Disclaimer: Naruto no me pertenece.


Capítulo 11


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Secretos al descubierto

―Parte Final―

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Con el silencio rodearles siendo apenas interrumpido por el cantar de los grillos, Hinata se sintió arrullada por la tranquilidad. Pero estaba en servicio y dichas comodidades no le eran permitidas. Shisui-san había elegido el primer turno para vigilar los alrededores y después sería el suyo.

Custodiaban al hijo del Señor Feudal, por nada del mundo se confiaban. El rango de misión subió gradualmente y hasta no ver los distinguidos árboles de Konoha ninguno de los dos shinobis se sentirían tranquilos.

Hinata confiaba plenamente en la capacidad de Shisui quien, a comparación de ella, contaba con más experiencia; era de los ninjas más solicitados y rentables para formar parte de la guardia del Daimyo. Por esa misma razón se negaba a dejarse invadir por el repentino sueño; quizá las Pastillas de Soldado al fin dejaron de surtirle efecto, podía sentir en su cuerpo la sensación de la gripe invadirle completamente, incluso el hormigueo en la nariz y la molesta irritación en sus ojos que lentamente quería hacerla llorar.

Debía cuidar sus ojos, era lo que le ayudaba a sus compañeros durante las misiones.

El frío de la noche hizo temblar a la joven quien estornudó repentinamente. A su lado, Akemi, dejó de ver la fogata para prestarle atención a la Hyuga quien, al sentir la mirada de miel por parte del joven, de inmediato se disculpó repetidas veces por la molestia.

―¿Te encuentras bien, Hinata-san?

Omitió decirle a Akemi-sama que no hallaba adecuado llamarle por su primer nombre con tan poco tiempo de conocerse pero recordó la posición del pelirrojo y negó, ocultando su propia incomodad. No le desagradaba ni éste había hecho nada para ocasionarle tal antipatía, pero no podía dejar de verlo como una posible amenaza para sus carreras y familias. En cuanto llegaran a Konoha, ella no dudaba de que Akemi-sama platicaría con lujo de detalles la manera en la cual Shisui-san le trató.

―P-Perfectamente, Joven Príncipe.

―Tsk ―Akemi chasqueó la lengua y ella tembló, temerosa de haberlo hecho enfadar en serio―. No importa cuántas veces te repita que no tienes que llamarme así, lo seguirás haciendo, ¿verdad?

Hinata bajó la cabeza, avergonzada. Ser mal educada no era parte de ella, ni podría serlo por más que deseara; había sido criada con las más estrictas tradiciones que le dictaban brindar respeto a quien tuviera una posición más alta que ella. Además no eran cercanos ni había un lazo de confianza como para llamarle por su primer nombre sin pensar en las consecuencias que su acto podría ocasionar.

Le gustaba su cabeza en el lugar donde se hallaba.

―Hey, no tienes que asustarte ―de inmediato el pelirrojo habló al notar el silencio lleno de pesadumbre de la joven. Bufó y rascó su cabeza con frustración, como si él también hallara todo eso de ser de la realeza un enorme problema―. Solo quiero decir… Bueno, me gusta aclarar que no tienen que llamarme Príncipe o Joven Alteza... No me gusta.

―Lo siento, su A… ―Hinata mordió sus labios en cuanto la mirada llena de reproche de Akemi se posó sobre ella. Carraspeó―. Lamento, pero no encuentro de qué otra manera pueda llamarle sin faltarle el respeto.

―Ya te lo dije: Akemi es más que suficiente.

―Uhm, p-pero ―Hinata le veía nerviosa, insegura de si hacerlo o no; ni siquiera con sus más allegados podía nombrarles de esa manera sin añadir los sufijos correspondientes―. E-Es inapropiado. Prácticamente soy una desconocida para usted…

―Si fuéramos desconocidos no sabríamos nuestros nombres, pero ahora los sabemos ―contradijo Akemi fácilmente, sin encontrar dificultades en eso―. Aparte te debo mi vida.

―¿Eh? ―quedó sorprendida de que él considerara que su ayuda representara tal magnitud, ¡no había hecho nada!―. ¡¿D-De qué habla, A-Alteza…?! ―negó al recordar que a él no le gustaba que le llamasen así, repitiéndolo una y otra vez en su mente―. Q-Quiero decir, yo…

―Hai, hai ―Akemi omitiría por esa única vez que la joven Hyuga le llamara así, además, era adorable verla enredarse con sus propias palabras―. Uhm, bueno, me salvaste que tu compañero me rasgara la yugular ―para remarcar lo dicho el pelirrojo hizo el ademan de cortarse él mismo el cuello con su dedo―. Eso cuenta mucho para mí.

―P-Pero ―Hinata quería aclarar el malentendido y justificar el accionar de Shisui; él no era un shinobi violento, simplemente actuaba cómo el Código Ninja mandaba―. S-Shisui-san, eh, b-bueno, él…

―Comprendo, comprendo ―Akemi restó importancia, recostándose más en el tronco, perdiendo la mirada en el cielo que se lograba observar de entre las copas de los árboles teñidas de la oscuridad de la noche―. No le tengo rencor, es su trabajo, entiendo eso ―luego suspiró cansadamente para después masajearse el cuello―. Pero no tenía que ser tan rudo ―miró a la joven Hyuga, notando cómo la fogata iluminaba sus facciones delicadas. Le sonrió―. Pero si hubieras sido tú, bueno, no me hubiera quejado tanto.

―¡¿Q-Qué cosas dice?! ―se alarmó por lo que el pelirrojo confesaba con tanta naturalidad, incluso sintió las mejillas sonrojadas.

Sonrojo que incrementó cuando le escuchó reír.

―Lo siento, lo siento ―decía entre risas, viéndole una vez más. La mueca divertida de Akemi se borró y dejó lugar a una más serena―. Eres divertida, Hinata-san. Es la primera vez que conozco a una chica como tú.

Hinata no le entendió ni tampoco encontró aquello como algo extraordinario. Si él era el hijo del Señor Feudal suponía que conocer miles de doncellas así como candidatas para convertirse en su futura esposa era uno de los pasatiempos que los nobles efectuaban en sus ratos libres. Después de todo, tener una descendencia era de gran importancia dentro de las monarquías o clanes poderosos.

Apostaba a que Akemi-sama se había rodeado de preciosas mujeres dotadas de una belleza inigualable, ademanes elegantes y dignos de una princesa, dones como el canto, la pintura y la poesía, cualidades que a los hombres como él consideraban aptos para su compañera de vida.

Ella, en cambio, era una shinobi más de la Hoja. Aun no llegaba al nivel de jounin, ni siquiera estaba segura si lograría alcanzarlo considerando el plan que su padre le comunicó con dejarle a cargo el clan cuando éste señalara que tenía lo adecuado para hacerlo.

Incluso muchos de sus compañeros, como Kiba y Naruto, solían decirle que era una rarita por su comportamiento tan introvertido, tímido e irritante para algunos. Sabía que no era perfecta pero intentaba ser lo más amable que pudiese, tratar de remediar sus defectos de otra manera.

También era consciente de que no era una belleza como Sakura-san ni Ino-san. Poseía un cabello negro con destellos azulados que consideraba demasiado aburrido a comparación de las cabelleras claras y llamativas de las dos kunoichi; no tenía una personalidad alegre y explosiva como ellas ni la seguridad con la cual las dos daban a conocer sus verdaderas opiniones; o la autoestima suficiente para hablarle al chico que le gustaba y confesar a los cuatro vientos estar enamorada de él.

Hinata se veía a sí misma como una chica aburrida sin mucho que ofrecer.

―Me alegra no aburrirlo ―dijo sabiendo que era lo más adecuado que podía decir, por el momento. No querían enfrascarse, sobre todo con un desconocido, sobre sus propias inseguridades.

Akemi sonrió ampliamente con un toque travieso. Hinata decidió terminar la conversación ahí, moviendo desinteresadamente la fogata con una varita, queriendo que el tiempo pasara rápidamente y Shisui-san apareciera para avisarle que su turno comenzaba.

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Shisui estaba aburrido que cada cinco minutos no dejaba de bostezar y no era por sueño. Odiaba vigilar precisamente por eso; tener el trasero pegado a una rama no era para lo cual estaba hecho, él necesitaba movilizarse, andar detrás del rastro de enemigos o llevar a los sospechosos hasta los interiores de Konoha para un arduo y largo interrogatorio.

O deshacerse de posibles amenazas que pudieran perturbar el pacífico estilo de vida de Konoha.

Pero todo era por el bienestar del Príncipe. Ya metió la pata con él al haberle amenazado sin sospechar sobre su identidad. Y aunque podía no creerle completamente ―se guardaba sus opiniones―, las pruebas estaban ahí.

Con un suspiró cerró los ojos para conectarse con los cuervos invocados regados en puntos clave donde los enemigos pudieran estar, más no halló nada, solo tranquilidad y la certeza de que ellos tres eran los únicos quienes rondaban por esos lares. No le sorprendía ya que él personalmente escogió el lugar, y con el Byakugan de Hinata-san no fue complicado encontrar un buen escondite. De cualquier modo le explicó a la kunoichi que apagara la fogata tan pronto terminaran de cenar.

―Me muero de aburrimiento ―musitó, sacando un kunai y decidiendo limpiarse la suciedad debajo de las uñas con éste―. Última vez que hago esto ―se dijo para sí.

La próxima vez que quisiera hacer enojar a Sasuke usaría algo más simple como beberse todo el jugo de tomate que se hallaba en la Casa Principal. O robarle toda la atención de Itachi, no algo tan complicado como meter a terceros a sus bromas. Sí, Itachi le advirtió pero a Shisui le pareció tan fácil, pero después de convivir esos días al lado de la Hyuga él descubrió que Hinata no era una chica como a las que él estaba acostumbrado.

Tenía buenas intenciones. Carajo que hasta le recordaba a Itachi a veces. Era educada, silenciosa y adorable. No entraba realmente a su tipo de chica, pero no negaba que le resultaba atractiva.

La belleza de Hinata no resaltaba fácilmente pero al momento de observar la sutileza con la cual se movía, como si bailara todo el tiempo, provocaba que cualquiera quisiera admirarla durante la eternidad. No es que tuviera demasiado contacto con las mujeres del clan Hyuga porque prefería evitar problemas entre sus respectivos clanes, pero la mayoría que había visto en el distrito comercial de Konoha, surtiendo las listas de víveres para la Mansión Hyuga, había notado en éstas semblantes serios y estrictos, ni siquiera una sonrisa.

Hinata podría no sonreírle abiertamente pero su personalidad era más abierta que la del resto de su clan, de eso podía estar seguro. Pero aun así era difícil a travesar la barrera de cordialidad de la joven.

―¿Cómo le hace Obito? ―gruñó al recordar a ese cabeza de chorlito y la facilidad con la cual hacía sonreír naturalmente a la joven Hyuga, como si la presencia de su primo fuera lo suficiente para querer emitir esa luz cálida todo el tiempo.

Shisui pegó su nuca contra la corteza del tronco, pensativo de qué futuros movimientos realizar. No había sido completamente honesto con Hinata durante la misión y eso comenzaba a molestarle porque estaba mintiéndole a su compañera de equipo, una kunoichi talentosa y fiel a sus funciones como shinobi de la Hoja. Engañarle de ese modo, siendo él quien atrapó al final al ladrón y omitió contarle la verdad sobre la captura de éste, era una falta de respeto. Temía que cuando ella lo descubriera se sintiese ofendida y molesta, sentimientos completamente válidos.

Si alguien le hiciera algo similar, bueno, no estaría feliz de que se burlaran de sus habilidades y la potencialidad de éstas. Se sentiría como si lo hubieran traído sin un propósito.

―Okay, ser empático no me está haciendo sentir mejor ―detuvo sus pensamientos, especialmente aquel en donde la mueca de decepción de Hinata apantallaba todo. Sacudió la cabeza―. Focus, Shisui, focus.

El peso en sus bolsillos le recordó que el pergamino que mantenía al ladrón de información sellado continuaba ahí. Había logrado recuperarlo en medio de su introducción con Akemi, aprovechando que Hinata se hallaba igual de confundida que él con la identidad del pelirrojo. Ella no sospechó de nada y hasta se disculpó por haber tomado sus cosas sin ser consciente que Shisui sintió las ganas de confesarle todo y pedirle perdón una y otra vez.

¿Por qué Hinata tenía que ser tan amable? Si ella fuera como cualquier otra chica que reaccionaba violentamente por romper con ellas, o serle sincero de que su relación no iría más allá, probablemente no temería tanto.

Pero Hinata era…

Era…

―Una persona amable tiene muchas facetas ―comenzó a recapitular el historial de reacciones de Itachi durante lo largo de su vida y amistad juntos―. Puede restarle importancia y seguir como si nada ―elevó un dedo―. O puede mirarte detenidamente y estar decepcionado de ti al punto de tratarte con una frialdad terrorífica que te hace arrepentirte de cada mala decisión que has hecho en tu vida ―dijo eso último con voz sombría al recordar las contadas veces que Itachi sí se enojó con él.

La primera vez fue cuando le contó a Mikoto-san el padecimiento de su primo mejor respecto a sus ojos y cómo éstos se le cansaban frecuentemente. Itachi no le habló por semanas pero había sido un castigo que gustoso volvería a repetir si con ello la salud de Itachi se reponía.

Él era su mejor amigo, y no importaba que éste llegara a odiarlo, haría lo que fuera con tal de que Tachi viviera.

―Pero Tachi es Tachi ―se repitió―. A él lo conozco desde que estaba así de enano ―alzó la mano como si un Itachi pequeño e imaginario se alzara delante de él, tal como en su niñez―. Con Hinata-san es otra cosa ―cruzó sus brazos, ceñudo―. Si le confieso todo… ¿Se enojará como Hana-chan cuando le dije que debíamos terminar? No, no creo. No es tan profundo, pero es algo relacionado con su carrera y habilidades. Ella es naturalmente insegura con su desempeño, enterarse de que hice la misión por mi cuenta le haría deprimirse y decirse que realmente ella no es útil para ser una shinobi. Es más, hasta pensaría que ya la consideré por debajo del nivel...

Cada una de las suposiciones que Shisui se hacía en la cabeza era más oscura que la anterior. Era como si dibujara a Hinata rodearse cada vez más de oscuridad con miles de figuras de sí mismo diciendo excusas al mismo tiempo que terminaban hiriéndola.

―Ah, Sabio Tachi ―Shisui puso sus manos a forma de plegaria, mirando al cielo―. Cuánto necesito tu consejo en estos momentos…

―Los ninjas también rezan, eh. No sabía eso.

Una voz abajo desconcertó a Shisui quien de inmediato se puso en alerta, usando su técnica para trasladarse hacia el responsable de sorprenderlo en medio de su monologo. El tic en su ceja apenas se percibió cuando vio a Akemi orinar en el mismo árbol donde había estado sentado.

Carraspeó e intentó ignorar el sonido del chico vaciar su vejiga.

―Príncipe, no debe estar solo…

―Ah, no te apures por eso ―señaló el pelirrojo, restándole importancia y dándole la espalda al Uchiha―. Solo vine a orinar, no a escuchar tus secretos ―dijo.

Shisui palpó imperceptiblemente su bolsillo, dándose cuenta de ella y arrugando el ceño al comportarse tan abiertamente frente a un civil.

―No puede alejarse tanto del campamento, alguien podría aprovechar el momento y…

―Sí, sí, secuestrarme y chantajear a mi padre para que me suelten a cambio de los secretos de Konoha, bla, bla.

La manera en la que el mocoso mencionaba aquello irritó un poco a Shisui. Esos nobles, siempre tan egoístas. Vivían en cunas de oro y resguardados en una Capital que no era atacada nunca. Jamás habían estado en una guerra ni manchado sus manos. Apostaba a que ni una sola katana habrían levantado.

Pero sus opiniones personales no debían intervenir. Tenía una misión y esa era escoltar al Joven Príncipe. Cuando llegara a Konoha, la responsabilidad de hospedarlo y llevarlo de nuevo a la Capital con su familia sería del Cuarto y el grupo selecto de ninjas.

Solo debía aguantar hasta llegar a la aldea.

Akemi terminó de orinar, subiendo el cierre y dándose la vuelta hacia Shisui quien continuaba ahí. Era complicado lograr observar al ninja por la negrura de sus ropas y esos azabaches cabellos que se mezclaban con el fondo nocturno, además la oscuridad era densa sin una luz que le guiara.

―No iba a orinar en la presencia de Hinata-san ―justificó―. No es educado hacer ese tipo de cosas delante de una señorita.

Shisui puso una sonrisa que esperaba fuera amistosa.

―Hinata-san es una kunoichi, está preparara para cualquier tipo de situaciones, no se preocupe ―apuntó―. Ha ido en misiones con sus compañeros de equipo, dos varones, por largos años. Estoy seguro que ha pasado por circunstancias similares.

―Uhm ―la reacción del joven pelirrojo no fue interesante, de hecho Shisui no halló algo que le causara regocijo.

De mujeriego a mujeriego sabía lo irritante que era que la chica a la cual iban todas sus atenciones estuviera rodeada de obstáculos. No es que Shisui se enfrentara a ese tipo de eventos cuando la atención se centraba en él por ser Shisui Uchiha y contar con los genes atractivos que han corrido por generaciones en su clan, pero intuía que para otros resultaría frustrante no obtener a la chica en cuestión.

Pero ese chico no se veía alterado, ni siquiera molesto, lucía relajado.

Con el mismo semblante con el que éste le miró aun teniendo el kunai sobre el cuello, sin preocuparle sus futuros movimientos.

―Ya ―asintió―. Supongo que es así ―confesó, asintiendo para sí―. Creo que debo tomarlo a consideración, no me gustaría ofenderla o algo por el estilo ―pasó cerca de Shisui y le miró con brillo amistoso que Shisui igualmente correspondió―. Aunque no dejo de pensar que tiene una apariencia frágil y delicada, como una princesa. Supongo que mi instinto de querer protegerla se activa en automático ―rio.

―Le aseguro que Hinata-san es capaz de protegerse a sí misma ―dijo―. Hasta me atrevo a decir que lo protegería a usted sin problema alguno.

Akemi no respondió después de eso y se retiró en silencio, dejándolo ahí.

Pero Shisui tenía buena oído y por la forma en que los pasos del joven aplastaban la hierba debajo de sus suelas podía estar seguro que le había brindado un buen golpe a la seguridad del mocoso.

Después de todo a un hombre nunca le agradaba que una chica fuera más fuerte.

Y los nobles sabían eso a la perfección.


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Aldea Oculta entre las Hojas

―Konoha―

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―¿Por qué tengo que venir yo? ¡Yo no me quejo de que Menma se quede con Suigetsu!

Naruto no paraba de mascullar camino al departamento de Suigetsu, el amigo-no-amigo de su hermano, o quizá el único a quien lograba soportar; a él solo lo aguantaba porque no tenía de otra.

Esa mañana su madre lo había despertado ―había tenido un lindo sueño donde Sakura-chan le cocina todo tipo de ramen sin que tuviera sabores extraños como su comida usualmente tenía― para llevarlo a la entrada de la puerta, lanzarle su chaqueta y un bento con cada una de las comidas favoritas de Menma. Había estado tan dormido que solamente asentía a las indicaciones de su progenitora, entendiendo algo como convencer a Menma de regresar y dejar de ser un orgulloso.

Fue hasta que Kushina le cerró la puerta en las narices al rubio menor para que éste despertara completamente y se hallara en las afueras de su hogar, a medio vestir y con un almuerzo en las manos.

Ni siquiera sabía por qué éste se enojó, los cambios de humor de Menma eran raros y complejos, su inteligencia no abarcaba a comprender por completo la personalidad de su gemelo. Pero intuía que su madre tuvo algo que ver como para que le hiciera el almuerzo. Eso no pasaba a menos que su progenitora quisiera disculparse ―a su manera― con alguno de ellos, a pesar de que Kushina Uzumaki solía ser demasiado orgullosa.

Igualita que Menma a veces.

Tuvo que atravesar la mitad de la aldea para llegar al departamento del Hozuki. Conocía la dirección porque más de una vez había tenido que ir a pedirle al Dientes Chuecos devolverle su dinero después de haber sido engañado vilmente por ese en una apuesta o cuando éste le convencía en invertir en una negocio cuestionable.

Menma siempre le llamaba idiota por creerse la sarta de mentiras del Hozuki como si no supiera su personalidad.

En cuanto llegó él no perdió tiempo en tocar sonoramente la puerta de madera, tenía cosas que hacer y llevarle el desayuno a su hermano solo porque se peleó con su madre no formaba parte de sus principales actividades diarias.

Hoy iría a entrenar con su equipo y no se perdería el día de ver a Sakura-chan por nada del mundo.

―¡Menma! ―gritó al no recibir respuesta y cansarse de esperar―. ¡Sé que éstas ahí! ¡Abre!

Pasaron largos segundos que exasperaron a Naruto.

Se estaba preparando para echar abajo la puerta cuando debajo del umbral la figura somnolienta de Suigetsu se asomó. Traía una mueca molesta.

―¿No sabes qué horas son? ―gruñó con molestia, seguida de un bostezo largo―. Es demasiado temprano para que venga alguien a tocar a mi puerta ―le señaló acusadoramente―. Y ya que no eres una preciosa chica con pechos enormes, no me interesa.

―No vine por ti ―dijo a modo de respuesta Naruto, malhumorado también―. Busco a Menma, vengo a dejarle esto ―apuntó el almuerzo.

Suigetsu soltó un silbido mientras se recargaba en el lateral de la puerta.

―Uy, pues eso no se va a poder.

―¿Eh?

―Menma salió desde la noche y ni idea de dónde esté ―comentó, encogiéndose de hombros―. Pensé que lo hallaría dormido en el sillón pero nada. Debió de escabullirse por ahí a desahogarse con alguien ―dijo con una sonrisa sugerente―. Y por cómo llegó a mi lugar, apuesto a que todavía sigue… ―con señas obscenas Suigetsu simulaba con los dedos el famoso Entra y saca…

―¡¿E-Es que no puedes hablar de otra cosa que no sea…?! ―las mejillas de Naruto estaban rojas de pena, incluso miraba a sus alrededores para que nadie escuchara o viese los vulgares ademanes del manipulador de agua―. ¡¿… Eso?!

―Ah, ah, se me olvidaba lo mojigato que eres ―susurró Suigetsu con desinterés, limpiándose las orejas con el dedo.

―¡Que no soy moji…! Moji… ―Naruto se trabó con su lengua en pronunciar esa palabra―. ¡Agh, no soy eso! ―se señaló―. ¡Fui el creador del Sexy no Jutsu! ¡Soy un experto en la anatomía femenina!

―Aja ―era obvio que el chico de dientes afilados no creía en nada de lo que el rubio decía.

―¡¿Acaso quieres que te lo compruebe?!

Los ojos purpuras de Suigetsu brillaron.

―¡Hazlo! Te reto.

Naruto sonrió, seguro de sus dotes y botó el almuerzo para otro lado, haciendo los sellos correspondientes para callar al Hozuki y arrepentirse de sus palabras. Había consumido ―obviamente a escondidas― cualquier tipo de contenido para adultos para alimentar su conocimiento y adquirir las bases para la creación de su jutsu característico. Ero-sannin le había felicitado hasta el cansancio y le repetía lo inteligente que era. Incluso ese jutsu le había servido en más de una ocasión para huir de sus problemas.

Y aunque Sasuke-teme no quisiera admitirlo, los había salvado de una situación peligrosa en una misión, sin mencionar todas las veces que usó su técnica para engañar a otros durante sus misiones de infiltración ya que Sakura no entraba en el tipo de chicas que a los bandidos gustaban.

―¡Ja, ya quiero ver tu cara de estúpido cuando me veas…! ―señaló.

―Espera, espera ―detuvo Suigetsu las intenciones del rubio, haciendo a éste bufar y mirarle mal.

―¿Qué?

―Si dejo que elijas las características será muy fácil, hay que ponerte un verdadero reto ―decía, acariciándose la barbilla.

―Hm ―Naruto rio, confiado de su habilidad―. No tengo problemas, di lo que quieras y lo haré.

Una sonrisa maliciosa se formó en los labios del Hozuki.

―Hinata Hyuga.

―¿Eh?

Suigetsu ladeó el rostro, sonriendo burlonamente ante la cara de sorpresa y desconcierto del rubio.

―Hinata Hyuga ―chasqueó los dedos―. Haz una versión de ella con tu jutsu.

―¡¿E-Estás loco?! ―Naruto gritó―. ¡Hinata-chan no entra en esto! ¡Me niego!

―Ah, entonces solo eres un hablador ―bufó Suigetsu.

Naruto apretó el puño.

―N-No es que no pueda hacerlo ―rascó su nuca, nervioso―. E-Es solo que Hinata-chan ha sido muy amable conmigo y eso… ―tragó saliva al recordar el rostro amigable de la chica en cuestión, la única, quizá, que siempre le trató bien desde niños y nunca le gritaba por más irritable que se comportara―. No me sentiría bien haciendo eso…

―Perdedor ―Suigetsu sacó la lengua frente a Naruto quien arrugó el ceño―. No me extraña que todos piensen que Menma es más fuerte que tú ―Suigetsu resopló―. Tan solo mírate ―negó con la cabeza como si delante de él hubiera un caso perdido―. Es obvia la diferencia entre tú y él…

¡Sexy no Jutsu!

La conocida cortina de humo hizo presencia y Suigetsu tosió un par de veces para disiparla. Sus ojos se agrandaron cuando encontró la silueta de Hinata Hyuga cubierta de sus partes íntimas con el resto del humo que volaba a su alrededor.

¡Lucía igualita! Solo que la gran diferencia era que no usaba esas enormes ropas que tapaban ese cuerpo de diosa. Tragó.

Debería sentirse asqueado porque en sí era Naruto quien se había transformado en la joven heredera, más el resultado era tan perfecto que no pudo dejar de viajar su mirada por la piel expuesta. Incluso la manera en la que la copia de la Hyuga se sonrojaba y colocaba sus manos en una ademan de proteger su castidad le hizo recordar a la esencia natural de la chica.

―S-Suigetsu-kun ―la Hinata delante de él le llamó con ese tonito que le hizo tener toda su atención―. N-No me mires así, por favor…

Very nice ―él asentía completamente gustoso, incluso se atrevió a alzar el pulgar en señal de aprobación.

Sin embargo un carraspeo interrumpió la demostración de Naruto. Ambos se giraron para observar una figura destilando un aura sombría y amenazante.

Naruto de inmediato recuperó su forma original al reconocer a Obito.

―Eh, creo que se me olvidó algo en la estufa ―Suigetsu mostró todos sus dientes en una sonrisa―. Chaito.

Naruto abrió la boca para reclamarle pero éste ya había cerrado la puerta.

―¡Cobarde, no huyas…! ―con pánico, Naruto giró a ver a Obito quien hacía tronar sus nudillos―. E-Eh, Obito-nichan ―comenzó a reír nerviosamente―. N-No es lo que piensas… ¡Suigetsu me hizo hacerlo, lo juro! ―comenzó a excusarse―. ¡Y-Yo no quería pero…!

―Naruto ―la voz del Uchiha era como de ultratumba, casi como la de Sasuke cuando éste se enojada pero mucho peor. Él tragó seco porque no era común que Obito se enojara con él―. ¿Sabes que a Hinata-chan la considero como una hermanita, verdad?

―H-Hai…

―Y que de entre todas las chicas con las que te has topado, ella te ha tratado con el respeto que mereces y fue amable contigo desde la Academia, ¿verdad?

―Hai…

Parecía como si la sombra de Obito aumentara y a él lo estuviera devorando.

―¿Y que es una chica dulce y tierna que se decepcionaría terriblemente si se entera que la usaste en tu cochino jutsu, cierto?

―Hai…

El último sonido que se percibió de los puños listos para brindarle los golpes hizo saber a Naruto que no iba a ser fácil la recuperación.

―Neh ―la amistosa sonrisa de Obito hizo acto de presencia pero no tenía nada de su usual alegría, sino una amenazante vibra que le aseguraba le dolería el trasero por semanas―, sé un chico bueno y aprieta los dientes ―los ojos de Obito se abrieron y su Sharingan estaba activado―, o te los tragaras.


Sakura soltó un grito de sorpresa cuando Obito Uchiha apareció de la nada, llevando consigo a dos cabezas huecas que dejó caer pesadamente ―sin el menor de los cuidados― en las camillas a quienes reconoció fácilmente.

―¿Qué les pasó ahora? ―preguntó al Uchiha mayor quien se limpiaba su uniforme con tranquilidad, incluso tomó del cubículo de la Haruno una paleta de limón que se echó a la boca en lo que tomaba asiento en la silla.

―Se enfrentaron con una mamá osa que defendió a su linda cría de ser corrompida ―dijo el Uchiha entre dientes.

Sakura alzó una ceja sin entenderle pero no hizo más preguntas, yendo a donde Naruto y Suigetsu no dejaban de soltar quejidos.

―Por la gravedad de sus heridas debió de haber sido una mamá osa muy enfadada ―comentó ella al comenzar a tratar las heridas de Suigetsu primero al saber que Naruto podía recuperarse rápidamente.

―Nah, al final tuvo piedad ―dijo Obito, bufando.

Los nudillos todavía le temblaban. Después de terminar con Naruto y hacerle entender que Hinata Hyuga estaba fuera de sus opciones para hacer su jutsu especial, fue detrás de Suigetsu quien fue el principal responsable de todo ese lío.

No era novedad que Suigetsu se comportara como un pervertido y cretino; reconocía su valor como ninja y lo útiles que eran sus habilidades para las fuerzas militares del Cuarto, pero en cuestión de personalidad concordaba con Karin-chan y no le extrañaba que éste fuera golpeado tan seguidamente por la pelirroja.

Pero ahora sí había pasado los límites.

Quizá era un doble cara por reaccionar así, sobre todo por la manera en la que Menma, durante el examen de aprobación del Equipo 5, le hizo caer con una técnica similar usando a Rin-chan.

¡Pero la intencionalidad fue distinta! Menma buscó la manera de desviar su atención usando aquel ataque sorpresa, no lo usó con malicia, sino que aprovechó una debilidad del enemigo para ganar terreno. ¡Todo lo contrario a Naruto! No importaba si Suigetsu lo orilló o provocó, el Uzumaki mayor tomó la decisión de usar la figura de Hinata-chan para sus perversiones.

Él simplemente no pudo quedarse con los brazos cruzados sin enseñarles una lección.

Hinata era dulce, tierna y adorable, no le había hecho mal a nadie y era una amable chica con un corazón enorme. Y le agradaba a Naruto. No se le hacía justo que ese chico hiciera mal uso de la figura de la chica para sus cosas.

Era…

Obito bufó, viendo a Sakura tratar a esos dos. Debía tranquilizarse y contar hasta diez o comenzaría a golpearlos de nuevo.

―¿Y bien? ―preguntó después de un rato de escuchar quejidos y cómo Naruto llamaba a su mamá―. ¿Les rompí un hueso importante?

―¿No dijo que habían sido atacados por una mamá oso, Obito-sensei?

―Eh, sí, en parte… Pero también los golpeé, un poquito ―soltó el Uchiha, riendo quedito por la mirada de la medic ninja―. Aunque no creo que tanto, vamos, ni siquiera me puse serio ―dijo con una sonrisa.

Sakura observó por un rato más al Uchiha y negó. A veces Obito-sensei y Kakashi-sensei se parecían más de lo que ellos creían, en especial por esa sonrisa despreocupada que solamente les hacía ver más terroríficos.

―Están relativamente bien, solo con moretones y la certeza de que necesitarán reposo.

―Mierda ―gruñó Obito, recordando que tenía una próxima misión con su equipo una vez que Karin-chan llegara dentro de un par de días―. Ahm, ¿y ese descanso cuánto va a tomar…?

―El suficiente para que Suigetsu pueda a ser el mismo cretino de siempre ―explicó Sakura, ahora al lado de Naruto. Ignoró el hecho de que éste se encontrara babeando para revisarle bien―. Por Naruto no tiene que preocuparse, apuesto que en la noche estará bien.

―Gracias, Sakura-chan, y perdón por molestarte.

―No es ningún problema, Obito-sensei ―restó importancia Sakura al tener el turno de noche en el hospital después de haber intercambiado roles Ino y ella―. Hoy ha sido una noche tranquila.

―Es lo que veo ―Obito sonrió sinceramente―. Es bueno ver que no han recibido tantos heridos como de costumbre.

Sakura también se permitió sonreír un poco.

―Sí, tiene sus puntos positivos aunque en ocasiones se vuelve aburrido ―comentó―. No estamos acostumbrados a contar con demasiado tiempo libre, especialmente Rin-san quien está tan ocupada con sus pacientes.

El nombre de Rin aceleró el corazón de Obito que casi olvida que estaba en el hospital, el lugar preferido de Rin y en el cual pasaba la mayoría de su tiempo al dedicarse completamente a su carrera como medic ninja.

―Ahm, ¿sabes dónde está Rin, Sakura-chan?

Sakura puso una sonrisita traviesa en cuanto captó el interés mal disimulado del Uchiha con respecto a su senpai.

―Ocupada en su oficina, pero creo que iba a tomarse un espacio para respirar en los jardines ―dio la información extra de manera natural―. Quizá siga ahí…

―¡Te los encargo, Sakura-chan!

No tuvo que mirar hacia atrás para adivinar que el Uchiha se había marchado a ver a Rin-sensei. Era obvio el enamoramiento de Obito hacia la castaña que a veces a Sakura le hacía sentir envidia.

―Ojalá a Sasuke-kun no le molestase expresar sus sentimientos así.


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Cerca de la Frontera del País del Fuego

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Llevaban dos días continuos andando a pie. Shisui estaba seguro que si no fuera por Akame ya hubieran llegado a Konoha, pero debían adaptarse al pelirrojo. Y aunque le ofreciera llevarlo en la espalda no dudaba de que éste se negara hasta el cansancio.

Al menos ya estaba más cerca y una vez adentro de los territorios del País del Fuego sería más sencillo llegar a Konoha.

Él le echó un vistazo al pelirrojo detrás de Hinata. No parecía cansado pero su paso había disminuido desde hace un par de horas. Debían hacer otra pausa para que éste descansara.

―Nos detendremos a descansar ―anunció al detenerse, girando para ver a los otros dos.

Akemi de inmediato alzó la vista del suelo, mirando con el ceño fruncido al Uchiha por la decisión.

―¿De nuevo? ―por el tono de voz que usaba era notorio su descontento―. Hemos estado tomando descansos con demasiada frecuencia, tardaremos siglos de llegar a Konoha a este paso.

―Sé que le molesta, Alteza, pero debemos ir a su paso ―explicó Shisui sin maliciosas intenciones a pesar de que la mueca del pelirrojo le trajo gran regocijo, más se encargó de ocultarlo bien―. No podemos exigirle demasiado.

―No deberías preocuparte por mí ―contestó Akemi, intentando que su relajada expresión no se viera alterada―, puedo seguirles el paso. He lidiado con peores situaciones. No es necesario que me traten como ―Akemi arrugó el ceño― una carga.

―N-No lo vemos de esa manera, Alteza ―Hinata intervino rápidamente, colocándose en medio del enfrentamiento de miradas entre los dos jóvenes para observar fijamente al pelirrojo, tratando de consolarlo―. S-Simplemente no queremos que le ocurra nada malo ―hizo una reverencia frente a él―. Discúlpenos si le hemos faltado el respeto, Shisui-san hace simplemente lo mejor por usted. N-No lo tome a mal.

Las palabras de Hinata le hicieron recordar a Shisui que debía cuidar su lengua; había sido divertido pero la expresión de Akemi, pero era el hijo del Feudal y no debía arriesgarse. Menos a su clan.

―Mis disculpas, Joven Príncipe ―Shisui bajó la cabeza igualmente, viendo injusto que fuera solo Hinata la única que se disculpara cuando el enojo de Akemi era hacia él―. No medí mis palabras, pido su perdón.

―Al único al que le deben pedir perdón es al Señor Feudal, no a mí ―bufó Akemi, incómodo de esos gestos―. Levanten las cabezas, no tengo la autoridad para que ninguno de los dos haga eso ―expresó para después aspirar aire, como si él también estuviera tranquilizándose―. Soy consciente de la enorme diferencia que hay entre nosotros, así que… Si creen necesario detenernos a descansar, lo haré ―observó al Uchiha―. Pero me gustaría aclarar que puedo soportar más de lo que aparento.

―Hai ―contestaron al unísono ambos ninjas a las palabras de Akemi.

El descanso pasó relativamente rápido. Shisui vio como Hinata compartía lo poco de comida que le quedaba con el joven monarca, a pesar de que éste se negó al mencionar que ella lo necesitaba más que él, pero la Hyuga insistía y no dejó de ofrecerle su ración al pelirrojo hasta que éste aceptó, ligeramente avergonzado. De alguna manera entendió el sentimiento, era complicado darle una negativa a Hinata.

La joven heredera podía llegar a ser muy terca cuando se lo proponía.

Continuaron viajando hasta que de nuevo el cielo pasó de un soleado a Sol a una Luna menguante encima de ellos. Los ruidos de la fauna diurna cesaron para dar paso a los animales nocturnos. Debido a la oscuridad y a que Shisui no quería arriesgarse a encender una antorcha y llamar innecesariamente la atención ―era conocido que varios ninjas renegados se mantenían cercanos a las orillas de las fronteras para atacar a viajeros― de enemigos, dejaba Hinata al mando para que los guiara. La chica tenía una mejor visión y eso les ahorraría toparse con obstáculos que les hicieran retrasar su llegada.

Hinata sonrió al identificar a unos kilómetros de distancia la Guardia Fronteriza del País del Fuego. Contenta de hallarse más cerca de su hogar giró para verse con los dos hombres que seguían sus pasos.

―Estamos cerca ―les anunció.

Tardaron una hora en llegar. De inmediato los ninjas que custodiaban la entrada principal exigieron sus identidades, más cuando Shisui se mostró todos supieron quién era y no preguntaron más, dejándolos pasar, a pesar de que Hinata igualmente mostró su cartilla que la identificaba como una shinobi de Konoha.

Cuando llegó el momento de Akemi de pasar, de inmediato fue interceptado por los guardias quienes le vieron con desconfianza. Shisui tuvo que adelantarse para explicar la situación pero Akemi demostró ser capaz de arreglárselas solo.

―Soy un refugiado ―dijo con normalidad, pese a Shisui e Hinata le miraron sin entender por qué ocultaba su verdadero título―. Ellos me salvaron ―sonrió como si de verdad estuviera agradecido―, especialmente la hermosa señorita ninja de allá ―señaló a Hinata quien respingó en su lugar, sin percatarse del calorcillo en sus mejillas cuando los otros ninjas le miraron―. Escuché que Konoha recibe a refugiados.

―¿Es correcto lo que este chico dice? ―preguntó uno de los oficiales a Shisui, quien era el responsable de la misión.

Éste miró a Akemi quien no cambiaba de expresión. No tuvo que preguntar dos veces.

―Sí, es un refugiado ―siguió el cuento del chico, por ahora. En cuanto llegaran a Konoha, Akemi tendría que revelar su verdadero nombre y de quién era hijo.

La Guardia Fronteriza era una cosa, pero el Hokage y el Consejo de la Hoja eran otros asuntos con una carga política completamente distinta.

―Lo llevamos a Konoha, lo hayamos después de haber concluido con nuestra misión.

«¿La misión concluyó? ―se preguntó Hinata interiormente al observar la espalda del Uchiha, repasando todo lo que hicieron en esos días en el País de los Campos de Arroz antes de que Akemi-sama hiciera su aparición. No recordaba haber atrapado al ladrón de información, y debido a que Shisui-san estuvo indispuesto por casi unos días ella tampoco tuvo el tiempo para buscarlo. Apenas se disponía a proponerle al Uchiha ir ella sola a verificar el área para encontrar posibles pistas que lo condujeran al objetivo».

―Estamos al tanto de su misión, Shisui-san ―indicó uno de los ninja―. Uno de sus cuervos nos dio el aviso hace tres días.

«¿T-Tres días?».

Shisui asintió sin comentar nada al respecto.

―Una vez llegue con el Cuarto daré un informe detallado ―posó sus ojos en la figura del pelirrojo― sobre ambos asuntos. Gracias por recibir mi mensaje.

―Hai ―respondieron todos los ninjas.

Shisui no se atrevía a mirar el rostro de Hinata. Y aunque le viese no podría reaccionar como deseara o pedir una disculpa por haberle hecho eso sin avisar. Era un shinobi después de todo y siempre se dedicaba a cumplir lo más eficaz posible su misión, independiente del rango que ésta fuera.

Un ladrón de información no había sido un reto para Shisui, de hecho lo consideró una burla para su nivel, más ésa fue la única manera de lograr acercarse a Hinata, tener algo con qué presumirle a Sasuke para continuar molestándole de que una linda chica no estaba interesada en él y, quizá, hacerle ver al tonto de Obito que esa hermanita que él tanto quería proteger estaba locamente enamorada.

La prueba había sido que en ningún momento la joven Hyuga respondió a sus coqueteos. Y vaya que había sido explicito, más la chica se guardó sus opiniones y siguió actuando con normalidad. Le pareció divertido y entretenido, casi como cuando Ino-chan le seguía la corriente con sus piropos y coqueteos, pero todo quedaba de lado cuando Sasuke entraba en escena, siendo éste el capricho personal de la rubia.

Pero Shisui descubrió que la compañía de la chica era agradable. El silencio de Hinata lo disfrutaba y sus atenciones habían sido un toque cálido que no podía dejar de pensar una y otra vez, ni tener esa misma fantasía reproducirse en su mente repetidas veces de verla a ella usar el logo del clan en su espalda y florecillas decorar su cabello.

Flores que él mismo cortaba camino a casa después de una cansada misión, teniendo la completa seguridad que ella estaría ahí para recibirle.

No y no. Una cosa era soñar con mujeres, algo a lo cual no estaba en contra, pero otra cosa era ponerse a armas castillo de azúcar sobre un escenario que jamás se cumpliría.

A Hinata le gustaba Obito y eso era una verdad universal que quizá nunca cambiaría, ni aunque Obito terminara ―milagrosamente― casado con Rin. Podía coquetearle todo lo que quisiera, incluso Akemi, pero ella no sabría o se haría la ignorante con cada avance.

Había reflexionado en esos días y lo que antes le pareció un genial plan ahora lo hacía verse como un idiota frente a la chica. Él solito se encargó de ensuciar su imagen.

Si quería conocer a Hinata, debía hacerlo de la buena manera, y eso comenzaba siendo sincero y revelando la verdad que días atrás no quiso contarle.

―Nos retiramos entonces, aún nos queda camino que recorrer para llegar a Konoha ―anunció a los guardias, preparándose para marcharse junto con Hinata y Akemi.

Los shinobis asintieron y se colocaron firmes ya que el Uchiha tenía un puesto superior a ellos, convirtiéndolo naturalmente en una especie de capitán.

Shisui pasó a su lado sin explicar nada a pesar de que en su cara era notoria la expresión de sorpresa que tuvo que ahogar para seguirle el paso.

Al salir de la caseta, el Uchiha emprendió el camino al frente como venía haciéndolo los últimos días, pero ésta vez Hinata no le veía con la admiración de antes.