Hola, hola ¿Cómo están? Espero que muy bien.

Al parecer de ahora en adelante estaré actualizando de esta manera, cada dos semanas. Me gustaría hacerlo más rápido, pero no tengo opción, es esto o nada y yo se que todos preferimos esto, a la nada, jeje.

Les recuerdo, que tanto Ranma ni Los Juegos del Hambre me pertenecen, es una pena. Yo solo escribo por diversión, así que espero que disfruten la lectura.

Me disculpo de antemano como siempre por los errores ortográficos que muy seguramente habrá.

Sin más nos leemos al final del capítulo.


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Capítulo 8

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Akane

-Y ahora hemos llegado a nuestro tercer Vasallaje – dice el presidente, el joven vestido de blanco da un paso al frente y levanta la caja que lleva en las manos a la altura del presidente, que está sobre un banquillo en el podio, la abre y se ven las filas ordenadas de cientos de sobres amarillentos en vertical. El presidente extrae un sobre marcado con el número 75, mete el dedo en el sobre y extrae una tarjeta de papel. – En el setenta y cinco aniversario de los Juegos del Hambre, como recordatorio a los rebeldes de que ni siquiera los miembros más fuertes son rival para el Capitolio, los tributos de este año serán elegidos del grupo actual de vencedores.

Es como si me hubiera arrojado un balde de agua fría. La luz azulada de la pantalla es lo único que ilumina la sala de estar. Estoy sola, y siento que un abismo se ha abierto a mis pies.

¿Estoy entendiendo bien? ¿Acaso es lo que creo?

Volveré a la arena.

Voy a morir.

Esta vez, la suerte no está de mi lado.

Una avalancha de emociones me golpea, desde el terror hasta la ira. No me hago ilusiones. Sé perfectamente que esto es una sentencia de muerte. Desearía que todo fuera solo una pesadilla, claro que sí. Me encantaría volver a casa con vida, pero... ¿tengo alguna posibilidad de ganar? Para nada.

No las tuve en mis primeros Juegos, porque había decidido dar mi vida por Ranma. Y ahora tengo aún menos, especialmente tras la mutilación a la que fui sometida. Por mucho que los médicos del Capitolio intentaran ensalzar la prótesis biónica que me pusieron, no soy tonta. Han pasado meses, y el dolor no ha hecho más que aumentar. Puedo caminar, lo agradezco, pero las "maravillas" que prometieron y toda la lista de cosas "increíbles" que supuestamente podría hacer luego de que mi cuerpo aceptara en su totalidad la prótesis, nunca llegaron. Si su propósito era causarme un dolor crónico insoportable, entonces sí, la prótesis cumple su función a la perfección. Hubiera preferido una prótesis tradicional, aunque fuera fea, si eso significara que no me dolería tanto.

Mi corazón late desbocado, como si quisiera salirse de mi pecho, y duele, como si un cuchillo me atravesara. Siento un mareo, las manos y la cara me hormiguean, un zumbido penetrante me taladra los oídos. La ropa me asfixia. Necesito salir. Necesito aire.

Salgo de la casa. El viento helado me golpea el rostro y vomito violentamente todo lo que tenía en le estómago. El pánico que sentía hace unos instantes se disipa de a poco. Me limpio la boca con el dorso de la mano y camino decidida, cruzando la calle. Entro a la casa sin siquiera tocar la puerta.

Lo encuentro sentado en el suelo, con las manos en la cabeza, como si quisiera arrancarse el cabello. No dice nada, pero sé que me ha visto entrar. El rastro de su reciente arrebato de ira está por toda la sala: cosas tiradas y rotas, pedazos de vidrio esparcidos por el suelo.

Mis botas crujen al pisar los restos de la botella de licor que estrelló contra la pantalla del televisor, ahora inútil.

Camino hasta la cocina, donde sé que guarda su reserva de licor, bajo el fregadero. Saco la primera botella que encuentro y la descorcho mientras regreso a la sala. Me siento a su lado y tomo un largo trago. El licor me quema la garganta, pero al mismo tiempo calienta mi interior, como fuego líquido. Me gusta, y aunque sabe horrible, no me importa. Doy otro trago, mis ojos lagrimean, y toso un poco al pasar el alcohol por mi garganta. A medida que sigo bebiendo, el sabor se vuelve más soportable, así que continúo bebiendo.

Cuando alzo la botella para dar otro trago Tofu me la arrebata.

-Ya es suficiente - me dice y luego se empina la botella bebiendo un largo trago.

- ¿Ahora te crees con derecho de decirme lo que puedo o no hacer?

Bufa y gruñe, pero no me mira a los ojos; su mirada está perdida en la pantalla rota frente a nosotros.

-Ya lo he decidido - le digo.

- ¿El qué? - me pregunta, y siento su mirada, pero ahora soy yo quien lo evita, observo con detenimiento los cristales rotos y los restos de licor en la alfombra.

-Esta vez debes cumplir tu palabra. La última vez me mentiste, me prometiste que me ayudarías a salvarlo y luego te aliaste con él e hiciste todo lo contrario. Me elegiste a mí. Te lo agradezco, pero aún tienes una deuda pendiente conmigo, me has ocultado demasiadas cosas creyendo que me protegías y eso me ha metido en más problemas, porque realmente no tengo idea de la gravedad de la situación. Ahora es mi turno de elegir, y más te vale que cumplas.

-No puedes decidir por él – me dice con la voz rasposa.

- ¿Y ustedes si pueden hacerlo por mí? – le digo molesta, casi escupiendo las palabras. – Él ya ha sufrido demasiado, esta es la única manera, ¿crees que no se lo que hace el presidente? Ha elegido esa supuesta tarjeta, que casualmente es muy conveniente dadas las circunstancias actuales en los distritos, y también sé que mandarme a los Juegos a mi es un castigo más para Ranma. No quiero seguir siendo el juguete del Capitolio, no quiero seguir siendo un instrumento para que Hapossai controle a Ranma. Esta vez, tengo que morir, no hay otra salida.

-Estás loca niña.

-No, estoy más lúcida que nunca y lo sabes tan bien como yo. Incluso mi muerte puede servir.

- ¿Y de que serviría tu muerte? Ilumíname, - dice ácidamente.

-Como un símbolo, quizás me verían como a una mártir y pueda servir para la causa, - le digo tratando de imprimirle a mis palabras la mayor seriedad posible, sé que sabe a lo que me refiero. – Dijiste que no estábamos preparados, pero quizá esto sea lo que hace falta para motivar al distrito. – Digo casi en un susurro y sé que me ha escuchado perfectamente porque se le desfigura el rostro y se pone pálido.

-Detente, no sabes lo que estás diciendo – me sisea furioso.

-Al contrario, - digo de pronto, sintiéndome muy cansada –. Promételo. Promete que esta vez será él, que harás todo lo que esté en tu poder para salvarlo. Él vive y yo muero. No hay puntos medios, ni promesas falsas. Me lo debes y se lo debes a él, porque tampoco pudiste protegerlo de ellos.

Ya no es una petición de mi parte, es más una orden y Tofu se ha dado cuenta de mi determinación. No me quedo a escuchar su réplica; le arrebato la botella de las manos y me largo, bebiendo un trago tras otro. No regreso a mi casa. Camino sin rumbo fijo, mi primer impulso sería ir al bosque, pero no hay posibilidad de ir allí con la alambrada electrificada y siendo vigilada, camino atravesando los jardines de la Aldea de los Vencedores y me siento a las afueras sobre una roca, a beber hasta el último sorbo de licor de la botella.

Me siento cada vez más ligera y la idea de morir de pronto ya no me resulta tan terrible, supongo que este es mi destino, la suerte que me ha tocado. Quizá, como le dije a Tofu, mi muerte sirva para motivar a los distritos. Haré lo que esté en mis manos para derrocar al Capitolio, para que todos los niños de Panem tengan un futuro sin Juegos del Hambre, sin Hapossai, sin agentes de la paz. Estoy dispuesta a ser el símbolo que necesitan. Porque es la única manera que tengo de ayudar a la causa.

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Ranma

Mi cuerpo reacciona antes que mi cerebro; salgo corriendo de mi casa y me interno en la oscuridad, no llevo abrigo y aunque puedo sentir el viento helado no siento frio, mis pies están húmedos por la nieve que todavía hay en algunos puntos de la Aldea de los Vencedores. Corro sin dirección alguna.

De pronto me encuentro jadeando, escuchando el zumbido de la alambrada que rodea al distrito, estoy atrapado, me duele el pecho, me da vueltas la cabeza, necesito salir de aquí.

¿Acaso Hapossai no se ha cansado de torturarme? Por supuesto que no, no parara hasta que mate a cada persona que me importa, me hará verlo y luego, cuando ya no me quede nadie, también me matará a mí.

Retrocedo, me vuelvo y sigo corriendo. Lo siguiente que sé, es que estoy a cuatro patas, jadeando en el interior de una de las casas abandonadas de la Aldea de los Vencedores, en el sótano para ser más específico, con los calcetines empapados porque ni siquiera me puse zapatos, temblando de frio y sintiéndome exhausto. Nada de lo que he hecho ha servido para aplacar la histeria que crece en mi pecho.

Unos débiles rayos de luna que entran por la ventana del sótano iluminan el lugar a duras penas, estoy envuelto en la oscuridad y observo los parches de luz de luna que iluminan el polvoso suelo bajo mis pies.

No hay antecedentes, está implícito en las reglas. Se supone que si ganas los juegos jamás tendrás que volver a poner un pie en la arena; tienes asegurada una vida resuelta, sin preocupaciones, con dinero de sobra, comida y una casa lujosa o al menos ese es el supuesto trato, aunque yo ya sé que eso no es más que una quimera. Es como firmar un pacto con el diablo; te prometen cosas demasiado buenas para ser ciertas, pero tiene un costo demasiado alto, el simple acto de ganar los juegos te quita todo lo que eres.

Vienen a mi mente imágenes horrendas de todo lo que he vivido estos últimos meses, cada persona que maté en la arena, cada persona a la que fui vendido después, el regocijo en la cara del maldito anciano que orquestó todo esté circo, la espalda destrozada de Ukyo, el hambre y las muertes en el distrito. Y todo para nada, porque ahora tendré que volver, ella tendrá que volver, todo a lo que accedí para proteger a las mujeres que quiero no sirvió para nada.

La idea de volver a la arena me aplasta, volver al lugar donde todos mis males empezaron. De nuevo me falta el aire y respiro trabajosamente.

Su rostro destella en mi mente, esos maravillosos ojos avellanados. No todo fue tan malo, ahí, en medio de la violencia y el dolor, de la muerte y la esperanza, coincidí con ella, como si el destino lo hubiera querido así, fue ahí donde la besé por primera vez, donde le declaré mis sentimientos y abrí mi corazón para ella, para todo Panem en realidad.

Akane, su nombre resuena en mi mente como el tañido de mil campanas, tengo que salvar a Akane, tengo que ir a buscarla. Me pongo de pie tambaleante, toda esta mierda tiene que servir al menos para eso, para que siga con vida. Tengo la esperanza de que el presidente no esté tan molesto con ella como conmigo, tengo la esperanza de que cuando yo muera, él la deje en paz, a ella y a mi familia.

Doy tumbos por el sótano, buscando la salida, subo a tientas las escaleras hacia el primer piso, me arde la mano izquierda, aquí arriba hay un poco más de luz que entra por las ventanas, una de ellas rota, con los cristales esparcidos por todo el piso, las cortinas de fina tela ondeando por el viento y gotas de sangre regadas por todo el lugar.

Veo mi mano ensangrentada; ni siquiera sé en qué momento rompí la ventana para entrar aquí, los cortes en mi mano son un poco profundos por eso la sangre no deja de manar y me escuece. Arranco una cortina y le rompo un trozo, la tela está podrida y me es fácil arrancar una tira que envuelvo en mi mano a modo de venda para detener el flujo de sangre.

Salgo por la misma ventana rota por la que entré, teniendo cuidado de no pisar los vidrios ni de tocarlos con las manos desnudas, no quiero más cortes. El viento helado me estremece y me duelen los pies de tanto correr solo en calcetines sobre el suelo húmedo por la nieve que aún no ha terminado de derretirse.

En la casa de Akane veo la puerta abierta, no hay luces encendidas, ni siquiera la de la entrada principal. Entro y veo que la pantalla esta encendida, reproduciendo propaganda del Capitolio e iluminando con luz azulada la estancia. Llamo a Akane, pero no hay respuesta. Subo las escaleras hasta su habitación, pero ella no está ahí. La casa está vacía. Salgo un tanto decepcionado por no poder verla y abrazarla para consolarnos mutuamente de esta sentencia.

Cuando salgo recuerdo a Tofu; él tiene que ayudarme de nuevo, necesito que lo haga. Camino hacia su casa. Las luces están encendidas y la puerta abierta de par en par. Tofu está sentado en un sillón, con la cabeza reclinada en el respaldo viendo fijamente al techo.

-Has venido a decirme que quieres que la salvemos de nuevo ¿no?, – dice e inclina un poco el rostro para que sus ojos puedan verme -. Pues llegas demasiado tarde mocoso, ya he hecho una promesa y esta vez no pienso romperla.

- ¿De qué demonios estás hablando?

-Ya me oíste, Akane tiene razón, se los debo… a ambos. Voy a entrar a la arena con ella esta vez.

- ¡¿Cómo mierda puedes decirme eso?!

-Así como lo oyes, quizá su plan no sea tan descabellado - dice, casi para sí mismo, y nuevamente reclina la cabeza, perdiéndose en sus pensamientos mientras mira al techo –. Además, odio la vida –. Añade dándole un largo trago a la botella.

- ¡Pues entonces lo haré sin tu ayuda! - Le grito furioso. No sé de qué rayos habla, pero está demasiado ebrio para intentar entrar en razón con él. Sostiene en un puño una botella de licor blanco que casi se ha acabado, y en la otra, fuertemente apretado, un cuchillo. Mañana, cuando esté más sobrio hablare con él, esto no puede quedarse así.

-Hazte a la idea chico, esta vez te tocará ser mentor.

- ¡Me importa una mierda lo que hayas planeado con esa tonta!, si no sacan mi nombre de la urna me presentaré como tributo y más te vale no hacer lo mismo si mi nombre es elegido, me lo debes más que a nadie y lo sabes, pudiste haberme advertido; pudiste ser más claro aquella primera vez en el Capitolio, pero me dejaste a ciegas para que ese maldito me… - mi voz se quiebra, pero me recupero en un instante. – No pienso volver a repetírtelo. Me lo debes.

Tofu me observa con los ojos vidriosos y una emoción que jamás le había visto se vislumbra detrás de su mirada dura y de sus ojos inyectados en sangre: dolor. No dice nada más y yo tampoco.

No escucho ningún disparate más de su boca, me doy la vuelta y salgo echo una furia, ¿así que se han puesto de acuerdo?, pues Akane está muy equivocada si cree que la dejaré entrar con ese borracho a la arena, él no le servirá de nada, tengo que ser yo de nuevo, tengo que salvarla a como dé lugar, no puedo vivir en un mundo en el que ella no esté, no puedo.

Recuerdo que no está en su casa, así que me decido por ir a buscarla a la panadería, quizá fue a buscar refugio y consuelo con su familia. Parece que este día de mierda no se acabará nunca. A medio camino me encuentro a su padre llevándola en brazos, a Kasumi y a Nabiki detrás, ambas con expresiones de profunda tristeza.

- ¡¿Qué le ocurrió?! – Exclamo ansioso mientras me acerco corriendo a ellos, viendo a Akane acurrucada en los brazos de su padre.

-Está durmiendo, no te preocupes, - dice el señor Soun.

-Mañana tendré una seria charla con Tofu, – dice Kasumi, molesta.

-Se puso hasta las manitas, - explica Nabiki, ante mi confusión, observándome y mostrándome una botella de licor vacía que lleva en la mano -. ¿Puedes creer que se la tomó toda? Mañana tendrá una resaca espantosa, pero se lo merece por tonta – dice con un dejo de tristeza en la voz.

Observo a Akane, atónito, mientras camino junto a su padre. Sus mejillas están enrojecidas y su aliento huele a alcohol. Estoy pasmado. Mañana tendré que hablar con Tofu y con ella. Me van a escuchar, y voy a hacer que se quiten esas absurdas ideas de la cabeza. No voy a permitir que sigan con esos ridículos planes.

Salgo de la casa después de que su padre la acomoda en la cama, y sus hermanas nos echan de la habitación para cambiarle la ropa húmeda. Me dirijo a casa, sin mucho ánimo. Al llegar, veo a Ukyo sentada en las escaleras. No la había visto desde el día en que mi madre le dio el alta y se marchó de nuestra casa.

Me acerco, y al verme, Ukyo se levanta sin decir una palabra y se lanza a mis brazos, abrazándome con fuerza. La dejo hacerlo. Necesitaba ese abrazo.

—Me equivoqué. Tendríamos que habernos ido cuando me lo dijiste —dice, sollozando en un susurro.

—No. Es demasiado...

—¡No es demasiado tarde! —me interrumpe, insistente, aferrándose más fuerte a mí.

—Sí, Ukyo, ya es demasiado tarde. Ya no hay nada que hacer... volveré a la arena.

—¿Prefieres ir como un cerdo al matadero, en lugar de luchar? —me escupe, con desprecio. Se aparta de mí, alzando la voz—. Eres un cobarde, y todo por ella. En lugar de quedarte conmigo, con tu madre y tu hermana, prefieres volver a entrar con ella. A nuestro lado tienes un futuro. Podrías dejar que el borracho se ocupe de ella, y tú podrías ser su mentor, de ella y de Tofu. Déjalo a la suerte. ¿No es eso lo que siempre dice esa tonta escolta, Hinako? ¿Qué la suerte este de su lado?

—No entiendes nada, Ukyo. Y te recuerdo que ese "borracho" fue el único que le dio trabajo a tu madre y además a sugerencia de Akane —respondo, seco, aunque sus ojos azules me desafían, sin amedrentarse—. Si decido volver con ella o no, sabiendo lo que me espera, no es asunto tuyo. El vínculo que tengo con Akane no lo tendré con nadie más. No pienso dejarla sola en la arena. Nunca lo haría. Jamás lo dejaría al azar, porque en el Capitolio no existe el azar, todo está decidido de antemano —digo, tomándola suavemente por los hombros —. Fin de la discusión. Adiós.

La puerta de mi casa se abre y veo a mi madre y a mi hermana pequeña dentro. Probablemente lo han escuchado todo. Siento el remordimiento corroyéndome por dentro, porque he decidido dejarlas atrás. He decidido dejar a mi tierna Ranko. Sé que debería sentir lo mismo por mi madre, pero no es así. Desde que volví de los Juegos, nuestra relación ha mejorado, aunque nunca será como antes de la muerte de mi padre. No ha vuelto a mencionar el compromiso con Ukyo, y ama tanto a Akane como lo hace Ranko. Eso ha ayudado, sí, pero la conexión entre madre e hijo se ha roto hace demasiado tiempo y creo que jamás tendrá solución.

Me aparto de Ukyo y me dirijo a la puerta. Mi madre y mi hermana se hacen a un lado para dejarme pasar. No les digo nada. No hay palabras que puedan consolarlas. Huir, como sugiere Ukyo, no es una opción. Si lo hiciera, no podríamos escapar todos juntos, y ellas morirían. Akane también. Ni siquiera puedo considerarlo

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Akane

A la mañana siguiente, cuando despierto a penas logro llegar al baño antes de que el licor que bebí anoche haga de nuevo su aparición. Quema de la misma forma al salir que cuando entró y sabe el doble de horrendo. Después de vomitar, sigo temblorosa y sudorosa; me palpita la cabeza, tengo la boca seca y me arde el estómago. No sé cómo Tofu hace esto todos los días.

Abro la llave de la ducha y me meto en el agua fría, aun con el pijama puesto, probablemente mis hermanas me cambiaron la ropa anoche, me desvisto en la regadera cuando el agua por fin empieza a calentarse, tiro la ropa mojada al lavabo y me enjabono la cabeza con el champú con olor a vainilla que me envió Cinna en el último paquete que llego en el tren. Me enjabono de pies a cabeza y me detengo solo para vomitar de nuevo ahí mismo en la ducha, la bilis amarga se va por la coladera junto a la espuma perfumada de mi champú.

Me seco como puedo y me envuelvo en una bata, para después volver a meterme en la cama aún con el cabello chorreando. No pienso levantarme por ningún motivo el día de hoy, me siento fatal. Las pisadas en las escaleras me alertan. No estoy sola y no estoy lista para ver a nadie, pero aun así me esfuerzo por dar mi mejor cara, me siento en la cama y me pongo el cabello húmedo detrás de las orejas para que no se me pegue en la cara, me palpita la cabeza y el ruido de la puerta al abrirse me taladra el cerebro. Tengo que ser fuerte, igual que la vez que me despedí de ellos la primera vez que fui a los juegos.

En la puerta está mi padre, lleva en las manos una bandeja con té y galletas. Su rostro muestra la profunda tristeza que siente. Abro la boca para bromear, para decirle algo que lo tranquilice, pero cuando lo hago rompo a llorar.

Mi padre se sienta a mi lado y me abraza, sollozando también, entra Kasumi y se une también al abrazo y luego Nabiki me aplasta al acomodarse sobre mi abrazándome. Los tres lloramos, mi padre un poco más fuerte que nosotras, pero es que así es papá, a pesar de ser un hombre grande y fuerte, de apariencia dura, es sumamente sensible y de enorme corazón. Después de un rato mi papá se despide y me dice que debe ir al menos un rato a la panadería, pero que volverá lo más pronto que pueda, Kasumi y Nabiki se quedan conmigo para hacerme compañía, me ayudan a ponerme un pijama calientito, me dan pastillas para el malestar y me cubren con mantas en la cama para que duerma un poco más.

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Ranma

No he podido pegar ojo en toda la noche, urdiendo mis planes para que esto salga como quiero, para que Akane regrese a casa junto con Tofu, para que la acompañe y la proteja cuando yo ya no esté aquí. Necesito que antes haga algunas promesas inquebrantables por supuesto, pero tengo la esperanza de que todo funcione.

Me aclaro el cabello y el cuerpo por última vez, cierro la llave de la ducha y me envuelvo la cadera con una toalla. Con una toalla más pequeña, me seco el cabello y el resto del cuerpo. Me miro en el espejo, buscando ánimos; no puedo fallar, no esta vez. Todo debe ajustarse a las reglas del Capitolio, para que después Hapossai no se lo eche en cara a Akane o a Tofu. Ojalá que, cuando por fin muera, se sacien sus deseos de venganza, porque no sé qué más puedo hacer para aplacar su ira y odio hacia mí. ¿Acaso no me ha hecho ya suficiente daño?

Casi ha pasado un año desde el último verano. En dos meses cumpliré 17, al igual que Akane, y parece que ha pasado una vida entera. Observo mi rostro críticamente; noto cómo ha perdido las redondeces propias de la adolescencia y cualquier resquicio de inocencia que me quedaba, dejando paso a los ángulos de un hombre. Ahora debo afeitarme más a menudo; la sombra de una barba incipiente asoma en mi mentón y quijada, ensombreciendo mi rostro. Una expresión de dureza se ha instalado en mis ojos, que, aunque siguen siendo azules, definitivamente ya no son los mismos, pues en el fondo de ellos, se esconde el conocimiento de toda la crueldad que existe en el mundo.

Ahora también soy más alto y grande que el año pasado, pero inexplicablemente me siento más pequeño y frágil que antes, observo los finos vellos que empiezan a crecer en mi pecho de nuevo, después de que en la última visita a la capital del país me los depilaran. Supongo que para que pareciera más joven de lo que soy, para que esos monstruos siguieran cumpliendo sus monstruosas fantasías, me alegro de ya no parecer un chico debilucho, mis músculos de han endurecido y marcado, mis hombros son más anchos e incluso mi voz es más profunda. Me estoy convirtiendo en un hombre y pareciera que llevo el peso del mundo a cuestas, las pronunciadas ojeras oscuras debajo de mis ojos demuestran lo cansado que estoy. ¿Vale la pena seguir obedeciendo? ¿Vale la pena seguir intentando complacer a Hapossai para no despertar su furia? Él es un monstruo y los monstruos terminaran por devorarte y destruirte hagas lo que hagas.

Los flashbacks regresan: manos tocándome, lenguas deslizándose por mi piel. Aprieto los ojos con fuerza y me aferro al lavabo, sacudiendo la cabeza. No puedo dejar que esto me hunda de nuevo, no puedo. Debo ser fuerte. Abro los ojos y, de repente, mis manos están empapadas en sangre. La respiración se me acelera y mi vista se nubla. ¿A cuántos he matado? No, no de nuevo.

—¡Basta! — susurro para mí mismo. A veces, ordenarme a mis mismo a calmarme funciona; otras, no tanto. Cierro los ojos y me concentro en mi respiración, tal como mi madre me enseñó para estos episodios. Inhalo y exhalo, una y otra vez, profundamente, hasta que mi respiración se estabiliza y los latidos de mi corazón dejan de resonar en mis oídos. Aflojo el agarre en el lavabo y vuelvo a mirarme. La sangre que antes empapaba mis manos ya no está, aunque el escozor en mi mano izquierda persiste, consecuencia de los puntos que mi madre me puso anoche por los cortes que me hice con los vidrios de la ventana que rompí. Echo un último vistazo a mi reflejo en el espejo. Definitivamente, ya no soy el crío que era el año pasado.

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Salgo de casa decidido. Aún es temprano, el alba apenas asoma en el horizonte mientras me dirijo hacia la Veta. Aunque el quemador ya no está, sé exactamente dónde vive Ripper. Su casita destartalada se encuentra en las afueras, cerca de la alambrada que da al bosque. A pesar de la hora, en el distrito nadie deja que el amanecer detenga los negocios ilegales. Aquí, la necesidad de sobrevivir prevalece sobre el miedo a los agentes de la paz, o peor aún, a Thread. Morir de hambre no es una opción, no para la gente de este lugar.

Una hora más tarde, ya estoy de regreso en la Aldea de los Vencedores. El sol apenas ha salido, y estoy seguro de que Tofu sigue dormido, o eso espero, después de la borrachera que se agarró anoche. Lo siguiente en mi lista es deshacerme de todo el licor que le queda. Con un borracho en el distrito ya es suficiente, no necesitamos otro. Me enfurezco al recordar a Akane, ahogada en alcohol la noche anterior. Más que nunca, necesito a Tofu sobrio.

Decido entrar por la puerta trasera, por la cocina, procurando no hacer ruido mientras me encargo del licor blanco que tanto le gusta. Pero me detengo en seco al escuchar voces. Sigiloso, me acerco a la ventana para asomarme, y antes de verlos, ya sé quiénes están allí.

—¡No puedes dejar que vuelva a beber de esa manera! —la voz femenina suena firme, imperiosa.

—No puedo ordenarle que no lo haga. Hará lo que quiera, y lo hará con más ganas. Ya sabes cómo es: más terca que una mula —responde Tofu, despreocupado.

—Te lo pido por favor, —insiste ella -, además, nunca te he pedido nada.

Tofu gruñe antes de contestar—. Haré lo que pueda, pero no te prometo nada. A veces, perderse en el licor es lo único que tiene sentido en este maldito distrito.

—Pero debes intentarlo, al menos. He confiado en ti todo este tiempo. No me falles.

—No deberías confiar en un borracho —dice él con amargura.

—Pero lo hago —responde ella—. Y sabes por qué.

—Ya hemos discutido eso antes —suspira Tofu—. No tiene sentido. Eres joven, hermosa, tienes una vida por delante. Deberías casarte con el hijo del herrero. Es buen mozo, podría cuidarte...

Un bofetón interrumpe sus palabras.

—¡Cállate! Sabes que jamás lo haría, no lo amo y nunca lo haré. Te amo a ti, y si no es contigo, nunca me casaré.

—¡Eres una niña para mí, Kasumi! Soy un viejo, borracho y roto, sin más futuro que la muerte. No tengo nada que ofrecerte. Soy el peor hombre que podrías elegir.

—No me importa —responde ella, terca.

—Pero a mí sí me importa. Lo suficiente como para saber que esto termina aquí. No hay futuro para nosotros, te lo he dicho siempre —respira con dificultad antes de continuar después de lo que parece una eternidad de silencio —. Está bien, te lo prometo, haré todo lo que esté en mi mano para cuidar de ella.

—Y también de Ranma —agrega ella suavemente—. Desde que perdió a su padre, ha tenido que cargar con todo. Es un luchador, sí, pero también es solo un niño al que han obligado a crecer demasiado pronto. Ha pasado por tanto... Necesita un verdadero mentor, no un borracho que apenas puede cuidarse a sí mismo. Cuida de ambos, por favor, te necesitan. Yo no sé qué hacer para… —un sollozo ahoga sus palabras—. No quiero perderla, es mi hermanita. Ahora tendrá que volver a la arena, y si conozco a Ranma como creo que lo conozco, hará lo imposible por entrar con ella de nuevo.

Sus lágrimas se vuelven incontenibles. Me acerco un poco más, con cuidado me asomo por la ventana y veo a Tofu abrazándola con fuerza, palmeándole la espalda, intentando calmarla, ella aferrada a él con desesperación.

—Haré todo lo que pueda —le repite con voz grave—. Te lo prometo.

—Gracias —responde ella, con la voz amortiguada contra el pecho de Tofu.

Me siento como un intruso. Decido marcharme antes de seguir espiando; no puedo soportar lo que estoy viendo ni lo que está despertando en mí. Estoy impactado. Nunca imaginé que entre Tofu y Kasumi pudiera haber algo más, pero ¿quién soy yo para juzgarlos? Sin embargo, es triste, porque dudo que Tofu alguna vez acepte los sentimientos de Kasumi o siquiera considere casarse con ella. Lo entiendo. Entiendo su miedo. Si pudiera, borraría mi propio pasado y escondería lo que siento por Akane, para que ni el presidente ni nadie más lo supiera. Tal vez así ella estaría a salvo.

Quizá, si hubiera hecho eso desde el principio, no estaríamos a punto de regresar a la arena para el Vasallaje.

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Akane

Cuando abro los ojos, la luz que entra por la ventana me indica que son las últimas horas de la tarde. Me han dejado dormir durante horas, y lo agradezco; supongo que después de la noticia de ayer merezco un poco de indulgencia por mi comportamiento. Me avergüenza recordar el estado en que mi padre y mis hermanas me encontraron la noche anterior, así que agradezco que Ranma no me haya visto así.

Aún me palpitan las sienes y me arde el estómago, pero, a pesar de todo, mi barriga ruge de hambre. No he comido nada desde ayer, y además lo vomité todo, lo que me hace sentir aún más miserable. Necesito comer algo. Me visto con algo más apropiado que mi pijama y bajo las escaleras. Al entrar en la cocina, me doy cuenta de que Kasumi está terminando de preparar la cena.

—Hola —le digo, sin mucho entusiasmo.

—Hola —responde ella, volviéndose hacia mí con una suave y triste sonrisa en su bello rostro—. ¿Cómo te sientes? ¿Crees que puedas comer algo? Te he preparado un caldo para que te asiente el estómago y te sientas mejor.

No está muy entusiasta; su voz suena apagada, y la entiendo. ¿Cómo podría estarlo después de lo que anunció el presidente ayer por la tarde? Aunque no estaban en casa para ver la noticia juntos, sé que la vieron en la panadería.

—Ya me siento mejor —le digo—. ¿Podrías servir un plato extra? Se lo llevaré a Tofu —explico ante su mirada interrogante.

—Claro —dice ella, y me sirve dos tazones de caldo. También prepara una cesta con pan y dos termos con té.

Le agradezco y tomo las cosas para ir a casa de Tofu.

—Akane —llama mi hermana una última vez antes de que salga de la casa, y me giro para escucharla—. No vuelvas a beber, por favor.

Siento las mejillas arder y solo atino a sacudir la cabeza de manera afirmativa antes de salir avergonzada de mi casa.

La casa de Tofu sigue hecha un desastre, tal como la noche anterior. Supongo que hoy le dijo a la madre de Ukyo que no la necesita, pero espero que de todos modos le haya pagado el día. Al entrar, lo encuentro desparramado en un sofá de la sala, con los brazos cruzados y el ceño fruncido, concentrado en los cristales que decoran la alfombra que cubre el piso.

—Te traje caldo —le digo, ofreciéndole el tazón—. Lo hizo Kasumi.

Sus manos tiemblan un poco y casi se le cae el tazón. Lo atribuyo a la resaca que debe estar sufriendo.

—Gracias —dice escuetamente y, de inmediato, empieza a comer. Coloco el resto de las cosas en la mesita de centro: la cesta de pan, los termos y mi propio tazón de caldo. Me siento a su lado y empiezo a comer también. No digo nada, y él tampoco.

—¿Qué tal la resaca, preciosa? —pregunta con sarcasmo después de vaciar el tazón y tomar una hogaza de pan para mordisquearla.

—Sobreviviré —le respondo—. No sé cómo rayos lo soportas cada mañana.

—Oh, es que para mí no hay mañana; yo siempre estoy bebiendo —me dice irónico.

—Pues ahora no te veo bebiendo —le replico, porque es cierto; no tiene su acostumbrada petaca para echarle un chorro de licor al té.

—Ah, eso —dice, molesto—. Es culpa de tu radiante prometido.

—¿Cómo? —pregunto, deteniendo la cucharada de caldo en el aire que estaba a punto de llevarme a la boca.

No me había dado cuenta del ruido que provenía de la cocina, no sabía que él estaba aquí. Lo veo aparecer en el comedor y dejar caer una caja llena de botellas de licor vacías sobre la mesa, que tintinean agudamente y me dañan los oídos.

—¿Qué hiciste? —pregunto al aire, ante la mirada atónita de Tofu y el ceño fruncido de Ranma.

—Me deshice de todo el alcohol. Lo tiré por el desagüe —dice, como si fuera lo más normal del mundo.

—¡¿Qué hiciste qué?! —grita Tofu, levantándose de un salto y caminando a paso veloz hacia la cocina.

—¿Creíste que lo de no beber era solo por hoy? —pregunta con sarcasmo—. No, las reglas son estas y no acepto un "no" por respuesta. A partir de ahora, nada de licor. Para ninguno de los dos —añade, señalándome a mí y luego a Tofu, que sale espantado de la cocina y comienza a revisar las botellas vacías, buscando cualquier resquicio de alcohol.

—Comprará más —le digo a Ranma.

—No lo hará. He amenazado a Ripper con delatarla si me entero de que le vende licor, o a ti —me dice, furioso—. Aunque, por supuesto, le he dado el dinero suficiente para asegurarme de ello —chasquea la lengua, visiblemente frustrado.

Tofu se abalanza contra él, atacando, lleno de furia. Ranma esquiva la cuchillada con una pasmosa facilidad, le arrebata el cuchillo de la mano y lo arroja lejos.

—Lo que él haga no es asunto tuyo —le digo, sintiéndome mal por Tofu, recordando los meses de sobriedad obligatoria después de la llegada de Thread al distrito y lo mal que estuvo, las fiebres y los gritos.

—Por supuesto que es asunto mío —responde, serio—. De una manera u otra, dos de nosotros regresarán a casa después del Vasallaje: un vencedor y un mentor —dice, mirándome con esos profundos ojos azules que me congelan en el sitio—. Y lo último que necesitamos son borrachos en este equipo, mucho menos si se trata de ti.

Sus palabras me golpean como un mazo. Me avergüenzo de mi comportamiento, pero tampoco puede juzgarme; él ha cometido errores peores.

—Ayer fue la primera vez que bebí de esa manera —le digo, indignada.

—Sí, y mira cómo terminaste. ¿Ya te viste en el espejo? —me pregunta, furioso de nuevo.

Sus palabras me cabrean. Lo que esperaba después del anuncio de anoche era que, cuando volviéramos a vernos, me abrazara y me diera unos cuantos besos e incluso que me dijera algunas frases de consuelo, pero no esto. No sus palabras hirientes ni su mirada furiosa, criticando mi aspecto, que debo admitir, es desastroso. Pero, aun así, ¿quién diablos se cree para hablarme así?

—No te preocupes, te conseguiré más —le digo a Tofu, girándome para verlo y lanzándole una mirada de desprecio a Ranma.

—Ni se te ocurra; soy capaz de denunciarte también a ti.

—¡No lo harías! —Exclamo, asombrada.

—Por supuesto que lo haría. De esto depende tu supervivencia; te necesito en tus cinco sentidos y también a él —dice, señalando a Tofu con la barbilla—. Y más te vale que no te atrevas a retarme en esto, Akane, porque saldrías perdiendo.

—¿Qué sentido tiene todo esto? —pregunta Tofu, resignado, observando sus botellas vacías con añoranza.

—Ya lo dije: dos de nosotros regresaremos, y para ello necesitamos empezar a actuar como profesionales. Ya he hablado con Hinako; me enviará todas las grabaciones de los anteriores Juegos del Hambre. Empezaremos a entrenar. Les enseñaré todo lo que he aprendido de artes marciales, aunque no es mucho de algo servirá, comenzaremos una dieta estricta para aumentar nuestra masa muscular y rendimiento, y aprenderemos todo lo que nos falta sobre supervivencia. Nos pondremos fuertes y mejoraremos nuestra agilidad. ¡Uno de nosotros vencerá de nuevo! Les guste o no —dice, concluyendo su discurso con determinación y luego dándose la vuelta camina apresurado y sale de la casa dando un portazo.

—No soporto a la gente que se cree moralmente superior —comenta Tofu mientras sorbe hasta la última gota de licor de las botellas vacías.

Lo observo con algo de repulsión. Tofu, quien sin duda alguna vez fue fuerte y joven, ahora se reduce a este triste espectro, consumido por su adicción. No quiero acabar así, aunque si sigo tomando pastillas para el dolor como si fueran caramelos, quizá mi destino no sea muy diferente. En este mundo, es fácil perderse. Tardo varios minutos en decidirme, pero al fin resuelvo seguir a Ranma, tengo que hablar con él.

Salgo al exterior y lo veo en la distancia. No soporto ser juzgada tan duramente por él. El sonido de mis pasos desiguales contra el pavimento resuena, como una marcha fúnebre.

—¡Ranma, espera! —grito mientras me esfuerzo por acercarme, tan rápido como esta maldita pierna inútil me lo permite.

Él se da la vuelta, y supongo que debo de verme lamentable: el cabello desordenado, el rostro hinchado, los ojos irritados, enrojecidos y para colmo, el desesperante cojeo. Lo noto en su expresión, esa mueca de pena. Pena. Como si yo quisiera su lástima. El orgullo se enciende dentro de mí, dándome fuerzas renovadas. El aire frío de la noche acaricia mi piel, pero no es suficiente para calmar el ardor de mi furor.

Siempre me fue difícil leer lo que Ranma pensaba, entender sus sentimientos, pero esta vez es bastante claro. ¿Me ve como una chica patética? ¿Alguien que se dejó vencer y ahora caerá al igual que nuestro mentor en las garras del alcohol? Esa idea me carcome más que cualquier dolor físico.

.


Ranma

Me siento aliviado por lo que acabo de hacer, pero hay una presión pesada en el pecho. Esta situación es complicada y me preocupa cómo afectará todo esto a Akane y a Tofu. Después de lo que ha pasado, tengo que asegurarme de que ambos estén en su mejor estado posible, listos para el Vasallaje. Quiero que Akane vuelva a casa, y más que eso, quiero que esté a salvo. Pero con el alcohol, eso es casi imposible.

Al salir de la casa, el aire fresco de la tarde me envuelve, y mientras me alejo, intento calmar mi mente. La discusión me ha dejado preocupado. La conexión entre Akane y Tofu es intensa y poderosa, pero el estado en el que se encuentra Tofu es desgarrador. Él no es un monstruo; es un hombre quebrado, pero, aun así, su adicción lo consume. Y no puedo permitir que Akane termine así también.

La noche ha caído y el cielo se tiñe de sombras, las estrellas comienzan a brillar, pero no tengo cabeza para admirarlas. Todo en mí clama por la acción, por el cambio. Sé que tengo que mantenerme firme y concentrado. Mientras camino, un susurro me llega:

- ¡Ranma, espera!

Me giro, reconociendo la voz de Akane, y una parte de mí se resiente.

Se acerca, con el cabello alborotado y la mirada intensa. Sus ojos reflejan la angustia y el fuego que solía conocer. Pero ahora, hay algo más: una vulnerabilidad que no puedo ignorar. ¿Por qué no puede ver que lo hago por su bien?

—No quiero discutir —le digo, tratando de contener mi frustración. Quiero que entienda la gravedad de la situación, pero al mismo tiempo, me duele verla así.

Ella se detiene frente a mí, el aliento agitado y la frente perlada de sudor. A medida que se acerca, se siente la tensión entre nosotros. Hay un fuego en su mirada que me hace dudar, pero no puedo ceder.

—¿Te crees mejor que yo? —me desafía, la indignación subiendo en su voz—. Ayer fue la primera vez que bebí de esa manera, y tú no tienes derecho a juzgarme.

—No estoy juzgando, solo… —empiezo a decir, pero ella interrumpe.

—¡¿Solo qué?! —se acerca más a mi, observándome con fuego en la mirada, y sus palabras me golpean con fuerza. Siento cómo la rabia hierve en mí. No puedo soportar que me vea de esa manera. No soy su enemigo.

—No quiero que termines como Tofu, Akane. Solo quiero que estés bien. —mi voz es más baja, más intensa, y siento que estoy intentando romper una barrera entre nosotros. Pero ella sigue mirándome con desconfianza, como si cada palabra que digo fuera un puñal.

Ella se aferra a su orgullo, pero yo también tengo el mío. ¿Quién se cree que soy, después de todo? Lo he dado todo por ella.

—Si crees que estoy aquí para arruinarte la vida, estás muy equivocada —le digo, intentando ser firme—. Quiero que regreses, que estés a salvo. ¡No quiero perderte!

Me sorprende el poder de mi propio grito, pero no puedo retroceder. Ella se queda en silencio, observándome con esa mezcla de furia y tristeza que duele más que cualquier golpe.

—Te amo —susurra, y su voz tiembla. Es una bandera blanca, una rendición en medio del conflicto. Pero en sus ojos, aún hay llamas de furia.

—Yo también te amo —respondo, y en ese momento, el espacio entre nosotros parece encogerse.

—Esto no es fácil para ninguno de nosotros, Ranma —dice, su voz se suaviza un poco—. Porqué yo también quiero que tu vuelvas a casa. Quiero pelear.

Asiento lentamente, comprendiendo lo que eso significa. Quiere un levantamiento. Y el miedo a lo que le pueda suceder me atenaza las entrañas, pero ya no hay más opción.

—Entonces, luchemos juntos —le propongo, sintiendo una chispa de esperanza en medio de la oscuridad que nos rodea.

Ella me observa, y en sus ojos veo un destello de determinación. Tal vez hay una manera de superar esto.

Sus labios se acercan a los míos en un dulce beso, en una promesa de que todo cambiara, no nos quedaremos inmóviles, algo debemos hacer para sobrevivir.

Continuara….

.


¿Qué les pareció? Ya sé que no hubo mucha acción en este capítulo, pero es que quería centrarme en los sentimientos de desolación de ambos protagonistas luego del anuncio del chaparrito calvo, ya que, de ahora en adelante nos centraremos en la lucha por la sobrevivencia, el vasallaje, la rebelión, etc. Y claro sin dejar de lado el romance, quien quita y más tarde que temprano estos muchachos por fin se alocan y nos dan un limón, no lo sé, puede ser.

Además, no se si lo notaron, pero en este capítulo alterne bastante seguido entre la narración de Ranma y Akane, y es que como diria Julieta Venegas "hay tanto que quiero contarte", jejeje, no me puede resistir, ojala no haya sido demasiado confuso.

En fin, mil gracias por sus reviews, a quienes se dieron el tiempo de leerme y dejarme un comentario, aunque si soy completamente honesta, me entristece un poco no recibir mas que unos cuantos, siento que quizás esta historia no esta gustando y me pregunto si valdrá la pena seguir escribiéndola, pero, en fin. Seguiré por aquellos que, como yo, estamos atrapados por esta historia.

Ok, no dejaré que la melancolía me impida seguir escribiendo, hoy amanecí medio achicopalada, pero nada del otro mundo. Nada que un buen café con pan no arregle, jejeje.

Gracias a:

Benani0125: ¡Hola hermosa! Que gusto que, (valga la redundancia) te haya gustado el cap anterior, ese Ranma ya las ha de tener re-tiesas, jajaja, pobrecito, pero como tu dices él se lo gano. Y sí, como has escrito, ambos se entienden y se complementan a pesar de sus diferencias. Lo que hace el amors juvenil. Espero con ansias tus comentarios sobre esté cap, ojala te haya gustado. Saluditos enormes y abrazos virtuales chula.

Darkanita: Hola, hola chica, mis ojitos me engañan ¿o realmente no te había leído por estos lares?, pues nada, bienvenida. Un gusto, aquí Edisa Inu para servirle y escribir unos cuantos dramillas, que espero sean de su gusto bella dama, jejeje. Si ya me habías escrito antes, una disculpa enorme, ya el alemán anda haciendo de las suyas, jajaja. Y volviendo a tu review, tienes razón, lo de su pierna será una desventaja, pero ella es muy inteligente y tiene muchas otras fortalezas, así que, quien sabe, quizá nos de unas cuantas sorpresas más adelante. Espero esté cap, te haya gustado. Me encantaría leer tus comentarios al respecto. Saluditos y abracitos cibernéticos.

Lucitachan: ¡Holis bonis! Que gusto me da leerte, mil gracias por volver a leerte la primera parte y además seguir leyendo esta historia, que espero este llenando tus expectativas. Lo de las moras del pobre Ranma, pues bueno, es que ha sufrido tanto y es tan bruto que me ha dado pena continuar demasiado con el castigo, además, ya todos sabemos que Akane tiene un corazón super noble y lo ama tanto la muy bruta, que, bueno, así quedo escrito sin que pudiera hacer nada más, jiji. Tienes razón, ya empieza lo bueno, la arena del reloj, y más cositas por ahí que estaré cambiando de la original. Espero te haya gustado este cap y te des el tiempo para escribirme unas cuantas palabras al respecto. Saludotes y abrazotes bella.

Sin más por el momento, nos leemos a la próxima, bye, bye.