Capitulo 29: La verdad
— Dejémoslo aquí — ordenó Neal.
Dos de sus hombres matones, traían a Terry como un costal y lo arrojaron con brusquedad en una zona boscosa cerca de la playa, Neal se quería deshacer de él lo más pronto posible así que no le importó que se desangrara ahí y que ahí mismo muriera, sólo quería ya poder limpiarse las manos y decir qué nada pasó.
Aunque sí estaba muy molesto, nada de sus planes había salido, pues su idea nunca fue "matar" a Terry ni siquiera hacerle daño, pero los hombres que había contratado salieron más estúpidos que no pudieron usar su cabeza sino los puños. ¿Y qué iba a hacer ahora? La culpa lo estaba carcomiendo, pero ya nada podía hacerse, si llevaba a Terry a un hospital, él se recuperaría y obvio lo inculparía, no, no, eso sería una desgracia. Y cómo tampoco tenía la fuerza ni la mentalidad de "acecinar", decidió dejarlo ahí y que todo quedara como un accidente.
Con lo que no contaba ese estúpido chiquillo, es que dos mujeres que estaban cerca de esa zona, en búsqueda de cocos para su cena, se encontrarían con una escena bastante cruel. La señora mayor pidió a su hija que no hiciera un escándalo, y que dejara que se fueran los demás hombres para poder investigar bien qué había pasado en realidad.
— Mamá, es un muchacho — Informó la más joven con voz temblorosa.
— Cariño, no podemos dejarlo aquí, aún esta vivo. No me lo perdonaría si no hacemos algo — Le dijo la madre a su hija.
Ambas mujeres hicieron lo que pudieron para llevar al joven a su humilde hogar, que no era más que una cabañita cerca de la playa.
Lo despojaron de su ropa para poder lavarla, ya que estaba cubierta de sangre, sólo lo dejaron en ropa interior y ahí pudieron ver que la herida que tenía a un costado, era profunda, sino hacían algo pronto podría infectarse.
— Mamá con los remedios que tienes aquí, no podemos curar esa herida, tenemos que ir por un médico —. Dijo la más joven.
Su madre pensó por un momento, en primera no eran tiempos para ir en búsqueda de un doctor, era muy noche ya, aunque podía ir por su medico de confianza que aparte era muy buen amigo suyo, y lo otro, no sabían con qué pagarle.
— Ve busca al doctor Lewis, sabes dónde encontrarlo, cariño. Pero ten cuidado, no quiera que te pase algo — Le ordenó su madre con cierta preocupación.
— Descuida, mamá, sabes que soy más ruda que cualquiera.
Y la chica salió en búsqueda del médico. Mientras la madre de la joven se ponía a revisar los remedios que pudieran ayudar al joven a controlar la fiebre. Le lavó la frente y el rostro que igual estaba tan manchado de sus fluidos que no dudó en preguntarse qué habría hecho este joven para que lo hubieran tratado así, ¿sería un mafioso? No quería ni pensar a quién le estaban salvando la vida, pero eso era mejor a haberlo dejado varado en la playa y que su destino fuera otro, sabía que su ayuda podría ser recompensada por Dios cuando ella ya no estuviera en el mundo terrenal y eso le bastaba.
Afortunadamente el doctor Lewis accedió a ir en camino con la joven que rescató a Terry, y cuando miró al joven ahí en la cama sí se llevó una sorpresa, no creía que fuera tan grave.
— Señora Irina, me da gusto volver a verla pero … ¿qué paso ahora?
— Verá, doctor, nos encontramos con está escena de terror, el joven esta agonizando así desde quién sabe cuantas horas, sólo ayúdeme a salvarlo ¿puede? — Decía la pobre mujer que ya no podía con sus nervios.
— De acuerdo.
Fue el doctor quien ayudó a las dos mujeres a curar las heridas de Terry esa noche, el joven estaba tan inconsciente que no sentía nada, y eso lo agradecieron pues no se movió para nada y les facilitó la tarea. Terminaron todo al rededor de las cuatro de la madrugada.
— Doctor, se qué no es mucho lo que tengo pero por favor acepte este pago por lo que ha hecho por nosotras — La mujer mayor extendió un billete de 100 dólares que era el único billete que ellas poseían.
— Por favor Irina, no es nada, mi deber es ayudar a las almas que lo necesitan — Dijo el doctor un poco apenado y sinceramente se conmovió por la escena — No puedo aceptarlo.
— No puedo dejar que se vaya sin un pago, o por lo menos, descanse aquí hasta que amanezca, lo cual no falta mucho — Le sonrió la mujer.
Y el pobre doctor no pudo más con la insistencia que acepto sólo dormir ahí, ya que sí tenía trabajo al día siguiente, despertó antes de que Terry recobrara la conciencia y les dejó unos remedios para la fiebre.
Fue ahí entonces cuando la joven encontró a Terry despierto junto a su madre, ella no había descansado desde que lo encontraron, así que sólo tomo asiento junto a él para observarlo bien de cerca y, a pesar de los golpes que tenía en el rostro él no era para nada un hombre común, era muy guapo y se quedó dormida después a los pies del joven, que no pudo hacer nada y sólo la dejó ahí descansar.
— Dígame, señora… — Terry buscó el nombre de la mujer mayor y esperó la respuesta.
— Oh, discúlpeme, dígame Irina, por favor.
— De acuerdo, Irina, ¿sabe qué rumbo tomaron esos hombres? — Preguntó Terry refiriéndose a los matones que lo dejaron tirado.
— Los vimos alejándose, pero no quisimos saber más de ellos si no de usted, joven… ¿les debía algo?
La señora al no poder más con su curiosidad sólo soltó la pregunta, ademas tampoco Terry la pudo juzgar por insinuar que estaba involucrado con la mafia o en alguna pandilla, eran tiempos de locos. Así que Terry sólo soltó una leve sonrisa para no hacer la conversación incomoda y brindarle un poco más de confianza a ella, y que cayera fácilmente en los encantos del joven.
— Para nada, digamos que no le agrado a todo el mundo — Terry le sonrió, dejando ver que realmente él tenía un alma pura.
La señora quedó fascinada con el encanto del joven, ni porque estuvo al borde de la muerte él dejaba de ser carismático, tal parecía que esa era su verdadera esencia, y un joven así de adorable no podía andar en malos pasos.
— ¿Pero algo debió hacer para caer en sus manos, no? — Volvió a cuestionar Irina aún dudosa.
Terry dudó.
— Ahora que lo pienso, puede ser que sí — Ahora Terry parecía esbozar una sonrisa pícara, ya que quería que la mujer cayera en sus encantos y asustarla un poco. Después de que vio en su mirada algo de miedo le dijo:
— Le "robé" a su chica — Terry hizo las comillas en el aire — Lo que no sabe ese estúpido, es que ella siempre fue mía.
— ¿Todo este alboroto por una joven? — Preguntó ella incrédula e incluso se le hizo poca cosa.
— Candy es una mujer diferente a las demás, ¿sabe? Con sólo mirarla sabe que su alma no es cómo la de todo mundo. Es preciosa y es el amor de mi vida — Contestó él tomando un tono más serio.
La señora sólo lo miró, y con sólo ver sus ojos supo que decía la verdad, aunque lo dudaba, pues para ella no había mujer más hermosa que su propia hija. Y en realidad, cuando lo observó antes de conocerlo, pensó que sería buen prospecto para ella, ahora que sabía que posiblemente era casado esa idea se le desvaneció de la mente.
— Señora, en verdad le agradezco infinitamente lo que ha hecho por mí, pero tengo que volver con ella, no me quiero imaginar la angustia que debe estar sintiendo — Dijo Terry con tristeza.
— Yo preferiría que se quedara a recuperarse, todavía esta muy débil — Le respondió ella.
— Sí, pero puedo moverme, no estoy lisiado — Volvió a insistir el joven.
— No puedo dejar que se vaya en ese estado… miré, puedo ir con las autoridades a reportar su nombre, por si alguien pregunta por usted, saber qué esta bien. — Propuso ella con voz calmada.
— Esa es una buena idea — Y Terry le sonrió.
— Bueno, trate de descansar el día de hoy, mañana será otro día.
Terry no estaba muy cómodo en el lugar, incluso llegó a sentir ansiedad por las ideas que le venían a la cabeza, y si recordaba ese mismo día era la boda de Annie y Archie. Candy debía estar preocupada y conociéndola, sabría que no quería que nadie más notará eso. Pero al final le hizo caso a la mujer, había perdido sangre y los golpes en todo su cuerpo le estaban cobrando factura y solito cayó en un sueño muy profundo.
Al día siguiente de la gran fiesta que habían dado los recién casados y la madre de Annie. La mayoría de los familiares ya se habían retirado a sus casas, algunos de ellos habían decidido tomar el fin de semana en sus casas de campo, una de esas familias eran los Legan, quienes tomaban el desayuno en cuanto se despertaron, pues la fiesta se había extendido hasta horas de la madrugada.
La señora Legan hablaba con Eliza sobre lo excéntrica que había sido la fiesta y a decir verdad y con sus palabras sonaba algo entusiasmada, pese a que siempre había sido una mujer muy envidiosa y que por esas razones su hija había salido el doble que ella. Pero para Eliza no había sido la gran cosa. Su padre sólo las escuchaba, ya que él leía el periódico.
— Con el simple echo de que Archie se haya casado con una hija de Poni, todo eso fue un completo error y de lo más vulgar. No sé cómo la tía abuela permitió eso — Se quejó Eliza.
— Oh, bueno, supongo porque Annie tiene un buen apellido, independiente de su origen, ella es acreedora a una buena herencia — Contestó su madre mientras daba un sorbo a su café.
— Yo también mamá, y mi origen es puro — Eliza comenzó a alzar la voz.
— Bueno es hora de que te busques un buen prospecto y dejes de quejarte — La regañó su madre quien estaba por perder la paciencia.
Neal venía entrando por la puerta al comedor, pero con una resaca que no se podía mantener aún de pie.
— ¡Qué asco! — Dijo Eliza al mirar a su hermano echo un desastre — De verdad eres un reverendo idiota.
— ¡Eliza! — La señora Legan grito regañando nuevamente a su hija, enojada.
Las dos se miraron lanzando chispas por los ojos.
— No dije ni una sola mentira — Se defendió la joven.
A estas alturas, Eliza no sabía el tormento qué traía su hermano dentro de él.
— Tiene razón, madre, por primera vez… Eliza tiene razón — Dijo Neal.
Y Eliza esbozó una enorme sonrisa llena de satisfacción.
Neal tomó asiento a un lado de su hermana, y con una seña, indicó que tenía un pedazo de papel por debajo de la mesa. Eliza no era tonta, si se lo había dado tan discretamente no podía leerlo enfrente de su madre, así que lo abrió también por debajo:
"Hablemos en los establos"
Decía la nota, y Eliza sólo lo miró y asintió con la cabeza con sigilo.
Después del desayuno, Neal se duchó y se puso su traje para cabalgar, igual Eliza, era una distracción para que sus padres no sospecharan nada y que no los siguieran. Estándonoslo ahí la chica sólo miro el desastre que era su hermano y que no le agradaba para nada su aspecto, aunque sabía que traía malas noticias, la estaba irritando.
— ¿Que pasa, Neal? Llevas toda la mañana lamentándote — Preguntó Eliza.
— No sé ni cómo decirte esto — Comenzó él — Recuerdas nuestro plan…
— ¡Sí! ¡Lo recuerdo! Lo que no entiendo es porqué me hablas de esto ahora — Contestó ella irritada — Creí que te habías olvidado de eso.
— No. Bueno, digamos que no salió como esperábamos…
— Explícate — Pidió Eliza quien se estaba poniendo roja del coraje.
— Tú me dijiste que Candy iba a salir de viaje con Terry hacia Londres. Se me ocurrió cambiar las cosas de dicho plan para asustar a Candy … — Neal hizo una pausa para ver la reacción de su hermana y como ella no hizo nada más que bufar continuó — Resulta que ella no viajó con él, y por desgracia yo ya había llevado la ventaja de esa travesura, ¿sabes? Contraté hombres para "secuestrarla" y que el estúpido de Terry sufriera…
— ¿Pero? — Interrumpió Eliza al bordé de explotar de coraje.
— Los idiotas que contraté le dieron una paliza a Terry dejándolo moribundo — Confesó Neal bajando cada vez más su tono de voz más que nada por vergüenza.
Eliza gruñó y después soltó un gritó, ella más por coraje, Candy ni Terry eran de su agrado y poco le importaba que había pasado con ellos, pero las estupideces que su hermano le iban a costar muy caras, ademas algo que más le molestaba en la vida era que sus planes nunca salían cómo ella quería.
— ¿Te das cuenta de lo estúpido que suena lo que acabas de decirme? — Eliza tomó a su hermano de las manos para reclamarle a la cara.
— Eso no es lo peor, Eliza — Dijo nuevamente Neal ya al borde de las lágrimas — Terry pudo reconocerme.
— ¡De verdad eres un idiota, Neal! — Eliza gritó de nuevo y lo soltó empujando con brutalidad dejándolo caer al suelo.
— Uno de los chicos que contraté lo apuñaló. Lo dejamos en una… playa, inmóvil…
— ¡A ver! ¡Idiota! ¿Por lo menos te aseguraste si realmente estaba "muerto"? — Preguntó Eliza sacando chispas por los ojos.
Neal sólo la miraba, y no pudo reconocer a su hermana, sabía que era mala pero eso superó sus expectativas, ¿realmente Eliza le pidió que mataran a un hombre inocente? Lo único que pudo hacer fue soltar la lagrimas que había estado reteniendo por el momento, ella realmente lo estaba asustando.
— ¡No! ¡Y ya basta, basta, Eliza! ¿Qué hubieras hecho tú? ¿Lo habrías matado? De verdad me das miedo — Por fin Neal había encarado a su hermana luego de secarse las lagrimas.
Al escuchar a su hermano, ella se relajó un poco, quizá también sólo estaba asustada por la situación, ahora como la mente más fría era ella, necesitaba pensar qué hacer.
— Relájate Neal, no lo haría… — Eliza contestó ya más calmada — Pero debemos hacer algo por tu estupidez, para no salir embarrados en esto.
— Dejamos a Terry desangrandoce… Eso me está enloqueciendo, quizá… quizá sí se fue — Dijo Neal en un hilo de voz, tenía igual la mirada perdida.
— Neal debemos pensar en todas las situaciones posibles, no te aseguraste de que Terry… bueno eso, dudo mucho que lo esté …
— Eliza, perdón, todo esto se me fue de las manos — Neal comenzó a llorar de nuevo, la idea de pisar una cárcel lo tenía totalmente aterrorizado o peor la deshonra.
Eliza sólo hizo una mueca de disgusto.
— No pasara nada, idiota — Eliza seguía pensando — Además, nadie ha reportado nada o sí…
En eso su madre, quien los estaba llamando los interrumpió. Parecía agitada cuando los encontró. A ella también se le había hecho extraño la manera en cómo los había encontrado, Neal estaba llorando y Eliza estaba que sacaba chispas por los ojos, notó una vibra muy extraña de sus hijos, pero decidió no pensar lo peor.
— ¿Qué sucede, mamá? — Preguntó Eliza tratando de suavizar su voz.
La señora Legan echó un vistazo a la caballeriza, y no encontró nada extraño.
— ¿Ustedes están bien? — Preguntó ella.
— Sí, mamá, dime ¿qué pasó? — De nuevo pregunto Eliza pero con fastidio.
— Vinieron con noticias de la casa de la tía abuela Elroy — Comenzó la señora — Al parecer el novio de Candy está perdido.
Eliza y Neal se voltearon a ver, la joven después tomó aire.
— Lamentable — Sólo se limitó a decir Eliza.
— Creí que te agradaba ese chico.
— No, mamá. Él prefirió estar con Candy así que eso lo hace un idiota y fuera mi circulo.
— ¿Qué circulo? — Preguntó Neal, quien se levantó del suelo bastante molesto y aventando a un lado a su hermana para poder retirarse del lugar.
Su madre lo miró, y sólo hizo un gesto de desaprobación, no tenía ni idea de lo que acaba de ocurrir con sus hijos, pero ella los conocía quizá sólo se habían peleado como siempre.
— ¿Qué le pasa a Neal?
— Es un idiota fracasado y borracho ¿Lo viste cómo llegó al desayuno? Eso lo está perjudicando, por eso siente culpa… por eso lloraba — Dijo ella y parcialmente decía la verdad.
Antes de abandonar el lugar Eliza soltó una bocanada de aire para relajarse, ya que se había estado enojando muchísimo por cosas que ya no podía controlar, además si Terry no había sido encontrado aún, todo estaba apuntando a que no tendrían problemas mayores.
Ya habían pasado tres días desde la desaparición de Terry, y Candy quien se encontraba sentada en un sillón mirando por la ventana, no podía escuchar ni sentir nada. Ya habían recorrido todo New York literalmente y no había señales de Terry, la policía sólo les daba largas y decían que estaban haciendo su mayor esfuerzo.
Candy no podía irse del estado sin encontrar al amor de su vida, con ella estaban Albert y la señora Eleonor, los dos sentían angustia también, pero se mantenían fuertes para poder continuar con la búsqueda. Georges se regreso a Illinois para ayudar con el trabajo de Albert en su ausencia, ya que él como su protector no podía dejar a la joven Candy en esta situación, igual a él le estaba afectando la tristeza.
— Querida, por favor, debes comer un poco — Insistió Eleonor quien le ofreció un plato de caldo a Candy.
Ella sólo observó el plato de comida y volteó la cara.
— No tengo hambre — Contestó sin ganas.
Su rostro al parecer había cambiado un poco, pero no era apropósito de verdad estaba deprimida. Al principio creía que lo encontrarían en New York, iba con todas las esperanzas puestas en eso, pero al no encontrarlo ahí y sabiendo que él sí había bajado del barco que venía de Londres, no pudo evitar pensar que algo muy malo le había ocurrido al llegar al puerto. La leve investigación que habían hecho sólo los llevó ahí, sin más respuestas, Terry sólo bajó del barco pero nunca tomó un tren a casa.
— ¿Por qué no vamos a policía de nuevo? Deben tener noticias nuevas — Comentó Candy, después de ver pasar a una pareja por la ventana.
— Iremos, claro, pero ven y come un poco con nosotros — Insistió de nuevo la elegante Eleonor.
La joven con la poca fuerza que tenía sólo les regaló una sonrisa a sus dos acompañantes, no podía fingir la tristeza que la carcomía pero necesitaba al menos un motivo para seguir ahí, buscando. Algo en su corazón le decía que Terry estaba vivo, sólo habría que encontrarlo. El motivo de su sonrisa era saber que no estaba sola en esa búsqueda, la madre del joven pudiera estar más triste que ella, pero se mantenía fuerte, quizá porque ese amor era diferente del suyo. Así que al final aceptó comer un poco antes de salir de nuevo.
En la estación de la policía se encontraban los tres pidiendo nuevamente información del joven, y cómo iba su investigación, pero todo apuntaba que no habían hecho bien su trabajo.
— ¡Por favor, no han avanzado nada! — Se quejó Albert con un oficial.
— Lo siento, pero tenemos casos más urgentes que atender… además, con la poca información que tenemos de este joven es muy poco probable que lo encontremos…— Informó el oficial.
— Debe ser una broma — Contestó Albert con enojo — Estamos hablando de una persona muy importante.
Albert nunca alardeaba con eso, pero sabía cómo se movían las instituciones gubernamentales, si les hablaban de dinero era muy probable que atiendan más rápido la situación.
— No conocemos a nadie, ni a una sola familia con ese nombre… ¿Grandchester dijo? — Preguntó incrédulo el oficial.
Y cuando mencionaron el apellido aquel, dos mujeres que iban entrando ahí escucharon claramente y supieron de quien se trataba. Y decidieron no decir nada a la policía, mejor esperaron afuera para cuando aquellos tres desesperados salieran de ahí.
Candy no sabía que estaba más cerca de encontrar a Terry.
Al salir de la estación de policías, ninguno de los tres salió con esperanzas, en especial Candy que salió hecha un mar de lagrimas. Se había estado aguantando por horas, y el cansancio y la desesperanza fueron un factor para hacerlo y comenzar a llorar.
La señora Irina y su hija, quienes los habían estado esperando, se acercaron con sigilo mientras la chica se tranquilizaba. Se daba consuelo ella sola, y los dos adultos que estaban con ella.
— Disculpen — Llamó la señora a los tres ahí presentes una vez que dejaron de abrazar a Candy.
Albert fue el primero en voltear, y él como todo un caballero respondió.
— Dígame, madame.
La señora estaba temerosa, no sabía cómo comenzar a narrar esa pequeña historia, ademas no estaba cien por cien segura que realmente buscaban al mismo chico que ella tenía resguardado en su casa. Pero solo había una forma de saberlo.
Eleonor y Candy notaron las vestimentas de las mujeres, no las juzgaron, pero a su aspecto parecían ser indigentes, y realmente pensaron que sólo querían pedir ayuda. Además, pensó Candy, la apariencia que ella tenía no era muy diferente.
— Yo.. yo soy Irina Collins — Comenzó la señora — Lamento que los interrumpa.
La actitud nerviosa de la señora y de su hija que estaba detrás de ella, les causó un poco de lastima a los tres, no sabían que hacer, sólo esperaron a que dijera más.
— Los escuchamos hablar con el oficial — Hizo una pausa para señalar con la mirada a la comandancia —, escuchamos que buscan a un joven. A Terry.
— ¿Cómo? — Preguntó Albert con extrañeza.
Candy abrió los ojos y su animó se elevó.
— ¿Usted sabe dónde está? — Preguntó Candy extasiada, quien se le había acercado en un frenesí que tuvo.
— Ah, sí.
Eleonor y Albert dudaron, ¿cómo es que sabía en donde estaba Terry? En New York lo conocían muy pocas personas, al menos cercanas, su popularidad como actor no se había popularizado de aquella parte del país aún, o quizá tenían alguna dato que ellos desconocían, pero no podían confiar en una mujer que llegó de repente a decirles eso. Había algo detrás.
— Debe ser una broma — Dijo Albert un tanto serio.
— No, no, de verdad sé dónde está — Respondió la señora ahora con más seguridad.
— ¿De verdad no está mintiendo? — Fue el turno de cuestionar de Eleonor Baker — Discúlpeme, madame, pero llevamos días intentando salir adelante y nos parecería una total falta de respeto si esto fuera una broma.
La voz de Eleonor comenzó a quebrarse, ya había tenido suficiente y era muy raro que se dejara ver llorar, pues sólo había hecho por las noches para no preocupar ni a Candy ni a Albert, pero era totalmente comprensible. Y en este punto, más.
Albert la sostuvo, ya que por un momento creyó que iba a desvanecerse.
— Lo que dice mi madre es verdad — Dijo por primera vez la joven que venía detrás — Terry está con nosotras.
Candy alzó la mirada, las veía con esperanza y solo quedaba una sola cosa que hacer.
— Yo… puedo seguirlas — Comenzó Candy — Llévenme, sólo así podemos saber sí es verdad.
— Candy … — Rogó Albert — Iremos todos, ¿de acuerdo?
Las dos mujeres tomaron la delantera, y como eran muy pobres habían ido caminando hasta ahí, de todos modos no le quedaba lejos nada de donde vivían, era la ventaja de tener una cabaña en la playa. Con entusiasmo, Irina les estaba contando que Terry estaba mejorando, aunque sus tres acompañantes aún no entendían porqué decía eso, era obvio que se estaban imaginando que algo le pasó.
Al llegar a la cabaña, que no les había tomado ni diez minutos a pie, Candy se detuvo en seco.
— ¿Qué sucede, querida? — Preguntó Eleonor.
— ¿Que tal que Terry no esté ahí? Que sea solo un engaño para sacarnos dinero — Dijo Candy sin sentimiento alguno, sólo dijo eso, además qué mas podría perder.
Albert bufó, y Eleonor frunció el ceño.
— Candy — Albert la tomó de las manos — Entiendo porque dices esto, pero no fue correcto.
— Hasta hace un momento tú pensabas lo mismo, Albert, no me juzgues — Le reclamo la joven pecosa.
— Lo sé, pero no era por eso, Candy, sólo imagina que sean de la misma banda que desapareció a Terry, o algo peor que no sea sólo pedir dinero. Y de acuerdo, las juzga hace poco, pero ahora parece ser que dicen la verdad. — Albert las miró una ultima vez con esperanza y realmente esperaba encontrar a Terry ahí.
Candy comenzó a llorar y se dejó caer a los brazos de Albert.
— Estoy cansada Albert —Dijo y luego se giró para con las mujeres — Lo siento mucho, pero mi tristeza y enojo es enorme en estos momentos.
— No se preocupe, entendemos, y entendemos que esto es algo muy difícil de creer… — La señora Irina buscaba palabras — Y algo que no mencionamos, es que íbamos justo a la oficina de policías porque Terry mismo nos pidió que reportáramos su nombre en caso de que alguien lo llegase a buscar, ya lo habíamos hecho, y sólo íbamos a investigar cómo iba el caso… Gracias a Dios nos encontramos con ustedes, preguntaron por él.
Los tres aristócratas al escuchar esto soltaron ese peso que venían cargando desde que confirmaron que Terry había desaparecido. Por alguna intervención divina o quizá el destino quiso que en ese mismo y preciso momento amabas familias se encontraran, ambas iban a buscar nuevamente información.
Candy entendió entonces que los tiempos de Dios sí eran perfectos, y ahora lloraba pero de felicidad. Su corazón comenzó a latir a mil por hora.
— Por favor entren, no es una casa muy grande pero es lo único que tenemos — Dijo Irina quien invitaba a sus tres acompañantes a pasar a su casa.
Al entrar el aroma cálido invadió el ambiente, era una cabaña pequeña pero acogedora, no era nada diferente a lo que Candy estaba acostumbrada y de sólo recordar su hogar de la infancia la hizo sonreír. Se había limpiado las lagrimas y había entrado ahí, si bien era cierto que Terry estaba ahí ya sólo le quedaban unos pocos metros.
Terry por otro lado estaba algo cansado, se había dicho a si mismo que se iría hace dos días de ahí pero la verdad es que aún se sentía algo adolorido, e Irina y su hija habían echo lo que prometieron, buscar ayuda.
El joven estaba adormilado así que no sintió que alguien había entrado a la cabaña. Y sólo cuando la hija de Irina lo tocó de un hombro para despertarlo, fue cuando dejaron entrar a Candy.
Ella se llevó las manos a la boca de asombro. Realmente Terry estaba ahí, no era mentira, así que ni siquiera se había dado cuenta de que de nuevo había soltado lagrimas.
— Terry — Susurró la joven quien lo había cuidado antes, y el joven abrió los ojos — Vienen a buscarte.
Fue entonces que ella se abrió camino y dejó ver a la pecosa, a Candy quien lloraba inconsolable pero al mismo tiempo esbozaba una sonrisa que denotaba una enorme felicidad, tanta que no le cabía en el cuerpo. No lo pensó más y se abalanzó sobre él para abrazarlo. Terry aún estaba atónito, ni siquiera sintió dolor cuando ella se lanzó a sus brazos, incluso llegó a creer que era un sueño, estaba tan cansado que ya no distinguía entre la realidad o la ficción. Pero cuando olió su perfume, y la sintió en él, supo que era verdad. Fue entonces cuando le regresó el abrazo y comenzó el también a llorar.
— Estás aquí, mi amor — Dijo Terry entre lagrimas.
— Terry, no puedo creer que realmente estás aquí — Candy lo volteó a ver y le acarició el rostro — Te amo, te amo.
Y Candy le plantó un beso, los labios del joven aún estaban dañados pero eso no le importaba, ya estaban juntos. Candy sintió ese beso el más cálido y lleno de amor que antes había sentido, porque por un momento pensó que jamás volvería a probar aquella boca que la volvía loca.
Albert y Eleonor entraron y justo miraron esta escena, ambos estaban contentos de que realmente Terry estuviera ahí, pero aún había una incógnita qué resolver.
Continuara…
