Capítulo 26: Recuerdos
Dos meses habían pasado ya desde que Terry y Candy habían decidido comenzar nuevamente su relación; habían hablado con Susana y todo estaba aclarado por el momento, y se habían dado cuenta de que era una de las mejores decisiones que pudieron tomar los tres, pues constantemente Susana y Candy intercambiaban cartas para saber qué había pasado la una con la otra.
Del lado de Susana, ésta siempre comentaba que todos los días había estado avanzando un poco con su recuperación, y que la visita del terapeuta que habían contratado la animaba cada vez más, porque después de eso ella misma mencionaba que quería volver al escenario fuera como fuera, a final de cuentas lo que más le encantaba hacer era actuar y no le importaban los papeles que interpretaría de ser así. Al leer las cartas de Susana, Candy se emocionaba bastante pues podía respirar una paz interior que ya hace tiempo había dejado de sentir y ahora podía decir que esa chica asustada y deprimida podía volver a ver las cosas con claridad y que poco a poco volvía a retomar las fuerzas que se le habían desvanecido al lado de la persona que ella creía amar, Candy por su aparte le respondía que no podía estar más orgullosa de ella, pues era la chica más valiente que había conocido, y que siempre le va a estar agradecida por todo lo que había hecho por Terry.
La joven pecosa suspiraba de amor cada que veía a su amado, luego de terminar de escribir la ultima carta para Susana de ese día, miró a su adorado Terry, quien acababa de llegar de su paseo a caballo, regalándole un beso en la mejilla y preguntando con la mirada para quién era esa carta.
—Me da gusto saber que Susy este retomando sus terapias, me lo ha dicho — Contestó Candy ante la mirada curiosa de Terry.
Terry sabía que ellas se escribían a menudo, pero aun le incomodaba esa idea, era extraño pensar que su expareja y su actual novia estuvieran intercambiando correspondencia como si no hubiera pasado nada, y en cuanto a él, decidió que no debía tener contacto con ella pues pensaba que aun le hería el hecho de que estuviera con Candy, la mujer que de verdad amaba, a estar con ella. Pero, aun así, Candy siempre le mandaba saludos de su parte.
Luego de dejar a su amada novia, Terry se dirigió a su estudio para poder inspirarse al escribir un nuevo guion que desde hace tiempo había tenido en mente, pero dadas las circunstancias de sus tormentos y su vida pasada le impedían dar ese paso. Mientras Candy, aún estaba sentada en su mesita donde escribía cartas y poesía, se recordaba lo maravillosos que habían sido esos últimos dos meses a un lado de Terry.
Después de que dejaron New York y la casa de las Marlowe, Albert habló con Candy en privado, se dirigieron al hotel más cercano y charlaron acerca de los nuevos planes que traía en mente la joven.
—No tengo idea. — Contestó ella con mirada fría.
Candy, aún seguía un poco molesta con él por el hecho de haberla abandonado tanto tiempo y de no avisarle cuales eran sus planes para con Susana, creyó que Albert le había ocultado cosas y eso la hería de alguna manera, pero el bondadoso chico le hizo ver que sus intenciones jamás fueron esas, y ella miró los frutos.
Albert Ardley al enterarse de que el chisme de la alta sociedad estaba siendo alimentado por su quería protegida y de su único mejor amigo, sintió que su deber era arrancar el problema de raíz, y eso era un poco riesgoso. ¿Ir a hablar con Susana Marlowe? Era como tirar una piedra al fondo del océano, no sabía qué esperar, pues nunca tuvo la oportunidad de conocerla, y tenía miedo, pero aun así tomo el riesgo por Candy, no quería que además de difamar la imagen de ambos jóvenes, la tía abuela Elroy volviera a entrometerse o peor aun que le diera un patatús del disgusto que Candy le estaba provocando.
Antes de que se desatara todo un caos, Albert quiso arreglar todo eso, pero nunca pensó que fuera tan sencillo, y no sé imaginaba el por qué. Susana por su parte también se llevó tremenda sorpresa al saber que el mismísimo William Albert Ardley, uno de los hombres mas ricos del país, llegara a verla, y en una de las cartas de Candy, le confesó que se sintió sumamente atraída por el joven.
Es un joven muy apuesto y además es un caballero, de verdad admirable.Escribió Susana, confesando que Albert le había atraído desde el primer momento.
Eso por supuesto, Albert, lo ignoraba por completo, la única que lo sabía era Candy y aun no debía decirle nada pues aparte no le correspondía decírselo, lo descubriría de una o otra forma, y quizá después.
Luego de todo eso, Albert y Candy se regresaron a Lakewood para llegar justo a tiempo a la fiesta de año nuevo que había organizado la tía abuela. Ninguno de los dos se había preparado para semejante fiesta tan elegante como solía ser, es por eso y por llegar tarde y por haberse escapado que la tía abuela no le dirigió la palabra a ninguno de sus dos sobrinos, aunque tiempo después Albert la había calmado y ésta admitió que no podía estar enojado con él pues lo quería muchísimo, pero con Candy fue todo lo contrario.
Pidió que la dejaran a solas con ella, y Albert no cedió, se quedo con ambas pues sabía que la iba a regañar, y no le parecía justo.
—He oído hablar de miles de tus travesuras Candy, pero esta es la peor de todas — Comenzó a decir Elroy con los brazos cruzados y la mirada puesta en la ventana.
—Tía, no es lo que usted cree, o lo que le hayan dicho, yo soy la única que puede explicarle, si usted lo desea. — Dijo Candy con voz dulce.
—¿Para qué? — Gritó la anciana de coraje. —A final de cuentas ya lo hiciste, es increíble que hayas ido detrás de un joven, y lo peor de un actor de quinta.
La tía abuela se pasaba las manos por la cara llena de frustración, para luego continuar.
—¡No puedo creerlo! Tantos años desperdiciados en criarte como una dama, ¿y así es como agradeces? ¡De verdad no tienes remedio! Te prohíbo que vuelvas a ver a ese joven.
—Tía, no puedes prohibirle nada a Candy, es ella quien debe decidir sobre su vida — Fue el turno de hablar de Albert. — Ella ama a ese joven y si me lo permites, yo mismo estoy de acuerdo en que ella esté con él. Puedo asegurarte que es un buen partido para ella.
—¡Tú llevas solapándola toda su existencia desde que llegó aquí! Te ha engatusado y no sé por qué. Candy debe entender que su pasado está ya en el pasado y que ahora es una mujer de la alta sociedad por capricho tuyo.
—Ella lo sabe, pero a mi parecer esa idea de agradar a laalta sociedadpor su estatus socioeconómico y su vida privada, han quedado en un tiempo pasado, una idea muy primitiva diría yo. Tía, Candy ama a ese joven y yo lo apruebo — Concluyó Albert con una voz tan pacifica que hizo que la tía abuela suspirara.
La tía abuela Elroy era terca, pero también sabía que no iba a poder estar en contra de Albert nunca, pues ella lo obedecía por el simple hecho de que él era el patriarca de la familia, aun así, fuera más joven que ella. Eran sus ordenes y le faltaría el respeto a su decreto familiar si se oponía a lo que él decidiera. Y no le importó.
—Aún así no estoy de acuerdo, con ninguno de los dos. Así Candy esté sumamente enamorada de él, no apruebo de ninguna manera una relación, —Dijo nuevamente la anciana un poco más calmada — así que Candy, despídete de él de una buena vez.
Albert bufó y Candy sólo miró al joven con un poco de esperanza, pero ella nunca había sido dependiente de nadie así que, solo se retiró de la habitación con la frente en alto y unas cuantas lagrimas que había soltado, pues no se rendiría tan fácilmente, además aun había tiempo, Terry era encantador y sabía que de una manera al final lo terminaría aceptando.
Una mañana tranquila, Candy había recibido una carta con asunto urgente, en donde Terry le explicaba de manera breve que iría junto con Eleanor Baker a Inglaterra, pues del Duque de Grandchester había enfermado de manera repentina. Candy al enterarse corrió con Albert para darle las noticias, ella sumamente abrumada y triste le pidió que la acompañara y fueran junto con Terry a dar su apoyo. Albert así lo hizo, pero hubo dos inconvenientes esa vez.
El primero fue que la tía abuela se había enterado por oídos de Eliza, y Eliza de había enterado por los chismes de la servidumbre que ambos Ardley iban a ir a Inglaterra a ver al Duque de Grandchester. La tía abuela ignoraba la relación de Candy y Albert con ese tal duque, pero paró la oreja pues la idea le no le parecía tan descabellada, pues ¿relacionarse con la realeza? ¿para qué? Sin querer, Eliza le dijo que el amado de Candy era el heredero de ese título, y la tía abuela cambió repentinamente su idea de la relación con Candy y Terry.
El segundo inconveniente que se atravesó en los apurados planes de Candy fue que no había boletos disponibles para Londres, se habían vendido todos saliendo del único puerto que tenían cerca. Candy entonces decepcionada, mandó una carta que Terry recibiría estando en Londres, deseándole bendiciones para su padre.
Al final, el padre de Terry se recuperó de su enfermedad y ellos dos pudieron respirar nuevamente con tranquilidad, el joven y su padre habían hecho las pases ese día, y quien sabe, quizá luego hablarían sobre su herencia, pero a Terry le importaba poco, lo único que pudo decirle aquella vez a su padre fue que estaba pensando en contraer matrimonio con Candy, y el duque de Grandchester se puso feliz por su hijo, además, recordaba a la señorita pecosa que una vez conoció, en donde miró sus ojos llenos de amor por su hijo. Terry y él se despidieron y el duque le prometió estar ahí con él si se casaba con Candy.
Candy cerró su cuaderno en donde escribía poesía y después de recordar todo lo que había pasado en dos meses, se dirigió con su amado novio, pues en poco tiempo regresaría a los escenarios ya que se había tomado unas semanas para estar con ella y regresar sumamente inspirado.
Ella lo abrazó por la espalda y le dijo "Te amo", para después el abalanzarse sobre ella y plantarle un beso cálido, uno de esos besos que había anhelado desde el primero que se dieron, aquel verano en escocia, sólo que esta vez ella lo recibió con cariño y dejándose llevar por la pasión.
Habían pasado dos meses y ese fue el primer beso que se habían dado en años.
