A medida que pasaban los años nunca disminuyeron los hallazgos de cosas que para todos los integrantes de su grupo eran mitos.

Ella se había convertido en una gran y reconocida historiadora había viajado por todo Japón a distintos lugares y siempre salía feliz con algún descubrimiento. Era raro que ella regresara a casa sin nada nuevo.

Para ella algo cambió cuando salió para la zona oeste de Japón en Koyasan, que en una de las cuevas de la gran montaña encontró un báculo que ella conocía perfectamente.

Tomándolo entre sus manos sintió que sus poderes vibraban en respuesta al residuo de yōki que quedaba. Eso la hizo soltarlo de repente.

Buscando por la cueva encontró también una tumba, no tenía nombre escrito, pero no lo necesitaba, era demasiado pequeña para deducir que le pertenecía a Jaken.

Otro de sus ayudantes empezó a mover la tierra solo para encontrarse con el pequeño cuerpo del demonio sapo momificado.