Hola, a todas, les tengo un nuevo capitulo. Disfrutenlo :3
Saludos a:
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Capítulo 13: Amor eterno
Terry estaba afuera de la mansión de Albert, esa nueva que había comprado para sus vacaciones próximas en Florida. Tragó saliva desde el porche, y nunca se sintió tan nervioso en su vida. ¿Pero que pasaba con él? Se dio ánimos y tocó la puerta.
Por otro lado, Candy, leía poesía, de un viejo libro que se había encontrado en la biblioteca de la casa, ya que pensó que sería una buena idea distraerse leyendo; también había agregado varios libros de medicina a su lista de lectura, pero eso sería después, por el momento se sentía en paz leyendo la hermosa poesía.
Podrá nublarse el sol eternamente;
Podrá secarse en un instante el mar;
Podrá romperse el eje de la tierra
Como un débil cristal.
¡todo sucederá! Podrá la muerte
Cubrirme con su fúnebre crespón;
Pero jamás en mí podrá apagarse
La llama de tu amor.
La joven, pasaba sus finos dedos por la hoja del libro, como si estuviera tratando de sentir aquellas palabras, y después echó un largo suspiro.
— ¡Pero sigues siendo un tonto, Terry! —. Explotó — ¿Cómo es posible que vuelvas a aparecer con esa… cara tuya?
En cuanto había dicho la última palabra, cerró el libro bruscamente, pues se había vuelto a enojar sin sentido, luchaba contra ella misma, y eso era peligroso.
Se daba vueltas por todo el cuarto, cuando escuchó, un golpe en la puerta de la recepción. Sabía que nadie había para atender, George se había ido con Albert, y la tía abuela y Neal estaban cada quien en sus respectivas habitaciones, y era obvio que no abrirían la puerta. Así que echó un suspiro largo de nuevo lleno de fastidio y se encaminó escaleras abajo.
Se preguntaba quién podía ser a esa hora. Así que temerosa, abrió la puerta.
Las luces de la sala de entrada, estaban todas apagadas, no había ni una luz que permitirán ver a Candy por la parte de adentro, pero el porche, en donde se encontraba Terry, estaba iluminado, por la misma luna. Es por eso que él trató de enfocar su mirada, para asegurarse de si era ella, ya que no se acercó mucho a la parte de la luz; en cuanto a ella, dio un paso más atrás al reconocerlo.
— ¿A caso eres tonto? — preguntó indignada.
Terry confirmó que se trataba de ella, y sonrió de alivio.
— Espero que sí. — Confesó él sonriendo.
Candy no sabía que hacer, estaba atónita. Todo el tiempo había rogado que él apareciera de nuevo, pero jamás pensó en qué haría si eso realmente le estuviera pasando.
— ¿Quién te dijo dónde estaba? … Espera, no me respondas, ya sé quien. — Candy se quedó pensando pero no le tomó importancia, estaba echa un manojo de nervios.
— Lo importante es que estoy aquí —. Dijo Terry — Había muchas cosas que no te dije la vez que nos encontramos, Candy.
— No lo digas…
Antes de que pudiera terminar, Candy escuchó, como su tía abuela la llamaba desde arriba, así que sus nervios colapsaron. De inmediato pensó en Terry, qué iba a pasar cuando ella lo viera ahí parado, así que no lo dudó y lo introdujo dentro de la casa con un movimiento rápido.
Estaba un poco desesperada, pues sabía que si no le contestaba iba a bajar la vieja, pero miró la biblioteca, era el cuarto más cercano que tenían, así que se metieron ahí. Candy, para no hacer más ruido, indicó a Terry que se quedara fuera. Había un ventanal con vista hacía el jardín donde había un pequeño banquillo, era ahí donde se quedaría él, y la joven regresaría.
Candy no cerró ninguna puerta para no hacer tanto ruido y que su tía no sospechara nada, pero luego pensó, que fue una tontería meterlo dentro de la casa, sólo que ya era demasiado tarde, pues la tía abuela la encontró justo cuando cerró la puerta de la biblioteca.
— ¿Se puede saber qué haces despierta? — Exigió saber la vieja.
— No podía dormir —. Mintió y agachaba la cabeza.
La tía abuela sólo soltó un gruñido y echó una mirada hacia la puerta de entrada, lo cual le pareció sumamente extraño que siguiera abierta. Ella no había escuchado que alguien estaba tocando.
— ¡Cierra esa puerta con llave! — Ordenó de mala gana para después marcharse a paso lento.
Candy resopló de alivió, así que hizo lo que le ordenó y también se fue a su habitación, lo hizo así para que la tía abuela pensara que iba directo a su habitación. Al darse cuenta de que ya no sospechaba nada, sonrió, y entró a su habitación con rapidez.
Luego recordó que era mejor que Terry subiera a la habitación; se asomó por el balcón y gritó su nombre.
— ¿Qué haces ahí? — Preguntó él desde abajo, ya que se encontraba en el jardín ahora.
— No puedo bajar, debes subir ahora —. Le dijo Candy mientras soltaba una carcajada.
Eso era una mala noticia para Terry, era bueno trepando, era ágil, pro hacía años que no lo hacía, Candy estaba jugando con él, pero como tenía nervios de acero, intentó trepar, lo cual a la joven le pareció un poco extremo, jamás creyó que lo haría, así que comenzó a sentirse nerviosa de nuevo. Sólo lo esperaba y cuando él ya estaba ahí, su corazón se aceleró.
¿Qué debía hacer? Era la segunda ocasión que se encontraban frente a frente, y sin poder abrazarse, era tan doloroso, tanto Candy como Terry, temían no poder separarse una vez que se abrazaran.
— Candy, ha pasado el tiempo —, comenzó a decir — sólo sé que tengo una razón por la cual estoy aquí.
— ¿Cuál es? — quiso saber la chica.
Terry lo pensó, tendría que decirle que aún la amaba muchísimo o simplemente mentiría de nuevo para no causar un alboroto. Así que tomó fuerzas.
— Candy, yo… estoy feliz de verte de nuevo. — Fue lo primero que se le ocurrió y después soltó un suspiro.
La chica se río.
— ¿Por qué luces tan nervioso, Terry Grandchester? — Preguntó con diversión — El joven inglés arrogante que yo conocí no era así.
Candy estaba jugando con él, y eso para que no se notaran los nervios de ella. Pero estaba que brincaba de contenta.
— ¡Vamos, Candy! Hace años que no te veo. — Contestó él a su defensa.
— Lo sé, también estoy feliz de verte. — Confesó ella, y sin esperarlo, se sonrojó un poco, así que pudo esconder su rostro antes de que él la viera.
Terry se recargó en la barda del balcón, y Candy lo siguió, era como si ambos se hubieran rendido de su juego.
— Hace mucho que deseaba verte, pero no podía, mi orgullo me lo impedía. Ahora que estas aquí, no hay manera de ocultarlo, ni siquiera puedo apartarte de mí — Confesó Candy rendida.
— Yo también ansiaba verte. Todos los días. — Igualmente el se confesó.
— ¿Por qué ahora, Terry? ¿Por qué tenías que aparecer de nuevo? — Se quejó Candy como si de algo malo se tratara.
— Nunca fue nuestra decisión, Candy, ni siquiera yo lo sabía. — dijo él. — Y también temo decirte que rompí mi promesa hace muchos años.
Candy recordó aquella promesa que se hicieron la noche en que terminaron todo. Que ambos serían felices, pero los dos, ya habían roto eso.
— No te sientas culpable, entiendo, porque yo también rompí esa promesa, Terry. — Candy suspiró de tristeza.
Los dos se dirigieron la mirada, pero dejaron de hacerlo tan rápido como pudieron, ni siquiera pudieron sostenerse las miradas, estar ahí era malo.
— Esto es malo, Terry. — Comenzó a decir — Nunca debiste venir.
Candy comenzó a caminar para dentro de la habitación, pero Terry la tomó del brazo.
— No lo es, no es malo, es malo si tú lo crees. — Trató de calmarla con su dulce tono de voz.
— ¿Qué? — Candy se soltó con un movimiento brusco.
Después lo volteó a ver con su mirada fría, llena de rabia.
El joven, no sabía qué había dicho mal, pero se comenzó a preocupar, así que la siguió, pero Candy ya había cerrado la ventana del balcón, sólo que no se había movido ni un centímetro más.
— Ya, ¡vete! — Ordenó Candy antes de romper en llanto.
— Candy, no quería ofenderte. — Rogó Terry pegado a la ventana.
— No lo hiciste, pero no es justo, Terrius, sólo piensa en Susana, no pienses en mí. — Contestó ella, y su voz se comenzó a quebrar.
Terry había sentido como su corazón se rompía al escuchar a su amada decir el nombre de una persona en particular, una persona que ni siquiera quería recordar, que no era nada de él, más que un estorbo.
— Sólo déjame despedirme de ti. — Dijo Terry.
— ¿Ya te vas? — Quiso saber la mujer.
— Yo no, tú sí. — Contestó.
Candy abrió los ojos como platos, ¿qué estaba diciendo? Después recordó que él y Albert eran buenos amigos, pudieron haber hablado de ese asunto por horas.
— Puedes hacerlo, Terry. — Candy se sentó abrazando sus rodillas, pero seguía sin abrir la ventana.
— No lo puedo hacer si la ventana sigue cerrada.
— No abriré nada, sólo vete. No importa, el tiempo volverá a pasar y tú y yo jamás nos volveremos a encontrar — Decía ella con enojo. Quería también convencerse de sus palabras, pero le dolían. Todo era una vil mentira.
Terry seguía de pie, poniendo su frente contra el espejo de la ventana, sólo se reflejaba la bella silueta de Candy, que yacía sentada en el piso. Él echó un enorme suspiro, y sabiendo que Candy también sufría, se rindió.
— Perdóname, por venir sin avisar, por herir tus sentimientos. — Dijo él.
— No te sientas culpable, sólo ya vete. Si en algún momento nos volvemos a encontrar, que sea uno donde tú estés feliz con lo que tienes y yo también — Le deseó Candy a su amado, tratando de sonar fuerte, pues volvió a sentir como su corazón latía y que las lagrimas la iban a traicionar.
— Si eso es lo que quieres — Dijo Terry — Espero que seas feliz a un lado de ese niño consentido.
Candy alzó su mirada, ¿era verdad lo que acaba de escuchar?. Se paró de inmediato para abrir la ventana, pero ya era tarde, Terry se había ido, y ella sólo lo miró como corría hacía quien sabe donde, no podía seguirlo, pero al menos había conseguido que se fuera. Su corazón se hacía pedazos, pero ella y Terry ya no podían estar juntos. Soltó el llanto y se repetía una y mil veces: Lo siento, Terry, así es como debe ser.
— No podemos jugar contra el destino, lo siento, Terry. — Soltó al viento y se puso a llorar apoyando sus manos en la barda del balcón.
