Gracias a mi cómplice Li por su lectura previa. Los errores siguen siendo míos.
Disclaimer: la mayoría de los personajes mencionados con propiedad de Stephenie Meyer.
Capítulo 29
Edward
― ¿Estás segura que las náuseas son por gastritis? ―indagué―. ¿No crees que lo mejor es ir al médico? ―Me preocupaban sus malestares estomacales que padecía últimamente.
Isabella asomó la cabeza por la puerta. Tenía en su boca el cepillo de dientes y empezó a restregarlo con fuerza antes de darme una mirada amenazante. Dio media vuelta y volvió al baño y yo llevé las manos detrás de mi cabeza.
Estábamos disfrutando una luna de miel. Una diferente, porque seguíamos en casa y salíamos a la empresa de Charlie cada mañana, solo que ahora no había reservas entre nosotros.
Nos habíamos confesado y estábamos haciendo planes para un futuro.
Sonreí. Y es que solo saborear la palabra futuro junto a Isabella, era para estallar de euforia. Nuestros planes llegaron fácilmente al mismo punto, ambos sabíamos que deseábamos emprender el mismo camino: casa, otra ciudad, el gato raquítico y viajar en yate cuando no estemos trabajando.
― Cuando no ingiero alimentos empieza mi malestar ―respondió, encogiendo sus delgados hombros.
― Ahora no te gusta mi loción ―le recordé―. Me has dicho que te provoca náuseas y…
― Probablemente es un producto falso como esos que abundan.
La observé mientras se montaba en la cama y tomaba la rosa roja entre sus dedos, se la llevó a la nariz y aspiró muy hondo manteniendo su sonrisa en los labios.
― Me gustan estos detalles ―confesó― me encanta que siempre tengas atenciones conmigo.
Alargue mi mano y empecé a acariciar la suavidad de su mejilla. Isabella no tenía idea qué era tan fácil enamorarse de ella, era la mujer más dulce y desinteresada.
Se aclaró la garganta mientras se acomodaba entre mis caderas, quedando sentada sobre mí.
Retuvo su labio inferior de forma tan inocente.
― Hay algo que quiero intentar ―dijo sugestiva, arrastrando la punta de su índice por mi pecho desnudo y descendiendo su camino más allá de mi ombligo, me estremecí siguiendo su movimiento.
Enarqué una ceja, mirándola. Isabella estaba cambiando, se estaba volviendo más desinhibida y me gustaba a sobremanera que ella fuera más coqueta. Que decidiera por ella misma.
― Mantén tus manos lejos de mí, solo déjame hacer una travesura ―pidió mientras recogía su largo cabello en un moño alto.
Abrí la boca y contuve la respiración. Ella no haría lo que estaba imaginando ¿o si?
Mis ojos casi se desorbitaron al ver su dedos temblorosos jugando con la cinturilla de mi bóxer, me quedé sin aliento y maldije en voz alta al ver que por primera vez tocaba mi polla con sus manos.
Apreté fuertemente las sábanas entre mis dedos al sentir la suavidad de sus manos masajeando la longitud de mi…
― Isabella ―resoplé.
Levantó su mirada. Aprecié el rubor escarlata en sus mejillas, sus labios se abrieron y yo pude sentir al fin el calor de su jugosa boca.
Gemí. Lo hice vergonzosamente fuerte mientras veía como succionaba y chupaba mi polla, ella realmente no era una experta, pero no tenía puta idea lo que estaba provocando en mí.
Esta vez no estaba soñando con su boca. Era ella y mi deseo más sucio volviéndose realidad.
Suspiré ruidosamente, mi cuerpo se sacudía.
Su ritmo lento y nervioso empezó a subir y bajar mientras su hermosa boca chupaba.
No soporté y dejé mi mano encima de su cabeza, marcándole el ritmo. Soltando jadeos de mi boca al tiempo que mis ojos rodaban hacia atrás.
Temblé. Empecé a venirme en su boca, dejándome rastros de líquido blanco y viscoso por las comisuras de sus labios.
― ¿Cómo estuve? ―preguntó inocente―. ¿Te gustó?
Reí.
Aún estaba débil, pero totalmente complacido. Tiré de su cuerpo y la besé profundamente.
.
Alargue perezosamente mis piernas por la cama. Nuestro vuelo a Chicago estaba pautado para mañana por la noche, tenía planeado pasar unos días con mi familia.
― ¿Estás lista?
Ella asintió.
― Creo que estoy un poco nerviosa por conocer a tus padres.
― Te agradaran y mis hermanas querrán acapararte para ellas ―sonreí, imaginando lo felices que estarán las mellizas al conocer a Isabella.
Chasqueo los dientes al tiempo que miraba la pantalla de su celular.
― Mi padre quiere que vaya al consorcio ―comentó, arrugando su nariz― es extraño que pida verme en sábado.
― Iré contigo.
― No hace falta ―negó, mientras salía de la cama― prometo volver temprano ―se detuvo en la puerta del closet y me sonrió― ¿podrías limpiar el arenero de oreo?
Exhalé. Oreo era el nombre que había elegido para el gato adoptado, estaba completamente volcada en él, y empezaba a temer que se volviera su favorito.
Esbocé una media sonrisa y su rostro cambió a felicidad en cuanto le respondí un escueto sí. Sopló un beso antes de entrar a vestirse.
.
Corrí a abrir la puerta pensando que podía ser Isabella. Mi enfado empezó cuando comprobé que no era así
― ¿Qué haces aquí?
Emmett dejó caer el cigarrillo en el piso antes de entrar. Me dio una sonrisa insolente y dejó un folder en mis manos.
― Todo listo. El hijo de puta de Swan se pudrirá en la cárcel.
Sin entender empecé a leer de forma rápida. Eran copias de documentos privados del consorcio.
― ¿Por qué tienes esto? ―interrogue.
Emmett empezó a deambular por la estancia, entretenido con un par de fotos que estaban en la repisa. Éramos: Isabella y yo.
― Son las pruebas que necesitábamos para hundir a Charlie Swan ―dijo.
― Sí, lo sé, pero aquí no aparece el nombre de Sam Uley y él también es culpable.
Volteó a mirarme. La sonrisa que emitió de sus labios me desencajó. Me puse nervioso y la rabia empezó a invadirme.
― ¿Qué hiciste? ―espeté.
― Lo denuncié. En realidad fue una denuncia directamente desde la naviera. Era un trato ¿no?
A mi mente vinieron todas las veces que intenté comunicarme con Isabella. Su móvil llevaba horas apagado. No logré que mis pensamientos fueran hacia nada en particular que no fuese ella.
Pasé una mano por mi pelo.
― En estos momentos Charlie Swan debe estar siendo detenido ―añadió―. Lo increíble es que será embargado con sus bienes ―me sostuvo la mirada― la división será realizada entre los afectados. Yo recuperaré lo mío y tu familia también.
Negué.
― ¿Por qué mierdas hiciste movimientos sin consultarme?
― Decidiste dejarlo todo, Edward. No tenía porque darte explicaciones.
― Se trata de mi esposa ―gruñí―. Antes debía hablarlo con ella, era nuestro asunto.
Tomé las llaves de la encimera y salí con Emmett siguiendo mis pasos.
Necesitaba ver a Isabella, quería saber si estaba bien… si no me odiaba.
Y bueno, se viene una tercera parte de la historia, espero estén listos para continuar. ¿Quieren otro capítulo? Les agradezco infinitamente mente su apoyo.
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Gracias totales por leer 🌹
