Disclaimer: Naruto no me pertenece.


Secretos al descubierto

Parte 1


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País del Fuego, Aldea Oculta entre las Hojas


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Mientras Minato removía las verduras en el wok, Kushina verificaba que la sopa de miso estuviera en su punto.

Hoy solo cenarían ellos cuatro y Jiraiya, quien parecía no querer seguir pagando los cargos del hotel, menos las tres comidas diarias; por eso se paseaba a cada rato en el hogar de los Uzumaki; ese viejo era un tacaño, actuaba como si no vendiera miles de ryos con sus libros de pornografía que el anciano llamaba literatura.

Todavía ninguno de sus hijos regresaba pero viendo al anochecer afuera Kushina no creía que tardaran en llegar. Aunque Menma le gustara entrenar, no podía concentrarse bien sin comida, y en vista de que no se llevó nada para comer ese hijo suyo ni siquiera podría avanzar si no ingería alimentos.

En cuanto a Naruto, no sabía exactamente si vendría antes o después de que Menma se apareciera. Al contarle el por qué la urgencia de que espiara a Menma —ella más interesada en descubrir qué le ocurría a ese mocoso suyo, distando completamente de los objetivos primordiales en el Sannin—, Naruto aceptó a regañadientes —sin entender del todo el contexto, dejando que Jiraiya lo terminara de engatusar— y fue a espiar a Menma, diciendo que eso sería demasiado fácil para alguien tan talentoso como él.

Un pop en medio de la sala atrajo la atención de todos para observar a Naruto en el piso con Menma encima de éste, con el ceño fruncido. Tanto Jiraiya como Kushina suspiraron internamente al observar que sus planes no funcionaron.

—Bienvenidos —Minato, ajeno a los planes de su esposa y sensei, dio la recibida a sus dos hijos, sonriendo—. No sabía que fueron a entrenar juntos —eso le causó cierta alegría; sus hijos tenían mucho tiempo desde que no pasaban un día juntos.

—Para nada —gruñó Menma al incorporarse, ignorando los quejidos del rubio menor cuando pasó encima de éste—. Encontré a este idiota espiándome…

—¡Yo no estaba espiando! —intentó defenderse Naruto al sentarse en el suelo, quitándose rápidamente las sandalias al sentir la mirada furiosa de su progenitora sobre él—. S-Solo pasé casualmente por el lugar donde entrenabas… —mintió, siendo perfectamente leído por Menma quien simplemente le ignoró para ir hasta la cocina a tomar algo de agua.

—¿Y por eso te escondías como una cucaracha? —cuestionó con una ceja en lo alto, recordando la patética manera en que el rubio se ocultó de él, creyendo que no reconocería su presencia—. ¿Qué te traes?

—Ah… —él miró a los responsables de ponerlo en aquel aprieto, pero éstos obviamente le dijeron con los ojos que no dijera absolutamente nada—. Pues…

—Olvídalo, no tengo tiempo para tus estupideces —susurró Menma sin tener la paciencia para escuchar las boberías de su hermano mayor, bebiendo su agua.

—Bueno, es que a Naruto le da vergüenza admitir que quería verte entrenar para aprender algo de ti —de inmediato Kushina armó una mentira mejor hecha, provocando que Minato dejara de mover los vegetales para ver a su esposa con sospecha—. Me lo dijo esta mañana cuando te vio salir…

—¿Cuándo dije eso…? ¡Auch! —el pellizco que Ero-sennin le dio lo hizo callarse y fulminar al anciano, sobando su brazo—. ¿Por qué hiciste eso, Ero-sennin? —preguntó entre susurros.

—¿Quieres arruinar mi obra maestra? —le respondió Jiraiya con dientes apretados, cerca de Naruto, haciéndolos ver más sospechosos.

—¿Tu qué…?

—Solo sigue el cuento —le regañó para carraspear ruidosamente, volviendo a tomar su libreta y continuar ajustando sus ideas.

—A-Ah, sí, eso —aun confundido de no entender por qué esa urgencia de hacerle creer a Menma todo eso, al final decidió fingir, aunque su orgullo fuera herido. Seguramente Menma aprovecharía esa situación para burlarse.

—De acuerdo —Menma suspiró, agotado de ese estúpido complot. No tenía idea de por qué su madre, Jiraiya y Naruto crearon esa extraña alianza, pero algo tenía que ver y no le gustaba cuando los planes de ese trío le involucraban.

Siempre terminaban mal.

—¿Qué pasa aquí?

—¿Qué pasa de qué? —Kushina fingió demencia, volviendo a sus tareas, tratando de lucir concentrada.

—Algo están tramando, ustedes tres —les señaló—. Y tiene algo que ver conmigo —miró a Naruto—. No me extraña que hayan convencido a este idiota para hacer lo que ustedes querían…

—¡¿A quién llamas idiota?!

Menma le ignoró, poniendo más presión en su madre quien ahora cantaba incoherencias mientras revisaba las lacenas de arriba, perdida en susurros de que algo le hacía falta.

—Oh, ahora que recuerdo, falta soya, creo que iré…

—No te preocupes, Kushina —Minato detuvo las acciones de su esposa; o mejor dicho, su intento de huida—. Iré yo, tú termina de preparar la cena —le sonrió, tratando de no reír por la mueca que la pelirroja puso—. Prometo no tardar…

—En ese caso deja acompañarte, Minato. Me gustaría comprar algo de soya yo también...

—Descuide, Jiraiya-sensei, yo le traeré otra botella —quitándose su delantal, pasando de cerca de Menma para poner una mano sobre su hombro, en un mudo mensaje de que los dejaría solos para que arreglaran esa rara situación, el Cuarto se encaminó hacia la entrada del hogar, colocándose las sandalias—. Regresaré de inmediato.

—M-Minato —Kushina susurró, queriendo gritarle, pero se contuvo, especialmente porque Menma no le había quitado la mirada de encima. ¡¿Por qué tenía que tener la misma mirada pesada que su padre?!

Pero Minato solo se despidió con una mano, sonriendo, cerrando la puerta detrás de sí, dejando a los cuatro en completo silencio.

—¿Y bien? —mismo silencio que no duró mucho cuando Menma repitió la pregunta.

—No entiendo de qué estás hablando —se excusó la mujer, dándole la espalda al menor—. Estás creando historias dentro de tu cabeza. No pasa nada entre nosotros. Ya te dije: Naruto quería pasar tiempo contigo…

—Hace unos momentos dijiste que el idiota solamente quiso verme para aprender algo, ¿ahora estás cambiando la historia?

—Oi, ¿qué te he dicho de usar ese tono de detective en casa? ¿Sobre todo conmigo? Soy tu madre.

—El que seas mi madre no significa que no sospeche de ti cuando estás actuando raro —masculló—. Así que hablen, o descubriré su plan yo mismo.

—Menma, no planeamos nada —ahora fue el turno de Jiraiya de desviar la atención—. Estás siendo paranoico…

—Está bien —Menma tronó su cuello—, si no quieren decirme, tendré que ir por el más débil de ustedes tres.

En menos de un parpadeo Menma apareció en frente de Naruto quien de inmediato se puso nervioso teniendo a su gemelo así de cerca, viéndolo con esos ojos de tonalidad rojiza. Oh no, iba a usar su consciencia compartida para espiar sus últimos recuerdos y saber qué querían su madre y el viejo.

Y aunque eso no le molestara porque todo era culpa de esos dos, Naruto no quería que Menma viera los sueños subiditos de tono que tuvo con Sakura-chan. ¡Sería vergonzoso!

—¡Mamá y el viejo me enviaron a que te espiara para ver qué sucedía contigo porque andas actuando más raro de lo normal! ¡Yo no quise pero ellos insistieron! ¡Y mamá me chantajeó con varios envases de ramen! ¡Fui obligado! ¡Lo juro! ¡Digo la verdad, así que no veas mi mente, por favorcito!

Tanto Jiraiya como Kushina se llevaron una mano a la frente, decepcionados.

—Como lo sospechaba, ustedes algo se traen —dijo Menma, regresando a su color normal de sus ojos.

Por lo general compartir conciencia con Naruto, debido a las dos partes del Nueve Colas encerradas en sus cuerpos, no era agradable, pero tenía sus beneficios. Tal como ahora.

—Si tanto querían saber qué me pasa, pudieron preguntar —miró a su madre quien silbó—. Especialmente tú, mamá —luego se fijó en el Sannin que tosía indiscretamente, guardando su libreta, eso le causó curiosidad—. Pero sí me extraña de ti, viejo Jiraiya, que sientas interés por mí. Tu favorito siempre ha sido Naruto.

—¿Hm? Oh, para nada. Solo intentaba, eh, que Naruto iniciara con una nueva etapa en su entrenamiento. Ya sabes, espionaje y esas cosas —Jiraiya se rio de la misma manera a cuando Tsunade le encontraba espiando en los baños públicos de mujeres—. Quería ver si era capaz de lograr su cometido contigo. Pero veo que puse mucha fe en él. Qué desperdicio.

—¡Oi, Ero-sennin…!

—No sé quién de los dos es más tonto, si Naruto por pensar que sería capaz de espiarme sin darme cuenta, o tú que creíste que él lo haría, sobre todo conociendo su pésima técnica de espionaje.

—¡Bastardo! ¡Mi técnica de espionaje es súper efectiva! ¡Todos mis enemigos han caído en mis trucos!

—Entonces eso confirma que no eres el único idiota en la Nación Ninja. Deberías alegrarte, hay peores casos que tú.

¡Teme…!

Menma bufó antes de detener el puño de Naruto en el aire, mirándose retadoramente. Pelear dentro de casa estaba prohibido y su madre los castigaría de continuar con dicho enfrentamiento; claramente, por esa vez, no sucumbiría a las ganas de patearle el trasero al rubio —especialmente cuando ya lo puso en su lugar en la tarde, cuando lo atrapó— y lo dejaría pasar, había cosas más importantes que le interesaban por el momento.

Además, no quería tener que cortarle las uñas a Naruto ese día.

—Basta, los dos —Kushina gruñó, llegando hacia ellos—. Nada de peleas hasta que terminen la cena, y mucho menos dentro de casa. Si quieren golpearse, háganlo afuera —pero al ver que Naruto no dejaba de intentar golpear a Menma, ella tronó sus nudillos—. Naruto, no me hagas ir a estirarte las orejotas.

Con muy pocos ánimos Naruto desistió, siendo fácilmente convencido por la amenaza de su madre.

—Está bien, má.

—Ahora ve a bañarte, estás todo sucio.

—Hai.

En cuanto Naruto abandonó la sala, Kushina se llevó las manos a su cintura, viendo a Menma quien solamente se cruzó de brazos.

—¿En serio me dirías la verdad si te hubiera preguntado directamente?

—Depende de qué quieres saber —respondió Menma.

—Bueno —la pelirroja rascó su cabeza, no sabiendo bien por dónde iniciar cuando ni ella sabía qué pasaba con su hijo—. La verdad es que andas raro, pero no de siempre, sino raro de rarísimo. Hoy en la mañana el desayuno que te preparé estaba tan salado que podía secar la lengua de cualquiera, pero tú te lo comiste sin problemas —le dedicó una mirada analítica, de esas que toda madera lanza—. Y sabiendo que odias la comida salada, bueno, no me culpes por preocuparme. ¿Algo sucedió para que te pusieras así?

—Nada —respondió rápidamente, sabiendo que sus problemas no concernían a su madre, al menos no el tipo de problemas a los cuales se estaba enfrentando.

Ni siquiera podía admitir para sí mismo lo que ocurría con él, menos lo haría a alguien más. Sería humillante y vergonzoso.

—¿Seguro? —Kushina ladeó el rostro, no creyéndose nada de eso.

—Supongo que mis papilas gustativas no han estado funcionando bien últimamente, iré al hospital mañana a hacerme una revisión si eso te preocupa —dijo para zafarse de la situación en seguida—. Si es todo lo que querías saber, me voy a mi habitación. Quiero descansar un poco antes de cenar.

—Entiendo, les llamaré cuando su padre regrese y terminemos con la cena.

—Claro.

Completamente solos, Jiraiya soltó una risa escandalosa, golpeando sus muslos, sintiendo que aquello no terminó tan malo como supuso.

—¿Y ahora a usted qué le sucede? —inquirió Kushina sin entender el comportamiento del anciano.

—Ese niño está mintiendo —puntualizó el Sannin, sacando nuevamente su libreta, anotando rápidamente las ideas antes de que la Musa escapara.

—Claro que lo está —concordó Kushina—. Pero ¿sobre qué? Usted sabe algo.

—Eh, podría decirse —confesó la mitad de la verdad.

Si le decía a Kushina que tenía pruebas de que a Menma le atraía la joven heredera del clan Hyuga, ésta iba arruinar todo.

Una novela era mejor cuando había drama por aquí y allá, eso emocionaba al lector para que cuando se llegara al clímax de la historia, al encuentro pasional entre los protagonistas, todo valiera la pena.

—Jiraiya-san…

—Uh, ¿hueles eso? —oportunamente Jiraiya encontró la manera de quitarse de encima a Kushina—. Creo que algo se está quemando…

—¿Eh?

Recordando que aun la cena estaba en la estufa Kushina corrió para sacarla, mirando cómo los vegetales estaban a medio carbonizar y la cena obviamente arruinada.

—Creo que tendremos que cambiar de menú —mencionó Jiraiya con una sonrisa amplia, abriendo las ventanas para que el humo saliera.

Kushina le dio un golpe al brazo del Sannin que lo hizo quejarse.

—Mejor cierre la boca antes de que lo muela a golpes —amenazó la Habanero Sangriento, sacando envases de ramen de emergencia. Ella no tenía problemas en comer, menos Naruto, pero Menma no estaría del todo contento—. Ahora venga y ayúdeme a arreglar esto.

—¿Por qué? No fui yo quien dejo la… ¡Sí, sí, ya voy! —exclamó cuando Kushina, aun dándole la espalda, hizo el ademan de sacar un cuchillo.

Jiraiya tuvo que aceptar e ir a ayudar a la pelirroja —daba miedo cuando se enfadaba que aun siendo una leyenda viviente en el Mundo Shinobi, no tenía la capacidad ni el talento para vencer a Kushina o salir ileso de un regaño que le dejaría moretones— llenando el recipiente para ponerlo al fuego medio.

—Debí suponer que usted no tenía buenas intenciones —comenzó a quejarse Kushina, enojada con el Sannin, pero sobre todo con ella misma. Ahora no sabría qué pasaba con Menma—. Su plan me causó que ahora mi hijo se aleje y no me quiera decir nada.

—Kushina, no seas así. Con o sin mi intervención ese niño no te habría dicho nada, es demasiado orgulloso como para decirte lo que le está causando problemas. Y te puedo asegurar que no es nada de lo que él dijo. Papilas gustativas, esa es nueva.

—Deje de decir tonterías, Menma podría estár algo enfermo, debería estar preocupada…

—Tu mocoso está bien, Kushina, solo está medio enamorado.

Kushina por poco dejó caer el cucharón de madera cuando escuchó al mayor decir con tanta calma aquello.

Fue en esos momentos que el Sannin se dio cuenta que metió la pata.

—¡¿A Menma le gusta alguien?! —los ojos de Kushina brillaron intensamente, llegando al hombre quien intentó cambiar el tema.

—Oh, mira, ¡qué rico! Este ramen tiene camarón —fingió estar más ocupado leyendo la información nutrimental del envase.

—No me cambie el tema y dígame quién es la chica. Usted sabe, ¿verdad?

—Ahm, no, no sé de qué hablas —respondió, girándose para buscar un escape.

¡Si Kushina se enteraba de todo arruinaría su novela!

—Creo que hoy debo marcharme antes, tengo muchas cosas que hacer mañana…

—Ah, ah —Kushina no dejó escapar fácilmente al Sannin, tomándole del brazo y haciendo a éste quedarse—. Usted se queda y me contesta. Pero ya.

—Kushina…

—¡Dígame ya o recurriré a mis métodos! Puede que me haya convertido en ama de casa a tiempo completo, pero le recuerdo que me apodaron como la Habanero Sangriento en mis días como kunoichi de la Hoja. Aun sé un par de trucos, Jiraiya-san —recordó al tronarse sus nudillos sonoramente.

Jiraiya suspiró, arrinconado. Soltaría un poco de información, pero no el hecho de que estuviera usando al azabache menor como modelo para su protagonista en ese nuevo proyecto.

—Está bien, está bien, pero no vayas a decir nada, ¡podrías arruinarlo todo, Kushina!

—¿Arruinar qué? —de pronto Kushina abrió los ojos cuando una idea se le vino a la cabeza—. Oh no, no me diga que Menma le gusta una mujer casada…

—Claro que no —aunque no negaba que esa sería una buena idea para una drama intensa, con muchas emociones, la adrenalina de una relación prohibida, pero eso sonaba mejor para otro proyecto, no éste—. Deja de imaginar escenarios que el escritor de novelas soy yo.

—Entonces dígame ya de una vez.

Sin tener de otra que contestar a las preguntas de una entusiasmada Kushina por saber el nombre de la chica por la cual su hijo menor suspiraba y comió una comida excesivamente salada sin quejarse, Jiraiya contestó.

—Esa belleza del clan Hyuga: Hinata Hyuga.

Justo en ese momento Minato entraba por la puerta principal, anunciando su llegada, dejando sus sandalias en el recibidor para observar cómo su esposa daba brinquitos alrededor de Jiraiya quien se encontraba en silencio y con la mano en la frente, como si tuviera dolor de cabeza.

—¿Sucedió algo…? —cuestionó al no entender qué ocurría ahí.

—Minato —la pelirroja ni se sorprendió de ver a su marido ahí, tomando la botella con soya y dejándola olvidada en algún lado de la casa, olvidando que el rubio la dejó sola para lidiar con las sospechas de Menma—. Minato, Minato. ¡A nuestro Menma le gusta alguien!

Minato miró a Jiriaya, buscando respuestas, tratando de comunicarse con el Sannin para corroborar que él no le dijo nada de sus planes a su esposa o aquella idea loca, sin fundamento alguno, de que a Menma le atraía Hinata solamente porque le vio en la cena que tuvieron hace poco ver con un interés inusual a la joven heredera.

—¿En serio? —puso su mejor sonrisa, esperando que Kushina no tomara tan en cuenta esa información—. ¿Y quién es…? ¿La conocemos?

—¡Sí! —contestó Kushina—. Es Hinata-chan.

Kushina miró al techo con las manos juntas.

Una galaxia entera brillaba con intensidad en su mirar, contenta con la nueva información.

Dejó el mundo terrenal para imaginar los eventos a futuro en caso de que su fantasía se hiciera realidad. ¡Podía imaginarlo! Sus hijos, vestidos con las ropas nupciales, en el templo taoísta, con Hinata-chan y Sakura-chan usando sus kimonos del más puro blanco, siendo tan hermosas que todas las mujeres estarían celosas de su suerte.

¡Hasta Mikoto le envidiaría de tener tan maravillosas nueras!

—¿Lo pueden imaginar? Sakura-chan con Naruto y Hinata-chan con Menma… —se llevó sus manos a sus mejillas sonrojadas—. ¡Sería la suegra más feliz del mundo de que mis hijos terminen con tan lindas y fuertes kunoichi!

—K-Kushina, creo que te estás adelantando —Minato se puso nervioso de que su esposa llevara demasiado lejos su imaginación cuando nada estaba probado, al menos lo de si a Menma le gustaba o no Hinata. Era demasiado pronto—. No creo que sea…

—¡Definitivamente hay que ayudar a nuestro hijo! ¡Cortejar correctamente a Hinata-chan es la clave! Especialmente teniendo a un tipo tan tradicional como Hiashi —pero no, ya Kushina lo tenía todo planeado en su cabeza; no había poder humano que la hiciera desistir—. Uh, espero que tenga suficientes ahorros para llevarle un regalo a Hiashi. ¡Es aquí cuando el historial de cero fracasos de mi hijo sirve! ¡Ese teme no podrá rechazar a mi Menma!

—Ni te esfuerces —Jiraiya suspiró resignado, tomando a Minato del hombro, dejando a Kushina fantasear despierta sobre bodas, peticiones de mano y kimonos—. La hemos perdido.

—Jiraiya-san, le dije que dejara este tema en paz —le recordó al hombre, sabiendo que había sido el Sannin quien compartió ese tipo de información con la pelirroja—. Ahora todo se tornará en un mal entendido —ya Minato tenía dolor de cabeza de pensar en lo que Hiashi-san le diría cuando Kushina acudiera a la Mansión Hyuga y comenzara a llamarle consuegro.

—Vamos, tampoco es para que pongas esa cara. No es como si hubiera dicho mentiras.

—Jiraiya-san…

—Creo que esto le servirá a Menma como un empujoncito para que actúe. Hinata Hyuga es una chica muy linda, la clase de mujer que todos quisieran cortejar. Me sorprende que siga soltera, pero si ese hijo tuyo no hace nada, me temo que podría perderla.

—¡Eso no puede suceder! —Kushina se acercó rápidamente a los hombres, llamando la atención de ambos.

Ninguno de los dos se estremeció ante la reacción de la mujer al estar acostumbrados, aunque eso no impidió que no se sintieran nerviosos de ver la firme convicción en los ojos de Kushina reflejarse.

—Mi Menma es el candidato perfecto para Hinata-chan —asintió, orgullosa—. Y ella es la chica perfecta para él. Hacen una combinación perfecta, mi intuición de madre me lo dice.

—Curioso, si no fuera por mí nunca te hubieras enterado de nada —Jiraiya no perdió oportunidad de divertirse a costa de la pelirroja quien le ignoró.

—Antes de que se dediquen a crear proyectos en el aire, ¿no sería mejor comprobar si esto es cierto? —Minato intentó poner orden por el bien de todos, no quería que Kushina se desilusionara si Menma negaba todo acerca de su gusto hacia Hinata-san.

Si Kushina iba con Hiashi con toda la intención de que los jóvenes formalizaran un noviazgo, la vida de sus respectivos hijos cambiará drásticamente. Conocía a Hiashi.

La oportunidad de que casar a su primogénita con alguien cercano a la familia del Hokage no la desaprovecharían, incluso haría una excepción a la regla de clanes sobre casarse entre ellos para mantener puro el linaje de sangre que por generaciones se había protegido. No quería que ni Hinata-san ni Menma tuvieran que sentirse obligados.

Era mejor parar todo aquello a que continuara.

—Por el bien de los chicos, pienso que sería mejor preguntarle a Menma…

—¿Preguntarme qué?

La voz del susodicho desvió la atención de Kushina y Jiraiya sobre Minato. Éste último suspiró, deseado que Menma no hubiera llegado en ese momento y se hubiera quedado para siempre en la habitación.

—¡Menma! —Kushina fue corriendo hacia su hijo, abrazándolo, desconcertando al menor por la muestra de cariño—. Menma, Menma —se separó de él para mirarle con ojos brillosos—, has hecho tan feliz a tu madre, en serio.

—¿Eh? —exclamó el chico sin entender absolutamente nada.

—Ehm, pero mira la hora —Jiraiya decidió salirse de esa situación e ir a escribir su libro antes de que Kushina lo arruinara todo—. Creo que iré a convencer a Orochimaru de ir a beber unos tragos, hace mucho que no nos ponemos al día. Siempre tan metido en sus investigaciones —guiñó el ojo a Minato quien claramente veía las acciones del anciano como cobardes.

¡Jiraiya creó toda esa situación y ahora se iba como si no fuera el responsable de todo eso!

—Chaito. Nos vemos —desapareció entre humo, dejando a la familia Uzumaki arreglar sus problemas.

—Neh, ¿por qué no me lo dijiste antes? ¡Pude haberte aconsejado! ¡Mou!

—Creo que no estoy entendiendo —susurró, mirando a la pelirroja—. Mamá, ¿bebiste otra vez agua de cactus?

—¿Pero qué cosas dices? —la sonrisa pícara de Kushina apareció en sus labios, codeando a Menma quien se dobló por la excesiva fuerza de su madre—. No intentes cambiar el tema y respóndeme.

—N-No sé ni siquiera qué debo contestar —habló al reponerse del golpe. Miró a su padre, buscando explicación pero éste negó sin poderle ofrecer mucha ayuda.

—¡Sobre que te gusta Hinata-chan!

Minato suspiró, cubriendo su cara con las dos manos, no queriendo ver más la escena.

Primero él pensó que escuchó mal, quizá el griterío de su madre y Naruto le habían dañado el tímpano, o probablemente el golpe que su madre le dio le afectó más de lo que parecía. Volvió a mirar a su progenitora que no dejaba de sonreír ni de mirarle con esa mueca de orgullo e ilusión. Luego repaso la pregunta en su mente, lentamente, analizando cada palabra como si de pronto se tratara de un mensaje difícil de descifrar, uno que estaba haciendo a su mente quedarse en blanco.

—¿Qué…?

—No lo niegues —Kushina no paró ahí, aprovechando toda oportunidad. ¡Era la primera vez que a Menma le gustaba alguien! Y era una señorita tan educada y amable como Hinata-chan, sin duda sus hijos tenían buen gusto en las mujeres. Definitivamente los crio bien—. Anda, cuéntame. ¿Desde cuándo te gusta…? ¡Oh, ¿fue por eso que andabas de mal humor esa noche?! ¿Por qué Hinata-chan vino de improvisto? Ugh, pudiste decirme, ¡no le habría dicho esas cosas desagradables a mi futura nuera!

—Mamá —Menma apretó los labios, sintiéndose perdido y con menos paciencia que al principio—. ¿De dónde sacaste que a mí...? —terminar la oración era imposible, si lo hacía quedaría exteriorizado aquel sentimiento que venía guardado desde adentro cuando fue consciente que esa Hyuga le provocaba sin ni siquiera darse cuenta.

Mientras él estaba lidiando con esa odiosa situación, Hinata Hyuga le andaba regalando bufandas a Obito Uchiha y de misión lejos de Konoha con Shisui Uchiha.

—¿Qué a mí me gusta Hinata Hyuga…?

—¿Uhm? ¿De dónde…? Eso no importa —Kushina no le dio importancia—. Ahora vamos, necesitamos hablar. Si quieres conquistar a Hinata-chan, debes tomarlo como una gran responsabilidad. No quiero que andes jugando con sus sentimientos ni que inicies una relación si no estás considerando casarte con ella…

—A mí no me gusta Hinata —pero Menma cortó el monologo de su madre quien no ponía atención a cómo estaba reaccionando—. No sé quién te dio esa idea o de quién la escuchaste, pero claramente te mintió —bufó, exasperado—. Hinata Hyuga nunca me ha interesado, ni siquiera como ninja… ¡Uh! —más el golpe en su frente por parte de la pelirroja cortó su discurso—. ¿Y eso por qué fue…? —preguntó, molesto y enojado de que le anduviera golpeando.

Kushina bufó, igualmente irritada.

—Por querer engañarme. ¿Se te olvida que yo traje al mundo a tu hermano y a ti?

—¿Cómo podría olvidarlo si todos los días me lo recuerdas…?

—¡Pues a veces da la impresión que lo hacen! —regañó—. Como su madre huelo las mentiras —plantó el dedo en el pecho del joven azabache—. Tal como ahora.

—No estoy mintiendo —respondió Menma, comenzando a impacientarse—. No me gusta Hinata Hyuga, así que deja de insistir en el tema —buscó la manera de esquivar a su madre, pero ésta se lo impidió cuando uso el brazo como obstáculo—. Mamá… —gruñó.

—Si lo que dices es cierto —Kushina puso una sonrisa zorruna, marca Uzumaki—, ¿por qué tanto empeño en negarlo? Si no te interesara, estoy segura que simplemente te encogerías de hombros y me hubieras dicho: "Piensa lo que quieras, mamá, yo me voy a dormir" —imitó la voz del Uzumaki menor—. Pero te estás esforzando por convencerme —un brillo travieso en los ojos de la mujer brillaron, poniendo nervioso al joven delante suyo—. Deja de ser tan orgulloso y solo dilo.

Menma bufó, molesto. No iba a darle lo que su madre quería, antes muerto que admitir aquello que no quería decir en voz alta, ni siquiera para sí mismo.

—Si ese es el caso —Menma aprovechó la desconcentración de Kushina para esquivarla, yendo hacia la puerta principal—, creo que me quedaré con Suigetsu por hoy, no tengo ganas de soportar tus ideas bizarras, mamá. Regresaré cuando dejes esas idioteces de lado.

¡Yah, Menma…! ¡Menma!

Dispuesta ir detrás de ese mocoso Kushina ya estaba preparando sus puños para darle un par de zapes, pero la mano de Minato evitarle su partida, dejando que Menma saliera de la puerta a tiempo, se lo impidió.

—Minato, ¿qué estás haciendo? —molesta de verse atrapada, Kushina arrugó el ceño al mirar a su esposo.

—Creo que deberías dejar solo a Menma, Kushina.

—¿Qué cosas dices? —se zafó del agarre del rubio mayor—. Simplemente quiero que sea honesto, no hay nada malo en eso.

Minato suspiró, reuniendo comprensión y tolerancia para hacer desistir a su querida esposa en dejar de molestar a su hijo sobre el tema. Por lo que pudo ver ni siquiera Menma quería admitir para sí mismo que aquello era posible.

No le extrañaba que hubiera optado por salir de casa en lugar de quedarse con la pelirroja haciéndole pregunta tras pregunta sobre lo mismo, presionándolo, a un punto en el que el chico pudiera explotar y decir cosas hirientes.

—No hay necesitad de presionarlo. Tiene derecho a guardarse ciertas cosas, es su privacidad después de todo —explicó, buscando la manera de que Kushina entendiera—. Nunca ha hablado de este tipo de temas con nosotros, no creo que quiera hacerlo ahora. Lo tomaste por sorpresa que no supo cómo reaccionar a tu entusiasmo sobre algo que ni siquiera él ha pensado. No creo que sea buena idea ahondar sobre el tema, sobre todo cuando él negó sentir algo más allá que simple compañerismo hacia Hinata-san.

—Pero Jiraiya-san dijo que…

—Jiraiya-san interpreta las acciones de otros a su manera, buscando escenarios que le inspiren. Nunca es confiable su certeza sobre cómo se sienten los demás. Te puedo asegurar que eso lo sacó debajo de la manga para usarlo como inspiración para su próxima obra.

—¿Próxima obra…?

Minato suspiró. Realmente no quiso decirle la verdad a su esposa sobre el proyecto secreto de su sensei, pero si con ello lograba que Kushina dejara a Menma en paz, sacrificaría al Sannin.

—Así es —dijo, mirando cómo la mueca de su esposa se endurecía más.

—¿Al referirte a próxima obra, quieres decir que…? —apretó los puños con fuerza—. ¡¿Ese viejo pervertido quiere usar la imagen de mi hijo para una de sus sucias historias?! —gritó con furia.

—T-Tranquila —intentó calmar a su mujer, no quería que ésta fuera detrás de Jiraiya y lo moliera a golpes—. A-Aún no tiene finalizado el manuscrito, no se ha concretado nada, no hay necesidad de recurrir a la violencia…

—¡Ni crea que permitiré que manche la imagen de mi hijo y la de Hinata-chan por crear sus…! ¡Sus libros! Ahora entiendo por qué estaba tan interesado en el comportamiento de Menma. ¡Por supuesto que no era algo bien intencionado! ¡Uy, juro que cuando lo vea…!

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—¡Ya voy, ya voy! —Suigetsu gritó al escuchar al otro lado de la puerta al idiota golpearla como si quisiera derrumbarla.

¿Quién sería el imbécil que venía a molestarlo? ¿Es que nadie respetaba el momento sagrado de orinar?

—¿Uh? ¿Hola? —sorprendido de toparse con la cara de Menma, especialmente bajo el umbral de su departamento, Suigetsu enarcó una ceja—. ¿Se te perdió tu camino a casa o…? —una sonrisa traviesa afloró—. ¿Es que me extrañaste tanto que viniste a visitarme…?

—Hazte a un lado —musitó Menma con pocas ganas de aguantarle las bromas de mal gusto al espadachín.

—Claro, estás en tu casa —dijo con sarcasmo Suigetsu, cerrando la puerta—. Y, ah, no es que me interese, pero ¿qué haces aquí? No deberías estar con tu familia haciendo cosas, ya sabes, de familia…

—Me quedaré contigo por hoy —dijo Menma sin dar muchos detalles del por qué—. Necesito estar lejos de casa por un rato.

—Problemas, ¿ah? —Suigetsu se cruzó de brazos, curioso; nunca de los nunca el Uzumaki le había pedido estadía en su departamento, era raro y nada propio de él. Suponía que algo grande sucedió en la casa del azabache para que éste decidiera correr de la comodidad de su hogar a venir a pedirle, precisamente a él, refugio—. Algo grande sucedió para que escaparas. Dime, ¿nuevamente Naruto y tú hicieron enojar a tu madre?

—No —respondió, cortante—. Simplemente quise… —luego se dio cuenta de que no tenía por qué explicarle las cosas a Suigetsu.

Era verdad que se soportaban mutuamente, eran compañeros desde pequeños y el Hozuki siempre había tenido un gusto particular de mantenerse cerca de él —desconocía por qué, pero a esas alturas no era como si pudiera deshacerse del humanoide con olor a atún—, y al quedar juntos en el mismo equipo —actualmente, Equipo Obito— el tiempo de convivencia excedió más de lo que hubiera deseado. Pero no eran amigos. No se contaban secretos ni hacían estupideces, simplemente eran camaradas que se ayudaban —en rarísimas ocasiones— o que cobraban favores cuando se necesitaba.

—No te interesa —masculló al final, porque estaría loco si mencionara lo sucedido. Nunca se podría quitar de encima a Suigetsu, si eso era posible, y éste jamás le dejaría en paz si insinuaba que Hinata Hyuga le interesaba como mujer.

—Cómo digas —indiferente de los asuntos que obligaron a Menma a actuar así, él se dijo que pronto lo descubriría—. Ya sabes dónde están las cosas y el sillón, yo regresaré a mis asuntos.

Sin la persistencia por parte del espadachín Menma se dejó caer en el sofá, mirando al suelo, barriendo los cabellos azabaches hacia atrás, sintiéndose aliviado de no estar bajo el mismo techo que sus padres. ¿Cómo llegó su progenitora a esa conclusión? ¡Esa mujer era igual de densa que Naruto! Nunca le había prestado atención a Hinata Hyuga solo a partir de la noche que la invitó a cenar, sorprendiéndole de verle ahí, notando esas miradas furtivas que le diría a Obito, tan enamorada que le causaba ulceras.

—Todo esto va a ser una mierda —susurró al mirar al techo, pensativo sobre qué hacer para aclarar toda esa situación con sus padres, pero en especial con la matriarca Uzumaki.

Debía descartar toda pista o sospecha, actuar como siempre lo hacía. Esperaba que su madre no indagara, preguntando a todo aquel que hubiera visto algún cambio extraño en su actitud hacia la Hyuga, sacando todo lo que podía reunir para afirmar que, efectivamente, gustaba de la heredera. ¡Lo cual negaría hasta el cansancio!

Los planes no deberían de haber terminado así. Primero él tenía que estar en completa sincronía con sus propios sentimientos, reconocer si lo que sentía hacia Hinata era simple capricho, una cosa tan cursi como un enamoramiento o un gusto temporal nacido por el atractivo de la joven. Menma nunca diría en voz alta lo que pensaba sobre la heredera, era primordial investigar antes de actuar, saber si tendría o no posibilidades de que Hinata Hyuga estuviera interesada en él, o que ésta pudiera desarrollar algo hacia él, lo cual veía complicado tomando en cuenta los obvios sentimientos de la chica por el atolondrado de Obito.

No paraba de cuestionarse si la Hyuga sería tonta por tener ese tipo de sentimientos hacia un hombre que en toda la vida ha gritado que su único amor es Rin Nohara; todos en Konoha, y no dudaba que cualquier otro rincón donde Obito hubiera viajado, lo sabían. Hinata nunca sería correspondida y Obito nunca le vería de esa manera, el Uchiha solamente apreciaba a Hinata como un hermano mayor lo haría con una hermana pequeña.

Sin embargo Obito no estaba acostumbrado a la atención femenina. Era tan tonto como Naruto respecto a las chicas; no tenían idea de cómo actuar frente a ellas, por eso siempre las terminaban espantando. Aunque Rin-neesan era demasiado amable para apartarse de Obito, siempre le soportaba sus idioteces y le sonreía con amabilidad, para luego mirar con ensoñación la espalda de Kakashi Hatake, el hombre del cual ha estado enamorada desde niña.

Sí, era un estúpido cuadro amoroso del cual no entendía cómo formó parte, siendo él el extra que ve hacia la dirección de la chica ingenua que va detrás de un hombre enamorado de otra mujer. El tipo de drama barato que a su madre le haría chillar en el sofá.

Toques en la puerta desviaron la atención de Menma sobre su recién problema. Ya que Suigetsu no recibía visitas frecuentes, eso le extrañó. Éste le gritó desde adentro que viera quién era, y que si era una chica linda, la dejara pasar directo a su habitación. Él bufó, yendo hacia la puerta, abriéndola.

—¿Papá? —esperaba que cualquiera se hallara al otro lado, pero no su progenitor.

El Cuarto puso una sonrisa, apenado.

—¿Cómo supiste que estaba aquí…?

—Suigetsu sería al único que le pedirías posada temporal —dijo Minato, haciendo al menor bufar—. La otra opción sería Obito, pero por lo que sucedió hace un par de noches, no creo que te hubiera gustado ir a pedirle asilo a su casa.

—Sí, olvidaba que siempre lo sabes todo.

—No todo —rio Minato al escuchar a su hijo—, no sabía lo que tu madre y Jiraiya-san planearon.

Menma gruñó al recordar aquello.

—No regresaré hasta que mamá deje de asumir que me gusta Hinata Hyuga.

—Lo sé.

—¿Entonces…?

—Vine a hablar contigo.

—¿Sobre qué…?

—Hace mucho tiempo que no hemos pasado tiempo juntos, como padre e hijo.

—Eso es porque siempre estás ocupado, al igual que yo.

—Sí… —Minato puso una sonrisa culpable, pero la borró de inmediato al recordar las razones de su llegada—. Por eso quiero invitarte a dar una vuelta.

—¿Es esta una cursi invitación a abrirme contigo y contarte si lo que mamá dice es verdad? ¿También crees que me gusta Hinata Hyuga?

—No, claro que no —de inmediato el Hokage negó lo que el Uzumaki menor insinuaba, buscando no enfadar al chico o que éste le terminara cerrando la puerta en la cara.

A veces Menma sacaba a relucir su personalidad Uzumaki.

—Solo quiero hablar contigo, que puedas decirme qué te preocupa para ir con tu madre y decirle que nada de lo que dice es verdad y solo es la imaginación creativa de Jiraiya-san. Pero si no quieres decirme nada, no hay problema, algo de aire fresco siempre viene bien. ¿Quieres ir a tu lugar favorito?

—¿Ella sabe que estás aquí?

—No, piensa que estoy en la Torre Hokage encargándome de unos asuntos —rascó su cabeza, nervioso de llegar a realizar aquel movimiento, conociendo cómo reaccionaría su esposa cuando descubriera que le mintió.

—Si ella lo descubre, no solo te regañará a ti, a mí también —Menma bufó.

—Entonces que sea nuestro secreto.

—La última vez que guardamos un secreto, mamá me castigó un mes entero cortando el césped de la casa con pinzas para cejas.

—Esta vez será distinto, te lo prometo.

No le quedaba otra alternativa, tampoco era que pasara demasiado tiempo con su padre debido a las responsabilidades de éste, aunque eso lo comprendía. Él también tenía demasiadas cosas que hacer, especialmente cuando recibió el chaleco que le otorgaba el rango de jounin, lo cual significaba más misiones de rangos altos y lejos de Konoha.

—Bien —dijo, al ponerse las sandalias ninja, cerrando la puerta.

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Sasuke quiso tocar la tela de aquel kimono estúpido por el cual su madre hacía tanto escándalo como si se tratara de algún tesoro jamás visto cuando era tela, simple y vieja tela. Pero rápidamente su madre le dio un golpe, provocándole quejarse.

—¿Y eso? —cuestionó, sobando su mano por debajo de la mesa.

—Este kimono es especial, Sasuke, no puedes andarlo tocando sin tener cuidado. Podrías arruinarlo —explicó la matriarca, revisando nuevamente todos los detalles, maravilla de que aquella prenda perteneciera a su familia—. Jamás había visto algo así antes. Los detalles están hechos a mano y ¡tienen plata! Debe costar una fortuna.

Sasuke frunció el ceño sin comprender por qué el revuelve sobre esa cosa. ¿Cómo podía esa valer tanto? ¿Quién compraría ese kimono en primer lugar?

—¿Entonces tú tampoco sabes a quién le perteneció, madre? —cuestionó Itachi al observar la reacción de su progenitora. Pensó que ella probablemente sabía algo al respecto.

—No, es la primera vez que veo este kimono —respondió Mikoto, acariciando con suavidad la tela, sorprendiéndose de que ésta fuera tan suave—. ¿Dicen que estaba oculto debajo del piso, verdad?

—Sí, sea quien fuera, no quiso que nadie lo encontrara —dijo Itachi después de pensar en aquella posibilidad, pues de ser lo contrario aquel kimono se encontraría junto las demás antigüedades.

—Ah, de haberlo encontrado antes sin duda lo hubiera usado el día de mi boda. Es hermoso —se quejó Mikoto con una mueca de reproche, volviendo a tapar la caja—. Ni modo, ¿qué se le va hacer? En cuanto llegue su padre y nos dé su permiso de quedárnoslo, lo mantendremos guardado.

—¿Por qué querrías guardarlo, kaa-san? —preguntó Sasuke, comiendo uno de los aperitivos que su madre siempre dejaba en el centro de la mesa—. ¿Qué uso le darías? No es como si te volvieras a casar otra vez.

—Muy gracioso, jovencito —Mikoto despeinó los cabellos del menor de sus hijos, haciendo éste sonreír ligeramente—. Lo guardaré para que el primero en casarse se lo obsequie a su futura esposa.

Tanto Itachi como Sasuke se miraron entre ellos, compartiendo el pensamiento de que su madre debería dejar de hablar sobre el tema. A ninguno le interesaba el matrimonio, cada uno enfocado en sus respectivas metas; enamorarse o salir con chicas solamente entorpecería sus planes. Y en caso de que alguno de los dos se casara, Itachi podía apostar a que ese alguien sería Sasuke. Él estaba cómodo tal como estaba y no cambiaría aquel estilo de vida por nada, ni siquiera por amor. En cambio, con Sasuke quería que fuera distinto.

Deseaba con todo su corazón que Sasuke, llegado el momento, compartiera la vida con una buena mujer, capaz de estar a su lado en las buenas y en las malas, conducirlo por el camino correcto sin desviarse a las sombras, tomando de la mano con la compañera que decidiera apoyarlo incondicionalmente. Solo de esa manera, cuando se llegara el momento, estaría en paz de saber que alguien más cuidaría a su outoto como él.

—Creo recordar, madre —afortunadamente Itachi logró cambiar de tema, pues una vez que Mikoto traía a la conversación el matrimonio, nadie la detenía—, que hacía falta leche. Sasuke y yo iremos por un poco, será necesaria para mañana. Vamos, Sasuke.

Sasuke sonrió aliviado de contar con su hermano mayor para salvarle de esas situaciones. Aunque Mikoto no les creyó ni un poco porque esa mañana pasó al mercado a comprar los básicos del hogar, los dejó partir.

—No lleguen tarde o se perderán la cena —les recordó al verlos perderse por los pasillos.

Ella suspiró, esos ingratos hijos suyos. ¿De qué le servía tener hijos guapos si estos no pensaban sentar cabeza? A ese paso nunca sería abuela ni podría ver en persona a una nueva generación de Uchihas.

El eco de un Tadaima en el fondo la sacó de sus pensamientos con respecto a sus hijos, observando a su marido arribar.

—Bienvenido, querido —recibió con una sonrisa, a lo cual Fugaku respondió con un Hmm, quitándose el chaleco y colgándolo cerca, pasando hasta llegar a ella, tomando asiento—. ¿Deseas algo de té antes de que tomes un baño?

Él asintió y Mikoto fue hacia la cocina, escuchando a Fugaku tronar su cuello, parecía que hoy había sido un día ocupado en la Policía de Konoha.

—Vi a los chicos salir, ¿a dónde iban? —preguntó Fugaku al recibir la taza con té humeante de su esposa.

—Oh, por nada especial. Por leche, regresarán de inmediato, si es que Sasuke no roba la atención de Itachi por más tiempo.

—Ese chico —Fugaku bufó—, debería ser consciente que su hermano ya no tiene tiempo como antes. Ni él tampoco. Ya no son unos niños.

Mikoto se recargó sobre su hombro, sonriente.

—Déjalos ser, anata. Algo de tiempo libre no les hará ningún daño —decidió pasar a otro tema—. ¿Hoy tuviste mucho trabajo?

—Sin Shisui todo el departamento trabaja el doble —se quejó Fugaku—. Nunca creí que fuera a quejarme sobre no tenerlo aquí.

La matriarca Uchiha rio por la confesión de su marido.

—Es un gran chico —lo decía honestamente, tanto Obito como Shisui lo eran. Horai-san estaría orgullosa de ver lo mucho que han madurado.

—Probablemente a mi tía le hubiera dado un ataque al ver lo mujeriego que es su nieto menor —Fugaku bufó, recordando esa actitud de parte del joven.

Como líder reconocía las habilidades de Shisui, siendo un shinobi eficaz y reconocido dentro de la aldea, así como del clan. Hasta tenía que admitir —no abiertamente— que era más talentoso que Itachi, y aquello ya era decir mucho. Sin embargo, esa actitud de Casanova le irritaba de sobremanera, especialmente cuando padres de jovencitas llegaban a reclamarle ya que, siendo el líder y su tío, debería recriminar las acciones del Uchiha menor, no dejándole de otra que prometer arreglar el asunto.

Ese mocoso tenía suerte de haber ido a una misión antes de atraparle y tener una discusión con él.

Aquella extraña caja que hasta el momento Fugaku se percató que estaba ahí llamó poderosamente su atención. Pensó que se trataba de un regalo o una nueva adquisición por parte de Mikoto, pero el símbolo del clan Uchiha estaba en el centro.

—¿Qué es eso?

—¿Hm? —como si apenas se acordara del kimono, la sonrisa regresó al rostro de Mikoto—. Oh, anata, Itachi y Sasuke encontraron algo maravilloso en el almacén.

Fugaku suspiró pesadamente. No quería tener que lidiar con nuevos descubrimientos que al final eran recetas medicinales o cosas de poca importancia.

—¿Y por qué lo trajeron a casa? Pudieron dejarlo con las demás cosas.

—Pero Fugaku, es un kimono —Mikoto destapó la tapa, dejando al descubierto la prenda que provocó en Fugaku un fruncimiento de cejas—. Y es precioso, bellamente decorado. Tiene detalles tan maravillosos que me atrevería a decir que cuentan el origen del clan Uchiha, ¿ves esto…?

—Hay que regresarlo.

Mikoto observó a su marido como si estuviera loco.

—¿Qué dijiste?

Fugaku simplemente tomó la caja que la azabache sostenía para volver a colocarla en su lugar, colocándose de pie y tomando el objeto consigo.

—¿Fugaku? —ella de inmediato le siguió, confundida por la reacción, viendo a su esposo caminar hacia la entrada—. ¿Fugaku?

—Iré a esconder esto, no le digas a nadie a dónde fui.

—Al menos podrías explicarme por qué —Mikoto le detuvo antes de que él se pusiera las sandalias—. ¿Era algo que no debía ser descubierto? Si no me explicas nada, no lo entenderé.

—No es nada grave, Mikoto, simplemente no debió ser descubierto, es todo.

—¿Y por qué no? ¿Algún secreto que me estés escondiendo? ¿Una novia del pasado que de la cual no quieres que sepa?

Fugaku suspiró, agotado de la imaginación activa de su mujer.

—No digas tonterías, siempre has sido la mujer de mi vida —expresó sin complicaciones, ignorando la sonrisa amplia de su esposa al escucharle decir aquello—, pero esto no debe estar aquí…

—Pues entonces dime la razón y yo misma iré a ocultarlo.

—Mikoto.

—Fugaku, como tu esposa y matriarca del clan, es mi deber saber estas cosas. Así que vuelve a entrar y cuéntame todo. Y no pienso aceptar un no por respuesta.

Solo esa mujer más pequeña que él era capaz de decirle todo eso sin el miedo de ser amenazada o intimidada por el Sharingan de Fugaku Uchiha. Sin que pudiera negarse —porque hacerlo podría generar una pelea que no deseaba llevar al lecho matrimonial— tuvo que quitarse, otra vez, las sandalias e ingresar a la casa, llevando consigo aquel objeto maldito que prometió a su padre nunca sacar.

—En cuanto termine de contarte, iré a esconder esto.

—Hai, hai.