Disclaimer: Naruto no me pertenece.
Capítulo 10
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Secretos al descubierto
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Parte 3
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Rechazar un grito de auxilio sería una falta a la moralidad de un shinobi, sobre todo si dicha persona estaba en peligro, pero Hinata tenía como prioridad la misión. Shisui era su superior y no se encontraba con ella en esos momentos, por lo cual tomar la precipitada decisión de ayudar al joven desconocido sería muy impulsivo de su parte.
―¿Está herido? ―cuestionó.
El pelirrojo tardó en contestar, rascándose la cabeza como si meditara la respuesta. Luego se giró entre sí, flexionando las extremidades y sacudiendo el polvo de sus prendas. Hinata le observó todo ese tiempo, preguntándose interiormente qué hacía.
―Uhm, no me duele nada ―respondió él, dándose golpecitos para buscar si alguna zona del cuerpo le dolía―. Caí varias veces, pero no creo haberme roto ningún hueso. Es decir, no estaría caminando en mis dos piernas si así fuera. Pero, no sería malo que pudieras ayudarme a revisar, señorita ninja.
―C-Claro… ¡Eh!
Él se estaba sacando la parte superior de encima sin dar una advertencia. Hinata no tuvo tiempo de reaccionar a tiempo cuando el pelirrojo ya tenía el pecho descubierto lleno de cicatrices, músculos definidos sin llegar a la exageración y un tono bronceado.
Se giró rápidamente, hipando.
―¡¿Q-Qué hace?! ―Hinata se cubría los ojos a pesar de darle la espalda, avergonzada, con las mejillas sonrojadas.
―¿Uh? Pues, me quito la playera para que me revises ―contestó con total normalidad, hallando extraño el reaccionar de la joven―. No alcanzo a verme la espalda, no sé si tenga algún corte ahí o…
―¡P-Pero no puede desnudarse así! ―interrumpió las explicaciones del pelirrojo. Ella no podía creer que alguien tuviera la osadía de hacer algo como eso. ¡Eran desconocidos!
―Oh… Perdón. No creí incomodarte… ―susurró el pelirrojo, confundido, colocándose de nuevo la ropa―. Qué raro… Pensé que las kunoichis estaban acostumbradas, ya sabes, por las misiones de seducción y espionaje…
―L-Lo siento, pero en Konoha no hacemos esas misiones. A-Aunque existe un escuadrón especializado cuyos miembros se dedican a-a realizar ese tipo de misiones.
ANBU era dicha organización. Había sido creada para operar en las sombras, con shinobis altamente especializados en todas las artes de espionaje y asesinato. Mujeres como hombres ingresaban, los códigos que regían a todos los integrantes eran exigentes. Ahí no existía el bien ni el mal, solo los intereses del Hokage. Podría considerarse el rango más alto después del Kage; todas las aldeas ninja poseían un grupo así de shinobis.
Personalmente ella sentía que nunca podría encajar en aquel ambiente. No era que no pudiera asesinar, pero la idea de hacerlo sin pensar más allá le producía escalofríos. Como una máquina sin libre albedrío.
Hinata no asesinaba a sangre fría, lo hacía cuando era necesario. Y aunque en un principio no dejó de temblar la primera vez que manchó sus manos con sangre, sus compañeros y amigos, así como Kurenai-sensei, estuvieron allí para ella; ayudarle a convencerse de que había sido necesario, que en el mundo de los shinobis asesinar era necesario para proteger a otros.
Incluso dentro de su clan tal filosofía se le repetía constantemente. Mata a tu enemigo y reza para que pueda reencarnar en la próxima vida para vivir plenamente. Siempre hacía una plegaria silenciosa cuando terminaba con la vida de otro ninja, sin importar su historial de pecados. Siempre le deseaba que al lugar a donde terminara yendo, encontrara la paz que merecía según sus actos cometidos en la tierra.
No obstante, como ANBU, ella no debía involucrar sus creencias personales. Ser ANBU implicaba no tener sentimientos ni razonar. La misión era primordial y solo se debía pensar en cómo cumplirla. Nada más.
―Ah, entiendo… Hay muchas cosas que desconozco de los ninjas.
―Uhm… D-Disculpe… ¿Y-Ya se colocó la playera?
―Sí, desde hace rato. Ya puedes girarte.
Confiando en que así era, Hinata giró un poco para verificar que el hombre estuviera diciendo la verdad. Cuando le vio tapado de arriba, ella suspiró, aliviada.
Más tuvo que retroceder de inmediato cuando él se acercó a grandes pasos hasta ella. Por más que lo hacía él no dejaba de seguirla, teniendo que subir a un tronco caído, protegiéndose desde ahí.
―Hey, ¿por qué huyes?
―E-Estaba demasiado cerca ―se justificó, sintiéndose como una idiota por actuar cobardemente con un hombre civil. En su apariencia externa él no daba indicios de ser un ninja o algo parecido.
Él entendió a qué se refería Hinata y soltó una carcajada intensa. Hinata se mostró confundida.
―Perdón, perdón ―se disculpaba el pelirrojo después de un rato, viendo a la joven lejos de él. Puso una mejor sonrisa―. Creo que me deje llevar por mi curiosidad ―la señaló―. Es que tus ojos… Es la primera vez que veo a alguien tener un color de ojos tan raro.
Hinata no reaccionó ofendida ni herida. La mayoría de las personas, civiles o ninjas, señalaban a sus ojos como extraños. Ya fuera para insultarla o remarcar la habilidad ocular con la que nació.
Siempre intentó no prestarle atención, pese a que dentro de sí no paraba de sentirse insegura respecto a su apariencia, viéndose repetidas veces al espejo de su alcoba y preguntándose si realmente el Byakugan era una bendición o no.
La habían llamado de muchas maneras, pero Monstruo Byakugan era el apodo que más le dolía, incluso a su edad.
Pero siempre la sonrisa gentil de Obito-san diciéndole que sus ojos eran bonitos hacía desaparecer el amargo recuerdo.
―Aunque… Admito que también son preciosos. Como dos Lunas.
Aquella repentina confesión hizo a Hinata mirar al desconocido con sorpresa.
―¿D-Disculpe…?
Cualquier respuesta que el joven quiso darle quedó atrapada en la profundidad de la garganta al momento en que una figura lo tacleó directamente al suelo. Hinata ahogó una exclamación de sorpresa, reconociendo inmediatamente a Shisui-san quien tenía un kunai cerca de la yugular del pelirrojo.
―Hinata-san ―llamó y ella se puso firme, bajando de la corteza. Era la primera vez que Shisui Uchiha le hablaba seriamente―. ¿Estás bien?
―L-Lo estoy ―quiso morderse la lengua por el tartamudeo―. S-Shisui-san, creo que…
―¿Quién eres?
Shisui no escuchó a Hinata, estaba más enfocado en el rostro del extraño. No había sentido el chakra de él, lo cual le confirmaba que no era una amenaza. O probablemente era alguien dotado que sabía cómo ocultar su energía de posibles enemigos.
Apretó más el kunai, exigiendo una respuesta. Los ojos tonalidad miel del chico le observaron, sin una mueca de miedo, como si tuviera la completa certeza de que él no le rebanaría el cuello.
―Habla ―ordenó Shisui con una mueca severa.
―Con gusto lo haría ―logró responder el pelirrojo con dificultad―, pero tu arma ninja me impide hablar… Cómodamente.
Shisui aceptó eso y retiró el filo del kunai, más no lo soltó, dispuesto a atacar si éste le sorprendía.
―Ustedes los ninjas sí que saben cómo causar una buena primera impresión.
―Tu información, ahora.
―Tranquilo ―él alzó las manos, dando a conocer que no tenía ningún truco bajo la manga―. No soy enemigo ―luego miró detrás de la figura del Uchiha, específicamente a la joven morena que les observaba a ambos desde su posición. Sonrió―. Solo mantenía una amena conversación con la señorita ninja. De hecho, estaba a punto de pedirle que me sacara de este infierno verdoso.
―¿Sacarte o ayudarte infiltrarte en nuestra aldea? ―preguntó Shisui sin creer nada―. Hinata-san, ¿interrogaste al sujeto o solo te pusiste a platicar con él? Su apariencia débil no debe ser motivo para que confíes.
―¿Apariencia débil? ―el pelirrojo por primera vez frunció el ceño.
Hinata abrió la boca para responderle a Shisui pero se quedó callada, quieta en su lugar sin saber qué contestar. La estaba regañando. Él se estaba comportando como el líder asignado de la misión.
Y se lo merecía.
Una de las reglas más comunes que todo shinobi debe seguir era no confiar en nadie, especialmente en el territorio enemigo.
A pesar de que el País de los Campos de Arroz no tuviera ningún conflicto directo con Konoha o el País del Fuego, aquello no significaba que eran bien recibidos; muchos civiles tenían un mal concepto de los ninjas formado a partir de los ataques constantes de los renegados que iban de poblado en poblado a sembrar caos y miedo.
Se sintió avergonzada.
―Hai, Shisui-san. Me disculpo profundamente ―hizo una pronunciada reverencia a pesar de que el Uchiha no le veía.
―Hablaremos sobre esto en otra ocasión ―Shisui ejerció más fuerza en su llave, sacándole un pequeño gruñido al pelirrojo―. Ahora dime tu nombre y a qué aldea perteneces.
―¿Con qué autoridad?
―Con la que Konoha me ha dado.
―Creo que estás demasiado lejos de tu aldea, amigo ―contestó atrevidamente el sujeto y Shisui bufó.
―Y pienso que tú eres el que está atrapado, a mi completa disposición y con una gran desventaja.
Después de una batalla de miradas en la que Shisui, apodado el Cuerpo Parpadeante, mantuvo con ese mocoso, éste al fin desistió, bufando. Le sorprendía la manera en la que estaba reaccionando, cualquier otra persona estarían pidiendo clemencia o escupiendo toda la verdad acerca de sus planes.
Ése era el poder que Shisui tenía sobre otros, su fama era conocida por todos lares.
Sabían que en cuanto Shisui Uchiha aparecía, era momento de correr.
―Akemi, me llamo a Akemi y soy del País del Fuego ―contestó bruscamente, regresando a mirar los ojos negros del Uchiha con fastidio, como si revelar tal información fuera molesto.
Shisui arrugó el ceño. ¿Del País del Fuego?
―Estás muy lejos de Konoha.
―No soy de Konoha ―respondió entre dientes―. Soy de la Capital.
―¿La Capital?
Tanto como Hinata y Shisui se sintieron desconcertados de esa confesión. El Uchiha pensó que el pelirrojo mentía pero en su mueca no había rastro de engaño, así como su lenguaje corporal. Era extraño ver a gente de la Capital andar fuera de la seguridad de las fronteras del país. La mayoría de los que residían eran nobles y sus familias, miembros que formaban parte de la Corte del Señor Feudal.
Ese mocoso no tenía pinta de ser un noble…
―Pruébalo ―ordenó Shisui.
―Shisui-san, creo que él está diciendo la verdad… ―intervino Hinata al notar que ya todo eso debía ser cansado para el pelirrojo; si era un posible enemigo como Shisui lo señalaba, ya hubiera atacado a esa distancia. O hecho el intento de realizar un jutsu de reemplazo para escapar.
Akemi bufó.
―En mi mochila ―señaló el objeto olvidado a unos cuantos metros de ellos―. Ahí está la prueba de que digo la verdad.
―Hinata-san.
Ella no tuvo que preguntar dos veces, fue por la bolsa. Estaba muy gastada, teniendo que sacar varias cosas del interior. No quiso ser grosera por lo cual colocaba afuera las pertenencias del joven cuidadosamente.
―¡Ah!
Shisui giró rápidamente hacia Hinata, pensando que la joven Hyuga había activado una trampa, más cuando la vio con el rostro completamente rojo y que no corría peligro, puso una expresión seria.
―Hinata-san ―regañó.
―L-Lo siento muchísimo, e-es solo que… ―ella temblaba cuando señaló una prenda lejos.
Hinata la había soltado cuando la reconoció.
Era ropa interior de hombre.
―Perdón por eso ―se disculpó Akemi, buscando mirar a la joven desde su incómoda posición. Le dio una sonrisa pequeña que a Shisui no le agradó para nada. Reconocía cuando un hombre estaba coqueteando―. No había una manera más elegante de cargar mis cosas, pero no te preocupes, señorita ninja, están limpios.
Ignoró lo dicho por el chico y continuó buscando a profundidad, sobre todo por cómo Shisui la miraba, esperando. Al sacar completamente las cosas y dejar parcialmente vacía la mochila de viaje, Hinata soltó una exclamación que ahogó inmediatamente.
―Shisui-san… ―llamó al Uchiha, mirándole con preocupación y asombro al mismo tiempo, para luego posar sus orbes plateados en el pelirrojo―. S-Será mejor que suelte a… ―no supo cómo dirigirse al chico a partir de ese momento.
―¿Encontraste algo que ayude a confirmar su historia?
Hinata apretó los labios, queriendo contestarle mentalmente al Uchiha, pero solo podía observarle detenidamente, tratando que en sus ojos el mensaje fuera claro, pero Shisui solo esperaba una respuesta clara.
Ella, sin tener otra opción ―salvo esperar misericordia― elevó el medallón dorado con una llama tallada al fondo, representando el fuego.
El ícono del País del Fuego.
Pocas personas llevaban aquella insignia. Los nobles a quienes el Señor Feudal consideraba grandes amigos, el Hokage y la familia real.
La reconocía porqué su padre, Hiashi Hyuga, poseía una. Un obsequio que el Señor Feudal, Yoshiyuki Shijimi, le regaló.
Shisui no entendió qué ver aquella tonta insignia. Podría apostar a que ni siquiera era verdadera, pero la mueca de Hinata, completamente seria y como si el color de su rostro se hubiera ido, le daba la impresión que lo dicho por la chica no era mentira ni mucho menos falso.
―Eso es…
―La insignia del País del Fuego, sí ―respondió Akemi desde abajo, observando al Uchiha con una sonrisita burlona―. La que lleva el Señor Feudal a todos lados ―continuó―. El Señor Feudal, mi padre.
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Cabía mencionar que la misión de atrapar al ladrón de información quedó olvidada. Ahora era urgente llevar al hijo del Señor Feudal a Konoha. Shisui tenía muchas preguntas, principalmente…
¿Qué hacía él por esos lares? Estaba demasiado lejos de la Capital.
No paraba de mirarle con sospecha, especialmente por lo conversador que el pelirrojo venía comportándose con Hinata. Akemi confirmó que era hijo del Señor Feudal gracias al medallón con el ícono significativo que la familia noble llevaba, más no dejaba de tener recelo.
Los hijos de nobles se quedaban en la Capital, aprendiendo sobre leyes, economía y filosofía para heredar el puesto que se les otorgaría cuando el Señor Feudal muriera. Además, Shisui tenía experiencia siendo parte del grupo de guardaespaldas que protegía a los amigos del Daimyo durante sus viajes. O incluso para servir a las órdenes de éste directamente. No recordaba haberlo visto. Era sospechoso.
Pero él tenía que cumplir el protocolo. Había considerado escribir un pergamino para comunicarle al Cuarto que llegarían pronto a la aldea, siendo acompañados del hijo del Daimyo. Ni quería imaginar el caos que sería Konoha cuando éste entrara por las puertas, aunque por las fachadas que vestía dudaba de que fuera reconocido fácilmente.
Cualquiera asumiría que el hijo del Señor Feudal vestía prendas hechas de la más fina seda, joyas de gran valor luciendo en sus dedos y una apariencia limpia, además de ademanes educados que confirmaran su cuna de oro. Pero Akemi era totalmente distinto a aquel estereotipo.
Llevaba ropas humildes, sucias y que le hacían lucir como un trotamundos. No se comportaba como un estirado, a pesar de que Shisui no dejara de pensar que era un mocoso atrevido. Y quizá el aspecto más importante era que no tenía ningún parecido con el Señor Feudal o su esposa.
Yoshiyuki Shijimi era un hombre de tez pálida, ojos oscuros y facciones pronunciadas, con mejillas altas y cara delgada. Se dejaba influir fácilmente, y la prueba de ello era que una vez deseó colocar a Jiraiya-sama como el Hokage al considerarlo divertido y tener una gran amistad con éste. Shisui lo había visto en primera persona, limitado a solo observar pero nunca participar en las discusiones a las que debía acompañar al monarca del País del Fuego para protegerlo de cualquier peligro.
El Daimyo no tenía nada de parecido con ese pelirrojo. Incluso no dejaba de pensar en la probabilidad de que el chico habría asaltado al verdadero hijo del Señor Feudal o robado a una familia noble durante su travesía.
No obstante, si resultaba ser el hijo verdadero…
«El regaño que me espera» pensó automáticamente en Fugaku Uchiha y la severidad de su castigo en cuanto circulara el cómo trató al hijo del Daimyo. Él había puesto a la familia Uchiha en aprietos.
Podría admitir que no actuó como venía haciéndolo últimamente, quizá se excusaría tras su breve gripe que no le dejó pensar con claridad pero dudaba seriamente que el Cuarto y tío creyeran tales mentiras al saber que Shisui había experimentado peores situaciones que un simple resfriado.
Estaba condenado. Además ni quería ponerse a imaginar el interrogatorio al que sería sometido por Minato-sama en cuanto éste quisiera saber el por qué se alargó demasiado la misión si se trataba de un simple ladrón ―cómo él comentó antes de marcharse, habiendo aceptado la misión―.
―Llegaremos en dos días aproximadamente a la aldea ―anunció Shisui después de meditar y poner en orden a sus pensamientos, dejando de lado la angustia que le deparaba al llegar a su aldea. Observó por el hombro la figura del pelirrojo caminar al mismo ritmo que Hinata―. Espero no sea demasiado para usted ―sintió un tic en la lengua por hablar tan formalmente a alguien que le puso un kunai en el cuello con claras intenciones de matarle―, Príncipe.
―Akemi está bien ―contestó de inmediato el pelirrojo, haciendo una mueca―. Nunca me agradó que me llamaran así. No tienes por qué hacerlo ―explicó sin dar muchos detalles.
―No quisiera faltarle al respeto.
―Después de cómo me tacleaste, considero que es innecesario.
Hinata sintió una tensión rodearles y no supo si se debía al encuentro que Shisui mantuvo con el joven príncipe o por algo más, de cualquier modo no preguntó y se limitó a viajar en silencio. Suponía que después de descubrir la identidad del pelirrojo, Shisui-san había quedado sorprendido y demasiado pensativo.
Las consecuencias de faltarle respeto a una familia noble eran severas. Pero intentar hacerle daño a un integrante de la familia del monarca que regía el País del Fuego era mucho peor. No solo podría afectar a la carrera de Shisui como shinobi, sino también a todo el clan Uchiha.
Miraba en ocasiones al joven a su lado, cuestionándose el cómo era posible que se encontrara por esos lares. Era ilógico que alguien de su estatus, en el alto eslabón de la jerarquía del Mundo Shinobi, se hallara viajando en solitario por los terrenos peligrosos.
Ni siquiera estaban en el territorio dentro del País del Fuego. Hinata imaginó lo que pudo haber ocurrido si Akemi-sama hubiera sido descubierto por ninjas renegados o de otra aldea; fácilmente le secuestrarían para negociar con el Señor Feudal a cambio de los secretos de Konoha.
―So, te llamas Hinata Hyuga, ¿verdad, señorita ninja?
―H-Hai ―respondió, ligeramente nerviosa de que éste le dirigiera la palabra.
Había acompañado a su padre ―durante un tiempo― a las invitaciones que los nobles o el propio Daimyo le hacían a su padre.
La amistad entre los Hyuga y los monarcas del País del Fuego se habían generado desde hace generaciones. Incluso la propia historia del clan de Hinata señalaba que la cuna del Byakugan siempre había sido cercana a la nobleza. Muchos consideraban que era gracias a su cercanía con el regidor del país que los Hyuga tuvieran el favor no solo del Consejo, sino de muchos otras figuras con altos rangos.
Visitar la Capital había sido una gran experiencia, Hinata nunca dejaba de sentir un aire pesado. Todo el tiempo debía comportarse pulcramente, tal como se esperaba de la heredera del clan Hyuga. Cuando su padre optó por considerar a Hanabi-chan como mejor candidata debido a la debilidad que su hija mayor, era la hermanita de Hinata quien acudía como compañera de su progenitor para aprender los deberes que como cabecilla de un clan debía realizar.
Pero hacía poco su padre comenzó a considerarla en varios aspectos dentro de su familia.
Quizá aún la opinión de Hiashi Hyuga con respecto al comportamiento de Hinata y aquella personalidad amable no había cambiado radicalmente, poco a poco la estaba reconociendo.
Cuando iba a la Capital el propio Señor Feudal los recibía en los umbrales principales de la entrada a la ciudad. Distaba completamente de lo que era Konoha, con edificios altos y ancestrales, miles de árboles de cerezo decorando las calles principales y hermosas doncellas caminar con sus preciosas vestimentas y abanicos a la mano. Los vigilantes no eran ninjas sino civiles entrenados. Eso le había sorprendido a Hinata la primera vez cuando descubrió que ninguna de los habitantes dentro de la Capital poseía chakra.
―¿Cómo podrán defenderse ante un ataque sorpresa? ―la idea de que un grupo enemigo lograra infiltrarse al núcleo del País del Fuego y dieran fácilmente con el Señor Feudal y su descendencia alarmó a Hinata.
Hiashi, sentado a su lado, bebiendo cómodamente una taza de té que la servidumbre le trajo en lo que esperaba en la Sala Principal a su Excelencia, apenas se alteró por la cuestión de su primogénita.
―No tienen la necesidad de entrenar ni desarrollar una energía vital cómo nosotros lo hacemos.
―Pero ―ella arrugó un poco el ceño, sin comprender. Ningún civil podía vivir con tranquilidad al estar rodeados de ninjas con habilidades extraordinarias por todo el lado. No había lugar dentro de las Cinco Naciones Ninja en que pudieran llevar un estilo de vida tranquilo y sin preocupaciones―. Eso es… Muy insensato.
―El Señor Feudal confía plenamente en sus ninjas y en la dirección que Hokage-sama maneja con sus fuerzas militares. La Capital no ha recibido daños directos desde que Hashirama Senju fue seleccionado como el primer Hokage.
Hinata envidió aquello, observando a sus alrededores. Todo era tan tranquilo, incluso podía escuchar el canto de las aves sin interrupciones. Solo había visto poco del lugar, pero imaginaba que en sus alrededores la belleza sería igual de sorprendente que lo que ya había visto.
―Es un lugar… Tan tranquilo ―confesó, notando que distaba completamente de lo que Konoha era que, a pesar de contar con sus días pacíficos gracias al Cuarto, aquella duración no era garantizada debido a que los intereses del resto de las aldeas no morían y Konoha seguía siendo el principal objetivo de muchos.
―Sí, el estilo de vida de los nobles es envidiable ―dijo Hiashi al dejar su taza vacía, con los brazos ocultos debajo de la manga de su yukata―. Pero tanto ocio suele aburrirlos fácilmente. No es sorprendente que el Señor Feudal siempre pida traer a tantos invitados para mantenerlo entretenido ―comentó―. O que mande a realizar determinadas misiones solo por qué leyó algo de un libro de aventuras.
―Padre… ―Hinata miró nerviosa a los alrededores, temerosa de que alguien pudiera escuchar los pensamientos de su progenitor con respecto al monarca. Sería peligroso―. Recuerde el lugar en el que estamos.
―Él lo sabe, no hay nada que ocultar ―respondió con facilidad Hiashi sin alterarse por la preocupación de Hinata―. Me lo ha confesado abiertamente, ésta es una de las razones por las cuales acudo a verlo repetidas veces. Siempre ha intentado convencerme de que traiga a todo mi clan a vivir aquí y pase a ser uno de sus más allegados en la Corte.
Hinata lució sorprendida con tal revelación; sabía que el Señor Feudal tenía una amistad con su progenitor, pero nunca imaginó qué tanto.
Haberle invitado directamente a querer formar parte de la Corte del Daimyo era un honor.
―Más he declinado la oferta. No entrené toda mi vida para quedarme sin hacer nada en un lugar como éste. Mis antepasados hicieron un pacto desde los tiempos de Hashirama Senju, ese deber se ha heredado de generación en generación. Y se mantendrá así por muchos años. Sin embargo, él no logra entenderlo.
―Entiendo ―susurró, sin sorprenderse del todo por la decisión de su padre.
El Daimyo llegó después de unos momentos, recibiendo a su padre y a ella con los brazos abiertos, tratándolos como si fueran amigos desde hace mucho. Ella como su padre hicieron reverencias, remarcando el hecho de que, a pesar de ser invitados especiales, seguían siendo shinobis que estaban bajo las órdenes del hombre más rico del País del Fuego, quien prestaba frecuentemente su fortuna para seguir dotando la fuerza militar del Hokage.
Rápidamente fueron pasados a un comedor extenso donde miles de delicias estaban exhibidas sobre el extenso mesón. Demasiadas personas ya estaban ahí e Hinata se sintió nerviosa, preguntándose si el kimono que usaba era el adecuado. No había tenido tiempo de prepararse como era debido; tuvo que salir de misión y ese mismo día llegó a casa, topándose con la noticia de que su padre la llevaría a la Capital.
La mayoría de los demás nobles eran hombres mayores, sus acompañantes eran mujeres hermosas o esposas con elegantes ademanes. Observó que había pocas jóvenes, doncellas por la manera en la que vestían. El Daimyo había llevado a su esposa, Madame Shijimi con su querido minino que más de una vez sus compañeros habían tenido que ir a buscar.
Por rumores maliciosos a los cuales no pudo ignorar, Hinata sabía que Madame Shijimi nunca pudo tener hijos, por lo cual su esposo había tenido numerosas concubinas reales. Él era padre de muchas doncellas que seguramente ahora estarían comprometidas con importantes figuras dentro de la Capital para mantener el renombre del Daimyo y su estatus.
Empero no vio que ninguna de las hijas del Señor Feudal hiciera acto de presencia durante toda la velada, incluso el hombre ni siquiera mencionó la razón de la ausencia de sus hijas. Interiormente Hinata dedujo que aquella no sería un evento para ellas debido a la presencia de la esposa oficial del Señor Feudal.
La cena continúo sin sorpresas, escuchando en silencio las conversaciones. Era su padre quien respondía las mayorías de las preguntas, y tal cómo él se lo confirmó, el Señor Feudal volvió a invitarlo a unirse a su Corte.
―Felizmente recibiría a tu familia, Hiashi ―parecía que con el licor la lengua del monarca aligeró su peso. Incluso llevaba pintadas las mejillas de rosa. Madame Shijimi a su lado le daba toquecitos suaves en la espalda.
―Agradezco la consideración, Señor, pero debo declinar. Mi deber con Konoha es primero.
―Claro, claro ―asentía el Daimyo, hipando en el proceso. El resto de los nobles hizo otro brindis.
Sin esperarlo la mirada oscura del hombre se posó en Hinata. Ella tembló por recibir la atención directa del monarca.
―Hiashi, tu hija se ha convertido en una hermosa señorita ―soltó inesperadamente, tiñendo las mejillas de la joven Hyuga de rosa pálido.
―Agradezco su cumplido, Su Alteza.
―Qué elegante señorita ―ahora era el turno de Madame Shijimi, mirándole con aprobación.
―Lo es, lo es ―asentía el Daimyo―. No puedo evitar recordar a Hitomi, Hiashi, tu esposa. Sin duda tu hija es su réplica.
Hinata apretó las manos sobre la tela del kimono. Su progenitor rara vez hablaba acerca de su madre desde la muerta de ésta hace años, cuando Hanabi apenas tenía un solo año.
Solo por las anécdotas de Natsu-san cuando ésta le cepillaba el cabello en las noches cuando solía ser más pequeña supo que ella se parecía demasiado a su difunda madre. El recuerdo de Hinata acerca de su progenitora era sólido en los sueños pero borroso cuando despertaba.
Recordaba principalmente su sonrisa con los ojos cerrados en una expresión genuina; a comparación del resto de los Hyuga, Hitomi Hyuga siempre fue expresiva con su sentir. Un alma cariñosa, tacto suave y melodiosa voz que siempre la arrullaba cuando se acostaba a su lado en el futón cuando tenía miedo en las noches.
Cada vez que soñaba con ella la veía en el jardín que cuidaba estando en vida, apegada siempre a sus flores, tarareando mientras llenaba su canasta de todo tipo de plantas medicinales y aromáticas flores que adornarían su habitación esa noche. Si no fuera porque ella terminó casada con su padre, Hinata no dudaba de que su madre se hubiera convertido en una excelente sanadora.
Había creado recetas que hasta el día de hoy lo miembros de su clan encargados la elaboración de sus ungüentos y productos de higiene personal que solo los Hyuga utilizaban continuaban usándose. El conocimiento de su madre con respecto a la herbolaría había sido un enorme regalo para esa generación dentro de su familia.
Lo único que le quedaba de ella era ese jardín que ella cuidaba también, quizá no a tiempo completo como Hitomi solía hacerlo, pero cuando tenía la oportunidad y el tiempo libre, dedicaba sus horas a las flores que su madre con tanto cariño plantó.
El recuerdo de ella no podía morir.
Miró a su padre, expectante de la respuesta que éste le daría. No era la primera vez que alguien le señalaba su gran parecido con su progenitora. Muchos lo decían aunque dentro de la Mansión Hyuga dichos señalamientos no eran hechos directamente y eso se debía al silencio que el líder del clan creaba siempre cuando lo relacionado a su esposa era traído a la conversación. Incluso ellas como sus hijas sabían que no debían mencionar la memoria de su madre ante la presencia de Hiashi.
―Me siento honrado que aun recuerde a mi esposa, su Alteza.
―¡Cómo olvidarla! ―rio el hombre con buen humor―. Sus ungüentos eran milagrosos, siempre me curaban el dolor de espalda, mucho más rápido que los curanderos que tengo a mi servicio. Ese talento de ella debía ser explotado más ―soltó un suspiró―. Fue una lástima su muerte.
Hiashi hizo un movimiento con su cabeza bastante solemne, sin comentar nada al respecto.
―Sigo pensando que a tu hija le haría bien compañía de las doncellas en la Corte ―nuevamente el Señor Feudal tocó el tema.
Hinata respingó en su sitio.
―La hija mayor de Hiashi Hyuga viviendo en la Capital. Podría aprender muchas cosas estando aquí, nos sentiríamos felices de tenerla con nosotros. Además, podrían llegar miles de pretendientes de todos lados que…
―Lamento interrumpirlo, su Alteza, pero Hinata es mi heredera y en el futuro planeo dejar al clan Hyuga en sus manos.
Hinata se sorprendió por lo que su padre dijo, no lo había esperado, especialmente decirlo públicamente de ese modo sin habérselo consultado antes. Le miró, pensando que estaba bromeando pero recordó que Hiashi Hyuga nunca bromeaba, rara vez le había visto sonreír o escuchar su risa. Aunque eso no dejó que una alarma sonara en su cabeza por la manera en que su padre interrumpió el monarca en su casa.
Pero toda preocupación se esfumó en cuanto escuchó la cantarina risa del hombre.
―Siempre tan directo, mi buen amigo ―decía el Daimyo con su esposa riendo también. Pronto el resto de los nobles, quienes pausaron su bebida para ver cómo se desencadenaba la conversación, se unieron también―. Si es así, tu hija contará con mi total aprobación. Así que no dudes en pedirme cualquier cosa, Hiashi.
Hiashi se limitó a responder con otro gesto, sin dirigirle una palabra a Hinata con respecto a la decisión de la cual ésta no sabía hace cuánto tomó. Así que solo se limitó a terminar su cena tal como su padre lo hacía.
Hinata miró al cielo, teniendo frescas esas memorias que ahora tenían relevancia con su situación actual, especialmente con el joven pelirrojo acompañándolos. Debido a que el joven no poseía chakra ni existía manera de que lograra seguirles el paso ahora mismo caminaban por el sendero que Shisui-san consideró era el más seguro.
Habían salido en la mañana e Hinata ya no pudo preguntarle más a Shisui-san sobre cómo seguía con su resfriado, pero el Uchiha parecía no verse afectado, pues les guiaba a ambos en la delantera, verificando que cada paso que dieran fuera seguro.
―Oh ―la exclamación a su lado le hizo desviarse sobre sus pensamientos y el cielo teñido de los tonos del atardecer para observar a Akemi-sama. Justo en esos momentos pasaban por extensos árboles con capullos de tonalidades blancas, por el aroma Hinata supuso que serían naranjas que apenas estaban retoñando cuando éste inesperadamente corría y se trepaba por las ramas.
―¡¿A-Alteza?!
El grito de Hinata detuvo la caminata de Shisui quien miró hacia atrás, preparado para cualquier sorpresa cuando descubrió que solamente se trataba de aquel pelirrojo subiendo los árboles. Sintió una irritación instantánea.
―Estoy bien ―contestó Akemi desde las hojas, moviéndolas repetidamente―. Solo vi algo que… ¡Sí!
Con un salto que lo devolvió nuevamente a tierra, Akemi aterrizó cerca de Hinata, sacudiendo las hojas de sus hombros, con una sonrisa felina que a la joven Hyuga la hizo parpadear, confundida.
―¿A-Alteza…?
―Por favor, dime Akemi ―pidió el pelirrojo con una expresión de infantil molestia―. No estamos en la Capital para que me trates con ese título que ni siquiera me interesa ―luego volvía a sonreír ampliamente, extendiendo su mano hacia ella.
Hinata no entendió hasta que vio el capullo blanco en su cara.
―Uhm… ―no sabía cómo reaccionar, si aceptar o rechazar. Lidiar con la nobleza era muy complejo.
―No, espera, falta algo ―se retractó Akemi, sacando una cantimplora de su mochila, abriéndola con los dientes y vertiendo una gota en el tallo―. ¿Lista para ver un truco…?
―¿Truco…?
Los ojos de Hinata se abrieron cuando el capullo se abrió completamente aun en la palma de Akemi. Para su sorpresa no estaba vacío, pues luciérnagas habían brotado del interior de ésta, volando a los alrededores de Hinata que pudo percibir su brillo natural, viéndolas alejándose hacia los horizontes.
Sin percatarse, una ligera sonrisa apareció en sus labios.
―N-No sabía que las luciérnagas vivían dentro de los capullos de naranjo…
―Yo tampoco, pero esto me lo enseñó un anciano en la Villa de las Luciérnagas. Abundan por ahí y es un truco que la mayoría hace por allá para impresionar a los turistas ―respondió Akemi―. Además de que la flor de naranjo es hermosa y huele bien ―nuevamente se la extendió e Hinata colocó sus manos para que el muchacho soltara la flor entre éstas―. Pienso que a ti te queda. Luciría hermosa en tu cabello negro azulado ―sugirió.
Hinata parpadeó con un calorcillo en las mejillas.
―S-Se lo agradezco, A-Alteza…
―Akemi ―se quejó el pelirrojo―. Vamos, es fácil. Repite conmigo: A-ke-mi.
―N-No podría…
El carraspeó de Shisui interrumpió la conversación de ambos, quienes observaron al joven Uchiha viéndoles desde su posición sin expresión alguna. Hinata volvió a sonrojarse, recordándose así misma que continuaba de misión y no en un paseo.
―Hay que seguir avanzando para encontrar un lugar donde acampar. Aun no estamos cerca de la Frontera del País del Fuego, así que es primordial que estemos lo más cerca posible para evitar encuentros no deseados.
―Hai, Shisui-san ―respondió Hinata.
―Hinata-san, ¿podrías adelantarte y buscar con tu Byakugan una zona segura?
―Por supuesto ―Hinata se giró hacia el pelirrojo e hizo una educada reverencia antes de trotar hacia el frente y saltar hacia los árboles para realizar la tarea que Shisui le encomendó.
Los dos jóvenes hombres se quedaron solos y en un silencio que fue cortado por Akemi quien silbó distraídamente.
―¿Así que es normal enviar a las compañeras de tu equipo a hacer las tareas pesadas? ―comentó al azar, recargándose en el tronco de un árbol.
Shisui no tuvo reaccionó alguna ante la insinuación del pelirrojo.
―Hinata-san es capaz de eso y más ―puso una sonrisa que esperaba fuera amistosa―. Viene de un clan importante y poderoso. Créame, su Alteza, sabe cuidarse. Es una gran kunoichi.
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Kakashi alzó una ceja por encima de sus cartas al observar cómo Obito no se había quejado en las últimas cinco rondas de las cuales él venía saliendo victorioso. Ni siquiera un berrinche o una acusación de que estaba haciendo trampa.
―¿Qué sucede contigo? ―preguntó de repente, tomando una tarjeta del centro.
―¿Hm? ―exclamó el Uchiha, confirmando las sospechas del Copy Ninja―. ¿Qué?
―¿Qué pasa contigo? Actúas raro ―hizo saber Kakashi.
Obito parpadeó sin comprender a qué se refería su mejor amigo.
―¿De qué hablas? Actuo como siempre.
―Nope ―contestó Kakashi rápidamente―. No has hecho nada de ruido desde que llegaste a mi departamento, de improvisto, pidiéndome jugar contigo a las cartas.
―¿Acaso no puedo tener una noche divertida con mi mejor amigo?
―No cuando quiero leer en mi rato libre…
―¡Has leído todos los libros de Jiraiya-sama más de diez veces! ¡Hasta juro por mi abuela que te sabes todos los diálogos!
―La manera en la que decido disfrutar mi velada es mi problema ―Kakashi mostró sus cartas, ganando de nuevo―. Ahora que ya perdiste, dime, ¿qué pasa?
Obito hizo un mohín, echando las cartas hacia el centro sin tomarle mucha importancia el desorden. Detestaba que frente al Hatake fuera tan fácil de leer, le hacía recordar los días como gennin cuando ese mocoso prepotente se presentó como su futuro compañero de equipo.
―Nada ―respondió para no sacar de su mente lo que realmente pensaba.
―Eso no sonó como un nada normal.
―Qué no tengo nada, mierda.
―Ajá.
Obito bufó.
―En realidad… Estoy preocupado.
―¿Preocupado? ―Kakashi ladeó el rostro, buscando comprender a Obito. ¿Preocupado sobre qué? Rin estaba en la aldea y no había salido de misiones recientemente como para que el Uchiha estuviera en pánico por todos los escenarios que él solito se creaba con respecto al bienestar de su compañera―. ¿Sobre qué?
―Uhm ―Obito rascó su cabello con fuerza sin saber cómo decirlo―. ¿Recuerdas la misión que Minato-sensei me encomendó?
―¿La que rechazaste al final? ―vio a Obito asentir―. Sí, la recuerdo. ¿Qué con eso?
―Shisui la aceptó por mí.
―¿Y estás preocupado de que algo pueda sucederle a Shisui…?
―¡Claro que no! ―bramó Obito en respuesta―. Ese mocoso sabe cuidarse solo. Jamás me preocuparía por él. ¿Qué me viste? ¿Cara de Mamá Gallina?
―Entonces… ¿Por qué estarías preocupado?
―Por Hinata-chan…
―¿Hinata? ―ahora sí estaba perdido―. ¿Por qué te preocuparía Hinata…?
―¡Porque Shisui la eligió como compañera y ahora mismo esos dos están solos y lejos de Konoha!
―Ah.
―¡¿Solo eso puedes decir?! ¡¿Un "ah"?! ―Obito plantó las manos sobre la mesa, haciendo a ésta retumbar.
Kakashi ni se inmutó.
―No entiendo por qué el alboroto ―fue la respuesta que dio Kakashi.
―Kakashi, ¿debo recordarte que Shisui es un mujeriego?
―Lo sé. No te cansas de decirme lo mucho que te molesta que por la calle las chicas quieran pasarle sus saludos a Shisui a través de ti. Pero, ¿cuál es el problema?
―¡¿Es que esa estúpida máscara que tienes no te deja ver?! ¡Hinata-chan corre peligro estando al lado de ese Casanova!
Kakashi observó a Obito que de un momento a otro se puso de pie para caminar de aquí para allá en el departamento. Pensó que los vecinos de abajo no tardarían en quejarse por el ruido.
Se le vino a la mente sugerirle a su amigo tomar asiento y dejar de preocuparse por nada. Hinata no tenía ningún interés en tener una relación amorosa con otro chico cuando estaba enamorada del idiota que pronto quedaría calvo si continuaba estirándose los cabellos.
Suspiró internamente, no sabiendo qué pensar.
U Obito era el idiota más grande por no darse cuenta que la chica a quien consideraba una hermanita estaba enamorada de él, o la idiota era la joven Hyuga quien se enamoró de un caso perdido.
Podría ser un buen amigo y decirle lo que pensaba en realidad, la verdad detrás de las reacciones de típica enamorada por parte de la chica hacia Obito que, según él, era solo timidez. Ese despistado. Pero confesaba que verlo así era divertido y entretenido, casi como una novela con mucho drama.
―Juro que si se atreve a hacer algo…
―No creo que Shisui sea esa clase de chico ―Kakashi comenzó a ordenar las cartas―. Podrá ser un mujeriego pero nunca un cretino. Y dudo que Hinata se preste para ese tipo de cosas. Es una señorita de buenos modales y demasiado correcta para caer en esos trucos. Además, Hiashi-san castraría a Shisui de ser así.
―Pues tendría que hacer fila, después del turno Fugaku y el mío ―se señaló Obito, gruñendo.
Kakashi iba añadir algo más pero calló cuando por la ventana el pico de un halcón les llamaba. Obito de inmediato lo reconoció como el ave mensajera que le envió a Shisui. Rápidamente fue hasta el plumífero animal y desenredó el mensaje.
La mueca de Obito se volvió sombría.
Hallo el mensaje de parte de Obito Uchiha innecesario e irrelevante para la misión. Favor de hacer uso de la mensajería especializada de Konoha para asuntos de gran importancia.
Shisui Uchiha
PD: Se le recomienda repasar lecciones de caligrafía, casi tuve que descifrar el mensaje con el Sharingan.
―¡Ese mocoso…!
Notas
El nombre de Akemi significa: belleza en la madrugada. Y sí, es el nuevo OC que puede acelerar las cosas con respecto a Hinata y varios chicos a su alrededor.
Una enorme disculpa por la espera, me hallé perdida de cómo continuar e integrar a mi personaje sin que se viese tan forzado. Espero que logren aceptarlo y disfruten de sus futuras participaciones.
Gracias por sus lindos comentarios y nos leeremos en la próxima.
