Disclaimer: Naruto no me pertenece.
Capítulo 13
Inquietudes silenciosas
Hinata observó el Complejo Hyuga, pensando en cómo anunciarle a su padre que a partir de ese momento tendrían que hospedar al Joven Príncipe y ser sus anfitriones durante la estadía del pelirrojo. Tenía muchas dudas sobre la labor que el Cuarto puso en sus hombros, preocupada de no poder ser lo que Akemi-san necesitaba.
Viró al costado y él estaba ahí, observando todos los detalles de la Casa Principal del clan Hyuga.
—B-Bienvenido a mi hogar, Akemi-sama —Hinata tomó la palabra, buscando que éstas no sonaran descorteces.
La verdad estaba muy nerviosa. El Cuarto le había asegurado a Hinata que éste se encargaría de comunicarle todo al líder del clan. Empero seguía ansiosa. No dudaba de que el clan Hyuga fuese capaz de encargarse de tal tarea, después de todo la cuna del Byakugan tenía una amistosa relación con el Señor Feudal.
Frecuentemente Hiashi en compañía de Hanabi visitaban la Capital con el propósito de acudir a las invitaciones que el Damyo le hacía al cabecilla del clan, ya fuera para hablar o dialogar acerca de ciertos asuntos políticos de interés del Señor Feudal.
Hinata tenía poco tiempo en reincorporarse a esas rutinas donde acompañaba a su padre. A pesar de contar con la educación que sus institutrices le habían hecho memorizar, los últimos años los había pasado de misión en misión con su equipo, siendo más una shinobi que una heredera. Temía que su desacostumbrado trato hacia figuras importantes dentro de la alta jerarquía pudiesen poner en aprietos no solo al clan, sino también a toda la aldea.
—Por favor, Hinata-san, no te pongas nerviosa —procuró consolar Akemi a la joven de hebras negro azuladas, mirándola con un deje de ternura—. Confío en que tu familia sabrá recibirme adecuadamente...
—A-Aun así pido disculpas si no cumplimos con sus expectativas...
—En serio, no te preocupes...
La puerta de la casa se abrió en par en par que a Hinata le tomó por sorpresa. Delante de ellos todo el clan estuvo presente, haciendo una reverencia unánime que la hizo sentir nerviosa por el exceso de formalidad. También estaban presentes padre y Hanabi, está no tan animada a unirse a esa bienvenida improvisada.
—Le damos la bienvenida a la casa del clan Hyuga, su Majestad —Hiashi habló por toda su familia, posando sus ojos fríos y calmos en la figura del pelirrojo quien, al igual que Hinata, lucía sorprendido—. Hokage-sama me ha informado sobre su visita y deseo de pasar su estadía en mi hogar, lo cual para mí es un gran honor. Lo recibo con las puertas abiertas y a completa disposición. Todo mi clan velará por su seguridad y comodidad, así que no tenga reparos en pedir cualquiera cosa.
—Ah... Uh... —Akemi sonrió forzosamente. Esto no se lo había esperado.
Cuando el Cuarto dijo que le daría aviso al padre de Hinata-san acerca de su visita, no esperaba nada como aquello. Tragó duro.
—Agradezco profundamente su hospitalidad, Hyuga-sama —a pesar de lo incómodo que era todo eso presentó una cordial reverencia.
Hiashi asintió. Los demás se dispersaron para dejarle camino al joven monarca quien, inseguro, observó a Hinata en espera de que ella pudiese darle alguna pista de qué hacer a continuación ya que ésta era su familia, por ende sabía las tradiciones y reglas. Hinata solo pudo quedarse en blanco; ella tampoco sabía cómo reaccionar, era la primera vez que veía a su familia comportarse de esa manera. Ni siquiera con Minato-sama mostraban tales ademanes.
—A-Akemi-sama —recordar que ella era la próxima heredera le hizo regresar al presente y ocuparse de sus ahora nuevas responsabilidades. Sonrió al pelirrojo, imaginando por la mueca que éste ponía que también para él esto fue una sorpresa—, p-por favor, entre y deje que lo recibamos apropiadamente.
—Claro —Akemi puso una mueca amistosa y decidió dar el primer paso. Solo que antes de entrar por completo y tener una conversación adecuada con Hyuga-sama, giró para ver a la joven—. Espero que podamos vernos después, Hinata-san, cuando hayas descansado.
—P-Por supuesto.
El pelirrojo respondió con otra sonrisa, satisfecho. Hizo otra reverencia a Hiashi quien igualmente imitó el gesto del más joven para que así ambos se adentraran aun más a los interiores de la casona.
Hinata se permitió respirar con alivio al no tener al joven monarca a su lado. No consideraba al Joven Príncipe alguien insoportable, durante el viaje encontró la compañía del hijo del Señor Feudal agradable. Su comportamiento era muy distinto al de los nobles y quizá eso lo convertía en alguien más accesible. Sin embargo, era imposible no dejar de pensar en las posibles consecuencias de no tratarlo con el debido respeto.
—Onee-sama.
—Hanabi —la sonrisa sincera de Hinata volvió en cuanto visualizó a su hermana menor ir hasta ella—. Tadaima —recordó decir, ganándose una mueca adorable de su hermana menor.
—Bienvenida a casa, onee-sama —Hanabi regresó a mirar a los interiores de su casa. Su ceja alzada y esa expresión de descontentó apareció—. ¿Qué hacía ése contigo? ¿Cómo te lo encontraste?
—H-Hanabi, es el hijo del Señor Feudal, s-sé más educada.
Hanabi bajó sus párpados, fastidiada.
—Da igual, es un dolor en el trasero tener que tratar con los nobles. Ahora uno de ellos estará en nuestra casa. Ugh —las quejas de Hanabi no acabaron ahí—. Espero se largue pronto. Detesto tener que actuar como una señorita.
A pesar de que ella debía corregir a su hermanita al respecto —porque era peligroso que dijera esos honestos pensamientos con su padre o abuelo presentes—, Hinata no pudo evitar reír por las expresiones infantiles de Hanabi quien, sin tapujos, dejaba al descubiertos sus verdaderas opiniones acerca del noble.
—Descuida, no durará mucho en la aldea —consoló, ambas yendo a la entrada oficial.
Los demás miembros la recibieron con sonrisas cálidas, un gesto que Hinata agradeció completamente. Cada día sentía que esa división que antes marcó una enorme diferencia entre las ramas del clan iba disminuyendo.
—No lo sé, onee-sama. Los nobles suelen ser unos mimados. Si ve algo que le guste, estoy segura que usará eso como excusa para quedarse.
Hinata miró con interés a su hermanita.
—Hablas como si todos los nobles fuesen así, Hanabi —opinó por la manera en la cual la castaña daba a conocer sus ideas.
—Lo digo porque sé de lo que hablo —las dos Hyuga dejaron sus sandalias en la entrada. Hanabi acompañaba a Hinata hasta su habitación, era claro que su padre no podría recibirla por estar atendiendo los asuntos con el Joven Príncipe—. Además —otra vez ese fruncimiento de cejas—, ese Akemi sí que es una molestia.
—¿Uh? —Hinata paró abruptamente, mirando de reojo a su hermana—. ¿Acaso ya conocías a Akemi-sama?
Hanabi asintió, no sin antes rodar los ojos.
—Sí, lo conozco. ¿No recuerdas que te hablé acerca de lo molesto y engreído que el hijo del Damyo suele ser, onee-sama?
—B-Bueno, imaginé que te referías a alguien más...
Hanabi suspiró e Hinata parpadeó sin entender.
—El Señor Feudal solo tiene un varón y ése es Akemi. El resto de su prole son mujeres.
No tenía razones por las que dudar acerca de los hechos que Hanabi compartía con ella. A comparación de Hinata, su hermana menor era quien asistía con más frecuencia a la Capital, era natural que ella supiera esa información.
—No tenía idea —admitió con verguenza.
Si Akemi-sama era el único varón que el Señor Feudal tenía, eso quería decir que en sus hombros llevaba el peso del título que pasaría a sus manos en cuanto el monarca así lo decidiera. Teniendo tales responsabilidades, ¿cómo se le había permitido embargarse a un viaje en solitario? Era el único heredero. Si algo le sucediera, la sucesión del Damyo del País del Fuego atravesaría por una crisis y Konoha se vería influenciada por ello.
—Pero dejemos eso para otro momento —Hanabi quitó la mochila de viaje de su hermana, sonriéndole con dulzura—. Vamos a tu habitación, debes estar cansada. Haber viajado hasta el País de los Campos de Arroz tomó varios días. Y por cómo luces —la risa infantil de Hanabi inundó los pasillos—, es obvio que necesitas un baño.
—H-Hanabi... —reclamó Hinata con un puchero, siguiendo a su traviesa hermana que corría por el pasillo, diciéndole que apestaba.
.
De regreso a la aldea, Obito pateaba una piedra, pensando y pensando en tantas cosas que, al final, le hicieron tener dolor de cabeza. Se despeinó.
—¡Basta! —tuvo que golpearse las mejillas con ambas manos—. Deja de pensar.
Tenía muchas cosas pendientes por discutir con Shisui, las cuales retomarían en cuanto lo viese en casa. Ahora solo le preocupaba Hinata. ¿Estaría bien? ¿Ese desgraciado no fue capaz de hacerle algo, o sí?
Obito se tambaleó ante los posibles escenarios. Odiaba que su imaginación fuese tan activa.
—Obito-kun —alguien llamarle desde la lejanía le hizo girar y observar a un ángel de cabellos castaños y ojos de la misma tonalidad trotar hacia él.
La sonrisa bobalicona apareció.
—R-Rin-chan —se puso derecho—. Hola.
Rin dejó salir una risa cantarina.
—Acabamos de vernos hace unos momentos, Obito-kun —recordó la medic-ninja, viendo a su amigo con un brillo en la mirada—. Me extraño que te hubieras marchado tan rápido —le mostró al Uchiha lo que llevaba en las manos: sus googles—. Dejaste olvidado esto en mi consultorio.
—Lo siento —Obito tomó sus cosas, buscando que el contacto entre sus manos durara pero fue imposible—. Surgió algo y tuve que ir de inmediato...
—Uhm, lo entiendo —Rin le dedicó esa sonrisa que tenía el poder de ponerlo en rodillas y suplicarle que pasara el resto de la vida con él—. Los tres hemos estado ocupados. Kakashi-kun con sus misiones y equipo. Tú también... —el viento frío remover los respectivos cabellos de ambos interrumpieron a Rin quien tembló.
Obito notó esto y se sacó la bufanda que traía.
—No debiste salir así del hospital, está helando todavía —regañó dulcemente Obito a su amiga, poniéndole la bufanda por sí solo, sorprendiendo a la medic-ninja por el movimiento. Más cuando tuvo el cuello protegido, solo pudo agradecerle a Obito—. Sí, con eso bastará —él fruncía las cejas—. Ahora ve a casa y toma algo calientito. El hospital no funcionará si te enfermas.
—Gracias, Obito-kun —Rin acarició superficialmente la textura de la bufanda. Era suave y tenía la esencia del Uchiha—. Pero es tu bufanda, ahora pasarás frío...
—Este clima no puede conmigo —dijo orgullosamente, jactándose de su fortaleza, tratando de lucir varonil frente a los ojos de Rin—. Por mi sangre corren las llamas ancestrales de mi clan. La nieve no es rival para...
—¡Cuidado!
Rin tapó su boca ante la sorpresa de que Obito hubiera desaparecido y en su lugar se hallara una montaña de nieve que cayó de la nada. Escuchó pisadas acercarse con urgencia. Konohamaru y sus dos amigos de siempre arribaron a la escena.
—L-Lo sentimos —el chico de gafas llamado Udon traía una mueca nerviosa al ver lo que provocaron—. E-Estábamos limpiando la nieve del techo del Hoshino-san cuando...
—¡Konohamaru-kun, te dije que hacer esa técnica no iba a funcionar! —reclamó Moegi a su compañero que de inmediato se puso a la defensiva.
—¡De haber seguido cómo lo hacíamos, aun estaríamos en la primera mitad...!
Las palabras de Konohamaru quedaron interrumpidas cuando la montaña de nieve comenzó a removerse, sacudiéndose desde el interior. Rin también se protegió en cuanto algo de ésta cayó sobre sus ropas.
—Mocosos —la voz ultratumba de Obito resonó y escalofríos recorrieron las respectivas espaldas de los tres genin.
—¡Discúlpenos, Obito-sensei! —exclamaron al unísono, corriendo fuera de ahí antes de que la furia del Uchiha cayera sobre ellos.
—¡Oigan! —Obito ya se había salido de entre la nieve, sacudiendo el puño en el aire—. ¡Vuelvan aquí y háganse responsables de sus...! —un estornudo violentó interrumpió el discurso del azabache.
Rin no pudo soportarlo más y rio a causa de la escena. Obito giró, recordando que no estaba solo y sintió las mejillas enrojecer por haber actuado así frente a la castaña.
—¿Conque el frío no te hace nada, eh, Obito-kun? —aún riéndose, Rin se acercó al joven azabache para quitarle resto de nieve de su desordenado cabello, manteniendo la sonrisa animada—. Yo diría que es todo lo contrario.
—Rin-chan... —tenerla tan cerca de él hacía acelerar como loco a su corazón, con el miedo de que fuera tan obvio como para que ella se percatara.
Ella se separó y mantuvo la misma sonrisa.
—Te acompaño a casa, debes darte una ducha o de verdad te resfriarás, Obito-kun.
—Ah, s-sí. Je —Obito rio nerviosamente, desviando la mirada a otro punto que no fuera la cara de Rin.
Pero después de unos segundos en que los circuitos del Uchiha se unieron, la cara se le pintó de rojo.
—Rin-chan —se recompuso, poniendo una mueca seria, acortando la distancia entre ambos con un solo paso—. ¿Acaso estás aceptando salir conmigo? —la mirada negra de Obito destelló.
Rin parpadeó sin entender bien lo que su amigo decía. Luego recapituló sus propias palabras y un ligero sonrojo apareció en sus mejillas por cómo su sugerencia fue malinterpretada.
—Mou —hizo un reproche con ambas cejas fruncidas—, solo dije que te acompañaría a casa —ladeó el rostro—. ¿Qué pensabas que dije, Obito-kun? —bufó, dándose la vuelta—. Sin duda juntarte mucho con Kakashi-kun y Jiraiya-sama te ha vuelto un pervertido.
—¡¿Eh?! —Obito reaccionó demasiado tarde cómo para defenderse, viendo a la mujer de sus sueños dejarlo atrás—. ¡¿R-Rin-chan?!
—Recuerda cambiarte de ropa por unas más cálidas y beber algo caliente cuando regreses a casa. Solo. Bye, bye. Te regresaré la bufanda en cuanto pueda.
—¡Rin-chan, espera...! ¡N-No lo dije así porque pensaba que tú y yo...! —Obito comenzó a correr detrás de ella—. ¡Rin-chan!
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Minato recopiló los papeles que Shisui había escrito durante su misión para tener un informe más detallado sobre el proceso de captura. Los dejó al costado y posó esa azulada mirada en el joven shinobi quien esperaba aun la orden para marcharse o quedarse por más tiempo en caso de que el Cuarto necesitara más datos.
—Supe por boca de Hinata-san que decidiste pedirle asistirte como compañera de misión —comenzó y Shisui asintió.
—Así es.
—Tomando en cuenta que la misión consistía en la captura de un posible enemigo cuya finalidad era robar información valiosa de otras aldeas, solicitar los servicios de alguien especializado en el rastreo fue una decisión correcta. Sin embargo, si al final el objetivo fue capturado sin ayuda de tal elemento a la misión —de nuevo esos pares de ojos estuvieron fijos en Shisui y éste no pudo evitar sentirse nervioso—, no comprendo el por qué llevar a Hinata-san contigo, Shisui.
—Hokage-sama, consideré pertinente el apoyo del Byakugan a la misión. Ahorraría el tiempo en localizar el camino.
Minato se echó para atrás, observando detenidamente al joven Uchiha. Recordaba el cómo Hinata le había explicado que el responsable de concluir con la misión fue Shisui quien no solicitó de su apoyo, causando en la joven Hyuga un deje de tristeza y decepción por no haber tenido una mayor participación. Él le había mencionado que seguramente Shisui se halló satisfecho con su presencia, especialmente por cómo las cosas escalaron después del encuentro con su Majestad. Pero no veía justificación.
—Shisui, estoy al tanto de lo habilidoso que eres para localizar objetivos. Cuentas con un gran entrenamiento y según sé, por boca de Itachi, eres un experto en rastrear pistas. No desprecio el potencial de Hinata-san, todos sabemos que el Equipo Kurenai es un gran aporte a Konoha por su eficacia. El Byakugan de ella ha ayudado durante muchas misiones a lo largo de estos años desde que ella se integró a las fuerzas shinobi, sin embargo, no halló una razón que justifique esta decisión de tu parte.
—Uhm... —Shisui asintió, recibiendo el regaño.
—Le dije a Obito que podías llevar a alguien de ser necesario, tenías mi total autorización, pero, si soy sincero, no esperaba que lo hicieras. Has tenido misiones mucho más peligrosas de las cuales fuiste capaz de ocuparte por tu cuenta. Una misión de este rango no necesitaba del gasto de energía de Hinata-san ni de una duración de no más de dos días —Minato se apoyó sobre el escritorio—. ¿Podrías explicarme la verdadera razón?
—Hokage-sama, yo... —carraspeó. Él jamás tartamudeaba, aunque recibir esa mirada seria de parte de su Hokage haría que cualquiera hiciera lo mismo—. Consideré a Hinata Hyuga capaz de asistirme y hacer más fácil la misión. Durante el viaje no se presentaron las oportunidades para apoyarme de su doujutsu. No fui el capitán de equipo que se necesitaba y actúe por mi cuenta sin comunicarle a mi compañera sobre mis planes. Tal cómo usted lo implica, pude haber ido yo solo y usé de una manera equivocada la energía de Hinata-san. Algo de lo cual me disculpo profundamente.
—Quisiera que tomaras esta experiencia a cuenta para próximas decisiones. Fuera de Konoha los conflictos perduran. A nuestra aldea llegan solicitudes de auxilio. Los shinobis en la aldea están obligados a salir de inmediato —fue ahí cuando los zafiros de Minato se afilaron—. Hinata-san ocupa un importante papel en el equipo de rastreo de toda Konoha. De haber requerido sus servicios como los del resto del Equipo Kurenai, el equilibrio se habría desmoronado. Por favor, considera esto. No quiero que ocupes a compañeros que en realidad no son necesarios en tus misiones.
—Hai, Hokage-sama —Shisui bajó la cabeza, sin encontrar argumentos con qué pelear.
—También quisiera que recuerdes que Hinata-san es considerada la próxima líder de su clan, por lo tanto es esencial que no corra peligro ni esté por tanto tiempo alejada de Konoha. Hay aldeas que aun persisten en hacerse dueños del Byakugan. E igualmente las tensiones entre sus respectivos clanes podrían profundizarse.
—Hai.
Minato suspiró.
—Es todo —dio por concluido, entregándole los papeles a un ninja asistente para que los llevara a archivar.
—Hai, Hokage-sama —dejó de lado el orgullo magullado por las palabras certeras del rubio para mirarle—. Disculpe, Hokage-sama, respecto a su Alteza...
—Akemi-sama se quedará con el clan Hyuga. Así lo pidió él.
Shisui intentó que su expresión de descontento no fuera tan obvia. Había visto los intereses del pelirrojo en la Hyuga, fue tan fácil leerlo que no le extrañaba que él estuviera usando su poder para poner las cosas a su favor.
—Ya veo —asintió y luego puso una sonrisa—. Si no es mucha indiscreción, Hokage-sama, ¿sabe por cuánto tiempo estará su Alteza en Konoha?
—Hasta que él decida, me temo —respondió honestamente Minato, hallando extraño que el Uchiha quisiera saber esos detalles—. Envié un mensaje a Hiashi-san al respecto y él aceptó. El clan Hyuga se encargará de hospedar al Joven Príncipe. Igualmente le comunicaré al Señor Feudal sobre los detalles para saber su opinión y si será necesario enviar un escuadrón para proteger a Akemi-sama durante el viaje...
—Me propongo para ese escuadrón —Shisui interrumpió a Minato al ofrecerse como voluntario. Ya lo había hecho muchas veces y se conocía los protocolos. Puso una sonrisa penosa en cuanto sintió la mirada curiosa de Minato sobre él—. Lamento haberlo dicho así, Hokage-sama —carraspeó—. Me siento, de alguna manera, responsable por el bienestar del Joven Príncipe. Quisiera ofrecer mis servicios hasta que él se hallé a salvo en la Capital. Si gusta, puedo encargarme de reunir a los demás miembros que conformarán al escuadrón, si no es una molestia.
—Hmm —Minato lo pensó.
Sabía que el joven Uchiha frecuentaba la Capital debido a sus misiones. Muchas veces el Señor Feudal se sintió complacido por la seguridad que Shisui le ofrecía. Tener a un portador del Sharingan brindaba esa comodidad.
—Lo consideraré —no dio un ultimátum, generando en Shisui cierta decepción—. Veremos qué sucede en esos días. Por ahora —una sonrisa amistosa apareció en las serias facciones del Kage— creo que Fugaku requiere mucho de tu participación en la Patrulla Militar, Shisui.
—Ah —recordó sus pendientes en la comisaría y eso le hizo sentir agotado—, hai.
Minato soltó una risa por la cara del Uchiha.
—Puedes retirarte, Shisui. Trata de recuperarte del estómago y descansa.
—Gracias, Hokage-sama. Con permiso.
Una vez afuera de la oficina del Hokage, Shisui se teletransportó a través de su técnica hasta el techo del templo cerca del río Nakano, desplomándose sobre éste pese a la nieve aun presente. Sentir el contacto frío le hizo sentirse relajado y poner en orden a la maraña que era ahora su cabeza.
Desde que hizo sus movidas era consciente de las posibles consecuencias; ahora debía encararlas. Minato-sama dio tanto miedo que por un momento Shisui temió de alguna persecución directa a su persona. Sin embargo, le había dejado con qué pensar por cuán superficial trató el asunto de la misión, llevándose a Hinata Hyuga como compañera solo por querer poner en obra sus planes que, ahora que los pensaba, fueron bastante infantiles.
—¿Qué pasa últimamente contigo, Shisui? —se regañó a sí mismo, girándose y jugando con la nieve cercana, ignorando el entumecimiento de sus dedos—. Ni que estuvieras enamorado de Hinata para actuar así...
—Quizás lo estés y ni cuenta te has dado.
Shisui quedó estático, girándose lentamente sobre su propio eje para ver hacia a las ramas donde unos ojos negros y burlones deslumbraban. Shisui gruñó al sentarse y señalar a la espía.
—¿No te he dicho que es mala educación espiar a tus mayores, eh, Izumi?
La risa cantarina de la muchacha resonó, bajando de la rama de un salto y aterrizando al lado del Uchiha.
—Solo actúas como mayor cuando te conviene, Shisui-kun —comentó la Uchiha menor, dando una mirada al otro azabache, paseándose con sus brazos detrás de la espalda.
Shisui puso una mueca.
—¿No deberías estar cerca de Tachi? Ya sabes —puso una sonrisa burlona—, tratando de ganarte su amor.
La joven se paró en seco y miró enojada —también sonrojada— al moreno quien rio a carcajada limpia por la reacción.
—Mis problemas amorosos no te conciernen.
—Irónico, justo iba a decirte lo mismo.
Izumi soltó una risa.
—¿Tú? ¿Enamorado? —cubrió su boca—. Eso es imposible. Primero se cae la Luna sobre Konoha que tú enamorado, Shisui-kun.
—Ja, qué encantadora —Shisui llegó rápido a Izumi y le estiró una mejilla como castigo, escuchándola quejarse.
La chica se alejó de él en cuanto fue libre, atacándole con la mirada mientras sobaba la parte afectada.
—No pienses que disfruto espiar lo que haces, Shisui-kun, solo apareciste de casualidad en un lugar en el que yo ya estaba. Iba a dar a conocer mi presencia aunque no lo consideré importante porque tú eres capaz de saber cuando alguien está cerca de ti —entrecerró sus ojos, con la sonrisa felina ampliándose—, sin duda algo te está pasando. Que el gran Shisui Uchiha no logre detectar a una simple ninja como yo —se señaló— es grave. ¿Acaso te dio el mal de amores?
—No bromees con eso. Solo estuve muy centrado en mis pensamientos —aclaró él, viendo aquella posibilidad como una bastante lejana.
Izumi le dio una mirada como si no le hubiera creído para nada, cosa que al Uchiha le hizo bufar.
—Cree lo que quieras, mocosa —se encogió de hombros—. No voy a discutirlo contigo.
—¿Uh? —Izumi miró extrañada a Shisui que se quedó quieto y callado—. ¿Shisui-kun...?
—Sorry, tengo que irme.
Shisui desapareció en el aire, dejando a Izumi más confundida que antes. Ese Uchiha. Venía comportándose raro.
—¿Ahora en qué estará pensando? —se preguntó a sí misma con curiosidad.
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Su invocación terminó de comunicarle lo escuchado en el despacho del Hokage, dejándole pensativo con la información. Ni en sus más bizarros sueños se hubiera imaginado que el pelirrojo quien acompañó a Hinata sería el hijo del Señor Feudal.
Menma acarició la cabeza del zorro enmascarado y éste desapareció entre el humo, finalizando sus servicios. Se hallaba en las afueras del consultorio de Sakura Haruno —no por voluntad propia— en espera de que Karin dejase de gritarle al par de idiotas adentro sobre levantarse y dejar de holgazanear.
Suigetsu fue traído al hospital por heridas que aun eran un misterio del cómo las recibió, igual que Naruto. Sin embargo, sabiendo que el rubio poseía el chakra del Kyuubi y éste sanaba de inmediato todo tipo de daño interno y externo del Uzumaki, era cuestión de un par de horas para que se recuperara y volviera a ser el mismo idiota de siempre. Claramente Suigetsu necesitaba más reposo pero ninguno se lo daría ya que pronto tendrían que marchar a una misión en el País de la Hierba.
Según Karin, quien era la principal en mostrar interés en cómo los asuntos internos de su aldea natal se llevaban a cabo —teniendo la autorización del Cuarto para ello después de la muerte de Orochimaru—, necesitaba el apoyo de ambos a causa de una oleada de misteriosos casos de desaparición. Temía que pudiese tratarse de algún secuaz de Orochimaru aun activo continuando con los proyectos de aquel chiflado.
—Mujer —la voz de Suigetsu era clara ante los movimientos bruscos de Karin quien buscaba levantarlo por todos los medios posibles de la camilla—, ten piedad, estoy todo lastimado... ¡Contigo cerca y tratándome así, menos voy a recuperarme!
—¿Cómo fue que te hiciste todas esas heridas? ¡Ni siquiera has salido de la aldea!
Suigetsu puso una mueca pálida al recordar el instinto asesino de Obito Uchiha.
—Es algo que prefiero no compartir —masculló, dándose vuelta sobre la camilla, con su espalda encarando a la pelirroja quien gruñía.
Sakura, quien se mantenía al margen, ocupaba su tiempo en escribir reportes que en poner atención a las discusiones de los integrantes del Equipo Obito.
—Oi, Naruto —le habló al rubio quien seguía murmurando entre sueños, abrazando una almohada. La Haruno respiró hondo para no perder la paciencia—. La mayoría de tus heridas se cerraron hace una hora, levántate. Otra persona puede necesitar esa cama...
—Ah... —Naruto suspiraba y una sonrisa bobalicona se ampliaba en su rostro. Sakura sintió repelús—. Sakura-chan —soltaba risitas inquietas que a la Haruno le pusieron la piel de gallina—. Ahí no, me haces cosquillas. Qué traviesa eres...
Karin vio a la de cabellos rosados tronarse los puños y levantarse de la silla, caminando con un aura asesina hacia Naruto, preparándose para darle la paliza de su vida.
—¿Aun no despierta ese idiota? —se asomó Menma por el umbral, ignorando el grito de Naruto en cuanto Sakura le propinó tamaña paliza.
Karin miró a su primo, negando.
—El idiota dice estar muy lastimado para salir de misión.
Menma chasqueó la lengua, adentrándose y poniéndose al lado del Hozuki antes de alzar el pie y patearlo en el trasero, tumbándolo.
Los ojos purpuras del manipulador de agua flamearon con dirección al responsable de que ahora tuviera el trasero en el piso, encontrándose con un par de zafiros bastantea cabreados.
—Ya, ya entendí —masculló, alzándose y sobando su adolorida espalda—. Che, detesto este equipo —miró a la Haruno y al idiota de Naruto seguir enfrascados en su pelea—. Oi, chica plana, me voy. Gracias por el servicio —puso una sonrisa con todos los colmillos de fuera—. Aunque si hubieras vestido un sexy traje de enfermera, no me hubiera quejado...
Sakura giró a ver con la ira destellar de su jade mirar al idiota de gran bocota quien de inmediato se escondió detrás de Menma, mismo que bufó antes de largarse de la habitación, con el mismo Hozuki persiguiéndolo para que la Haruno no lo tomara como la próxima víctima.
Karin arregló sus lentes, bufando.
—Hombres —masculló al salir por completo de la habitación, dejando atrás a Naruto con sus problemas.
Una vez afuera y sin que los quejidos de Naruto opacaran la atención central del Equipo Obito, los tres shinobis se reunieron.
—¿Y bien? —exigió Menma saber los detalles—. ¿De qué trata ahora la misión?
Karin adoptó una postura seria, eso lo hacía siempre que su aldea natal era tema de conversación. Aun existía recelo de parte de los aldeanos de Konoha sobre la decisión del Cuarto en haberla adoptado después de rescatarla del intento de ataque protagonizado por Orochimaru y secuaces.
Si recordaba bien esa época turbulenta, no esperaba que alguien tomara su lado sabiendo que estuvo bajo las órdenes de quién pensó buscaba el bienestar de una pequeña aldea que no podía hacerle frente a las Cinco Naciones Ninja que lideraban en el Mundo Shinobi gracias a sus fuerzas militares y armas secretas.
Se le hacía injusto a veces el vivir bien, tener una segunda oportunidad mientras gente que no logró escapar de las graves consecuencias que los siniestros planes de Orochimaru pagaba el precio.
Quería darles otra oportunidad. Ya fuera volviendo la Aldea Oculta entre la Hierba una aldea civil con nula participación militar y teniendo como focus principal la medicina, o que Konoha aceptara a su gente como refugiados. Empero lo principal que deseaba era atrapar a los subordinados del ex Sannin aun rondando por las cercanías, haciendo de las suyas.
Quien más le preocupaba a Karin era ese tal Kabuto.
Hasta la fecha nadie sabía su escondite. Desertó de Konoha después del ataque que cobró la vida del Tercero. Seguía huyendo. Un escuadrón especial iba detrás del rastro de desertores potenciales de Konoha hacía lo posible por ir tras huellas del ninja, pero nadie había dado con su paradero. Karin sospechaba que debía seguir en las bases secretas de Orochimaru. Era difícil saber cuántas exactamente pero ella intuía que en Kusagakure podía encontrar más pistas.
—El número de personas desaparecidas aumentó —informó. Eso de las desaparecidos era un asunto recurrente que le comunicaba al Cuarto—. Niños, ninjas, civiles... —enumeró—. No hay un perfil en común, parece como si solo quisieran a gente, mucha gente. ¿Para qué? —miró a sus dos compañeros de equipo—. No lo sé. Y eso me preocupa.
—Tantas veces que has ido ahí parece no servir de nada si no tienes idea de qué pasa con esa gente —replicó Suigetsu, recordando los viajes en solitario que la pelirroja hacía con frecuencia; eso demostraba que aun le seguía importando su aldea, contrario a él que ni ponía atención a los asuntos del País del Agua.
—No es fácil ir detrás de las pistas que Orochimaru dejó, sobre todo sus proyectos —se defendió Karin con cierta frustración—. Ese enfermo sabía esconder sus secretos, tenía la habilidad de convencer a la gente, ganarse su confianza para al final... —recordó los ninjas bajo las órdenes del hombre, tan fieles a él, dispuestos a quebrarse todos los huesos con tal de tener en las manos una fe falsa que ese monstruo de ojos siniestros les inyectaba, similar a un veneno que en lugar de matar volvía adicto a quien lo consumía— darles una estocada en la espalda y lanzarlos a la basura.
Menma recordó al hombre de sonrisa viscosa y pálida apariencia. Tuvieron varios problemas a causa de éste y su obsesión hacia el clan Uchiha, sobre todo a Sasuke.
Después de que el Tercero lidiara con él y terminara sacrificando su vida para terminar con la ola de terror de Orochimaru, la mayoría pensó que nadie tendría que lidiar con tal personaje de nuevo. Sin embargo, aun existían creyentes de la obras de Orochimaru y continuaban con sus proyectos. Por algo su padre seguía enviando a ninjas para cerciorarse de que nadie siguiera el mismo camino que el ex Sannin.
—Solo dinos dónde crees que pueda haber algo e iremos para allá —accedió Menma con facilidad—. Partiremos en cuanto tengamos fijo un plan.
—Claro —a pesar de que la pelirroja no lo mostrara, se halló agradecida con Menma—. Organizaré todo y se los haré comunicar.
Suigetsu solo soltó un bostezo.
—También falta decirle a Obito-sensei sobre esto...
De inmediato Suigetsu negó, llamando la atención de los primos Uzumaki.
—¿Y ahora qué tienes tú? —preguntó la pelirroja con irritación.
—Creo que somos lo suficiente capaces para encargarnos de esta misión solos —Suigetsu atrajo a sus dos compañeros en una especie de abrazo grupal, ignorando las miradas asesinas que estos le dieron—. No necesitamos a Obito —bufó, aunque la sonrisa que ponía se notaba nerviosa—. Vayamos solos. Nosotros tres. Los tres. Solos. Sin Obito.
—No sé qué le hiciste a Obito —Menma fue el primero en quitarse de encima a Suigetsu—, pero queramos o no sigue siendo nuestro capitán.
—Es protocolo, Sardina Maloliente —gruñía Karin al torcer el brazo de Suigetsu por atreverse a tocarla.
—¡Duele, duele, duele...!
Los quejidos de Suigetsu quedaron opacados por el fuerte impacto de Naruto chocar contra la pared. El Equipo Cinco miró al rubio y a la Haruno quien, sacudiendo sus manos, cerró de un golpe la puerta de su consultorio sin molestarse en verificar si Naruto respiraba o no.
—Eso debió doler —soltó asombrado Suigetsu, pensando en que los golpes de Karin estaban a años luz de ser igual de dolorosos que los de Sakura.
—Ni con todos los golpes del mundo ese idiota entenderá que vivir enamorado de la Frentona solo reducirá su vida —se mofó Karin, caminando hacia Naruto y dándole un par de golpecitos en su cara—. Oi, idiota, ¿sigues vivo?
—¿Eh...? —tardíamente Naruto reaccionaba, aun viendo patitos de hule volar a su alrededor—. ¿Karin...? —preguntó—. ¿Cuándo volviste?
—Hace unas horas —se burló Karin del estado del chico—. Aunque la pregunta aquí es: ¿qué hiciste para que Haruno te tratara así?
—Seguramente intentó besarla —criticó Menma sin darle importancia—. Si eso es todo, me voy, tengo cosas que hacer...
—¡Oi, Suigetsu!
Antes de que Menma terminará de completar su oración, Naruto se puso de pie como bólido y fue directo a Suigetsu a tomarle del cuello de su ropa, agitándolo desenfrenadamente.
—¡H-Hey! —se quejaba el Hozuki.
—¡Por tu culpa, Obito-niichan me dio una golpiza! ¡Fuiste tú el que inició con todo esto! —bramaba Naruto sin detenerse.
—El que aceptó el reto fuiste tú, ¡¿cómo iba a saber que Obito aparecería?! ¡Ahora suéltame!
—¡No hasta que le aclares a Obito-niichan que toda la culpa la tienes tú por hacer mi Jutsu Sexy usando a Hinata-chan como referencia! —Naruto seguía y seguía sacudiendo, revelando ciertos detalles abiertamente—. ¡Pudiste elegir cualquier chica, ¿por qué a Hinata-chan?! ¡Hinata-chan es una buena chica!
—V-Vamos, solo quería saber qué había debajo de tanta ropa, no culpes a un hombre por sentir curiosidad —intentaba excusarse Suigetsu—. Entre más ropa usan las mujeres, más misterio por conocer, ¿neh?
Karin se llevó una mano a la cara por esas revelaciones tan estúpidas.
Ahora todo cuadraba en su mente. Obito-sensei era increíblemente protector con Hinata, algo nada anormal considerando que el Uchiha veía en la chica de ojos perla una especie de hermanita. Por supuesto que le vendría muy mal encontrar a Naruto hacer su Jutsu Sexy usando a Hinata como modelo, especialmente delante de un idiota descarado y pervertido como Suigetsu quien varias veces había expresado un malsano interés por los atributos de Hinata.
Inesperadamente un instinto asesino sacudió a Karin quien miró a su costado, observando con recelo la figura silenciosa de Menma quien veía al par de idiotas fijamente.
—Oigan... —intentó advertirles Karin pero éstos se hallaban más ocupados en echarle la culpa al otro que en notar el peligro cerca de ellos.
—Ustedes hicieron... ¿qué...? —preguntó Menma al aparecer cerca de ambos, callando las reclamaciones de Suigetsu y Naruto en cuestión de segundos para girar al mismo tiempo las cabezas y toparse con la mirada sombreada de Menma.
—M-Menma —el primero en hablar fue Suigetsu quien conocía cuándo el Uzumaki menor estaba furioso; ése era uno de esos casos—. H-Hey, recuerda lo que Obito dijo cuando te enojaras: respira hondo, profundo y luego, déjalo salir.
—M-Menma, estamos en el hospital —después fue el turno de Naruto, sonriendo nerviosamente, aunque no entendía por qué de repente Menma se ponía bravo—. Recuerda la regañadiza que mamá nos dio cuando Tsunade-obachan le pasó la factura de los daños que hicimos en nuestra última pelea aquí... C-Controláte.
Las súplicas no surtieron efecto. Antes de poder pedir misericordia, los tres desaparecieron por obra del jutsu especial de Menma.
Karin fue la única en quedarse en los solitarios pasillos, cruzada los brazos y negando con la cabeza.
—Esos dos están muertos —aseveró.
Sin embargo, una sonrisa maliciosa se formó en los labios de la joven pelirroja. Gracias a esos idiotas había visto algo particular.
A Menma sí le interesaba Hinata, lo suficiente como para haberlo puesto feral ante la mención de ese par de haber visto desnuda —ya fuera por medio de un jutsu o no—a la joven .
Rio.
Ese primo suyo a veces era tan simple.
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Hinata guardó las ropas usadas durante la misión para llevarlas a lavar. Sabía que tenían personal encargado de esas tareas pero no le gustaba que alguien se hiciera cargo de sus pertenencias, era demasiado recelosa.
Hacía poco había cambiado el estilo de su ropa interior a uno más maduro, la sola idea de que las chicas de la Rama Secundaria lo viesen le hacía sonrojarse. Por eso le gustaba ser ella quien lavara sus ropas.
Después de asearse y descansar un poco, Hinata salió de sus aposentos para dirigirse a la lavandería antes de ir a cenar. No sabía si la cena sería como las de siempre u hoy sería un banquete para recibir al Joven Príncipe. Aun no le comunicaban nada al respecto; de haber sido así su padre ya le hubiera hablado para conversar sobre las nuevas medidas que se tomarían para hacer del hospedaje del joven noble cómodo.
Caminó con tranquilidad por los desolados pasillos, ocupada en sus pensamientos, repasando los hechos que la condujeron hasta esa inesperada situación.
Haber aceptado acompañar a Shisui Uchiha de misión no la había preparado para lo que el destino le preparó. No imaginó que se toparían con el joven monarca en su viaje ni que ella sería asignada para ser su guía personal. Tal papel le causaba sentimientos encontrados por no saber cómo sentirse.
La idea de llevar a Akemi-sama por toda Konoha y explicarle el detrás de los monumentos o los lugares de importancia turística y valor en los aldeanos no era algo que le causara regocijo.
Dejar de lado sus rutinas de entrenamiento e ir con su equipo la harían sentirse mal.
Entendía que Minato-sama aceptó porque éste fue el deseo de Akemi-sama, aun así pudo hacer una mejor elección. ¿Por qué le ponían una tarea así sobre sus hombros?
—Hola, Hinata-san.
—¡Ah!
Tan centrada estuvo que no se percató de la presencia del Príncipe quien, sin esperarlo, estaba de cabeza, colgando de los tejados de la casa, viéndola con una sonrisa gatuna.
—A-Alteza —controló su corazón asustado—. D-Discúlpeme, no lo vi... —susurró, viendo para su mal que toda su ropa estaba esparcida. De inmediato se puso a recogerla por temor a que el pelirrojo viera algo que no.
—Ah, no, es mi culpa. No debí asustarte —Akemi de inmediato bajó y aterrizó en el piso, ayudando a la joven, intentando no ver algo que no debía—. Perdóname... —la frase del pelirrojo quedó a medio decir cuando su manó tocó algo demasiado suave.
Bajó aterrorizado la mirada solo para descubrir que era un par pantys de tonalidad lila pastel y con encaje. Los colores del monarca se le subieron a la cara y por impulso soltó las prendas.
—¡L-Lo siento! —decía apresuradamente.
Hinata reaccionó tardíamente y escondió las prendas entre sus brazos, sintiendo que el rostro también le ardía de pura verguenza.
¡El Príncipe había visto y tocado su ropa interior!
—Y-Yo... Y-Yo... —tartamudeaba, sumida en un intenso bochorno, con la mente sin funcionarle.
La única opción viable era una.
Huir.
—¡L-Lo lamento mucho! ¡B-Buenas noches!
Akemi reaccionó lento pues la joven Hyuga se había escabullido a una velocidad increíble lejos de él. Intentó detenerla pero recordar lo que hizo le obligó a quedarse callado y a estirarse sus cabellos, lleno de frustración.
Aquel no había sido el encuentro que él esperaba tener con Hinata-san.
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Hinata llegó agitadamente a una de las salas vacías, temblando. No pudo ser capaz de soportar el peso y cayó arrodillada, tomándose de la cabeza y tapando su rostro para evitar el desmayo.
Hacía tanto tiempo que no se sentía así. Las primeras veces fueron a causa de sus nervios y excesiva timidez, especialmente cuando Obito-sensei estaba presente. Afortunadamente logró controlar ese comportamiento suyo que siempre le generó problemas.
Sin embargo, no era del todo inmune a eventos así. Nadie la preparaba para esas cosas.
—¿Hinata?
La voz del abuelo puso en alerta a Hinata quien escondió sus prendas debajo de su blusa de algodón, la cual era tallas extra que su verdadera medida, girando para ver al hombre entrar.
—Abuelo —hizo una reverencia formal. Se puso de pie para marcharse—. Buenas noches. L-Lamento molestarle, ya me retiraba...
—¿Por qué la prisa, niña? —preguntaba Hideki Hyuga, pasando de largo de su nieta, acercándose a uno de los muebles ocultos en las sombras de esa abandonada sala—. No he dicho que tu compañía me desagrade.
—¿D-Desea que me quede?
—No he dicho lo contrario —palpó el espacio a su lado—. Ven, acompaña a este viejo a ver sus recuerdos empolvados. ¿No sientes curiosidad por saber la época en la que vivió tu abuelo?
Hinata halló extraño que el abuelo le hiciera ese tipo de invitaciones, especialmente cuando éste en ningún momento se mostró interesado en mantener con ellos un lazo más allá que el de una especie de consejero sabio para los futuros herederos del clan.
Padre podía ser el actual líder, pero la influencia de Hideki Hyuga persistía. Era él quien se encargaba que las reglas y tradiciones siguieran funcionando para la protección del clan.
Lentamente Hinata tomó asiento al lado de su abuelo, preguntándose que querría mostrarle. No era que sintiera curiosidad por su juventud, no había tenido el tiempo para pensar en su abuelo durante todos esos años.
—Me he dado cuenta que jamás te he hablado sobre tu abuela.
Hinata quedó sorprendida y miró al anciano, anonada de que él voluntariamente tocara el tema.
Los líderes del clan Hyuga no solían ahondar sobre sus esposas fallecidas. O sobre figuras que ya no rondaban por los pasillos de esa casa, salvo a tío Hizashi cuyo sacrificio era recordado cada año, volviendo el mes de diciembre en una temporada nostálgica.
—No —respondió con suavidad—, no lo ha hecho.
Hideki asintió solemnemente.
—Cuando murió tu abuela, los tiempos eran difíciles. Había guerras por doquier. Estaba más preocupado en entrenar a tu padre y tío que ponerme a recordar a tu abuela. Me decía: "En cuanto estemos en paz, limpiaré sus retratos y los pondré cerca del Sol, hablaré con ella y le contaré todo lo que sus hijos han alcanzado..." —el anciano soltó una risa amarga que a Hinata le dolió—. Ese momento nunca llegó. Y cuando al fin tengo el tiempo de hacerlo, solo recuerdo lo infeliz que la hice. Lo mucho que debió despreciarme y odiarme. El haberse ido antes debió ser un regalo de los cielos. Donde quiera que esté debe estar más feliz que el haberme acompañado hasta el final de mis días.
Hinata miró absorta a su abuelo por las cosas que le decía.
Sabía que no todos los matrimonios dentro del clan Hyuga eran felices, pero en algún momento ambos esposos llegaban a sentir un cariño por el otro. Lo vio con sus padres. Su madre siempre veía a su padre con un brillo especial, único. Y su padre sonreía cada vez que ella estaba presente.
—¿No se casaron por amor? —preguntó, deseando saber.
Hideki por toda respuesta sacó una llave que metió en la cerradura del mueble sellado. Costó hacerlo por el deterioro e Hinata supo que pasó mucho tiempo desde la última vez que la abrió.
—El amor no es nuestro principal enfoque cuando unimos nuestras vidas a otros, Hinata. Siempre es el deber. Por eso tenemos nuestras reglas —Hideki metió las manos y sacó una caja junto con un pergamino grueso—. Algunos son afortunados, otros no. Tu padre lo fue con tu madre, aunque no le culpo la facilidad con la cual él la amó. Hitomi era una mujer dulce y gentil; nosotros tampoco pudimos negarnos en profesarle cariño.
Sintió un cálido sentimiento aflorar en su corazón al escuchar sobre su madre.
—Lamentablemente no fue el caso de mi querida Katsuki.
Hideki abrió la caja y dentro había fotografías sueltas, mismas que le pasó a Hinata. Ella las tomó con cuidado, eran los recuerdos preciosos de su abuelo después de todo. Limpió de éstas la ligera capa de polvo y observó la imagen plasmada de una joven parecida a ella, salvo que su corte de cabello distaba del de Hinata, teniendo los mechones mucho más largos, casi llegarle a la cintura y una expresión serena pero firme en sus facciones.
—¿Es la abuela?
—Hm —replicó Hideki—. Tú y ella son muy parecidas.
—Su color de cabello, ¿era igual al mío? —cuestionó al no poder verlo porque las fotografías eran en blanco y negro.
—Negro azulado. Como el manto nocturno que nos cubre todas las noches. Un color inusual dentro de nuestro clan.
—De niña pensé que tener ese color me traía mala suerte por no parecerme en nada a los demás —confesó Hinata, recordando sus pensamientos de niña.
—Es una característica única que proviene de un ancestro común. Uno que se conecta a ti directamente a través de tu abuela y madre.
—Pero —Hinata hizo memoria—, mamá no era pariente directo de la abuela.
—No, pero pertenecía a la Rama Principal y sabes que todos estamos relacionados de alguna manera.
Regresó a las fotos, pasando de una por una. A veces la abuela posaba sola, vestida con sus kimonos de la época y una sombrilla. El cabello lo dejaba largo o tomado en algunas fotos. La mueca de su cara era la misma. No le veía sonreír en ninguna foto. De alguna manera le recordaba a papá, salvo que en ella el ceño no estaba pronunciado.
—Tu abuela tenía 15 cuando la comprometieron conmigo —informó—. Seguía siendo una niña y yo había cumplido los 19. Mi padre me proclamaría el próximo líder del clan ya que la muerte de mi hermana gemela había alarmado al clan Hyuga sobre un posible atentado no solo a la aldea, sino a la familia. Las fronteras habían cerrado sus puertas ante los pacíficos tratados que Konoha pretendía ofrecer. Teniendo el poder de las Bestias con Cola era de suponerse. No solo me darían el título para tomar las mejores decisiones para el clan, sino también el deber de traer al mundo la prole que seguiría con el mandato que hemos protegido desde nuestros orígenes. El Segundo luchaba día y noche para protegernos. Los días tranquilos no duraban mucho. La Academia Ninja era apenas un proyecto y pocos eran los que asistían a las clases para que el Segundo compartiera sus conocimientos.
Hideki le pasó a su nieta una foto que Hinata tomó para observar que era el abuelo de joven con varios Hyuga usando sus ropas shinobi.
—El llamado era escuchado por todos y era un deber responderlo. Tuve que pelear para proteger a mi clan, pero antes de eso debía dejar en cinta a mi esposa y asegurarme que, en caso de morir, mi heredero quedaría a cargo de la siguiente generación.
El abuelo no necesitaba explicarle esa época, lo había leído en los libros de Historia en la Academia Ninja.
—Pasé una temporada lejos de Konoha, peleando contra los enemigos. Me pedían que me quedara para proteger el Byakugan pero no quería quedarme de brazos cruzados, viendo a mi gente morir —Hideki rio—. Era un joven muy terco en esa época, de haber seguido con vida tu bisabuelo me habría dado una paliza para hacerme entrar en razón... Afortunadamente la batalla no se alargó gracias al sacrificio del Segundo, dejando a Hizuren Sarutobi como el siguiente Hokage. Las cosas comenzaron a tomar forma y todos los Hyuga que fuimos a las primeras filas pudimos regresar a casa... —una sonrisa triste apareció en el rostro de Hideki—. Tu abuela se mostró decepcionada de que regresara con vida y no en un ataúd.
—La abuela... No creo que haya sentido eso por usted, abuelo —intentó consolar Hinata, sin saber si sus palabras eran las adecuadas o no para ese anciano.
—No lo decía abiertamente, pero era fácil leerlo en su silencio y sus miradas fijas en mí. Incluso cuando amamantaba a tu tío y padre, era bastante obvia su infelicidad —miró a Hinata—. Hiashi no es el mejor padre que hayas tenido, y en parte es mi culpa, aunque era mi deber enseñarle lo que debía aprender para dejarlo preparado. Pero la ausencia de su madre tuvo cierto impacto en él; en ambos. Katsuki murió a los 20. Demasiado joven.
El anciano acariciaba con un frágil cariño el rostro de la joven plasmada en esos recuerdos hechos de papel.
—Tu abuela nació con el propósito de ser mi esposa. Ese siempre fue su destino. Jamás tuvo la oportunidad de escoger, simplemente aceptar. En aquel entonces las mujeres en la Primera Rama escaseaban. Los más ancianos asumían que esto era obra de una maldición, algo bastante absurdo. Por eso se tomaron las precauciones necesarias para proteger a Katsuki, tanto física como emocionalmente.
—¿Emocionalmente...?
—Que no se enamorara de alguien más.
—Oh... —Hinata sintió un malestar, pensando en que eso era demasiado ortodoxo.
—Mi padre le permitía salir a dar un paseo, siempre y cuando las cosas en la aldea estuvieran en calma. Nunca la dejaba sola y era acompañada por un escuadrón para evitar encuentros indeseados con otros jóvenes. Siempre era vigilada, incluso en nuestras citas dentro del Complejo Hyuga. Siempre busqué la manera de hacerla sentir cómoda, pero nunca lo conseguí.
Hideki sacó otra cosa de su caja, ésta vez era una peineta cuyas decoraciones principales eran plumas de cuervo. Eso hizo sentir curiosidad a Hinata, era un raro accesorio decorativo, a pesar de su simpleza lucía hermoso, especialmente con esa perla solitaria.
—Un joven Uchiha se presentó el día del funeral de tu abuela y dejó esto en su tumba.
La confesión tuvo el poder de hacerla sentir un mareo, obligándose a sostenerse del tatami. Hideki rio por la expresión de su nieta, tan honesta. No le extrañaba, incluso él sabía lo extraño que era escuchar tal cosa.
Uchihas y Hyugas eran enemigos, sus respectivos doujutsus se repelaban automáticamente y sus objetivos distaban del uno y el otro. Durante años el clan Hyuga había recibido privilegios y poder por parte de la aldea así como del Señor Feudal mientras los Uchiha seguían siendo vistos con malos ojos por su historial.
Pensar que alguien del clan Uchiha iría voluntariamente al entierro de un Hyuga era iverosimil.
—No habló con nadie, solo estuvo ahí. Pensé en ir a correrlo pero él fue más rápido, despidiéndose y dejando esto —acarició las plumas y la perla brillante que a pesar de los años el destello seguía vivo—. Era tan simple, me dije, tan vulgar, tan poca cosa para ser un regalo para despedir a la matriarca Hyuga, pero ni así lo tire —se lo pasó a Hinata, ésta tomándolo con manos temblorosas—. En mi generación solo había un Uchiha con la capacidad de usar invocaciones de cuervos y ese era Kagami Uchiha.
—¿Kagami Uchiha? —murmuró Hinata al acariciar las plumas, totalmente suaves al contacto, sin perder ese brillo de tornasol nocturno.
—Hm —Hideki asintió—. Un Uchiha inusual que nació con la Voluntad del Fuego. El haber sido acepado por el Segundo confirmaba la confianza que tenía Tobirama-sama hacia éste, pues él odiaba profundamente a los Uchiha.
Eso Hinata lo sabía, la enemistad entre los Senju y los Uchiha desde los inicios de los tiempos, cuando los cimientos de Konoha apenas eran un sueño.
—Supe que murió joven también, no sin antes dejar una esposa y un hijo —Hideki abrió el pergamino, extendiéndolo a lo largo de la sala—. Su parecido con Shisui Uchiha es innegable.
—¿Shisui-san?
—Estoy seguro que son familiares directos. Quizá Kagami haya sido su bisabuelo o abuelo.
Hinata dejó el adorno de cabello a un lado y observó el pergamino que su abuelo extendía. Era uno bastante extenso. Mostraba un enorme árbol con infinitas ramas que se extendían hacia los margenes.
—Hinata, estás en una edad en la que los conflictos del amor son más peligrosos que nunca —el mayor le lanzó una mirada a su nieta, poniéndola nerviosa—. Tu padre ha dejado de lado el hablar contigo acerca del tema al considerar tu entrenamiento como próxima líder más importante, pero siempre hay que tomar en serio cualquier detalle. Especialmente con la historia de nuestros antepasados, sus errores nos ayudan a corregir.
—¿A-Abuelo...?
Hideki señaló un espacio posicionado en las primeras ramas del árbol, uno en el cual el espacio había sido quemado. No entendió.
Hideki la invitó a acercarse más.
—¿Qué es esto, abuelo?
—Durante los tiempos en los que Konoha no existía, las guerras entre clanes eran comunes, extendiendo su oscuridad a todos los rincones de este país. Los clanes que ahora forman parte de la aldea eran subyugados por las dos fortalezas que regían en el momento: Uchiha y Senju. Nuestro clan se halló oculto en los más profundos bosques para evitar una participación directa en los conflictos, buscando lazos que fortalecieran nuestras defensas, sin embargo, el clan Uchiha dio con nuestro escondite. Tuvimos que atacar y, de esa manera, darle a conocer al mundo shinobi el poder de nuestros ojos.
—Pensé que el Byakugan ya era conocido...
—No por todos. Muchos creían que éramos una leyenda para asustar a los niños —el anciano rio—. Solo bastó que una tropa del clan Uchiha regresara a morir en sus tierras para que ese cuento de niños se hiciera realidad.
Se asomó para leer los nombres debajo de las ramas. Había una relación entre todos. Le sorprendió encontrar el suyo, junto con el de su hermana, Neji-niisan y padre. Todos estaban escritos, incluso los de las Ramas Secundaria. Sin embargo, a Hinata le causaba curiosidad el manchón que cubría el nombre de alguien.
—¿Qué pasó con el nombre de este familiar? —señaló Hinata.
Hideki lanzó un suspiro cansado.
—La decepción de la familia Hyuga.
—¿Uh? —miró a su abuelo sin creer lo que escuchó.
Muchas veces su padre y el propio abuelo le expresaban el descontento que nacía de ambos hacia ella por su clara debilidad en evitar a toca costa herir a sus seres queridos, como Neji y Hanabi. Prefería recibir los golpes que dañar a otros y pensaba más con el corazón que con lógica, errando en muchas cosas y ganándose miradas severas por parte de su progenitor.
Se había acostumbrado a ser considerada como la decepción de la Rama Secundaría. Neji-niisan solía decírselo cada vez que tenía la oportunidad cuando fueron niños.
Hinata nunca imaginó que otro familiar fuese catalogado con esa misma etiqueta.
—Sus acciones tuvieron serias consecuencias y una de ellas fue ser borrada del árbol genealógico, ser olvidada por su familia y las generaciones futuras del clan para siempre —explicó Hideki.
—¿Qué hizo para ganarse ese castigo? —preguntó ella con un peso en el corazón.
Hideki miró con profundidad a Hinata, poniendo a la chica nerviosa por cómo la mirada perlada del abuelo perforaba en su alma. No tenía activado el Byakugan y aun así sentía que la leía con facilidad.
—Se enamoró de un Uchiha.
Intentó mantener el contacto visual con el abuelo, evitar que su respiración se agitara y él pudiese descubrirlo; detalles como esos siempre la dejaban al descubierto, algo que el Byakugan notaba con facilidad. Mentir delante del Ojo Blanco era absurdo.
Le temblaban los labios por sentir aquella frase demasiado personal, un ataque a su persona.
El abuelo sabía sobre sus sentimientos hacia un Uchiha. ¿Sabría a quién?
—Abuelo... —iba a hablar, decir algo que pudiese desviar la mirada del mayor sobre ella pero los toques en la puerta le impidieron hacerlo.
—Lamento molestarlos, Hideki-sama, Hinata-sama —era Natsu detrás del shogi—. La cena está a punto de ser servida. Hiashi-sama requiere de la presencia de ambos. Su Alteza compartirá el pan con nosotros.
—Iremos de inmediato —respondió Hideki, siendo el primero en romper el contacto, regresando al pergamino y enrollarlo nuevamente—. Hablaremos de esto en otra oportunidad, Hinata. Ahora ve a tu habitación y viste ropas adecuadas para la cena con el Joven Príncipe.
—S-Sí, abuelo —carraspeó, nerviosa pero sumamente aliavada de que aquella conversación terminara—. Con permiso —se puso de pie.
—Hinata.
—¿Hai?
Hideki le extendió la peineta y ella le miró sin comprender.
—Tómala —pidió el anciano—, no tiene caso que se siga pudriendo aquí. Haz lo que deseas con ella.
—Pero —insegura tómo la decoración para cabello, mirando al abuelo—, esto pertenecía a la abuela...
—Tu abuela está muerta, querida, desde hace mucho tiempo. Estoy seguro que no le molestará. Como dije: haz lo que desees con la peineta.
Hinata formó una linea con la boca más no rechazó la solicitud, haciendo una reverencia antes de marcharse y dejar al anciano rodeado de sus recuerdos.
.
Regresó al comedor usando sus mejores ropas, un kimono que se halló en lo profundo de su closet. No era la gran cosa pero era mejor a sus ropas usuales que portaba en casa cuando no tenía misiones pendientes. Estaba ligeramente nerviosa por su apariencia, esperando que fuese aceptada y no recibir un regaño de parte de su padre por la selección. Incluso peinó su cabello un par de veces.
Todos estaban ahí reunidos. Incluso Neji. Se miraron a los ojos y ambos sonrieron, con el joven aliviado de tener a su prima de regreso sin heridas ni lágrimas corriendo de sus mejillas por algo que ese tal Uchiha pudiese hacerle. Ella tomó asiento al lado de su padre, quedando cerca de Hanabi quien también vestía ropas elegantes, algo que iba a escucharle quejarse después pues su hermana menor no gustaba de portar ese tipo de ropas en la comodidad de su hogar.
Akemi-sama se encontraba también. Los colores en el rostro de ambos jóvenes se tiñó de rosa al recordar el encuentro en los pasillos y el pequeño accidente.
—Hinata —Hiashi tomó la palabra, ignorando cómo su hija padecía un bochorno—, Hokage-sama me comunicó también que te encargarías de guiar al Joven Príncipe por la aldea.
—Hai —respondió Hinata—. Así es, padre.
—Espero seas una buena compañía para Akemi-sama, no quisiera que el Joven Príncipe se decepcione.
—D-Daré mi mejor esfuerzo, padre —aseguró Hinata a pesar de que ella también dudaba de poder hacerlo.
Akemi atrajo la atención del Hyuga mayor con un gesto.
—No tiene por qué tomarse con seriedad estas cosas, Hiashi-sama. Hinata-san es una perfecta compañía para mí. Le aseguro que no pasaré malos momentos a su lado. Durante el viaje del País de los Campos de Arroz hasta Konoha, ella me trató con suma amabilidad. Gracias a ella pude darme cuenta que todo lo que mi padre decía acerca del clan Hyuga es cierto. Ahora entiendo la enorme confianza que pone mi padre sobre usted y su clan.
Hiashi lució complacido.
—Agradezco sus palabras, Akemi-sama. Me honra saber que su padre nos tiene en gran estima.
Akemi sonrió y dirigió sus dorados ojos a Hinata quien asintió, desviando la mirada a su cena.
A pesar de que el accidente seguía presente en la mente de Hinata, ver al monarca bien vestido y aseado le hizo detallarlo sin poder evitarlo. Se había puesto ropas limpias y dejado atrás la vestimenta humilde con la cual le conoció. El cabello rizado, que se le desordenaba con el viento en el viaje ahora estaba mejor peinado, a pesar de que sus mechones no fueran del todo controlados. La apariencia salvaje persistía, especialmente en esa mirada dorada y en su piel ligeramente morena. Tenía hombros anchos y una apariencia de ejercitarse. Las manos, por lo que pudo ver al momento en que tomaba los palillos para comer, estaban llenas de cicatrices y no eran tersas como las de cualquier otro noble. Eso le indicaba que había hecho trabajos pesados, que no era un chico de cuna dorada como Hanabi le insistía.
Durante la cena los temas favoritos fueron los políticos. Hiashi hablaba con Akemi y éste respondía con seguridad. A Hinata le asombraba que el hecho de haber estado lejos de la Capital no fuera un impedimento para que él siguiera atento a cualquier asunto que involucrara su hogar o al País del Fuego.
Él relataba sus aventuras a un sinfín de pequeñas aldeas distribuidas por toda la Nación Shinobi. Destacaba lo mejor que había visto, probado y bebido. Incluso Hinata sintió endulzados los oídos por los relatos del joven que, por sorprendente que fuera, había sacado una risa corta a su padre.
—Mi última aventura fue en la Aldea de los Aullidos.
—¿Aldea de los Aullidos? —Hanabi enarcó una ceja al no escuchar sobre ese lugar ni una sola vez.
—Sí —Akemi asintió pese a la incredulidad que la castaña menor mostraba—. Es una aldea escondida, cerca del País de la Niebla.
—El País de la Niebla tenía una fuerza militar especializada en la creación de venenos —participó Hideki en la conversación—. Después de las dos primeras gran guerras, su aldea desapareció. Ahora solo se dedican a lo comercial.
—Uhm —Akemi concordó con lo dicho por el mayor—. Los aldeanos son desconfiados pero buena gente. El clima suele ser traicionero y engaña con facilidad a los turistas. Pero detrás de toda esa neblina, hay una aldea sumamente acogedora residiendo en las montañas, con campos verdes y una impresionante cantidad de lobos. He ahí el nombre.
—Hmm, es la primera vez que escuchó sobre esa aldea. No la he visto en ningún mapa que he tenido que memorizar —comentó Hanabi, viendo al pelirrojo—. ¿A qué se dedican?
—La mayoría cuidan a ovejas y comercian la lana. Tienen el arte de elaborar ropa y usar a los lobos como transporte. También son practicantes de la caza, siendo algo tradicional para ellos. Incluso hacen un torneo cada año, cuando el Sol pierde su fuerza a causa de la entrada del otoño. Los participantes se adentran a los bosques durante la época de la neblina más densa de todo el año y se quedan cazando por toda una semana hasta traer el animal que distingue a cada familia. Luego honran la cacería y dan sus gracias por otro año de cultivo, paz y prosperidad.
—Suena a una simple aldea civil —musitó Neji al ver al pelirrojo quien observó a su dirección, sonriente.
—Lo es. Son muy amables a pesar del recelo que persiste en algunos, especialmente a los viajeros. En cuanto regrese con mi padre, veré la manera de darles un mejor apoyo. Se les dificulta el enviar sus encargos a otros países, especialmente a las aldeas cerca de las Naciones Shinobi.
—Por la manera en que describe esas tierras, su Alteza, da a entender que estuvo una larga temporada.
—Procuro no pasar más de un mes en cada lugar, pero me vi atrapado por el sazón de la comida del lugar que fue imposible marcharme. Al final me quedé como tres meses —respondió Akemi con una sonrisa penosa por la observación de Hiashi—. Es una aldea que me gustaría volver a visitar —el pelirrojo bajó su mirada la comida a su plato, con una mueca repentinamente triste—. Aunque lo veo lejano ya que debo regresar a hacerme cargo de las responsabilidades que mi padre me tiene reservadas.
—Siendo el heredero, es de esperarse Akemi-sama —opinó Hiashi, leyendo con claridad al joven y ese reacio deseo de llevar sobre los hombros el legado la Familia Real.
De cierta manera el pelirrojo le hizo recordar a Hinata.
Akemi se recuperó de inmediato y envió una sonrisa al patriarca, no objetando el comentario.
—Por supuesto. Es mi deber como el único varón de mi padre —observó a Hinata quien también le miró al mismo tiempo. Le sonrió con un toque más cálido—. Es lo que nosotros, los herederos, tenemos que hacer.
La cena terminó y todos se retiraron a sus respectivos aposentos. Akemi se despidió educadamente, haciendo hincapié en Hinata quien, como pudo, le deseó una buena noche de descanso al Joven Príncipe, no sin antes asegurarle que mañana temprano podrían ir al lugar que él desease.
Hanabi le acompañó hasta la habitación
—Ahora que estás aquí no podré pasar tiempo contigo porque ahora serás la niñera de ese engreído —añadió Hanabi con un claro puchero.
Hinata le acarició la cabeza con dulzura.
—Lo siento, Hanabi. Estoy segura que en cuanto me desocupe podremos ir a comer algo en la aldea.
—Espero que ese Akemi no robe toda tu atención —continúo Hanabi—. Especialmente por cómo te miraba.
—¿Eh? —ella parpadeó sin entenderle a su hermanita.
Hanabi suspiró sin creer que su hermana fuese tan densa para detectar las miradas de interés del sexo masculino. Era algo que venía poniendo de nervios a Neji por pensar que no podría ser capaz de espantar a todos.
—Onee-sama, no tienes remedio —soltó Hanabi con una sonrisa traviesa antes de darle un fugaz abrazo a su hermana y darse la vuelta para marcharse a su propia habitación—. Descansa, onee-sama.
—Igual, Hanabi —a pesar de que no entendió lo último dicho por la menor, Hinata se encogió de hombros, ingresando al interior de su cuarto.
Grande fue su sorpresa encontrar a un cuervo esperarla en el centro de todo. No entendió y por instinto activó el Byakugan ante la posibilidad de un ataque, más no halló nada a la redonda ni el ave tenía intenciones de atacar, solo le veía con sus ojos negros.
—¿Te perdiste? —preguntó al ave, acudiendo a su lado. Descubrió que en la espalda del cuervo había un mensaje enrollado. Éste graznó e Hinata lo tomó como una señal de que dicho mensaje era para ella.
Lo desató, sacando el mensaje del tubo y desenrollándolo.
Era de Shisui Uchiha.
"Lamento profundamente el no haber comunicado mis movimientos contigo, Hinata-san. Haberte llevado al País de los Campos de Arroz fue una decisión que tomé a la ligera, llevado por intensiones sin relación alguna con lo profesional.
Pido disculpas si llegue a ofenderte o dar a entender que tus habilidades no fueron aptas durante la misión. Todo lo contrario, pude observar tu desempeño y concluir que eres una grandiosa kunoichi.
Si optas por no responder a este mensaje, lo entenderé. No quisiera ocasionarte problemas con mi impulsividad, pero no pude darte una debida explicación. Hallo éste modo el más acertado.
Consideraré de parte de ti un trato menos cordial como resultado de mi descortesía, una actitud que tienes todo el derecho de tener hacia a mí. Evitaré molestarte y pensaré seriamente sobre mis actos.
Atentamente, Uchiha Shisui."
Al final del mensaje se hallaba el sello del clan impreso en la hoja y eso le dio credibilidad a las palabras ahí escritas.
Hinata dobló con cuidado el papel, viendo al cuervo esperar algo de ella. Suspiró.
—No creo que seguir enojada con Shisui-san sea la mejor respuesta —acarició el lomo del ave y ésta no le rehuyó—. Aunque no negaré que me sentí frustrada de que no fueran necesarios mis servicios. T-También un poco molesta. Estuve nerviosa todo el viaje por pensar que no podría estar a su nivel, no quería decepcionarle ni darle motivos para dudar de mi fuerza. No deseaba que el prestigio de mi clan se viera manchado por mi culpa.
Hinata cerró los ojos, pensativa al respecto. Sabía lo mucho que Kiba le había advertido sobre el Uchiha, así como sus hábitos y ese comportamiento tan irresponsable en cuanto a los sentimientos de las mujeres. A pesar de eso, él era un buen ninja, reconocido por los altos mandos. Cuando éste pidió acompañarlo, imaginó que sus habilidades serían necesarias y que podría continuar forjando su camino profesional como ninja.
Le era incierto saber si en el futuro continuaría con sus misiones con su equipo ante la iniciativa de su padre en enseñarle cada aspecto para ser la líder del clan. Podía estar segura que aquel camino sería duro y pesado, pues no solo era ganarse a todo su clan, sino también al resto de Konoha. Quería dar todo de sí para evitarle problemas a su equipo en caso de que tuviera que darse de baja como ninja para dedicarse por completo a su clan. Realizar la mayor cantidad de misiones posibles ayudaba a sentar una buena fama alrededor de su equipo, no quería que Kiba ni Shino tuviesen problemas para llevar a cabo su vida shinobi.
Por eso estaba molesta con la actitud del Uchiha. O quería estarlo. Después de leer su mensaje con las honestas palabras de Shisui, su corazón quería perdonarle, a pesar de desconocer esas razones por las cuales él la escogió como compañera de misión.
Hinata se puso de pie, llevando al cuervo consigo sin que éste se opusiera. Se acercó a la ventana, ignorando el viento frío calarle en la piel. Arriba vio las estrellas y el cielo nocturno.
—Lamento no darte un mensaje para tu invocador —acarició al cuervo al ponerlo sobre el marco de la ventana— u ofrecerte un bocadillo, me tomaste por sorpresa. Y aunque quisiera contestarle... —Hinata frunció levemente el ceño—, no creo que esto deba tratarse de esta manera.
Los pequeños ojos de la ave miraron el rostro de la joven. Movió sus alas y un par de plumas cayeron sobre su plumaje antes de saltar un par de veces en su lugar. Emprendió el vuelo e Hinata le vio perderse entre la negrura de la noche.
Hinata consideró quedarse por otro largo rato a pesar del frío, más recordó que mañana debía madrugar y desvelarse no sería una buena decisión. Cerró la ventana, encaminándose hasta su futon y acomodarlo en el centro, adentrándose a éste y dejando que el cansancio del día así como de los anteriores fuesen relajando sus músculos hasta poder cerrar los ojos.
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El aleteo le aviso la llegada de su cuervo, alzando el brazo para que éste aterrizara en el antebrazo. El cuervo graznó y él buscó en la parte trasera algún mensaje.
Nada.
Shisui asintió, disipando la invocación, considerando la nula respuesta de Hinata-san como algo natural. No esperaba que su disculpa fuese aceptada en tan poco tiempo ni aprovecharse de la gentil personalidad de la chica, solo tuvo un poco de fe.
Tendría que hacer mejor las cosas la próxima vez.
—Shisui.
Itachi le llamó desde la puerta de la Casa Principal, observando la figura de su primo mayor quien seguía sentado, viendo el jardín de la casa, pensativo.
—¿Uh, sí? —Shisui se giró para ver a Itachi quien se acercó hasta él, ocupando el espacio libre a su lado.
—Estás actuando raro desde que llegaste —señaló Itachi con tranquilidad pero certero—. ¿Algo ocurrió en la misión con Hinata-san para ponerte así?
—No... —respondió y luego la mirada de Itachi se volvió más intensa sobre sí—. Bueno... Eh, hice algo que la hizo enojar.
Itachi suspiró.
—¿Qué le hiciste?
—¡Nada malo, te lo aseguro! —se encargó rápidamente de aclararle eso a su primo—. Solo actúe como idiota. Es todo.
—No me gusta decir esto, pero: —Itachi se puso de pie, mirando a su primo— te lo dije. Acercarte a Hinata-san de esa manera no es apropiado.
—Hai, hai. Perdón por no escuchar tus sabias palabras, oh, Sabio Itachi.
—Solo digo lo que pienso. Ahora que aprendiste la lección, no importunes a Hinata-san o fuerces un acercamiento, sí lo haces, seguramente ganarás su descortesía. Ahora entra, madre está por servir la cena.
—Hai —Shisui alargó la palabra sin ánimos de entrar ni comer los deliciosos platillos que su tía hacía.
Escuchó a Itachi regresar, deslizando la puerta detrás de sí, dejándolo solo nuevamente con la oscuridad.
Nuevamente escuchó la puerta abrirse de nuevo y Shisui bufó.
—Ya entendí, Tachi, ahí voy —decía, poniéndose de pie.
Sin embargo, dos poderosas manos le obligaron a quedarse en su sitio. Shisui tragó al presentir un enorme peligro. Miró lentamente hacia arriba y se encontró con el estricto rostro de Fugaku Uchiha, su líder.
—Tío Fugaku —rio nerviosamente—. N-No creí que estaría en la cena, eh... Perdón por no avisarle que llegué a la aldea, no tuve el tiempo por darle mi reporte final al Hokage...
—Deja las excusas para después —gruñó Fugaku, tentado a usar el Sharingan—. Ahora ven conmigo, tengo que hablar seriamente contigo.
—¿E-Eh? —Shisui experimentó el miedo de lo que esas palabras significaban, si iba con Fugaku a su despacho no había probabilidad de que saliera hasta el día siguiente—. Espere, tío, cualquiera cosa que haya oído, no es verdad...
—Dije que me acompañaras.
—Pero, ah, ¿tiene que ser ahora? ¿No podemos dejarlo después de la cena? Lo que tía Mikoto cocinó se va a enfriar...
Fugaku giró y la oscuridad de los pasillos ayudó a que su imagen fuese más tenebrosa.
—Ahora —dictaminó con voz de ultratumba.
—Hai... —Shisui accedió sin muchas opciones, resignándose.
Iba a ser un largo, largo sermon.
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Antes de escuchar al gallo cantar, Hinata ya se había preparado para iniciar el día. Estaba acomodando sus ropas para dormir cuando la voz de Natsu al otro lado la interrumpió.
—¿Puedo pasar, Hinata-sama?
—Claro —permitió—, adelante.
Natsu entró y llevaba en sus manos una muda de ropa. Ella no entendió y su mueca fue completamente entendida por la mujer quien, en dulce tono, le explicó.
—Hiashi-sama ha pedido que use estas ropas en su salida con el Joven Príncipe —mostró a más detalle el precioso kimono de tonalidad verde.
Hinata apretó los labios sin saber cómo sentirse. No le gustaba usar kimonos cuando hacía sus tareas diarias, en ocasiones se volvían bastante incómodos de utilizar, especialmente cuando la nieve aun estaba presente en las calles de Konoha.
—¿Se puede saber la razón? —cogió de la tela, estudiando el diseño y hallando la pieza inútil para que le abrigara los suficiente.
—Expresó que, siendo usted la heredera, debía vestir a la altura que el Joven Príncipe.
—Ya veo —musitó sin muchos ánimos de cambiarse ni arreglarse. Pensó tontamente que podría asistir al noble con su vestimenta de siempre, sin tener que hacer cambios.
Miró a la mujer.
—Natsu-san, ¿podrías ayudarme a vestirme?
—Por supuesto, Hinata-sama.
El tiempo en su arreglo personal tomó más de lo que hubiera deseado, pero Natsu insistió en hacer un bonito peinado con su cabello que fuera a juego con la prenda que llevaría. Hinata solo pudo quedarse quieta, tratando de no ocasionarle problemas a la joven.
Pasaron a la siguiente etapa, que era ponerse el kimono. Los accesorios de éste requerían el apoyo de dos o más personas. Natsu se encargó de colocar el obi alrededor de su cintura y traer del fondo del guardarropa de Hinata una especie de gabardina con peluche.
—No recuerdo haber tenido algo como ésto en mis pertenencias —murmuró Hinata al tocar la textura suave del accesorio, considerándolo un salvavidas para evitarle un resfriado.
—Eso es porque siempre se la pasa en sus ropas de misión, Hinata-sama —comentó con obviedad la mujer, provocando que Hinata se sonrojara—. Ahora dese la vuelta, por favor.
Natsu se estaba encargando de los últimos detalles en el momento en que Hanabi ingresó a la habitación. Primero la menor de las hermanas miró a las dos mujeres sorprendidas, más sus mejilla se sonrojaron ante la visión de su hermana en ese precioso kimono.
—Onee-sama, te ves hermosa —halagó Hanabi, trotando hasta su hermana y viéndola con más detalle.
Hinata, sonrojada, sonrió a su hermanita.
—Gracias, Hanabi.
Luego la expresión de la menor se secó.
—No me digas... —le miró de pies a cabeza y luego su ceño se frunció—. ¿Te vestiste así para ir con ése?
—Hanabi-sama —Natsu no tardó en recriminar la actitud de la castaña—, recuerde que es su Alteza, no puede referirse de esa manera. Recuerde el juramento que le debemos al Señor Feudal y su familia.
—Onee-sama no está acostumbrada a usar kimonos a menos que sean fechas importantes para el clan y la aldea —no terminó de quejarse Hanabi—. No es justo que ese engreído venga y quiera cambiar todo. ¿Acaso él ordenó esto?
—No, fue padre —calmó Hinata a su hermana—. Él quiere que luzca presentable para el Joven Príncipe.
—¿Y por qué? Serás su anfitriona, lo vas a llevar a conocer lugares, nada más. No irás a una cita con él.
La sola insinuación de que eso ocurriera la apenó pero no dijo nada al respecto, sabiendo perfectamente que eso jamás sucedería.
—Solo daremos una pequeña vuelta, será todo —Natsu anunció que terminó. Ella fue libre de moverse—. No te preocupes. Regresaré pronto.
Hanabi infló las mejillas sin saber qué responder. No estaba enojada con su hermana, sino con ese Akemi que pensaba que podía llegar y cambiar todo a su favor.
—Hai, onee-sama.
Hinata le sonrió, agradeciendo a Natsu por su asistencia y retirándose, no sin antes decir un "Me retiro, con permiso" y dejarlas a las dos en el interior de su habitación.
Respiró hondamente, caminando por los pasillos, recordando la manera de andar embutida en esas ropas que no le daban la libertad que requería. Escuchó voces provenir desde la sala de espera, donde regularmente los invitados que su padre recibía aguardaban. No le era extraño encontrar a su familia despierta a tan tempranas horas, era una costumbre que todos tenían.
Alisó arrugas que no estaban en la tela del kimono y abrió la puerta, hallando en el interior su padre, abuelo y a Akemi-sama. Éste último llevaba otro juego de prendas formales, quizá prestadas del clan Hyuga por lo familiar que le resultaban.
Las miradas de los tres hombres recayeron sobre la pequeña figura que entraba con delicadeza a la sala, sin hacer el mínimo ruido.
—Buenos días —saludó apropiadamente.
Akemi sintió un calorcillo llegarle a las mejillas por lo hermosa que Hinata lucía vestida de esa manera. Se había acostumbrado a su abrigo lila y pantalones azulados que no esperó que la belleza de la joven aumentara considerablemente.
No llevaba rastro de maquillaje como las chicas de la Corte de su padre, ni de su cuerpo despedía un intenso perfume que solo le ocasionaba dolor de cabeza. Era su encanto natural sin nada que pudiese estropearlo.
El cabello negro lo llevaba recogido en un simple moño que realzaba la hermosura de sus facciones y la gabardina con peluche alrededor solo incrementaba la pureza de sus ojos que lo miraron a él directamente.
Tuvo que darle un sorbo al té que le fue ofrecido para no ahogarse.
—Lamento la espera, Akemi-sama —se dirigió al monarca—. ¿Ya ha desayunado?
—Estamos esperando el llamado al comedor —explicó Hiashi, viendo satisfecho a su hija con las ropas que había escogido para ella y la ocasión—. Mientras tanto conversabamos con Akemi-sama sobre cómo pasó la primera noche en el Complejo Hyuga.
—Espero que la habitación haya sido de agrado, Akemi-sama —dijo Hinata al tomar asiento cuidadosamente frente al joven, sirviendo más té al pelirrojo quien atinó a sonreír por la atención.
—Lo fue, muchas gracias, Hinata-san.
—Hinata le ayudará a recorrer los lugares de interés, Akemi-sama, después del desayuno.
El joven monarca asintió, tratando de no ser tan obvio y quedarse embelesado viendo a la mujer de facciones finas que pareció tomar vida propia de un cuento de princesas.
—Comprendo. Agradezco el detalle —observó a Hinata—, espero que no afecte sus planes, Hinata-san.
—No se preocupe, Hokage-sama me ha dado el permiso de hacerlo, él se encargará de cualquier asunto —explicó Hinata. Dejó la tetera y se quedó en la misma posición, atenta a cualquier necesidad del pelirrojo.
La amena conversación regresó a pesar de que Hinata no tuvo una participación mayor, aunque Akemi buscaba escuchar su opinión cuando era requerida, tratando de dar la mejor respuesta posible. Al cabo de un rato de esperar, uno de los hombres de la Segunda Rama se acercó para dar aviso de que el desayuno estaba servido.
Todos pasaron al comedor e Hinata se preparó para soportar el día.
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Notas:
Estaba releyendo la historia y me di cuenta que puse como si Orochimari siguiera vivo y fuera leal a Konoha cuando ya había descrito que él murió debido al sacrificio del Tercero. Me muero de la pena, tremendo error que cometí. Espero corregirlo pronto, o al menos que quede claro.
Gracias por leer y nos leemos en la próxima, espero les guste este capítulo.
