Cuando Charlotte llegó a su lugar de trabajo esa tarde después de la escuela, frunció el ceño en confusión cuando se encontró con que la tienda estaba cerrada. La gruesa cortina de metal aún cubría el frente, solo la portezuela estaba sin llave.

Antes de entrar por su cuenta, la chica sacó su teléfono y llamó a su jefe para avisarle de su llegada varias veces pero todas sus llamadas fueron ignoradas y enviadas al buzón de voz.

Más preocupada que extrañada, Charlotte decidió entrar a la tienda y ver qué había pasado con su jefe. Swellview lentamente se estaba convirtiendo en una ciudad insegura, cualquier cosa podría haber ocurrido. Con su mente empezando a crear diversos escenarios uno peor que el otro, ella entró al establecimiento. Notó que todas las luces estaban encendidas excepto por una franja de luz que venía de la puerta entreabierta de la oficina de Drex.

Se detuvo afuera de esta. Había estado allí varias veces pero nunca por si misma, era un espacio personal que ella no quería invadir con su presencia muy a menudo ya que respetaba el deseo de Drex de mantener algunos sitios fuera de su jurisdicción, pero algo le decía que si quería ayudar a su jefe debía entrar para hacerlo.

Primero llamó suavemente a la puerta, anunciandose.

—¿Drex? Soy yo, Charlotte ¿Está todo bien? —preguntó alzando la voz.

No obtuvo respuesta por lo cual se mordió el labio en indecisión. Las luces encendidas solo podían significar que él tenía que estar allí, pero la falta de respuesta implicaba que algo debía de haber sucedido con él.

Exhalando audiblemente, posó su mano en la superficie de la puerta y empujó suavemente. Lentamente y sin hacer ruido la puerta de la oficina se abrió y ella espió dentro.

Ella jadeó sorprendida cuando sus ojos se posaron en la forma de su jefe desplomado sobre un sofá que tenía allí. Tenía una pierna sobre un reposabrazos, la otra flexionada y apoyada en el suelo, un brazo echado sobre su rostro, cubriendo sus ojos, el otro colgaba sin fuerzas a su costado. Su cabello era un desastre, su ropa estaba desordenada, arrugada y un extraño olor flotaba en el aire que la hizo arrugar la nariz.

Charlotte entró en la oficina, mirando más allá de su jefe dormido. Por lo que vio, él estaba profundamente dormido, su pecho subía y bajaba constantemente, se escuchaban suaves ronquidos. Una mejor mirada alrededor le dio todas las explicaciones que necesitaba.

Botellas. De muchos tamaños y formas. Todas vacías y regadas por el lugar, en el escritorio y en el suelo. Había un vaso tirado en el suelo cerca de donde dormía Drex, parecía que se le había caído de la mano cuando se había quedado dormido porque una sustancia líquida había manchado la superficie.

El saber que la explicación de la tienda cerrada y el desorden era que su jefe se había emborrachado la tranquilizaba. Drex no resultó herido ni nada por el estilo. Pero ese conocimiento planteó otras inquietudes ¿por qué estaba noqueado en su sofá? ¿Qué tipo de problemas lo habían empujado a beber de esa manera? No lo había tomado por un borracho, ni siquiera por un alcohólico, pero ahí estaba él.

Se paró en medio de la habitación y se mordió el labio con incertidumbre mientras lo miraba. ¿Qué debería hacer ella ahora? ¿Despertarlo? ¿limpiar el lugar? ¿Recoger las botellas vacías? ¿Ocultar la evidencia? No sabía qué hacer, y ante la falta de una idea clara de qué hacer, optó por actuar como mejor se le ocurrió.

Caminando con cuidado hacia él, se arrodilló a su lado y colocó su mano sobre su hombro para sacudirlo suavemente.

—Drex —llamó.

Su respuesta fue un ronquido más fuerte pero nada más. Ella suspiró y lo intentó de nuevo.

—Drex, despierta —repitió.

Ella lo sacudió más fuerte. Eso funcionó, el hombre comenzó a agitarse y se quitó pesadamente el brazo de la cara para rascarse una de las mejillas. Hizo una serie de ruidos sin sentido que sonaron como palabras a medio formar y abrió los ojos lentamente.

Lo primero que vio fue un par de ojos marrones preocupados en una cara bastante bonita a través de una visión borrosa. Entrecerró los ojos al ver a la chica, luchando por aclarar más su visión y recordar quién era ella, dónde estaba él y qué había sucedido. Lo último que recordaba era que había estado sentado detrás de su escritorio pensando detenidamente en algo importante antes de decidir ahogar sus problemas.

Un bostezo rompió su evaluación de la chica. Se cubrió la boca mientras se sentaba lentamente, haciendo una mueca por su horrible aliento. También se sentía más lento de lo habitual y pesado, como si todos sus músculos estuvieran demasiado cansados para funcionar correctamente.

Pensando en cómo se sentía y después de una rápida mirada alrededor de su oficina y el estado de la misma, llegó a una desagradable conclusión. No necesitaba preguntar qué hora era, la presencia de su empleada allí era toda la respuesta que necesitaba.

Drex resopló avergonzado de sí mismo, apoyando los codos en las rodillas y hundiendo la cara entre las manos. Odiaba ser visto en su peor momento, no le gustaba parecer débil.

Charlotte todavía estaba de pie frente a él, mirándolo con atención. Él no parecía molesto o enojado con ella, pero se imaginó que se sentía avergonzado de haber sido descubierto por ella en ese estado de ánimo. Entonces, decidió no abordar su mal estado todavía y se centró en una tarea más útil.

—Te traeré un vaso de agua —anunció antes de darse la vuelta para completar tal tarea.

Él apenas la escuchó, ocupado reprendiéndose a sí mismo por dentro, pero asintió vagamente.

Una rápida mirada alrededor de la oficina le hizo saber que había un vaso limpio en el gabinete abierto y vacío. Ella lo tomó y fue a llenarlo con agua del grifo.

Cuando ella regresó, él todavía estaba con la cabeza gacha, los dedos hundidos en su espeso cabello, desordenandolo mientras murmuraba algo con los dientes apretados. Se paró en el marco de la puerta un poco incómoda, con el vaso en la mano, y lo miró un momento antes de aclararse la garganta para anunciarle que había regresado.

Se detuvo y miró hacia arriba sobresaltado, quitándose las manos de su cabello desordenado, fijando sus ojos con pesadas bolsas en ellos. Ella le dedicó una pequeña sonrisa amistosa y levantó un poco la mano en la que sostenía el vaso.

Él asintió e hizo un gesto con la mano para indicarle que entrara. Ella obedeció y le tendió el vaso. Lo tomó y bebió el líquido en largos y rápidos tragos, suspirando de alivio cuando terminó, con la garganta refrescada de nuevo. Él le devolvió el vaso con un ronco 'gracias' y ella fue a ponerlo encima del escritorio.

Eso fue seguido por un silencio bastante incómodo en el que Charlotte se paró junto al escritorio, mirándolo con atención y preocupación. También tenía mucha curiosidad por saber qué había llevado a un hombre tan serio como él ahogarse en alcohol tan repentinamente. Pero sabía que este hombre no era como Ray, un hombre al que podía molestar hasta que se rindiera y le dijera qué lo había empujado a hacer algo tonto.

Con Drex las cosas eran diferentes, se sentía bien en su presencia cuando los demás se sentían intimidados, pero no sentía que fueran tan cercanos como para cuestionarlo tan abiertamente. Esperaba que él pudiera aclarar las cosas por su cuenta porque no se iba a concentrar en nada más durante el día si no lo hacía.

Drex podía sentir su mirada inquisitiva sobre él, se moría por preguntarle que rayos había pasado pero se estaba conteniendo. Menos mal que la eligió a ella en lugar de a una mocosa ruidosa y entrometida, porque no se sentía de humor para explicarle nada a nadie, menos el desencadenamiento de su turbación.

Pareció que la chica entendió su pedido silencioso de dejarlo para más tarde porque dejó escapar un suspiro de resignación apenas perceptible y habló.

—¿Necesitas algo más? —preguntó ella, su tono ligeramente decepcionado.

Él negó con la cabeza.

—Permaneceremos cerrados por hoy, puedes tomarte el resto del día libre —le ofreció aunque por su tono le dejó claro que era una orden, él quería estar solo.

No estaba de humor para tratar con clientes u otras cosas del trabajo. Tenía hambre y aún debía iniciar la búsqueda de los criminales que se habían dado a la fuga.

Ella frunció los labios, deseando luchar contra su decisión y esforzándose por no hacerlo. Drex no era como sus amigos, no quería presionar sus botones y hacerlo estallar. Ya parecía bastante enfadado.

—Está bien —respondió ella mientras dejaba escapar otro débil suspiro—. Me iré entonces, avísame si necesitas algo.

Él agitó su mano hacia ella como despedida mientras asentía, todavía mirando hacia un lugar en la habitación.

Ella lo observó dubitativa unos segundos antes de darse la vuelta y abandonar el lugar.

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Se fue a casa y, afortunadamente, sus padres aún no estaban allí, por lo que tenía tiempo de inventar una excusa para su llegada anticipada.

Fue a su habitación a dejar sus cosas y cambiarse, luego volvió a bajar las escaleras para prepararse un bocadillo.

Una vez cómoda en su sofá con su comida, sacó su teléfono y comenzó a navegar por sus redes sociales para pasar el tiempo y sacarse de la cabeza todo lo relacionado con el problema de su jefe. Durante todo el día, la gente no había dejado de hablar sobre el incidente de la noche anterior y se publicaron nuevos videos de la persecución.

Se desplazó ociosamente, apenas prestando atención hasta que un titular del programa de noticias captó su interés. Era un artículo que hablaba de la declaración de la novia del traficante. Le había contado a la policía su versión de cómo habían sido los hechos, pero también había mencionado algunos datos interesantes sobre el vigilante.

"...en el forcejeo, Matt lo agarró y le sacó su guante, ¡y tiene una mano mutada! Parecía la pata de un lagarto, con garras y piel de color verde oscuro" mencionó estremeciéndose. "No estoy segura de si es humano en absoluto..."

Charlotte se enderezó, frunciendo el ceño con perplejidad. El artículo seguía y seguía relatando cómo había sido la pelea, omitiendo ciertas partes por solicitud de la policía pero dando suficiente información para mantener a la gente interesada.

Por lo que les había dicho la mujer, era su mano izquierda la que era diferente, la usó para pelear contra el hombre asesinado.

Mientras leía, no pudo evitar pensar en su jefe y su brazo izquierdo siempre cubierto. Él nunca se sacaba el guante, lo que ella no había cuestionado porque pensó que tal vez había tenido un accidente y quería ocultar unas cicatrices horribles. Pero ahora no pudo evitar que su mente empezara a sacar teorías.

Ahora inquieta, saltó del sofá y fue a su habitación, se sentó frente a su escritorio y encendió su computadora. Dejó lo que le quedaba de comida al lado del teclado mientras comenzaba a escribir en la barra de búsqueda. Segundos después, varios videos que habían captado al vigilante aparecieron en la pantalla. Abrió todos y cada uno de ellos, desde cámaras de seguridad hasta teléfonos celulares, mirando cada video con atención, estudiándolo.

Le tomó mucho tiempo y una vez que estuvo satisfecha, sacó un bloc de notas de un cajón y un lápiz y comenzó a dibujar un mapa con todas las direcciones a las que el hombre había sido visto conduciendo después de hacerse cargo de una emergencia.

Invirtió varias horas en su investigación, incluso llegaron sus padres y ella seguía ocupada. Ella les dijo que Drex no se había sentido bien y había cerrado temprano, dándole el resto del día libre y no la cuestionaron mucho.

Pasó la media noche y ella seguía absorta en su tarea. Solo se tomó un descanso cuando sintió que había hecho suficiente trabajo de detective.

Charlotte estaba con las piernas cruzadas en el suelo, la barbilla apoyada en los puños cerrados mientras miraba las notas esparcidas ante ella con una expresión pensativa e incrédula. Una parte de ella le dijo que solo era una extraña coincidencia, pero su parte lógica le dijo que todo encajaba a la perfección.

Tenía el tamaño y la altura correctos y escondía su brazo izquierdo. Los avistamientos promedio del vigilante al salir de una escena y al llegar a una lo ubicaron en dirección cercana a la tienda. Tenía una fuerza impresionante y era bastante bueno con la tecnología, ambas características que su jefe también tenía... Había provocado la muerte accidental de un criminal sin que pudieran juzgarlo por sus fechorías y había dejado escapar a otros cuatro, un fracaso que podría llevar a un hombre como él a recurrir a la bebida para olvidar...

Cerró los ojos mientras suspiraba cansada. Tenía mucho en lo que pensar antes de llegar a una conclusión, pero tenía que admitir que la evidencia a favor de su teoría era bastante consistente.

Drex tenía que ser el misterioso vigilante.