Como siempre publicando descaradamente aunque tengo historias y actualizaciones pendientes, es la priemra vez que escucho sebre la Lunami Week y no pude evitar subirme al tren. El tema del priemr día es "Amigos de la infancia"
Sin más dilación espero que lo disfruten.
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—Nami, siempre estaremos juntos ¿No?
La pequeña niña apartó la mirada del castillo de arena que estaba construyendo, y volteó a ver al pelinegro fijamente como si no entendiera su pregunta.
—Pues claro que si tonto, cuando seamos mayores, me casaré contigo y entonces seremos una familia. — Lo dijo con total seguridad sin darle mayor importancia, la brisa del mar azotaba sobre su rostro, haciendo que los mechones de cabello naranja se pegaran a su frente, aunque parecía no notarlo mientras retomaba la construcción de su pequeña fortaleza en la playa. El niño tomó una cubeta y caminó hacía el agua, concentrado nuevamente en el juego, pero al dar la vuelta su amiga había desaparecido. Miró desesperado en todas direcciones, sin hallar rastro de la pequeña. Comenzó a correr desesperadamente buscando con impaciencia.
—¡Nami!— intentó gritar, pero su voz apenas y salía de su garganta, más exasperado intentó gritar nuevamente, pero una sensación brumosa comenzaba a invadirlo...
Monkey D. Luffy despertó de la misma pesadilla que llevaba atormentándolo desde hace varias semanas atrás.
Cuando reaccionó por fin y logró racionalizar lo que ocurría soltó un gruñido, se había quedado dormido mientras estudiaba para el examen que tendría al día siguiente y ahora no solo estaba agarrotado por la incómoda postura que había adoptado sobre su escritorio, también sus notas habían quedado hechas un desastre de tinta borrosa y hojas arrugadas. Ya había perdido la cuenta de la cantidad de veces que había tenido ese sueño o algunos parecidos y lo cierto es que comenzaba a molestarle. Volteó a ver su despertador, eran casi las siete de la mañana ¿Cuánto tiempo estuvo dormido? volvió a dejar caer su frente sobre su desordenado escritorio molesto consigo mismo, el sueño lo había alterado tanto que apenas y era capaz de recordar su sesión de estudio, y si no se daba prisa llegaría tarde al colegio.
Refunfuñó un poco más antes de empezar su rutina, se metió a la ducha esperando que el agua fría despejara su mente. Siempre era el mismo sueño, pensaba. Nami desaparecía y él no podía hacer nada para detenerlo. Salió del baño y se puso su uniforme escolar, aunque seguía dándole vueltas al sueño. Ya ni siquiera sabía por qué lo tenía, pero lo cierto era que desde que habían entrado al instituto, las cosas con Nami se sentían diferentes.
Mientras se apresuraba a salir de su casa, tomó una manzana del frutero y, como siempre, se dirigió hacia la casa de Nami. Era algo que hacían desde niños: caminar juntos al colegio, hablar de cualquier cosa, competir para ver quién llegaba primero... pero últimamente, ella siempre se adelantaba por una u otra razón. Hoy no fue la excepción.
Cuando llegó a su puerta, Bellemre lo recibió con una sonrisa.
—Luffy, cariño, Nami se fue a la escuela temprano por las actividades del club —le dijo de forma casual.
Luffy soltó un suspiro, intentando disimular la frustración que sentía. Apretó los labios en una sonrisa forzada y asintió antes de darse la vuelta.
—Claro, muchas gracias —respondió con la voz más alegre que pudo, aunque su ánimo decaía rápidamente.
Otra vez se había adelantado. Otra vez no tendría la oportunidad de caminar con ella como antes. Apretó la manzana en su mano, sintiendo cómo su piel se rompía bajo sus dedos. Mientras avanzaba hacia el colegio, no pudo evitar reflexionar sobre cómo su relación con Nami había cambiado tanto en tan poco tiempo.
Luffy ni siquiera era capaz de recordar cuándo o cómo había conocido a Nami. Vivían uno al lado del otro y se habían convertido en compañeros de juego antes siquiera de aprender a hablar. Recordaba cómo, cuando eran pequeños, ella siempre lo esperaba en la entrada de su casa, lista para una nueva aventura. Para él, era como si ella siempre hubiera estado ahí... hasta que de pronto, ya no.
"...cuando seamos mayores, me casaré contigo y entonces seremos una familia."
Siempre había pensado en esas palabras como un juego de niños, un eco lejano de su infancia, pero últimamente... no podía quitárselo de la cabeza. ¿Por qué ahora? ¿Por qué le importaba tanto? El peso en su estómago era extraño, casi como cuando estaba nervioso antes de una pelea. Pero esto era diferente. Esto tenía que ver con Nami, y él no entendía del todo por qué le importaba tanto.
Solo sabía que desde que habían entrado al instituto las cosas con Nami se sentían del todo diferentes, era la primera vez que no eran compañeros de clase. Ella había entrado al club de natación y parecía que cada vez tenía menos tiempo libre además cada vez que hablaban sentía todo...demasiado extraño.
Continuaba caminando por la conocida ruta, casi por inercia.
"Club de natación, nuevos amigos, mejores notas..." Las palabras rebotaban en su cabeza, todas mezcladas con esa promesa infantil que ahora sonaba mucho más importante de lo que debería. Antes, Nami y él hacían todo juntos, de repente todo había cambiado, tenían responsabilidades e intereses diferentes, se sentía capaz de enfrentar todo eso con madurez. Aunque en el fondo había algo más que en verdad le molestaba.
El sonido de un timbre le sacó de sus pensamientos. Miró alrededor y se dio cuenta de que ya estaba cerca del colegio. Aceleró el paso, tratando de apartar las ideas molestas de su mente. Tenía que concentrarse en el examen que le esperaba, aunque, siendo sincero, le costaba enfocarse últimamente.
Buscó inconscientemente una cabellera naranja en la multitud, pero no la encontró. Suspiró profundamente, intentando despejar su mente, caminando a través de sus compañeros, entre las risas y el bullicio de estos, cuando sintió un ligero golpe juguetón sobre su cabeza.
Ni siquiera hizo falta voltear para saber de quién se trataba, había pasado toda su vida recibiendo esa inusual muestra de afecto. Apenas tuvo tiempo de reaccionar antes de escuchar una risa suave y familiar, solo ese sonido fue suficiente para que su estómago diera un pequeño vuelco.
Luffy se giró, tratando de disimular su sorpresa al verla ahí, de pie frente a él, con una sonrisa que parecía tan natural como siempre. Nami llevaba el cabello en un moño suelto, como si se lo hubiera acomodado con prisa, y una mochila con el logo del club de natación colgando de uno de sus hombros.
—¡Ah! Nami… —dijo, rascándose la cabeza y tratando de actuar como si no hubiera pasado toda la mañana pensando en ella. Intentó sonar despreocupado, como siempre—. Pensé que tenías actividades en el club.
—Digamos que me escapé un poco antes —respondió ella, acomodándose un mechón de cabello detrás de la oreja, tomando conciencia de su peinado desordenado. Algo en su expresión lo inquietaba. Parecía estar en algún lugar entre la Nami que recordaba de su infancia y la Nami que ahora tenía su propia vida aparte de él—. Quería verte antes del examen, para desearte suerte. ¿Te preparaste bien?
La pregunta lo sacudió. Sabía que debería haber pasado la noche estudiando, pero entre la pesadilla recurrente y sus pensamientos sobre ella, apenas había hecho algo productivo.
—Más o menos —contestó con una media sonrisa, intentando restarle importancia. Pero Nami lo miró con una mezcla de exasperación y diversión.
—"Más o menos" no es suficiente, Luffy —dijo ella, cruzando los brazos—. Deberías esforzarte más. No siempre puedes salirte con la tuya.
Luffy la miró fijamente, y por un instante, sintió que las palabras de Nami llevaban más peso del habitual. Había algo más en lo que ella decía, algo que resonaba con sus propios pensamientos de esa mañana, sobre lo mucho que las cosas habían cambiado.
—Sí, lo sé... —respondió, sin dejar de observarla. Una pequeña pausa se instaló entre ellos, y Luffy sintió de nuevo esa sensación incómoda en su estómago. Quería decir algo más, algo que no sabía cómo expresar. Pero antes de que pudiera encontrar las palabras, Nami le dio un suave empujón en el hombro.
—Deja de pensar tanto —dijo, con una sonrisa fácil—. Vas a hacerlo bien, como siempre. Además, si sacas una buena nota, yo invito los helados después de clase.
Luffy soltó una pequeña risa, relajándose un poco ante esa promesa tan simple, pero que de alguna manera significaba tanto.
—Trato hecho —dijo, y por un momento, todo se sintió casi como antes. Casi.
—Nos vemos más tarde, voy a devolver esto —dijo Nami, señalando la mochila del club. Su voz sonaba ligera, pero Luffy no podía evitar notar la forma en que su sonrisa parecía un poco más tenue de lo habitual.
—Está bien — respondió Luffy, la sola mención del club volvía a ponerlo de mal humor, aunque trataba de disimularlo.
Nami le lanzó una última mirada antes de dar la vuelta y mezclarse la multitud. Luffy se quedó ahí un momento, incapaz de notar como todos los que se cruzaban en el camino de la peli naranja quedaban embobados con su presencia, algunos incluso volteaban viéndola alejarse con paso ligero.
Al darse la vuelta, el bullicio del instituto lo golpeó de lleno, llenando su mente de voces y risas que no le interesaban. Se dirigió a su salón, donde los pupitres estaban desordenados, los compañeros charlando y bromeando entre sí. A pesar del alboroto, Luffy se sentó en su lugar, suspiró y trató de concentrarse en sus apuntes. Pero las palabras se desdibujaban ante sus ojos.
—¿Viste a Nami? —la sola mención de ese nombre puso a Luffy en alerta, escuchando la conversación de sus compañeros de clase—. Cada vez que pasa, parece que el sol brilla más.
—Sí, siempre es la más guapa —respondió otro, riéndose—. Dicen que está en el club de natación, yo creo que tiene un montón de admiradores.
—Aaaaaah, no cabe duda de que es la reina de belleza entre las de primer año, es una pena que no esté en el mismo salón que nosotros.
—Aunque estuviera en el mismo grupo dudo que te hiciera caso, a puesto que su tipo son los sujetos apuestos como Cavendish.
—Pues, aunque no me hiciera caso sería maravilloso verla todo el día ¿no crees? además seguramente le gustan más los sujetos mayores y serios como Trafalgar Law, todas las chicas quieren salir con él.
Luffy se dio cuenta de que estaba apretando los dientes. Esa conversación no le gustaba nada. Últimamente escuchaba a mucha gente hablar sobre Nami como si la conocieran. Después de eso, habían comenzado las pesadillas. Su estómago se revolvió al imaginar a otros chicos persiguiendo a Nami, haciéndola reír y compartiendo momentos que antes eran solo de ellos.
—¡Bah! —interrumpió uno de sus compañeros—. No entiendo por qué todos se vuelven locos por Nami. Es solo una chica más.
—¿Una chica más? ¡No digas eso! —exclamó otro, sorprendido—. Tiene algo especial. Es diferente a las demás.
Luffy sintió un cosquilleo de frustración. ¿Qué era lo que tenían que ver los demás en eso? Para él, Nami era única. Pero no podía poner sus pensamientos en voz alta sin parecer un tonto, así que se limitó a mirar hacia la ventana, intentando ignorar el murmullo que lo rodeaba.
En ese momento, el profesor entró al aula, y el bullicio disminuyó. Luffy sintió una mezcla de alivio y tensión mientras intentaba enfocarse en la clase. Sin embargo, la imagen de Nami y los comentarios de sus compañeros seguían revoloteando en su mente.
¿Quién demonios se supone que eran ese tal Cabetsu o Torao? ¿Por qué diablos la gente que no conocía a Nami creía saber lo que a ella le gustaba? Luffy pensó que le hubiera gustado interrumpir a esos tontos para decirles que obviamente Nami nunca se iba a fijar en tipos como esos, pero mientras más trataba de ordenar sus ideas más molesto se sentía, en realidad ¿Podía él responder a esa pregunta? Lo cierto es que él tampoco era capaz de decir que clase de chicos le gustaban a Nami, pero la sola intención de imaginarlo le hacía revolver el estómago.
El timbre sonó, y Luffy se sacudió, tratando de salir de sus pensamientos. El examen estaba a punto de comenzar, A medida que el profesor comenzó a distribuir las hojas del examen, el corazón de Luffy empezó a latir más rápido.
"Céntrate", se repitió a sí mismo, pero el eco de las risas y los comentarios sobre Nami aún resonaba en su mente. Miró su hoja en blanco, el bolígrafo entre sus dedos. Leyó tres veces la primera pregunta antes de captar su significado, en realidad había estudiado sobre ello la noche anterior, podía recordarlo.
Mientras escribía la respuesta, no podía evitar recordar la forma en que Nami lo había mirado antes. Había ido a buscarlo antes del examen para desearle suerte. Comenzó con la segunda pregunta...desde que empezó el instituto apenas y tenían tiempo para hablar. Terminó de escribir y miró la tercera pregunta. No tenía ni idea de cómo contestarla, decidió pasar a la siguiente, ¿Nami querría seguir siendo su amiga si no lograba obtener notas que ella esperaba?
Sus pensamientos divagaron, y no pudo evitar imaginarla hablando animadamente con otros chicos, riendo y disfrutando. Un hormigueo de celos se alzó en su pecho, y rápidamente apartó esas imágenes de su mente. "¡Céntrate en el examen!", se ordenó, apretando los dientes mientras escribía la respuesta a la siguiente pregunta.
Terminó de escribir pasó a la siguiente pregunta, tratando de mantener su mente ocupada y alejada de la tormenta de emociones que lo acosaban, pero mientras luchaba por concentrarse, no pudo evitar preguntarse qué pasaría después del examen. "¿Habría helados?", pensó, recordando la promesa de Nami. "¿Qué le diría cuando la viera?" Casi terminaba el examen, no había sido tan terrible como esperaba.
El timbre sonó nuevamente, indicándole que el tiempo había terminado. Luffy dejó caer el bolígrafo sobre la mesa, sintiéndose aliviado. Se levantó, miró alrededor a sus compañeros, que habían retomado su charla sobre la peli naranja, los ignoró, tomando sus cosas para salir en busca de su amiga.
Tenían un punto de reunión acordado en el patio de la escuela, un lugar donde solían pasar el tiempo entre clases. Pero cuando llegó allí, su corazón se hundió al verla. Nami estaba de pie, con una expresión sorprendida en su rostro, mientras un chico del año superior, con un aire confiado, le estaba hablando. Las palabras que él pronunciaba eran ininteligibles a esa distancia, pero Luffy pudo ver su mirada intensa y la manera en que Nami se sonrojaba ligeramente.
Un torrente de emociones invadió a Luffy. No conocía a ese chico, aunque sabía que también era del club de natación, y no le gustaba. Se quedó a una distancia prudente, sintiendo que un nudo se formaba en su estómago.
Quiso acercarse, interrumpir y preguntarle qué estaba pasando, pero un impulso de inseguridad lo detuvo. No quería parecer un entrometido, así que se quedó en la distancia, observando. Nami se reía nerviosamente, y esa risa era como un puñal en su pecho. "¿Qué estaba pasando entre ellos?", se preguntó, sintiendo la frustración y los celos crecer dentro de él. "¿Le gustará a él? ¿Y si le responde que sí?".
Incapaz de soportar más la situación, dio media vuelta y se alejó del lugar, su corazón latiendo con fuerza. Caminó hacia su casa, convencido de que Nami ni siquiera iba a darse cuenta de que él no estaba. A medida que se alejaba, las palabras del chico resonaban en su mente, y no podía evitar preguntarse por qué le molestaba tanto.
El camino hacia su casa se sintió más largo de lo habitual. Nunca había sido reflexivo, pero de pronto sus propios sentimientos lo abrumaban hasta hacerlo sentir exhausto. Nami solo era su amiga, y no debería molestarse si alguien más quería salir con ella. Se detuvo en un cruce y observó el suelo, sintiéndose un poco tonto "...cuando seamos mayores, me casaré contigo" nuevamente el recuerdo de su pesadilla recurrente lo atormentaba.
Nunca se había detenido a pensar en las implicaciones de esa afirmación. No era capaz de poner en palabras lo que sentía por su amiga, pero definitivamente le aceleraba el pulso. Y la sola idea de que ella ya no estuviera con él le dolía.
Llegó a su casa y la encontró vacía, por suerte, no tenía ánimo para hablar con nadie, entró a su habitación y se dejó caer sobre su cama, boca abajo, cansado por todos los sucesos del día. Por un momento se imaginó intercambiando lugar con el misterioso joven que estaba con Nami, siendo él quien la hacía reír y sonrojar de este modo se quedó dormido en una siesta ligera y sin sueños.
Despertó con la luz del atardecer se filtrándose a través de la ventana, dándole un tono cálido a su habitación, tardó un par de segundos en darse cuenta de que alguien estaba tocando el timbre y ese sonido había interrumpido su siesta, sabía que no podían ser sus padres y era demasiado temprano para que su hermano Ace (que siempre olvidaba sus llaves) regresara a casa, los recuerdos del día empezaron a filtrarse en su mente mientras tomaba la decisión de ignorar a quien sea que estuviera en la puerta.
Continuó recostado, el timbre seguía sonando, insistente y casi como una burla a su estado de ánimo. Pero cuando el sonido incesante comenzaba a incomodarlo, se detuvo por fin. Suspiró aliviado, convencido de que quien fuera había decidido marcharse. Cerró los ojos de nuevo, dispuesto a retomar su siesta. Sin embargo, justo cuando su cuerpo comenzaba a relajarse, un golpe suave en su ventana lo hizo sobresaltarse.
Se sentó bruscamente en la cama, confundido. Miró hacia la ventana y ahí estaba Nami, con una expresión que mezclaba irritación y preocupación, golpeando el cristal con los nudillos. El corazón de Luffy dio un vuelco inesperado.
—Eres un idiota— dijo la peli naranja a través del cristal.
Luffy, aturdido, se levantó torpemente y abrió la ventana.
—¿Qué estás haciendo aquí? —, preguntó, tratando de no parecer tan sorprendido.
—Me quedé esperando en la escuela, estaba preocupada.
Luffy la miró, sorprendido por la confesión. —¿Preocupada? ¿Por qué? — preguntó, aún confundido, aunque su corazón latía un poco más rápido al ver la expresión seria de Nami.
Nami suspiró con impaciencia, cruzando los brazos. —Porque desapareciste de la nada. Se supone que iríamos por helado ¿no? Ni siquiera me mandaste un mensaje.
Luffy se sintió atrapado. No quería decirle que la había visto hablando con aquel chico y que sus celos lo habían hecho salir corriendo sin pensar. Tampoco entendía del todo por qué le había afectado tanto.
—Lo siento—, murmuró, desviando la mirada. —Tenía que irme, me sentía... cansado.
Nami lo miró fijamente, como si no le creyera del todo, pero finalmente suspiró y lo dejó pasar. —Bueno, necesitaba hablar contigo. ¿Puedo entrar?
—Ah, sí, claro—, respondió él, retrocediendo para dejarle espacio. Nami trepó por la ventana con facilidad y se sentó en el borde de su cama, mirando alrededor de la habitación.
Nami se acomodó en el borde de la cama, cruzando las piernas con la familiaridad de quien está acostumbrada a ello. La escena lo llevó a recordar cómo, cuando eran niños, solían colarse en la casa del otro cuando estaban castigados y no podían salir a jugar. Nami siempre se las ingeniaba para trepar a su ventana y viceversa. En ese entonces, todo parecía tan simple. Se colaban, jugaban a las escondidas o compartían bocadillos, y se reían sin preocuparse por el mundo exterior.
Se preguntó en qué momento dejaron de hacer esas cosas, en qué momento comenzaron a distanciarse, aunque seguían viéndose casi todos los días. Luffy no entendía del todo por qué la dinámica entre ellos había cambiado, solo sabía que algo era distinto, y no estaba seguro de cómo manejarlo.
Se sentó en el suelo, apoyando su espalda contra la cama, sin saber bien qué hacer o decir. Sabía que Nami quería hablarle de algo, pero la forma en que ella lo miraba lo ponía nervioso.
—¿Estás enojado conmigo? —preguntó Nami, su voz tranquila, pero con una preocupación que Luffy no pudo ignorar.
Luffy se tensó ante la pregunta, sintiendo la mirada de Nami clavada en él. No estaba seguro de cómo responder, ni siquiera sabía realmente lo que sentía en ese momento.
—No —respondió después de un largo silencio. Sabía que no era completamente cierto. No estaba exactamente enojado, pero sí sentía una molestia que no podía explicar. Verla con ese chico en la escuela lo había afectado más de lo que quería admitir.
Nami frunció el ceño, evidentemente dudando de su respuesta.
—Estás raro —dijo, su tono más suave de lo habitual—. Desde que nos vimos en la escuela, he sentido que algo está mal.
Luffy apartó la mirada, enfocándose en la ventana. Quería decirle la verdad, contarle todo sobre lo que lo había estado molestando: las pesadillas, los comentarios de los chicos en los pasillos, y, sobre todo, lo mucho que le incomodaba pensar en ella con alguien más. Pero las palabras no salían. No quería parecer ridículo ni admitir que estaba celoso.
—Es solo que... —comenzó, buscando cómo explicarlo—. Las cosas se sienten diferentes ahora. Antes solíamos hacer esto todo el tiempo, ¿sabes? Colarnos en las casas del otro, meternos en líos... —sonrió, recordando aquellos días, pero su sonrisa se desvaneció rápidamente—. Ya no es lo mismo.
Nami lo observó en silencio por un momento, dejando que sus palabras calaran.
—Supongo que las cosas cambian —murmuró ella, mirando hacia la ventana—. Pero eso no significa que tengamos que dejar de ser nosotros.
Luffy asintió, pero algo seguía pesándole en la mente.
—¿Entonces por qué estabas con ese chico en la escuela? —preguntó sin pensarlo, las palabras escapándose antes de que pudiera detenerlas.
El silencio que siguió fue pesado. Nami lo miró, sorprendida por la pregunta, y luego desvió la vista, incómoda.
—¿Ese chico...? —repitió lentamente, procesando lo que Luffy acababa de decir.
Luffy inmediatamente se arrepintió. No quería sonar como si estuviera reclamándole, pero ya no podía retirar la pregunta.
—No importa, olvídalo... —intentó retractarse, rascándose la nuca, nervioso.
—¿Por eso te fuiste sin decir nada? —preguntó Nami, con un tono calmado pero firme.
Luffy bajó la mirada, sintiéndose más incómodo. No había querido admitirlo, pero ahora no podía evitarlo.
—Sí... —murmuró, avergonzado—. Pensé que no querías verme.
Nami arqueó una ceja, su expresión suavizándose un poco. Se apoyó contra el marco de la ventana y suspiró.
—Ese chico... —comenzó, su voz más baja—. Me confesó que le gusto.
El corazón de Luffy dio un vuelco. Había sospechado algo, pero escucharlo de ella lo dejó sin palabras.
—¿Y qué le dijiste? —preguntó, intentando sonar calmado, aunque por dentro sentía una tormenta de emociones.
—Le dije que no me interesa salir con él —dijo Nami, respirando hondo antes de continuar—. Porque, la verdad, hay alguien más que me importa mucho.
Luffy levantó la mirada, sorprendido por sus palabras. Su corazón comenzó a latir más rápido, aunque trataba de no dejarse llevar por lo que eso podía significar.
—¿Alguien más...? —susurró, sin atreverse a preguntar más.
Nami asintió, pero no dijo nada más. El silencio entre ellos se volvió más denso. Luffy sabía que Nami era muy popular, que muchos chicos hablaban de ella. Y aunque nunca lo había pensado demasiado, la posibilidad de que le gustara alguien más lo hacía sentirse... inseguro.
No pudo evitarlo.
—¿Es uno de los chicos del club de natación? —preguntó de golpe, la duda saliendo antes de que pudiera controlarla.
Nami lo miró, claramente sorprendida por la pregunta, y Luffy se sintió aún más incómodo.
—¿O.… el chico de matemáticas? —añadió, tratando de ocultar su ansiedad con una risa nerviosa.
Nami lo observó con detenimiento. Después de un largo suspiro, respondió:
—No, Luffy. No es ningún chico del club ni de matemáticas.
Luffy asintió lentamente, pero las dudas seguían rondando en su cabeza. ¿Quién podía ser entonces?
Finalmente, sin poder aguantar más, preguntó:
—¿Entonces quién? —su voz más baja ahora, casi temiendo la respuesta.
Nami lo miró con una mezcla de nostalgia y nerviosismo.
—¿Te acuerdas de cuando éramos niños? —preguntó, su tono suave, como si recordara algo importante.
Luffy asintió, aunque no entendía a dónde quería llegar.
—Dijimos que siempre íbamos a estar el uno para el otro, sin importar qué —continuó Nami—. Siempre pensé que esa promesa era lo más importante. Que sin importar lo que pasara, podríamos seguir siendo... nosotros.
Luffy escuchaba atentamente, recordando aquellos días, cuando todo era más simple. Pero ahora, la manera en que Nami hablaba le hacía sentir que algo había cambiado.
—Últimamente he estado pensando —Nami tomó aire, como si lo que iba a decir requiriera coraje—. A veces, las cosas no salen como uno espera. Hacemos promesas sin pensar en lo que puede pasar después...
Luffy sintió un nudo en el estómago. ¿Qué estaba tratando de decirle? Estaba asustado de lo que vendría después.
—Has estado distante últimamente —dijo Nami, con voz suave—. A veces siento que te estoy perdiendo, Luffy, y.… no quiero eso.
Luffy la miró, las palabras golpeándolo con fuerza. Nunca había considerado que sus acciones pudieran afectarla así. Había estado tan atrapado en sus propios sentimientos que no había visto cómo lo que hacía la estaba alejando.
—No quiero perderte —murmuró, sin pensarlo demasiado. La sinceridad de sus palabras lo sorprendió.
Nami lo miró, y durante un instante, el aire entre ellos se sintió un poco más ligero. Pero la duda persistía.
—Luffy... no puedo seguir fingiendo. Lo que siento por ti ha cambiado. No quiero que solo seamos amigos.
Luffy se quedó sin aliento. Nami lo miraba con una vulnerabilidad que nunca antes había mostrado.
—Luffy... te quiero. No como cuando éramos niños. Te quiero de otra manera. Y no puedo ignorarlo más.
Las palabras de Nami lo dejaron sin palabras. De repente, todo lo que había estado sintiendo durante tanto tiempo comenzó a tener sentido.
—¿Tú... me quieres? —preguntó con incredulidad, su voz apenas un susurro.
Nami asintió, con los ojos llenos de emoción.
Y en ese momento, Luffy supo que nada volvería a ser igual.
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Si soy sincera habría sido capaz de escribir treinta hojas más de esto, sentí que la temática tenía tanto potencial que no pude resistirlo, pero por salud mental lo dejaré aquí como un super tierno one shot. Dejo lo demás a su imaginación.
Un agradecimiento especial a TomoZero, quien está escribiendo una maravillosa historia y por quien justamente me enteré de esa dinámica, recomiendo mucho su trabajo.
