Capítulo 71: Inicio de la aventura de los 7, + Draco (Draco odia ese nombre)
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¿Cómo esto era posible?
Ella le había prometido poder eterno, invulnerabilidad, le dijo que la muerte no estaba en su contra, le juro hacerlo un ser eterno.
Un dios.
Nunca moriría.
Pero no fue así.
¿Por qué no está muerto?
Aun recuerda como su hechizo conecto con Dumbledore, aun recuerda la luz verde salir y esta vez sería el final. No importa que este fuera el mago más poderoso, estaba viejo, Severus dijo que estaba mal, que este era el momento para atacar.
Era invencible.
Entonces Albus se puso de pie, siendo oficialmente la segunda persona que había sobrevivido a la maldición asesina.
Un bebé.
Un anciano al borde de la muerte.
—¡MALDICION! —grita Voldemort en medio de la mansión Malfoy luciendo furioso.
No tiene sentido.
Nada tiene sentido.
Mira la habitación sagrada, no fue tan difícil entrar, incluso con las barreras mágicas milenarias que dejaron los Malfoy, era imparable ahora con la fuente de poder de Nyx. Pero no solamente había fallado su poder, si no que había sido humillado otra vez.
Nagini se arremolino a su alrededor, mientras Voldemort leía los libros antiguos de los sangre pura, que hablaban sobre dioses, sobre inmortalidad, sobre seres superiores que gobernaban todo y lo que Nyx le había prometido ser.
¿Realmente era indestructible?
Los Horrocrux.
Aun los tenía como fuente secundaria, su alma nunca seria destruida, pero parece ser que la muerte se burla en su cara.
Ocupa más poder.
Lo ocupa ahora.
Tiene que tener el ministerio, Dumbledore debía morir.
Aunque esos magos de la familia Kane estaban ahí.
¿Por qué estaban aquí?
Ni siquiera Voldemort se encontraba interesado en ir contra esa casa milenaria, la única vez que intento acercarse a ellos por información, un mago le había dado una advertencia que aun tiene escrita en su muslo derecho. Aun luego de regresar de los muertos, el ojo de Ra estaba ahí como una advertencia de que la casa de La Vida no era algo con lo que pudiera entrometerse.
Pero ahí estaban.
El lector jefe.
El pequeño niño Kane que según había escuchado era el nuevo líder de la casa Kane.
Voldemort dejo salir su magia, ningún mortifago estaba aquí, nadie se permitía aquí. Primero los Malfoy lo traicionan escapando a quien sabe donde con la cola entre las piernas, ahora Severus no había ido cuando le ordeno que fuera con él, siendo detenido por ese idiota de Amos Kane.
¿Desde cuándo Severus es amigo de los Kane?
Los matara.
A todas las ratas traidoras.
A todos los magos.
Los matara uno a uno, quien fuera que se opuso a él, sufriría de una forma u otra.
Especialmente a Dumbledore, a Potter y a ese niño Kane, toda la casa de la vida también caería ante él, pero primero acabaría con Hogwarts.
Los dioses, semidioses, magos, cualquier criatura temerían su nombre.
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Cuando Leo regreso del mundo de los sueños era el Leo que conocían, lo cual fue un alivio por los primeros segundos antes que…bueno…no estaban felices fuera lo que paso. Draco intento hablar a su favor, porque era claro que el chico no estaba en sus sentidos.
—Repítemelo de nuevo —dijo Annabeth con furia contenida—. Exactamente, ¿qué ha pasado? —
Leo se desplomó contra el mástil. Le seguía doliendo la cabeza de habérsela golpeado contra la cubierta por lo cual Percy no se disculpa. A su alrededor el barco era un caos. Las ballestas en popa eran montones de astillas. El trinquete estaba destrozado. Las antenas parabólicas que otorgaban de Internet y televisión al barco estaban fundidas, lo que había hecho al entrenador Hedge enloquecer. El mascarón de proa con la forma de la cabeza de su dragón metálico, Festus, tosía humo como si fuera una pelota llena de polvo, y Leo podía decir que por los crujidos de babor que algunos de los remos aéreos habían sido desalineados o rotos por completo, lo que explicaba que el barco estuviera escorado y estremeciéndose mientras volaba, el pitido del motor sonaba como una locomotora asmática.
Leo ahogó un sollozo.
Realmente parecía dolorido por lo que paso, pero Draco no entendía que paso y si él que estuvo aquí no entendía menos los demás.
—No lo sé. Está borroso. —
Leo no mentía, incluso sin tener vinculo Draco sabe que Leo es un pésimo mentiroso.
Había demasiada gente mirándole: Annabeth, el entrenador Hedge con sus peludas patas de cabra, su polo naranja y bate de beisbol (¿tenía que llevarlo a todas partes?) y el recién llegado, Frank.
Annabeth se cruzó de brazos.
—¿Quieres decir que no te acuerdas? —
—Yo…—Leo se sintió como si intentara tragar mármol—. Me acuerdo, pero es como si me viera a mí mismo hacer las cosas. No podía controlarlo. —
El entrenador Hedge daba golpecitos con su bate contra cubierta. Vestido con su ropa de deporte, con su gorra por encima de sus cuernos.
—Mira, chico —dijo Hedge—, destrozaste algunas cosas. Atacaste a los romanos. ¡Maravilloso! ¡Excelente! ¿Pero has atascado nuestros canales por satélite? Estaba viendo un combate de lucha libre en una jaula. —
Eso explica porque no llego ayudarles.
Draco le dio una mala mirada.
No era su fauno favorito.
—Entrenador —dijo Annabeth—, ¿por qué no va a asegurarse de que todos los incendios están apagados? —
—Pero si lo acabo de hacer. —
—Hazlo de nuevo. —
El sátiro se alejó trotando, murmurando cosas. Incluso Hedge no era lo suficientemente loco como para desafiar a Annabeth.
No es que fuera este quien le preocupaba, aunque Percy no estaba aquí en este momento.
Annabeth se arrodilló junto a Leo.
—Leo —dijo, con calma—, ¿te engañó Octavian de alguna manera? ¿Te tendió una trampa o…? —
—No —Leo podría haber mentido, pero no lo hizo, porque no podía—. El chico era un capullo, pero no disparó al campamento. Yo lo hice. —
Mala elección de palabras, sin duda, no un Slytherin.
Frank, frunció el ceño.
—¿A propósito? —
—¡No! —Leo entrecerró los ojos—. Bueno, sí… me refiero, no quería hacerlo. Pero al mismo tiempo, me sentí como si lo quisiera. Algo me hizo hacerlo. Tuve una sensación de frío en mi interior… —
—Una sensación de frío…—el tono de Annabeth cambió. Sonaba casi… asustada.
—Sí —dijo Leo—. ¿Por qué? —
De debajo de la cubierta, Percy llamó:
—Annabeth, te necesitamos. —
Draco suspiro, aun no había querido ver a Jason.
En cuando llegaron a bordo, Piper se había llevado a Jason al interior. El corte en su frente tenía muy mala pinta.
Debería tal vez preocuparse por Jason.
Pero estaba más preocupado por Leo.
—Estará bien —la expresión de Annabeth se suavizó—. Frank, ahora vuelvo. Vigila a Leo, por favor. —
Frank asintió.
Leo parecía destruido ante la idea de perder la confianza, mientras que Draco suspiro cuando Annabeth le hizo insinuaciones de seguirle.
No fue.
Cuando se quedo con Leo, la chica le dio una larga mirada antes de enviarle pinchazos por el vinculo para hacerle saber que estaba molesta.
Joder.
De todos Annabeth fue quien mejor sabe usar el vínculo, pero se quedo igualmente, por suerte ella parece estar suficientemente ocupada para no hacerle mucho caso a Draco.
Una vez se hubo ido, Leo y Frank se miraron el uno al otro.
Sintió un poco de tensión y confusión.
—Así que…—dijo Frank—, ¿no te llamas Sammy? —
Leo frunció el ceño.
—¿Qué tipo de pregunta es esa? —
—Nada —dijo Frank, rápidamente—. Yo solo… nada. Sobre lo de bombardear el campamento… Octavian podría estar detrás de ello, digamos, mágicamente o algo. No quería que los romanos nos lleváramos bien con vosotros, chicos. —
Leo parecía pensativo como Draco.
—Mira —dijo—, tendría que hablar con Festus y tener un informe de daños. ¿Te importaría…? —
Frank le ayudó a levantarse.
—¿Quién es Festus? —
—Mi amigo —dijo Leo—. Y tampoco se llama Sammy, por si te lo preguntabas. Vamos. Te lo presentaré. —
Afortunadamente el dragón de bronce no estaba dañado.
Cuando llegaron a la proa del barco, el mástil de proa se giró ciento ochenta grados para mirarles. Frank gritó y retrocedió.
—¡Está vivo! —dijo Frank alarmado.
—Le dije que este era un chiste de mal gusto—musito Draco viendo de reojo a Leo, que parece seguir deprimido.
Joder Lavender.
Mira que haces con él.
Había promedito cuidarlo, pero hasta ahora no hace un buen trabajo.
—Sí. Frank, este es Festus. Solía ser un dragón de bronce completo, pero tuvimos un accidente. —
—Tú tienes un montón de accidentes —notó Frank.
Draco le lanzo incomodidad por el vinculo como hace momentos hizo Annabeth con él, Frank gruño por bajo sujetando su frente.
Leo era felizmente ignorante de esto al menos.
—Bueno, algunos no podemos convertirnos en dragones, por lo que tuve que construirme el mío propio —Leo levantó las cejas y miró a Frank—. De todas maneras, le reviví en forma de mascarón de proa. Es como el punto de contacto con el barco. ¿Cómo van las cosas, Festus? —Festus bufó humo e hizo una serie de sonidos chirriantes y crujidos. —Uf —dijo Leo—. Podría ser peor, pero el casco está dañado en varios lugares. Los remos aéreos tienen que ser reparados antes de poder ir a toda velocidad. Necesitamos materiales de reparación: bronce celestial, brea, cal… —
—¿Para qué necesitas sal? —
—Tío, cal. Carbonato de calcio, usado en el cemento y en un montón de… Ah, bueno, da igual. La cosa es, que el barco no va a ir muy lejos si no podemos repararlo. —
—No preguntes Frank, Leo solo pide cosas y nosotros se las damos—comento Draco encogiéndose de hombros.
El mundo muggle era un misterio sin entrar a cosas de mecánica.
Festus hizo otro sonido metálico que Leo no reconoció.
—Ah, Hazel —descifró—. Esa es la chica del pelo rizado, ¿verdad? —
Frank tragó saliva.
—¿Está bien? —
—Sí, está bien —dijo Leo—. Según Festus, su caballo corre por debajo de nosotros. Nos sigue. —
—Tenemos que aterrizar, entonces —dijo Frank.
Leo le estudió.
—¿Ella es tu novia? —
Draco se tapo la boca casi queriéndose reír.
Frank se mordió el labio.
—Sí. —
—No suenas seguro. —
—Sí. Sí, definitivamente. Estoy seguro. —
—Es algo como tú y Lavender unos diez pasos antes—habla Draco con calma, Frank le ve claramente sin entender.
Leo levantó las manos.
Él si capto la referencia.
—Vale, de acuerdo. El problema es que nosotros sólo podemos apañar un solo aterrizaje. La forma en la que están el casco y los remos, no seremos capaces de despegar de nuevo hasta que lo hayamos reparado, así que tendremos que asegurarnos de que aterricemos en algún lugar con las herramientas adecuadas. —
Frank se rascó la cabeza.
—¿De dónde obtienes el bronce celestial? No puedes ir a cualquier tienda y pedirlo. —
—Festus, haz un escaneo. —
—¿Puede escanear en busca de bronce mágico? —se maravilló Frank—. ¿Hay algo que no pueda hacer? —
—Darle huevos para invitar a una cita a Lavender—susurra por bajo, pero solo Leo lo escucha y le vuelve a ver resentido.
Luego parece pensar en otra cosa.
Leo se asomó por encima de la proa del barco. El valle de Central California asaba por debajo de ellos.
Detrás de ellos, las escaleras crujieron. Percy y Annabeth subieron, con caras de desaliento.
Nunca es una buena señal.
—¿Jason está…? —es Leo quien habla nervioso.
Cierto son amigos.
—Estás descansando —dijo Annabeth—. Piper sigue vigilándole, pero debería de estar bien. —
Percy le lanzó una mirada severa.
—Annabeth dice que tú disparaste la ballesta. —
—Tío, yo… no entiendo cómo sucedió. Lo siento mucho… —
—¿LO SIENTES? —gruñó Percy.
Draco sabe que Percy esta a la defensiva, sabe que ha cambiado tantas cosas, sabe que ha estado furioso por Juno por el tiempo perdido; sabe que Percy quería matar a Leo cuando lo vio sobre Draco atacándolo. Una parte de él se siente halagado, pero otra parte que ve a Leo agacharse, piensa en el chico que ha sonreído al lado de Lavender por meses, que los ve a todos tímidamente.
El niño que parece a veces sentir que no es suficiente.
Pero igualmente paso noches trabajando en el Argo para tenerlo listo.
No.
No pudo haber sido su culpa.
Sin dudarlo se puso frente a Leo, el chico precio confundido como Percy, este le dio una mirada fría que podría haber intimidado a cualquiera. Draco casi se hubiera reído, pero arruinaría su imagen, en su lugar solo movió su cabeza, su cabello era un poco largo, pero su mirada al igual que la de Percy no era la misma que tenían a los 12 años.
No.
Habían pasado esa etapa hace mucho.
—¿Vas a defenderlo? —suena casi herido, Percy parece querer matar a Leo, pero sigue luciendo como un niño que le quitan su juguete.
Leo se oculta detrás de él, claramente no es un idiota y sabe que puede cuidarle.
—No fue su culpa—no está seguro que fue, pero ese no era Leo.
—Estaba intentando ahorcarte—ahora suena ofendido, pero Draco no le importa listo para sacar su lanza y ante eso Percy luce furioso.
Se pregunto si al final del día, incluso si eran amigos, se reducía a sus padres, a que ambos estaban destinados a luchar como sus padres lo hicieron.
Annabeth puso una mano sobre el pecho de su novio.
—Lo averiguaremos más adelante. Ahora mismo, tenemos que reagruparnos y hacer un plan. ¿Cuál es la situación del barco? —
Percy ni siquiera mira a Annabeth, pero deja salir todo su resentimiento e incredulidad por el vínculo, Draco siente un dolor de cabeza, pero se mantiene firme.
Las piernas de Leo le temblaron.
Pero Draco se quedo a su lado, haciendo que Percy gruñera alejándose de ellos, Draco cerro un poco el vinculo porque la cabeza iba a matarle.
Leo le habló a Annabeth sobre los daños y las cosas que necesitaban, veía mucho a Percy y cada que este volteaba a verlo, parecía querer asegurarse que Draco estaba cerca.
—Perfecto —suspiró Leo, aliviado.
—¿Qué es perfecto? —dijo Annabeth—. Nos vendría bastante bien algo perfecto ahora mismo. —
—Annie—reprende Draco con mirada de súplica, Annabeth no parece feliz, pero asiente.
Leo consiguió sonreír.
—Todo lo que necesitamos en un único lugar. Frank, ¿por qué no te conviertes en un pájaro o algo? Baja volando y dile a tu novia que nos encontraremos en el gran Lago Salado de Utah. —
Percy se fue solo.
Draco piensa que tienen que hablar, pero al ver a Leo temblar aun ante todos, solamente suspira.
Esto de ser niñera es aburrido.
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Una vez llegaron allí, no fue un aterrizaje cómodo. Con los remos dañados y el trinquete roto, Leo pudo controlar un descenso a duras penas. Los otros se aseguraron en el interior de cubierta, excepto por el entrenador Hedge, que insistió en colgarse del pasamanos, gritando:
—¡VAMOS! ¡DÁNOSLO TODO, LAGO! —
Nadie entiende mucho al hombre.
Pero nunca lo hicieron para iniciar.
Leo estuvo de pie en popa, solo en el timón, y apuntó tan bien como pudo. Festus chirrió y zumbó señales de advertencia, que eran comunicadas por un interfono al puesto de mando.
No tuvieron mucho tiempo para apreciar el paisaje. Al sudeste, una ciudad se acurrucaba en la falta de una sierra, bañada de azul y morado con las luces del atardecer. Un paisaje de un llano desértico se extendía hacia el sud. Directamente debajo de ellos el gran Lago Salado brillaba como una lámina de aluminio, con la línea de la costa bañada de pantanos de sal blanca que a Draco le recordaban las fotos aéreas de Marte.
Cuando lo vieron en un planetario.
—¡Espere, entrenador! —gritó—. ¡Eso va a doler! —
—¡Yo nací para el dolor! —
¡BUM! Una oleada de agua salada bañó la proa, empapando al entrenador. El Argo II escoró peligrosamente hacia estribor, entonces se irguió él solo y atracó en la superficie del lago. La maquinaria zumbaba mientras las hojas aéreas que seguían funcionando cambiaban al modo náutico.
Tres bancos de remos robóticos se introdujeron en el agua y comenzaron a llevarle hacia adelante.
—Buen trabajo, Festus —dijo Leo—. Llévanos hacia la costa sud. —
—¡Sí! —el entrenador Hedge agitaba sus puños en el aire. Estaba empapado de cuernos a pezuñas, pero sonreía como una cabra loca. —¡Hazlo de nuevo! —
Draco no tardo ni un segundo en sentir el agua, para comenzar a marearse y correr para tomar un basurero para vomitar.
Joder.
No debió comer tanto.
—Eh… quizá después —dijo Leo—. Mantente en cubierta, ¿vale? Puedes vigilar, en caso de que, ya sabes, el lago decida atacarnos o algo. —
—Pues claro —prometió Hedge.
Leo hizo sonar la campana de "Todo seguro" y fue hacia las escaleras. Antes de que llegara, un sonido de clop, clop, clop golpeó el casco. Un semental moreno apareció en cubierta con Hazel Levesque a su espalda.
—¿Cómo…? —la pregunta murió en la garganta de Leo—. ¡Estamos en medio del lago! ¿Esta cosa puede volar? —
El caballo relinchó, furioso.
Draco volvió a vomitar, pero nadie parecía prestarle atención.
—Arión no puede volar —dijo Hazel—. Pero puede correr a través de casi cualquier cosa. Agua, superficies verticales, pequeñas montañas, nada de eso le importa. —
—Oh. Lavender sin duda amaría eso—
Hazel le miraba, extrañada, igual que durante el festival en el foro, como si estuviera buscando algo en su cara.
Leo parece incomodo viéndola.
El entrenador Hedge se acercó con el bate de beisbol alzado, mirando al caballo mágico de manera sospechosa.
Draco vuelve a vomitar.
Una escena hermosa sin duda.
—Valdez, ¿esto cuenta como invasión? —
—¡No! —dijo Leo—. Eh, Hazel, será mejor que vengas conmigo y Draco. He construido un establo bajo cubierta, si Arión quiere… —
—Él es un espíritu libre —Hazel desató la silla de montar—. Pastará alrededor del lago hasta que le llame. Pero quiero ver el barco. Guíame. —
Leo parecía dudar, pero Draco seguía demasiado mal así que solo levanto el pulgar.
El Argo II estaba diseñado igual que un antiguo trirreme, lo único que era el doble de grande. La primera cubierta tenía un pasillo central con camarotes para la tripulación a cada lado. En un trirreme normal, la mayor parte del espacio habría sido ocupada por tres hileras de barcos para unos cuantos cientos de tipos sudorosos que harían el trabajo manual, pero los remos de Leo eran autómatas y retractables, por lo que ocupaban muy poco espacio dentro del casco. El poder del barco venía de la sala de máquinas en la segunda cubierta, en la que también había el almacén, los establos y la enfermería.
Lavender había parecido maravillada cuando explico sobre este.
Draco lo memorizo gracias a su amiga.
Joder.
Ella también estaba enamorada de Leo.
Que asco.
Leo la guio por la escalera principal. Había construido el barco con 9 camarotes, siete para los semidioses de la profecía (+1 para Draco que se sintió un poco ofendido al respecto por la clara distinción), y una habitación para el entrenador Hedge (en serio, ¿de verdad que Quirón le consideraba un responsable adulto?). En popa, había una sala de estar, que era donde iba Leo ayudando a Draco a moverse aun mareado con ayuda de Hazel.
Odiaba el mar.
¿No podían seguir volando?
Ya no tenía nada que vomitar.
De camino, pasaron por la habitación de Jason. La puerta estaba abierta. Piper estaba sentada junto a la litera, estando a su lado sin tocarlo y Jason mientras él roncaba con una bolsa de hielo en su frente.
Se sintió un poco culpable.
Porque ya saben.
Es su hermano.
Pero no quería hablar con él, aún era todo confuso y estaba todo el tema del vinculo que se iba a formar que ahora tiene con Frank.
Si.
Mejor no hablar aún.
Piper miró a Leo. Puso un dedo en sus labios para pedir silencio, pero no parecía enfadada.
Ambos comparten una rápida mirada.
Piper se encoge de hombros, Draco no puede culparla.
Después de todo son amigos, incluso con sea lo que sea que pasa con Anthony.
Cuando llegaron a la sala de estar, se encontraron con los demás: Percy, Annabeth y Frank, sentados y desalentados alrededor de la mesa.
Leo había hecho la sala lo más acogedora posible, ya que supuso que pasarían mucho tiempo allí. El armario estaba lleno de tazas y platos mágicos del Campamento Mestizo, que se llenarían con cualquier comida o bebida que pidieras. Había también un cofre de hielo mágico con latas de refresco, perfecto para hacer picnics en la costa. Las sillas eran acolchadas y reclinables con masaje de dedos, cascos instalados, y una espada y sujeta-bebidas para todos las necesidades de todo el semidiós que se sentara en ella. No había ventanas, pero las paredes estaban encantadas para mostrar imágenes a tiempo real del Campamento Mestizo: la playa, el bosque, los campos de fresas.
Percy tenía la mirada perdida en un atardecer con la colina Mestiza en él, donde el vellocino de oro brillaba en las ramas del alto pino en lo alto de la colina.
—Así que hemos aterrizado —dijo Percy—. ¿Ahora qué? —
Ignora a Draco, quien solamente suspira, esto será complicado.
Frank tensó la cuerda de su arco.
—¿Descubrir qué quería decir la profecía? Me refiero… era una profecía lo que Ella dijo, ¿vale? Del libro de la Sibila. —
—¿El qué? —preguntó Leo.
Frank explicó cómo su amiga harpía era buena memorizando libros. En algún punto del pasado, había leído una colección de profecías antiguas que se supone que se destruyeron con la caída de Roma.
—Es por eso por lo que no se lo dijisteis a los romanos—supuso Leo—. No queréis que la capturen. —
Percy siguió mirando la imagen de la colina Mestiza.
—Ella es sensible. Era una captiva cuando la encontramos. Yo sólo no quise que…—apretó el puño—. Eso no importa ahora. Le he enviado un mensaje Iris a Tyson y le he dicho que lleve a Ella al Campamento Mestizo. Estarán seguros allí. —
Annabeth cruzó sus dedos.
—Dejadme pensar acerca de la profecía… pero ahora mismo tenemos más problemas inmediatos. Tenemos que arreglar el barco, Leo, ¿qué necesitamos? —
—Lo más fácil es la brea —Leo se alegró de cambiar el tema de la conversación— Podemos obtenerlo en la ciudad, en una tienda de suministros o algún lugar parecido. Además, necesitamos bronce celestial y cal. Según Festus, podemos encontrar ambos en esa isla en el lago, al oeste de aquí. —
—Tenemos que darnos prisa —advirtió Hazel—. Conozco a Octavian y sé que nos está buscando con sus augurios. Los romanos enviarán una legión detrás de nosotros. Es cuestión de honor. —
—Para mí cuestión de estupidez—de Octavian más claramente, nadie contradijo a Draco.
Pero todos voltearon a ver a Leo.
—Chicos… no sé qué ha pasado. De verdad, yo… —
Annabeth levantó su mano.
—Hemos estado hablando. Estamos de acuerdo en que no has podido ser tú, Leo. Esa sensación fría de la que hablaste… Yo también la he sentido. Debe de haber sido algún tipo de magia, o bien Octavian o Gea o alguno de sus subalternos. Pero hasta que entendamos lo que ha pasado… —
Draco miro a Percy preguntándose que hablaron, pero este por primera vez no uso el vínculo para decir nada.
Bien.
Eso le hizo sentirse dolido.
Frank resopló.
—¿Cómo podemos estar seguros de que no volverá a pasar? —
Draco quiso golpearlo, pero solamente suspiro viendo a Leo que nuevamente parecía herido, pero intentaba sonreír.
—Estoy bien —insistió—. Quizá podamos usar el truco del compañero. Nadie va solo a ninguna parte. Podemos dejar a Piper y al entrenador Hedge a bordo con Jason. Y enviamos un equipo a la ciudad a por brea. Otro equipo puede ir a por el bronce y la cal. —
—¿Separarnos? —dijo Percy—. Eso suena realmente mal. —curiosamente volteo a verlo ansioso, a lo cual Draco quiso levantar la ceja porque se dignaba a verlo.
—Iremos rápido —dijo Hazel—. Además, hay una razón por la que las misiones están normalmente limitadas a tres semidioses, ¿verdad? —
Annabeth alzó las cejas, como si estuviera revaluando los méritos de Hazel.
Draco quiso decir que él no contaba en este caso, pero decidió que mejor no decirlo.
—Tienes razón. Por la misma razón por la que necesitamos el Argo II… en el exterior del campamento, 8 semidioses en un mismo lugar atraerían demasiado la atención de los monstruos. El barco está diseñado para ocultarnos y protegernos. Deberíamos bastante seguros a bordo; pero si vamos de excursión, no deberíamos viajar en grupos más grandes que tres personas. No tiene sentido que alertemos a más subalternos de Gea de los que sea necesario. —
Percy seguía sin parecer feliz con ello, pero agarró la mano de Annabeth.
—Tú mientras seas mi compañera, estaré bien. —
Draco quiso vomitar, pero bueno, al menos sus padres ficticios estaban bien, lo cual hizo que todos estos meses parecían que Valia la pena.
Hazel sonrió.
—Oh, eso es fácil. Frank, has estado increíble, al convertirte en un dragón. ¿Podrías hacerlo de nuevo y llevar volando a Annabeth y a Percy hacia la ciudad a por la brea? —
Frank abrió su boca como si quisiera protestar.
Percy también viéndolo a él con caos, Draco se limpio la oreja con falso interés.
—Su…supongo. ¿Pero qué hay de ti? —
—Yo montaré a Arión junto a Sa… con Leo —daba golpecitos en el mango de su espada.—. Conseguiremos el bronce y la cal. Podemos encontrarnos todos aquí cuando se haga oscuro. —
Frank frunció el ceño. Obviamente, no le gustaba la idea de que Leo fuera con Hazel.
Los celos hervían en su interior y preocupación.
Draco solamente suspiro.
Estúpidos vínculos.
—Iré con ellos—habla Draco restándole importancia con la mano, Frank se alivia, pero en su lugar Percy es quien ahora salta enojado.
Maldita sea, tiene un dolor de cabeza que no soporta.
—Vienes con nosotros, no pienso quitarte la vista—buen momento para volver a verlo, Draco quiere quejarse, pero atrapa la mirada de Annabeth que parece ver curiosa a Percy como si comprendiera algo.
Quisiera que se lo explicara.
Pero no lo hizo.
Nadie nunca lo hace.
—Leo —dijo Annabeth—, si conseguimos los suministros, ¿cuánto tardaremos en reparar al barco? —
—Con suerte, un par de horas. —
—De acuerdo —decidió—. Nos encontraremos de nuevo lo antes posible, pero manteneos a salvo. A ver si podemos usar esa suerte. Aunque eso no significa que las tengamos todas de nuestro lado. —
Percy lo vio traicionado, pero Draco solo suspiro, al menos Frank parecía más tranquilo.
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Odiaba cabalgar a Arion.
Especialmente porque su estómago aún estaba sensible.
Delante de ellos había una isla, una línea de arena tan blanca, que podría haber sido una tabla de pura sal. Detrás se alzaba una expansión de dunas de hierba y rocas erosionadas. Arión irrumpió en la playa. Pisó fuertemente sus pezuñas y relinchó, triunfante, como el entrenador Hedge gritando en un campo de batalla. Hazel y Leo desmontaron y Arión piafó la arena.
Draco por otro lado cayo al suelo para sentarse y relajar.
—Necesita comer —explicó Hazel a Leo—. Le gusta el oro, pero… —
—¿Oro? —preguntó Leo.
—Se contentará con la hierba. Vamos, Arión. Gracias por el viaje. Ya te llamaré. —
Y así, el caballo se fue, nada más que una estela de humo por el lago.
—Un caballo rápido —dijo Leo—, y caro de alimentar. —
—No demasiado —dijo Hazel—. Se me da bien el oro. —
Leo alzó las cejas.
—¿Cómo puede dársete bien el oro? Por favor dime que no estás emparentada con el Rey Midas. No me gusta ese tipo. —
Hazel apretó sus labios, como si se arrepintiera de sacar el tema.
Bueno.
Leo tampoco había ganado su aprecio en la primera conversación, así que entiende un poco a Hazel.
—No importa. —
Leo dejo el tema morir, no sin antes ver a Draco que estaba sentado cansado y con ganas de vomitar, se arrodilló y agarró con la mano un puñado de arena blanca.
—Bueno, un problema arreglado, de cualquier manera. Esto es cal. —
Hazel frunció el ceño.
—¿La playa entera? —
—Sí. ¿Ves? Los granos son perfectamente redondos. No es realmente arena. Es carbonato de calcio —Leo sacó una bolsita de plástico de su cinturón de herramientas y cavó su mano en la cal.
Luego el chico pareció un poco pálido.
Joder.
De haber sabido que sería tan difícil mantener al chico con vida, no le prometería a Lavender cuidarlo.
—¿Leo? —preguntó Draco—. ¿Estás bien? —
Respiró entrecortadamente.
—Sí —dijo—. Estoy bien. —
Comenzó a llenar la bolsa. Hazel se arrodilló a su lado y le ayudó, viendo a todos lados confundida.
No está bien.
Pero no hay que sobre exigirlo.
—Deberíamos haber traído un cubo y unas palas. —
La idea le alegró a Leo. Incluso sonrió.
—Podríamos haber hecho un castillo de arena. —
—Un castillo de cal. —
Sus ojos se encontraron por un segundo demasiado largo.
Hazel apartó la mirada.
—Te pareces mucho a… —
—¿Sammy? —supuso Leo.
Hazel casi se cayó de espaldas.
—¿Lo sabes? —
—No tengo ni idea de quién es Sammy. Pero Frank me preguntó si estaba seguro de que ese era mi nombre. —
—¿Y no lo es? —
—¡No! ¡Caray! —
—¿No tienes ningún hermano gemelo…? —se detuvo Hazel—. ¿Tu familia es Nueva Orleans? —
—No. Houston. ¿Por qué? ¿Sammy es un chico al que conocías? —
—Yo… no es nada. Te pareces mucho a él. —
Eso había sido sin duda la charla más incomoda de la cual Draco no había sido parte en un largo rato. Leo le lanza una mirada suplicante y por eso Draco se pone de pie y camina hacía su lado, hace una extraña forma de charla explicando algunas cosas que ambos claramente no le importan.
Habla de Harry.
Si.
Su novio.
Hazel parece curiosa al respecto.
—Es curioso, antes Percy…bueno no importa, está saliendo con Annabeth—dice la chica luciendo un poco pensativa a lo cual Draco no quiere preguntar.
Leo por otro lado se ríe un poco.
—Todos en el campamento dice que ha estado azotado por años—se ríe Leo a lo cual empuja sin piedad.
—Miserables bastardos así me pagan mi ayuda—
La conversación se disfruta un poco más mientras Draco explica que es un hombre lobo, porque Hazel parece curiosa, así terminaron de llenar las bolsas. Leo la metió en su cinturón de herramientas y la bolsa se desvaneció, sin peso, sin volumen, sin ocupar espacio, casi como magia.
Leo lo llamo tecnología.
Se puso de pie y oteó la isla, dunas de color blanco, parterres de hierba, rocas con sal incrustada como si fuera hielo.
—Festus ha dicho que había bronce celestial por aquí cerca, pero no estoy seguro de dónde…—
—Por ahí —Hazel señaló a la playa—. A unos cien metros. —
—¿Cómo has…? —
—Metales preciosos —dijo Hazel—. Es algo de Plutón. —
Draco pensó si Nico funcionaria como detectar de objetos preciosos, pero el chico siempre tenía dinero, tal vez simplemente no lo ocupaba.
—Un talento útil. Tú la llevas, señorita Detector de Metales. —
El sol comenzaba a ponerse. El cielo se convirtió en una extraña mezcla de morado y amarillo. .
Finalmente Hazel se giró hacia el interior de la isla.
—¿Estás segura de que es una buena idea? —preguntó Leo.
Draco quiso dormirse un poco.
—Estamos cerca —le prometió ella—. Vamos. —
Por encima de las dunas, vieron a la mujer.
Bien no podía ser tan difícil.
Solo entrar, tomar el objeto, salir.
¿Verdad?
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Se toparon a una deidad.
Némesis.
No era agradable, especialmente porque Draco sigue sin estar en medio de una profecía. No hubo lucha lo cual podría dar un punto a favor. Curiosamente mientras que Leo y Hazel miraban a personas diferentes, Draco no dudo en ver a Zeus, lo que hizo que al inicio quisiera vomitar y matar a alguien.
Porque ya saben.
Ver a la persona (olimpo) que más odias siempre te hace estar de mal humor.
Las cosas fueron de esta forma:
Estaba sentada en una roca en medio de un campo de hierba cuando la vieron. Una moto negra y metálica estaba aparcada cerca de allí, pero cada una de las ruedas tenía un gran triángulo arrancado de las llantas, por lo que parecían Pac-Mans. No era posible de que aquella moto fuera conducible en aquellas condiciones.
Pero Hazel caminó hacia ella, por lo que no tuvo más opción que seguirla.
Mientras se acercaban, Draco notó algunos detalles molestos. Atado al cinturón de la mujer había un látigo doblado. Su chaqueta de cuero rojo tenía un sutil diseño en él, ramas rotas de un manzano con pájaros esqueléticos. Las ostras que estaba chupando eran en realidad galletas de la fortuna.
Un montón de galletas rotas descansaban por todas partes a su alrededor. Seguía sacando nuevas de su bolsa, abriéndolas, y leyendo la fortuna. La mayor parte las rechazaba. Unas pocas la hacían murmurar, enfadada. Repasaba las letras sobre la tira de papel como si intentara emborronarla, entonces repararía la galleta mágicamente y las dejaba en una cesta cercana.
—¿Qué estás haciendo? —preguntó Leo antes de que pudiera detenerse.
La mujer levantó la cara. Los pulmones de Draco se llenaron tan rápidamente, que creyó que iban a explotar.
Era curioso como con su apariencia tan femenina, parte de su estructura cambiaba cuando veía su rostro para ver a Zeus en ella.
—¿Tía Rosa? —preguntó Leo.
Claramente viendo otra cosa.
Afrodita pensó de inmediato.
A diferencia es que no amaba a Zeus, así que no podía ser, pero entendió el punto de que probablemente otros vieron algo diferente.
Cualquier cosa mejor que Zeus.
Un pensamiento rápido sobre Jason lo hizo sentir culpable.
—¿Eso es lo que ves? —preguntó la mujer—. Interesante. ¿Y tú, Hazel, querida? —
—¿Cómo has…? —Hazel retrocedió, alarmada—. Tú… tú pareces la señorita Leer. Mi profesora de tercero. Te odiaba. —
La mujer se rió socarronamente.
—Excelente. ¿Tienes resentimiento con ella, eh? ¿Te juzgó injustamente? —
—Tú, ella me golpeó los dedos contra el escritorio por portarme mal—dijo Hazel—. Llamó a mi madre una bruja. Me culpó por todo lo que no hice y… No. Ella tiene que estar muerta. ¿Quién eres tú? —
—Oh, Leo lo sabe —dijo la mujer—. ¿Cómo te sientes contra la tía Rosa, mijo?
Leo se vio ofendido de la forma en que le llamaron.
Draco no hizo ningún comentario, pero cuando los ojos de Zeus le vieron con una sonrisa socarrona casi quiso matarle.
—Némesis —dijo Leo de repente—. Eres la diosa de la venganza. —
—¿Ves? —la diosa sonrió a Hazel—. Me reconoce. —
Némesis abrió otra galletita y arrugó la nariz.
—"Tendrás mucha suerte cuando menos te lo esperes" —leyó—. Eso exactamente el tipo de sinsentido que odio. Alguien abre una galletita, y ¡obtienen de repente una profecía que les dice que les hará ricos! Todo es culpa de la tramposa de Tique. ¡Siempre repartiendo buena suerte a la gente que no se lo merece! —
Draco miró al montón de galletitas rotas.
—Eh… ¿no son profecías de verdad? Son galletitas rellenadas en alguna fábrica… —
—¡No intentes excusarla! —le espetó Némesis—. Es Tique, que anima a la gente. No, no. Yo tengo que contrarrestarla. —Némesis pasó el dedo por el papel y las letras se volvieron rojas—. "Morirás dolorosamente cuando más te lo esperes." ¡Ahora! Mucho mejor. —
—¡Eso es terrible! —dijo Hazel—. ¿Si dejas a alguien que lea eso en su galletita de la fortuna, se hará realidad? —
Némesis sonrió sarcásticamente.
El rostro de Zeus que tanto odiaba.
—Mi querida Hazel, ¿nunca has deseado cosas terribles a la señorita Leer por cómo te trató? —
—¡Eso no significa que quisiera que se hicieran verdad! —
—Bah—la diosa selló de nuevo la galletita y se la metió en la cesta—. Para ti, Tique es Fortuna, supongo, al ser romana. Igual que los demás, está de capa caída. En cambio, ¿yo? No estoy afectada. Me llaman Némesis en ambos lados, griego y romano. No cambio, porque la venganza es universal. —
Luego volteo a verle.
—Miren a Draco por ejemplo, ese deseo de venganza, ohhh fue tan asombroso cuando juraste ante Estigia que le harías pagar…no sabemos de quien, pero note cuando un deseo de venganza tan grande se formó—habla Némesis sorprendiendo a Draco.
¿Venganza?
Ah.
Sobre Zeus.
Si lo recuerda.
Sobre hacer a Zeus arrepentirse de sus elecciones, que vería a Draco y notaria que se había equivocado.
Parece que fue hace mucho tiempo.
—¿De qué hablas? —preguntó Leo—. ¿Qué estás haciendo aquí? —
Némesis abrió otra galleta.
—Números de la suerte. ¡Ridículo! ¡Ni siquiera es un pronóstico! —aplastó la galletita bajo sus pies—. En cuando a tu pregunta, Leo Valdez, los dioses están en un estado terrible. Siempre pasa cuando hay una guerra civil entre vosotros, los romanos y los griegos. Los Olímpicos están divididos entre sus dos naturalezas, llamados a ambos lados. Eso les hace ser un tanto esquizofrénicos, me temo. Dolores de cabeza y desorientación… —
—Pero no estamos en guerra —insistió Leo.
—Eh, Leo —Hazel hizo una mueca—. Exceptuando el hecho de que has estado bombardeando recientemente parte de Nueva Roma. —
Leo se la quedó mirando, preguntándose de qué lado estaba.
Draco miro a Némesis con molestia, no fue apropósito, pero sin duda estaban en problemas.
—¡No a propósito! —se queja Leo.
Tampoco sirve mucho quejas ahora.
Más si Octavio está de por medio.
No le agrada en lo más mínimo.
—Lo sé…—dijo Hazel—, pero los romanos no se dan cuenta de ello. Y nos perseguirán en busca de represalias. —
Némesis se rió socarronamente.
—Leo, escucha a la chica. Se acerca la guerra. Gea nos ha llevado a ello, con tu ayuda. ¿Y a que no adivinas a quién culpan los dioses? —
La boca de Leo se abre incrédulo.
—A mí. —
La diosa rió.
Draco maldijo a Lavender por enamorarse de alguien problemático, aunque Lavender podría comentar que Draco eligió a Harry Potter que tampoco es alguien mejor a estas alturas.
Esperaba si alguna vez Theo decidía enamorarse, no elegir a nadie problemático.
—Bueno, no te creas el ombligo del mundo. Tú eres sólo un peón en el tablero, Leo Valdez. Me refería al jugador que ha puesto en marcha esta ridícula búsqueda, juntando a los griegos y a los romanos. Los dioses culpan a Hera, o Juno, cómo queráis. La reina de los cielos ha huido del Olimpo para escapar de la ira de su familia. ¡No esperéis mucha más ayuda de vuestra patrona! —
Draco sonríe ante eso.
Leo y Hazel le da una mala mirada.
¿Qué?
Draco odia a Hera, ya era hora que alguien decidiera darle un castigo.
—Entonces, ¿por qué estás aquí? —preguntó Leo intentando recuperar las riendas de la conversación.
—¿Por qué? ¡Para ofreceros mi ayuda! —Némesis sonrió maliciosamente.
Los tres intercambiaron miradas, claramente ninguno creyendo nada.
—Tu ayuda —dijo Leo.
—¡Por supuesto! —dijo la diosa—. Me encanta hacer caer a los orgullosos y a los poderosos, y no hay nadie que se lo merezca más que Gea y sus gigantes. Aún así, debo advertiros que no sufriré de éxito desmerecido. La buena suerte es una farsa. La rueda de la fortuna es un esquema de Ponzi. El éxito verdadero requiere de sacrificio. —
Obviamente.
Ahora todas las deidades que ha conocido, nadie ha pedido nada gratis.
—¿Sacrificio? —la voz de Hazel era dura—. He perdido a mi madre. He muerto y he vuelto a la vida. Ahora mi hermano está desaparecido. ¿No es suficiente sacrificio para ti? —
Draco podía hacer una lista de sacrifico hasta ahora.
Bianca y Luke en el inicio de la lista.
—Ahora mismo —dijo Leo, intentando controlar su enfado—, todo lo que quiero es bronce celestial. —
—Oh, eso es simple —dijo Némesis—. Está pasada esa duna. Lo encontrarás junto a los corazoncitos. —
—Espera —dijo Hazel—. ¿Qué corazoncitos? —
Némesis se introdujo una galleta en la boca y se la tragó, con el papel y todo.
—Ya veréis. Quizá os enseñen una lección, Hazel Levesque. La mayor parte de los héroes no pueden escapar a su naturaleza, aunque les hayan dado una segunda oportunidad—sonrió—. Y en cuanto a tu hermano Nico, no tienes demasiado tiempo. Veamos… ¿Hoy es 25 de junio? Sí, además de hoy, seis días más. Entonces morirá, junto con toda la ciudad de Roma. —
Vaya ante eso Draco salto.
¿Qué acaba de decir?
Los ojos de Hazel se abrieron de par en par.
—¿Cómo…? ¿Qué…? —
—Y en cuanto a ti, hijo del fuego —se giró a Leo—. Tu peor adversidad está por venir. Siempre serás un extraño, la séptima rueda. No encontrarás un lugar entre tus hermanos. Muy pronto, te enfrentarás a un problema que no podrás resolver, a pesar de que te podría ayudar… por un módico precio. —
Draco quiso negarse, pero se detuvo viendo a Leo confuso.
¿Séptima rueda?
Leo parecía incrédulo también.
—Me gusta resolver mis propios problemas. —
—Muy bien —Némesis se limpió las migajas de las galletas de su chaqueta.
—Pero… ¿de qué tipo de precio estaríamos hablando? —
La diosa se encogió de hombros.
Draco siempre era del pensamiento que hacer un trato con una deidad era una muy mala idea.
—Uno de mis hijos cambió un ojo por la habilidad de marcar la diferencia en el mundo. —
—¿Quieres… un ojo? —
—¿Podría ser de Octavian? —salta Draco esperanzado, pero es ignorado, idiotas.
—En tu caso, quizá sea mejor otro tipo de sacrificio. Pero algo igual de doloroso. Aquí. —le pasó una galleta de la fortuna sin romper—. Si necesitas una respuesta, rompe esto. Resolverá tu problema. —
La mano de Leo le temblaba mientras cogía la galleta.
—¿Qué problema? —
—Lo sabrás a su debido momento. —
—No, gracias —dijo Leo, firmemente.
Pero su mano, parecía tener vida propia, porque metió la galleta en su cinturón de herramientas.
Némesis cogió otra galleta de su bolsa y la abrió.
—"Tendrás que reconsiderar tus elecciones próximamente". Oh, me gusta esta. No hacen falta que cambie nada. —
Volvió a sellar la galleta y la lanzó a la cesta.
—Muy pocos dioses os podrán ayudar en esta búsqueda. La mayoría están incapacitados, y su confusión sólo irá a peor. Una cosa podrá traer unidad al Olimpo de nuevo, un viejo error finalmente vengado. Ah, de hecho, eso sería maravilloso, ¡las balanzas finalmente equilibradas! Pero eso no sucederá a no ser que aceptes mi ayuda. —
—Supongo que no nos dirás de qué estás hablando —murmuró Hazel—. O por qué mi hermano Nico tiene seis días de vida. O porqué Roma va a ser destruida. —
Némesis se rió. Se levantó y se colgó la bolsa de galletitas sobre el hombro.
—Oh, está todo encadenado, Hazel Levesque. Y en cuanto a mi oferta, Leo Valdez, piénsatelo. Eres un buen chico y trabajado. Podríamos hacer negocios. Pero os he entretenido demasiado. Deberías ir a ver el estanque reflectante antes de que se vaya la luz. Mi pobre chico maldito se vuelve… nervioso cuando se hace de noche. —
Draco quería volver al tema de Nico.
Pero Némesis encendió el motor y desapareció en una humareda oscura.
Hazel se agachó. Todas las galletitas y los papeles habían desaparecido excepto por una tira de papel. La cogió y la leyó.
—"Te verás a ti misma reflejada, y tendrás razones para estar desesperada". —
—Fantástico —dijo Leo—. Vamos a ver qué significa. —
Draco solamente tomo una galleta de la fortuna también en sus pies, pero al abrirla solamente decía algo que no entendió.
"Solo falta una pieza"
No sabe que podría significar eso.
.
.
Leo, Hazel y Draco se encontraron con Eco.
Como ya saben.
El Eco, que solo repite lo que dicen otros.
Y Narciso.
Draco le dio asco, pero aparentemente asesinarlo estaba mal, porque ya había muerto.
Pero fue divertido el truco que hizo Leo para obtener lo que ocupaban, para luego como siempre, salir corriendo como psicópatas.
Un clásico.
.
.
—¡Llama a Arión! —tosió Leo corriendo.
—¡Ya lo he hecho! —dijo Hazel.
Draco ni siquiera veía atrás, pero iba detrás de Leo y Hazel para cuidarlos si alguien se acercaba.
Corrieron hasta la playa. Llegaron al borde del agua y podían ver el Argo II, pero no había forma de llegar hasta allí. Estaba demasiado lejos para nadar, incluso si no cargaran con el bronce.
Draco vio sobre su hombro.
La multitud se acercaba por encima de las dunas, Narciso en cabeza, sujetando su arco como el sable de un general dirigiendo el ejército. Las ninfas habían conjurado otro tipo de armas. Algunas agarraban rocas. Otras tenían varas de madera pobladas de flores. Y unas ninfas acuáticas tenían pistolas de agua, algo que no era demasiado aterrador, pero aun así la mirada de sus ojos era cruel.
En su defensa la idea estuvo buena.
Pero no pueden matarlas.
Matar está mal.
¿Quién se puso a decidir que estaba bien y mal?
—Oh, colega —murmuró Leo, haciendo fuego con su mano libre—. La lucha cuerpo a cuerpo no es mi fuerte.—
—Agarra el bronce celestial —Hazel alzó su espada.
Draco dudo, estaban pasando cerca de una montaña, si hizo lo que pensaba hacer tal vez podrían evitarle el pelear y matar a otros.
Eco estaba con Leo y Hazel también.
Era una ninfa buena.
Draco salta hacía la pared cuando están cerca y usando un bombarda con sus manos, esta simplemente, explota. Leo y Hazel están lejos con Eco, pero ambos gritan y Draco por suerte tiene la maldición de Aquiles para poder escabullirse entre los escombros que caen saliendo relativamente no herido cuando la pared se derrumba detrás de él.
Respira agitado cuando sale y viendo hacía atrás los escombros, antes de apresurarse con sus amigos.
—Eso fue enfermo amigo—dice Leo emocionado, mientras Hazel admira un poco nerviosa el destrozo.
No han hablado.
Pero Draco aun recuerda sus ojos llenos de miedo cuando estuvo contra el titan.
Traga saliva nervioso.
—No fue nada—dice incomodo, pero Leo sigue alabándolo un rato antes que deban despedirse de Eco quien a pesar de todo.
Decide quedarse.
Suben sobre Arión que acaba de llegar y aunque Leo parece desanimado por Eco, Draco ha aprendido que cuando alguien decide algo es mejor no hacerlo cambiar de opinión. La ninfa parece segura de ayudar a Narciso y Draco no es quien para impedirlo.
—Eres un buen chico Leo—dice Draco intentando animarlo, a lo que este sonríe.
Draco piensa que ve un destello naranja por ahí, pero cuando voltea a ver no hay nadie.
Bueno.
No importa.
Es hora de seguir la aventura.
Ahora que el barco estaba listo, tenían que ir por Nico.
Continuara…
Bueno la marca de Atenea va moviéndose, me pregunto que pasara cuando lleguemos al final de este libro.
Los que saben, saben que se vienen tiempos oscuros.
