Extra 1


Pero —Hanabi hizo un puchero al ver a su hermana en la puerta principal de la mansión. Hacía poco que terminó con el entrenamiento y se pasó al cuarto de su hermana mayor para pasar tiempo juntas, no obstante ésta se encontraba alistándose para salir, de nuevo—. Hinata onee-sama —replicó.

Hinata sonrió a manera de disculpa. También le hubiera gustado convivir con Hanabi, últimamente estaba tan ocupada con las misiones y entrenamiento personal con Neji-niisan que casi no se veían. De no haber sido por la invitación de Sakura-san a última hora quizá hubiera podido disfrutar con Hanabi una taza de té y los bocadillos favoritos que Natsu hacía.

—Lo siento, Hanabi —con cariño removió los cabellos castaños de su hermana. Casi le llegaba al pecho, su hermanita estaba creciendo demasiado rápido—. Prometo recompensarte en cuanto regrese. ¿Está bien?

—¿Segura? —el puchero regresó—. Siempre te la pasas con tu equipo, onee-sama. O con Neji-niisan. Es injusto que solo pases tiempo con ellos. Yo soy tu hermana.

La mayor de las hermanas Hyuga no pudo contener una risa por lo adorable que resultaba su pequeña hermana. Años atrás no había visto la necesidad de Hanabi por querer pasar demasiado tiempo a su lado debido a los duros entrenamientos a los que era sometida no solo dentro del clan sino afuera con el resto de su equipo.

Llevar el título como futura líder del clan Hyuga, así como una importante kunoichi del equipo rastreador más eficaz dentro de la Aldea de la Hoja, era agotador en ocasiones, pero siempre procuraba encontrar tiempo para disfrutarlo al lado de sus seres queridos. Sin embargo cuando ella estaba disponible, Hanabi en compañía de su progenitor siempre se hallaban en reuniones diplomáticas fuera de la aldea o con el mismo Señor Feudal que tenía una buena relación con los integrantes del clan Hyuga.

—Lo sé —sonrió de una manera dulce para no enojar más a su pequeña hermana. Hanabi solía ser un poco terca cuando estaban a solas sin la presencia del abuelo ni de su padre. También era bastante celosa, Neji podía asegurarlo—. Eres mi linda y preciosa hermanita —recalcó, las mejillas de la menor se tiñeron de rosa—. Prometo que cuando regrese iremos a comer lo que quieras.

—¿Lo que quiera?

—Hai —asintió—. Te compraré todo lo que quieras.

—Bien —Hanabi se cruzó de brazos, gustándole la oferta—, eso me convence. Lo aceptaré.

—Eso es un alivio —rió por lo tierna que Hanabi era.

—Hinata.

La voz del abuelo, Hideki Hyuga, logró alertar a ambas hermanas que se pusieron rígidas. Su padre podría representar una gran figura de autoridad, pero cuando se trataba de Hideki Hyuga las cosas rápidamente subían a otro nivel pues el anciano no solamente era apegado a las tradiciones ortodoxas dentro del clan sino también un hombre de un carácter más riguroso.

—Abuelo —saludaron ambas jóvenes con respeto.

El hombre mayor fijó su atención, aquel par de ojos perlados cansados, cuyo brillo no se apagaba al igual que la dureza en éstos, en la figura de Hinata que portaba su mochila de viaje y vestía las ropas ninjas.

—¿Saldrás de misión, Hinata? —preguntó para confirmar.

Ella asintió, buscando con cuidado las palabras para comunicarle a su abuelo que, en efecto, iría a una misión en compañía de Shisui Uchiha. Ya le había explicado a su padre los detalles —en realidad lo poco que Shisui le había comentado— cuando se dirigió a las puertas y tuvo que interrumpir la meditación del mayor en su oficina personal donde practicaba su escritura; hacerlo no fue nada sencillo, tuvo que mirar todo el tiempo el suelo al notar la frialdad en la voz de su padre ante la mención del apellido de los portadores del Sharingan. Pero se trataba de una misión encomendada por el mismo Cuarto y como alguien respetable dentro del clan no podía declinar si sus servicios habían sido solicitados. Una carta favorable pues su padre no pudo objetar nada.

Le dijo que cumpliera brevemente la misión y no diera problemas, Hinata aseguró que así lo haría. Hiashi estaba al tanto de la fama que precedía a Shisui Uchiha por lo cual le pidió cuidarse de cualquier trato que el joven Uchiha hiciera hacia ella pues no le agradaría saber que algo entre ambos sucediera. Hinata se encargó de negar dichos escenarios por parte de su padre, argumentando que todo se mantendría dentro de lo profesional, además de añadir que ella no veía de ese modo a Shisui Uchiha.

Fue de ese modo en cómo Hinata logró salir de la oficina de su padre con una reverencia así como la promesa de regresar a salvo. Esperó que con Hanabi las personas a las cuales debía darle los detalles sobre su misión se acabaría. Ahora con el abuelo ahí no sabría cómo explicarse.

—Así es, abuelo —contestó después de un momento, cuidando no tartamudear—. Mi compañero me espera afuera. El Hokage ha pedido los servicios del clan Hyuga, he sido elegida para tal misión.

—¿Cuál es el destino de la misión?

—Según la información dada por mi compañero es en el País del Campo de Arroz.

—Hmm —Hideki meditó por un momento—. Es un lugar muy alejado de la aldea —musitó, parecía como si dentro de su cabeza recordara el camino a dicho lugar—. Aún así es hermoso. Demasiado frondoso y bochornoso, a pesar de esta época. Trata de cuidarte.

—L-Lo haré, abuelo —era extraño escuchar palabras amables de su abuelo o que ésta le deseara bien. Desde que tenía memoria siempre se había comportado de manera distante con todos ellos—. Terminaré la misión cómo es debido. Con su permiso debo retirarme…

—Antes de irte, Hinata…

—¿S-Sí…?

—Cuando finalices tu misión, tu padre y yo queremos platicar contigo sobre un tema en específico.

—Oh —su progenitor no le dijo nada al salir, suponía que no era el momento pero aquello en lugar de hacerla sentir emocionada le implantó un sentimiento de ansiedad. Siempre que su abuelo y padre querían hablar con ello nunca se trataban de buenas noticias—. E-Entiendo —susurró—. P-Prometo reunirme con ustedes cuando termine mis obligaciones como ninja, abuelo.

—Eso me alivia de escuchar —por un momento ambas hermanas vieron el atisbo de una sonrisa en el rostro del hombre mayor, sin embargo aquello era imposible, imaginaron que había sido producto de su mente o de la poca iluminación en los pasillos en aquellos momentos—. Márchate, no quiero quitarte más tiempo. El joven Uchiha se ve algo inquieto.

—¿Uh? —Hinata abrió sorprendida los ojos, preguntándose cómo era que su abuelo sabía la identidad de su compañero sin siquiera habérselo dicho.

—Abuelo —Hanabi parpadeó igual de desconcertada.

Hideki Hyuga se la vivía siempre dentro de la Mansión Hyuga. Eran pocas las veces que salía al exterior a menos que fuera obligatorio. Todas las responsabilidades que le correspondían como antiguo líder se las había pasado a su progenitor cuando éste fue declarado —en su tiempo— como el próximo cabeza de la familia Hyuga, cuna del Byakugan.

—¿Cómo lo supo…?

—Soy viejo pero mi Byakugan ha logrado expandir aún más su campo de visión —contestó a las dudas de ambas de sus nietas con inexpresividad—. Quisiera poder conversar con ustedes más acerca de cómo el Byakugan funciona cuando se tiene mi edad, pero Hinata —se dirigió a la mayor— ahora mismo tienes una misión que cumplir. No dejes en mal nuestro apellido.

—N-No lo haré, abuelo —hizo una pronunciada reverencia para luego girarse a Hanabi para despedirse con una sonrisa dulce, casi maternal—. Regresaré pronto, Hanabi.

—Hai —respondió la joven castaña—. Cuídate mucho, onee-sama —repentinamente el ceño de la menor se arrugó—. Y no dejes que ese Uchiha te ponga las manos encima.

Hinata solo atinó a sonreír nerviosamente sin saber cómo responder a eso. Todos parecían saber las andadas de Shisui Uchiha. Podía aconsejarla todo lo que quisieran —como Kiba—, mas no pensaba que el Uchiha intentaría algo con ella. No dudaba que a los ojos del azabache fuera vista como una chica sencilla. Siempre la había tratado con amabilidad y era respetuoso, además parecía siempre estar de buen humor, como Obito-san.

—Ya me voy.

—Cuídate y vuelve pronto, onee-sama.

Asintió a las palabras de su hermana y se puso sus sandalias mientras en la puerta las figuras de su abuelo como hermana se quedaron hasta que ella no pudo verlos más al cruzar las extensas calles del complejo Hyuga.

Tomó el camino adecuado donde recordó dejar a Shisui-san en compañía de Sakura y Menma. Éste último le preocupaba pues el carácter con el que se presentó daba a entender su mal humor. Quería pensar qué había hecho para provocar tan mal carácter en el joven, no solo durante la cena en la casa del Cuarto sino desde el momento en que Sakura y ella fueron recibidas por el joven dueño de ojos azules que parecía irritado al verla precisamente a ella.

Nunca creyó que su presencia fuera así de molesta para el hijo menor de Hokage.

«Imagino que debió resultarle molesto seguirme todo el camino —pensó con las manos apretadas a las correas de la pequeña mochila que siempre llevaba en sus misiones—. Es de esperarse. Seguramente Menma-san tiene cosas más importantes que hacer. Hoy regresó de misión junto a su equipo, seguramente está cansado —soltó un suspiro—. Supongo que todo esto lo habrá puesto así. Cómo quisiera disculparme con él por los problemas ocasionados, aun así Menma-san no tenía que ser tan… —buscó las palabras para describir la personalidad del joven y batalló para que dicha descripción no fuera una palabra mal sonante. Incluso dentro de su mente no podía ser grosera—… ¿Áspero? Espero que Sakura-san no haya caído a las provocaciones de Menma-san. Estoy segura que ambos podrían pelear y eso no sería bueno para ninguno de los dos. Podrían salir lastimados y...».

—Oi, oi, Hinata-san.

Unas manos fuertes tomarla de los hombros alertó completamente a la joven de cabello color azul nocturno para observar, sorprendida, la mirada negra del Uchiha que la observaba con una sonrisa. Las farolas a los alrededores del Distrito Hyuga, rodeadas de luciérnagas desesperadas por el calor brindado por éstas, le daban un aura cálida al joven que no concordaba con la opresión de aquellas varoniles manos rozar con su piel aun escondida debajo de la chaqueta lila que usaba. A pesar del obstáculo de la prenda, Hinata pudo sentir cómo si el contacto fuera directo.

Tuvo que alejarse rápidamente de la figura masculina no solo por lo sorprendida que se hallaba sino también temerosa de la poca distancia que el joven Uchiha puso entre ambos.

—¡¿S-Shisui-san?!

—Perdón, perdón —éste levantó las manos a modo de son de paz, sonriendo nervioso. Parecía que la reacción en la joven lo hizo sentir culpable—. No quise asustarte. Venías tan distraída que pudiste haber chocado con esto —señaló detrás de sí un poste que Hinata no se había dado cuenta de su existencia.

Sintió el rostro enrojecer por la vergüenza. Era una poseedora del Byakugan, el Ojo Blanco bendecido por las divinidades cómo muchos pergaminos ancestrales dentro de su clan gustaban mencionar, y aun así no había contemplado la existencia del Uchiha ni del poste.

—P-Perdone —quería hundir el rostro para ver sí dejaba de enrojecer con ayuda de la nieve, era tan penoso mostrar tal comportamiento lleno de descuido a su compañero de equipo. La había solicitado precisamente por su doujutsu y ahora quedaba como una boba. Eso le ocurría por ensimismarse tanto en sus propios pensamientos—. V-Venía distraída —musitó—. L-Lamento haber reaccionado así con usted. G-Gracias por ayudarme…

—Descuida, Hinata-san —tranquilizó Shisui al observar lo nerviosa que la chica lucía. Aunque no iba a negar que también era adorable—. Todo está bien. Yo también suelo ser muy, muy despistado. Obito a veces tiende a golpearme en la cabeza para despertarme, claro, si es que puede alcanzarme —mostró una sonrisa juguetona—. Con la edad ese viejo está perdiendo el toque.

Hinata sonrió levemente ante la mención del nombre del shinobi. Después de la cena en la casa del Cuarto no pudo hablar mucho con él, pero no negaba que disfrutó de su compañía. Desde que sus días como genin terminaron, los roces con el Uchiha mayor eran contados pues éste continuaba con sus funciones como jounin de élite, igualmente era requerido en importantes misiones o formaba parte del escuadrón dedicado a la protección del Cuarto por ser uno de los fieles ninjas con el que Minato-sama contaba. Por ello Hinata siempre atesoraba los momentos compartidos con Obito-san de una manera especial.

—Suena a que Obito-san y usted tienen una buena relación —eso envidiaba de los Uchiha, sus relaciones tan libres con los seres queridos sin temer mostrar los lazos unidos que compartían.

Eso era fácil de ver cuando observaba a miembros de la Policía Militar de Konoha pasearse por las calles vigilando que todo estuviera bien para luego tapárselos después en uno de los puntos concurridos en Konoha comiendo alegremente o bebiendo algo de sake al terminar sus turnos. Ni qué decir de las mujeres que siempre se reunían para cocinar todas juntas en los festivales que se celebraban dentro de los terrenos de la familia Uchiha o cuando alguno de los miembros del clan cumplía años.

Todo lo contrario a su propia familia.

—Si a pegarnos, pelearnos y siempre discutir sobre quién va a hacer la cena te parece una buena relación, Hinata-san, bueno, no seré yo quien te haga pensar lo contrario —comentó con diversión el joven Uchiha.

Había sido muy claro para él la tristeza en el rostro de la joven.

—Ahora que recuerdo —el joven puso una mueca de pensamiento profundo. Hinata no entendió, supuso que quizá estaba recreando los planes sobre la misión en su mente—, enero está por terminar… —una sonrisa enorme se dibujó en los labios de Shisui. Era de los pocos Uchiha que sonreía así.

—C-Cierto —Hinata concordó. El tiempo volaba demasiado rápido. Hacía poco habían concluido el año anterior y hacía poco iniciado el año nuevo, ésta vez siendo el Año del Conejo. Pronto enero terminaría y daría comienzo a febrero. Aun cuando el invierno le agradara no podía evitar sentirse ansiosa por la llegada de la primavera y con ello el retoñar de las flores. No aguantaba las ansías en ir a los campos y cortar algunas para guardarlas en sus libros.

—Hinata-san.

—¿S-Sí…?

—Mi molesta familia va a celebrar mi cumpleaños el día 30 —confesó el mayor, rascando su nuca con cierto nerviosismo, como si la seguridad se le hubiera escapado de repente.

—¿S-Su cumpleaños? —se sintió mal por no saberlo aunque tampoco era como si supiera las fechas de cumpleaños de todos en la aldea, tampoco debería sentirse así de culpable, pero no pudo evitarlo—. L-Lo siento tanto, Shisui-san, no lo sabía…

—¡Tranquila! —Shisui se encargó de apaciguar la angustia en la joven, no había dicho aquello con la intención de someterla en un hoyo de culpa sin fin—. No lo dije con esa intención, además no es tu culpa. No suelo andar diciendo cuándo cumplo años —recordó el montón de regalos que recibió en su tiempo, antes de que las cosas estallaran en Konoha respecto a las guerras y todo eso—. De hecho no era de los que celebraba mis cumpleaños —confesó, riendo—. En esos tiempos, cuando era pequeño, no sabía si sobreviviría otro año más…

El ambiente en ambos se sintió pesado. Hinata le miró y pudo apreciar las facciones serias del joven Uchiha, como si los fantasmas de la guerra lo atormentaran en esos momentos. Sintió empatía por él. No había vivido a una guerra, pero sí podía saber lo que era no poder disfrutar tu cumpleaños cómo era debido. Ella ni siquiera podía darse tal derecho cuando esa fecha siempre le recordaba a la muerte de su tío Hizashi y todo su clan celebraba el sacrificio de éste.

Hinata también lo consideraba más importante al día de su nacimiento pues fue gracias a su tío que ella podía disfrutar de la vida que ahora tenía el privilegio de disfrutar, por más injusto que sonara.

—Perdón, hice que esto se pusiera tan tenso —Shisui decidió cambiar el tema, ir realmente a lo que quería decir. Ni siquiera entendía por qué de repente dijo lo que dijo, eran cosas que a Hinata no le concernían, tan privadas que no supo muy bien la repentina razón de soltar eso, como si Hinata pudiera decirle algo que le podría dar consuelo.

—N-No se preocupe —ella lucía comprensiva. Entendió rápidamente lo intimido que era aquello pues no indago más ni le hizo preguntas personales—. S-Si es algo que no quiere contarme, no se lo reprocharé —le sonrió con timidez—. Tenemos derecho a guardarnos ciertas cosas de nosotros. Siempre habrá el momento indicado para decírselo a alguien capaz de escucharnos.

Hinata tenía razón, mucha razón.

Él tenía a Itachi, su mejor amigo, casi un hermano. Podían hablar por horas de todo aquello que les preocupaba sin temor a ser juzgados o que los demás se burlaran por sus deseos pacifistas. Por mucho tiempo se mantuvieron como espías dobles cuando se dio el indicio que dentro de la familia Uchiha se buscaba armar una rebelión contra la aldea. A ambos esa idea no les agradó en lo absoluto, no solamente por las consecuencias que habría después de realizar tan estúpido movimiento guiado por el egoísmo y hambre de poder por parte de los ancianos del consejo interno de los Uchiha, sino también por la misma maldición heredada por sus ancestros.

Itachi y él vivieron en una guerra, vieron los destrozos de ésta, fueron entrenados con el propósito de defender a la aldea sin importar el sacrificio. Demostraron que los Uchiha podían ser fuertes sin la necesidad de odiar, pues ambos amaban a su aldea al punto de ponerla como prioridad por encima de los suyos.

Afortunadamente el Cuarto había logrado menguar toda preocupación al entablar una seria conversación con Fugaku-san, llegar a un acuerdo en que todos tuvieran lo que deseaban sin llegar a ser injustos. Cuando Minato-sama demostró estar más interesado en respetar a los Uchiha y tratarles cómo era debido —sin importar las opiniones de Danzo-san, una figura dentro de la aldea que siempre se ha opuesto en contra de los Uchiha por razones más personales— y enseñarles a los demás que eran shinobis leales.

—Hinata-san.

—¿Hai?

Shisui sonrió. Ya no tenía dudas sobre su plan. Era probable que no solo Fugaku Uchiha se le echara encima, sino muchos más, especialmente ese Uzumaki menor del cual aún sentía su presencia. Rio internamente. Ese mocoso actuaba de una manera pero daba a entender, con tanta facilidad, sus sentimientos. Ahí estaba, a una distancia prudente para que Hinata Hyuga no se diera cuenta de su presencia, escuchando todo o al menos interpretando todo. Seguramente estaba que le hervía la sangre y eso a Shisui no le disgustaba, al contrario, lo hallaba entretenido.

Se cuestionaba si Sasuke tendría una reacción similar al muchacho, pero dudaba que aquello fuera una probabilidad pues su primo menor no estaba interesado en la jovencita delante suyo como el Uzumaki cuya sed de sangre podía palparla desde su lugar.

Cualquier cosa que provocara que Hinata-san no se diera cuenta de sus alrededores, sin duda Shisui estaba agradecido. No sería divertido que la joven Hyuga descubriera cuántos chicos tenía detrás suyo. Prefería que mantuviera la vista en Obito, le daría tiempo de preparar sus verdaderas armas.

Pero no tenía miedo en adelantarse.

—¿Te gustaría asistir a mi fiesta de cumpleaños la próxima semana? —preguntó al ladear la cabeza, mirándola con curiosidad.

—¿E-Eh? —el rostro sorprendido de Hinata era una reacción natural, esperada. Shisui no le extrañaba, que un Uchiha invitara a alguien del clan Hyuga a algo demasiado intimo con una fiesta de cumpleaños era demasiado.

Especialmente cuando ambas de sus familias se consideraban enemigos naturales. El Byakugan eran de los pocos —o quizá el único— de los doujutsu que podía entorpecer la función del Sharingan. Y eso los volvía peligrosos.

Debía añadir que el estilo de pelea de los Hyuga era letal, un simple roce con las yemas de los dedos rodeados de chakra puro y fin, quedabas fuera de esta vida o en el hospital por varias semanas sin poder levantarte.

Shisui recordó que Itachi mantuvo un entrenamiento con Tomura Hyuga y su pobre primo se descuidó tan solo un segundo, el tiempo suficiente para que el joven castaño le acertara un roce cerca de las costillas donde un intenso dolor lo invadió, valorando y respetando el doujutsu.

No pensaba que el rencor de su tío Fugaku fuera completamente de odio hacia el clan, sino también un posible temor hacia éstos por la ventaja que tenían sobre ellos por no solo ser inmunes a las técnicas del Sharingan sino también contar con una visión que les permitía observar a enormes distancias y acertar en los puntos claves o flujos de chakra importantes dentro del cuerpo humano.

—Yo… —Hinata no sabía cómo responder, todo era tan rápido. Apenas estaba intentando convencerse a sí misma que tenía una misión al lado de Shisui Uchiha y ahora éste la invitaba a un evento familiar.

—No tienes que responderme ahora —Shisui se encargó de aclarar las cosas y borrar aquella mueca de preocupación en Hinata. Demonios, no entendía cómo Obito, siento tan idiota, podía pintarle las mejillas de rosa a la joven con sus idioteces mientras él lo único que había logrado había sido preocuparla o pintarle el rostro de angustia. Eso le hizo sentirse mal—. Tienes todo este tiempo para pensarlo, ¿sí?

—P-Pero Shisui-san… —la joven apretó la tela de su chaqueta, recordando que a sus espaldas estaba su hogar, la Mansión Hyuga de donde precisamente salió hacía unos minutos. Aun cuando el Uchiha la invitara con las mejores de sus intenciones ella sabía muy bien que lo más correcto sería declinar pues no quisiera complicarle la vida al joven Uchiha al aceptar dicha invitación.

Fugaku-san y su padre no se llevaban, parecían siempre enfrentarse en miradas silenciosas cuando todos los clanes eran requeridos en las juntas que se realizaban cada cierto tiempo junto con el Consejo de Konoha así como el Cuarto Hokage para hablar de cualquiera tema relacionado con la aldea y noticias directas de la Capitán donde vivía el Señor Feudal.

—Sí, sí, nuestras familias se odian y eso —asintió Shisui. Estaba al tanto, pero de verdad no le preocupaba aquel hecho.

A veces los Uchiha eran unos exagerados.

Cuando la madre de Izumi Uchiha se casó con alguien externo al clan a esa pobre mujer le cayó la indiferencia del clan por no seguir con las tradiciones. Cualquier del clan Uchiha podía mantener una relación fuera del clan siempre y cuando no fuera seria, pues al momento de sentar cabeza las opciones se limitaban a las mujeres dentro del Distrito Uchiha. No obstante, a Shisui no le agradaba la idea del matrimonio, ni mucho menos casarse con alguien con quien, muy en el fondo, podría ser su prima lejana secundaria.

Dicha exigencia se debía a la preservación del Sharingan, pero hallaba ilógico ese miedo considerando la enorme fuerza de los genes de los hombres en la familia. Aunque Izumi fuera considerada una mitad Uchiha por poseer el ADN de un civil cualquier dentro de Konoha que ni siquiera contaba con formación shinobi, su prima lejana desarrolló el Sharingan y ahora mismo pertenecía a la Policía Militar de Konoha. Además que había muchos Uchiha, no encontraba la razón por la cual todos eran tan pickies con ese tema.

Ancianos.

—Pero me gustaría que asistieras —le mostró una sonrisa genuina, de esas que no buscan coquetear, de las que siempre le dedicaba a Itachi cuando hablaban cerca del río Nakano, lugar favorito de ambos donde entrenaban cuando sus responsabilidades se lo permitían—. A tía Mikoto le agradas y Obito estará ahí, siempre le gusta estar metido en todo este caos —soltó una risa—. Y es divertido verlo ebrio.

—De verdad estoy honrada, Shisui-san, pero…

—Nope, no me des tu respuesta. No tan rápido al menos. Piensa en estos días que estemos de misión. ¿De acuerdo? Cuando regresemos y si todavía sigues pensando igual, tendré que aceptar tu rechazo. Aunque duela.

—S-Shisui-san, no es mi…

—Bromeo, bromeo —Shisui volvió a soltar una risa, no sabía por qué pero le gustaba tomarle el pelo a Hinata. Era adorable cuando pensaba que había lastimado los sentimientos de otros. Tan gentil. Si no fuera por el mundo cruel en el que vivían, estaba seguro que esa cualidad sería hermosa pero la verdad tenía que ser dicha.

La amabilidad de Hinata Hyuga podía ser un arma de doble filo. Podría ayudarla pero también matarla si daba la espalda a un posible enemigo cuyas intenciones fueran asesinarla. No le extrañaba el patriarca del clan Hyuga fuera tan estricto con ella. Era duro moldear a alguien tan dulce para ser un líder confiable en el futuro.

Le observó detalladamente. Inesperadamente Hinata Hyuga le recordó a Itachi. Ambos poseían un corazón puro, lamentablemente nacieron en este mundo de shinobis con etapas de paz temporales de las cuales nadie podría asegurar dudarían. Siempre el peligro rondar de una posible guerra acechaba como monstruo debajo de la cama a todos.

—Pero no bromeo con invitarte a mi cumpleaños —admitió—. Estoy seguro que lograrás hacerme pasar un buen rato… —repentinamente se dio cuenta de lo mal interpretadas que podrían ser entendidas sus propias palabras.

El rostro sonrojada de la joven se lo confirmó.

«Demonios —gritó en su mente. A veces se le olvidaba que Hinata Hyuga no era como las demás mujeres con las cuales coqueteaba frecuentemente. Era tan tímida. Por todos los Sabios, hasta imaginaba que ni siquiera daba su primer beso—. Rápido, aclara todo esto o la asustarás y adiós a mi maravilloso plan».

—L-Lo que quería decir era que… —carraspeó— me honraría que fuera mis invitada especial.

Hinata bajó la mirada, tímida. Claro que había entendido bien las palabras del Uchiha pero por la manera en la que Shisui lució entrar en pánico dicha interpretación principal en su cabeza se tornó en otra cosa.

Recordó las palabras de Kiba respecto a los intentos del Uchiha hacia ella. No podía tomar el consejo de su mejor amigo a la ligera pues tenía motivos verdaderos por los cuales pensar así del Uchiha. Hana-chan había tenido una relación sentimental con el joven Uchiha, el rumor del rompimiento entre ambos no se extendió por toda la aldea pero cuando Kiba apareció aquel día con varios moretones en el rostro y su rostro teñido del más enorme fastidio, bueno, supo que la primogénita de Tsume Inuzuka no tomó bien el término de aquel noviazgo ni los reclamos de la matriarca por haber sido una tonta en caer bajo el maldito encanto de los Uchiha.

—D-Deje pensarlo, Shisui-san —ella sabía muy bien qué respuesta dar, no dudaba pero no quería que una inconformidad en ambos naciera producto de aquella invitación sorpresa. Necesitaba tener una buena armonía con el Uchiha para que la misión fuera exitosa.

Pensar en cómo el Uchiha sería afectado por su negativa no sería beneficioso. Aunque muy en el fondo Hinata imaginaba que aquello no podría afectarle tanto a Shisui. No eran tan cercanos cómo para que éste le diera demasiado importancia a lo que ella sentía u opinaba.

—Uhm —Shisui lucía comprensivo—. Estoy de acuerdo. Lo dejaremos en un "quizá". No te presiones, Hinata-san —Shisui ajustó las cosas de su viaje y giró hacia la otra dirección, la salida del Distrito Hyuga—. Por ahora enfoquémonos en nuestra misión.

—Hai.

—Okay, en marcha…

—D-Disculpe, Shisui-san.

—¿Uh?

Hinata, apenada, señaló la dirección contraria a la que el Uchiha pretendía caminar.

—L-La puerta principal de Konoha es por allá —señaló.

Esa fue la primera vez que vio las mejillas de Shisui Uchiha sonrojarse.

—¡C-Claro, claro! —se rio a carcajadas, en cierta manera le recordó a Obito. Eran parecidos cuando reían—. Lo siento, me confundí. E-Estas paredes se parecen —masculló a modo de respuesta, caminando hacia la dirección que la joven le indicaba.

—E-Entiendo —susurró con una sonrisa amistosa al joven sin la intención de burlarse. Todos cometían errores.

«No era mentira cuando dijo que no tenía una buena orientación».