Capítulo 21: Navidad
Candy se llevó una de las más grandes sorpresas que jamás haya esperado, pero aseguró que prefirió esa en lugar de las que le daba la tía abuela; luego de ver a su vieja amiga Karen Klaiss, parada en la entrada de la mansión de Lakewood, se llevó las manos a la boca para sostener una risita que tenía resistiendo ahí para no parecer grosera, pero le parecía tan cómica la escena al ver la cara de Albert; él también lucía sorprendido, muchísimo más que Candy, pero se había puesto pálido como un fantasma.
–Karen, ¿qué haces aquí? – Preguntó él más que sorprendido.
—Ay, Albert, no luces muy feliz de verme. Eso no importa, lo importante es que estoy aquí — Contestó ella dejando sus cosas a un lado.
Detrás de ella, venía una cargada y estresada Letty, pues Karen, además de las cosas que había puesto ahí, tenía a Letty como su botones de Hotel, llena de más cosas aparte de las de ella misma y como la joven e inexperta actriz era muy buena con su colega Karen, no podía decirle que no a sus abusos.
—¡Oh por Dios! Déjame ayudarte — Dijo Candy quien estaba detrás de Albert.
—Descuida, estoy bien, ahora.
Ambas rieron, luego Candy tomó una de las maletas que traía consigo Letty.
George llamó a algunos sirvientes para que dejaran las cosas en alguna habitación que estuviera disponible, ya que, esa noche la casa estaba llena, por suerte, era grande así que había una que otra habitación vacía al menos para las dos jóvenes.
—Yo estoy igual de sorprendida que estén aquí—Pronunció Candy después de su largo silencio.
—Lo sé, es una sorpresa y quizá grosería por no avisar antes que íbamos a llegar. —Dijo Letty.
—Para nada, son bienvenidas, pueden estar aquí el tiempo que quieran. —Dijo Albert como siempre como un caballero.
—Lo siento, si no avisamos antes, pero en realidad sí era una sorpresa, esperaba con ansias verte de nuevo. —Dijo Karen a Albert quien se ponía nervioso por su poquísimo contacto.
—Yo aún sigo confundida — Candy les llamó la atención.
—¿Cómo? — Preguntó Karen un poco ofendida. — ¿Qué hiciste todo el tiempo que estuviste en Florida?
—Ah… supongo que no me he enterado de mucho. — Contestó la pecosa.
—¿Albert has estado ocultándole cosas a Candy? — Karen preguntó con toda la intención de hacer sentir mal a la joven rubia.
—No, pero no había tenido el suficiente tiempo para contarle, Karen, estaba apunto de hacerlo de no haber sido por tu maravillosa sorpresa — Contestó él con tono burlón.
—Decirme ¿qué?— Preguntó Candy.
—Que estábamos saliendo en Florida, mientras tú no sé qué hacías — Contestó Karen con rapidez sin dejar chance a Albert de explicar mejor.
—No estoy sorprendida por eso, me habían contado haberlos visto juntos, pero no sabía que en realidad la que esta enamorada de Albert eres tú, Karen. — Dijo Candy burlándose ahora de ella.
Karen se puso roja como tomate y Letty se tapó la boca para contener una risita que estaba apunto de salir, así que la pelirroja la miró con desprecio.
—Pues… pues…
—Karen, Candy, hoy es el día de la fiesta de Navidad organizada por la tía abuela Elroy; eso significa que es un poco tarde, si ella ve que han llegado tarde será la última noche de todos. Así que, ¿podrían alistarse? — Pidió Albert antes de que las chicas continuaran atacándose.
Candy sonrió y se dirigió a su habitación que también quedaba escaleras arriba pero de lado contrario a las oficinas de Albert; Karen y Letty siguieron a George para indicarles en qué habitación debían hospedarse, mientras el pobre de Albert, que ya no podía ni con su alma, se dirigió a la cocina, era donde la tía abuela se había pasado casi todo el día para dar ordenes a todos sus sirvientes.
Esa noche había que lucirse, los invitados de tan prestigiosa economía iban a asistir, así que no dejaba de dar una y otra orden.
Albert sólo la miró y sintió como el estrés no iba a bajar ahí en ese lugar, pero antes de salir de ahí su tía lo vio.
—¡Ahí está mi sobrino favorito! —Gritó la vieja.
—Veo que vas muy bien con la organización de la fiesta, tía — Dijo Albert con cierto fastidio.
—Claro, sabes que me encanta la Navidad. Maravillosos recuerdos endulzan mi mente, en esos cuando eras un pequeño niño y te emocionaba la idea de esta fiesta, todos los años. —Dijo ella con nostalgia mientras sus ojos se iluminaban.
Pocas veces se le veía así a la tía abuela.
—Este año te ves más emocionada. ¿Por qué? — Preguntó él con curiosidad.
—Viene más gente de la esperada, todo el Clan Ardley, por supuesto, y como sabrás también los O'Brien, junto con su familia cercana los Foster, debo lucirme. —Comentó ella.
—Sí, tía lo sé, pero me parece un tanto exagerado.
—Esas ideas te las ha metido Candy, nunca te habías puesto a pensar en esto, ¿o sí William? — Interrogó ella.
—Tal vez. — Albert se encogió de hombros, y luego pensó — Tía, me he enterado que has hablado con el joven Edward Foster, es por eso que invitaste a su familia, ¿no es así? ¿Qué pretendes?
—Cariño, nada malo. Eliza me dijo que Edward Foster estaba interesado en Candy, y que Candy de la misma manera, me lo comentó cuando estábamos en el Hotel en Florida. – Dijo la tía Abuela sin sentir algo, sólo lo soltó.
Albert suspiró.
Candy tenía razón. Pensó Albert mientras se frotaba la frente llenó de frustración.
—Tía, ya habíamos hablado de esto. ¿Acaso ya olvidaste tu bromita hacia Candy con tu amigo el señor Hoffman? — Preguntó Albert molesto.
—Eso era un castigo, esa Candy debe aprender a ser una dama, por las buenas o por las malas. Y ya es tiempo de que dejes de protegerla. ¿Qué tú no sabes qué tenemos una reputación ante la sociedad? ¿Qué dicen de nosotros, William? Los demás miembros de la familia nos apuntan con el dedo, diciendo que dejamos a esa chiquilla hacer lo que le plazca. Una mujer en su posición no debe andar ahí por la vida soltera, y trabajando en una sucia clínica —Decía la tía abuela alzando un poco más la voz.
Ni Albert ni Candy, tenían idea de que la tía sabía que Candy aún trabajaba para el doctor Martín como enfermera. Así que Albert se llevó otra sorpresa.
—Los tiempos han cambiado, tía, yo pienso igual que ella. Cada quien es libre de elegir. — Contestó él con su voz tan aterciopelada.
Albert le tenía una paciencia a la tía abuela que ni los sirvientes entendían el porqué.
—No quiero discutir más contigo sobre ese asunto de nuevo, William. Bastantes disgustos me has causado ya con esa niña. — Refunfuñó la vieja.
—Está bien, si no quieres discutir sobre eso de nuevo, aclarémoslo ahora. No quiero que a vuelvas a involucrar en uno de tus planes para casarla con alguien que no quiere. ¿Entendido? — Albert la miraba a los ojos para imponerle la orden, y luego sonrió.
—William, no te metas en esos asuntos. — Dijo ella alzando de nuevo la voz.
—Tía, no debes olvidar que ella es mi responsabilidad, no la tuya. Si hoy quedaste de comprometer y presentar a Candy como una candidata para Edward, disculpa a la familia Foster y O'Brien, ya que ella no está interesada. — Albert de nuevo sonrió, sarcástico.
La tía abuela soltó un gruñido.
Albert seguía sonriendo, tenía un poder que ni él alcanzaba a entender pero hacía que su tía lo obedeciera. Entonces dio media vuelta y partió hacia su oficina, pero antes de que saliera de ahí la tía dijo:
—Me darás la razón cuando Candy acepte a Edward — Gritó ella ya molesta.
—No lo creo, tía — murmuró él.
En los planes de Albert, estaba hablar con la señorita Marlowe, y otro era, hablar con su tía misma acerca de ese tonto asunto con las familias de Patty, sería demasiado vergonzoso para la tía y para los demás miembros de la familia Ardley, si es que se llegaba ha haber una escena en donde Candy y Edward serían presentados como comprometidos. Albert sabía que eso sería un caos, y para Candy un choque de emociones muy fuerte, es por eso que la había citado antes en su oficina para prevenirla de cualquier cosa.
Para esos momentos, Albert se sentía bastante presionado; desde un principio sabía que Candy había estado tan triste por la separación con Terry, aunque supo controlar todas aquellas emociones sonriendo y yendo a trabajar ejerciendo su maravillosa carrera, pero en el fondo aun sabía que estaba enamorada de aquel joven, confirmó sus sospechas aquella noche en el Hogar de Pony, ambos tenían ese brillo en la mirada tan característica de un par de almas que se morían por estar juntas.
Albert amaba a Candy de una manera distinta, como un padre ama a su hija, es por eso que haría cualquier cosa por protegerla y concederle todo lo que ella pidiera, si su felicidad se complementaría estar con Terry, él mismo debía ayudarlos. Quería hablar con Susana, pues su alma tan pura le pedía a gritos que ella debía y merecía estar con alguien que la amara de la misma forma que ella amara; pero para eso había que ser pacientes, Albert tenía ya pensadas aquellas palabras para reconfortarla.
Las horas pasaban y los miembros del Clan Ardley iban llegando, tías y tíos de Albert y de Candy, y como era de esperarse preguntaban cómo estaba ella ahora, ya que las noticias ya no hablaban tanto sobre su estatus y eso era influencia de Albert quien había mandado callar a los medios.
Mientras Candy, desde su habitación escuchaba cómo se iba llenando la casa de voces y pasos rápidos por los pasillos, ella sólo resoplaba llena de fastidio; no porque le molestará la presencia de los Ardley, sino que ya se imaginaba el bombardeo de preguntas que le iban a caer por parte de ellos. Ella aún no estaba lista para la gran cena, estaba acostada boca arriba con sus brazos detrás de la cabeza, tomando un respiro… Cuando después entró Annie junto con Patty.
—Oh Candy, aún no estás lista —. Dijo preocupada Annie.
—Tranquila, Annie, ya lo tengo todo arreglado — Candy le giñó el ojo a su amiga.
—¿De verdad? La familia Ardley ya está aquí. Y no quiero fastidiarte pero preguntan por ti, por eso vine a buscarte — dijo Annie.
—Denme un minuto, y estaré lista — Candy sonrió y entró al baño.
—Vaya, si que Candy se lo toma con calma — Fue el turno de hablar de Patty.
—No lo creo, está fingiendo, yo sé que detesta las platicas aburridas de su familia, y a decir verdad, a mi también. — Comentó Annie.
—¡Pero que horror! ¿Tan mal están? — Preguntó Patty.
Annie soltó una risita.
—Algunas veces, esperemos que este año no sea así. Archie me dijo que Letty y Karen están aquí. Las actrices del grupo Stratford.
—¿Por qué no lo escuché antes? — Preguntó de nuevo Patty pero ahora ofendida.
Annie se encogió de hombros y entonces Candy salió de su baño con un vestido que había comprado el Florida; era de color rosa, su color favorito, además era largo y un poco fresco para la ocasión, pues no era de una tela pesada, pero le gustaba. Esa noche, como Dorothy no estaba para ayudarla a peinarse, se dejó el cabello sólo agarrado en una coleta y se puso un listón que hacía juego con el vestido. Su cabello era tan largo ahora que aun agarrado le lucía muy bien.
—Qué bonita te ves, Candy — Dijo Patty llevándose las manos a la cara.
—Gracias — Contestó ella con un poco de pena. — La verdad no quería impresionar a nadie.
—Siempre lo haces, eres muy bonita — le dijo Annie — Pero ya es hora de salir, no querrás disgustar más a la tía abuela.
—Eh, no. — Candy balbuceó — Hablando de la tía abuela ¿tenían idea de que pretende comprometerme con Edward?
Annie y Patty se miraron.
—¿Qué? — Dijeron ambas al unísono.
Candy puso mala cara, pensó que había dicho algo malo.
—Ah, perdón, pensé que lo sabían.
—Por supuesto que no. ¿Por qué lo haría? ¿Qué no se supone que Albert le dejó muy en claro que no debe casarte a la fuerza? — Preguntó Annie confundida.
—Es algo más. Según Albert, la tía abuela movió algunas clausulas para la herencia de los Ardley — Candy comentó con disgustó.
—No es justo — contestó Annie molesta.
—¿Estará usando a Edward para sus artimañas? — Soltó Patty al aire con preocupación.
Annie y Candy la voltearon a ver, ya que anteriormente no había dicho nada.
Era obvio que a Patty le importaba más el hecho de que usaran a su primo para algo que no fuera del todo bueno, en especial si Candy ya había dejado en claro sus sentimientos hacia él.
Patty sabía que, efectivamente, Edward seguía enamorado de Candy, aunque ella ya le había advertido muchas veces que Candy no pensaba lo mismo, no por que pretendía herirlo sino más bien protegerlo de no sufrir tanto. Para ese momento, a Patty solo se le venia a la idea de que la tía abuela sólo era una arpía que sólo pensaba en aumentar la fortuna de los Ardley.
Analizando las cosas como solía hacerlo, Patty, sacó la conclusión de que eso era, hacer crecer la fortuna, no sabía si solo de una familia o de ambas, además ¿qué fin puede dar un matrimonio arreglado entre dos familias ricas?
Candy miraba a Patty con mucha atención.
—Candy, debes hablar primero con Edward — Sugirió Patty con voz suave como si quisiera que no la escuchara.
—Eso haré —. Dijo Candy.
—Candy, sé que él no te gusta, pero es mi primo, es parte importante de mi vida, se buena con él — Patty parecía preocupada otra vez, como cuando estaban en el colegio.
—Nunca le haría daño, Patty, te lo prometo. Edward es un hombre muy dulce.
Candy le regaló una sonrisa a su amiga, y en cuanto terminaron la conversación, las tres salieron de la habitación de Candy.
En el pasillo, que recorrían para bajar por las escaleras, a Candy se le notaba mucho que estaba un poco nerviosa; había pasado mucho tiempo sin convivir de nuevo con la familia que la adoptó, y por eso no sabía qué debía platicar o qué decir, además tenía muchas cosas en qué pensar, por ejemplo Edward.
Candy se repetía una y otra vez que sólo estaba especulando hacía él y que estaba siendo demasiado egocéntrica como para pensar que él estaba enamorado de ella, aun sabiendo que Letty y él se gustaban, era algo confuso entonces.
—Candy — la llamó Albert del otro lado de la sala.
—¿Qué pasa?— le dijo ella.
Annie y Patty se apartaron, una para irse con su novio, mientras él le presentaba a sus tíos y tías; y la otra fue directo con sus familiares para conocer parte de la familia de los Ardley.
—No te preocupes si alguien te ataca de nuevo, ya he hablado con la tía abuela — le dijo Albert a Candy casi en un susurro.
—No estoy preocupada por la familia, me preocupa Ed — Confesó ella, luego le regaló una media sonrisa.
Albert suspiró.
—De eso hablé hoy con mi tía, descuida, sé que esta noche será muy buena — Albert la tomó de las manos y se las besó en forma de consolación. — Por cierto, te ves lindísima.
Después él se alejó para seguir atendiendo a su familia, y además sintió que Candy debía estar un momento a solas.
Ella miraba a todos hablando, a sus tías y tíos, presumiendo a sus hijos que ahora estaban casados, cómo la familia iba en aumento y todos aparentemente se veían contentos, las esposas de sus primos, por ejemplo, parecían ser muy felices, se preguntaba cómo sería la vida después de casarse con Terry, ¿volvería a ver a la familia Grandchester?. Sonrió de un momento a otro sólo por la ocurrencia.
No estaba muy feliz de estar ahí sola, buscaba a alguien con la mirada indiscretamente, sólo que sabía que no iba a aparecer; Terry no era un invitado de la tía abuela, además de que él mismo decidió no ir sólo porque quería pasar más tiempo en el campo, quería sentir lo que Candy sentía de niña, una paz muy inexplicable para él, y sobre todo una experiencia sumamente nueva.
En la colina de Pony, él se había acostado en una cama de paja que se había fabricado, dentro del pequeño establo; la había colocado cerca de una de las ventanas para poder contemplar la luna llena.
—Acércate esta noche a una ventana y mira la luna, pecosa, así sabrás que estamos juntos aún a pesar de la distancia. Será sólo esta noche — Le había dicho él antes de que Candy partiera a Lakewood.
Así lo hizo ella, subió escaleras arriba y se posicionó en uno de los balcones de la mansión, miraba la luna llena, tal como Terry le había dicho. Sonrió de pensar que él estaba haciendo lo mismo y llevándose una mano justo en el corazón susurró.
—Te amo, Terry Grandchester.
Continuará...
Les agradezco cada uno de sus bonitos comentarios y su apoyo.
