Aunque originalmente iban a ser una serie de One shots, no pude resistirme a que este capitulo fuera una continuación directa de "Acercamiento forzado" es decir, el capitulo 3 de este fic. Espero lo disfruten.

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"Angustia"

Nami se encontraba en el cuarto de cartografía. Varias horas atrás había anunciado con firmeza que tenía mucho trabajo que hacer y que esperaba que nadie fuera a interrumpirla mientras dibujaba los mapas de sus últimos viajes. Sus nakamas, que tan bien conocían su carácter le habían tomado la palabra, nadie quería despertar la furia de la bruja del clima. Aun así, pese a gozar de uno de esos escasos momentos de paz que podía tener a bordo del Thousand Sunny, Nami apenas y había hecho un par de garabatos en la hoja antes de dejarse caer sobre el escritorio, se sentía exhausta, trataba de liberarse de la angustia mental que se había acumulado en ella desde aquel día en la bodega.

Suspiró y pasó la mano por su rostro, sintiendo el cansancio, y una fuerte presión que le oprimía el pecho. Desde aquel día en la bodega, su mente no había tenido descanso. Todo parecía haber cambiado desde ese momento; no porque algo realmente hubiera sucedido entre ellos, sino porque, desde entonces, Luffy estaba… raro.

Seguía igual que siempre, correteando por el barco, irrumpiendo sin pedir permiso, hablando en voz alta y lanzando ideas absurdas sin parar. Pero era como si de repente ella se hubiera vuelto invisible para él, la última vez que lo había visto, él la había mirado brevemente antes de seguir su camino, como si ella fuera una simple desconocida. Por un momento, la idea de que pudiera estar molesto con ella pasó fugazmente por su mente, y se encontró recordando los detalles del día en la bodega: la oscuridad, su cercanía, cómo su corazón había latido con fuerza al estar tan cerca de él…

Nami cerró los ojos, tratando de borrar esos recuerdos. ¿Y si realmente había hecho algo mal? Tal vez había cruzado una línea, dejándose llevar en ese momento, como si fuera una niña insegura. Y él… quizás él solo estaba incómodo. Apretó los labios, sintiendo que la vergüenza y la frustración la llenaban. Siempre había sido ella quien tenía el control de la situación, quien sabía manejar a Luffy, pero ahora todo estaba patas arriba.

"¡No tiene sentido!" se dijo, apretando los puños. Pero, por mucho que tratara de convencerse, no podía negar que la idea de haber estropeado su relación con él la aterraba. Porque, aunque nunca lo había querido admitir, la compañía de Luffy había sido siempre algo seguro y constante. Y ahora, sin esa presencia alborotada cerca, su mundo parecía un poco más vacío.

Nami apoyó la cabeza sobre el escritorio y cerró los ojos, intentando ordenar sus pensamientos. Quizás debería hablar con él directamente y preguntarle si estaba molesto. Una parte de ella deseaba hacerlo, poner fin a esta incertidumbre, pero otra parte… otra parte temía la respuesta.

"¿Y si me dice que realmente está molesto conmigo? ¿Qué si piensa que fui una tonta?" pensó, sintiendo una mezcla de ansiedad y vergüenza. Ese no era el Luffy que ella conocía, pero, después de todo, en aquel momento él no había podido moverse. Había quedado atrapado debajo de ella, a su merced. Tal vez todo había sido incómodo para él, y ella… ella se había dejado llevar demasiado.

Incapaz de soportar más el silencio, se levantó y caminó hasta la ventana, observando el océano extendiéndose en el horizonte. Siempre había sentido paz al mirar el mar, pero ahora ni siquiera eso lograba calmarla.

Un suave toque en la puerta la devolvió a la realidad. Se giró, encontrándose con Sanji, que sostenía una bandeja con una bebida fría y un pequeño plato de fruta fresca. Su sonrisa, como siempre, era radiante y llena de devoción.

—Pensé que un pequeño descanso te vendría bien, Nami—swan —dijo él, con una reverencia exagerada—. Trabajas demasiado.

Nami no pudo evitar sonreír ligeramente. Con Sanji siempre era lo mismo, pero su atención constante y preocupación a veces lograban aliviarle el ánimo, aunque solo fuera un poco.

—Gracias, Sanji. No tenías que molestarte —respondió, intentando sonar despreocupada mientras él le entregaba el refresco.

—¿Molestarme? —Sanji parecía escandalizado—. ¡Para mí es un honor cuidar de ti, Nami—swan! Además, últimamente has pasado tanto tiempo aquí dentro que cualquiera diría que algo te preocupa —añadió, con un tono más ligero, aunque sus ojos azules la observaban con una chispa de preocupación.

Nami se tensó un momento, preguntándose si sería tan obvia su actitud. Con una sonrisa forzada, bajó la vista y empezó a remover la bebida con la pajilla.

—No es nada, solo he estado… cansada. Eso es todo.

Sanji la observó en silencio, sin la habitual intensidad de sus comentarios, como si entendiera que ahora no era el momento para sus coqueteos. En cambio, suavizó el tono, dejando escapar un suspiro.

—Lo sé, Nami. Todos necesitamos descansar, pero… ¿te ha pasado algo? —preguntó, inclinándose un poco hacia ella, su expresión más seria de lo habitual—. Has estado más… distante.

Nami trató de mantener la compostura, pero el tono sincero de Sanji la hizo sentir vulnerable, como si el peso de sus pensamientos empezara a desbordarse.

—Es solo… es complicado. Creo que estoy pensando demasiado en cosas que no tienen sentido. Ya sabes… tonterías —dijo, restándole importancia, aunque sus palabras sonaban débiles incluso para ella misma.

Sanji asintió lentamente, con una expresión comprensiva que pocas veces mostraba. Aunque no tenía la intuición de Robin, sabía cuándo el corazón de una mujer necesitaba consuelo.

—Sabes, a veces esos pensamientos no son tan tontos como crees —dijo en voz baja—. Y cuando algo nos pesa en el corazón, puede ser difícil sacarlo. Pero… si necesitas hablar, estoy aquí.

La sinceridad en sus palabras sorprendió a Nami. Sabía que Sanji tenía una tendencia a exagerar sus gestos caballerescos, pero en ese momento, él solo parecía un amigo genuinamente preocupado.

Ella soltó un suspiro, soltando un poco de la tensión que había llevado encima. Quizás no le contaría exactamente lo que sucedía, pero la presencia de Sanji, tan leal y constante, le recordaba que no estaba sola.

—Gracias, Sanji —murmuró, con una sonrisa que, por primera vez en días, era sincera—. Aprecio mucho lo que haces por mí… de verdad.

Sanji, visiblemente conmovido, sonrió con la ternura que siempre le mostraba, y luego hizo una leve inclinación.

—Para eso estoy, Nami—swan. Solo… cuídate. Eres fuerte, pero no tienes que cargar con todo sola —dijo, con una suavidad inusual.

Ella asintió y, con un sorbo de la bebida que él le había traído, volvió la mirada al océano, sintiendo que, de algún modo, el peso en su pecho era un poco menos opresivo.

Sanji salió del cuarto de cartografía, dejando a Nami sola una vez más. Sin embargo, esta vez se sentía distinta. Las palabras de Sanji le habían dado una nueva perspectiva: "Eres fuerte, pero no tienes que cargar con todo sola."

Ese pensamiento resonaba en su mente, dándole vueltas, como un eco persistente. Era cierto, siempre había confiado en su independencia, en su habilidad para manejar las situaciones sola y a su manera, pero quizás, esta vez, no bastaba. Su mente regresó inevitablemente a Luffy. A su silencio, a las miradas esquivas, y a esa tensión incómoda que había surgido entre ellos desde el incidente en la bodega. Y, aunque se resistía a admitirlo, sabía que no podría dejar de lado esos pensamientos hasta que hablara con él.

Con una determinación renovada, se levantó de su asiento, respirando profundamente para armarse de valor. Sabía que hablar con Luffy no sería fácil; él siempre había sido tan directo y despreocupado que a veces parecía que nada le afectaba. Pero algo en su actitud estos últimos días le decía que, esta vez, hasta él estaba sintiendo el peso de lo ocurrido.

Nami cruzó la cubierta y encontró a Luffy recostado junto a la barandilla, con su caña de pescar. Tomó una respiración profunda y se acercó a él, intentando prepararse mentalmente para la conversación que tanto había evitado. Cuando estuvo lo suficientemente cerca, él la notó y giró la cabeza, su expresión despreocupada se endureció al reconocerla.

Nami intentó tranquilizar su propio corazón, que latía con fuerza, mientras buscaba las palabras adecuadas.

—Luffy, ¿podemos hablar? —dijo ella, su voz sonando más seria de lo que pretendía.

Él parpadeó, por un instante pareció que intentaba sonreír, pero flaqueó en último segundo. Nami trató de ignorar la angustia que percibió en ese gesto.

—¿Hablar? ¿Sobre qué? —preguntó, como si de repente algo más en el barco hubiera captado toda su atención.

—No es nada… malo, solo quería… —Nami sintió su propia voz temblar un poco y, al notarlo, apretó los labios. No quería parecer vulnerable, pero algo en ella le decía que no podía seguir dejando esto de lado—. Solo quería… hablar de nosotros.

La frase cayó como una roca en el silencio, y notó cómo los hombros de Luffy se tensaban levemente. Él abrió la boca, como si quisiera responder, pero ninguna palabra salió. En su lugar, soltó una risa forzada, esa risa despreocupada que usaba cuando intentaba escapar de una situación incómoda.

—Ah, ya veo, pero… ahora estoy ocupado, ¡sí! ¡Tengo que… uh…! —balbuceó, retrocediendo un paso, mientras señalaba vagamente hacia el mástil, aunque no parecía tener un destino claro en mente—. Tengo que ver algo allá… en… la cocina, sí, eso.

Antes de que Nami pudiera detenerlo o siquiera procesar lo que estaba ocurriendo, Luffy ya estaba alejándose con rapidez, sus pasos algo torpes, como si sus propias piernas no quisieran cooperar. Él ni siquiera se volteó para mirarla, y cuando ella abrió la boca para llamarlo, su voz quedó atrapada en su garganta.

Se quedó allí, sola, sin entender lo que acababa de pasar. El eco de sus propias palabras flotaba en el aire: "hablar de nosotros." No había dicho mucho, pero al parecer había sido suficiente para ahuyentarlo. Algo en su pecho se apretó dolorosamente, y de repente, el impulso que la había llevado a hablar con él desapareció, reemplazado por una oleada de angustia.

¿Por qué había huido? Nami volvió a ver la dirección en la que Luffy se había ido, con la mirada perdida, como si intentara encontrar una explicación en el vacío. Él nunca actuaba así. Jamás había visto a Luffy evitar una conversación o escapar de esa manera, y eso solo hacía que sus dudas e inseguridades crecieran aún más.

Sintió que el peso de la incertidumbre la aplastaba. Las palabras de Sanji le vinieron a la mente: "Eres fuerte, pero no tienes que cargar con todo sola." Pero ahora, enfrentada a este silencio, se sentía más sola que nunca.

Sin otra opción, volvió a su cuarto de cartografía, sus pasos lentos y pesados. Cuando cerró la puerta, la angustia que había intentado ignorar durante días la alcanzó de lleno. Sentía como si sus propias emociones se burlaran de ella, recordándole que tal vez había algo en su relación con Luffy que se había estropeado para siempre.

Se dejó caer en la silla frente a su escritorio, su mirada perdida en el mapa que había intentado trabajar antes. Sus trazos incompletos y desiguales parecían reflejar el caos de su mente. Se pasó una mano por el cabello, frustrada, mientras el eco de sus propias palabras resonaba en su mente.

"Hablar de nosotros…"

Las palabras le sonaban ridículas ahora. ¿De qué "nosotros" estaba hablando, exactamente? Ella misma no estaba segura. Y si Luffy había salido huyendo en cuanto las escuchó, ¿significaba eso que él tampoco tenía idea de lo que ocurría entre ellos? ¿O, peor aún, que lo sabía perfectamente y prefería evitarlo?

La frustración creció dentro de ella, y en un arranque de rabia, empujó el mapa que tenía sobre la mesa. Quería gritar, romper el silencio opresivo que había quedado tras la abrupta huida de Luffy. Pero en lugar de eso, sus hombros se hundieron, y sus manos temblaron al apretarse en puños sobre la mesa, solo quería deshacer el estúpido nudo que se estaba formando en su garganta.

Pasaron los días, y Nami trató de seguir adelante con su rutina en el barco, pero cada mirada esquiva de Luffy, cada momento en que él la evitaba, era como un recordatorio punzante de su rechazo. La tripulación, perceptiva como siempre, empezó a notar el cambio en su ánimo. Aunque Sanji y Chopper intentaban animarla, ella solo podía sonreír forzadamente, buscando cualquier excusa para alejarse y reprimir las emociones que amenazaban con desbordarse, a pesar de que su deterioro se hacía cada vez más notorio.

Una noche, mientras la tripulación dormía, Nami salió a la cubierta en busca de aire. El mar estaba tranquilo, en profundo contraste con el torbellino que sentía dentro de sí. Miró el horizonte, recordando la paz que el mar solía darle, y se encontró deseando que esta carga que llevaba consigo desapareciera de la misma manera en que las olas se desvanecían en la distancia.

Pero justo en ese momento, un rayo iluminó el cielo, y el viento cambió repentinamente de dirección. Nami percibió al instante los indicios de una tormenta acercándose, los vientos que aumentaban de intensidad y las primeras gotas de lluvia golpeando la cubierta. En un instante, su experiencia como navegante tomó control, y comenzó a dar órdenes para preparar el barco.

La tripulación se despertó al sonido de sus instrucciones, y rápidamente se pusieron a trabajar, cada uno cumpliendo su rol para mantener el barco estable. El viento azotaba el Thousand Sunny, y las olas comenzaban a golpear con fuerza, levantando ráfagas de agua fría que empapaban sus ropas y entorpecían sus movimientos. Pero Nami no se detenía; su concentración era absoluta, su voz clara y firme a pesar del rugido del mar.

—¡Sanji, sujeta esa vela! ¡Usopp, verifica el ancla de emergencia! —gritó, su voz alzándose sobre el estruendo del mar.

Trabajaron durante horas bajo su mando, superando el punto más crítico del vendaval. La precisión de Nami era impecable como siempre, pero algo en sus movimientos la hacía ver más débil, como si su cuerpo ya no pudiera soportar el ritmo frenético.

Zoro, sujetándose de la barandilla, la observaba con el ceño fruncido. A pesar de la tormenta, había notado algo extraño en Nami. Su piel estaba pálida, y sus ojos se veían agotados, como si no hubiera dormido en días. No era común que él prestara tanta atención a detalles como esos, pero su estado era tan evidente que incluso él no pudo evitar preocuparse.

—Oye, Nami —llamó, su voz un poco más fuerte que la lluvia residual que azotaba en la cubierta—, ¿estás bien?

Ella giró hacia él, con una sonrisa rápida y poco convincente en los labios.

—¡Claro que sí, Zoro! Solo concéntrate en mantener el equilibrio, ¡yo me encargaré del resto!

Sin embargo, en cuanto sus palabras dejaron su boca, una ola gigante se elevó frente a ellos, chocando con el barco y haciéndolo inclinarse bruscamente. Nami intentó sujetarse, pero sus piernas, debilitadas por la falta de sueño y el cansancio acumulado, cedieron, y antes de que pudiera reaccionar, su cuerpo fue lanzado hacia la borda. Sintió el vacío bajo ella, y un grito escapó de sus labios mientras el océano se acercaba rápidamente.

El tiempo pareció ralentizarse. El agua negra se acercaba rápidamente, y por un segundo, pensó que caería sin remedio. Pero antes de que pudiera procesar lo que sucedía, sintió unos brazos fuertes que la sujetaban con firmeza. El golpe de la caída fue amortiguado por un pecho cálido y familiar, y cuando abrió los ojos, se encontró cara a cara con Luffy.

Él la había atrapado, con una expresión tan seria como pocas veces le había visto, y la sujetaba con fuerza, como si no estuviera dispuesto a soltarla. En ese instante, la imagen de su encuentro en la bodega volvió a su mente. Sentir la seguridad de sus brazos, su calor, la cercanía de su cuerpo, le recordaron esa tensión, esos sentimientos no resueltos que habían quedado atrapados entre ellos desde aquel día.

Pero, al mismo tiempo, el recuerdo de las últimas semanas y del rechazo constante por parte de él la hirieron de nuevo. Era como si sus sentimientos estuvieran jugando con ella, apareciendo y desapareciendo cuando menos lo esperaba. Una mezcla de rabia y frustración llenó su pecho, y lo empujó, desviando la mirada.

—Déjame ir, Luffy —murmuró, su tono más frío de lo que pretendía—. Ya estoy bien.

Por un momento, él pareció dudar, manteniendo el agarre, sus ojos recorriendo su rostro como si quisiera decir algo. Pero luego, suavemente, la soltó, sin apartar la vista. Nami dio un par de pasos hacia atrás, con la respiración acelerada, y sin mirarlo, comenzó a caminar hacia el interior del barco, deseando escapar de la tormenta y, especialmente, de él.

Sin embargo, apenas había dado unos pasos cuando la vista comenzó a nublarse. El suelo se inclinó bajo sus pies, y sintió cómo sus fuerzas se evaporaban, el cansancio acumulado por días finalmente cobrando su precio. Antes de que pudiera decir nada, sus piernas cedieron y cayó al suelo.

—¡Nami! —gritó Sanji, corriendo hacia ella y alcanzándola justo antes de que tocara el suelo. La levantó en brazos, sus ojos llenos de preocupación mientras su expresión, normalmente suave y amable, se endurecía con un reproche contenido al mirar a Luffy, quien permanecía inmóvil, observando la escena sin saber qué hacer.

Sanji le lanzó una mirada de reproche, sus labios apretados en una línea tensa mientras sostenía a Nami protectoramente contra su pecho.

—¿Qué rayos te pasa, Luffy? —murmuró Sanji, con una dureza poco habitual en su voz. Sin esperar respuesta, se giró y llevó a Nami al interior del barco, desapareciendo en la penumbra de la cabina mientras Luffy permanecía de pie, bajo la lluvia, con el sonido de las olas y el viento envolviéndolo.

La lluvia se había calmado, dejando solo un murmullo suave en el mar a su alrededor. Luffy permanecía en la cubierta, aún inmóvil. La mirada de Sanji y su pregunta retumbaban en su mente: "¿Qué rayos te pasa, Luffy?"

Durante días había evitado a Nami sin pensarlo demasiado, dejándose llevar por una sensación extraña y confusa cada vez que ella estaba cerca. Pero ahora, al verla derrumbarse frente a él, se dio cuenta de que su actitud no había sido tan inocente como pensaba. Había estado alejándose sin razón, y en el proceso, la había lastimado.

Su mente volvió al momento en que la sostuvo para evitar que cayera al mar. Ella no había buscado su apoyo, al contrario, había intentado apartarse de él, escapando de sus brazos tan pronto como tuvo la oportunidad. Por primera vez, una punzada de culpa atravesó su pecho.

¿Qué estoy haciendo? pensó, sintiendo el peso de su propio desconcierto. No entendía del todo por qué había estado huyendo, pero ya no podía negar que lo había hecho, y que ella había sentido cada uno de esos silencios y evasivas.

Con el puño apretado, Luffy permaneció en la cubierta, consciente de que, por primera vez, había sido él quien había lastimado a uno de sus amigos, y sin tener una idea clara de cómo enmendarlo.

Sanji llevó a Nami con cuidado hasta la enfermería, su expresión tensa mientras la acomodaba en una de las camas bajo la luz tenue de la sala. Chopper ya estaba allí, preparado con vendas y su equipo médico. Al ver el rostro pálido y agotado de Nami, su expresión pasó de preocupación a alarma.

—¿Está… está bien, Chopper? —preguntó Sanji en un murmullo, la preocupación haciendo temblar su voz.

Chopper asintió lentamente, con su ojo clínico observando cada detalle de la expresión de Nami mientras revisaba su pulso y estado general.

—No parece tener heridas graves —respondió Chopper, aunque no ocultaba su inquietud—, pero está exhausta. Debe haber pasado días sin descansar bien. No puede seguir así.

Sanji apretó los labios, lanzando una última mirada de reproche hacia la puerta, y salió, dejándolos solos.

Chopper subió a un taburete junto a la cama y, con sus pequeñas patas, continuó examinándola en silencio. Nami, apenas consciente, abrió los ojos y le lanzó una sonrisa cansada al verlo tan cerca.

—Nami, necesitas descansar de verdad —dijo Chopper, su voz suave pero firme mientras la observaba con seriedad—. Te estás exigiendo demasiado… no está bien que sigas así.

Nami intentó reír, restando importancia a sus palabras.

—Estoy bien, Chopper… solo ha sido una tormenta, eso es todo —respondió, forzando una sonrisa que no llegó a sus ojos. Pero en el fondo, sabía que no era cierto.

Chopper no bajó la guardia; su rostro permanecía tenso, sus ojos fijos en ella.

—Nami, todos dependemos de ti, pero no solo porque eres la navegante —insistió con sinceridad—. Eres nuestra amiga, y verte así nos preocupa a todos. Yo… yo no quiero que te pase nada.

Al escuchar sus palabras, el nudo en su pecho se apretó aún más. Intentó reír, pero sus manos temblaron. La tormenta, el peso de los días sin descanso, la presión de guiar a su tripulación en medio de su propia angustia… Todo se amontonaba en su pecho.

—No es… no es solo la tormenta, Chopper —susurró con voz débil, apartando la mirada. Por primera vez, sentía que no podía sostener la fachada de fortaleza que siempre mostraba.

Chopper ladeó la cabeza, esperando pacientemente a que continuara, y Nami suspiró, alzando la vista hacia el techo mientras su frustración se desbordaba.

—Yo… en otras circunstancias jamás habría permitido que esa ola me tomara por sorpresa —admitió, apretando los puños con fuerza. Su voz temblaba de rabia contenida, pero también de vergüenza—. Estoy cansada, y ni siquiera sé cómo he llegado a este punto. Me enoja sentirme así… no soy yo.

Chopper la miró con comprensión, y luego le dio un suave toque en la mano.

—A veces todos necesitamos descansar, Nami. No puedes con todo tú sola, y no tienes que hacerlo —murmuró, su voz cálida y llena de afecto—. Déjanos cuidar de ti esta vez. Lo necesitamos tanto como tú.

Nami cerró los ojos, tratando de dejar que las palabras de Chopper calmaran su mente, pero su propio malestar seguía ahí, tan palpable como el temblor en sus manos. La idea de que no tenía que cargar con todo sola, aunque reconfortante, se sentía irreal. Ella era la navegante, la que debía estar siempre alerta, anticipándose al peligro. Había trabajado tanto para ser fuerte e independiente que no podía simplemente soltar la carga, y mucho menos ahora.

Chopper, notando la tensión persistente en su expresión, se acercó con una taza de té humeante.

—Aquí tienes, Nami —dijo en voz baja, ofreciéndole la taza—. Es un té especial para ayudar a que te relajes y puedas descansar mejor.

Ella dudó un momento, pero el aroma calmante le recordó que tal vez, solo esta vez, podría permitirse una pausa. Tomó la taza entre las manos y bebió en silencio, sintiendo el calor y el sabor suave del té.

—Gracias, Chopper… —murmuró, sin mirarlo. Apenas había terminado de beber cuando sintió aumentar el peso de sus párpados, una calma inesperada la invadió, como si el té de Chopper comenzara a disolver lentamente la tensión acumulada. Trató de mantenerse alerta, de seguir luchando contra el cansancio que sentía en cada fibra de su cuerpo, pero sus fuerzas estaban al límite.

Mientras el sueño la vencía, una última imagen apareció en su mente: Luffy, sujetándola con fuerza después de la tormenta. Ese recuerdo despertó en ella una mezcla de seguridad y una punzada de incertidumbre que no lograba entender. La presión de sus brazos al sostenerla, la seriedad en sus ojos… Había sido todo lo contrario a su forma de actuar en los últimos días, cuando apenas la miraba y se alejaba a la menor provocación, como si ella no fuera más que una presencia incómoda.

"¿Por qué se había mostrado tan diferente entonces?" pensó, entre el cansancio y la confusión. Ese momento había sido la primera vez en días que había sentido su cercanía sin evasivas, como si hubiera querido protegerla con toda la determinación de siempre. Pero al instante siguiente, lo había sentido tan lejano como antes, casi intocable.

Con el último pensamiento desvaneciéndose, Nami cayó en un sueño profundo, aún con la sensación de aquellos brazos que la sostenían entre el abismo y el océano.

Luffy se encontraba solo en la proa del barco, ajeno a las gotas de lluvia que todavía caían débilmente. La noche envolvía el Thousand Sunny en un silencio inquietante, roto solo por el murmullo de las olas. Faltaban varias horas para el amanecer, y aunque la tripulación ya había vuelto a dormir, él no lograba conciliar el sueño.

Sanji le había lanzado una pregunta dura y directa: "¿Qué rayos te pasa, Luffy?" Al principio, había intentado ignorarla, pensando que no era importante. Pero ahora, sentado en la oscuridad, aquellas palabras resonaban en su mente, obligándolo a enfrentar algo que no entendía del todo. La tripulación lo había notado, y Sanji, alguien con quien rara vez discutía, lo había confrontado. Algo había cambiado en su relación con Nami, y él, que siempre había tenido claras sus prioridades, se encontraba confuso.

Sus pensamientos lo llevaron de regreso a aquel momento en la bodega. Recordó cómo el silencio se había vuelto pesado, cargado de una conexión que jamás había experimentado. Había sentido el roce de la mano de Nami en su rostro, el calor de su cuerpo tan cerca… y por primera vez, el impulso de protegerla se había mezclado con una calma extraña, como si por un instante, el mundo fuera solo ese espacio reducido que compartían.

"Fue diferente…" pensó, el recuerdo volviendo con fuerza. No era la cercanía común de sus nakamas; había sido algo mucho más personal, algo que lo hacía sentir vulnerable, y al mismo tiempo, completamente en paz. Recordaba cómo casi sin pensarlo había pasado un brazo alrededor de ella, acercándola. La sensación había sido tan intensa que apenas pudo mantener el control; temió moverse demasiado y romper la magia de aquel instante. Había querido hacer o decir algo, pero al final, prefirió no arriesgarse.

Ahora, con las palabras de Sanji en su cabeza, se preguntaba qué hubiera pasado si hubiera tomado ese riesgo, si no se hubiera detenido. Había sentido un impulso tan fuerte de acercarse, de abrazarla como nunca antes… pero también de alejarse, de huir de algo que no entendía y que lo intimidaba.

Finalmente, un nuevo impulso lo dominó. Sin pensarlo demasiado, se levantó y comenzó a caminar hacia la enfermería, decidido a verla. No sabía exactamente qué iba a decirle, ni siquiera tenía las palabras en su mente, pero tal vez solo quería verla, asegurarse de que estaba bien.

Sin embargo, al llegar a la puerta, se encontró con Chopper, quien acababa de salir y cerraba la puerta con cuidado detrás de él.

—¿Luffy? —preguntó Chopper al verlo acercarse—. ¿Pasa algo?

Luffy vaciló, bajando la mirada, pero luego se rascó la cabeza, buscando alguna forma de explicar lo que sentía.

—Solo… quería ver si Nami estaba bien —murmuró, sintiéndose extrañamente vulnerable al decirlo en voz alta.

Chopper le dedicó una sonrisa comprensiva, comprendiendo más de lo que Luffy había dicho.

—No te preocupes, está descansando —respondió con voz suave—. Le di algo para que durmiera bien, y lo necesitaba. Ha estado esforzándose demasiado.

Luffy asintió, aunque el impulso de entrar seguía allí. Pero al ver la expresión de calma de Chopper, entendió que lo mejor era esperar. Observó la puerta de la enfermería durante unos instantes, como si estuviera esperando que algo se aclarara en su interior.

Mientras se daba la vuelta, la pregunta de Sanji volvió a rondar por su mente: "¿Qué rayos te pasa, Luffy?" La nueva dinámica entre él y Nami era algo que toda la tripulación parecía percibir. Y ahora, con aquella pregunta en el aire y los recuerdos confusos de la bodega y del abrazo después de la tormenta, Luffy no podía evitar preguntarse lo mismo. Sabía que algo había cambiado entre ellos… algo que aún no podía explicar.

Regresó a la proa, sumido en un mar de pensamientos desconocidos, con una certeza dolorosa: había herido a Nami, y no sabía si podría enmendarlo.

Nami despertó en la penumbra de la enfermería. Aún se sentía algo débil, pero la mente, aunque confusa, le pedía que se levantara. Lentamente, se incorporó y se frotó los ojos, tratando de disipar el entumecimiento del sueño. Al alzar la vista, notó una figura en la puerta, una silueta conocida que le provocó una mezcla de sorpresa y desconfianza.

Luffy estaba ahí, apoyado contra el marco de la puerta, esperando. Su expresión era extrañamente seria, y al ver que ella se despertaba, se enderezó de inmediato, con una incomodidad que no pudo disimular.

—Nami… —comenzó, dudando un instante mientras buscaba las palabras—. Quería hablar contigo.

Nami apartó la mirada, su mente luchando entre la fatiga y el dolor que aún sentía. No entendía por qué él estaba allí, esperando, después de haberla ignorado y evitado durante tantos días. No necesitaba escuchar ninguna explicación; ya había sentido suficiente rechazo de su parte.

Pero Luffy, ignorando la tensión en el aire, dio un paso más cerca.

—Sé que… que he estado actuando raro —murmuró, bajando la vista, como si las palabras se le escaparan—. Lo que pasó en la bodega… solo que… fue incómodo, y no sabía…

Nami sintió un nudo formarse en su pecho al escuchar la palabra incómodo. ¿Había sido eso para él? ¿Un momento incómodo del que prefería distanciarse?

Se puso de pie con un esfuerzo evidente, sus piernas aún algo inestables, y le dedicó una mirada fría y cortante.

—No tienes que preocuparte, Luffy. Lo que pasó en la bodega… no volverá a ocurrir —dijo, su voz teñida de una amargura que no pudo contener.

Él alzó la mirada, como si intentara responder o detenerla, pero ella ya estaba en movimiento, caminando hacia la salida con pasos firmes, aunque temblorosos. Su única prioridad en ese momento era salir de allí antes de que él dijera algo más, antes de que su orgullo la traicionara y se rompiera frente a él.

Luffy se quedó en silencio, mirándola alejarse, sus palabras atrapadas en su garganta. Había esperado aclarar las cosas, aunque no supiera bien cómo, pero se dio cuenta de que, una vez más, había empeorado todo.

La mesa del comedor estaba tan animada como siempre, llena de risas, gritos y platos repletos de comida. Sanji había preparado un desayuno espectacular, y todos los Sombrero de Paja se servían sin contenerse, disfrutando de su bulliciosa rutina matutina. La única excepción era Nami, quien se sentaba más alejada de Luffy de lo habitual, comiendo en silencio y con los ojos distraídos en su plato.

Luffy, quien ya había devorado la mitad de la comida frente a él, miró de reojo a Nami y, de repente, como si se le ocurriera la solución más obvia, Luffy tomó un gran pedazo de pan relleno que Sanji había preparado con un esfuerzo especial y, sin pensarlo dos veces, extendió la mano hacia Nami, casi metiéndole el bocado en la cara.

—¡Nami! Tienes que probar esto, está buenísimo —dijo con su típica sonrisa despreocupada, sus ojos brillando con una mezcla de emoción y, quizás, algo de torpeza sincera.

Nami parpadeó, sorprendida, y el comedor entero cayó en un breve silencio. Zoro dejó de comer y levantó una ceja, observando la escena con una mezcla de diversión y escepticismo. Sanji, a punto de servir más café, frunció el ceño y lanzó una mirada desconfiada a Luffy. Hasta Chopper y Usopp intercambiaron una mirada, notando la tensión sutil.

Sin querer causar más incomodidad, Nami esbozó una pequeña sonrisa y tomó el pan que Luffy le ofrecía.

—Gracias, Luffy. —Le dio un mordisco y luego se volvió hacia Sanji, sonriendo con sinceridad—. Como siempre, tu comida es deliciosa, Sanji.

Sanji sonrió satisfecho, aunque dirigió otra mirada crítica hacia Luffy, Robin observaba la escena con una sonrisa divertida y tranquila. Incluso Chopper, aunque pequeño y algo despistado, notó la frialdad en la reacción de Nami.

Intentando aliviar el ambiente, Usopp rompió el silencio con un tono alegre:

—Vaya, Luffy, es raro verte compartiendo comida tan generosamente. ¿No tienes fiebre o algo?

Luffy soltó una risa, tomando un bocado extra de su plato.

—¡Es que está muy bueno! —respondió, sin captar el subtexto de la pregunta de Usopp. Pero su respuesta dejó en claro a todos que no entendía del todo el peso de su gesto hacia Nami.

La tensión se disipó poco a poco cuando Zoro y Usopp empezaron a discutir por quién había tomado la última porción de huevos, y Chopper comenzó a repartir algunos dulces de su reserva secreta.

Mientras las bromas y las risas en la mesa volvían a llenar el comedor, Nami aprovechó la oportunidad para levantarse en silencio. Con un suspiro casi inaudible, dejó su plato y, manteniendo una expresión neutra, salió del comedor sin llamar la atención de los demás. Sin embargo, Luffy, que la observaba de reojo, notó su partida. Su sonrisa habitual se desvaneció lentamente, y una sensación incómoda, como un peso en el estómago, comenzó a instalarse en él. No entendía del todo por qué, pero algo no estaba bien. Había esperado que ofrecerle comida —algo que siempre disfrutaban juntos— fuera suficiente para que todo volviera a la normalidad.

Sin embargo, su intento no había logrado el efecto que esperaba. Nami apenas había reaccionado, y aunque había tomado el pan, su expresión seguía fría, lejana. Recordaba también sus palabras en la enfermería y el tono amargo con el que ella le había dicho: "Lo que pasó en la bodega… no volverá a ocurrir."

Zoro, que había notado el silencio de Luffy, le lanzó una mirada de soslayo.

—¿Qué te pasa? —murmuró, manteniendo su tono bajo para que solo él pudiera escucharlo.

Luffy negó con la cabeza, su mirada aún fija en la puerta por donde Nami había salido.

—No sé… creo que hice algo mal —respondió en voz baja, su tono mostrando una sinceridad inusual.

Zoro soltó un suspiro, dándose cuenta de que el asunto entre ellos era más complicado de lo que parecía.

—Bueno, entonces haz algo al respecto —le dijo con indiferencia, tomando un bocado de su plato—. No vas a arreglar nada solo mirando la puerta.

Luffy asintió, pero su expresión reflejaba una confusión genuina. Quería que todo volviera a ser como antes, sin esta incomodidad extraña que no entendía del todo. Al final, desvió la mirada hacia su plato, pensando que tendría que intentarlo de nuevo.

Nami estaba se había recluido en la recámara de las chicas, acomodando las joyas y accesorios de su cofre personal del tesoro, por primera vez, ni siquiera el oro era capaz de tranquilizarla. Su mente seguía enredada en los últimos días y en la incomodidad creciente que sentía con Luffy. La puerta se abrió de repente, interrumpiendo sus pensamientos, y al ver quién estaba en el umbral, se quedó congelada.

—¿Luffy? ¿Qué haces aquí? —preguntó, con incredulidad y un toque de molestia. Rara vez él entraba en la habitación de las chicas, y su inesperada presencia la hizo tensarse.

Luffy avanzó sin dudar, cerrando la puerta detrás de él.

—Necesito hablar contigo —dijo, con una firmeza que descolocó a Nami.

Ella lo miró, tratando de mantener una expresión neutral, aunque sus ojos reflejaban furia. Cruzó los brazos, tratando de recuperar su compostura.

—¿Hablar? ¿Ahora sí quieres hablar? —replicó, intentando que su tono sonara casual, pero el reproche era evidente.

Luffy frunció el ceño, como si estuviera esforzándose por encontrar las palabras.

—Sí —respondió, avanzando un paso hacia ella—. No me gusta que estés enojada conmigo.

Nami soltó una risa amarga, desviando la mirada.

—¿Crees que estoy enojada? Yo no andaba por ahí fingiendo que no existes.

Las palabras se encajaron en él, haciéndolo sentir culpable, en ningún momento había sido su intención herir a Nami.

—No estaba fingiendo que no existes… yo solo… —Luffy dudó, buscando las palabras, algo que rara vez hacía—. Es solo que… fue raro. Todo lo que sentí en la bodega fue raro, y no sabía qué hacer.

Nami lo miró con una mezcla de incredulidad y dolor, sus brazos aún cruzados como un escudo.

—¿Raro? —repitió, su voz teñida de amargura—. Así que fue tan incómodo para ti que preferiste evitarme. Claro, eso lo explica todo.

Nami sintió cómo la ira comenzaba a tomar control de sus acciones, esa mezcla de sentimientos acumulados explotando finalmente al ver la actitud despreocupada de Luffy. Casi sin pensarlo, dio un paso hacia él, obligándolo a retroceder, con el impulso de arrojarle algo. Sin embargo, al notar que lo único que tenía en la mano era uno de sus preciados tesoros, se detuvo, apretando los dedos alrededor de la pequeña joya en un intento por contenerse.

Pero su control se desmoronó rápidamente. En un arrebato, empujó a Luffy por los hombros, haciéndolo tambalearse un poco, aunque él no mostró resistencia. Al ver la sorpresa en su rostro, ella sintió una punzada de satisfacción… y algo más.

—¿Tienes idea de lo que hiciste? —exclamó, su voz rota por la frustración—. ¿Tienes idea de lo que fue para mí verte ignorándome después de… después de todo?

Luffy se quedó inmóvil, pero había algo diferente en su mirada, una seriedad que pocas veces mostraba. Tomó una respiración profunda, y antes de que ella pudiera continuar, atrapó suavemente su muñeca entre sus dedos.

—Nami —murmuró, sin apartar la mirada—. No fue incómodo porque tú estabas ahí… sino porque no sé qué me pasa cuando estoy contigo.

El calor de su mano envolviendo su muñeca envió un escalofrío por su brazo, y de repente se sintió atrapada en ese momento, en esa mirada vulnerable que Luffy nunca le había mostrado.

Las palabras de Luffy resonaron en la mente de Nami, una simple confesión que había estado esperando escuchar sin siquiera saberlo. La tensión acumulada, la tristeza y la frustración que había soportado todos esos días comenzaron a desbordarse, y sin poder detenerlo, las lágrimas que había estado reprimiendo finalmente rompieron su barrera.

Casi de forma instintiva, soltó el pequeño tesoro en sus manos y se aferró a Luffy, hundiendo su rostro en su hombro. Al principio, sus manos temblaban, intentando mantener algún tipo de control, pero poco a poco, se rindió, permitiendo que toda la tristeza y la rabia fluyeran en forma de lágrimas. Luffy, sorprendido por el gesto, se quedó inmóvil al principio, pero luego, lentamente, envolvió sus brazos alrededor de ella, sosteniéndola con una firmeza silenciosa, como si entendiera, aunque fuera en un nivel más profundo, que ella necesitaba ese apoyo.

—Luffy… —murmuró entre lágrimas—, no tienes idea de cuánto… de cuánto dolió que me alejaras. Yo… yo no entendía…

Él no respondió de inmediato. Solo continuó sujetándola, su mano descansando en su espalda mientras escuchaba cada palabra, sintiendo el peso de las emociones que ella había cargado sola. Había sido él quien la había llevado a este punto sin quererlo, y aunque no comprendía del todo los sentimientos que lo habían hecho reaccionar así, entendía que la había herido de una forma que no imaginaba.

—Lo siento —murmuró, con una sinceridad que pocas veces usaba. No era bueno con las palabras, y lo sabía, pero esta vez era lo único que podía ofrecerle.

Nami, aún refugiada en el abrazo de Luffy, escuchó su disculpa, y aunque su corazón se sentía algo aliviado, necesitaba más. No podía conformarse con unas pocas palabras. Levantó la cabeza lentamente, sus ojos aún húmedos, y lo miró directamente.

—¿Por qué lo hiciste, Luffy? —preguntó en un susurro, su voz cargada de una mezcla de necesidad y tristeza.

Luffy desvió la mirada por un momento, como si buscar las palabras adecuadas fuera una lucha interna que no estaba seguro de cómo enfrentar. Aún con sus brazos alrededor de ella, se sentía extrañamente inquieto, como si el mismo contacto que había estado evitando por días ahora lo enfrentara a una verdad que no podía ignorar.

—No sé… —dijo finalmente, su voz un poco temblorosa, algo raro en él—. Es que… cuando estamos cerca, siento cosas que no sé cómo manejar. Cuando estoy contigo, Nami… es como si quisiera estar siempre ahí, y al mismo tiempo me asusta.

Las palabras parecían fluir con dificultad, como si cada frase le costara un esfuerzo monumental, pero no apartó la mirada de ella. Sentía que debía explicarse, aunque apenas supiera por dónde empezar.

—En la bodega… no podía moverme —continuó, con voz baja—. Sentía que, si hacía algo mal, que, si reaccionaba mucho, iba a arruinar todo. No quería que ese momento se acabara, pero… también me dio miedo seguir allí, tan cerca. Fue raro, porque siempre sé qué hacer, y contigo... fue como si de pronto no supiera nada.

Nami escuchaba en silencio, asimilando la confesión que jamás imaginó oír de él. Sus palabras eran torpes y honestas, tan sinceras que podía sentir la misma inseguridad que él experimentaba, y el reflejo de su propia angustia le resonó de una forma inesperada.

Luffy tragó saliva, su expresión algo atormentada.

—A veces, es difícil estar cerca de ti, Nami. Siento que me pasa algo que no entiendo, y me confunde… —admitió, mientras sus dedos se tensaban un poco en su espalda, como si temiera que ella se apartara—. Yo sé que siempre he querido protegerte, pero esto es distinto… es como si ahora quisiera que estuvieras a salvo, y también… que no te fueras.

Nami, quien aún lo observaba con el corazón acelerado, sintió que la barrera entre ellos se desvanecía poco a poco, y con un leve susurro, preguntó:

—¿Entonces por qué me alejaste?

Luffy la miraba con esa mezcla de incertidumbre y necesidad de entender. Finalmente, soltó un suspiro y continuó, luchando por encontrar las palabras correctas.

—En la bodega… cuando te abracé —comenzó, bajando la voz como si el recuerdo aún le resultara confuso—, pensé que tal vez querías lo mismo que yo. Pero entonces te apartaste tan rápido… —Luffy frunció el ceño, recordando la punzada de inseguridad que había sentido en ese instante—. Fue como si estuvieras tratando de alejarte de mí, como si lo que estábamos a punto de hacer estuviera mal.

Nami abrió los ojos, entendiendo al fin la razón de su comportamiento. Ese momento, el que ella había abandonado apresuradamente al escuchar a sus nakamas acercarse, había dado a Luffy la impresión equivocada, haciendo que dudara de sus sentimientos.

Luffy la observaba en silencio, su mirada reflejando una mezcla de confusión y frustración.

—Y después de eso… pensé que me había equivocado, que tú no querías nada de eso. Así que intenté dejar de pensar en ello y alejarme, porque… no quería hacerte sentir incómoda.

Nami apretó sus manos, notando lo mucho que su reacción había afectado a Luffy, sumiéndolo en una confusión que él no supo interpretar. Sintió el peso de su propio error, pero también comprendió que, finalmente, tenían la oportunidad de aclararlo.

—Luffy… no me aparté porque no quisiera estar cerca de ti —dijo en un susurro—. Me aparté porque escuché a los demás acercándose, y pensé que si nos veían… —Desvió la mirada, recordando la incomodidad y el temor de ser descubiertos en un momento tan íntimo.

Él la observó en silencio, procesando sus palabras, y poco a poco la confusión en su rostro comenzó a disiparse.

—Entonces… ¿te apartaste solo porque ellos venían? —preguntó, aun intentando asimilarlo.

Nami asintió, su voz suave pero firme.

—Sí, Luffy. Quería quedarme, pero me asustó la idea de que nos vieran. Y cuando empezaste a evitarme, pensé que eras tú quien no quería volver a acercarse.

Ambos intercambiaron una mirada, y en ese instante, Luffy entendió. Todas las dudas que habían surgido entre ellos habían sido producto de una señal equivocada, una barrera que, en realidad, ninguno de los dos había querido levantar.

Con una expresión sincera y decidida, Luffy apretó su mano, como si quisiera sellar el momento.

—No volveré a alejarme —dijo simplemente, con esa honestidad tan propia de él, que le hizo sentir a Nami que por fin podían comenzar a comprenderse.

Nami sintió que la sinceridad en la voz de Luffy rompía las últimas barreras que aún la mantenían a la defensiva. Aún con su mano en la de él, sintió una calidez en el pecho, una sensación de alivio al darse cuenta de que, finalmente, sus sentimientos y los de Luffy habían encontrado un punto de encuentro, sin confusiones ni malentendidos.

Luffy la miraba con una intensidad nueva, sin soltar su mano, como si ese simple contacto fuera todo lo que necesitaba para sentirse seguro de lo que estaba diciendo. La usual despreocupación en su expresión había sido reemplazada por una seriedad sincera.

—Entonces… ¿ya no te apartarás? —preguntó Luffy, en voz baja, sus ojos fijos en los de ella. Había una vulnerabilidad en su pregunta que hizo que el corazón de Nami latiera con fuerza.

Nami tragó saliva, aun sintiendo el peso de lo que estaban compartiendo, pero con una certeza que ya no le daba miedo.

—No, Luffy… no me apartaré —respondió, su voz firme pero suave.

Él sonrió, un destello de alivio y algo más profundo iluminando sus ojos. Sin soltar su mano, dio un paso más cerca, hasta que apenas unos centímetros los separaban. El tiempo pareció detenerse mientras la miraba, como si el mundo fuera solo ese pequeño espacio entre ambos.

—Entonces… —Luffy murmuró, su voz apenas un susurro, como si estuviera dejando que el momento hablara por él. Pero esta vez, no hizo ningún intento por controlar sus emociones ni por apartarse.

Luffy no apartó la mirada de Nami, y en esos breves instantes, ambos sintieron la conexión que había estado latente desde aquel día en la bodega. Con una seguridad que pocas veces había sentido, el capitán sostuvo el rostro de Nami entre sus manos y se inclinó hacia ella, sus ojos reflejando una mezcla de intensidad y ternura.

Nami se quedó inmóvil, su respiración entrecortada al sentir el contacto cálido de sus manos en su piel, como si ese simple gesto la envolviera y la invitara a dejar de lado toda duda. Lentamente, se acercó, y cuando sus labios se encontraron, fue como si toda la tensión, la frustración y la confusión se desbordaran en ese momento.

El beso fue profundo, intenso, cargado de la pasión que ambos habían reprimido durante días. Sus labios se movían con una sincronía inesperada, cada roce revelando un anhelo contenido que ninguno había comprendido hasta ese instante. Los brazos de Nami rodearon el cuello de Luffy, acercándolo aún más mientras el latido de sus corazones se aceleraba al unísono, sincronizando sus emociones como si siempre hubieran pertenecido uno al otro.

Luffy, sintiendo el impulso de proteger y al mismo tiempo dejarse llevar por la pasión, la sostuvo con fuerza, aferrándose a ella como si temiera que ese momento se desvaneciera. Cada segundo de ese beso era una promesa silenciosa de que ya no se alejarían, de que estaban listos para enfrentar lo que fuera, juntos.

Finalmente, cuando ambos se separaron, apenas un centímetro de distancia los separaba, sus respiraciones entrelazadas y sus ojos reflejando la intensidad de lo que acababan de compartir.

Por primera vez, sin dudas ni barreras, ambos sintieron que estaban exactamente donde querían estar.

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Bueno, el tema del fic era justamente "angustia" y traté de retratar ese sentimiento en el capítulo, aunque me hubiera gustado ahondar más en el beso, posiblemente eso cambiaria la temática del escrito. Jajajaja. Quiero agradecer a hapist-elms por su comentarios (si, el capitulo 3 también fue mi favorito) En fin, si leyeron hasta aquí, les mando un gran abrazo.