Los personajes de Inuyasha pertenecen a Rumiko Takahashi yo solo los tomó prestados para poder dar forma a la trama la cual si me pertenece. Todo sin lucro y solo con el afán de entretener. Cualquier parecido a la realidad es mera coincidencia o referencia.


30 Primera Vez (Sexual)

La neblina lo envolvía todo, cubriendo el paisaje de las montañas con un manto suave y blanco, tan denso que apenas permitía distinguir los contornos de los árboles en el bosque. Desde la ventana de la habitación, solo se alcanzaba a entrever la sombra del bosque que se extendía montaña abajo, como si la naturaleza misma conspirara para crear una atmósfera íntima, aislada del resto del mundo.

Kagome tenía la extraña sensación de que, más allá de esas paredes de madera, todo había desaparecido. La densa niebla había arruinado sus planes de visitar el pueblo, forzándolos a quedarse en el hotel sin ninguna otra opción. Y para colmo, su compañera de cuarto y su novio habían decidido quedarse en la habitación de Kagome, dejando a ella y a Inuyasha solos en la habitación de él, sentados juntos en el futón mientras miraban el paisaje borroso tras la ventana.

Aunque habían compartido momentos a solas antes, a menudo en la comodidad de la casa de Kagome, esta situación se sentía distinta. En el silencio de la habitación, la mezcla de nerviosismo y anticipación llenaba el aire, haciéndolos evitar cruzar miradas demasiado prolongadas, como si cada vistazo contuviera algo que ambos sentían y aún no se atrevían a decir. La cercanía de sus manos, el suave roce al cambiar de posición en el futón, hacía que sus corazones latieran más rápido.

Ambos sabían que este viaje de graduación marcaba el fin de una etapa y el comienzo de algo nuevo, un cambio de capítulo que quizás los acercaría aún más. Pero ahora, envueltos en el cálido silencio de la habitación y con la niebla convirtiendo el mundo exterior en una simple sombra, la realidad parecía distinta, cargada de promesas implícitas.

—Supongo que estamos atrapados aquí— comentó Inuyasha, con una sonrisa nerviosa mientras entrelazaba sus manos en su regazo.

—Sí— Kagome asintió, mordiéndose el labio—. Parece que la niebla no se irá hasta mañana.

Ambos callaron, el sonido de sus respiraciones llenando el silencio de la habitación. Sus manos estaban demasiado cerca, apenas rozándose, y cada roce accidental era como un pequeño choque eléctrico.

Kagome sentía su corazón martillando en sus oídos; aunque había muchas cosas que la llenaban de dudas, había algo que sabía con absoluta certeza: amaba a Inuyasha y confiaba en él más que en nadie. Respiró profundo, intentando calmar el temblor en sus manos. Sabía que él siempre la respetaría y esa seguridad le daba el valor que necesitaba. Con un pequeño esfuerzo, se giró hacia él, mirándolo a los ojos.

—Inuyasha… ¿te importa si me recuesto un rato? —preguntó, tratando de sonar casual, aunque sentía que su corazón estaba a punto de salirse de su pecho.

—Claro— Inuyasha tragó saliva y asintió despacio—. Puedes descansar —dijo con una sonrisa suave, aunque él mismo sentía su pulso acelerado, casi doloroso en su pecho.

Kagome se acomodó sobre el futón, sintiendo la suavidad del edredón bajo su espalda. La tranquilidad del ambiente, la calidez de la habitación y la presencia de Inuyasha a su lado hacían que su nerviosismo se mezclara con una calma inesperada.

Sin poder evitarlo, Inuyasha se recostó a su lado, y en ese instante, todo el nerviosismo fue sustituido por algo más profundo, un sentimiento que ambos habían evitado reconocer por mucho tiempo. El tiempo pareció detenerse mientras la miraba, y sus ojos se encontraron en un intercambio silencioso que no necesitaba palabras. Con lentitud, Inuyasha acercó su rostro al de ella, cerrando con delicadeza la distancia entre ambos.

Sus labios se encontraron en un beso suave, un primer contacto lleno de ternura y devoción. Era un beso que expresaba mucho más de lo que podrían decir en palabras; cada caricia entre sus labios transmitía el amor y respeto que se tenían el uno al otro. Era la culminación de tres años de recuerdos compartidos, de sonrisas, de confidencias y de sueños futuros.

A medida que el beso se volvía más profundo, sus cuerpos se acercaron instintivamente y la timidez inicial dio paso a una conexión más íntima y sincera. Con movimientos lentos y cuidadosos, Inuyasha rodeó a Kagome con sus brazos, sin dejar de mirarla, sus ojos llenos de una mezcla de amor, emoción y certeza. En aquel instante, ambos sabían que no había vuelta atrás; este momento les pertenecía, y en sus corazones, se prometían que jamás lo olvidarían.

—¿Estás segura?— susurró Inuyasha, con la voz apenas controlada.

—Sí, siempre he querido que sea contigo— sus mejillas enrojecidas, pero sin ningún rastro de duda en su expresión.

Esas palabras fueron todo lo que Inuyasha necesitaba escuchar. Con una ternura infinita, acarició el rostro de Kagome, sus dedos rozando su mejilla mientras ella cerraba los ojos, entregándose completamente al momento. Cada movimiento era lento, como si quisieran prolongar ese instante de intimidad y amor. La ropa fue cayendo suavemente, cada pieza fue retirada con cuidado, como si ambos estuvieran desvelando no solo sus cuerpos, sino también sus almas.

Mientras sus labios se movían en sincronía, Kagome sintió las manos de Inuyasha explorar su piel con una delicadeza que no esperaba de alguien tan brusco como lo era su novio, pero allí estaba él, tratándola con sumo cuidado, con una suavidad que sorprendió a Kagome, él la besó de nuevo, esta vez con más pasión, pero siempre manteniendo ese cuidado tan característico que él solo mostraba con ella.

El calor en su interior creció, pero no fue solo deseo. Había una conexión más profunda en cada roce, en cada mirada. Inuyasha la trataba como si fuera lo más precioso que había tocado jamás, y eso hacía que Kagome se sintiera segura, amada de una manera que nunca había experimentado.

—Si en algún momento… si no quieres…— Inuyasha murmuró contra sus labios, su voz cargada de preocupación.

Kagome le colocó un dedo en los labios para silenciarlo, sus ojos encontrándose con los de él nuevamente.

—Quiero…— dijo con firmeza, su corazón latiendo rápido, pero sin duda en sus palabras—. Te quiero a ti.

Las manos de Inuyasha viajaron por su cuerpo, lentamente, como si estuviera aprendiendo cada parte de ella. Kagome hizo lo mismo, dejando que sus dedos descubrieran la suavidad de su piel, sus músculos tensos, la calidez de su piel. Era un descubrimiento mutuo que iba más allá del simple contacto físico.

—Te amo— susurró él, acomodándose en medio de las piernas de su novia.

—Yo también te amo— respondió Kagome, cerrando los ojos mientras cruzaban esa barrera, sin miedo, ni dudas, solo una certeza silenciosa de que estaban exactamente donde debían estar.

Cada movimiento era lento, casi reverente, como si quisieran asegurarse de que ambos pudieran sentir y recordar cada segundo. Había algo casi sagrado en la forma en que se entregaban el uno al otro, una conexión tan íntima que parecía sellar todos aquellos sentimientos que siempre habían compartido, pero que en ese instante cobraban vida.

No había prisa, solo la seguridad de que aquel momento era solo suyo y que lo atesorarían para siempre. Cada suspiro, cada mirada, y el ritmo de sus corazones latientes parecían resonar en perfecta armonía, reflejando todo lo que sentían en ese preciso instante. Fue una experiencia que los dejó sintiéndose más vulnerables que nunca, pero también unidos de una manera nueva, irrevocable.

Mientras el final se acercaba, Kagome se sorprendió por la intensidad y la fuerza de Inuyasha, quien la sostenía con firmeza, acelerando el ritmo con una pasión contenida que pronto los llevó a ambos a perderse en un clímax compartido. Kagome, incapaz de contenerse, hundió los dedos en su espalda, sintiendo cómo sus cuerpos y almas alcanzaban una sincronía perfecta.

Finalmente, sus cuerpos descansaron juntos, su piel cálida y sus respiraciones aún entrecortadas. Kagome se quedó recostada en el pecho de Inuyasha, su rostro reflejando una paz y plenitud indescriptibles. Él la rodeó con sus brazos, acariciando su cabello y permitiendo que el silencio llenara la habitación, mientras ambos procesaban la profundidad de lo que acababan de compartir.

Pasaron unos minutos en los que ninguno habló, disfrutando de la calidez del otro. Finalmente, el cansancio venció a Kagome y su respiración se fue calmando poco a poco hasta caer en un sueño profundo.

. . . . . .

A la mañana siguiente, la luz del amanecer se filtró suavemente por las ventanas, iluminando la habitación en un resplandor cálido. Inuyasha fue el primero en abrir los ojos, despertando lentamente, y pronto se dio cuenta de que Kagome seguía dormida entre sus brazos, acurrucada en su pecho. Durante un momento, simplemente la observó, maravillado por su serenidad, por lo hermosa que se veía bajo aquella luz tenue.

Su cabello oscuro caía sobre la almohada y sus labios, entreabiertos, dejaban escapar una respiración lenta y pausada. Sus manos estaban entrelazadas con las de él, y su rostro mantenía esa misma expresión de paz que había tenido la noche anterior. Inuyasha sintió una ternura indescriptible, y algo en su pecho se hinchó con un amor tan grande que le costaba comprenderlo.

Se inclinó ligeramente, depositando un beso en su frente, con cuidado de no despertarla. No quería romper ese momento, quería memorizarlo todo: la sensación de su piel cálida contra la suya, el suave peso de su cuerpo junto al suyo, y la certeza de que Kagome confiaba en él como nunca lo había hecho con nadie.

Mientras la observaba dormir, sintió una nueva seguridad, una que nunca había experimentado antes. Ella era su primer amor, pero más allá de eso, era su compañera, la persona con la que podía imaginar un futuro lleno de momentos como este. Y en silencio, mientras la rodeaba suavemente con sus brazos, Inuyasha hizo una promesa que solo él escuchó: Te cuidaré siempre, Kagome y haré que seas feliz cada día de tu vida.

Con una última mirada de amor, Inuyasha cerró los ojos y dejó que el sueño lo venciera de nuevo, seguro de que, a partir de ese momento, quería despertar junto a Kagome todos los días.


30/10/2024

Bueno ya mañana es el final de esto.

Sí, en el relato anterior, inukag apenas están aprendiendo a vivir juntos y a como bien dicen, a organizarse, llevan dos meses adaptándose a la vida juntos sin sus padres y eso no es fácil.