Hace unos años, en un reencuentro con Terry, Candy había estado soñando cómo sería cuando lo viera, esperaba muchas cosas y no sucedió así. Esta vez, era diferente, los dos ya no eran más que viejos conocidos, pero ambos sintieron como sus corazones resonaron al encontrarse de nuevo.
Candy hizo una mueca de disgusto, no le gustaba para nada que Terry estuviera triste, lo notaba, pero no podía decir nada. Quería abrazarlo, pero no podía hacerlo. ¿Por qué sufría tanto?
Me prometiste que serías feliz, Terry, has roto la promesa. Pensó Candy muy triste.
— Terry… — se quejó ella, luego le regaló una sonrisa. — ¿Cómo estás, Terry?
Esa sonrisa, esa hermosa sonrisa… Terry no paraba de mirarla, ¿cómo era posible que siguiera de pie frente a ella? Juraba que no sentía las piernas. Y su sonrisa, esa que lo hacía sentir mucho mejor con sólo verla.
— Estoy bien, pecosa. — Contestó él sonriendo — De hecho, más que bien.
— ¿Enserio? — Candy se mostró alegre, como si de una niña se tratase. — Quiero saber…
— Soy feliz, si es lo que quieres saber.
No se esperaba esa respuesta, pero como siempre Terry había sido un hombre que no mostraba sus sentimientos tan fácilmente, le creyó, sólo para no discutir, pues de todos modos lo dijo con tal seguridad que pudo ser cierto… en algunas partes.
Al igual que Terry, Candy estaba muy feliz, lo tenía muy cerca, no era un sueño, el hombre del cuál siempre había estado enamorada estaba de nuevo frente a ella, no podía pedir más a Dios. Por años, había rogado a Dios que se volvieran a encontrar, al menos una vez más. Estaba que brincaba de contenta… sólo había un inconveniente, no podían estar juntos.
— Candy… ¿cómo estás? — Preguntó el joven queriendo saber más allá de eso. — Quiero decir… qué ha pasado contigo, hace tanto que no sé de ti.
Terry parecía más apenado que interesado, pues sentía como una falta de respeto hacía ella.
— Yo me encuentro bien, Terry.
— Supongo, ese esposo tuyo ha de conocerte muy bien…
— ¡¿ESPOSO?! ¿Acaso eres tonto? Terry, no estoy casada. — Contestó una Candy más que sorprendida.
Esa era una pregunta que a Terry le inquietaba, pero al menos obtuvo una respuesta mucho más que esperada. Desde que la había visto con él, sintió que debía salir corriendo, regresar y golpear al "esposo" de candy. No era la mejor idea que había tenido, además ni derecho tenía de hacerlo.
Todo se volvió tranquilo entonces. Pero, qué debía decir Terry entonces, él estaba con Susana, no tenía ni siquiera un derecho de preguntar a Candy esas cosas, nunca le había pertenecido, y menos ahora.
— Eso me sorprende. La última vez que leí un periódico decía que te habías comprometido, Candy. Como no quise saber nada más de ti, por orgullo y enojo, supuse que al final sí te habías casado. Al verte con ese tal Edward, lo confirmé —. Explicó el joven.
— Supusiste mal. Yo jamás he estado comprometida. — Contestó ella indignada. — No era mi problema que no quisieras saber más de esta pecosa.
Candy cruzó los brazos. Pensaba que de dónde habría sacado esa nota aquella noticia, no lo recordaba, además, Candy también había dejado de leer los periódicos, casi por la misma razón que Terry. En ese caso ella tampoco se dio cuenta de aquella nota, pero trataba de recordar porqué… y con quien había estado comprometida; hasta que recordó a su admirador más tonto: Neal.
Cuando pudo recordar quién era el susodicho prometido, ella se echó a reír.
— ¿Qué es tan gracioso, pecosa? — Preguntó él.
— Verás, Terry, estaba tratando de recordar quien fue " mi prometido" según tu nota. ¿Recuerdas al tonto de Neal? — Candy esperó respuesta.
— Mmmm… ¿ese niño consentido? Dime que es una broma.
— No lo fue. Al principio no me resultó gracioso, ya que me engañaron los hermanos Legan… y no sólo ellos, mi tía abuela y la madre de esos dos. — Informó la rubia hablando como si fuera lo más normal del mundo.
Terry hizo una mueca. No sabía que decir, era demasiado. No podía ser posible que Candy hubiera sentido lo mismo que lo que él estaba sintiendo en ese momento, era horrible lo que le habían hecho, pero ¿por qué? Seguían siendo muy crueles con ella, a pesar de todo… a pesar de que según él, él sólo sería una carga para ella.
Candy, perdoname… Pensaba Terry.
— ¿Qué tienes? — Candy sacó a Terry de sus pensamientos.
— Albert está contigo, ¿cierto? — De nuevo quiso saber.
— Sí. Él me ha salvado desde entonces.
El sonido de la campanilla que estaba pegada a la puerta de la heladería, los sacó de su platica. No se habían dado cuenta de la hora qué era, y tampoco de que había transcurrido tiempo. Letty salió disparada para con Terry, se puso a su costado, y jalando le decía:
— Tenemos que irnos, es demasiado tarde.
Terry miró con desesperanza a su amada, pero Letty tenía razón, era hora de los ensayos, y Robbert no se lo perdonaría, Candy entendió y sólo le dijo adiós con la mano, Terry no hizo nada, se fue a un lado de Letty. Mientras se alejaban, Edward ya estaba a un lado de la pecosa, sonriente, lo cual extra a la joven.
— Edward, lo lamento mucho. De nuevo nada salió como esperábamos. — Dijo Candy muy decepcionada.
— No es nada, Candy. Estoy feliz de que estés feliz. Te tengo una sorpresa, — comenzó a decir — pero será hasta mañana.
Candy sonrió.
— Entiendo. Mañana será. — Dijo ella.
Edward y Candy empezaron a caminar, las calles se comenzaban a llenar de gente de nuevo, como era costumbre en el centro de Florida, pues era la hora en la que las parejas salían, y los padres de familia salían de su trabajo.
Para Candy era muy raro que eso pasara, en Chicago las personas eran un poco más asustadizas, y más con el asunto de la guerra que apenas estaba comenzando. Era como un sueño estar en Florida, como si nada malo ocurriese fuera de.
Candy estaba feliz. Terry estaba cerca de ella, pero no podía dejar de pensar, que él tenía una nueva responsabilidad: Susana.
Hola buenas noches, espero se encuentren muy bien. He aquí la segunda parte de este capítulo, este es el final del capítulo 10. Es un poco corto, pero apenas comienza esta historia. Candy y Terry están muy felices ahora y no saben lo que les espera... una serie de eventos jaja.
Espero disfruten de su lectura.
Les mando muchos besos a cada una de mis lectoras.
Muchas gracias por leerme.
