Muy buenas tardes he querido editar está historia incluyendo más diálogos, agradezco a Goddess Artemiss por su sugerencia. Espero les guste. Quiero aclarar que me estoy basando de otro fanfic que es mi favorito de Hilda x Camus, lamentablemente no lo puedo encontrar para hacer una mejor referencia y no sé el nombre del autor o autora de esa historia lo leí hace bastante tiempo, pero si lo leí más de una vez, es por eso que me sé muchos detalles casi de memoria, otros no los recuerdo a la perfección, tengo ideas muy aisladas. Mi intención de escribir esto es darle una continuación, porque en la historia original acaba con un felices para siempre, y no, yo quiero meterle más polémica al asunto y no dejar las cosas fáciles para Hilda y Camus.

Los capítulos que corresponden a esa historia son los Antecedentes (No sé cuantos capítulos resulten pueden ser hasta cinco o seis mi intención es que no queden los capítulos muy saturados). Pongo cosas originales de esa historia pero también agrego cosas propias, intento hacer un resumen muy bien hecho para que después puedan entender la continuación que ya tengo planeada. Lo siento por las personas que ya habían leído este primer capítulo.

*Debo aclarar que hay momentos lemon en esta historia.

Los personajes no me pertenecen sino que al gran maestro Kurumada.

Sin más detalles que agregar espero disfruten de la lectura.


Camus y su princesa de Hielo

Capítulo I.- Antecedentes: En la cabaña


Todo comenzó cuando Shion el gran patriarca del Santuario de Athena firmó un acuerdo con los dioses griegos y Asgard para establecer la paz definitiva. Al fin los caballeros dorados podían vivir sus vidas de forma tranquila y sin guerras y podían rehacer sus vidas.

En el onceavo templo Camus estaba haciendo las maletas, pues había pedido unas merecidas vacaciones por una semana, después de tanto trabajo en el Santuario, sin contar que cada mañana Milo lo molestaba para el desayuno, Al fin Camus podría descansar de su rutina y librarse de Milo cada mañana. Para su sorpresa Milo descubrió el plan de Camus y decidió acompañarlo en su aventura a Siberia. Cuando llegan a Siberia, Milo se arrepiente de haber acompañado a Camus por el tremendo frío que hacía, y se regresa con el caballero de Crystal a un lugar más cálido y Camus se queda a disfrutar de la soledad en la aislada cabaña.

Cuando todo parecía ser unas magníficas vacaciones para Camus un día escucha unos balazos cerca de donde estaba y sale a averiguar lo que ocurría y descubrió que una persona que montaba a caballo estaba siendo perseguida por dos hombres y estos no dejaban de disparar sus escopetas hasta que hieren la pata del caballo y la persona cae al agua helada y Camus se sumerge para salvarle la vida, Camus es herido por una bala en el hombro y cuando rescata a la persona se da cuenta que es una mujer hermosa y Camus se encoleriza por el hecho de cómo es posible que unos hombres quieren matar a una dama, él no puede hacer mucho pues da prioridad en salvar a la dama, él lucha por reanimarla pues estaba inconsciente, cuando logra salvarla al fin, se siente orgulloso de sí mismo.

- Usted no puede – La mujer tosía, sacando toda el agua.

- Tranquila saca toda el agua necesaria estarás bien, te llevaré a la cabaña y preparare comida caliente y te prestaré ropa abrigadora.

La mujer observa al caballero que la estaba reanimando, su aspecto mojado, sangrando del hombro y costado, barba un poco crecida camisa abierta mostrando su torso fuerte y muy bien definido mostrando vello en el pecho no le agrado y menos la familiaridad con la que la trataba – Usted ¡no puede tocarme Suélteme! Soy de la realeza.

En ese momento Camus se sintió miserable – ¡grandísima desgraciada! Todavía que arriesgo la vida por ti.

La mujer se aparta del caballero – No se te permite hablarme así, exijo respeto y le pido que consiga un vehículo para salir cuanto antes de aquí, debo tomar un avión para Athenas de inmediato.

- Al parecer eres una princesa, en primer lugar, no soy su sirviente y en segundo no hay manera de salir de aquí han caído demasiadas tormentas de nieve y no hay vehículo que nos pueda transportar lo siento, pero tendrá que quedarse conmigo unos días.

- No me llames princesa soy Su Alteza Real.

Camus frunce el ceño y molesto le contesta – Haz lo que quieras, pero aquí no estamos en tu reino – Se levanta y va por el bosque a conseguir alimento.

La mujer toma camino hacia la cabaña y pasan las horas sin que el caballero aparezca – Pero que ineficientes son los plebeyos aquí – ella empieza a temblar del frío hasta que una sombra le tapa el sol y observa al caballero cargando unas liebres y pescados para cocinar.

- Por lo que veo no tienes sentido común mujer hace bastante frío estamos mojados, porque no entraste a la cabaña.

Ella solo lo observa.

- ¡Que ahora eres muda! – Camus abre la puerta para prender la chimenea y cocinar dentro de la cabaña. Camus se da cuenta que la princesa no entra y sale por ella - ¡Mujer entra que esperas a tus sirvientes!

- ¡No me grites! Debo pasar yo primero antes que tu así son las cosas – De manera despectiva pasa a la cabaña ignorando al caballero.

- ¡Qué diablos! – Camus comienza a cocinar – ¿Tienes hambre? Mira creo que comenzamos mal, dime cuál es tu nombre.

- No puedo hablar con plebeyos.

- ¡Mujer no soy ningún plebeyo y si vas a seguir con esa actitud puedo sacar tu maldito trasero de aquí y te congeles, estas en mi cabaña y son mis reglas y costumbres, o te acomodas a mis reglas o te vas de aquí a morirte de hambre y frío!

- Siempre te la pasas gritando, que desagradable eres. No puedo creer que seas capaz de eso.

- Ponme a prueba y veras que si soy capaz. – Ambos se quedan en silencio observándose mutuamente, mientras Camus cocinaba – Comprendo que eres una princesa cuál es tu nombre.

La mujer suspira profundamente no le queda más remedio que acceder la mirada del caballero la intimidaba, daba aspecto de ser peor que los secuestradores que le estaban disparando – Soy Hilda de Polaris princesa y soberana de Asgard.

- Así que tú eres la mujer que en alguna ocasión controló Poseidón.

- ¿Cómo sabes eso?, ¿quién eres?

- Soy Camus caballero dorado de acuario al servicio de la diosa Athena. – Camus le sirve la comida a la princesa – Dime princesa que paso contigo porque estas en estas tierras.

- No es asunto tuyo – Hilda no toca su alimento - ¿No hay un tenedor o cuchillo?

- No tengo nada de eso solo una navaja ¿Qué no puedes comer con la mano?

- Las princesas no hacemos eso.

- No tienes opción en esta ocasión, pero ten te presto mi navaja.

Hilda observa con horror al caballero y no tuvo más opción que acceder y comer con la mano y la navaja. Camus toma asiento junto con ella para comer. – No puedes sentarte conmigo

- ¿Qué? Estas loca mujer estas en mi cabaña bajo mis reglas y tus costumbres no entran aquí – Dijo Camus bastante enfadado.

"Me las vas a pagar caballero haré que Athena te dé un fuerte castigo, no puedo creer que hombres como él estén al servicio de la diosa tan grosero e igualado" Hilda pensó para sí misma comenzaba a odiar al caballero.

La comida trascurrió en silencio y Camus se levanta y se quita la ropa mojada para ponerse prendas secas sin importarle la presencia de Hilda. Hilda solo voltea a un lado para no ver al caballero.

- ¡Eres un corriente vulgar como se te ocurre desvestirte y vestirte en mi presencia!

- Tu vestido esta también mojado deberías hacer lo mismo que yo, te puedo prestar ropa seca – dijo Camus sin vergüenza alguna.

- Desvestirme en frente de ti ni loca, tendrás que salir de aquí.

- Aquí tengo un baño tapado solo con un biombo puedes vestirte ahí, además estás tan delgada que no me llamas la atención, podrás caminar desnuda en frente de mí sin que me atraigas, si quisiera una mujer sería con más carne, y no puro hueso. Será mejor que te cambies podrías enfermarte – Camus se recuesta en la cama.

Hilda se queda parada sin hacer nada observando al caballero, pasan los minutos y tiembla de frío, el fuego de la chimenea se va consumiendo.

- ¡Porque no te has desvestido aún, porque no te mueves!

- No me grites es que...

- ¡Que cosa!

- No sé cómo desabrochar el vestido, las sirvientas siempre me ayudan – No dejaba de temblar

Camus la observó como si fuera un ser de otro planeta – No lo puedo creer ¡Además de autoritaria y soberbia eres una inútil! – Camus se levanta muy molesto y le ayuda a desabrochar y quitarle el vestido, Hilda no deja de temblar, Camus no tiene más remedio que llevarla a la cama y acomodarla en su pecho, tuvo que abrazarla pues la cama es solo para una persona. Hilda no tuvo tiempo de reclamar pues el cuerpo grande y fuerte del caballero era cálido y así ambos durmieron.

A la mañana siguiente Camus había salido temprano de la cabaña buscando comida para el desayuno, en cambio Hilda buscaba entre las cosas de Camus lo necesario para darse una ducha y ponerse ropa cómoda y seca, se dio cuenta que al caballero le gusta las cosas finas para asearse, tomo en sus manos una camisa de Camus y no pudo evitar olerla. – Al parecer este hombre primitivo tiene buen gusto y es limpio – Hilda alcanzo a escuchar unos ruidos de afuera y escondió lo que tenía de Camus en el pequeño armario de la cabaña. – Ya abra tiempo de darme una ducha – Se acomodo el cabello y tomo postura como una estatua, teniendo aun puesto el montón de ropa interior húmeda.

Camus entra a la cabaña, la mira, frunce el ceño y continua su camino aventando la red de sardinas que pescó – Bien llego la hora del almuerzo y te toca ayudarme a cocinar.

- No haré eso las princesas no cocinamos siempre tenemos gente a nuestro servicio.

- Lo vas a hacer sino no comes, si quieres comer trabaja, tienes que entender que no soy tu sirviente, no importa que te lo tenga que enseñar a golpes. – Camus pone la red de sardinas en la mesa y entierra el cuchillo en la mesa cerca de la mano de Hilda – Tendrás que ayudarme a limpiar las sardinas

- ¿Así son de salvajes los griegos? Tu manera de ser me asusta incluso más que las personas que me secuestraron.

- ¡Si quieres comer trabaja mujer! – Camus perfora una sardina con el cuchillo y se lo da a Hilda.

Hilda mira con horror al animal, en su vida tuvo que aprender a no despreciar ningún alimento es falta de educación, Hilda se llevó a la boca la sardina.

Camus la observa y la detiene. – ¿Qué haces nunca habías visto a una sardina?

- Si, pero no de esta forma.

- Pero estabas a punto de comértela cruda, ¿tanta hambre tienes? – En verdad Camus estaba muy sorprendido – Mira te enseñaré a limpiarlas – Camus con mucha habilidad limpia varias sardinas – ¿Viste? Ahora limpia el resto yo haré una salsa.

Hilda con mucho temor comienza su labor, mientras Camus hacia la salsa – ¿Así está bien?

Camus observa – Veo que has desperdiciado algo, pero vas bien, acuérdate como lo hice. ¿Qué haces usualmente en tu labor de princesa? me doy cuenta de que no sabes hacer muchas cosas.

- Clases de baile, esgrima, estudiar, tratar con mucha gente para gobernar, montar a caballo.

- Oh que divertido y supongo que tienes mucho tiempo para tomar el té y convivir con amigas – Dice Camus en tono sarcástico. – Ahora entiendo porque no eres tan útil.

Hilda trato de controlarse – La vida en Asgard es complicada, pero amo a mi país y daría mi vida entera por el bien de los habitantes, sabes la gente que trabaja a nuestro servicio considera un gran honor estar en ese puesto de trabajo muchos dan casi su vida por atendernos.

- Me alegro por ellos que no conocen la libertad. – Dijo con sarcasmo

- ¿Acaso no es un honor para ti estar al servicio de Athena?

- Por supuesto que sí, pero es diferente. Athena no nos trata con desprecio y no tiene una postura autoritaria, ella es muy generosa y buena con nosotros y fuimos formados para dar la vida por la paz y la justicia. Es algo más que defender una patria, defendemos a todo el mundo y buscamos un mundo más próspero. – Camus termina con su labor - Bueno saldré a buscar otros alimentos, vuelvo enseguida, espero que a mi regreso ya tengas las sardinas limpias para poderlas cocer.

- Que tipo tan desagradable lo odio – susurró para sí misma y continuo con las sardinas.

Paso cerca de una hora y Camus regreso con más comida - ¡Aun no acabas con eso! No puedo creer tu nivel de ineptitud dame acá eso – Camus terminó con el trabajo de Hilda con gran agilidad – Que ineficiente eres mujer, así se hacen las cosas con rapidez y sin desperdiciar.

Hilda trato de dominarse así misma para no insultar al caballero, ella recibió una educación capaz de dominar sus emociones y no alterarse. – Te agradecería mucho que dejaras de ser tan ofensivo y desagradable – Hilda camina para abandonar la cabaña.

- A donde crees que vas

- Eso no te incumbe podré no imponer mis reglas, pero no aceptaré todas tus orde… - En ese momento Hilda se desploma en el suelo.

Transcurren un par de horas e Hilda despierta en la cama de Camus.

- Maldita mujer, si tuviera tres niños aquí me darían menos problemas que tú, te has desmayado cómo es posible que no te hayas quitado el resto de tu ropa aún está húmeda, por fortuna tu vestido ya se secó, ya está la comida es urgente que te alimentes sino enfermaras seriamente.

Hilda se pone de pie para ir a comer, Camus solo la observa. – De verdad cocinas muy bien las sardinas y la carne están deliciosas, aunque un poco incomodo el lugar y no hay suficientes cubiertos.

- Lo siento Su Alteza, pero no estamos en su palacio aquí es un lugar austero sin lujos, planee una semana de vacaciones sin compañía y tú has alterado mis vacaciones y todo esto se convirtió en mi peor pesadilla.

- Bueno he terminado de comer, ya puedes limpiar los platos y todo lo demás.

- ¡No soy tu sirviente! Pero solo porque odio las cosas sucias accedo terminar de limpiar, pero tu mujer te tienes que quitar toda tu ropa interior, si te vuelves a desmayar no volverá a cuidarte.

- Soy Su Alteza Real y como podré desvestirme no puedo desabrocharme uso muchas prendas y siempre he tenido ayuda.

- Eres mi real desgracia, ¡ven voltéate te ayudare a desabrocharte! – Camus le ayuda – Ahora así vete atrás del biombo.

- ¿Por qué siempre tienes que estar gritando? Te odio – Hilda obedece y se deprende de la mayoría de su ropa interior.

- Que bueno yo tampoco te guardo ningún cariño – Camus se pone a lavar la loza y a limpiar la pequeña cocina de la cabaña.

Hilda tarda mucho en desprenderse de su ropa interior, ella había estado acostumbrada a usar prendas interiores que le apretaran el cuerpo su madre nunca permitió que estuviera mostrando sus atributos en público. En esta ocasión no tenía opción, el caballero tenía razón si no se quitaba el resto de la ropa enfermaría seriamente, salió del biombo y Camus la observó.

- No te has quitado lo suficiente.

Hilda tuvo que obedecer no le agradaba la idea de estar desnuda usando solo el vestido, era evidente que su figura resaltaría, moría de vergüenza. Logro ponerse al fin su vestido y salió a la vista del caballero y era muy notorio que sus pechos y caderas aumentaron de tamaño, cosa que no pasó desapercibido por Camus, el caballero decidió darle la espalda e Hilda decidió salir de la cabaña.

Camus decide seguirla no deseaba que la princesa volviera a meterse en problemas, Hilda disfrutaba del paisaje y la caminata, deseaba un momento de paz lejos del caballero hasta que sintió que alguien la empujo hacia la nieve.

- Silencio no grites – Dijo Camus susurrando con su cuerpo sobre el de Hilda – nos está mirando no te muevas – Camus se refiere a un gran oso polar, esperaron unos minutos hasta que el oso se alejó de ellos. Camus deslizó su mano en la cadera de Hilda. – ¿Qué clase de ropa interior estas usando?

En toda su vida Hilda no había sido educada para esas situaciones, por instinto femenino le dio un codazo en las costillas - ¡En tu vida jamás vuelvas a tocarme! – Hilda se levanta furiosa alejándose del caballero.

Camus se levanta lentamente sobándose el costado – ¡Maldita mujer! Ven acá – Camus se percata que el oso regreso en dirección a ellos – Será mejor que nos vayamos a la cabaña – Camus toma a Hilda en sus brazos en contra de su voluntad y carre a toda velocidad a la cabaña.

Al llegar Hilda le dice - ¿No puedes con un simple oso? – Hilda aun enojada empuja a Camus - ¡Bájame!

Camus la suelta y entran a la cabaña – ¡Claro que puedo con el oso, pero no iba a matar a ese pobre animal por tus estupideces! Cuantas veces he de sacarte de apuros – Camus suspira profundamente – Será mejor que durmamos – Camus se quita solo el pantalón dejándose puesto solo la camisa medio desabrochada y bóxer y se acuesta en la cama.

Hilda observa a Camus – Es inapropiado que estes en ropa interior y mostrando tu pecho desnudo ante una dama como yo, no lo puedo soportar.

- Ya me tienes arto Su Alteza, siempre queriendo dar órdenes y si no quieres verme pues voltéate y agradece que no me desnudé a veces duermo sin nada justo como llegue al mundo, esta es mi cabaña y estas bajo mis reglas, pienso que he sido demasiado bueno contigo – Camus cierra los ojos dispuesto a dormir.

- Has sido un hombre grosero y demasiado primitivo a mi gusto insisto no puedo entender como un hombre como tu está al servicio de la diosa, supongo que sería demasiado pedir que me dejes la cama ¿No es cierto?

Camus se frota los ojos – Efectivamente si es mucho pedir Alteza, pero puedo darte un espacio si quieres, vine de vacaciones solo y no esperaba tener visitas – Camus se acomoda y extiende su brazo esperando a recibirla en sus brazos.

Hilda se queda de pie observando al caballero – Te odio – dice susurrando. Pasa cerca de una hora y el fuego de la chimenea se extingue, Hilda empieza a sentir frío – Te odio hoy y te odiare siempre. Hilda accede y se acuesta poniendo su cabaza en el hombro del caballero, ella intenta cubrirle el pecho, pero no puede, se sentía bastante incomoda, no tuvo más remedio que acomodar su cabeza en el pecho fuerte y musculoso del caballero. Para sorpresa de Hilda estar en los brazos del caballero era bastante cómodo y cruza la pierna sobre la pierna de él y logra dormir bastante relajada.

Camus medio dormido siente el cuerpo de la princesa, sonríe y la abraza dándole su calor confortante.

A la mañana siguiente.

- ¡Despierta mujer!

Hilda se aferra más al caballero – No quiero esto es tan cómodo.

Camus la saca de la cama y ella cae al suelo – ¡Aléjate de mí!

- ¡Auch! ¿Siempre haces mucho escandalo? – Hilda se soba el trasero – He dormido bastante bien y ¿tú?

- ¡He pasado una terrible noche recógete ese cabello y ponte ropa interior! – El cuerpo de Camus no pudo disimular el gusto de haber tenido en sus brazos a la princesa tuvo que taparse la entrepierna con la almohada, pues estaba muy abultado, se pone un pantalón y sale de la cabaña muy molesto.

Por primera vez Hilda se alegra ver la actitud del caballero, no entendía del todo su reacción, pero empezaba a disfrutar verlo enojado por su causa, ella se asomó por la ventana y vio como el caballero daba patadas a la nieve y puñetazos a un árbol – De verdad este hombre es demasiado primitivo – Hilda comienza a reír viendo al caballero en ese estado maniático.

- Ahora si podré darme un baño – Hilda toma las cosas del armario que había escondido y se da una ducha larga y más relajante era el agua caliente recorrer su cuerpo.

Cuando Camus se tranquilizó regreso a la cabaña con algo de comida al abrir la puerta lo primero que vio fue a Hilda duchándose, quedo petrificado.

- ¡Aaah sal de aquí! – Hilda se tapó con una pequeña toalla – ¡Pervertido!

Camus estúpidamente obedece y sale de la cabaña todo impactado ante lo que vieron sus ojos. En cambio, Hilda sonrió al ver el gesto del caballero – Más pronto cae un hablador, podrás pasar desnuda frente a mí sin que me llames la atención" bla bla bla caíste bajo mi encanto caballero – Dice Hilda para sí misma. Hilda se toma todo el tiempo del mundo para vestirse con ropa del caballero y cepillarse el cabello.

Camus toca la puerta antes de querer entrar - ¿Se puede?

- Adelante mi mayordomo.

- ¡Mayordomo tu abuelo! Mujer hoy te toca ayudarme a cortar la cebolla – Camus alistando las cosas para cocinar.

Hilda se toma con calma las órdenes del caballero, pensó que él no la observaba, pero se equivocó y agito su caballo de manera seductora ante eso Camus actuó la tomo en sus brazos y le dio un beso intenso pero brusco.

- ¡Mira niñata quizás crees que soy ciego te advierto que no estas segura conmigo, y todo esto lo ves como un juego, pero no es así, quiero que estes pura e integra cuando vuelvas a tu palacio de oro, oíste! No me presiones sino no respondo. – Camus se aparta un poco de ella mirándola intensamente a los ojos.

Hilda en completo estado de shock empezó a sentir miedo de las actitudes del caballero, pone su mano en los labios – No vuelvas a tocarme oíste – Dice con voz temblorosa – Estoy comprometida con mi dios guerrero Sigfried.

- Con mayor razón entonces deja de jugar conmigo, no querrás llegar a la noche de bodas con tu dios guerrero con experiencia o ¿sí?

- Aléjate de mí – Hilda toma el cuchillo para cortar cebollas, sin perder el nerviosismo ante la mirada dura del caballero se corta un dedo – ¡Auch!

- ¡Que inútil eres! A ver ese dedo ¡Mira ves esto! Es sangre es igual a la de los plebeyos, esclavos y reyes – Camus aplica algo de su poder para sanar el dedo de Hilda – Con esto te pondrás bien.

Cocinaron juntos y comieron en silencio, por la tarde Hilda sale a dar un paseo y Camus la sigue a distancia, hasta que ve que Hilda está segura se acuesta a los pies de un árbol y se queda dormido. Hilda logra ver al caballero y se acerca al él, se da cuenta que tiene una pistola en el costado y decide tomar el arma. Camus por instinto toma la mano de Hilda.

- ¿Qué vas a hacer con eso? ¿Matarme?

- Nada me gustaría más, pero no, pescare con esta pistola.

Camus frunce el ceño – ¿Le pondrás un hilo pescar y lo lanzarás al rio?

- Jamás he conocido un hombre tan ridículo como tú, disparare directamente al pescado.

Camus suelta una sonora carcajada – Quiero ver eso, espero y no salgas volando hacia atrás cuando dispares.

Hilda dispara y da al blanco perforando al pescado que nadaba en el rio, Camus se sorprende y va hacia el rio a tomar el pescado. – Gran hazaña Cherri te felicito.

- ¿Sorprendido? Y no soy Cherri soy Su Alteza…

- Ya se , ya se mi real desgracia.

- ¿Qué vas a cocinar hoy? – Dice Hilda con alegría.

- Vamos a cocinar querida, cocinas lo que cazas. – Camus le pone el pescado en la mano

- Me sorprende ver la envidia de los hombres cuando ven a una mujer buena para la cacería, dime caballero ¿sabes montar a caballo?

- Se vestirme solo y no pasar hambre y hacer cosas útiles y no conformarme con clases inútiles y tomar el té con amigos perdiendo el tiempo. – Ambos caminan de regreso a la cabaña, cocinan juntos Camus le enseña técnicas nuevas y cenan tranquilos y en silencio. Al final del día se sientan frente a la chimenea ambos toman un libro y se ponen a leer por un rato.

- Creo que dormiré estoy cansada – Comentó Hilda – ¿Dormiremos igual que ayer?

Camus se quita los anteojos para leer y mira a Hilda - Por esta ocasión tu ganas te duermes en la cama sola yo veré que pongo en el suelo.

- Que gesto tan noble inusual en ti.

- No me conoces realmente has conocido una faceta de mí inusual porque has colmado mi paciencia, ¿en tu vocabulario no existe las palabras gracias, con permiso, por favor?

- No has hecho nada que merezca decirte esas palabras – Hilda con postura orgullosa.

- Que mujer tan rara eres, no me extraña que esos hombres que te secuestraron hayan querido matarte, mejor vete a dormir antes de que me arrepienta de la oferta.

Hilda va a acostarse y se alegra por fastidiar a ese hombre primitivo y se pone cómoda para dormir.

Camus se queda un rato mirando a la princesa – De que le sirve ser tan hermosa si tiene malas actitudes. – Camus tiende una manta y duerme.

A la mañana siguiente el caballero de Crystal pasa a recoger a Camus y descubre que Camus no estuvo solo en su semana de vacaciones y lo juzga de casanova, Hilda creía que la iban a estar buscando por su desaparición, pero descubrió por medio del caballero de Crystal que no fue así, su hermana Flere había tomado el lugar de Hilda, para ir a Atenas.

Previamente había un plan de parte del gobierno de Asgard tener una reunión con Athena y Shion en el santuario, para negociar la entrega de unas tierras de Asgard con fines de entrenamiento para los caballeros del santuario y preparación para futuros guerreros. Ese era el motivo principal del viaje de Hilda, pero en el trayecto fue secuestrada por dos hombres con intenciones de matarla, en un momento Hilda logra escapar y es cuando toma el caballo y es perseguida por los hombres y Camus le salva la vida, cuando ella cae al agua. Los hombres creen haberla matado y se van y nunca se dieron cuenta que el caballero dorado la había salvado.

Camus se entera de todo esto y busca cuanto antes llevar a Hilda al Santuario, pero antes el caballero de Crystal le recuerda que ella es una princesa y que no tiene ropa suficiente para estar ante Athena y accede a comprarle ropa fina, joyas y zapatos dignos de una princesa, por supuesto Camus tuvo que usar de su fortuna, pues es heredero absoluto de una gran fortuna de su familia en Francia, pero Camus por su sencillez siempre prefirió vivir con sueldo de caballero dorado, nunca le gustaron los lujos, y así prometió nunca usar su herencia, hasta ese momento.

Cuando llegan a Atenas, Camus se separa de Hilda y le enseña cómo usar el dinero y se disculpa con ella pues él tiene que anunciarse cuanto antes con el patriarca Shion y le dice que se hospede en un hotel, mientras se arreglan las cosas.

Continuará...