Capítulo 19: En el velo de la oscuridad.
Hermione despertó parpadeando lentamente, sintiendo que su cabeza pesaba más de lo normal. Una densa niebla cubría su mente, impidiéndole pensar con claridad. ¿Por qué tenía el cuerpo entumecido y la cabeza embotada? ¿Por qué estaba de rodillas y con los brazos estirados, incapaz de moverse libremente? ¿Por qué parecía estar en un lugar frío y húmedo, en lugar de en su cama? ¿Y qué hacía allí?
Un mareo la invadía, y un tremendo dolor de cabeza palpitaba en su sien, agravando la sensación de desconcierto.
Volvió a parpadear, intentando aclarar su visión, sin mucho éxito. Parecía que miraba a través de un velo sucio y fino.
Hermione sintió una ola de miedo recorrerle el cuerpo, pero intentó calmarse. Era una bruja capaz, y sabía que lo primero que debía hacer era tratar de reconocer dónde se encontraba. Sin embargo, lo único que podía decir a ciencia cierta que la oscuridad envolvía el lugar, solo interrumpida por una débil luz que penetraba por unas pequeñas ventanas en lo alto de la pared, lo suficiente nítida como para notar que no se trataba de un sitio familiar.
Trató de moverse, pero estaba… ¿encadenada? Sus músculos protestaron. ¿Cuánto tiempo llevaba en aquella postura?
—¿Dónde… dónde estoy? —murmuró con voz pastosa, esperando que alguien arrojara algo de luz sobre lo que estaba sucediendo.
Nadie respondió.
Solo el silencio.
Hermione maldijo en voz baja. No sentía el familiar peso de su varita en el bolsillo de su túnica, estaba sola y alguien la había traído hasta allí en contra de su voluntad.
Respiró profundamente y trató de recordar lo que había pasado.
Tardó unos minutos, pero poco a poco los diferentes escenarios se agolparon en su mente uno tras otro.
Daphne había sido asesinada.
Draco estaba desconsolado.
Se había cruzado con Astoria, y su encuentro había resultado violento.
Había salido corriendo hacia el jardín menos transitado de Hogwarts.
Draco la había seguido y, tras una breve conversación, había terminado confirmando que estaba embarazada de él.
Luego había recordado que aún debía ir a Hogsmeade a recoger su vestido para la graduación y, como necesitaba despejarse, había decidido poner rumbo al pueblo.
Sí, estaba segura de eso. Su destino había sido la tienda de Madame Moore. Pero entonces… ¿Había llegado? ¿Alguien la había interceptado en el camino? La bruma en su mente le impedía recordar los detalles.
De repente, el crujido de una vieja puerta abriéndose la hizo sobresaltarse. Hermione aguzó los sentidos, tratando de identificar la dirección del ruido, pero todo lo que pudo percibir fue un suave eco, como si la persona que entraba no quisiera ser escuchada. Trató de levantarse para no estar en desventaja, pero sus piernas no respondieron y volvió a caer con un golpe sordo. El mareo se intensificó.
—¿Quién eres? —preguntó con la voz más fuerte de lo que pretendía. No obtuvo respuesta.
Escuchó pasos, lentos y medidos, que se acercaban a su posición. Hermione solo pudo distinguir una sombra que se movía a su alrededor, permaneciendo en las zonas oscuras, como si quisiera mantenerse deliberadamente fuera de su vista.
La figura permanecía en silencio, y el terror que Hermione estaba experimentando comenzó a mezclarse con un súbito aumento de adrenalina. Quien la había traído ahí claramente no quería ser identificado, lo cual solo significaba que sus intenciones no podían ser buenas.
Al sentir la presencia del extraño aún más cerca, un escalofrío recorrió su columna vertebral. La sombra se detuvo a su lado. Hermione intentó apartarse todo lo que pudo, pero las cadenas la tenían bien sujeta.
—¡¿Qué quieres?! —gritó en un intento desesperado por obtener información de aquella figura. Si hablaba, ¿reconocería su voz? ¿Lograría así ponerle un rostro a su captor?
Pero la persona tan solo bufó con cierta actitud de desdén y prepotencia, y luego sacó un collar del interior del cuello de su camisa. Unos alambres retorcidos mantenían sujeta una piedra que brillaba tenuemente en el extremo de la cadena.
Entonces, antes de que pudiera reaccionar, sintió una mano cálida que se posaba suavemente sobre su vientre.
Hermione se tensó, cada fibra de su ser alerta ante aquel contacto inesperado. Intentó apartarse, pero el toque permaneció firme, casi como si el desconocido estuviera buscando algo, o verificando alguna información. El miedo ahora la atravesaba con más fuerza. Su respiración se aceleró, su mente gritaba que debía hacer algo, cualquier cosa, pero su cuerpo no cooperaba.
—¿Por qué...? —quiso preguntar, pero su voz se quebró en un susurro, casi inaudible.
De repente, el collar comenzó a parpadear y a brillar más fuerte. Hermione bajó la vista, confundida. El toque del secuestrador sobre su vientre parecía haber activado algo en el collar, y ahora este emitía un destello cada vez más intenso. El parpadeo de la luz iluminaba brevemente la habitación con cada latido, lanzando sombras en todas direcciones.
Hermione pudo distinguir algunos rasgos del rostro de la persona, quien ya podía decir que era un hombre, pero no supo identificar quién era. O tal vez solo estaba demasiado desorientada y aterrorizada como para reconocerlo.
El hombre retrocedió un paso, sorprendido, y luego volvió a guardarse el collar entre las ropas.
Mil preguntas rondaron su cabeza al instante. ¿Por qué había brillado? ¿Qué relación tenía con su secuestro?
La figura dio otro paso atrás, quizás sorprendido por lo que estaba sucediendo, pero aún en silencio. No dijo nada, ni una palabra que le diera pistas a Hermione sobre su identidad. Solo la observaba, como si estuviera esperando algo.
El corazón le latía tan deprisa que Hermione estaba a punto de desmayarse de nuevo.
Trató de resistirse, pero no pudo hacer nada para evitar perder la conciencia.
—Con una sangre sucia —oyó mascullar al hombre en el último segundo de lucidez antes de cerrar los ojos.
