Un ruido estridente le despertó, al principio no lo reconoció, se trataba del timbre de su casa y por la insistencia dedujo que sería Luffy. Fingió no oírlo, pero cuando hizo mezcla de aporrear la puerta y con la amenaza de fundir el timbre si hacía falta, se levantó de malas maneras de la cama y salió como un rayo furioso para abrir la puerta por el maldito dolor de cabeza que tenía de haber bebido tanto la noche anterior.
— Cojones, Luffy deja de... — se calló al ver que no se trataba del moreno, sino de Sanji — ¿qué haces aquí?
— Pensaba que estarías en la ducha y por eso no me oías llamar – respondió el rubio algo preocupado ante el aspecto de Zoro – ¿no tendrías que haberte levantado ya? Estás de turno de mañanas.
— Cuando salgo la noche anterior apuro todo lo que puedo en dormir y en comisaría desayuno algo.
— Pues estás de suerte, es temprano y te he traído el desayuno. — enseñó su fiambrera llena hasta arriba — Ve a ducharte mientras lo preparo todo.
— Repito: ¿Qué haces aquí? — Sanji llevaba ropa diferente a la de la noche anterior, unos vaqueros oscuros y una camiseta negra sencilla con las letras "Gentlecook".
— Vengo a explicarme. ¿Me vas a dejar entrar o dejamos que los vecinos se enteren?
Suspiró resignado y se apartó para que el rubio entrase y fuese directo a la cocina a dejar la fiambrera, era la primera vez que estaba allí y pudo localizar fácilmente en el fregador una taza limpia donde vertió el café solo y se lo dio a Zoro.
— Mira, puedo ser muchas cosas: borde, malhablado, descarado y tocahuevos, pero no soy una persona cruel. Quería dejarte claro que si me fui con esa chica no fue para hacerte daño.
— No tienes que explicarme nada, los dos decimos muchas tonterías a veces y sé que no te intereso como novio, no tienes de que preocuparte.
— Aun así, quiero hacerlo. — se apoyó en la barra de la cocina y fue su turno de suspirar — Conozco a esa chica, va a mi centro de reinserción social, hemos coincidido en un par de reuniones de adictos anónimos, está pasando una mala temporada con su familia y cuando la he visto en el bar la estaba vigilando para asegurarme de ver que hacía, cuando se pidió una copa sabía que si no la detenía se arrepentiría. Nos fuimos a una de las reuniones que había en el centro, le acompañé a casa y luego me fui a la mía tras asegurarme de que su padrino iba a ayudarla.
Zoro se quedó callado unos segundos, avergonzado por haber actuado como un celoso idiota cuando no tenía ningún derecho en hacerlo.
— Te portaste bien con ella. — susurró ya más tranquilo al saber que había ocurrido y bebió de su taza, el café estaba caliente y delicioso.
— Tenemos que ayudarnos entre nosotros, es muy difícil sentirse comprendido cuando la gente de tu entorno no ha pasado por esto.
— ... ¿Tú tuviste a alguien?
— No. — respondió tras un largo silencio — No hasta que apareció Zeff. Por eso quiero hacer bien las cosas esta vez.
Por lo visto ese Zeff era alguien más importante de lo que creía, no era un simple jefe como quería hacer creer a todos.
— Gracias por contármelo.
— Eres... — Sanji dudó un momento en seguir hablando— Eres el primer amigo de verdad que tengo en mucho tiempo, así que te jodes y te aguantas. Ya no te vas a librar tan fácilmente de mí y si lo haces, te robaré a tus amigos, Musgo a medio vestir. Menos mal que llevas pantalones, sino a la mierda la explicación y habría saltado sobre ti.
— ¿Quién es el chico tímido ahora? — sonrió ante el evidente intento de cambio de conversación por soltarle tal bomba de que le consideraba su amigo.
— Qué te den. — le dio una patada suave en la espinilla — ¿Tú te peleaste contra una picadora o algo así? Vaya tajo, Marimo.
— Era una picadora muy grande. — sonrió siendo su turno de evitar responder cosas de las que no quería hablar.
— ¿Ganaste al menos?
— Por supuesto.
— Buen musgo peleón. — dio una palmada y se separó de la bancada — Ahora ve a ducharte, apestas. Yo mientras averiguaré donde guardas las cosas para que desayunemos tostadas al estilo Sanji.
— ¿Tú también vas a desayunar?
— Me he pasado la noche en vela de un lado a otro. Dame un puto respiro y déjame comer aquí.
Le hizo un gesto de desdén para que hiciese lo que quisiese y regresó tras la ducha con el uniforme ya puesto y la bolsa de deporte preparada. Su taza de nuevo estaba llena y el desayuno olía a gloria. Desayunaron entre burlas mientras Sanji bostezaba una y otra vez.
— ¿Por qué no te quedas a dormir aquí? — ofreció Zoro dejando con la boca abierta al rubio — Mi casa está cerca del Baratie, me dijiste en una ocasión que tenías que coger el metro y un autobús para llegar. Entre que regresas a tu casa y vuelves al restaurante no te dará tiempo a dormir nada.
— ¿Cómo voy a quedarme aquí si tú no estás en tu propia casa? Es absurdo.
— No me necesitas para dormir, a no ser que tengas un extraño fetiche del cual deba preocuparme que te guste que la gente te vea dormir.
— Le pago a un vagabundo por ello, ya has descubierto mi secreto. — puso los ojos en blanco — Es tu casa.
— Considérala tuya como hacen Luffy y los demás. — él también quería que supiese que lo consideraba un buen amigo.
— ... ¿No es demasiado? — preguntó con las mejillas sonrojadas, claramente avergonzado de entenderle.
— Mientras no mires en los armarios y descubras los cadáveres todo irá bien.
— ...Será lo primero que haga en cuanto cierres la puerta.
—.—
En cuanto Zoro regresó a casa la encontró vacía, Sanji no estaba ya allí, en su lugar, había una nota en el mueble de la entrada.
"Te he dejado la comida preparada, hazte el puto favor y come comida de verdad en vez de esa mierda envasada que hay que calentar en el microondas. Caliéntala durante 30 segundos ¡Ni uno más! Te he cambiado las sábanas, las que he usado yo están en la secadora porque me ha puesto tan cachondo por tu olor que he tenido que robarte unos calzoncillos limpios, ya sabes a qué me refiero. Sanji ;)"
Era imposible no poner los ojos en blanco y reír ante esa estúpida nota que decidió guardar en el cajón.
Tras recalentarse la comida se sentó en la mesa de la cocina y vio los mensajes en el grupo de Sanji explicando al resto que era una amiga que necesitaba compañía, la mayoría dijeron que no pasaba nada y que lo entendían mientras que Nami le mandó mensajes privados poniéndolo fino, Zoro tuvo que tranquilizarla y se pasó el resto de la tarde en su gimnasio personal. Tenía tantas ganas de volver a ver a Sanji que cogió las fiambreras ya limpias y fue al Baratie.
Saludó al recepcionista nada más entrar, no hizo falta preguntar por Sanji, estaba en la sala atendiendo a una pareja y fue el propio rubio quien se dio cuenta de la presencia del recién llegado, se despidió de los clientes y se acercó a él. Llevaba unos pantalones de vestir granates, camisa blanca y chaleco negro, se había cambiado de ropa a algo más elegante para ir a trabajar.
— Marimo, ¿qué haces aquí?
— Vengo a traerte tus fiambreras.
— He escuchado excusas mejores para volver a verme, pero te lo agradezco. — sonrió— ¿Quieres cenar?
— No sabía si te harían falta. — se rascó la nuca — ¿Puedo?
— Claro, no seas idiota. Te acompaño a tu mesa. — le hizo un gesto para que le siguiese. Lo sentó en una mesa para dos y quitó los otros cubiertos — Hoy vas a desayunar, comer y cenar todo preparado por mí. Siéntete afortunado, Musgo.
— Depende, ¿me dejarás elegir?
— Jaja, no. Tu dieta es una mierda, así que voy a prepararte una moussaka. Vendré a verte después si puedo. Estoy algo ocupado con el nuevo cocinero y tengo que supervisarle.
— Tú a lo tuyo, cocinero. Como si no estuviese.
— Aaw, que amable. ¿Vas a empotrarme por fin? Ya que vas a hacerme tantos favores...
— No es tu noche de suerte, ve a meterte un rato al congelador.
— Tú sí que eres frío. — le sacó la lengua rápidamente porque no podía sacarle del dedo corazón delante de otros clientes y se adentró en la cocina escuchando la risa entre dientes del policía.
Al final, el restaurante se llenó y Sanji estuvo tan ocupado que solo pudo salir a entregarle el postre y a disculparse. Zoro le ofreció verse en la cafetería 24 horas en la que estuvieron la vez anterior cuando terminase de trabajar, el rubio aceptó y regresó a la cocina. Cuando el peliverde fue a pagar, de nuevo el camarero le dijo que Sanji se encargaba de su cuenta, puso los ojos en blanco y dejó una generosa propina en el bote.
Pasaron un par de horas antes de que el rubio apareciese por la cafetería, pidió un café descafeinado y por fin pudo sentarse.
— ¿Mucho trabajo?
— Ha habido mucho retraso en la cocina, el nuevo apenas sabe nada y desperdicia mucha verdura a la hora de pelarla, iba despacio y se amontonaba la faena.
— Despídelo.
— Wow, que mala gente. ¿Es que tú no cometías ningún error en tus primeras semanas de trabajo? — le soltó una patada en la espinilla — Además el Baratie es un restaurante asociado al centro de Reinserción laboral, el viejo es quien da la oportunidad a gente que quiere salir de sus adicciones con trabajo. No les damos la espalda a la primera de cambio.
— Vale, vale. Lo pillo. — se frotó la zona afectada — El "viejo" es ese tipo de bigotes trenzados, ¿verdad?
— Sí, se llama Zeff, es el dueño y jefe de cocina. Antes también estaba en la sala vigilando que todo estuviese en orden, ahora me encargo yo desde hace un año más o menos al igual que encargarme de horarios y emplatar. Odia tratar con los clientes y yo sé tratar con gente.
— Si lo que tratas es que te llame sous-chef no lo lograrás.
— Parece que alguien ya sabe lo que hace un sous-chef. — se burló.
— No sé de qué me hablas. Por cierto, esa ropa no es la que llevabas esta mañana. ¿Fuiste al final a tu casa?
— No, en mi taquilla siempre guardo ropa de repuesto por si la necesito.
— No hacía falta que lavases las sábanas ni me hicieses la comida, tendrías que haber usado ese tiempo en dormir más. — riñó el peliverde.
— He dormido más que suficiente en tu cama gigante extra cómoda. Esa cama debería ser ilegal, tanto en tamaño como en comodidad. Es más grande que mi puto apartamento.
— No seas envidioso.
— Qué desperdicio de cama que solo la usas para dormir. Ahí podríamos retozar bien a gusto.
— Eres un cocinero pervertido.
— No, en serio. ¿Hace cuánto que no follas?
— Eso no es asunto tuyo.
— Qué aburrido... — bufó molesto el rubio y bebió de su café — Aunque no tanto como la foto de la mesita de noche, tan adorable con tu uniforme de policía recién estrenado y tu diploma.
— Que te den.
— No me das no. — respondió — La chica de pelo rosa es preciosa y el hombre de ojos dorados es muy atractivo.
— No vayas por ahí y digas que Mihawk podría ser tu sugar daddy...
— ¿Es el tuyo?
— Es mi padre adoptivo, al igual que Perona es mi hermana mayor, también adoptada, aunque ella sí tomó su apellido de forma definitiva, yo me lo cambié al de mi familia biológica en cuanto me apunté a la academia de policía.
— Oh. Ya decía yo que no os parecíais en nada, aunque cada uno es guapo a su manera. ¿Son de aquí?
— No, viven en Kuraigana. Mihawk elabora sus propios vinos y los vende.
— ¡No me lo creo! ¿Como se llama su marca?
— Dracule, como su apellido.
— ¡Me cago en la puta! — abrió los ojos de par en par — Ese vino es famosísimo por su color rojo sangre y su fuerte sabor, se considera una de las mejores bodegas, la cosecha del 2016 fue premiada por...
— Ya lo sé y me da igual. Por eso me cambié el apellido, en cuanto se escucha el apellido "Dracule" la cosa cambia y quería ser un policía normal.
— Joder... ahora entiendo como un policía urbano puede vivir en este piso, el alquiler debe ser carísimo al estar casi en el centro.
— ...El piso es comprado. — se sonrojó — Mihawk dice que pagar alquiler es un desperdicio de dinero y está bien en invertir en inmuebles si ya tengo mi plaza fija aquí.
— ¿No es demasiado para ti solo?
— Rona exigió tener su habitación propia por si quería venir de visita. Por suerte, no es a menudo.
— ¿Ella en que trabaja?
— Sigue los pasos de Mihawk, se quiere quedar con el negocio familiar. A mí no me interesa el cultivo del vino, solo beberlo y aun así prefiero la cerveza.
— ...Neandertal.
— Voy recibiendo dinero de mi parte correspondiente de la herencia en vida, y aunque Mihawk muriese, Perona tendría que seguir haciéndolo mientras yo ejerzo de policía.
— ¿Siempre quisiste serlo? ¿era tu sueño?
— No es un mal trabajo. — respondió zanjando el tema y cambiarlo al que realmente quería tratar — ¿Quedas mucho con la bruja?
— Si vuelves a llamar bruja a mi hermosa diosa de pelo rojo te mataré.
— Contesta y ya.
— Pues... esta semana nos hemos visto dos veces y la anterior igual. ¿Por qué?
— No sabía que te veías tanto con ella.
— ¿Estás celoso, cariñín? Quedamos para que le acompañe de tiendas y rajar de todos los elementos que hay en Tander, nos reímos de ellos y hacemos match a chicas interesantes para ella. No creo que ese sea un plan que te apetezca tener.
— Joder, no. — gruñó arrugando la nariz al conocer sus planes — Pero creía que no tenías tiempo libre.
— Los lunes no abrimos el Baratie por descanso del personal, los suelo utilizar para ir a mi reunión semanal y limpiar a fondo mi apartamento. El resto de la semana depende de qué horario tenga pues tengo más horas para mi o no. Aunque suelo estar en el restaurante ayudando al viejo.
— Entonces... — tragó saliva y se decidió por preguntar— ¿te parece bien si nos vemos fuera del Baratie sin necesidad de que estén los demás?
— ...¿Como si fueran citas?
— Amigos pasando el tiempo juntos. — se encogió de hombros para restarle importancia, aunque estuviese nervioso por su respuesta— Seguramente no coincidiremos mucho por nuestros horarios, pero a mí me dan tres días de descanso cuando tengo turno de noche, podríamos intentar vernos y hacer algún plan, no sé, ver una película, tomar un café como ahora.
Sanji se quedó callado y Zoro pensó que se había sobrepasado, eso sonaba a verdaderos planes de citas, los dos sabían de los sentimientos del peliverde y por muchas bromas que gastasen al respecto quizás eso era demasiado para el rubio.
— Claro, me parece bien. — respondió Sanji asombrando a Zoro al ver un tenue tono rosa en sus mejillas — Eso sí, las películas las elijo yo y que sepas que adoro las comedias románticas a más cliché sean mejor y nada de palomitas de microondas, las haré yo.
— ¿No me dejarás elegir ninguna vez? — preguntó con ojos en blanco fingiendo su ilusión.
— Si son películas policiacas me voy a reír mucho de ti.
— Prefiero las de samuráis.
— Ugh, depende de si el prota está bueno o no. Sino ni hablar.
— Trato hecho.
— Enséñame el cuadrante de tus turnos de este mes, Marimo. — sacó su teléfono móvil — Veamos que podemos planificar.
En su vida había sacado su teléfono más rápido.
—.—
Desde aquella noche se vieron mucho más de lo que Zoro pensaba que iba a ser posible. Quedaban para prácticamente cualquier cosa las siguientes semanas, no solo iban a casa del policía a ver películas, también salían a conocer cafeterías que Sanji quería visitar para probar dulces u otros platos y especialidades de la competencia, y eso era algo bastante encantador o al menos eso le parecía a Zoro, Sanji podía analizar y comentar durante una hora lo que acababa de comerse y luego pensar en alternativas de ingredientes o cantidades que anotaba en una pequeña libreta que llevaba siempre encima.
También desde entonces Zoro iba con regularidad al Baratie para comer allí, de vez en cuando se apuntaba alguno de los Mugiwara. En una de las noches que fue a cenar, todo estaba como siempre, los camareros iban de un lado a otro atendiendo las mesas, justo cuando le traían el plato, pudo ver a uno de ellos coger el bote de las propinas y llevárselo. Cómo estaba bastante lleno, dedujo que era para vaciarlo y evitar hurtos así que no le dio importancia hasta que comenzó a notar que el resto de camareros se ponían nerviosos, Sanji salió a sala en un par de ocasiones e incluso Zeff. Algo iba mal y Zoro no dudó en levantarse al ver que los dos rubios susurraban delante de la puerta de la cocina.
—Ocurre algo?
—Marimo... No, no te preocupes. Nos ocupamos nosotros.
—Es por el bote de propinas? — preguntó y ambos le miraron sorprendidos — He visto a uno de los camareros cogerlo y meterse en la cocina, desde entonces no lo he vuelto a ver.
—Mierda... —frunció el ceño el sous-chef colocando su mano a la altura del pliegue del brazo apretándolo con fuerza — Si que ha sido él. Voy a ir a su casa a ver si le veo allí.
—Ese idiota... Habrá ido a gastárselo directamente, no tiene sentido que cruces la ciudad para nada.
— Puedo ir a...
—Ni se te ocurra, Berenjenita. —cortó rápidamente el chef — No vas a ir a esa zona de la ciudad, no quiero que te arriesgues por su culpa.
—¿Estáis hablando de que ha ido a por un chute? — preguntó Zoro y a desgana Sanji asintió — Entonces esto es cosa mía, si el asunto va de drogas yo me encargo. Denunciad el robo y podré poner a unos cuantos a patrullar por la zona.
—Ni hablar, chico. No vamos a traicionarlo, por muy idiota que sea, si lo pillan de nuevo con heroína ira a la cárcel y está vez por mucho más tiempo.
—Pero...
—Es una recaída. — fue el turno de Sanji interrumpir — Si llego a tiempo quizás podría detenerle, y si no es así, entonces me encargaré de él.
—No vas a ir tú, es una orden. —dijo Zeff.
—Está bien. Iré yo a buscarle, no como policía. Si lo veo lo traeré y haréis lo que queráis con él.
—Este no es tu problema, Marimo.
—Sí lo es si él te importa. Voy a llamar a unos colegas, no lo delataran, confío en ellos. Lleva el móvil encima por si tengo que llamarte.
—Zoro... —le detuvo por el antebrazo para que le mirase — Gracias.
El policía asintió y tras otro gesto de gratitud por parte del chef salió del Baratie y llamó a dos de sus compañeros de comisaría; Yosaku y Johnny no estaban trabajando, así que les pidió su ayuda que estos no dudaron en ofrecer. Les dio la descripción del camarero y la zona por la que era más probable que estuviese.
Zoro miro primero por las calles cercanas subido a su coche sin dar con él, así que fue al barrio más pobre de Loguetown. Las calles estaban descuidadas, la mayoría de farolas estaban apagadas ya fuera porque las bombillas estaban rotas o porque no habían ido a sustituirlas; la gente que había tampoco es que fuesen muy respetable, borrachos, maleantes y grupos de adolescentes con la música a todo trapo estaban en el parque que grafiteaban en una de las paredes mientras bebían cervezas directamente de las litronas. Más de un vagabundo estaba durmiendo en los bancos y las prostitutas reinaban en las esquinas ofreciendo sus servicios mostrando sus pechos a los hombres que se detenían con sus autos frente a ellas.
Toda ciudad tenía su parte oscura por mucho que tratasen de ocultarla en épocas de elecciones.
Una llamada a su móvil interrumpió su patrulla, era Yuwaku informando que había encontrado al camarero en un lamentable estado. Zoro condujo hasta el lugar y Johnny se quedó vigilando los coches tras decirle que debía entrar en el edificio.
Estaba en tan malas condiciones que parecía estar abandonado, las escaleras estaban mugrientas y había graffitis y meados que hacían que el lugar apestase todavía más si es que eso era posible, tuvo que esquivar a un par de tipos en los escalones durmiendo la mona o en su propio mundo cuando por fin llegó al apartamento sin puerta por la cual entró tras tener que agacharse por el plan de tablones que "sellaban" el lugar. Dentro, en las habitaciones había tres hombres y una mujer teniendo sexo, en la cocina se estaba cocinando algo que no era precisamente comestible y en el salón estaba Johnny vigilando al camarero que estaba tirado en el sofá medio rajado y cubierto con una asquerosa manta que debió ser roja y ahora era más bien marrón.
— Aquí lo tienes, aniki. Está bastante ido, al menos está lo suficientemente consciente como para responder.
— Gracias. — dijo sin apartar la mirada del camarero que sonreía estúpidamente con la camisa remangada mostrando el pliegue del codo con la marca enrojecida de la aguja tras la inyección que se había dado, la jeringuilla descansaba en su otra mano. Zoro se puso de cuclillas para estar a su altura — Ey, ¿me reconoces?
— ... — este tardó al menos un minuto en parpadear y dirigir su mirada de pupilas dilatadas, le escudriñó un rato hasta que por fin reaccionó y habló lentamente acompañándolo con una risa estúpida — El de pelo verde del Baratie, ...el amigo de ese creído gilipollas.
— ... — Zoro apretó la mandíbula conteniendo su rabia sabiendo perfectamente a quien se refería — Zeff y Sanji están dispuestos a perdonarte y a ayudarte si dejas esto y te vienes conmigo.
— Ese restaurante de mierda... odio trabajar allí, el chef es un puto tirano que me hace trabajar sin descanso y el lameculos me puede comer los cojones... se cree mejor que nadie por estar limpio.
— Te están dando la oportunidad de tener una vida mejor. — gruñó.
— ¿Estar en esa cocina pelando patatas durante ocho horas es una vida mejor? Como se nota que no estás ahí dentro, sudando y recibiendo órdenes sin parar. — se rio burlón poniendo una cara que disgustó a Zoro — Yo lo conocía de antes, ¿sabes? De cuando él estaba aquí, justo donde estoy yo ahora, abriéndose de piernas para cualquiera y conseguir un chute.
— Cállate. – exigió enfurecido.
— Le llamábamos "El príncipe puta". — se mofó — Gin nos dejaba follárnoslo mientras él estaba drogado la mayor parte del tiempo y así se conseguía un dinero extra. Ese cabrón sí que sabía sacar provecho de la cara bonita de su novio jajaja.
— ¡Hijo de...! — levantó el puño con toda la intención de golpearlo, pero Johnny le detuvo.
— Aniki, contrólate.
— Una lástima que se fuera, tenía un buen agujero para follarse hasta que se contagió a saber de quién.
No pudo continuar hablando, Zoro lo levantó del sofá y se lo echó al hombro como si fuese un saco de patatas junto al bote de las propinas que estaba vacío.
— ¿Qué vas a hacer con él, aniki? — preguntó Johnny siguiéndole de cerca saliendo del piso.
— Voy a dejarlo en el centro social más cercano que haya y que se encarguen de él, si lo dejo en el hospital me harán preguntas y he prometido ayudar sin mi cargo de policía. Si allí quieren ayudar a esta mierda que lo haga, yo ya he cumplido. De esto ni una palabra a nadie, ni siquiera a Yuwaku. Lo que has oído se queda entre nosotros.
— Prometido.
Entre los tres buscaron el lugar y lo llevaron hasta allí, se lo dejaron al responsable del centro y se fueron. Zoro les dio las gracias a sus compañeros y se quedó solo en su coche durante largo rato, asimilando lo que ese tipo había escupido sobre Sanji. Ahora podía comprender un poco más porqué el rubio no quería relaciones, si ese Gin se había aprovechado de él de esa manera era normal que no confiase en nadie hasta ese punto, si todavía no estaba seguro de que el resto de Mugiwaras los considerase amigos, para Sanji, confiar en alguien estaba a un nivel muy diferente de cualquier persona.
Apretó los puños sobre el volante, las ganas de ir a buscar a ese malnacido y partirle los dientes era tentadora, nadie sabría qué habría sido él y dudaba de que a alguien le fuese a importar... pero no quería romper la confianza de Sanji, si no quería contarle su pasado estaba en su derecho y se prometió ser paciente, esperar toda una vida si era necesario, y si aun así tampoco lo hacía, estaría bien, iba a ser su apoyo sin importar que algún día se enamorase de él, eso ahora quedaba en segundo plano. Iba a cuidar de él a toda costa.
Sacó su teléfono móvil y marcó el registro de llamadas donde "Amo Sanji" encabezaba la lista. Al primer tono el rubio descolgó.
— ¿Marimo?
— Ey, perdona que llame tan tarde. Fue difícil dar con él.
— No te preocupes por eso. ¿Estaba...?
— Sí.
— Mierda... Joder... — masculló enfadado.
— ¿Lo ha encontrado? — Zoro pudo escuchar a través del auricular que Zeff le hacía esa pregunta a Sanji.
— Sí, ha caído.
— Tsk... — chasqueó la lengua el chef — ¿Que ha hecho con él?
— Lo he llevado a un centro social, ellos sabrán lo que tienen que hacer.
— Zoro, te dije que era problema nuestro. — le discutió el rubio.
— Estaba drogado hasta arriba, si lo hubieseis encubierto no habría servido de nada, los del centro saben mejor lo que tiene que hacer y actuar. Tiene su oportunidad como bien queríais y no iba a arriesgar a que te perjudicase verlo en ese estado.
— ...Tiene razón, Berenjenita. Ha hecho lo que debía. — suspiró derrotado Zeff que lo había oído — Llamaré a su padrino para que sepa que lo han encontrado y vaya a hacerse cargo de él.
— De acuerdo... — dijo Sanji no muy conforme.
— Tengo el bote de las propinas, no se lo ha gastado todo. — mintió pues estaba echando en ese mismo momento todo el efectivo que llevaba encima.
— El dinero es lo de menos, solo espero que pueda salir de esta.
— ... — se mantuvo callado, si supiese todo lo que había soltado de él seguramente no pensaría lo mismo, o si, porque por mucho que tratase de ocultarlo, Sanji tenía un corazón de oro — Seguro que sí.
— Gracias, Zoro. Significa mucho para mí.
— Para eso están los amigos. — sonrió— ¿Me acerco al Baratie y te llevo a casa? Es tarde, ya no circula el metro a estas horas.
— Me quedaré en casa del viejo, no quiero dejarlo solo. Vive aquí cerca. En cuanto llegue te aviso.
— Vale, descansa. Has hecho todo lo posible, Sanji.
— Sí... — respondió sin mucha convicción — Hablamos mañana. Buenas noches.
— Buenas noches.
Colgó el teléfono y reposó su cabeza en la parte alta del asiento del conductor soltando un largo suspiro de frustración, quería hacer mucho más por él, pero tenían que ser paciente. Arrancó el coche y se fue a casa. Mañana sería un nuevo día.
