Kanako soñaba con ver el mar.

Después de mucha insistencia Kanako logró que su hermano mayor firmara un permiso para una salida escolar a la playa, no sin antes de recibir el largo sermón sobre cuidarse, no hablar con extraños y sobre todo no confiarse en el mar. Su grupo escolar resultó con los promedios más altos del instituto además de buena conducta y la escuela los recompensó con una salida a la playa. La dulce Kanako no conocía el mar, por eso estaba agradecida de poder disfrutar un día en la playa con sus compañeras; había empacado su ropa y un lindo traje de baño color melocotón.

Llegó el día, Kanako platicaba amenamente con sus compañeras sobre trivialidades mientras el autobús escolar seguía su curso a la playa; hubo un momento donde volteó a la ventana de autobús y pudo apreciar aquel gigantesco cuerpo de agua, brillante con aguas claras y espuma de mar, que la invitaba a sumergirse. Llegaron a un pequeño hotel donde pasarían la noche, a Kanako le tocó compartir habitación junto a sus amigas, todas al llegar a la habitación dejaron sus cosas y rápidamente se cambiaron; una vez listas regresaron al lobby a esperar a sus demás compañeros. Cuando llegaron los últimos, los profesores llevaron al grupo a la playa.

Ella podía escuchar las olas rompiendo en la costa, pudo ver a las gaviotas volando en aquel cielo libre de nubes, pudo oler la sal del mar. Cuando llegaron a la arena Kanako se quitó las sandalias y sintió el calor de la arena en sus pies; después de una plática sobre no molestar a los turistas y de no causar problemas los profesores los dejaron por su cuenta. El grupo rápidamente se disolvió en diferentes direcciones, los chicos en su mayoría fueron a juagar voleibol o cazar cangrejos. En cambio, las chicas fueron a unos camastros a tomar un baño de sol y el grupo de Kanako empezaron a buscar conchas en la arena, aunque era divertido Kanako estaba impaciente de nadar.

- Chicas, ¿no quieren nadar? - comentó Kanako.

- En un rato más Kan-chan, pero si quieres puedes ir tú antes, en un rato te alcanzamos. - comentó una de sus amigas.

- ¡Sí!, al rato las veo. - comentó alegre Kanako.

Se alejó del grupo, dejó las sandalias donde sus compañeras dejaron sus pertenencias y corrió a la orilla del mar. Se detuvo antes de entrar, dejó que las olas mojaran sus pies y lentamente comenzó a entrar al mar. El agua era fría y refrescante, aunque las olas eran un tanto grandes, pero se divertía montando las olas; sumergiéndose de vez en cuando para ver unos cuantos peces. Alejándose de los demás bañistas, entrando cada vez más al mar.

No supo que tan dentro del mar estaba.

Cuando Kanako notó que solo su cabeza permanecía fuera del agua decidió regresar a la orilla, poco sabía lo que iba a suceder. Sintió una corriente que la empujaba a mar abierto, cada vez más fuerte; esto la asustó y trató de nadar contra la corriente, pero no hubo efecto, la corriente la estaba arrastrando con rapidez.

Llegó a un punto donde ya no sentía el suelo.

Pánico.

Kanako trató desesperadamente en mantenerse a flote; a duras penas podía ver la orilla de la playa. Trató con todas sus fuerzas de levantar las manos para que la viesen, gritó lo más alto que pudo por ayuda, sus brazos golpeaban con violencia el agua en un intento desesperado de mantenerse a flote.

Miedo.

Poco sabía que con el mar tan picado y el aire tan fuerte nadie la escucharía. Con cada desgarrador grito tragaba agua salada; algunas olas se rompían en su cabeza violentamente, sumergiéndola en ocasiones. Kanako comenzaba a hundirse por el cansancio, sus piernas se estaban entumiendo y sus brazos ya no respondían con fuerza, la falta de oxígeno le estaba pasando factura. Una última ola la sumergió en aquel manto azul. Kanako subió la vista y solo pudo ver un rayo de luz que se hacía más pequeño en la lejanía, burbujas salieron de su boca… sentía miedo, sentía tristeza

Sintió paz.

Kanako soñaba con ver el mar.

¿No es irónico que fuese a morir ahogada?