Disclaimer: Nada de esto me pertenece, la saga crepúsculo es propiedad de Stephenie Meyer y la trama es del libro "Guia de brujas para citas falsas con un demonio" de Sarah Hawley, yo solo busco entretener y que más personas conozcan esta historia.
Veintiséis
—Dos, cuatro, seis, ocho. ¡Que los jodan, sucios depravados!
Bella reprimió una carcajada ante la última consigna de Alice. La pixie estaba parada frente a una excavadora junto con otros manifestantes, gritando al operario, que parecía querer teletransportarse muy lejos. Llevaba una camiseta monísima de «¡Salvemos a las salamandras!» y un nuevo corte en su cabello rosa y verde.
—¿Se te han acabado las rimas? —preguntó Bella.
Alice batió las alas rápidamente y se elevó del suelo.
—Me estoy volviendo más creativa. —Se llevó las manos a la boca y coreó—: ¡Dos, cuatro, seis, ocho! ¡La alcaldesa Hale tiene que dimitir!
Las filas de manifestantes habían aumentado desde que se celebró la asamblea y docenas de brujos, duendes, centauros y seres humanos corrientes gritaban y agitaban pancartas condenando las obras. «LA ALCALDESA HALE ES UNA MENTIROSA», rezaba una pancarta. «DETENGAN EL BALNEARIO», podía leerse en otra.
Bella estaba radiante de orgullo viendo cómo los habitantes del pueblo daban un paso al frente. Con dos personajes tan poderosos como Renné Swan y Lilian Hale apoyando las obras, había sido difícil encontrar a personas dispuestas a manifestarse. Al parecer, las imágenes de las obras que se estaban haciendo en el bosque (y el descubrimiento de que estas habían empezado antes de que la asamblea se reuniera para hablar) habían provocado un gran impacto. Las obras se habían paralizado y las criaturas nocturnas retomaban la protesta en cuanto acababa el turno de día.
Lilian había prometido que las obras seguirían adelante en Halloween pasara lo que pasase, pero si conseguían mantener este entusiasmo, la alcaldesa y sus matones no tendrían ninguna posibilidad.
Rose se acercó acelerando el paso, con la alta coleta balanceándose en su cabeza.
—¿Qué me he perdido?
—Alice se está volviendo creativa —dijo Bella.
Justo en ese momento, la pixie volvió a corear una consigna.
—¿Qué queremos? ¡Salamandras de fuego! ¿Cuándo las queremos? ¡Siempre!
Esas palabras le recordaron a Bella a la salamandra de fuego enferma y se le encogió el estómago. Cuando miró a Edward, advirtió que estaba pensando lo mismo. Sus ojos recorrieron el bosque y en su rostro apareció un tenso ceño.
Bella aún no le había contado a nadie, excepto a Rose y Alice, lo de las zonas muertas del bosque. No conocía a nadie más que dominara la magia de la naturaleza y, aunque confiaba totalmente en sus dos amigas, temía que, si la noticia salía a la luz, Lilian lo utilizara como una excusa para arrasar aún más el bosque. Ahora mismo estaba conteniendo el problema, comprobando a diario si había nuevas zonas afectadas, pero no sería sostenible. En algún momento tendría que recurrir a otras personas para averiguar qué estaba pasando.
—Ahora volvemos —le dijo a Rose.
—¿A dónde van? —Rose miró a Bella y luego a Edward, y gimió—. No me digas que van a ponerse juguetones en un árbol.
Había mantenido a Rose y a Alice al corriente de la evolución de su relación con Edward. Alice había estado encantada, exigiendo un nivel de detalle que Bella se había negado a darle, y Rose parecía haberlo aceptado a regañadientes como el nuevo estado de las cosas. Bella sonrió a Edward, que parecía avergonzado de un modo adorable.
—No puedo ni confirmarlo ni negarlo.
Rose sacudió la cabeza y le hizo un ademán con la mano.
—Vayanse. A celebrar la vida o a jugar a las verrugas genitales o a lo que sea.
Bella llevó a Edward hasta los árboles. La verdad es que no había planeado seducirlo (o no lo había hecho hasta ahora), pero su nerviosismo le pareció encantador. Cuando le echó un vistazo a la entrepierna, se alegró de ver un bulto.
—¿Ya estás listo? —bromeó, olvidando por un instante su preocupación por el bosque.
Edward giró la cabeza para asegurarse de que estaban fuera de la vista de los manifestantes, luego la cogió en brazos y se la echó al hombro. Bella soltó una carcajada mientras él se internaba en el bosque, con la mano firmemente plantada en su culo.
—Supongo que eso es un sí —dijo sin aliento mientras la sangre se le iba a la cabeza.
—¿Contigo? Siempre.
Edward la bajó para ponerla de pie sobre una roca y Bella disfrutó del aumento de altura que esto le proporcionó. Dada la forma en que él le miraba ávidamente los pechos, que ahora estaban a la altura de sus ojos, él también lo estaba disfrutando. De repente metió la cara en su escote y frotó su nariz de un lado a otro, dándole besos en la piel mientras ella se reía.
—Unas tetas preciosas —dijo con la voz apagada.
—¿Solo las tetas? —preguntó Bella de forma seductora. Nunca se había sentido tan guapa en su vida como esta última semana, con su ego alimentado por un sinfín de cumplidos y orgasmos.
Él le apretó el culo.
—Tienes todo precioso. —Levantó la vista. Sus ojos dorados estaban llenos de picardía—. ¿De verdad vamos a ponernos juguetones en un árbol?
Bella se mordió el labio inferior. Había planeado buscar primero nuevas zonas de podredumbre, pero Edward era tan grande y sexy que el corazón le daba un vuelco cada vez que la miraba.
—Un rapidito —decidió Bella—. Luego tengo que revisar el bosque.
—¿Un «rapidito»? —Sacudió la cabeza—. Ustedes, los seres humanos, y su impaciencia. Se merecen una seducción larga y lenta.
—O —dijo Bella, pasando un dedo por sus pectorales— me follas tan fuerte y rápido que te siento durante una semana. —Se inclinó hacia él y le rozó la oreja con los labios—. Tendremos que hacerlo en silencio, claro. No podemos dejar que la gente sepa cómo me haces gritar.
Él se estremeció.
—Eres un peligro. —Pero sus dedos se agarraron a sus caderas y Bella supo que había ganado.
Ella le mordisqueó una oreja.
—Atrévete si puedes.
Dos minutos después, Bella se encontraba inmovilizada contra un árbol mientras Edward la penetraba con fuertes embestidas. Su espalda se restregaba contra la corteza, pero su vestido la protegía un poco y, de todos modos, no le importaba que le escociera. Se sentía muy viva, con los nervios a flor de piel gracias al placer que le estaba proporcionando Edward.
Su magia vibraba al unísono con la naturaleza y la pasión alimentaba su poder. Las semillas latentes encontraron nueva vida en el suelo y las flores florecieron hasta que Edward se detuvo sobre un suelo tapizado de rosa y rojo.
Una enredadera bajó un zarcillo de una rama y le quitó el sombrero antes de acariciarle la cabeza.
Él gruñó.
—No dejes que las plantas me molesten.
—Solo están emocionadas por mí.
Bella le clavó a Edward las uñas en los hombros, aferrándose a él con tanta fuerza como quería la enredadera. Los fluidos le empapaban los muslos.
Apenas había tenido que tocarla para estar preparada. Sus cuerpos estaban en sintonía.
Le apretó el culo con fuerza, ayudándose con sus enormes manos mientras doblaba las rodillas y la penetraba.
—Clítoris —dijo de repente.
Bella le rodeó el cuello con un brazo mientras bajaba la mano entre sus cuerpos. Era difícil ser precisa con lo fuerte que se la estaba follando, pero con sus dedos apretujados entre ellos, cada embestida ejercía una deliciosa presión sobre el clítoris. Ella le clavó los talones en el culo, animándole a que fuera más rápido. Iba a sentirlo más tarde, pero le encantaban sus feroces gemidos y la arrolladora intensidad de su pasión.
—Córrete para mí —dijo él salvajemente—. Déjame oírlo.
Bella apenas tuvo tiempo de recordar que había un grupo de gente a poca distancia. Se tapó la boca con una mano y gimió contra la palma mientras unos fuertes espasmos recorrían su cuerpo. Edward farfulló una maldición y la agarró más fuerte mientras se la metía con más fuerza.
Él gruñó y luego se derrumbó jadeante sobre ella. Bella le acarició los cuernos y sonrió cuando se estremeció.
Edward la bajó con delicadeza hasta ponerla de pie.
—Tal vez el rapidito valga la pena —dijo él sin aliento. Una sonrisa bobalicona se dibujó en sus labios y Bella se asombró de lo mucho que había cambiado desde el demonio hosco que había conocido. Parecía una persona totalmente distinta.
Ató el condón y luego, a falta de otras opciones, se lo guardó en el bolsillo con un mohín antes de volver a subirse los pantalones. Los anticonceptivos hormonales le provocaban a Bella problemas en la piel y subidas de peso, y mientras buscaba hechizos anticonceptivos no quería que le explotaran los ovarios accidentalmente. Por lo que Edward le había contado, los emparejamientos entre demonios y seres humanos no eran frecuentes, pero había algunos niños medio demonios por ahí.
Bella había sentido curiosidad por esos niños híbridos. No porque estuviera pensando en tener un bebé de Edward (los bebés eran algo muy lejano para ella), sino porque quería saber qué rasgos adoptaban de cada especie.
Edward le había dicho que el resultado era aleatorio: algunos niños tenían cuernos, otros no y otros tenían algo intermedio. Algunos eran inmortales y vivían en el plano demoníaco, mientras que otros, por motivos desconocidos, adoptaban la mortalidad de los padres humanos y vivían vidas relativamente normales en la Tierra.
—¿Dónde suelen conocer los seres humanos a los demonios? —había preguntado ella.
—Es habitual que los demonios vayan de vacaciones a la Tierra —había explicado Edward—. Y pasan cosas, sobre todo cuando hay alcohol de por medio.
Es verdad que pasaban cosas. Bella se alisó la falda, deleitándose con el resplandor de algunas de esas cosas. Se sentía viva y llena de energía, tan conectada a su feminidad como a la naturaleza.
Entrelazó sus dedos con los de Edward.
—Vamos. Demos un paseo por el bosque.
Se alejaron de las obras. Mientras que las plantas más cercanas a estas se resentían, era un alivio ver árboles y arbustos sanos en lo más profundo del bosque. Un manantial de agua caliente humeaba en el aire fresco de la tarde y los pájaros trinaban en las ramas.
Bella sintió la negrura antes de verla. Su propia magia había estado dando brincos sobre raíces y piedras, mezclándose con el poder natural de la tierra, pero la magia centelleante de la naturaleza dio paso de repente a algo oscuro e insidioso. Sintió náuseas cuando rozó aquella energía maligna.
—Por ahí —dijo, soltando la mano de Edward y corriendo hacia un matorral de zarzas.
Edward estaba allí antes de que ella pudiera pasar entre el espinoso arbusto.
Separó las ramas con cuidado, apartándolas para despejar el camino. Bella se agachó.
Lo que vio al otro lado la hizo jadear.
Lo que antes había sido una fuente termal de color turquesa ahora parecía una burbujeante cuba de alquitrán. La podredumbre se extendía a su alrededor y a lo lejos como una infección. Parecía como si un incendio forestal hubiera arrasado el bosque, dejando negro el suelo y los árboles.
—Nunca había visto una zona afectada tan grande —dijo Bella, con el corazón en un puño.
Edward se reunió con ella, quitándose hojas y espinas de la camiseta.
—¿Puedes solucionarlo?
—No lo sé. —Bella miró el bosque moribundo con desesperación.
Revivir las zonas muertas a medida que aparecían resultaba inútil. Cada vez que lo hacía se sentía agotada hasta el punto de casi desmayarse.
Pero tenía que intentarlo. Se arrodilló al borde de la podredumbre y plantó las manos en el suelo.
—Cicararek en arboreum —dijo, invocando a la tierra para que se uniera a sus esfuerzos. La magia se volvió más bella y luminosa, y la podredumbre retrocedió—. Cicararek en arboreum.
Al cabo de cinco minutos, Bella estaba sudorosa y mareada. Su visión se nublaba a medida que introducía más magia en la tierra. El bosque estaba añadiendo su propio poder, pero ella podía sentir cómo se agotaba su energía. Entre las obras de construcción y la extraña podredumbre mágica, la red de magia que se extendía bajo el suelo por las líneas ley se estaba deshaciendo.
Bella volvió a sentarse sobre sus rodillas, secándose la frente con el dorso de la mano, y luego gimió al advertir que solo había eliminado la mitad de la infección.
—No puedo hacerlo, Edward—dijo, con una oleada de desesperación amenazando con ahogarla—. No soy lo bastante fuerte.
Él se agachó a su lado y le dibujó círculos en la espalda.
—No te esfuerces tanto.
—Tengo que esforzarme. —El agotamiento agudizó su tono—. Nadie más puede hacer esto.
—Tiene que haber otra solución. Algo que no te obligue a quedarte tan agotada.
—Hasta que no descubra qué es esta magia, no puedo hacer nada más. —Tenía revuelto el estómago y no solo por los esfuerzos de lanzar el hechizo de curación una y otra vez. Siempre había estado en contacto con lo que sentía el bosque y la corrupción del suelo se estaba extendiendo por su cuerpo.
Cerró los ojos con fuerza, esforzándose por regular la respiración. Este era el área de la magia en la que se suponía que destacaba. Era lo único que podía ofrecer al mundo y, aun así, no era suficiente.
—Soy una fracasada —susurró—. Y siempre lo seré.
—Tonterías. —Edward le acarició el cabello— . Eres cualquier cosa menos eso.
A ella le ardían los ojos.
—No sabes lo que se siente. Llevo años intentando cumplir la profecía, pero nunca seré lo bastante buena.
Él se quedó callado un instante.
—Cuando fui poseído por el alma —dijo finalmente—, Astaroth me dijo que yo era un demonio patético. Una decepción. Me sentí muy avergonzado.
Bella debería ser una buena persona y sentir empatía por Edward, pero aun así sintió una punzada de irritación. Era algo mezquino y Edward estaba tratando de ayudar, así que contuvo su frustración.
—Astaroth es un imbécil y no debería haberte dicho esas cosas. —Hizo una pausa para encontrar las palabras necesarias para que él la comprendiera—. Pero Edward… Él solo te juzgó por, ¿qué?, ¿seis meses de problemas tras cientos de años siendo considerado un ganador?
Su silencio fue suficiente respuesta.
Las lágrimas empezaron a rodar bajo los párpados cerrados de Bella.
—Yo he sido un fracaso toda mi vida. Y ahora lo único que puedo hacer no es lo bastante bueno y el lugar que más amo en el mundo morirá por culpa mía.
—No es culpa tuya.
—Yo no lo he provocado, pero si no puedo solucionarlo, también soy responsable. Soy la protectora del bosque.
—¿Quién lo dice? —preguntó Edward—. Eres una bruja con un talento increíble para la magia de la naturaleza, pero que seas buena en algo no significa que sea tu responsabilidad.
Bella tenía un nudo en la garganta y le dolía el pecho. ¿Cómo podía decirle a Edward que quería que fuera su responsabilidad?
—Si no tengo esto, no tengo nada.
—Eso no es cierto —dijo Edward, ajeno a cómo le había abierto su corazón—. Tienes a Rose y a Alice y a mí y a tu jardín y…
—¡Para! —El grito de Bella lo interrumpió—. Solo quiero que pares — dijo en voz más baja—. No me digas cómo debo sentirme.
—No te estoy diciendo cómo debes sentirte —dijo con obstinación—. Pero tienes más poder del que crees y no es solo mágico. Tienes gente que te quiere y te respeta. Amigos que harían cualquier cosa por ti. No es tu responsabilidad ser la única protectora mágica del bosque.
Demonio testarudo. Parecía casi tan frustrado como se sentía ella.
—Pero lo es. Y estoy fracasando en esto, como fracaso en todo.
La profecía y su posterior fracaso a la hora de cumplirla había definido la vida de Bella. Ahora, enfrentada a una enorme responsabilidad, había vuelto a meter la pata.
Edward se pellizcó, desconcertado, el puente de la nariz.
—Voy a decirte algo, aunque puede que no te guste.
Bella lanzó una carcajada carente de humor.
—Eso, haz leña del árbol caído.
A lo lejos podía ver cómo la magia negra se acercaba de nuevo, manchando el suelo que había sanado. Con el tiempo, se comería todo el bosque.
Edward respiró hondo.
—¿Has pensado alguna vez que tal vez tus dudas se han convertido en una profecía autocumplida?
Bella se quedó boquiabierta. Tenía razón: lo que le había dicho no le gustó nada.
—¿Perdón?
—Eres tan dura contigo misma como lo es tu madre —dijo, perseverando como el demonio testarudo que era—. Cuando no puedes salvar al mundo entero tú sola, lo ves como un fallo personal. Tal vez tienes tantas dificultades con la magia porque te presionas a ti misma de una forma absurda.
Ella se sintió como si la hubieran abofeteado.
—¿Así que es culpa mía que apeste?
Él hizo una mueca de dolor.
—Eso no es lo que estoy diciendo. Digo… que eres increíble tal como eres, y que cuando no puedas solucionar algo, quizá valga la pena que pidas ayuda para quitarte parte de la presión que ejerces sobre ti misma.
—Me niego a pedirle ayuda a mi madre. —La idea le parecía aborrecible.
Edward hizo un mohín.
—A ella no. Pero Bella… puedo ver lo poderosa que es tu magia y también veo las cosas increíbles que eres capaz de hacer. Pero te has convencido de que nunca vas a hacerlo bien y, cuando haces cosas increíbles, te dices a ti misma que no es suficiente. ¿Y si dejas de lado esas expectativas? ¿Y si renuncias a alcanzar niveles imposibles?
Bella parpadeó rápidamente, mientras rechazaba con todo su ser esa idea.
—Las expectativas no son imposibles. El legado de los Swan…
—¡A la mierda el legado de los Swan! —dijo Edward con vehemencia—. Tú no eres tu madre ni nadie con quien te estés comparando.
Bella se sintió fuera de sí. Fuera lo que fuese de lo que habían estado hablando al principio, no era de lo que estaban hablando ahora.
—¿Así que debería rendirme y dejar que el bosque se muera? ¿Es eso lo que estás diciendo?
Él se pasó las manos por el cabello.
—No estoy diciendo esto del modo correcto.
—¿Hay una forma correcta de decirlo? —Su orgullo herido exigía una explicación. Le había dicho que era increíble, pero el resto de sus palabras parecían una acusación.
Edward estaba haciendo un claro esfuerzo por mantener la calma.
—Estoy diciendo que no importa lo buena que seas con la magia de la naturaleza, tal vez este problema es demasiado grande para que lo resuelvas tú sola. Tal vez nadie podría hacerlo solo y tú te estás torturando con la culpa en vez de pedir ayuda o buscar otras alternativas.
El mal genio aún se apoderaba de su lengua.
—Un demonio ofreciendo una alternativa. ¡Qué curioso!
Él apretó la mandíbula y un músculo se le tensó en la mejilla.
—Eso es injusto.
Y sí, lo era. No le había ofrecido un trato; tan solo había dicho algo que la había enfadado. Bella respiró hondo, haciendo un claro esfuerzo por mantener la calma.
—Lo siento. Necesito unos minutos para pensar.
Él asintió con la cabeza.
—Lo que necesites.
—No sé por qué me pongo a la defensiva —dijo ante su necesidad de explicarse.
—Te has pasado toda la vida diciéndote a ti misma que te pasa algo — dijo con la sinceridad que lo caracterizaba—. Claro que te pones a la defensiva.
—Puede que solo estés intentando ayudar. —Edward la miró con intensidad, así que Bella corrigió su afirmación—. De acuerdo, estás intentando ayudar. No mereces que te grite solo porque no me gusta que me digan cosas incómodas sobre mí.
—Bella —dijo, tirando de uno de sus rizos—, también he dicho cosas buenas sobre ti. ¿Recuerdas alguna?
Su mente se quedó en blanco. Le había dicho que se estaba saboteando a sí misma, que intentaba alcanzar niveles imposibles, que debía pedir ayuda…
—No —dijo en voz baja.
—Justo lo que pensaba. —Edward la besó en la sien y la opresión que ella sentía en el pecho se alivió un poco—. Estás viendo lo peor de ti, no lo mejor. Así que vas a tomarte unos minutos para pensar, pero antes de hacerlo, quiero que me escuches. Que me escuches de verdad.
Bella lo miró, cautivada por su expresión vehemente.
—Bella —dijo con seriedad—, eres preciosa, inteligente y divertida. Aportas alegría al mundo. Además, eres una bruja muy poderosa que puede hacer cosas increíbles. Necesitar ayuda alguna vez o no ser perfecta no cambia nada de eso, y me gustaría que fueras tan amable contigo misma como lo eres con tus amigos.
Se le sonrosaron las mejillas. Al parecer, el lenguaje del amor que Edward dominaba eran las palabras de consuelo. Una tierna emoción se expandió por su pecho; algo que le parecía abrumador y delicado a la vez. Bella no supo expresarlo más que echándole a Edward los brazos al cuello.
—Gracias —susurró en el pliegue entre su cuello y su hombro. Olía a especias y a humo, y se empapó con el calor de su cuerpo. Era como su propia fuente termal, algo en lo que sumergirse cuando se sentía maltratada por el mundo.
Él le acarició la espalda y le besó la cabeza. Se arrodillaron juntos en silencio, abrazados y respirando.
Finalmente, Edward se movió.
—Voy a recorrer el perímetro de esta zona oscura. Regresaré pronto.
Le estaba dando tiempo para ordenar sus pensamientos. Bella observó su ancha espalda mientras se alejaba, con la cabeza gacha mientras observaba el suelo. Apreciaba eso de él: su diligencia, su voluntad de servicio. La fachada del demonio grande y malvado había desaparecido por completo y a Bella le gustaba lo que veía debajo.
Suspiró y se centró en el asunto que tenía entre manos: la podredumbre que iba extendiéndose por el bosque.
Había fantaseado con la idea de solucionarlo todo ella sola. Levantarse en la cena familiar e informar a todos de que había habido una grave amenaza mágica en Forks, pero que ella había sido capaz de detenerla. Por una vez, habría sido la protagonista de la historia, en vez de la ayudante o el bufón del grupo.
Edward tenía razón. Si el problema era demasiado grande para que ella pudiera solucionarlo sola, no significaba que su magia no fuera suficiente.
Significaba que necesitaba pedir ayuda. Alice y Rose no podrían hacer nada, pero había una persona que había vivido lo suficiente para saber cuál era el problema y cómo solucionarlo.
—Voy a traer a Aro —dijo Bella cuando Edward regresó a su lado diez minutos después.
Edward asintió.
—¿Quieres que lo encuentre?
—No hace falta. Vendrá a mi casa mañana por la mañana para darme una lección sobre el lenguaje de la magia.
Normalmente, las clases de brujería provocaban que Bella se sintiera peor consigo misma, pero la intervención de Edward había sacudido algo dentro de ella. Amaba su magia. Le encantaba ser capaz de nutrir con una parte de sí misma a la naturaleza. Estaba orgullosa de esa magia y estaba cansada de permitir a su familia que la hiciera sentir mal porque no encajaba en el molde del perfecto legado de los Swan.
Quizá el problema no era que Bella fuera mala con la magia… Era que nunca se había defendido a sí misma y a lo que se le daba bien.
Edward alargó la mano para ayudar a Bella a levantarse.
—Vamos, velina, tenemos que participar en una protesta. —Le lanzó una pícara sonrisa— . Y luego tengo algunas ideas para pasar la noche.
NOTA:
Ya casi llegamos al final de la historia, mañana les subo los ultimos capitulos, gracias por sus reviews.
