Disclaimer: Nada de esto me pertenece, la saga crepúsculo es propiedad de Stephenie Meyer y la trama es del libro "Guia de brujas para citas falsas con un demonio" de Sarah Hawley, yo solo busco entretener y que más personas conozcan esta historia.
Treinta y cuatro
Bella observaba con indiferencia la escena que se desarrollaba frente a ella. Edward estaba negociando con Astaroth. Sus ojos dorados brillaban por las lágrimas y no dejaba de mirar a Bella como si estuviera desesperado.
Bella sabía que alguna vez había sentido algo por él. Racionalmente, sabía que había tenido sentimientos por muchas cosas, pero no recordaba qué significaba aquello. Era evidente que algo le había importado tanto que había hecho un pacto con el demonio, pero mirando de Edward a los árboles otoñales, no lograba comprender qué había de especial en ellos.
En cualquier caso, estaba hecho. El trato estaba cerrado.
Se estremeció. Sentía frío por todo el cuerpo, pero el escalofrío no procedía del exterior, sino de un lugar vacío dentro de su pecho. Allí había habido algo, pero solo podía adivinar la forma por su ausencia.
Edward estaba murmurando algo: un conjuro. Nunca había intentado lanzar ningún hechizo y Bella le había preguntado distraídamente una vez si se formaría como hechicero en los próximos siglos.
Astaroth se rio. El demonio destacaba en el paisaje otoñal; una pincelada blanca entre cortezas y hojas de color fuego. Le recordó al hielo y a la nieve, y a un frío tan intenso que nunca se derretirían.
—El trato está cerrado.
Edward gritó y se agarró el pecho. Ella no podía ver nada de lo que sucedía, pero parecía ser que Astaroth estaba enviando el alma de camino.
Entonces Edward sería como ella.
Era más fácil así. No había sufrimiento, ni angustia, tan solo calma.
—Espera…
Astaroth se dio la vuelta y miró asombrado a Bella. De repente, sintió como si un pequeño sol se metiera en su pecho.
Bella gritó cuando el calor le caló hasta los huesos. Estaba viva, llena de energía, y cuando cayó de rodillas el calor se extendió hasta llenar el vacío de su pecho.
Las emociones estallaron como fuegos artificiales, un torrente de miedo, tristeza, esperanza, odio y amor, y todo lo que le había faltado volvió a inundarla. Los ojos se le llenaron de lágrimas y, cuando parpadeó, el mundo le pareció más radiante. Los colores eran más vivos y, lo mejor de todo, podía sentir el palpitante corazón de la naturaleza. Los árboles crujían y las flores otoñales que se habían marchitado a sus pies volvían a florecer.
—¡Oh! —jadeó ella, agarrándose el pecho.
—¡¿Qué has hecho?! —gritó Astaroth.
Edward lo ignoró. Caminó hacia Bella y se agachó a su lado.
—¿Cómo te encuentras? —le preguntó, con los ojos llenos de preocupación.
Una abrumadora oleada de amor la inundó.
—Me has salvado —sollozó, echándole los brazos al cuello—. Eres tan inteligente, velino…
Almasilum en vayrenamora. «Mi alma que una vez le perteneció va a mi amada». Edward había manipulado el lenguaje de la magia para conservar su alma original y devolver la de ella.
Le llenó las mejillas y la frente de besos y luego se apartó para observarlo.
—¿Cómo te encuentras? ¿Estás bien?
Asintió con la cabeza, con una sonrisa tan amplia que le marcó unas profundas líneas en las mejillas.
—De vuelta a la normalidad.
—¿Qué has hecho? —exigió saber Astaroth mientras se acercaba furioso.
Dio un golpe en el suelo con el bastón cerca de Bella, pero ella ni se inmutó. El demonio le había asegurado que no volvería a hacerles daño—. Has hecho trampa.
—No —dijo Edward, ayudando a Bella a levantarse. Se enfrentó a su mentor levantando la barbilla y cuadrando los hombros, con el orgullo escrito en su hermoso rostro—. He hecho un trato justo.
—Solo los mortales pueden hacerlos —espetó Astaroth—. Ni siquiera tienes magia.
Edward miró a Bella y ella supo lo que quería. Se devanó los sesos, se puso de puntillas y le susurró algo al oído.
Él asintió y se concentró en Astaroth.
—Spalitisin di canna —dijo, señalando la espada de bastón de Astaroth.
Un rayo azul salió disparado de su mano y rompió la calavera de cristal.
Astaroth farfulló una maldición y retrocedió de un salto, cayendo sobre un montón de hojas en descomposición.
—¡En el nombre de Lucifer!
Alguien pasó zumbando por encima y, entonces, una hamaca que contenía a una persona cayó al suelo.
—¡Ay! —gritó Rose mientras se arrastraba afuera.
Alice aterrizó cerca.
—¿Estás bien? —le preguntó a Bella mientras revoloteaba hacia ella—. Edward me dijo que otro demonio era el responsable de lo que ha estado pasando.
Bella sonrió y señaló el montón de hojas.
—Te presento a Astaroth de los Nueve, que acaba de perder una apuesta con el alto consejo demoníaco.
El demonio se puso en pie y se quitó las hojas del traje lleno de suciedad.
—Aún estamos a tiempo de hacer otro trato —dijo con nerviosismo—. ¿Quieres una mansión? ¿Un billón de dólares? ¿Tu propia isla privada?
Bella sonrió a Edward.
—No hay nada que quiera más que lo que ya tengo.
—¿Este hijo de puta es Astaroth de los Nueve? —preguntó Rose—. ¿De dónde has sacado el sombrero? ¿De una convención de seductores?
—No acepto críticas sobre vestimenta de personas que llevan licra —replicó Astaroth.
—¡Oh, mierda! —dijo Alice, apartándose.
Rose se crujió los nudillos y caminó hacia Astaroth. Llevaba unos leggings con estampado de margaritas, zapatillas de deporte amarillas y una camiseta de tirantes azul que decía «Suda como una chica».
—Así que tú eres el demonio que ha estado destruyendo el bosque —dijo Rose, sacando un coletero de su muñeca y empezando a recogerse el cabello.
—Se está haciendo la coleta de pelea de bar —dijo Alice—. El demonio no se va a librar.
—¿De verdad va a pelearse con él? —le preguntó Edward a Bella en tono incrédulo.
—Tú solo mira —dijo Bella alegremente.
—El demonio que ha destrozado el invernadero de mi mejor amiga —continuó Rose—. El que intenta que Edward y Bella hagan un trato.
Astaroth se mantuvo firme, al parecer ignorante del peligro que corría.
—¡Qué alma tan bonita! —dijo, mirando a Rose de arriba abajo—. ¿Quieres convertirte en princesa? ¿Tener una mina de diamantes? —Le dirigió una sonrisa mordaz—. Di lo que deseas y será tuyo.
Rose se detuvo frente a él.
—Quiero algo, pero ningún trato puede dármelo.
Él hizo un ademán con la mano.
—Tonterías. Puedo darte cualquier cosa.
—Mmm… No, gracias. —Rose le sonrió con ternura—. Yo siempre cojo lo que quiero.
Le dio un puñetazo en la garganta.
Alice vitoreaba mientras Edward jadeaba. Bella se rio, sintiéndose más ligera de lo que se había sentido en mucho tiempo. Se había liberado del trato y estaba a punto de ver cómo le daban una patada en el culo a Astaroth.
—¡Joder! —resolló Astaroth, aclarándose la garganta.
Rose no había acabado. Mientras aún se tambaleaba por el puñetazo, ella le propinó una patada en el costado, le agarró los hombros para coger ímpetu y le dio un rodillazo en la ingle.
Edward hizo un mohín y lanzó un murmullo de dolor por pura solidaridad masculina, mientras que Alice soltó una carcajada y aplaudió cuando Astaroth se dobló con un gemido.
—¿Quién coño eres? —le preguntó Astaroth con una voz más aguda de lo normal.
—La bruja que te va a patear el culo. —Rose se echó la coleta por encima del hombro—. ¿Sabías que lancé a Edward al otro condado cuando pensé que estaba detrás de todo? Deberías haber sido tú el que saliera volando. —Sacó un hilo del bolsillo y empezó a anudarlo.
Astaroth abrió los ojos como platos.
—Espera…
Rose murmuró unas palabras mágicas en voz baja y le dio un puñetazo al demonio en la nariz.
La última vez que Bella vio a Astaroth, era una mancha chillona que desaparecía sobre la cima de la montaña.
Rose se secó las manos y se reunió con los demás.
—Ha sido agradable.
Edward la miró boquiabierto.
—No puedo creer que hayas hecho algo así. ¿Sabes a cuántos enemigos ha derrotado Astaroth a lo largo de los siglos?
Rose hizo el gesto de quitarse el polvo de los hombros.
—Nunca subestimes a una bruja con un buen gancho de derecha y un excelente control de la ira.
Alice chocó los cinco con Bella.
—Buen trabajo. No lo olvidará por mucho tiempo.
—Seguro que no. —La expresión de Rose se suavizó mientras miraba a Edward—. Siento haberte dejado a medio camino de Oregón.
Él se encogió de hombros.
—Defendiste a tu amiga y al amor de mi vida. Me alegro de que lo hicieras. —Hizo una mueca de dolor y se llevó la mano al ojo morado—. Bueno, casi me alegro.
Rose le dio a Bella un fuerte abrazo.
—Me alegro mucho de que estés a salvo.
Bella lloriqueó contra el hombro de Rose.
—Yo también.
—Así que —dijo Alice cuando se separaron— ¿soy yo o parece que las cosas están cambiando? ¿Por qué se alejan las excavadoras?
Bella se rio.
—Es una larga historia. —Entonces sus ojos se abrieron como platos—. Espera, ¿qué hora es?
Alice consultó su teléfono.
—Las dos de la tarde.
A Bella se le aceleró el corazón. Le había pedido a Astaroth que reparara su invernadero, pero ¿lo habría cumplido?
—El Campeonato Floral del Noroeste del Pacífico empieza a las tres —le dijo a Edward—. Y si cumplió el trato…
Sonrió y la cogió de la mano.
—Vamos a buscar tu mesa expositora.
