Hola queridas, he vuelto con un nuevo capítulo más.

Espero disfruten de este capitulo lleno de esperanza.

Sean pacientes, es lo que más deseo para todas, ya que saben

que Candy necesita reparar su corazón.

Saludos a:

Danley, Blanca G, Phambe, Pattygranchester, Dilicia, Alondra, Serenity Usagi, C. C. Suu, dijamagoyahoo.e, gladis s, Clint Andrew, Leogran, Vane W G, Stormaw, mako beauty, velasquezpatricia936, Rebeca, MxlxnyCh28, Kira anima, Gillmabel05, lina, Maritza, Julissa, Eli.


Capitulo 14: Voy a luchar por ti


Después de la hermosa fiesta a la que habían asistido todos menos Candy, en el comedor Albert les hablaba de que esa misma tarde partirían de nuevo hacia Chicago, para posteriormente él y Candy regresar a Lakewood. No todos estaban contentos, a Edward, quien estaba ahí como invitado junto con Patty, les pareció una muy amarga noticia. Pero Albert tenía un As bajo la manga, y es que ya sabía que en cualquier momento Patty se iba a sentir sumamente triste por despedirse de sus amigas, así que antes fue a visitar a su padre, cuya persona ya se había hecho muy amiga de él. Así que, el ser O'Brien, ya estaba tomándole confianza al joven William, así que, por petición Albert, Patty iría a pasar las fiestas a Lakewood.

Candy y Annie estaban felices, el primer año que pasarían navidad juntas y lo mejor de todo es que no sólo sería la fiesta de navidad, había muchas cosas que celebrar.

Edward estaba un poco confundido por la situación que había pasado la noche anterior, por un lado estaba Eliza que todo el rato estuvo alardeando sobre sus ex amoríos, hablando mal de Candy y de quien se le cruzara enfrente; y por otro lado, estaba Letty, quien lo confundió a un más. En un momento ella no se le quitaba de encima, es por eso que Eliza comenzó a reclamarle, hasta que armaron un papel en el cual el joven tuvo que intervenir.

Por esa razón no puso ni un poco de atención a lo que decía Albert. Sólo pasaba su vista de vez en cuando hacia Eliza, y ella seguía sonriéndole.

La hora del desayuno, pasó muy lenta para Edward, Eliza siempre trató de coquetearle, pero no podía sacarse a Letty de la cabeza, por un momento recordó que lo había hecho reír, así, cuando salió del comedor, esbozó una enorme sonrisa y Candy quién pasaba por su lado, se le ocurrió preguntar:

— ¿Quién es motivo de esa sonrisa?

— Nadie, nadie que no seas tú —. Le contestó el joven sonriéndole.

— No parece — Dijo Candy divertida — Pero me alegra que estés feliz.

— Siempre lo soy cuando estás conmigo, Candy. Me alegra que volverás a Chicago y Patty irá con ustedes, pero no dejo de pensar en que esto puede ser una despedida muy larga —. Comentó Edward cambiando el tema.

— No lo será si decides ir con nosotros, Ed — Dijo Candy sonrió.

— ¿Eso es es una sugerencia? — Preguntó el joven animado — Si es así, entonces no debo estar triste.

— No, no hay razón. Albert no te lo dijo, pero creo que le agradas, además no hay inconveniente con eso —. le dijo Candy feliz. Además había esbozado una enorme sonrisa.

Habían pasado varios días juntos, estando en Florida, Edward se había encargado de que Candy se olvidara de sus problemas al menos por un rato. Lo admitía, era encantador, sólo había un pequeño detalle, aún no le terminaba de gustar, sólo lo veía como un buen amigo.

Durante toda la tarde, las chicas se estaban despidiendo de la casa nueva de Florida, alegando que volverían pronto. Eliza sólo rodaba los ojos porque a su parecer se veían ridículas haciendo eso.

Ya estando en la estación, George llegó con la noticia de que Patty y Edward los alcanzarían dos días más tarde, esto porque la madre de Patty estaba por celebrar su cumpleaños. Albert no dijo más y tuvieron que partir entonces.

Candy, se sentó a un lado de la ventana, el viaje era largo y eso siempre le hacía aburrirse, además no dejaba de pensar en Terry, según ella, los años que pasó alejada de él, le habían servido para olvidarse por completo de todo lo que sentía; se iba a olvidar de su cara, de sus ojos, de su increíble aroma, de su cuerpo, de todo él. Pero era curioso, de repente había aparecido de nuevo, de la nada, en un lugar en donde se supone que no debían encontrarse, y todo lo que sentía por ese joven en la escuela, regresó. Ese amor tan puro que sentía cuando lo veía.

Pero era injusto, no podían estar juntos y ambos lo habían decidido así, ¿por qué Terry había insistido en hablar con ella? ¿Qué hubiera pasado si Candy lo hubiera dejado entrar a la habitación? Candy maldecía una vez más el nombre de su amado por amarlo tanto. Era tan contradictorio.

No debiste aparecer de nuevo, Terry Grandchester. Pensaba Candy desde sus adentros queriendo explotar.

Estaba demasiado triste, así que no aguanto más, se levantó de su asiento y fue a tomar aire libre. Todos los que estaban con ella se dieron cuenta de su expresión, hacía mucho tiempo que Candy no tenía esa media sonrisa en su cara, se notaba triste y eso no le gustaba para nada a sus amigos.

Annie fue la primera en reaccionar, pero Albert la detuvo, supuso que era mejor que él fuera a ver la.

— ¿Qué sucede, Candy? — Preguntó Albert cerrando la compuerta del tren.

— Albert —. Candy se lanzó hacia él, lo abrazó y comenzó a llorar.

— Candy, qué pasa, no me dices qué está pasando, creí que este viaje te ayudaría a salir de tu rutina, pero creo que lo empeoré —. Dijo Albert abrazando a Candy.

— No es eso Albert, te estoy muy agradecida con eso, sé que lo hiciste por mí, por todos. Pero, anoche, Terry apareció, fue a la mansión — Comenzó a decir ella entre sollozos.

Albert abrió los ojos como platos, trataba de recordar en qué momento pasó, hasta que dio en la hora de la fiesta, después del estreno.

— ¿Tiene algo de malo? ¿Él te hizo llorar? — Quizá saber él.

— No, no lo hizo. De hecho no hizo nada malo, sólo se apareció, ese fue su error. Nunca creí volver a verlo, nunca creí que...

— Candy, dime, ¿qué es lo que sientes? — Interrumpió Albert a Candy, ahora la tomó por los hombros mirándola directamente a los ojos para brindarle más seguridad.

Candy se había quedado muda, veía los ojos de Albert, siempre que hacía eso podía ver la enorme bondad que le transmitía, y fue en ese momento en el que Candy no podía seguir mintiendo, habían sido tres años de mentir y fingir que nada pasaba con ella, que nada malo estaba ocurriendo.

— ¡Oh, Albert! — Candy comenzó a llorar aún más fuerte.

Albert la abrazó de nuevo como forma de consolación.

— Si no quieres decir nada, no te obligaré —. Dijo él.

— Tengo que hacerlo algún día, Albert —. Comenzó Candy — Hacía tiempo que debí hacerlo, haber dicho lo que realmente sentía, pero me oculté en el trabajo, lo hice para no tener tiempo de llorar. Y ahora recuerdo, porque no quería vacaciones.

— Eso es malo.

— No lo sé, sólo lo hice por mí, por egoísta. No sabiendo que aún le hacia daño a todos, preocupándose por mí mientras yo decía que estaba bien, y no lo estaba. — Confesó.

— Candy, a veces tenemos que ser un poco egoístas, ¿no te parece? Pero no lo eres, no eres egoísta, todo el tiempo das más de ti de lo que debes, eres muy buena y no soy la única persona que lo cree. Incluso la tía abuela lo cree, ella cree que eres hermosa y que puedes dar mucho más, sólo que no quiere reconocerlo directamente por temor. — Dijo Albert dandole ánimos. — No estoy mintiendo Candy, pero dime, ¿por qué estás triste? ¿Aún lo amas verdad?

— Sí. — Confesó Candy entre lagrimas. Aun estaba abrazada a Albert dejando caer las últimas lagrimas.

— Entonces, eso es lo que te tiene muy mal. Supongo que tienes un leve resentimiento.

— Leve es poco. No puedo creer que Terry esté tan cerca de mí y lo peor de todo es que odio esto, odio sentir algo por él y que... no podemos estar juntos. — Candy acaba chispas por los ojos, pero por dentro estaba que se emocionaba por haber sacado todo.

Albert y Candy se dejaron de abrazar y se miraron a los ojos.

— ¿Estás bien ahora? — Preguntó Albert regalándole una sonrisa a Candy.

— No lo sé, Albert, ni siquiera pude despedirme de él, pero estoy segura de que si lo hacía, él no me iba a dejar venir ni yo poder dejarlo ir. — Dijo Candy mirando hacía el campo de arboles de naranjas. — Supongo que así es el destino.

— ¿Sabes qué creo, Candy? — Albert no esperó respuesta. — Supongo que puede ser cierto, el destino puede jugarles partidos muy difíciles, pero al final siempre se llega lo esperado.

Candy sonrió.

— ¿Crees que podemos estar juntos a pesar de las circunstancias? — Preguntó ella aún mirando el valle.

— Si es lo que tú quieres sí, si es lo que él quiere sí — Dijo Albert sonriendo.

— ¿Lo aceptarías si fuera así? — Volvió a preguntar curiosa, cuando su corazón latía a mil por hora por todas las ideas que tenía en su cabeza.

— Yo acepto todo, siempre y cuando seas feliz, Candy. — Concluyó Albert.

y Antes de dejarla sola, le plantó un beso en la frente y se despidió de ella para dejarla un momento.

Voy a luchar por ti, Terry. Voy a luchar por nuestro amor.


Continuará...