Capítulo 4: Sexercise
Un ruido sacó a Bandit de su sueño y abrió los ojos lentamente. La luz en su dormitorio era escasa, gris plateada, como si aún no amaneciera, aunque parecía que debería ser más tarde. Todavía no había suficiente luz en el cielo para verse a través de las cortinas, complementando el casi silencio a su alrededor. Generalmente solía levantarse temprano, pero ahora sin sus hijas, sin poder hablar con su esposa y sin planes para el día, era libre de quedarse en la cama todo el tiempo que quería. Suponiendo que aún le quedaba un rato para dormir, intentó cerrar los ojos nuevamente.
El ruido volvió a sonar, y el Heeler azul se dio la vuelta, tapándose la cabeza con la almohada. El estruendo provenía de la puerta. Alguien estaba tocando el timbre. Él estiró su brazo y buscando a tientas confundido, agarró su teléfono. Entrecerró los ojos debido al brillo. Cuando su vista se aclaró un poco, comprobó que apenas faltaban unos minutos para las 6 de la mañana. ¿Qué clase de individuo era capaz de molestar a esas horas? Apoyó la cabeza y dejó escapar un suspiro. Podía arriesgarse a seguir durmiendo y esperar que aquella persona se canse y se fuera o levantarse y atender. Él prefería lo primero, ya que no quería desperdiciar ni un minuto de su momento tranquilo, pero cuanto más tiempo permanecía allí sólo en la oscuridad, concentrándose intensamente en quién podría molestarlo, menos se caían sus párpados y menos probable era que pudiera volver a dormir.
El timbre volvió a sonar, y esta vez constantemente. Fastidiado por la interrupción, Bandit se quitó las mantas y se sentó en la cama. Se estiró, tapándose la boca mientras un suave bostezo brota de su garganta. Levantándose de la cama casi despierto, el Heeler azul refunfuñó, se puso las pantuflas y caminó hacia la entrada. Tres pasos, dos pasos, un paso a la vez, hasta que finalmente llegó a su destino, esperando descubrir la identidad de aquel individuo que interrumpía su sueño. Al abrir la puerta, se llevó una sorpresa.
—"¡Buenos días!", exclamó Wendy en un tono muy alegre.
A pesar de que solo habían pasado unas horas desde la última vez que se vieron, ella se presentó como si nada en la puerta de su vecino, vistiendo sus típicas muñequeras de color amarillo claro y su diadema que iba a juego. También cargaba una mochila ligera.
—"Buenos días, Wendy", respondió Bandit aturdido mientras bostezaba y estiraba los brazos. "¿Qué… qué haces aquí?"
La chow-chow le agradeció por lo de noche, además de comentarle que se sorprendió al despertarse y no encontrarlo en su casa. También se disculpó por haberse quedado dormida durante la película. Por su parte, el Heeler azul trataba de decirle que todo estaba bien, pero apenas lograba articular oraciones largas.
—"Alguien necesita sumergir la cabeza en un tazón de café expreso", dijo Wendy en broma.
Bandit sonrió. "Alguien está muy enérgica hoy". Ambos rieron.
—"Deberías lavarte la cara", le recomendó ella al ver su aspecto de recién levantado.
Pero Bandit no le responde, sino que murmura, en un ataque de sueño. "Mmhm...", y ni siquiera parecía que la hubiera escuchado.
La diferencia entre ellos era bastante notoria y abismal. Bandit lucía demacrado, dócil y con una mirada lánguida. Por su parte, Wendy se veía bastante pulcra, espabilada y vigorosa. Esos ojos profundos de la chow-chow querían invadir su rostro en comparación con lo imperfecto que se veía el Heeler azul.
—"Entonces… Solo… ¿Solo viniste a… decirme eso?", pronunció Bandit, todavía un poco somnoliento.
—"En realidad…", jugó con sus manos en un notable nerviosismo, "También quería invitarte a caminar".
—"¿Caminar?", la miró fijamente, tratando de descubrir si hablaba en serio.
—"Así es", asintió. "A veces suelo hacer caminatas largas por la naturaleza con Judo", comenzó a explicar, "Es un lindo momento para pasar la mañana y pensé que podía ser una buena idea que nos acompañes", declaró.
Bandit no se mostró muy convencido con su propuesta. Inhaló profundamente mientras sus párpados temblaban y se abrían.
—"Me gustaría, pero... Tengo muchas cosas que terminar", respondió en voz baja, sólo medio mintiendo. "Tal vez podríamos ir otro día, si quieres".
El Heeler azul se llevó otra sorpresa ya que, cuando comenzó a cerrar la puerta, la chow-chow rápidamente movió el brazo para detenerla con todas sus fuerzas. Los ojos de Bandit se abrieron por completo ante la acción, el estruendo y la fuerza de Wendy.
—"Bandit Heeler…", su tono se volvió más serio de lo que Bandit esperaba. "Escucha…", intentó mantener su sonrisa, "Estoy tratando de hacer algo bueno por ti", manifestó.
—"¿Qué?", preguntó, con las cejas arqueadas.
—"Me prometiste qué harías ejercicio", le recordó lo mencionado en el parque hace unos días, "y estoy bastante segura de que no lo has cumplido hasta ahora", se cruzó de brazos.
Bandit frunció el ceño. "No recuerdo haber prometido…"
—"Mira…", le interrumpió, "Solo déjame ayudarte", pidió mientras agarraba su brazo. "Te prometo que nada malo te pasará", aseguraba con sus ojos brillando. "Además, me gustaría mucho ser tu instructora", soltó medio en broma.
—"¡Mamá! ¿Ya nos vamos?", se escuchó desde lejos, como un pequeño grito.
Wendy se hizo a un lado y Bandit pudo ver, en la calle, a Judo, medio dormida, también cargando una mochila. "¡En un momento, cariño!", le respondió su madre para luego volverse hacía su vecino, manteniendo una mirada expectante.
—"Aunque me gustaría…", intentó buscar una excusa, "No tengo el atuendo adecuado…"
—"¡Oh! No te preocupes por eso", Wendy bajó su mochila y buscó hasta sacar unas muñequeras de color verde claro, acompañado de una diadema que iba a juego, las cuales entregó a su vecino.
—"¿Son… para mí?", preguntó extrañado luego de recibirlas.
—"Pensé que podían gustarte", sonrió mientras ponía los brazos detrás de la espalda y hacía círculos con su píe derecho.
Bandit suspiró y puso los ojos en blanco. La silenciosa demanda que vino de Wendy hizo poco para calmarlo. No era ningún secreto que no le agradaba mucho realizar actividades físicas bien temprano, pero algo en las persistentes súplicas de su vecina para que la acompañara le hizo aceptar.
Luego de colocarse las prendas obsequiadas por su vecina y dirigirse a la calle, la chow-chow le informó que empacó un par de sándwiches simples, barritas de proteínas, botellas de agua, cosas generales para un largo día. Listos para partir, comenzaron la caminata escénica.
Afuera estaba tranquilo, un estadio para grillos. Los imponentes abetos que bordean el camino afeitado eran ciertamente reales. El aire seco y frío parecía decidido a hacer que Bandit solloce, pero se siente limpio en sus pulmones. El olor a pino y los sonidos de los pájaros le pican en algún lugar profundo de su alma que solía estar escondido. El sol asomándose hace que las gotas de rocío empezaran a brillar. Las agujas de pino y las hojas se rompen y crujen silenciosamente bajo los pies de Wendy y Judo, mientras Bandit sale cojeando del camino.
Se abrieron camino hacia un río turbulento que bordeaba el bosque. Wendy miró hacia atrás y vio a Bandit pisándole los talones, pero le dedicó una sonrisa alentadora. "Puedes alcanzarme. ¡Vamos!". Al pensar en su vecina, los acontecimientos de las noches anteriores regresaron en olas desiguales, como partículas de arena arrastradas a la orilla; como si conociera la belleza del agua a través de imágenes que nunca le harían justicia.
Los tres llegaron hacia un bosque oscuro, cuyos altos árboles y gruesas ramas hacían casi imposible que el sol cumpliera su propósito. Al cabo de un rato ya no podían oír el río, y lo único que quedaba era el sonido de los cardos machacados y aplastados bajo sus pies… y la respiración pesada de Bandit, abriéndose paso entre los matorrales en busca de un refugio desconocido. Todos los árboles parecían iguales, y pronto los pensamientos de las historias que Bandit había escuchado cuando era pequeño resurgieron en su mente, así como los cuentos de terror. No sabía qué creer, qué temer o qué esperar.
Los ojos de los tres se abrieron y vieron un grupo de pinos, altos, estrechos e iluminados por el sol, con flores que brotaban alrededor de las bases, llevando a sus narices un olor natural y fragante que nunca antes habían asimilado con toda su fuerza. El sol era lo suficientemente potente como para brillar en esa parte específica bosque, y proporcionó una luz dura pero reconfortante.
Después de recorrer más de 10 kilómetros, encontraron un rincón apartado. Era una agradable zona boscosa repleta de parrillas para barbacoa. Más allá había un pequeño parque con juegos, el cual estaba vacío. Se amontonaron junto a una mesa de picnic con pintura verde descascarada. Wendy colocó la manta.
Bandit tomó una botella de agua helada y la bebió de un solo trago, deleitándose con el frío intenso. Se sorprendió al descubrir que estaba empapado de sudor. Wendy, mientras tanto, apenas había sudado. Por su parte, Judo también sudaba, pero no a niveles exagerados. Intentó no hacer pucheros ante la injusticia de todo esto.
—"No ha estado mal, ¿Verdad?", dijo Wendy con una sonrisa mientras miraba a ambos.
Bandit jadeaba constantemente. "Tenemos… que volver".
—"¿Por qué?", preguntó extrañada.
—"Porque… creo que perdí un pulmón", respondió agarrándose el pecho, provocando la risa de Wendy.
—"Oh vamos…", le dio pequeños golpes en el hombro con el codo, "¿No te divertiste siquiera?". No hubo respuesta, solo el continuo jadeo incesante.
Bandit era más o menos a prueba de balas, pero criar a dos niñas hiperactivas durante años le había pasado factura. También podía ser que estaba envejeciendo y su cuerpo ya no responde como antes.
—"Sé de algo que podría ayudarte", dice Wendy, alcanzándole otra botella de agua. "¿Qué te parece si intentamos hacer yoga?"
Bandit casi escupe su segunda botella de agua. "¿Yoga?"
—"Es una práctica espiritual que comenzó en la India", explicó Judo. "Haces posturas, estiramientos y te concentras en tu respiración. Hay un componente físico real en ello…".
Bandit frunce el ceño mientras deja su botella de agua. "Sé lo que es el yoga"
Wendy le aprieta el brazo con cariño. "Creo que realmente podría hacer que te relajes", responde, con la boca curvada en una sonrisa. "Sin mencionar que ayudará con los músculos y otras cosas como la gracia y el equilibrio…"
—"Sí, no te ofendas, pero definitivamente te ayudaría a mejorar ese cuerpo", agregó Judo, lo que le valió una mirada juzgadora de Bandit y un regaño por parte de Wendy.
—"¿Qué tendría que hacer?", preguntó Bandit curioso.
—"Básicamente estiramiento", dijo Wendy, "pero tienes que tener en cuenta que hay mucha fuerza involucrada en algunas de las posturas, así que no será nada fácil", le advirtió.
—"No es justo", se quejó Judo, "Para ti cualquier ejercicio es fácil".
—"Eso no es cierto, cariño", protestó poniendo sus brazos en las caderas. "He estado haciendo yoga por un tiempo y al principio me costó, pero poco a poco pude aprender hasta lograr el equilibrio que necesitaba".
Bandit hace una pausa, recordando a su vecina realizar sus acrobacias habituales mientras intentaba pensar en la razón por la que se le ocurriría hacer yoga. Ella nunca hacía yoga en casa, él nunca la había conocido como del tipo que hacía yoga. Ella siempre fue de hacer pilates, por lo que le costaba creer que esta sea la primera vez que oye hablar de este entrenamiento de Wendy. Pero ella nunca deja de sorprenderlo y es una de las cosas que le gusta de ella. No le importa que todavía haya muchas cosas que no sepa, siempre y cuando pueda seguir haciendo descubrimientos.
—"Está bien, lo haré", declaró Bandit, reprimiendo una risa ante la expresión de sorpresa en el rostro de Wendy. "¿Cuándo quieres hacerlo?"
Una arruga de diversión aparece en su frente. "Crees que va a ser fácil, ¿eh?" Wendy responde. "Excelente. Reglas..." Las contó con los dedos mientras las enumeraba. "Uno: sólo puedes cambiar de posición cuando yo te indique que lo hagas. Lo que significa que no puedes cambiar de posición simplemente para evadir. Dos: debes ser honesto acerca de tu incapacidad para mantener una posición. Tres: no puedes usar ningún apoyo para continuar una posición más allá de tu capacidad para mantenerla". Lo miró arqueando las cejas. "¿Entiendes estas reglas?".
Bandit asintió. "Entiendo".
—"Mamá, ¿Yo también puedo intentarlo?", se interesó Judo.
—"¡Por supuesto, cariño!"
Wendy se dirigió a su mochila y sacó tres toallas; una verde lima, otra de color melocotón y la última azul. Las dos primeras las ubicó una al lado de la otra, mientras que la última la colocó detrás de la primera. Wendy se situó en la primera toalla y le ordenó a Judo que se pusiera a su lado, mientras que Bandit obviamente tendría que posicionarse en la última que quedaba.
—"Muy bien, repasemos primero algunas de las posturas básicas", indicó, juntando las manos. "Comenzaremos con el perro boca abajo".
—"¿Vas a hacer una demostración?", pregunta Bandit, encontrando imposible de tomar el asunto en serio.
—"Solo mira y aprenderás muy bien", enunció Wendy.
Bandit observa cómo Wendy se apoya en las cuatro extremidades, camina con las manos unos centímetros hacia adelante en el frente de la toalla y extiende los dedos, presionando las palmas hacia abajo con firmeza. Luego dobla los dedos de los pies hacia abajo y presiona lentamente sus caderas hacia el techo, su cuerpo ágil se mueve formando una V invertida. Judo trató de hacerlo mismo, solo para caer de pecho.
—"¡Ey!", gritó Wendy.
Bandit se sobresaltó. "¿Qué?".
—"Tírate al suelo", ordenó, "Tú también debes hacerlo".
Rápidamente Bandit se colocó en la toalla e intentó imitar a Wendy, pero a duras penas pudo ponerse en la posición señalada. No era capaz de levantar su cadera.
Bandit no era un hombre que perdiera los estribos con facilidad, pero tener a su vecina a cuatro patas frente a él, con ese trasero redondo y burbujeante a tan solo unos pocos metros de su cara, no era una tarea justa. Reconocía que Wendy tenía un bonito trasero, era tan cierto como el amor de las abejas por la miel. Empezaba a pensar que entre todos los residentes de donde vivía probablemente Wendy era la única que tenía un trasero increíble, y por eso la gente no dejaba de mirarla cuando hacía sus ejercicios. Su trasero se veía tan bien que juró que podría haber rebotado una moneda de diez centavos para ver el movimiento, aunque pensó que sería lo último que haría.
El Heeler azul se dio una bofetada mental mientras trataba de recordar que la que estaba frente a él era su vecina, la madre de una de las amigas de su hija, pero cada vez le era imposible.
Bandit desvió la mirada a otra parte. "Ahh… ¿Wendy?"
—"¿Qué sucede?", se giró un poco para verlo.
—"¿No sería mejor… si yo estuviera adelante?", preguntó, aun evitando mirarla.
—"¡Nada de eso!", espetó, "Debes permanecer ahí para poder imitar mis movimientos".
—"¿Cómo se supone que lograré eso?"
—"Ya sabes lo que dicen: 'El espectador de atrás es el más sabio'".
—"¿Quién dice eso?", murmuró por lo bajo.
—"Pero mamá, ¿No debería estar yo también atrás?", cuestionó Judo.
—"No, cariño, debes permanecer a mi lado para que pueda verte y ayudarte".
La respuesta de Wendy, lejos de clarificar las cosas, terminó generando más preguntas por parte ambos, hasta que se hartó. "¡SILENCIO!", dio un grito seco que provocó que su vecino y su hija se asusten. "¿Quién es la instructora aquí?", preguntó con seriedad y ambos la señalaron a ella, "Muy bien, entonces harán lo que yo diga y sin quejarse, ¿Entendido?", ambos asintieron sin decir una palabra.
Durante varios minutos los tres estuvieron realizando distintas posiciones. Tanto a Bandit como a Judo les era imposible seguir las instrucciones de Wendy. Parecía que cuanto más avanzaba, más difícil se volvía la postura, como si hubiera encontrando nuevas formas de retorcerse como un pretzel, de doblarse y flexionarse de maneras inimaginables. El Heeler azul se llevó la peor parte; estaba sudando mares mientras su respiración aumentaba ligeramente a medida que realizaba cada postura. Seguía teniendo en primer plano el trasero de su vecina. Sabía que no debía mirarla, pero lo hizo de todos modos. Era como saber que estás demasiado lleno para comer pastel y que otro trozo te enfermará, pero probablemente aun así lo comerías porque era pastel.
Bandit tragó mientras observaba a Wendy cambiar de postura, extendiéndose detrás de ella y agarrando su pie izquierdo. Se estiró y arqueó la espalda deliciosamente, inclinándose lo suficiente para verlo. Hicieron contacto visual. Su sonrisa hizo que el cuerpo de Bandit temblara. Su respiración se volvió un poco dificultosa. De repente, era más difícil de hacer de lo que pensaba. Luego de unos segundos, Wendy dejó esa postura y abandonó su línea de visión.
Finalmente, la chow-chow se levantó y juntó las manos en posición de descanso cuando completó su rutina. "Vaya. Me siento mejor con eso". Echó un vistazo a su vecino y a su hija, ambos estaban tendidos en el suelo mientras jadeaban exhaustos. "¿Están bien?", Bandit simplemente asintió mientras sus extremidades se relajaban.
—"¡Mamá! No puedo hacerlo", se quejó Judo.
—"Claro que puedes, cariño", la animó.
—"Pero ni siquiera he podido lograr hacer la postura del inicio", se lamentó.
—"Es fácil. Mira, vamos a intentarlo de nuevo", volvió a colocarse en la posición del inicio, luego miró a su vecino. "Eh, Bandit".
—"¿Qué?", preguntó aún exhausto.
—"¿Podrías hacerlo también?".
—"No creo que sea necesa…", cambió de opinión al ver la mirada juzgadora de su vecina, posicionándose casi al instante.
—"Gracias", sonrió.
Wendy volvió a hacer la demostración de la postura del perro boca abajo. Judo trataba de imitarla, y esta vez creyó que estaba a punto de lograrlo.
—"¿Lo ves? Es fácil. Solo es cuestión de poner un poco de fuerza…"
Wendy hizo un rápido movimiento hacia atrás, provocando que su trasero chocara con el rostro de Bandit y que este cayera al suelo. Por un momento el Heeler azul tuvo un recuerdo incómodo, aquella vez en que se hacía pasar por oveja y había embestido su cara contra el trasero de su vecina. Esta vez la situación había sido distinta. Curiosamente, su vecina no había reaccionado, ¿Acaso estaba tan concentrada que ni siquiera sintió el choque? Era difícil de creer. ¿Fue a propósito? No, tenía menos sentido.
Mientras estiraba el torso para levantarse, Bandit sintió una punzada en la espalda. En respuesta al dolor, Wendy volteó a verlo.
—"¡Bandit!", gritó mientras se le acercaba, "¿Estás bien? ¿Estás herido en alguna parte?"
—"Simplemente es mi espalda, eso es todo", intentó afirmar, "Estoy seguro de que estoy bien".
Él la miró atentamente a los ojos mientras ella hablaba. "Bien. ¿Puedo…?", se acercó con cautela, "¿Puedo sentir dónde está el dolor? Sólo para asegurarme de que no sea nada grave".
Algo desconcertado, se tardó un poco en responder. "¡No-no! Estoy bien, solo…". Trató de levantarse, pero la punzada se hizo presente nuevamente.
—"Eso no sonó bien…", se preocupó, "Quédate quieto…"
Bandit trató inútilmente de Wendy desistiera de lo que pretendía hacer, pero ya era tarde. Antes de comenzar a tocarlo, ella se sentó a horcajadas sobre su costado, sujetando su cuerpo con sus rodillas. El Heeler azul podía sentir esos fuertes y poderosos muslos sobre él. La chow-chow presionó la espalda de su vecino y su rostro poco a poco comenzaba a relajarse.
—"¿Aquí?", preguntó Wendy, creyendo haber encontrado el punto del dolor.
Tímidamente, él sacudió la cabeza. Ella movió sus manos por su espalda, masajeando suavemente con las yemas de sus dedos el siguiente lugar elegido. Cuando llegó a un lugar en el lado derecho de su espalda, él dejó escapar un chillido de dolor y se estremeció.
—"Ah, ya está, lo tengo". Continuó masajeando el área mientras el dolor disminuía o se acostumbraba a su tacto. "Tenías razón, no es nada grave".
—"Está bien… Gracias", sintió un hormigueo placentero. "Ahora… solo debo…", intentó levantarse, pero Wendy le detuvo.
—"¿A dónde vas?", replicó mientras presionaba su espalda. "Nunca dije que haya terminado".
La respuesta lo tomó por sorpresa: "¿Es necesario que sigas?".
—"Por supuesto", respondió con seguridad, "Ahora, solo déjame ver algo…"
Como si Bandit no hubiera tenido ya suficiente, Wendy lo tomó de un lado y en rápido movimiento lo volteó. El Heeler azul apenas tuvo una fracción de segundo para reaccionar antes de que ella lo pusiera boca arriba y le sujetara los brazos por la cabeza. Parecía que le dirigía una mirada tan salvaje que incluso él lo habría pensado dos veces. Su pecho palpitaba. Las orejas le ardían de vergüenza y estaba seguro de que su cara estaba roja.
Los dos permanecieron en esa posición durante un largo rato, antes de que se rompiera el silencio. Ambos se percataron de que Judo los estaba mirando muy extrañada. Wendy finalmente soltó a Bandit y éste se arrastró de espaldas hasta alejarse lo suficiente de ella.
—"Ah… Judo… yo…", se levantó e intentaba explicarse, con un claro nerviosismo jugándole en contra.
Judo la interrumpió. "Si ya terminaste de torturarlo, entonces quiero hacerte una pregunta", manifestó, como si buscara hacer caso omiso a lo que había visto. "¿Puedo tomar helado?".
Wendy abrió la boca para protestar, pero Judo nuevamente le interrumpió.
—"Antes de que digas que no, ¿Puedo hacerte una oferta?"
Wendy suspiró, haciendo un gesto para que continuara.
—"Mi oferta es Por favor. Por favor, por favor, ¿Puedo tomar un helado? ¡Significaría muchísimo para mí!", pestañeó rápidamente mientras ponía mirada de cachorro triste y Wendy finalmente cedió.
—"¡Bandit!", gritó Wendy. El Heeler azul había logrado ponerse de pie y se estaba sacudiendo el polvo. Cuando escuchó su nombre, rápidamente se acerca a ella. "Hazme un favor y acompaña a Judo a comprar un helado".
Bandit le dio una mirada confundida. "¿Ahora mismo?".
—"Sí, ahora mismo", respondió sin muchos ánimos en su voz. Acto seguido, buscó en su billetera y le entregó el dinero a Bandit. "Aquí tienes".
Antes de que Bandit dijera algo, Wendy se puso firme y seria.
—"Pero solo compra para ella. No vayas a comprar también para ti".
—"¿Qué? ¿Por qué no?", se quejó.
—"Porque soy tu instructora", le recordó, "Y quiero que te cuides".
Wendy tomó una botella de agua y se la acercó a Bandit.
—"Solo dedícate a beber de aquí".
Bandit puso los ojos en blanco. "Bien…", agarró la botella de mala gana.
—"Conozco un lugar donde hacen helados caseros. Vamos", dijo Judo comenzando a correr.
—"¡Oye! ¡Espérame!", gritó, tratando de alcanzarla.
Mientras ambos abandonaban el lugar, Wendy se dispuso a recoger las toallas. Tarareaba, pensando que había sido una mañana muy productiva. Había disfrutado de hacer ejercicio con su hija y su vecino, y esperaba poder continuar luego del inoportuno pero necesario receso. Se rió un poco entre dientes mientras recordaba una que otra escena que involucraba a Bandit.
—"Vaya-vaya-vaya. Miren a quien tenemos aquí", se escuchó de una voz cercana que provocó que Wendy se quedara de piedra.
—"Oh no…"
Bandit y Judo se detuvieron frente a un pequeño y agradable puesto con variedad de helados. Judo señaló el menú con todos los diferentes sabores de helado que tenían. Los dos miraron fijamente el letrero, sus ojos se movieron sobre el menú con un ligero shock por la cantidad. Cuando se le consultó, la dueña del puesto les contó sobre todos los sabores más solicitados.
—"¿El de fresa sabe a fresa? ¿O a algo más?", Judo preguntó a Bandit en silencio, "Sé que algunos alimentos dicen algo, pero no saben así".
—"Ahh… ¿Un poco?", trató de responder Bandit. "La leche y otras cosas hacen que tenga un sabor un poco diferente", intentó explicar.
Judo pensó por un momento. "Creo que sé lo que quiero".
Después de acercarse hacia el mostrador, siendo un poco baja para estar cara a cara con la persona detrás de él, así que tuvo que mirar hacia arriba, ordenó lo mismo que en la imagen del menú: un cono de helado, con dos bolas de helado de chocolate blanco y frambuesa. La señora detrás del puesto puso un poco de crema batida encima y una fresa pequeña. Se lo entregó a Bandit, quien luego se lo entregó a Judo.
Después de pagar, en lugar de regresar, decidieron sentarse a descansar en un banco cercano. Mientras Judo se deleitaba con su helado, Bandit no podía evitar antojarse de esa delicia fría. Realmente se veía tan tentadora que no recordaba la última vez que había comido helado. Sin embargo, se mantuvo firme a las palabras de Wendy y se concentró en beber su botella de agua.
—"¿Disfrutando de tu cita?", bromeó Judo.
El agua se atascó en la garganta de Bandit y tosió. "¿Cita?", Judo asintió. "Esto no es una cita", frunció el ceño. "Ni siquiera estamos saliendo", insistió.
—"No lo sé... Ustedes están pasando tiempo juntos a solas. Me parece una cita", dijo con una voz cantarina que hizo que Bandit se encogiera internamente.
—"¿Qué se considera una cita para ti?", preguntó Bandit con genuina curiosidad en su voz, algo que Judo realmente no había notado en él antes.
—"Bueno, una cita es cuando dos personas que se gustan románticamente hacen algo juntas. Por lo general, una persona planifica una salida y paga cosas como una cena o una película. especialmente si la relación aún es nueva", explicó Judo, poniendo demasiado énfasis en la palabra 'nueva'.
Bandit puso los ojos en blanco. "¿No es un poco estúpido esperar que una persona pague todas las cosas? Además, hoy en día las citas están muy sobrevaloradas".
—"Supongo que tienes razón, Romeo", soltó en un tono zumbón.
Bandit casi se estremece. "¿Cómo me llamaste?"
—"Es así como a mamá le gusta decirte, ¿No?", dijo, mirándolo fijamente. "Aunque se supone que solo es un juego, ¿Verdad?".
Bandit decidió ignorar aquel comentario y continuó con su línea de pensamiento original. "Solo estamos pasando tiempo juntos como amigos y solo compré un helado para ti. Esto no cuenta como una cita".
—"Sí, lo que tú digas", parloteó sin ánimos.
Luego de terminar su helado, Judo le pidió a Bandit que fuera a buscar a su madre, ya que quería quedarse a jugar en los juegos que había en el parque detrás de ellos. A Bandit no le pareció una buena idea, pero ella insistió y aseguró que no había nadie, por lo cual no le pasaría nada malo; además, también agregó que no estaban tan lejos como para perderla de vista. Bandit, pese a sus dudas, accedió, con la condición de que no saliera de la zona del parque, y que si tenía algún problema se quedara cerca del puesto de helados, Judo estuvo de acuerdo. Comenzó a caminar… No sin antes pedir un cono de vainilla para el camino. Realmente la tentación había podido más que él.
Durante su trayecto, algunas cosas cuestionables se le pasaron por la cabeza al Heeler azul. Parecía que últimamente se había estado alimentando de pensamientos lujuriosos sobre esa joven e ingenua vecina desde el día en que se empezaron a volver cercanos... excepto que ella no era ingenua en absoluto. No. Bandit había visto las miradas que ella le daba cuando estaban bastante cerca. Sintió aquella tensión familiar... ¿Se le estaba insinuando? De ser así, de una forma u otra, esa testaruda vecina iba a escucharlo.
Cuando estaba llegando, escuchó un par de risas provenientes del lugar donde estuvo anteriormente. Pudo distinguir a una galgo blanca y negra, una labradora retriever y una pekinés algo obesa y cuyo pelo hacía imposible ver sus ojos. Las tres estaban frente a Wendy, pero ella se encontraba de espaldas, por lo que se percató que algo no iba bien. Bandit se escondió detrás de un árbol cercano y pudo oír un poco la conversación entre ellas.
—"Vamos Wendy, no seas así", dijo la pekinés, cuya voz era aguda y rasposa.
—"...Sí. Solo es un pequeño reencuentro", respondió la galgo, con la sonrisa entrecortada.
—"Sí…" repitió la labrador.
Wendy se giró y miró al trío con un rostro excepcionalmente neutral.
—"¿Reencuentro? ¿A esto le llaman 'Reencuentro'?", cuestionó.
—"¡Pero por supuesto!", respondió la pekinés con aire de suficiencia. "Un reencuentro amistoso. Tú sabes… como cuando nos reuníamos hace años".
—"No me vengas con eso, Petra", manifestó Wendy con cierta seriedad en su tono. "Sabes muy bien que no me gustaban esas reuniones".
—"El problema es que no sabías divertirte", espetó Petra.
—"¡Claro que lo sé!", dice cortante, "Es solo que ustedes tenían otra manera de divertirse".
—"Por favor", Petra hizo un gesto con la mano, "¿Me vas a negar que no disfrutaste, aunque sea un mínimo momento?".
—"¿Qué me dices de la comida?", se metió la galgo.
Petra asintió. "Ruth tiene razón, ¿Dónde más encontrarás otra merienda que te sirva café de civeta y caviar Almas? O ¿Es que acaso tampoco te gustaba?"
—"Bueno, el café…", intentó opinar la labrador, pero Petra la interrumpió.
—"¡Silencio, Mara!", se volvió hacia Wendy. "Oh, lo olvidaba, preferías mantener tu figura", soltó con aires de suficiencia.
Wendy frunció el ceño y desvío su mirada a otro lado. "Al menos me ha funcionado".
—"¿Has cambiado las raciones? O ¿Comiste más plantas en Prospero?", preguntó Petra tentativamente.
Wendy resopló en silencio. "No he comido hojas, si eso es lo que te estás imaginando".
—"No lo estaba, pero gracias por esa imagen mental", soltó una risa que no se caracterizaba como broma, sino más bien por malicia.
Wendy suspiró profundamente, pellizcándose el puente de la nariz con los dedos: "Miren, no pienso quedarme aquí a escucharlas. Si no tienen algo mejor que hacer, les pediría que siguieran su camino".
—"Oye, tranquila", dijo Petra sin perder esa sonrisa frívola que parecía que la caracterizaba. "Esa no es la manera de tratar a tus amigas".
Aquel comentario llamó la atención de Bandit. Por su parte, Wendy se rió entre dientes mientras les lanzaba a aquellas hembras una mirada desdeñosa.
—"¿Amigas?", cuestionó la chow-chow.
—"Así es", Petra asintió, "No es coincidencia que nos hayamos encontrado aquí. Debe ser cosa del destino, ¿No crees?".
—"Dicen que las amigas tarde o temprano vuelven a encontrarse", agregó Ruth.
—"¡No es coincidencia!", manifestó Mara.
—"Deberías acompañarnos", sugirió Petra, "Luego de nuestra caminata iremos a comer a un buen restaurante", anunció. "Te vendría bien comer algo de buena fibra", dijo con un tono de sarcasmo en voz.
—"No gracias…", respondió Wendy, sin muchos ánimos en su voz, "Prefiero quedarme aquí".
—"Está bien, es tu salud…", Petra miró hacia todos lados, "¿Dónde está la pequeña heredera?"
Wendy solo atinó a decir: "Ahora mismo no está aquí".
—"Ah, supongo que está creciendo en más de un sentido… Me pregunto si mantendrá los mismos ojos que su padre". Petra se burló ligeramente.
Wendy frunció el ceño y se cruzó de brazos. "De todos modos, no veo cómo eso es de tu incumbencia"
—"Tranquila, Wendy, no dije nada malo", Petra sonrió burlonamente. "¿O es que acaso eso es un problema para ti?"
Wendy las miró con recelo. Su rostro estoico e inamovible estaba en un claro rechazo ante la falsa inocencia de esas hembras. Por su vida, Bandit nunca sería capaz de explicar las minúsculas diferencias en el comportamiento y la expresión de su vecina que le permitieron ordenar sus pensamientos internos tan fácilmente. Podía leerla como un cartel con un foco.
Un silencio tenso prevaleció mientras la líder del grupo contemplaba a su "amiga" ahí de pie, esperaba alguna reacción. Después de unos momentos, Petra preguntó, con una forma pedante y prepotente: "¿Y bien?".
Wendy resopla. "Yo tomé mi decisión, y me siento bien con eso", su voz rezumaba confianza.
—"¿Estás segura?", cuestionó Petra. "¿Qué es lo has logrado hasta ahora? Terminaste sola y con una hija que criar".
—"¿Qué hay de malo en eso?", su respuesta fue sencilla y sincera. "Estoy orgullosa de la hija que tengo y la he criado perfectamente".
—"Pero ¿Cuánto te ha limitado eso?", volvió a cuestionarle en un tono sarcástico, "¿Qué me dices de tus citas?"
El rostro de Wendy cambia a uno de sorpresa. "No… No sé de qué hablas", respondió con un claro nerviosismo.
—"¡Sabes muy bien de qué estoy hablando!", vociferó Petra.
—"¿Cuántas citas has tenido esta semana?", Ruth arqueó la ceja y comenzó a contar, "¿2? ¿5? ¿10?"
Wendy no respondió.
—"Ah, Wendy... ¡Realmente tienes un potencial sin explotar!", Petra soltó una carcajada como de bruja loca, que fue seguida por Ruth y Mara.
Ante esto, el rostro de Wendy pasa por una serie de expresiones. Estaba enojada pero no discute. Es porque no puede. Ella lo sabe. Ellas lo saben. Bandit lo sabe. Ella las odiaba. Y el no saber cómo confrontarlas la estaba destruyendo.
Wendy resopló, queriendo discutir, pero no estaba dispuesta a correr el riesgo. Un dolor punzante agudo que la atormentaba le impide respirar con normalidad. Cerró los ojos y apretó sus manos temblorosas. Tuvo que aclararse la garganta varias veces. No había palabras para mejorar esta situación o incluso hacerla más llevadera. El júbilo puro en aquellas carcajadas le hacen sentir la necesidad de llorar, pero no quería darles ese gusto.
Wendy permaneció débilmente allí. A pesar del matiz de dolor, ella estaba decidida a mantenerse indiferente. Por su parte, Bandit siguió observando la situación con una notable pesadumbre. Parecía un poco aturdido por el descaro y se estaba maldiciendo interiormente por no haber hecho algo para poner freno a todo el asunto antes.
Mientras buscaba en su mente algún motivo, una bombilla se encendió en su cabeza. La nube de confusión se desvaneció, revelando la luz de la comprensión.
Bandit suspiró. "Espero que sepas lo que estás haciendo", se decía a sí mismo. Luego se acomodó el pelo y tomó aire. "Aquí vamos", se volvió a decir mientras caminaba hacia las mujeres con una sonrisa.
—"¡Wendy!", gritó y todas alzaron la mirada para ver como él se acercaba dónde estaban ellas. "Aquí estás", se detuvo al lado de Wendy, "Te estuve buscando por todo el parque. Te me adelantaste otra vez, ¿Eh?".
Wendy miró a Bandit con incredulidad. Estaba igual de confundida que el resto de las chicas.
—"¿Quién es él?", preguntó Petra.
—"Ohh… Ahhh… Él es Ba…"
—"Soy Barry", le interrumpió mientras pasaba su mano izquierda por encima del hombro de su vecina, sosteniendo el helado con la otra mano. "Soy su novio", declaró ante las miradas estupefactas de todas las hembras. "¿Verdad?", miró a Wendy seductivamente.
Wendy lo miró escrutadoramente. Él le guiñó un ojo y supo de inmediato lo que pretendía. ¿Se quejaría? Quizás, pero en ese momento no podría importarle menos. Su cerebro estaba demasiado ocupado tratando de mantener sus pensamientos en orden, lo cual no era tarea fácil, por lo que la estrategia cambia para mantener su mente completamente en blanco y desprovista de cualquier pensamiento, limitándose a seguirle el juego a Bandit, sin saber hasta dónde llegaría.
—"¡Sí! ¡Exacto!", responde mientras la ira de antes empieza a desaparecer.
Wendy se dejó llevar por el agarre sobre su hombro, el cual era firme pero suave. Luego apoyó su cabeza contra el hombro de su vecino y hunde su rostro en su cuello. Tenía que admitir que le era bastante cómodo y reconfortante. Lo único criticable era el aroma embriagador que desprendía Bandit, además lo que pegajoso que se sentía su cuerpo, pero tampoco podía culparlo.
Ninguna de las tres daba crédito de lo que acababan de escuchar. "¿Tu… novio?".
—"¿No es un poco mayor para ti?", cuestionó Petra.
Bandit se inclinó hacia ellas. "¡Shhh!", hizo un gesto de silencio para luego hablarles por lo bajo. "No sabe que puede conseguir a alguien mejor". Wendy dejó escapar una risita entrecortada.
—"¿No es un poco… peludo?", preguntó Mara curiosa.
—"No para mí", soltó Wendy pícaramente, acurrucándose más profundamente en el pecho de Bandit, todavía sin estar segura de a dónde iba con esto.
Sin darse cuenta, Wendy se sobresaltó un poco y dejó escapar un leve gemido cuando Bandit bajó la mano de su hombro y le frotó la parte baja de su espalda. Estaba segura de que su ritmo cardíaco se duplicó. No esperaba que las demás notaran ese suave sonido, pero tampoco le importó.
—"¡Barry!", fingió regañarlo, pero sin perder la sonrisa. "¡Te he dicho que no en público!"
Bandit arqueó las cejas. "Sabes que no puedo resistirme"
Es vergonzosamente bueno haciendo eso. Bandit no era el tipo de hombres que tiene sed de sus amigas o vecinas, así como tampoco parecía tener pensamientos inapropiados sobre mujeres que recién conoce y ni siquiera se acercaba a una especie de animal pervertido sin autocontrol.
—"¿Desde hace cuánto que están saliendo?", interrogó Petra
Bandit dio una respuesta rápida: "Un caballero no tiene memoria".
—"¿Cómo fue que se conocieron?", interpeló Ruth.
—"Wendy es mi instructora", intercambiaron miradas de reojo. "Ella me ha ayudado mucho a hacer ejercicio y realmente creo que ha hecho un buen trabajo", comenzó a explicar. "La verdad no esperaba que alguien como ella se fuera a fijar en mí, pero… Aquí estamos".
Wendy no habla, por lo que simplemente sacude la cabeza para confirmar las palabras de Bandit.
—"Supongo que debes estar acostumbrado a sus dietas raras para verse bien, ¿Verdad?", soltó Petra, buscando cizaña. "Ninguna de nosotras nos podemos imaginar cómo se vería si no se cuidara tanto".
Wendy se molesta y estaba a punto de responder, pero Bandit le detiene.
—"Wendy no necesita ninguna dieta para verse bien", respondió manteniendo una sonrisa. "Ella solo lo hace para cuidar su salud", aclaró. "Y aunque no se cuidara, eso no es un problema…", su tono cambió a uno más firme, "Ella es perfecta tal y como es. Su apariencia jamás cambiará su personalidad dulce".
La mente de Wendy se aclaró y se nubló al mismo tiempo. Todos los impulsos que uno no debería tener se arremolinaron. Sus nervios hormigueaban, como pinchazos desde los dedos de los pies hasta las yemas de los dedos que hervían de anticipación. Los cumplidos de Bandit la llenan de una calidez hormigueante, extrañamente satisfactoria, que se extiende desde la sonrisa que se forma involuntariamente en sus labios hasta la punta de los dedos de sus pies.
—"¿Cuándo se dieron cuenta de que estaban enamorados?", preguntó Mara, interesada en la historia.
La respuesta de Bandit fue tan rápida como segura. "Cuando me di cuenta de que no podía dejar de pensar en ella y que la quería más que a cualquier otra cosa en el mundo…". Su tono maduro lo hacía sonar despreocupado, pragmático y directo. El cerebro de Wendy hacía un cortocircuito, completamente abrumada por las palabras de Bandit. Nunca pensó que podría terminar en una situación donde alguien pudiera ser tan amorosa que pudiera apreciarla. Ni siquiera se imaginó que encontraría a alguien que la amara de verdad, aunque era algo que cualquiera anhelaría.
Después de una pausa lo suficientemente larga, la voz de Bandit se escuchó nuevamente. "Supe que necesitaba hablar con ella si no quería perderla antes de tenerla realmente". Su tono volvió a ser fuerte, seguro, decisivo. Tenía una sonrisa en su rostro, como si estuviera orgulloso de estar declarándose en público como si su vecina fuese su pareja. Wendy también estaba sonriendo con orgullo, pero también sonrojada, y con razón.
"Ella es alguien que nunca elegí, pero al mismo tiempo alguien que no quiero perder y con la que siempre quiero estar". Lo dice con tanta calidez, con tanta convicción, que para Wendy era verdad. Incluso aunque sabía que todo era fingido, cada segundo hacía que aquel sentimiento sobre su vecino se intensificara.
—"¡Eso es tan tierno!", se solazó Mara, ante la mirada de desaprobación de Petra.
—"¡Wendy! ¿Dónde encontraste a este maravilloso sujeto? Y ¿Por qué nunca nos lo mencionaste?", preguntó Ruth, quien ahora parecía más interesada que su otra amiga, pero que también se llevó la mirada de desaprobación de Petra.
—"Pues…", intentó responder, pero el nerviosismo por la actuación de su vecino le jugó en contra.
—"Quería tenerme solo para ella", respondió Bandit en su lugar.
—"¡Eso mismo!", exclamó Wendy.
—"Muy mal. Debes aprender a compartir…", soltó Mara, mirando con otros ojos a Bandit.
—"La verdad es que ninguna de nosotras jamás pensó que pudieras encontrar a alguien permanente", dijo Petra con altivez.
—"¡Sí! eres Wendy, la más eterna solterona", exclamó Mara.
—"Tengo que admitir que elegiste un buen partido", confesó Ruth.
—"¡Sí! Es bastante encantador… Y guapo", soltó Mara, con una mirada seductiva.
—"Tendrías que invitarlo a una de nuestras reuniones", sugirió Ruth.
—"No creo que eso sea posible…", Petra se cruzó de brazos.
—"Por primera vez coincidimos en algo", dijo Wendy soltando una risita que frustró aún más a la pekinés.
—"Oh, por cierto…", Bandit le tendió su cono de helado a Wendy, "Te traje tu helado".
Wendy miró el cucurucho por un momento y luego miró a Bandit. Sabía que lo había desobedecido, pero con lo hecho hasta ahora estaba dispuesta a dejarlo pasar.
—"¡Gracias Barry! Sabes cuánto amo la vainilla".
—"Adelante entonces, pruébalo", sugirió, señalando que se estaba empezando a derretir.
Sin decir nada, Wendy colocó sus manos para asegurar el cono. Luego se inclinó un poco hacia adelante y le dio una pequeña lamida al helado.
Bandit se rió un poco. "Está bueno, ¿Eh?"
—"Bastante", ella le sonrió y volvió a su posición de antes.
Sin que se lo esperara, Bandit también se inclinó y lamió lentamente el helado. Una lamida muy lenta. Wendy vio como la lengua de su vecino se aplastaba contra el postre frío. Lo llamativo es que parecía como si el Heeler azul la estuviese mirando directamente a los ojos con una media sonrisa juguetona, como si le insinuara algo.
—"¿Qué?", estaba completamente perdida. Ya no sabía que era lo que él pretendía.
Bandit no respondió con palabras, sino que lamió el helado de la manera más seductora posible. Un cómodo silencio cayó sobre ellos, antes de que él lo rompiera con un pedido. "Ayúdame a terminarlo", dijo en voz baja y sensual, levantándose de su lamida, todavía mirándolo a los ojos.
Wendy le devolvió la mirada. Parecía estar luchando consigo misma, recibiendo señales contradictorias de su cuerpo y su mente. Por el momento, ganó su carácter predeterminado y sonrió con simple generosidad. Su cabeza hizo un movimiento casi imperceptible y se inclinó ligeramente, de modo que estaba a la altura de los ojos llameantes de su vecino. Parecía contener la respiración, mirándolo y esperando el próximo pedido.
Manteniendo ambos ojos fijos en los de Bandit, dio otra lamida a su cono. Wendy soltó el aliento que había estado conteniendo de repente y comenzó a respirar entrecortadamente. El Heeler azul se dio cuenta de que su propia respiración también se había acelerado sin que ella se diera cuenta.
Casi robóticamente, él se acercó al cono de helado en sincronía con ella, y lo lamieron desde lados opuestos repetidamente, sin quitarse los ojos de encima. El helado ya estaba casi terminado. Juntos, Bandit y Wendy dieron mordiscos en lados opuestos del cono de oblea. Mientras lo hacían, sus narices se rozaron ligeramente y Wendy respiró profundamente de emoción. Si había tenido alguna duda sobre esto antes, ahora se fue por la ventana. Sospechaba que Bandit también había sentido algo. Su brazo derecho, que sostenía el último trozo del cono, estaba completamente congelado y el vacío pasó por su rostro.
De nuevo, casi robóticamente, Bandit se metió el pequeño resto del cono en la boca, los ojos de Wendy siguieron sus labios mientras se cerraban y luego su mandíbula mientras masticaba lo último del dulce.
Ambos hicieron un contacto visual penetrante. Estuvieron así un buen rato hasta que se percataron del resto de mujeres que los estaban mirando, cada una con una reacción distinta.
—"Oh, lo siento, ¿Siguen aquí?", dijo Bandit lacónicamente.
—"Sí… bueno… Ya nos íbamos de todos modos", respondió Petra, con una voz casi apagada.
—"Estoy seguro de que sus esposos los esperan en casa, ¿Verdad?", aseveró Bandit, lo que causó que Wendy se llevara las manos a la boca, intentando reprimir desesperadamente un ataque de risa.
Las 3 hembras se estremecieron ante el comentario del Heeler azul. Intentaron responder, pero ninguna logró dar una buena respuesta. Estaban tan nerviosas que las palabras de una se sobreponían con las de otra. Ni siquiera podían terminar ni formular correctamente una oración. Al final se retiraron rápidamente. Bandit sonrió y las despidió cortésmente mientras se iban alejando. Wendy no pudo evitar soltar una carcajada. En el fondo sabía que no estaba bien, pero la expresión de sus rostros, así como sus reacciones, era demasiado entretenida como para dejarlo pasar.
—"Son bastante simpáticas", soltó a modo de broma.
—"Y que lo digas", le correspondió la broma.
—"¿Te parece si me acompañas? Hay que…", sintió algo extraño. "Oh! ¡Salchichas y bizcochos!", se quejó al ver líquido de helado derretido que fue a parar hasta su mano, formando pequeños chorros que recorrieron su palma y dedos, incluso algunas gotas cayeron hasta el suelo entre ellos.
—"¿Tienes servilletas?", preguntó Wendy algo preocupada.
—"No, no tomé ninguna". él se encoge de hombros. "No importa, puedo lavarme las manos en alguna fuente".
Ella mira fijamente su mano y lo agarra por la muñeca hasta acercar su mano a su cara.
—"Te lavaste las manos, ¿verdad?"
Bandit se extrañó un poco. "¿Eh? Sí, ¿Por qué?"
Cuando los labios de Wendy hicieron contacto con su piel, le tomó demasiado tiempo reaccionar. A pesar de verla sostener su muñeca en alto, inclinar la cabeza y agacharse bajo su mano, no es hasta que siente su lengua, suave, cálida y húmeda, arrastrándose por el costado de su palma, que hace clic.
Ella estaba lamiendo el helado derretido de su mano. Él la observa moverse desde el costado de su mano hasta el dorso de su palma, mientras su lengua limpia todo rastro de helado. La sensación le pone la piel de gallina por todo el cuerpo, haciendo de repente su piel demasiado sensible al tacto. Cuando empezó a chupar uno de sus dedos, Bandit retiró su mano bruscamente.
—"¡No vuelvas a hacer eso!", dijo molesto mientras se sacudía la mano.
—"Como ordenes… Barry", sonrió suavemente.
Bandit la observó y encontró su mirada con una sonrisa juguetona. Él resopló y puso los ojos en blanco.
—"Vamos…", levantó el brazo y señaló con su pulgar, "Judo te está esperando".
Durante el corto camino, Bandit pudo notar que el rostro de Wendy había cambiado por completo. Estaba mucho más contenta que de lo habitual. Se sentía bien por haberla ayudado, pero al mismo tiempo esperaba que ella no malinterpretara las cosas.
—"Esas mujeres… ¿Eran tus amigas?", parecía una pregunta tonta, porque sabía que no era así, pero buscaba algo que pudiera ayudarle a averiguar un poco más su relación con ellas.
—"No…", negó con la cabeza. Increíblemente no se molestó por la pregunta ni miraba a su vecino con juicio. "Solo son unas conocidas", afirmó.
—"¿Conocidas?", arqueó la ceja.
Wendy suspiró. "Durante mi embarazo viví un tiempo con el padre de Judo", comenzó a explicar. "Ellas eran nuestras vecinas y solían invitarme siempre que se reunían o planeaban una salida".
—"No eran… muy agradables, ¿Verdad?", él sondeó.
Wendy se detuvo por un momento. Bandit lo hizo luego. Volteó para ver como ahora su vecina estaba cabizbaja.
—"Bandit…", hizo una pausa para resoplar. "Si supieras la clase de personas que eran esas arpías", manifestó con cierta desazón en su tono.
—"Me imagino que nada buenas", dijo notando el énfasis en 'arpías'.
—"Se dedicaban a menospreciar y burlarse de gente que no era como ellas…", comenzó a explicar. "Incluso lo hacían a espaldas de quienes supuestamente eran sus amigas", frunció el ceño. "Solo presumían de su vida por sus acaudalados maridos, pero…", empezó a arquear una sonrisa al recordar algo. "¿Quieres saber algo gracioso? Sé que ni sus propios esposos las aguantan y hasta tienen problemas con ellos", se rió entre dientes.
Bandit se sorprendió. "¿En serio?"
—"Así es", asintió, "Y aun así no están dispuestas a dejarlos porque no quieren perder la vida que tienen… Aunque me gusta pensar que se convertirían en lo que tanto critican".
—"Que irónico…", dijo Bandit, ahora entendiendo por qué el comentario de antes le había causado tanta risa a Wendy.
—"Oye…", Wendy se acercó lo suficiente hasta estar cara a cara con Bandit. "Gracias…"
Bandit notó como Wendy ahora lo estaba mirando mucho más suave y normal, incluso. "De nada…", respondió él.
Ambos rompieron el contacto visual cuando escucharon a Judo llamarles y fueron a atenderla.
El resto del día transcurrió con bastante normalidad. Los tres abandonaron el parque antes de que empezara a caer la tarde. El camino de regreso fue mucho más tranquilo, a pesar de esquivar el tráfico y bullicio que no estaba presente en la mañana.
Al llegar a sus respectivos hogares, Judo se fue directo a casa, mientras Wendy aprovechó un momento para hablar con Bandit en la entrada.
—"¿Qué te pareció la caminata?"
Bandit se puso a pensar en todas las cosas cuestionables que pasaron, pero al final dijo "Ha estado bastante bien".
Wendy sonrió. "Si quieres puedes unírtenos en la de mañana"
—"¿¡MAÑANA!?", vociferó.
Wendy se rió. "Tranquilo, era una broma", Bandit se alivió un poco. "Solo lo hacemos una vez a la semana", le aclaró. "Así que, si gustas, puedes acompañarnos la próxima semana".
Bandit le dio una sonrisa comprensiva. "Creo que estaría interesante…"
Wendy se acercó a él y lo miró con calma. Bandit sintió que de algún modo aquellos enormes ojos negros eran más intensos que antes, como si miraran dentro de su alma. Ella lo miró fijamente, obviamente esperando alguna reacción, y poco a poco se inclinó, pero él la detuvo.
—"¡Oh, por cierto…!", intentó devolverle las bandas y la diadema, pero ella se negó.
—"Quédatelas"
—"¿Estás segura?"
Wendy asintió. "Te quedan mejor a ti"
—"Pues… Gracias", volvió a sonreírle. "Supongo que me ayudarán en mi rutina diaria de ejercicios", soltó en broma.
Bandit quiso estirarse brevemente debido una molestia en sus piernas. Cuando se dio la vuelta y se agachó, Wendy le dio una nalgada lo con suficiente fuerza para hacerlo chillar.
—"¿¡POR QUÉ HICISTE ESO!?", se quejó, frotándose el trasero.
Wendy se rió. "¿Qué pasa?", arqueó las cejas, "¿Qué acaso no me dijiste que te gustaba golpear tu trasero así?". Le recordó aquella vez en que Bluey lo imitaba.
Su cara se puso roja brillante. "¡Era un juego con Bluey!", intentó aclarar.
Ella simplemente volvió a reírse entre dientes de buen humor. "Gracias de nuevo por lo de hoy".
—"Ni lo menciones", hizo un gesto con una mano mientras seguía frotándose el trasero con la otra.
—"No, en serio", se sinceró. "No conozco a nadie que fuera capaz de hacer eso por mí"
—"Bueno…", notó de inmediato como su vecina le pasó las manos con dulzura mientras su cara se puso roja brillante. "Es lo que hacen los amigos", le lanzó una mirada mordaz pero bien intencionada.
Wendy simplemente se quedó callada hasta que lo miró con incredulidad y parpadeó. "¿Amigos?"
—"Así es", asintió. "Amigos".
—"Claro… amigos", dijo, pero sonó incómodo y antinatural.
Ambos se despidieron y entraron a sus respectivos hogares. Wendy suspiró decepcionada, mientras que Bandit intentaba ordenar adecuadamente sus pensamientos.
Más tarde
Bandit cerró los ojos y suspiró felizmente mientras se hundía en la profunda bañera, sumergiéndose hasta los pectorales y apoyando los brazos sobre el borde de la bañera. El agua era cálida y acogedora, la temperatura correcta, y el Heeler azul no puede contener un escalofrío de agradecimiento mientras se deja llevar.
Hay una fragancia que se eleva con las suaves espirales de vapor: algo sutil y atractivo, que alivia el dolor que ha estado ignorando durante horas. Había añadido aceite perfumado y pétalos de flores del jardín; quería aprovechar al máximo la rara oportunidad de darse un capricho. Movió los dedos de los pies mientras flotaba pacíficamente en el agua humeante.
De repente, Bandit empezó a notar un aroma que lo sacó de su inmersión de tranquilidad. Se trataba un olor que no tenía nada que ver con la bañera. Era un olor familiar pero que extrañamente no podía identificar. No fue hasta que giró su cabeza a su izquierda y ahí pudo notarlo. En su hombro había una extraña mezcla de sudor y perfume.
—"Es el aroma de Wendy…", dijo Bandit al olfatear y recordar cuando su vecina se había apoyado en esa parte de su cuerpo.
Paralelamente, Wendy se disponía a darse una agradable ducha caliente. Tenía muchas ganas de relajarse luego de tan exhaustivo pero interesante día. Abrió el grifo y estuvo un buen rato de pie mientras dejaba que el agua del cabezal de la ducha fluyera hacia abajo para refrescar su cuerpo. El agua salió en cascada con una temperatura deliciosa y suspiró agradecida. El vapor del ambiente era estimulante y embriagador.
La chow-chow cerró los ojos y se sintió como si estuviera en el cielo, casi resistiendo las ganas de quedarse dormida. Dejó que el agua corriera principalmente por su espalda, masajeando sus tensos. Antes de que su cuerpo se pusiera en piloto automático para empezar a lavarse, notó un olor familiar que provenía de su brazo derecho. Era como sudor, pero no el suyo
—"Es el aroma de Bandit…", dijo Wendy al olfatear la zona y recordar cuando se había apoyado en el cuerpo de su vecino.
Ambos estuvieron pensantes un buen rato, hasta que se cubrieron esa parte específica del cuerpo dónde provenía el aroma del otro, mientras se decían "Sería un desperdicio lavarlo…"
