¡Hola, Aventureros! El drama no para y este nuevo capítulo viene cargado de emociones. Las protagonistas están más cerca de su punto de quiebre. ¡Prepárense para sentir cada línea! ¿Están listos para lo que viene?"


Capítulo 16

Poco a poco, siento que me estoy desmoronando, que estoy desapareciendo

bajo un peso tan abrumador que temo que nadie podrá

encontrarme entre los escombros que quedan de mí.

El eco de la puerta al cerrarse resuena en la habitación. Mi madre hizo un último intento de llegar a mí, con sus palabras suaves y su mirada llena de esperanza, asegurándome que, a pesar de todo, no soy un monstruo, que sigo siendo su hija. Pero sus palabras rebotan en mi mente, como si provinieran de otro mundo, uno al que ya no pertenezco.

—Te amo, Emma —dice Snow.

Me limito a asentir, dejando que se marche, sin enfrentar lo que realmente siento.
No estoy segura de qué esperan de mí; parpadeo un par de veces con el ferviente anhelo de que la respuesta me llegue de alguna parte. Pero el silencio pesa, y me doy cuenta de que nuevamente estoy sola, enfrentando otro de mis intentos fallidos de hacer las cosas bien. Para mi desgracia, solo he terminado empeorando todo. Me aprieto el puente de la nariz, frustrada por el repentino cambio en mi día. Dormir envuelta en el calor de la desnudez de Regina, sentirme amada y protegida de una forma tan feroz como solo ella podía hacer… Aquello ahora me parece que ocurrió hace años.

Una oleada de culpa me consume, adueñándose de mis sentimientos con fuerza. La garganta se me aprieta, un indicio silencioso de que estoy a punto de quebrarme. La he cagado más que nunca. Me muevo como un muñeco de cuerda por la habitación; errática, lenta y vacía, ignorando las excusas que me daba una Emma Swan que luchaba por mantenerse con vida.

"Si pudieran ver lo que llevo por dentro".

Es tan fácil para ellos darme consejos: "Emma, cálmate", "Emma, tú puedes, no dejes que te manipule", "Emma, esto, Emma, aquello". Me gustaría decirles que hago lo imposible por mantenerme a flote, pero la oscuridad continúa avanzando y me quedo cada vez más rezagada, atrapada en unos ardientes y duros brazos de maldad. Batallo para no caer, pero siento que me desplomo ante lo desconocido y a veces pienso que es seguro que perderé. No me gusta ser pesimista; estoy acostumbrada a luchar, soy quien siempre resuelve los problemas. Pero hoy no funcionó como antes. El panorama es difícil para mí. La mitad del tiempo estoy peleando, exhibiendo mi fuerza y mi poder ante un rival que lleva siglos controlando la mente de los demás. ¿Acaso tengo una oportunidad de imponerme a la oscuridad? ¿Puedo ser más fuerte que todos los antiguos Oscuros que cayeron en la red de la maldad?

No soy mejor que Rumpelstiltskin. Al igual que él, me estoy volviendo prisionera. El miedo comienza a ramificarse por mis pensamientos, estrangulándolos y amoratándolos de pura impotencia.

El silencio se vuelve pesado, opresivo. Estoy sola con mis pensamientos y eso es lo último que quiero. No quiero pensar en lo que hice, en lo que sentí al dejar que la oscuridad me consumiera. Esas sombras no son solo un poder que llevo dentro; son una parte de mí que he permitido crecer. Y ahora, el miedo a lo que soy, a lo que puedo hacer, me atrapa en una prisión que yo misma he creado.

Unos suaves golpes en la puerta interrumpen mi tormento interno. Mi corazón se acelera, reconociendo esa presencia al otro lado antes de que siquiera abra. Sé quién es y con ello llega una oleada de culpa que me sacude hasta el alma. Cuando la puerta se abre, Regina está ahí, su postura firme, pero sus ojos reflejan algo más… preocupación, quizás. Se disculpa por no haber estado antes, diciendo que quiso darme tiempo con mi madre.

Una parte de mí quiere correr hacia ella, envolverla en mis brazos y sentir que, al menos por un momento, todo está bien. Pero no puedo. No después de lo que hice. La oscuridad me susurra al oído que no merezco su perdón, que le fallé, que el daño está hecho y no hay vuelta atrás.

La batalla dentro de mí es implacable. Cada fibra de mi ser quiere buscar consuelo en ella, en sus brazos, en sus besos, pero sé que no lo merezco. Me quedo quieta, mi cuerpo tenso, cada músculo resistiendo el impulso de acercarme. Mis labios quieren formar palabras, pero no sé qué decir. ¿Cómo puedo disculparme por algo tan imperdonable? ¿Cómo puedo mirarla a los ojos cuando todo lo que veo es el recuerdo de su dolor reflejado en ellos?

Finalmente, mis manos, temblorosas, se aferran al borde de la silla como si fuera un ancla. Necesito sostenerme de algo, lo que sea, para no ceder al impulso de correr y envolverla en mis brazos. No merezco su consuelo.

—Lo siento… Yo lo siento mucho— las palabras salen apenas como un susurro, y sé que no son suficientes. No pueden serlo.

Pero Regina no se mueve. Siento su mirada fija en mí, sé que trata de descifrar lo que estoy pensando, lo que estoy sintiendo. Y eso solo hace que la culpa arda más intensamente. ¿Cómo puede siquiera estar aquí? ¿Cómo puede soportar mirarme después de lo que pasó?

No dice nada al principio. Solo está ahí, su silencio más poderoso que cualquier palabra. Y es en ese silencio donde mi ansiedad crece. Puedo sentir cómo hurga en mis pensamientos, con esa mirada que siempre ha visto más allá de mis fachadas, de mis miedos. Esa mirada que, a pesar de todo, aún tiene una chispa de confianza en mí.

Pero yo no soy la Emma que ella conoció. No soy la misma persona que caminó junto a ella por las calles de Storybrooke. Soy algo más oscuro, más peligroso, y eso es lo que no puedo permitirme olvidar. La voz de la oscuridad murmura en mi mente, diciéndome que me aleje, que proteja a Regina de mis debilidades, antes de que sea demasiado tarde.

—Emma… —su voz suave finalmente rompe el silencio. Mi nombre en sus labios aleja por momentos mis temores.

La miro, aunque cada segundo que sostengo su mirada es una tortura. Veo la preocupación en sus ojos, pero también veo algo más, algo que hace que mi corazón se apriete. Esperanza. Regina, a pesar de todo, todavía cree en mí. ¿Cómo puede? No lo entiendo y me aterra la idea de que podría decepcionarla aún más.

—Estás bien —el tono tan dulce que utiliza, es como una caricia que hace que mi corazón tiemble con ansias de ir hacia ella. Asiento, porque no sé qué más hacer. Pero no estoy bien. Estoy rota, desgarrada entre dos fuerzas que amenazan con destruirme, y no sé cómo encontrar un equilibrio.

Ella da un paso hacia mí, pero yo retrocedo, instintivamente. Es un movimiento pequeño, pero Regina lo nota y la tristeza que pasa por su rostro me pesa en el pecho.

—Emma, no tienes que hacer esto sola —su voz llena de amor me hace sentir peor.

—No puedo… —la interrupción sale de mis labios antes de que pueda detenerla—No puedo tocarte, Regina. No después de lo que pasó —mis palabras son una confesión, una súplica, una advertencia. No quiero herirla otra vez. No podría soportarlo.

Regina no se mueve. Sus ojos se clavan en los míos, leyendo todo lo que no puedo decir en voz alta. La frustración y la tristeza se mezclan en su expresión, pero también hay determinación.

—Lo que pasó, Emma… no fue tu culpa —dice, pero yo sé que no es tan simple.

—Fue mi magia. Fue la oscuridad en mí, y si te lastimo de nuevo… Regina, no puedo… no quiero arriesgarme —mi voz tiembla, siento que las lágrimas están a punto de brotar, pero las contengo. No puedo mostrar debilidad. No puedo permitir que ella vea lo rota que realmente estoy.

Regina da un paso más y esta vez no retrocedo, pero cada fibra de mi ser quiere hacerlo.

—Cariño, no me tienes que proteger de ti. Necesitamos enfrentarlo juntas, encontrar una forma de manejar esto —sus manos se extienden, como si quisiera tocarme, pero no lo hace. En su lugar, deja que su voz llene el espacio entre nosotras—Déjame ayudarte.

El peso de sus palabras es casi aplastante. Sé que tiene razón, pero el miedo… el miedo de lo que puedo hacer, de lo que ya he hecho, es paralizante. No quiero que se acerque más, no quiero arriesgarme a perderla.

Finalmente, aparto la mirada —No puedo —susurro, derrotada — No ahora. No así.

Regina suspira, con frustración —Entonces, ¿cuándo, Emma? ¿Cuándo vas a dejarme ayudarte? —Su voz es urgente, casi desesperada y eso solo hace que mi corazón se hunda más— No puedes seguir escapando de esto.

La culpa y el miedo se mezclan en una tormenta dentro de mí y siento que estoy al borde de perder el control otra vez. Pero sé que no puedo permitirlo.

—Merlín… —digo finalmente, aferrándome a la única cosa que me parece sensata en este caos— Tenemos que esperar a que Merlín se recupere. Él… él sabrá lo que debemos hacer.

Ella no está satisfecha con mi respuesta, lo veo en su rostro. Pero no insiste. En lugar de eso, asiente lentamente, su mirada aún fija en la mía.

—Está bien —dice finalmente, aunque su voz es suave está cargada de una tristeza que no puedo ignorar— Pero no voy a dejar que sigas enfrentando esto sola, Emma. No importa lo que pienses, ahora estamos juntas en esto.

Quiero creerle, quiero aceptar su ayuda, pero las sombras dentro de mí son demasiado fuertes, demasiado persistentes. Así que hago lo único que puedo en este momento, me alejo.

—Necesito… necesito asegurarme de que la barrera está bien, de que Ruby y las demás están vigilando —es una excusa débil, lo sé, pero es la única forma que tengo de escapar de esta conversación antes de que me rompa por completo.

Ella no me detiene. Veo la decepción en sus ojos, pero también veo comprensión. Y me odio por no poder enfrentar lo que necesito. Pero no puedo, no aún. No hasta que esté segura de que no la lastimaré de nuevo.

Sin más palabras, salgo de la habitación, dejando atrás a Regina y el peso de mi culpa. Pero mientras camino por los pasillos, sé que estoy huyendo de algo que eventualmente tendré que enfrentar. Y me aterra el día en que ya no pueda seguir corriendo.

Merlín se recuesta en el sillón, todavía pálido, pero su fuerza regresa poco a poco. Su mirada, aunque cansada, no ha perdido el brillo de sabiduría y determinación que siempre lo ha caracterizado. Regina está sentada frente a él; mantienen una charla a la que no presto atención.

Camino nerviosa por la biblioteca. No puedo dejar de pensar en lo ocurrido ayer, en cómo todo se salió de control, en que casi le hago un daño mayor a Regina por mi incapacidad para manejar mi magia. Entonces, mis ojos se clavan en el mago. Algo dentro de mí se agita, un recuerdo de la pelea, del caos que desató mi magia. La rabia empieza a hervir en mi interior. ¿Qué hacía Merlín fuera del castillo en medio de la noche? ¿Qué era tan importante que llevó a todo este desastre?

—¿Qué estabas haciendo fuera del castillo a esa hora? ¿Qué era tan urgente que terminó con nosotros enfrentándonos a Nimue y su gente? ¡Yo perdí el control, Regina… yo pude haberla matado! —las palabras salen atropelladas, llenas de la frustración que he estado acumulando.

—Emma, entiendo tu enojo, pero había algo que necesitaba recuperar antes de que fuera demasiado tarde —su voz es calmada, pero no tiene la respuesta que busco. Mi furia no disminuye.

—¿Recuperar qué? —le pregunto furiosa dando unos pasos hacia el.

Regina se levanta de su puesto, colocándose en medio de mi camino, quizás porque siente mi magia vibrar rabiosa.

— ¿Qué era tan importante que arriesgaste nuestras vidas? ¡Que arriesgaste la vida de Regina!

—También estoy interesada en esa explicación —interviene Regina— ¿Qué era tan importante que tú mismo casi mueres?

Merlín suspira, como si estuviera cargando con el peso de los siglos en sus hombros.

—Un libro muy antiguo y peligroso, escrito por Nimue antes de ser completamente consumida por la oscuridad —se toma un momento para evaluar nuestras reacciones y ambas solo lo miramos, esperando más— Este libro habla sobre los poderes de Excalibur y cómo usarlos para el mal. Nimue lo escribió en un intento por recordar lo que había aprendido sobre la espada después de que la oscuridad empezara a borrar esos recuerdos —hace una pausa, sus ojos buscándome, como si tratara de medir el impacto de sus palabras.

—No lo entiendo —murmura Regina —Si ella escribió ese libro, ¿Por qué lo necesita ahora? ¿Qué estás escondiendo, Merlín?

Él asiente ligeramente, como si estuviera esperando esa pregunta.

—Cuando Nimue empezó a caer en la oscuridad, la magia que una vez usamos juntos se volvió peligrosa. Intenté salvarla, Emma. Ella no siempre fue así. Fue una mujer buena, alguien a quien amé profundamente… hasta que la tentación del poder la consumió. Hice todo lo posible para que recordara quién era antes de que la oscuridad la corrompiera por completo. Para protegerla, creé un conjuro para borrar de su mente todo lo que había aprendido sobre la espada. Pero ella, en su desesperación, empezó a escribir todo lo que podía recordar o redescubrir sobre Excalibur en ese libro que ella mismo hechizo para que conservara todas sus memorias de la espada y la daga.

—Así que sin ese libro… —empiezo a decir y Merlín asiente, completando mi pensamiento.

—Sin ese libro, Nimue perderá los recuerdos de lo que aprendió sobre la espada. Su poder disminuirá, al menos en lo que respecta a Excalibur. Eso es por lo que salí anoche, Emma. Sabía que teníamos una pequeña ventana de oportunidad para recuperarlo antes de que fuera demasiado tarde.

Regina y yo intercambiamos miradas, pero ninguna de las dos dice nada. Sabemos que es su historia la que necesita contar ahora.

—Cuando la conocí, era pura, curiosa… pero también ambiciosa. Quería más de lo que el mundo podía ofrecerle. La espada, Excalibur, es la fuente de ese poder que ella deseaba. Yo traté de guiarla, de enseñarle que con un gran poder viene una gran responsabilidad. Pero la oscuridad en su corazón creció, y finalmente… la perdi. Se convirtió en lo que ahora conocemos como la líder de los Alma Negras.

Las palabras de Merlín caen pesadas en el aire. Es una historia que parece tan similar a la mía, una advertencia que no puedo ignorar. Ella era buena, pero no pudo contra la oscuridad.

—Nimue es peligrosa porque no tiene límites. Ella no dudará en destruir todo lo que se interponga en su camino para conseguir lo que quiere, incluso si eso significa acabar con todos nosotros.

La habitación se sumerge en un silencio pesado, solo roto por la voz cansada de Regina.

—¿Pudo haberle enseñado a alguien más ese conocimiento?

—No. Ni siquiera pueden leer las páginas aunque lo intenten; les parecerán palabras sin sentido. Mi conjuro cayó sobre ella como una maldición. Por eso necesita a Killian, un Oscuro que pueda unir la espada pero que desatará por completo el caos.

Me armo de valor para hablar, aunque sé que mis palabras no serán lo que él o Regina quieren escuchar.

—Después de lo que pasó en el bosque… no estoy segura de que sea capaz de controlar la espada. Cada vez que uso mi magia, siento que la oscuridad dentro de mí se fortalece. No quiero perderme como lo hizo Nimue.

Merlín se inclina hacia adelante, sus ojos clavados en los míos.

—No estás sola, Emma. Tienes a Regina y me tienes a mí. No quiero que repitas los errores de Nimue, pero para evitar eso, necesitas aprender a controlar tu magia, no a reprimirla.

Regina asiente, su mirada es firme y segura.

—Emma, hemos pasado por mucho. Si trabajamos juntas, podemos encontrar un equilibrio. No dejaré que la oscuridad te consuma, pero necesitas confiar en mí.

Las palabras de ambos deberían reconfortarme, pero en lugar de eso, solo aumentan el nudo de ansiedad que siento en el estómago. Las imágenes de lo que le hice a Regina, del dolor que le causé, se repiten en mi mente. No puedo soportar la idea de volver a hacerle daño.

—Lo intenté antes y te hice daño —admito, mi voz temblorosa mientras miro a Regina— No puedo correr ese riesgo otra vez.

Ella intenta tocarme, sus dedos rozando los míos, pero me alejo instintivamente, el miedo congelando mis movimientos.

—Emma, necesitamos hacer esto —me dice suavemente. Su voz es como un ancla, tirando de mí, queriendo mantenerme en la superficie, pero siento que me estoy ahogando. La oscuridad dentro de mí está agitada, mezclada con mi luz y no puedo distinguir cuál es cuál. Solo sé que, si libero esa energía, podría destruirlo todo.

—Regina, no puedo... no puedo hacerlo —murmuro, mi voz apenas audible. Siento el peso de mis palabras en el aire, el modo en que su esperanza vacila por un segundo.

—Emma, confía en mí. Podemos hacerlo juntas—insiste, su mano tendida entre nosotras. Quiero confiar en ella, lo deseo con toda mi alma, pero cada vez que cierro los ojos, siento ese horrible poder y el dolor de Regina cuando mi magia la tocó.

Merlín asiente con gravedad —Te ayudaremos, Emma. Pero el primer paso es intentarlo. No permitas que el miedo te paralice.

Respiro profundamente, intentando calmar el caos que se agita en mi interior —Está bien, lo intentaré —digo finalmente, aunque el miedo aún persiste —Pero si veo que no puedo controlarlo, nos detendremos. No quiero volver a lastimar a nadie.

Nos trasladamos a una sala más amplia, un espacio donde puedo sentirme un poco menos atrapada por el peso de mis propias emociones. Regina se coloca frente a mí, su expresión llena de una determinación tranquila. Merlín se queda a un lado, observando, pero listo para intervenir si es necesario.

Cierro los ojos, concentrándome en mi respiración, tratando de encontrar ese centro de calma que me permitirá usar mi magia sin que la oscuridad se apodere de mí. Siento la magia fluir dentro, pero junto con ella, también siento el miedo… mucho miedo.

—Emma, respira— me recuerda Regina suavemente —Estoy aquí. Nada va a pasar.

Lo que paso en el bosque, lo que hice, ni siquiera recuerdo cómo llegué hasta ese hombre y atravesarlo con la espada. Así mismo pude haberle hecho un daño tan terrible a Regina. Las imágenes siguen atormentándome y en lugar de encontrar equilibrio, solo encuentro más caos. La magia en mi interior comienza a descontrolarse y con ella, la oscuridad.

Mi respiración se acelera. Puedo sentirlo, la magia empieza a tomar el control —No… no puedo… —balbuceo, abriendo los ojos y viendo el miedo reflejado en los ojos de Regina.

—Emma, enfócate en mí, solo en mí— insiste Regina, su voz firme.

Lo intento, de verdad lo intento, pero el miedo es demasiado grande —¡No puedo hacerlo!— grito, liberando sin querer una oleada de magia que atraviesa la habitación. Regina se cubre rápidamente, absorbiendo el impacto con su magia.

—No pasa nada— dice Merlín, aunque su voz está cargada de preocupación —Vamos a detenernos por ahora.

Pero es demasiado tarde. Ya siento la culpa y el miedo apoderándose de mí. Me aparto de ambos, temblando —No puedo… no puedo hacer esto. No quiero seguir intentando y fallando. No quiero lastimar a nadie más.

Entonces desaparezco lejos de Regina y de la culpa.

Continuará…


¡Y así terminamos este capítulo lleno de drama y emociones! Gracias por sus votos y comentarios, siempre hacen que escribir valga la pena. Respecto a la pregunta que hice de quién era mi favorita… Es mi amada y bella Regina quien sufre spoiler y… mentira ¡Nos leemos en el próximo capítulo!"

Pueden encontrarme en Instagram.

Imágenes y música creadas especialmente para el Fic.

Hevy_lara