, ya escuchaste a tu padre. Nada de peleas. Cualquier cosa que quieras decirle a Obito, se lo dirás mañana, en el campo de entrenamiento ―añadió Kushina, con un rostro serio, igual que su marido, observando a su hijo menor.

Menma, al escuchar las palabras de sus padres, bufó para después dar un hondo respiro y que sus ojos volvieran a color natural. Azul zafiro.

―Solo bromeaba ―dijo con una sonrisa ligera, encogiéndose de hombros. Después miró a Obito―. ¿Verdad, Obi-nii? ―preguntó juguetonamente al Uchiha que respondió al gesto, no creyéndose el tonito de Menma.

―Claro que sí, Men-chan. Sé que nunca dices esas cosas en serio ―comentó sonriente.

Hinata no sabía si ella estaba mal interpretando todo pero a pesar de las sonrisas que se dibujaban en los rostros de cada uno de los shinobis, era notable la tensión abrumadora que existía.

―¡Y el gran Naruto Uzumaki hace su entrada estelar...!

Afortunadamente, Naruto, el rubio cabeza hueca, siempre estaba ahí para romper el ambiente tenso y hasta amenazador. Kushina agradeció tanto que su hijo mayor tuviera ese comportamiento, no hubiera querido imaginar lo que habría pasado si Obito y Menma continuaban así.

«¿Y ahora a éstos que mosco los picó?» pensó la pelirroja, observando ambos, no quedándose tranquila.

―Ah ―la voz de Sakura de repente trajo los presentes a la realidad. También se le notaba que estaba algo incómoda. No todos los días se veía a Obito Uchiha tan amenazador, a veces a la Haruno se le olvidaba que el jounin pertenecía al clan Uchiha―. C-Creo que debemos sentarnos, la comida de Kushina-san no debe enfriarse.

―¡Por supuesto que no, Mina-chan y yo trabajamos muy duro para hacer la cena! ¡Ahora dejemos de hablar y vayamos a la mesa!

―Sakura-chan ―Naruto apareció mágicamente al lado de la Haruno que dio un salto por la inesperada aparición del rubio. Éste le sonrió―. Te ves tan bonita, como siempre...

―¡Dije que todos a la mesa, ya! ¡Deja tus piropos baratos para después, Naruto!

―¡Mamá!

La espontaneidad de los Uzumaki trajo una calma a la sala. Todos se acomodaron alrededor de la mesa, diciendo un Itadakimasu antes de comer los alimentos. Kushina le preguntó desde el primer bocado a Hinata sobre su sazón y la chica respondió que sin duda todo era delicioso, algo que hizo sonrojar a la pelirroja y dibujarle una enorme sonrisa.

Igualmente Naruto le dijo a Hinata que podía comer con total libertad, que no importaba si ganaba peso de más, cosa que le hizo ganarse una patada en la ante pierna por parte de Sakura y Kushina, mirando al rubio que no tenía nada de delicadeza con las mujeres mientras Obito negaba, como si también fuera un experto, haciendo enfadar a Naruto quien igualmente repitió al Uchiha que él era igual de idiota que él.

―Por algo sigues soltero, Obito-nii ―se burló Naruto con esa sonrisa zorruna que lo caracterizaba.

―Sigo soltero porque aún Rin-chan no me da el sí ―contraatacó el Uchiha a lo que Naruto soltó una carcajada.

―Pues espera entonces sentado, Obito-nii, es obvio que Rin-nee no te ve de esa manera.

―Mira, huerco, no digas ni una sola palabra que tú no estás en mejores condiciones. ¡Con qué cara me dices que me quedaré soltero cuando tú tampoco has tenido novia!

―¡¿De qué estás hablando?! ¡Sakura-chan será mi novia! ¡Solo tengo que demostrarle que soy mejor que el teme de Sasuke...!

―Naruto, no digas idioteces ―dijo entre dientes Sakura, mirando mal a Naruto y apretando los palillos de madera entre sus dedos, simulando que estos eran los huesos del rubio―. No soy tu novia y nunca lo seré.

―Pero si viniste a mi casa para cenar con mis padres...

―¡No te confundas, vine porque Kushina-san me invitó!

―¡Pues con más razón! ¡Te ayudará a llevarte mejor con mi madre! Una buena relación entre suegra y nuera.

―Idiota ―masculló Sakura, notablemente furiosa.

Kushina le dio un zape a Naruto que casi le hace atragantarse con el arroz. Menma lo vio desde su lugar y realmente deseó que se atragantara. Pero desafortunadamente éste logró respirar.

Qué mal.

―¡Yo!

Como si no fuera suficientemente caótico dos bolas de humo aparecieron dejando ver a dos albinos de sonrisa sospechosa en sus facciones. Menma quiso rodar los ojos pero prefirió enfocarse en la comida que en observar las figuras de Kakashi y Jiraiya.

―Oh, sensei ―saludó Minato, poniéndose de pie―. Kakashi. Qué bueno verlos. Por favor, tomen asiento.

―Vaya, sí que huele delicioso. Y pensar que a Kushina antes se le quemaba el arroz ―comentó el viejo Sannin, con una sonrisa traviesa cuando la pelirroja le miró sonrojada y con notables ganas de brindarle un golpe en la nariz―. Solo bromeo, Kushina-chan, es una bromita. A todos nos pasa. Es una suerte que hayas aprendido a cocinar, estoy seguro que Minato hubiera muerto intoxicado, aunque es una suerte que haya desarrollado una tolerancia a los venenos en el Monte Myoboku.

―Viejo ―regañó Kushina y oh esa era la señal para que Jiraiya se callara―, si quieres conservar aún tu aparato reproductor masculino intacto, te recomiendo que te sientes y cenes en silencio.

Todos los presentes tragaron en seco ante la aura asesina rodear la figura de Kushina. Jiraiya carraspeó, diciendo un "Perdón, Kushina-chan" para después sentarse tal cómo la pelirroja le indicó. Kaskashi imitó el gesto, intentando no llamar la atención de Kushina ni ser la siguiente víctima de su cólera.

―Hinata-san ―el Copy Ninja observó el rostro conocido de la alumna de Kurenai y futura líder del clan Hyuga. Se le hizo extraño verla ahí pero igualmente sonrió con su ojo expresivo y las muecas debajo de la máscara que le cubría la mayoría del rostro―. Es bueno verte. ¿Cómo has estado?

―B-Buenas noches, Kakashi-sensei ―saludó Hinata―. H-He estado bien, gracias por preguntar.

―Eso es bueno, muy bueno. Oh, hola Sakura, tiempo sin verte...

―Nos vimos en la mañana, Kakashi-sensei, cuando fingió tener dolor de muelas para leer su librito ―dijo Sakura con el ceño fruncido, cosa que hizo a Kushina detener su comida para ver a Kakashi con ojos entornados.

El peligris se puso nervioso.

―¿Estás holgazaneando otra vez, Kakashi?

―C-Claro que no, Kushina-san, yo solo... D-De verdad me dolía la muela...

―Mentiroso ―dijeron al unísono Naruto y Sakura.

Hinata se dijo que Kushina furiosa debía dar mucho miedo para hacer temblar al hijo del famoso Colmillo Blanco. Hizo nota de nunca hacerla enfadar.

―¿Ya ve lo que provoca, Jiraiya-sensei? Hace que Kakashi se desvíe de sus obligaciones por sus cochinos libros.

―Mis libros no son cochinos, es literatura. Kushina-chan, hasta cuando vas a aprender.

―Yo no necesito aprender nada, solo quiero que mantenga esas cochinadas lejos de mis hijos.

―Con Naruto ya perdí la fe, ese mocoso no sabe apreciar el arte y respecto a Menma, pues, no creo que esté interesado. Hasta me pregunto si le interesan las mujeres...

―El que no ande detrás de una mujer con pechos enormes y gran trasero no significa que no me interesen ―gruñó Menma, hablando por primera vez en la mesa, viendo amenazadoramente al Sannin que sonrió en cuanto obtuvo la atención del menor de los Uzumaki―. Simplemente no quiero mantener una relación de cualquier tipo. Además tus libros describiendo el coito no me parecen...

―¡Menma! ―gritó Obito, haciendo que el susodicho le mirase irritado, notando para su molestia que éste, al encontrarse sentado al costado derecho de Hinata, le tapó las orejas como si se tratara de una niña pequeña que jamás ha escuchado malas palabras. El Uchiha se comportaba como el hermano sobreprotector―. No digas esas cosas en la mesa. Respeta la inocencia de Hinata.

―Todo lo relacionado a la sexualidad te lo enseñan en la Academia ―explicó irritado Menma―, ella ya sabe cómo se hacen los bebes, Obito.

―Hinata-chan es demasiado inocente para hablar sobre los temas de los libros de Jiraiya-sama en la mesa.

A él casi le temblaba la ceja por el estúpido comportamiento de ese payaso. Se comportaba como si no fuera igual de pervertido de Kakashi y Jiraiya, recordaba perfectamente que al igual que el Hatake, Obito tuvo su época de obsesión con los famoso Icha Icha. Hasta esos dos habían ido al estreno de la primera película.

―Gran Sabio, por favor, perdona la boca pecadora de este niño ―rezó Obito con la cabeza inclinada, aún sin quitar las manos de los oídos inocentes de Hinata, los cuales necesitaban ser protegidos de cualquier acto de corrupción―. No sabe lo que hace. Ilumínalo. Llévalo por el camino de la rectitud y perdona sus malas obras.

Naruto y Jiraiya asintieron, igualmente con las manos a forma de plegaria.

―Amén ―repitieron los tres con una mueca de solemnidad.

Hinata, en medio del nerviosismo por tener a Obito tan cerca, tragó en seco al ver cómo los palillos de Menma se rompían a la mitad.


Flor de Luna: Desconozco si hay una flor llamada así en el mundo. Solamente la inventé tomando como referencia el mundo creado en la Luna por Hamura Otsutsuki en The Last.