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Imán

Reto


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Esa mañana Naruto despertó con el presentimiento que si quería vivir debería mantener la boca cerrada.

Menma no se había quejado del tiempo que duró en el baño, o siquiera querer golpearlo por dejar un desastre en frente de su habitación —parte de su ropa interior sucia se cayó cuando su madre le obligó a lavar sus prendas—. El menor simplemente se dedicó a seguir adelante, sin ponerte atención a su existencia, tan ocupado en sus propios pensamientos y con una mueca taciturna, de casi no haber dormido.

—Menma —quien pareció notar el semblante extraño en el gemelo fue Kushina, sirviendo el desayuno—. ¿Te sientes bien?

Era bastante común escuchar a los más jóvenes de la casa pelear, no importaba la hora del día, Menma siempre tenía algo que recriminarle a Naruto o éste buscaba la manera de probar la paciencia del menor. Kushina estaba acostumbrada desde que aquel par eran unos críos, teniendo que tener el cucharón de madera a la mano para ir a calmarlos. Solo Minato intervenía cuando las cosas se tornaban feas, llevándose a sus hijos a un lugar lejano para hablar en privado con ellos. Ella después se encargaba de castigarlos, obligándoles a hacer las paces cortándole las uñas de los pies al otro.

Pero hoy el hogar de los Uzumaki amaneció con tranquilidad y Kushina sospechaba que algo malo sucedía porque tanta calma solo era el mal augurio de que algo fatal estaba a punto de suceder. Eso ella podía olisquearlo como un mal presagio. Y lo pudo comprobar cuando Menma no se quejó del exceso de sal en el almuerzo.

Menma odiaba la comida salada.

—Me siento bien —contestó el azabache después de unos minutos de meditación. Parecía ser como si él también se hiciera la misma pregunta—. ¿Por qué?

—Por nada en particular —Kushina omitió el asunto de la sal—. ¿Tengo que tener razones para preguntar cómo están mis hijos? —luego paso a ser una madre preocupada—. Puedo preguntarte a ti y a Naruto lo que yo quiera. No es nada extraño.

—Vivo contigo debajo del mismo techo desde bebé. De haber pasado algo ya te hubieras dado cuenta —dijo Menma, ocupado en consumir las proteínas necesarias para ir a entrenar en solitario.

No tenía misiones de las cuales hacerse cargo. Obito había sido asignado por su padre para custodiar a Shion, la escandalosa del País del Té. Eso logró escuchar la noche anterior cuando dejó los platos cerca del fregadero. Su padre discutía ciertos detalles con Obito y Kakashi, éste primero se quejó por asignársele el papel de niñera para la rubia caprichosa, eso Menma lo llamó karma instantáneo.

Se tomó la libertad de ir detrás de Hinata y Sakura, manteniendo su presencia escondida. Solo hasta que escuchó a la Haruno hablar pestes sobre él decidió mostrarse frente a ambas kunoichis, gustoso en dejarle claro a esa Cabeza de Chile que sus amenazas vacías no surtían efecto.

Mintió al decirles que estaba ahí por obligación. Por supuesto que Sakura no creyó nada de lo que dijo, pero dudaba de que ésta fuera a pedir explicaciones a sus padres. La Hyuga pareció convencida de que así fue.

De no ser por Shisui Uchiha podía asegurar que pudo haberse deshecho de Sakura para quedarse a solas con Hinata y tratar de aclarar sus pensamientos sobre ella, no de manera directa ni diciendo algo cursi como "Me gustas" porque él ni estaba seguro si aquello era verdad.

Le resultaba vergonzoso admitirlo hasta para sí mismo, decirlo en voz alta sería humillante. Casi imposible. Eso le hacía sentir como si quisiera cometer una misión suicida.

Pensaba que si salía con la Hyuga una cita el capricho se acabaría y podría retomar la rutina de su vida.

Sin cambios ni más problemas causados por los orbes opalinos de Hinata que le daban un aspecto celestial, como el aire de una princesa de tiempos antiguos perdida en aquellas tierras llenas de combates y espíritu bélico.

Aun si sonaba estúpido era una manera de solucionar el dilema que precisamente no lo dejaba descansar desde hace noches.

Eran varias las veces que se hallaba soñando con ella, y no eran precisamente sueños inocentes. Más de una vez se despertó en mitad de la noche con un problema bajo las sábanas que lo enfurecía y a la vez sonrojaba sus mejillas.

Odiaba ese aspecto de su cuerpo, sentirse tan hormonal en ocasiones y no poder evitarlo. Aquello iba más allá y no podía controlarlo por más que quisiera.

La atracción física por Hinata Hyuga era innegable.

Era atractiva y no era el único en notarlo.

Civiles de todas las edades la miraba absortos cuando caminaba por las calles, un gesto de parte de todos ellos que, sinceramente, molestaba a Menma. Pero sabiendo que no era nadie para andar regañando o amenazando a cualquier hombre de mirada lujuriosa sobre las curvas imposibles de ignorar de parte de la kunoichi —aún visibles debajo de aquel abrigo— en la vida de la chica, no tenía de otra que aguantarse el coraje y seguir con sus asuntos, olvidándose de cómo la Hyuga era capaz de encender las pasiones de cualquier hombre.

Shisui era un mujeriego.

Todos en Konoha lo sabían. Tenía un historial largo de ex novias y mujeres suspirando por él. Éste lo aprovechaba al máximo. Eso a Menma no le había molestado porque estar en una relación no era su principal meta ni tampoco ponerse a pensar —como Naruto— en qué convertía a los Uchiha tan populares si eran igual de habladores y expresivos que una roca.

Pero la noche anterior Menma se enteró que Shisui Uchiha iría a una misión con Hinata Hyuga.

Solos.

Ellos dos.

El pensamiento de ellos dos juntos en un lugar lejano como lo era el País de los Campos de Arroz le sentó pésimo en la boca del estómago.

—¿No te vas a acabar tu plato, Menma? —preguntó Kushina cuando el joven se puso de pie inesperadamente, deslizando el plato sin acabar hacia el centro de la mesa.

—Perdí el apetito —dio por respuesta, tomando sus cosas antes de marcharse—. Me voy. Llegaré al anochecer.

La pelirroja no pudo decirle más a Menma cuando esté se marchó.

—Pero qué extraño —más no dejó de darle importancia al hecho de que Menma se hubiera comida los huevos revueltos salados sin queja alguna. Dio un bocado y de inmediato tuvo que escupirlo en una servilleta—. ¿Cómo pudo comerse esto sin que se le secara la lengua…? Definitivamente algo le pasa.

—¿Qué pasa qué con quién?

Naruto salió de los pasillos rascando con pereza su ombligo.

—Tu hermano —explicó Kushina, pasándole el plato que antes Menma estaba comiendo a las manos de Naruto—. Algo pasa con él —miró con profundidad a su rubio hijo quien no preguntó sobre la comida y empezó a devorarla, escupiendo de inmediato—. ¿Sabes algo?

—¡Qué salado está esto! ¡Má, ahora si se te paso la mano! —se quejaba Naruto, yendo hacia el otro lado de la cocina, tomando un vaso con agua para desaparecer el exceso de sale en su lengua—. ¿Acaso quieres envenenarme?

—Claro que no —gruñó Kushina por no obtener la respuesta que necesitaba de su hijo—. Fue un pequeño accidente.

—¿Pequeño accidente, dices? Má esto prácticamente era sal con huevo. ¡Nadie podría comerse esto!

—Menma lo hizo.

Miró a su madre sin creer lo que dijo. Mentira, Menma odiaba las cosas saladas. Era imposible que si quiera probara bocado del plato.

Si hubiera sido así estaría vomitando en esos momentos en el baño.

—Estás mintiendo —negó—. Él odia lo salado.

—Lo sé —Kushina asintió a lo dicho por Naruto, eso lo sabía muy bien—. Por eso te digo que está actuando raro.

—¿Raro de siempre? ¿O raro de raro?

—Raro de rarísimo.

—Eso sí es raro.

—Yo sé lo que le pasa.

La voz de Jiraiya puso los vellos de punto de madre e hijo por la sorpresiva aparición de éste, sentado en el pequeño comedor familiar, jugando con un palillo de dientes y con un rostro que expresaba completo conocimiento sobre el malestar que venía afligiendo al Uzumaki menor.

—¡Ero-sennin! —gritó Naruto con la mano en el pecho.

Cómo detestaba la manera de aparecerse de ese anciano. ¡Iba a matarlo de un susto!

—¿Cuántas veces le he dicho, Jiraiya-san, que toque la puerta como la gente decente? —reclamó Kushina con mirada agresiva.

—Si te asombras con tanta facilidad deberías reconsiderar el llamarte ninja, Naruto —comentó con malicia el albino, provocando el fruncimiento de cejas en Naruto.

—Soy un ninja y no me asombro con facilidad —respondió Naruto, gruñendo cuando el albino sonrió en su dirección, mofándose—. Lo que pasa es que tú tienes la habilidad de asustar a cualquier con tu cara de sapo, Ero-sennin.

—¿Comenzamos con los insultos, eh? Es obvio que di en el blanco —señaló con diversión el experto en sapos, riéndose a costa del rubio menor quien no parecía contento por cómo el albino le llamaba.

—Ero-sennin.

—¿Y bien? ¿A qué se debe su visita a tan tempranas horas del día, Jiraiya-san? —preguntó Kushina al obligar a Naruto a tomar asiento y ponerle un plato en frente, mismo que el rubio consumió sin dejar de mirar enojado la figura de su padrino—. Pensé que estaría tirado en la cama de su hotel con cruda —la pelirroja enarcó una ceja—. Anoche bebió demasiado.

—Mi cuerpo aprendió a ser tolerante con el licor de arroz —Jiraiya presumió aquel don como si fuera algo digno de enorgullecerse—. Es raro verme derrotado.

—Cómo diga —ella prefirió encogerse de hombros—. Pero no es una persona madrugadora —le miró con sospecha—. ¿Y qué sabe usted de Menma y lo que le pasa?

—A eso precisamente quería pasar —contestó el Sannin—. Pero antes me llevaré a Naruto.

—¿A mí? —se señaló Naruto con sorpresa y sospecha al mismo tiempo.

A veces el Sannin le gustaba usarlo para sus sucios trucos o métodos cuestionables para reunir información para sus estúpidos libros, metiéndolo siempre en problemas por andar de fisgón en los baños públicos de la aldea.

Había sido vergonzoso ser llevado por el dueño del lugar hacia la Torre Hokage y tener que darle explicaciones a su padre sobre lo sucedido, dejando como principal culpable a Jiraiya por esa manía pervertida de andar viendo mujeres desnudas.

Pero lo verdaderamente tenebroso venía después cuando su madre llegaba justo a tiempo a dejarle comida a su padre, escuchando todo y tronando sus nudillos detrás de ellos, teniendo como única salida el pedir a las divinidades en turno misericordia y salir ilesos de la lluvia de puños.

—Daremos un nuevo giro a tu entrenamiento, Naruto.

Los ojos celestes del rubio brillaron ilusionados. Eso era lo que estaba esperando desde hace meses, un entrenamiento digno para un ninja de su calibre.

Menma le llevaba por mucho cuando se mostró ser capaz de dominar la técnica especial de su padre y Sasuke lograr un Chidori perfecto.

La sensación de quedarse atrás no era agradable para Naruto, buscaba siempre la manera de quedar a la par que aquellos dos, pues iba en serio con eso de convertirse en Hokage. Jiraiya era quien se encargaba de entrenarlo personalmente ya que su padre se hallaba demasiado ocupado para monitorear sus avances.

Y aunque Jiraiya era bien conocido por ser una leyenda viviente a veces Naruto dudaba del potencial de su maestro por hallarse más concentrado en espiar mujeres y pensar en pechos que en ponerle atención a su entrenamiento, teniendo que ir a rogarle para que le enseñara nuevos jutsus.

También Jiraiya le ayudaba a ser capaz de controlar el poder de la mitad del chakra del Kyuubi en su interior a través de la meditación, pero siempre salía disparado de su propia conciencia por los severos ladridos del zorro quien parecía siempre molesto de verlo, adoptando un comportamiento violento.

No entendía cómo Menma podía entablar una conversación con aquel ser, lo hacía parecer tan fácil.

—¡¿De veras?!

Una sonrisa traviesa apareció en el rostro de Jiraiya. Cómo iba a disfrutar de todo eso. Era justo lo que necesitaba para darle solidez a su historia.

—Así es. Comenzaremos con un reto difícil de cumplir.

Naruto asintió, emocionado por las palabras encantadoras del albino.

—¡Cualquier cosa que me pongas, Ero-sennin, la superaré!

Yosh, ese es el espíritu. Me alegra contar contigo, Naruto —la sonrisa de Jiraiya se amplió—. Serás de gran ayuda.

—Deja de hacerte el misterioso, Ero-sennin y dime ya. ¿De qué trata el reto?

—Si no me apuraras ya te lo hubiera dicho.

—¡Es que a ti te encanta hacer drama para todo! Solo dilo.

—Bien, bien, a eso voy —carraspeó—. Tu reto es…

—¿Ajá?

La seriedad inundo las muecas de Jiraiya.

Kushina hasta pensó que de verdad el Sannin había venido a su hogar con una prueba lo suficientemente retadora para poner en práctica las habilidades ninja de Naruto. Eso le haría bien.

—Espiar a Menma y descubrir qué le pasa.

—¡¿Estás hablando en serio?! —gritó Naruto después de procesar las palabras del anciano, mirándole como si estuviera bromeando. Eso no era un reto—. ¡Eso no me va a ayudar en nada!

—¡Claro que lo hará! —convenció Jiraiya. Tomó al rubio escandaloso de los hombros para acercarlo a él—. Menma es un jounin, veloz y sumamente talentoso —empezó a describirlo, viendo cómo la mueca de fastidio se dibujaba en el rostro de Naruto, seguramente cansado de escuchar ese tipo de frases respecto a su hermano—. Está en otro nivel. Ni siquiera yo puedo espiarlo sin que detecte mi presencia.

—¿Y?

¿Y…? Esto te ayudará a manejar tu chakra, saber esconder tu rastro y aprender lo que es la paciencia. Es prácticamente una misión de Rango A.

—Naruto, Jiraiya tiene razón. Acepta el reto.

—¡¿Tú también, má?!

—Espiar a tu hermano sin que se te detecte es un reto —en eso Jiraiya tenía razón, aunque de verdad los motivos de Kushina para apoyar el plan alocado del Sannin era porque tenía curiosidad de qué sucedía con Menma.

Podía preguntarle a su hijo directamente, ahorrándose tremendo lío, pero conociendo a Menma éste no le diría nada.

Era tan reservado con sus cosas que a veces no entendía cómo comunicarse con él. Se parecía tanto a Minato en lo silencioso y tranquilo, nunca reaccionaba como Naruto quien era más fácil de manejar.

—Puede ayudarte.

Naruto miró a los dos adultos con sospecha.

Podía ser un dobe como a Sasuke le gustaba llamarlo, pero ni él podía ignorar la extraña alianza entre esos dos.

Los motivos verdaderos que orillaban a su maestro a plantearle aquel plan. ¿Desde cuándo a Ero-sennin le interesaba lo que sucedía con Menma? Era verdad que ambos disfrutaban de molestar al menor, era divertido ver cómo su gemelo perdía la paciencia que tanto gustaba presumir con la presencia de ellos dos, y cuando Obito-nii se sumaba se convertían en la peor pesadilla de Menma quien, sin tener otras alternativas, escapaba del hogar Uzumaki gruñendo un "Jodánse".

—No —bajó los parpados—. Lo que ustedes quieren es saber el chisme completo —los observó y acusó—. Algo que no sé qué está sucediendo y que me van a decir en estos momentos —señaló al Sannin—. Especialmente tú, Ero-sennin, has estado extraño desde ayer. Si quieren que espíe a Menma, exijo saber el por qué la urgencia y por qué debo ser yo quien lo haga. Dependiendo de sus respuestas, elegiré arriesgarme o no.