¡Actividad de un grupo de Facebook! Un reto de 30 días para dibujar o escribir de Koisuru Boukun.
Personajes: Clan Tatsumi, Morinaga Tetsuhiro, Kurokawa e Isogai.
¡Amé este oneshot!
oxoxoxo
Su teléfono sonaba puntual a las 4 de la tarde, una sola vez, el mismo número.
Un número que no había visto hace años.
El número de su padre.
Morinaga hacía más de un mes que recibía las llamadas de su padre, mismas que ignoraba.
- ¿Qué querrá? - pensaba Morinaga, sintiendo un nudo en el estómago cuando ese número aparecía en la pantalla.
El trabajo era muy pesado, teniendo que hacer tiempo extra prácticamente todos los días y, a veces, trabajaba dos semanas diarias... tenía acumulado muchos días de descanso. Días que no quería utilizar, ya que el trabajo lo mantenía distraído con lo que fuese que querría hablar su padre con él.
Hacía tiempo que no veía a Souichi, ni por video llamada. Únicamente mensajes de texto, pero no era lo mismo.
Llegando de noche a su departamento, se sentó en su sofá, tratando de relajarse sin éxito, no podía con el estrés y la alta demanda en su trabajo.
Su teléfono sonó, era Souichi, contestó.
- Buenas noches, Souichi-san. - dijo Morinaga feliz, aunque su cansancio era palpable.
Souichi ignoró la propiedad con la que dijo su nombre, desde ahí supo que algo iba mal.
- ¿Te sientes bien? - preguntó de manera sospechosa.
- Ahh, he estado trabajando hasta tarde... mordí más de lo que puedo masticar. -
- Solo cuídate, idiota. A lo que llamaba, ¿cuándo puedes venir a Nagoya? - Morinaga frunció el ceño en duda.
- Este... ¿por? - se oyó algo de interferencia del otro lado. Por la hora, seguramente Souichi estaba aún fuera, volviendo de la universidad, y durante su camino había lugares con pésima recepción. - ¿Souichi? No te escucho.
- No lo voy a repetir, limítate a mi pregunta. Pon una fecha. -
Morinaga sacó su agenda, viendo que tenía un espacio libre dentro de dos semanas, su jefe no se negaría en darle un par de días extras por todos los avances en sus proyectos. Le comentó una fecha a Souichi.
- Ok. Más te vale venir, Morinaga. Adiós. - y colgó.
Morinaga no entendió nada, pero debía ser por su cansancio acumulado.
Estaba a una semana de ir a Nagoya por pedido de Souichi. Durante ese tiempo, su padre había aumentado sus llamadas a tres llamadas al día.
Vaya que era insistente e inconveniente.
Había interrumpido varias reuniones, exposiciones, y se distraía cuando realizaba procedimientos en el laboratorio. Estaba harto.
Ese día, durante su hora de comida, contestó.
- Habla Morinaga, ¿quién llama? -
- Tetsuhiro, ha pasado tiempo... - la voz gruesa de su padre le provocó un nudo en el estómago.
Creía haberlo superado.
- Buenas tardes, padre. - dijo monótonamente.
- ¿Eso es todo lo que vas a decir? - podía escuchar el enojo en su voz.
- Solo te diré que me estás llamando en un horario inconveniente, padre. Soy un hombre ocupado. - no se dejaría pisotear esta vez. - No todos estamos jubilados, ¿sabes? -
- Entiendo, ¿puedo llamarte en la noche? - el patriarca Morinaga tuvo la decencia de darle la razón a su hijo.
- Cuando esté en mi departamento, yo te llamaré. No te preocupes, no será después de las 11 de la noche. Hasta tarde, padre. - y colgó.
Tomó aire de manera profunda, exhaló.
El hambre se le había ido, realmente era hora de enfrentarse a su padre.
Y sabía, muy en el fondo, que no acabaría bien...
oxoxoxo
Ese mismo día en la noche, se duchó y cambió por ropa cómoda; se sentó en sofá, marcó a su padre.
Este negó la llamada, lo que le ofendió. Pero fue remplazado por ansiedad cuando vio que solicitaba una video llamada. Dudoso, aceptó.
Allí estaba su padre, los años le habían pasado factura, ahora se veía bastante arrugado, con el ceño fruncido, además de empezar con signos de calvicie.
Pero era esa mirada, aquella que le dio cuando supo de su orientación, aquella que creyó haber superado y olvidado. Se sentía como aquel adolescente, muerto de miedo, cuando fue descubierto con Masaki. Puso una cara de póker, ojalá perfecta.
Solo se vieron por el celular, sin decir nada.
- Han pasado los años, Tetsuhiro... - comenzó su padre. - Te ves bien. -
- Me gustaría decir lo mismo, padre... ¿has perdido peso? - si recordaba bien, su padre era robusto, más no era obeso.
- No he sido el mismo después del infarto... -
- ¿Qué?, ¿un infarto? - eso lo sorprendió.
- Bueno, ha pasado tanto que no estás al día. Lo normal, no es como si te preocuparas por ello, podrías pedirle actualizaciones a tu hermano, pero ni eso hiciste. - le recriminó.
- No estoy de humor para regaños, seré tu hijo más no un niño, ¿a qué se debe la llamada, padre? - frunció el ceño en enojo. Su padre, quien ya se veía enojado, ahora estaba furioso.
- Has perdido los modales que con tanto esfuerzo te dimos, haberte enviado fuera de la prefectura no fue idea buena, te has vuelto más rebelde. -
- No comiences, que voy a colgar e ignorarte como lo he hecho todo este tiempo. -
- ¡Al carajo! Te llamo para que cumplas tu deber como hijo con mi apellido, estos años debieron enseñarte el camino correcto. - sus ojos fríos ahora los sentía hirviendo por la ira.
- ¿Qué demonios significa eso? - le contestó.
- Quiero que renuncies en lo que sea que trabajes, te mudes de vuelta a la casa familiar y te cases con una chica que tu madre y yo elegimos. Es más joven que tú, de buena familia, y está dispuesta a darte los hijos que quieras. - se escuchó que rebuscaba algo, le mostró por el celular la foto de una jovencita, muy joven para su gusto.
- ¿Cuántos años tiene, padre? - se escandalizó por lo que le pedía.
- Los suficientes para ser mayor de edad, te quiero de vuelta en tres días. Adiós. -
- No, no, no, ¡no! Ya tengo una vida, ¡vida que construí no gracias a ti! - ahora estaba enfadado, aunque podría llorar en ese momento.
- ¡No me hables en ese tono, mocoso! Harás lo que yo diga, sino... - fue interrumpido.
- Sino qué, ¿no me volverás a hablar? ¡Ja! Años que no se de ti, poco me importa, ¡y a usted también! -
-¡Mocoso insolente! -
- ¡Anciano decrepito! Me alegra que nuestras áreas de trabajo sean tan diferentes que yo sé que no podrás hacer nada para afectarme, además, ¡qué vergüenza para la familia Morinaga que sus dos hijos sean homosexuales! -
- ¿Aún eres un desviado? ¡Qué asco! Ni tú ni Kunihiro me sirven, que pérdida de tiempo. - pudo ver el asco en la cara de su padre, sintiéndose dolido... - Escucha bien, marica amante de las pollas, considérate tú y al marica de tu hermano repudiados de la familia Morinaga, podrán mantener el apellido, pero nada más; no nos busquen, no pidan nuestra ayuda, no nos vuelvan a hablar. Oficialmente, están muertos para mí y su madre. Adiós y hasta nunca. - su padre le mostró el dedo medio, y terminó la llamada.
Morinaga arrojó su celular, enojado, rabioso, decepcionado... se dejó llorar, descargando todos sus sentimientos, gritó por el dolor de haber perdido su de por sí rota familia, vomitó por la estresante situación.
Cuando no hubo más lágrimas, caminó a su habitación y se durmió por el cansancio.
Mañana sería otro día, igual de mierda que el de hoy.
El resto de esa semana lo pasó fatal, ahogándose en el trabajo, comiendo cuando se acordaba, con una higiene algo ineficiente. Su jefe se preocupó por su estado mental, lo obligó a descansar dos días antes de lo previsto, pidiéndole que se tomara el tiempo necesario para volver con su misma energía al trabajo.
Morinaga, de manera automática, se regresó a su departamento. Sumiéndose en su mísera.
oxoxoxo
Cara demacrada, ojos hundidos, cabello reseco y sin brillo. Habría perdido alrededor de 8 kilos en menos de dos semanas; se sentía del asco. Había llegado a Nagoya, le mandó un mensaje a Souichi; este le pidió algo raro.
Le pidió que trajera un pastel, uno algo grande.
- ¿Desde cuándo a Souichi le gustaba el dulce? - decidió no preguntar, su estado deprimido solo le dijo que hiciera lo que le pedían.
Pasó por una pastelería y compró un pastel de merengue blanco con fresas, muy en el fondo se le había antojado.
Caminó lentamente hasta el departamento de Souichi, tratando de disimular su estado de ánimo, fue así que se puso su mejor máscara de "estoy bien". Llegó a la puerta y tocó.
Quién abrió fue Kanako.
- ¡Morinaga-san, se ve horrible! ¿se encuentra bien? - Kanako tomó de la muñeca a su cuñado no oficial, le quitó la caja de pastel y la dejó en el hall.
- ¿Eh, Kanako-chan? ¿qué? - pudo ver un montón de zapatos.
- ¡Mori-kun! ¿acaso está enfermo? Pasa, pasa, toma asiento, te traeré té. - Matsuda lo llevó al sofá, viendo en el camino a toda la familia Tatsumi, además de Isogai.
- ¿Se encuentra bien, Morinaga-san? - Tomoe tomó la chaqueta que Morinaga apenas se logró quitar, estaba aturdido.
- Si se siente mal, Morinaga-san, podemos dejarle una de las habitaciones para que descanse... - ofreció Souijin.
- Creo que deberíamos posponer la reunión para mañana, digo, ya tenemos todo, un día más no nos afectará. - Kurokawa sugirió.
- Morinaga-kun, que bueno es verle. - Isogai estaba apoyado en Souichi, quien solo lo ignoró, pues ver en ese estado a Morinaga lo tenía muy mal.
Morinaga solo los veía en confusión, sin entender nada.
Isogai pudo ver que era serio al no separarlo de su amado senpai. Ambos rubios compartieron miradas, y como si hubiesen hablado, Souichi se levantó y se sentó junto a Morinaga. Todos sentían la tensión en el ambiente, pero estaban más preocupados por ver a Morinaga tan mal.
Le puso una mano en la rodilla con delicadeza, Morinaga buscó su mirada.
- No estás bien, ¿verdad? Y no es por salud... ¿fueron ellos? -
Morinaga comenzó a temblar, no queriendo quebrarse delante de todos.
- ¿Qué dije la última vez, Morinaga? - Souichi insistió. - Nosotros, los Tatsumi, somos tu familia... ¿no es así? -
Todos afirmaron, acercándose a su más reciente miembro. No sabían que pasaba, pero estaban dispuestos a ayudar en lo que podían.
Matsuda le entregó su té favorito, junto a unas galletas caseras... sus favoritas.
Morinaga lloró, se desahogó en sentimientos que no había podido expresar en esa semana infernal.
Lágrimas por parte de todos, insultos de más de uno, pero hubo comprensión y amor, cariño y confort con ellos, con su amada familia.
.
.
.
